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Entrevista a Victoria Donda Pérez
Por Oscar Castelnovo
Revista Acción
Miedos, alegrías y un hilo azul
(AW)
La primera nieta restituida por Abuelas de Plaza de Mayo que llega a una banca
descree que este hecho signifique algo especial, salvo una reivindicación de los
pañuelos blancos. Cuando bucea en su historia deja el bronce y la "careteada" y
encuentra una verdad, cruenta pero propia, y afirma que su lucha es una
contundente victoria de sus padres desaparecidos.
Los ojos oscuros, vivaces, y la sonrisa amplia, parecen desmentir el vendaval
que la sacudió desde el día en que emergió del vientre de su madre a la vida –en
la Escuela de Mecánica de la Armada– allá por agosto de 1977. Victoria Donda
Pérez sostiene que su lucha es la victoria de sus padres, María Hilda Pérez y
José María Laureano Donda, ambos militantes montoneros detenidos-desaparecidos.
Cuando aún se llamaba Analía y cursaba el tercer año del secundario, el Che y
Gandhi movilizaron sus sentimientos. Entonces, hacía la merienda para los pibes
del Doque (Dock Sud) o leía cuentos a los ancianos cobijados por el desamparo de
la Argentina menemista.
Hay un rasgo que la distingue: Vicky, así la llaman, confiesa sus miedos y sus
contradicciones, revela los temores que la recorrieron antes de hacerse el ADN y
hoy cree que los sentimientos encontrados –surgidos cuando descubrió que era
otra– no la dejarán nunca. Habla del aprendizaje que significó conocer a sus
padres revolucionarios, no desde el aura del «militante perfecto», sino desde su
entrega descomunal a la lucha pero también desde sus «defectos», tales como los
excesivos celos de su madre o las «escapadas» de su padre.
La historia de Vicky reviste matices atroces aun en el marco de los crímenes de
la dictadura, ya que quien entregó a la tortura y a la desaparición a sus
padres, y a ella a la apropiación, es nada menos que su tío carnal, hermano de
su papá, el oficial Donda –hoy preso–, que nunca se arrepintió de las fechorías
perpetradas sino, por el contrario, manifestó su orgullo por «los actos de
servicio».
Victoria confiesa que se siente mejor cuando va a Villa Inflamable en el Doque,
«lo considero mi barrio», que en su banca de diputada. Pero, dice, «un militante
debe aceptar las necesidades del momento».
Ella continúa con su militancia porfiada. Su risa contagiosa le quita tono de
tragedia a la vida. Y así quizá evoca parte de «Nanas de la cebolla», aquel
poema que Miguel Hernández le escribió a su hijo antes de morir en prisión: «Es
tu risa la espada/ más victoriosa, /vencedor de las flores/ y las alondras/
Rival del sol/ Porvenir de mis huesos/ y de mi amor». Tal vez por eso no le
gusta, y lo hace saber, que tomen sólo una parte de ella: la tristeza. «¿Quién
no la tiene?», se interroga. «Pero yo no soy sólo eso: tengo alegría para
repartir», subraya.
–En agosto de 1977 naciste en la Esma, ¿qué pasó inmediatamente después?
–Héctor Febres (el represor de la Esma que fue envenenado por sus pares cuando
faltaban horas para recibir el fallo que lo condenaría por sus violaciones a los
derechos humanos), me llevó a tomar la teta a la casa de una señora que había
tenido un bebé, porque yo no quería la mamadera.
–¿Y luego?
–Y luego es toda la vida con la familia que me crió, de lo cual no hablo.
–¿Considerás que a quienes vos llamaste mamá y papá, durante tantos años,
actuaron de buena fe?
–Considero qué él cometió el delito de apropiación.
–¿Los ves actualmente?
–Sí, los veo.
–Tu mamá, luego de darte a luz en la Esma, pasó un hilo azul en forma de aritos
por tus orejas, ¿ese hilo cumplió con el cometido que ella había imaginado?
