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Los aliados posibles y el enemigo principal
Por Norberto Galasso *
Días atrás, se publicaron en este diario notas de opinión de Hugo Barcia y
Alcira Argumedo referidas a declaraciones de Pino Solanas donde responsabilizaba
por la mortalidad infantil no sólo al Gobierno, sino también a “cómplices,
mentores intelectuales, etc.”, entre los cuales se hallaría el grupo Carta
Abierta. Alcira no refutó las apreciaciones correctas de Barcia sobre la
mortalidad infantil, sino que fundamentó el furibundo antikirchnerismo de
Proyecto Sur en siete puntos, entre los cuales los puntos 2, 3, 4 y 6
corresponden a uno solo: la política del Gobierno respecto a los recursos
naturales; el punto 1 se refiere al Tren Bala, proyecto que puede considerarse
frustrado, el 4 al blanqueo de capitales y el 7 a la prórroga de las licencias a
los medios de comunicación. Además, ratificó las críticas de Pino a Carta
Abierta. Estas posiciones no son nuevas en Proyecto Sur: en La Nación, Pino ha
señalado que “Kirchner es un traidor a la patria e hipotecó el futuro”
(29/9/2007), en Perfil sostuvo que “Kirchner continúa a Menem” (20/5/2007) y
últimamente calificó a este gobierno de “antinacional y antipopular”. Si esto lo
pregonasen Altamira, Ripoll o Alderete, no escribiría estas líneas pues la
izquierda abstracta, liberal o antinacional, como se la quiera llamar, se ha
especializado, desde Yrigoyen hasta hoy, en ser funcional a la reacción, en
nombre del socialismo y sólo la izquierda nacional ha sabido comprender a los
movimientos nacionales cabalgando a su lado mientras intentaba mantener su
independencia política, ideológica y organizativa, aunque también allí hubo
claudicaciones como la de Ramos frente al menemismo. Pero como estas críticas
(confundiendo al posible aliado con el enemigo principal) provienen de
compañeros con los cuales hemos transitado caminos de lucha, como en el
frustrado Proyecto Sur de 2002/03, alguien que pertenece a las bases de Carta
Abierta, orienta la Corriente Política E. S. Discépolo y dirige el periódico
Señales Populares, se ve obligado, con el dolor que provoca criticar a antiguos
compañeros, a intervenir en la polémica.
A las críticas de Alcira, podemos oponer:
1) La avanzada política de derechos humanos del kirchnerismo.
2) La avanzada política latinoamericana que contribuyó a hundir el proyecto del
ALCA, que desde el Unasur contribuyó a evitar el golpe de Estado en Bolivia y
que ha logrado la simpatía y apoyo de Chávez y Fidel, quienes, según parece,
saben algo de imperialismo y cuestión nacional.
3) La depuración de la Corte Suprema de Justicia con la incorporación de figuras
de capacidad y conducta incontrovertible.
4) El recupero de los aportes previsionales al tomar las AFJP, dando un fuerte
golpe al poder financiero.
5) La reconversión de una economía de especulación por un modelo productivo que
permitió una importante disminución de la desocupación y la pobreza.
6) El intento de redistribuir el ingreso a través de la Resolución 125,
afectando la renta agraria diferencial, en el mismo sentido que lo hizo Perón en
el ‘46 a través de los tipos de cambio selectivos. (En este caso, no vale el
argumento de Alcira acerca de la votación de Lozano, pues la AFIP (resolución
1898/2008) inició acción contra las grandes exportadoras por los 1700 millones
de pesos evadidos (El Cronista, 22/1/2009). Y aun cuando no lo hubiera hecho,
esto obligaba, por lo menos a la abstención y no a ser cobertura de izquierda de
la nueva Unidad Democrática que están conformando Carrió, Morales, López Murphy
y otros.)
7) El recupero del rol del Estado: en Correos, Aguas, transporte aéreo,
astilleros, algunos ramales ferroviarios, proyecto de tomar la fábrica de
aviones de Córdoba y el canal Encuentro.
El kirchnerismo es pues todo esto y es también buena parte de lo que dice
Alcira, como ocurre normalmente con los movimientos nacionales en gestación,
policlasistas, contradictorios, clientelistas, pragmáticos, conciliadores, con
“amigos del poder” que hacen negocios. ¿Se lo tenemos que decir nosotros, desde
la izquierda nacional, justamente a los peronistas? Diría Jauretche, ¿dónde se
ha visto que los hijos enseñen a los padres cómo se hacen los hijos? ¿Qué
hubiera hecho Pino cuando Perón se negó a expropiar a la corrupta y recorrupta
CADE? ¿Hubiera dicho que era “un gobierno antinacional y antipopular”? Claro,
desde la izquierda abstracta es fácil decir, ¿por qué Perón no desarrolló
fuertemente la minería?, ¿por qué apenas dio el puntapié inicial con Somisa cuya
primera colada es de la época de Frondizi? ¿Y el contrato petrolero con la
California? ¿Habría dicho acaso: “¡Qué antinacional y antipopular es este
Perón!”? Pino dice en otro artículo: “Perón no estaría hoy en el PJ”. Yo
pregunto: ¿era mucho mejor el PJ del ‘54? ¿No había entonces “amigos del poder”
que hacían negocios? ¿Quiénes eran Jorge Antonio y Silvio Tricerri? ¿O entonces
resulta que Codovilla tenía razón siendo funcional al imperialismo para que
sanease a la Argentina emporcada por los “negros peronistas” del ‘45?
Por otra parte, somos ya lechuzas demasiado cascoteadas para entrar en la
moralina boba de la Carrió: la corrupción es intrínseca al capitalismo y cuando
está la reacción en el poder disimula sus negocios con leyes a su conveniencia;
cuando estamos los del pueblo algunos violan esas leyes y hacen sus negocitos.
Pregúntenle a Chávez, que sabe de esto, como también de la clase media de
Caracas escandalizada moralmente, aunque, igual que la nuestra, evade impuestos
con toda naturalidad.
Por momentos me asombro, porque parece que hay que enseñarles peronismo a los
peronistas. Ningún gobierno, decía Perón, cumple el 100 por ciento de los
objetivos nacionales y populares, porque está el enemigo que también es fuerte.
Cuando cumple el 50 por ciento o más ya el balance es favorable. Jauretche le
decía a Jorge Del Río cuando se deslizaba a la oposición porque Perón no
expropiaba la CADE: “Es importante, sí, pero usted no puede ver la historia por
el agujerito de la cerradura de la CADE”.
El balance general es el que interesa. Escuchen esto mis viejos y queridos
amigos: “Hay muchos actos, y no de los menos trascendentales por cierto, de la
política interna y externa del general