–Sí. Una señora llamó a Abuelas de Plaza para hacer la denuncia que una noche
Febres le había llevado una bebita muy bien vestida para que ella la amamantase
porque lloraba mucho, y la compañera de Abuelas le preguntaba: «¿Y vos qué te
acordás de la chiquita?». «Que lloraba. Que era más chiquitita de lo normal.»,
respondió. La Abuela insistía: «¿Y qué más, qué más?». «Lo único que me acuerdo
es que tenía unos hilitos azules en las orejas», dijo la señora. Y cuando leí el
testimonio me imaginé que era yo, por la relación que yo tenía con Febres.
–¿Cómo era esa relación?
–Bueno, nos veíamos en las fiestas. Me decía «turquita» cuando era chica, y
cuando fui más grande y empezaba leer al Che, me decía «zurdita».
–¿De qué modo nació y se desarrolló tu militancia?
–Yo iba al Instituto de Señoritas Sagrada Familia, de Quilmes, y empecé a pensar
que había otra forma de ver la realidad, otra forma de interpretar la existencia
de chicos pidiendo o en los orfanatos, o viejitos que se morían solos. Había
quienes escribían libros a favor de Rosas y otros en contra. Pensaba que había
por lo menos dos formas de ver las cosas, y que la gente se posicionaba de un
lado y del otro. Y aun aquellos que dicen «no me interesa la política», estan
tomando una posición. Y me dije: quiero hacer política. Entonces, en 1996
empiezo a ir a los orfanatos y a los asilos con grupos juveniles de la Parroquia
El Niño de Dios. El padre Luis, que era el confesor de mi escuela, me regaló una
biografía del Che para mis 15. Y ahí empezó una fuerte búsqueda.
–¿Por dónde comenzó?
–Fui a una reunión del Partido Obrero y me pareció horrible, no les entendía
nada. Yo no era política, fijate que en mi habitación tenía al Che y a Gandhi.
Quería cambiar las cosas pero no estaba politizada. Y en el PO yo no entendía
cómo no reivindicaban que las Malvinas son argentinas, el tema de la bandera,
los símbolos patrios. Y de ahí fui a la «Vence» (Venceremos), y me quedé.
–Cuándo hacías solidaridad con las monjas, ¿en qué consistían las actividades?
–Íbamos a los orfanatos, leíamos cuentos a los chicos, les hacíamos la leche. Y
a los viejitos y viejitas les cantábamos y leíamos. Ellos eran felices y
nosotros también.
–¿En qué año de la secundaria estabas?
–Tercero, cuarto, por ahí.
– Cuando compañeras de Abuelas y de H.I.J.O.S te dijeron el 30 de junio de 2003
que existían fuertes sospechas de que eras hija de desaparecidos, según leí,
expresaste: «Las odié con toda mi alma». Y recién fuiste luego de ocho meses a
hacerte el ADN, casi todo un período de gestación. Y restituiste legalmente tu
identidad el 8 de octubre de 2004. ¿Qué sucedió con vos, con tus sentimientos,
en todo ese tiempo?
–Ufff... Contradicciones muy profundas que no resolví. Creo que todos los seres
humanos tenemos contradicciones, son parte de nosotros, y la vida no se resuelve
en blancos y negros, hay grises en el medio.
–¿Cuál fue la contradicción más intensa?
–¿Cuál fue? Sigue siendo, por eso yo no hablo de la gente que me crió…
–¿Por qué, concretamente?
–Porque los quiero.
–¿Qué otras contradicciones tenías o tenés todavía?
–El tema de concebirme como la que no tenía miedo a nada era una careteada,
tenía miedo a hacerme el ADN y también a muchas cosas.
–¿Qué te provocaba hacerte el ADN?
–Sentía un vacío enorme. Que te podía dar, te podía no dar, pero ya no eras
quien eras.
–¿Cuál era tu nombre entonces?
–Analía. Hay gente en el barrio que aún me llama así.
–¿Qué más fue pasando en esta historia que tuvo mucho de construcción tuya,
propia? ¿Viste con tus ojos, escuchaste con tus oídos, atendiste tus miedos,
elegiste tus tiempos?
–Pasó que estuve en la Esma y fue toda una conmoción. Me di cuenta de que sabía
que había nacido ahí. Fue emocionante y un bajón a la vez. Pensaba en mi vieja,
en los ovarios que tuvo para quedar embarazada, seguir peleando por la misma
sociedad por la que peleo yo, que no iba a sacarme sangre, ella se bancó la
tortura para que yo pueda nacer... No sé, por un momento sentí que no era digna
de los padres que había tenido.
–¿Cómo supiste que habías nacido en la Esma?
–Hay formas de acercarte a quien fue tu familia biológica. Sabiendo que el año
que dice tu documento no es en verdad el año en que naciste. En mi partida dice
que nací en 1979. Y si me preguntás la edad te voy a decir 29 años. Cuando era
una nena y los compañeros me buscaban, en los archivos figura que si sabés qué
fuerza te había secuestrado podías saber de qué zona geográfica era la compañera
que te tuvo. Yo sabía que había sido la aeronáutica, así que supuse que mi mamá
era del Oeste del Gran Buenos Aires. Entonces, empecé a buscar en los archivos
una mujer en el Oeste y había tres mujeres que podían ser. Una de las tres era
muy parecida a mí y fui a la casa de Vero, una compañera de H.I.J.O.S. y le
pregunté a ella. Y no me dio respuestas. Me dijo: te tenés que hacer el ADN.
Pero me di cuenta de que esa mujer era mi mamá.
–Y cuando empezás a recuperar a tus viejos, a conocer cómo habían vivido, ¿qué
valoración hacés de ellos?
–¿La de ahora, ahora, o la de antes?
–Las dos.
–Al principio pensaba todo el tiempo que tenía que actuar y vivir como lo había
hecho mi vieja. Y era algo absolutamente agotador. Sobre todo con mi mamá. Yo no
sé si porque soy muy parecida físicamente, o había encontrado a más compañeros
que la conocían a ella. O a mi tío, mi abuela. Era una presión tener que hacer
lo que mi mamá hubiera hecho a cada momento. Sin embargo lo pude superar, ahora
la veo como a una mamá, incluso con algunos defectos. Pero viste que cuando la
gente no está, los defectos son más chicos.
–¿Qué defectos, por ejemplo?
–Tenía muy mal carácter. Y además era muy celosa de mi papá. Cuando estaba
embarazada de mi hermana, una compañera había venido a vivir a la casa de ellos.
A mi vieja se le había cruzado que mi papá andaba con esa compañera, era muy
pero muy celosa. Ahora, conociendo a mi papá, que era bastante mujeriego y se
hacía sus escapadas, no lo descarto. Y, como la compañera tenía problemas
gástricos, mi mamá le ponía pimienta en la comida para que se descomponga.
–¿Y qué de tu viejo?
–Él era así como muy tranquilo y rebelde. Él estaba haciendo la carrera naval y
empezó a militar con un grupo grande de compañeros del Liceo, de los cuales hay
muchos que están desaparecidos. Él empezó a militar en la Unión de Estudiantes
Secundarios (UES) y después en Montoneros. Me contaron compañeros del curso que
mi viejo siempre andaba con un libro de Hernández Arregui que se llamaba
Peronismo y Socialismo. Pero sólo lo llevaba al Liceo Río Santiago para molestar
a los oficiales.
–¿Qué significa para vos haber sido la primera nieta restituida elegida
diputada?
–Implica responsabilidad, ningún significado tan especial. Hay quienes piensan
que la lucha por la revolución se lleva en la sangre. Y yo no creo en eso. No
somos los herederos de los laureles de esa generación. Nosotros tenemos que
hacer nuestro propio camino. No es algo que a mí en lo personal me santifique.
Al contrario, siento más responsabilidad que si no se supiera sque soy hija de
desaparecidos. Lo único especial que siento es que es una reivindicación de las
Abuelas. Y entre ellas mi abuela Leontina que vive en el exterior.
–Aparte de la política, ¿qué te gusta?
–Me gusta bailar salsa, reguetón, hip-hop, danza árabe y rocanrol, y soy
ricotera. No voy a bailar a los boliches, no tengo tiempo, lo hago en casa y voy
a aprender. También leo mucho, este año me maté.
–¿Literatura?
-Sí, leo literatura para despegar.
–¿Qué leíste últimamente?
–Me encanta lo latinoamericano clásico, tipo Isabel Allende, García Márquez,
Ángeles Mastretta. El último que leí fue Maridos, de ella precisamente.
–¿Qué libro recordás ahora que te haya gustado más?
–Retrato en sepia, de Isabel Allende.
–¿Qué sensaciones te causó ver el documental Victoria y la obra Vic y Vic que
hacen referencia a tu historia?
–La obra me pareció novedosa y divertida. Pero el documental no me gustó mucho.
–¿Por qué?
–Porque muestra una parcialidad de la recuperación de la identidad de los
nietos, en verdad es eso. Y es sólo una parte del proceso de mi vida. Pero si
alguien espera ver algo de mí en ese documental, la verdad es que se ve muy
poquito. Si bien no era sólo sobre mí, yo no soy esa.
–¿Y quién sos?
–Soy otra que no está llorando todo el tiempo. Está bien que muestra momentos
muy duros y la verdad es que lloré. Pero te pregunto a vos, ahora soy yo la
periodista, ¿cuántas veces me viste llorar?
–Ninguna.
–Bueno, en este documental estoy triste y llorando todo el tiempo. Y yo no soy
así, y si bien hay cosas que me duelen mucho yo tengo alegría para repartir.
–¿Qué cosas, qué hechos te duelen de nuestro país?
–Hace poco fuimos a Misiones y me impactó la situación de la gente que sufre las
consecuencias de Yacyretá, por ejemplo. Porque ahora hay una pelea para que no
relocalicen a los relocalizados. Se trata de compañeros que vivían a la vera del
río, pero con la represa y la construcción de proyectos inmobiliarios, a todos
los pescadores que vivían del río los llevaron mucho más adentro, entonces todos
perdieron su fuente de trabajo y su medio de subsistencia que era el río. Son
comunidades que tardan mucho tiempo para rearmarse. Pero el pueblo se las
ingenia para ganarse el pan y ellos armaron bloqueras para construir ladrillos,
pero ahora los quieren volver a sacar porque otros quieren ganar dinero con la
cuestión inmobiliaria. Más otras cosas: en Misiones no hay agua potable, es la
incoherencia absoluta, en Mosconi se usan garrafas carísimas y el pueblo vive
sobre un yacimiento gasífero. Esas cosas me duelen del país.
-–Participaste también en la lucha por la libertad de los presos políticos,
especialmente por Karina Germano López (La Galle), militante de H.I.J.O.S.
detenida en Ezeiza; o por los campesinos paraguayos recientemente extraditados.
–Sí, el tema de los presos políticos también me duele. Y me parece obvio que
nadie merece las rejas por la lucha. Pero creo que desde el campo popular, así
como somos capaces de entender las contradicciones que había entre las
organizaciones populares de la década de los 70, aunque pocos lo dicen, hay que
ver que hoy existen organizaciones que hacen de esto «su» política. No las voy a
nombrar porque sería macartismo. A mí no me parece que esté bien, en todo
momento, que tu única herramienta sea la confrontación directa. Pero me
comprometo con el tema, hay compañeros a los que ayudamos, a los que
reivindicamos. Lo que se hizo con los presos paraguayos me parece una
barbaridad, digo, lo que hicieron la Justicia, extraditándolos, y el Gobierno,
negándoles el refugio. Y en el caso de la Gallega, me parece que lo que hay en
el Gobierno es falta de voluntad de resolver el tema, porque si bien es presa
política del gobierno de Lula, cuando el Gobierno quiere resolver un tema, lo
hace. Un compañero me increpó en Misiones y me dijo «vos tenés que defender a
los presos políticos». Y yo los defiendo. Y si me apurás un poco, creo que todos
los que están presos son políticos.
–Como buena ricotera coincidís con el Indio Solari: todo preso es político…
–Y sí. En este sistema económico, político y social, el poder, la clase
dominante decide quiénes deben estar presos y quiénes no. Así como los medios se
ponen de acuerdo para decir quiénes son los delincuentes y quiénes los
«empresarios». Porque cuando hablan de los tres narcotraficantes que mataron en
General Rodríguez los medios hablan del asesinato de tres empresarios. Y cuando
hablan de los negritos del barrio, como yo, dicen que robaron un kiosco tres
peligrosos delincuentes.
–Hablando de los chicos, hace pocas semanas volvió a insinuarse un debate acerca
de si debe bajarse la edad de imputabilidad de los menores…
–Esa es otra cosa que me lacera. Los chicos son responsabilidad de los adultos,
de las políticas de inclusión de la niñez, adolescencia y juventud. Es el Estado
quien debe ampararlos antes que les sean robados todos sus derechos y terminen
en la desesperación. A mí me duele que el gobernador Scioli diga que las villas
son nidos de delincuentes. Me duele lo que pasa en el Doque, una compañera me
vino a hablar porque tenía un problema grave. La tenían encerrada hace dos años
los dueños del conventillo donde vivía. En el Doque hay un acuerdo entre la
comisaría y dos inmobiliarias, mediante el cual se quedan con los conventillos
sin dueños legales y se los dan a sus amigos mediante escrituras truchas. Luego
alquilan las habitaciones, contratan seguros y si el conventillo se quema, se
hacen otro tipo de casas y la gente que vivía ahí termina siendo sacada por la
fuerza. Bueno, esta mujer fue víctima de algo así, pero su casa no se quemó, su
hijo se suicidó, y el dueño del conventillo puso un tipo para vivir adelante que
le abría y le cerraba la puerta según los horarios que él estipulaba. De ocho de
la mañana a ocho de la noche la puerta estaba cerrada. Y ella para salir durante
el día le tenía que pedir permiso al responsable del conventillo. Ella tiene dos
válvulas para respirar y tres nietos. En un momento tuvo un paro
cardiorrespiratorio y el nieto tuvo que salir por los techos a llamar al médico
y a la policía, porque no le abrían la puerta como un medio de hostigamiento
para que se vaya. Eso es parte de la miseria y sus consecuencias. Y pasa a pocas
cuadras de la Casa Rosada.
–Rodolfo Walsh sostuvo que el peor crimen que cometía la dictadura era
planificar la miseria para millones, por mucho tiempo. ¿Suscribís la idea?
–Sí, claro. Y creo que ese fue el triunfo del imperio, pero no el de los
militares, éstos tuvieron una victoria pírrica y hoy enfrentan juicios por sus
crímenes. Mientras tanto el imperio se disfraza de un montón de cosas y nos armó
una suerte de democracia mentirosa, donde creímos que ir a votar cada cuatro
años es la Democracia, y buena parte de la clase política corrupta se puso al
servicio del imperio. Lo que quedó en pie está maltrecho, pero nos estamos
recuperando. Ningún imperio duró para siempre. Todos cayeron, pero nunca caen
solos, es la lucha de los pueblos en unidad lo que los va a derribar.
–Una dirigente de Hijos La Plata solía decir que a pesar de la derrota: «Los
Hijos somos un cacho de victoria de nuestros viejos». ¿Lo compartís?
–Absolutamente. Hace poco un compañero de mi papá me dijo su nombre verdadero,
no «el de guerra», fue la última persona que vio a mi viejo. Mi papá estaba casi
inconsciente, hecho mierda, golpeado por todos lados, como señuelo, vigilado por
los militares en la Plaza de Morón para que caigan otros compañeros que
supuestamente irían en su auxilio. Pero los que lo golpearon así, los que le
hicieron de todo a mi vieja embarazada en la Esma, nunca pensaron que la hija
que mi mamá tenía en el vientre en algún momento reclamaría cárcel y castigo,
que esa hija iba a luchar por la misma sociedad por la que pelearon sus viejos.
Y en ese sentido, sí, somos una victoria contundente.
Agencia de Comunicación Rodolfo Walsh
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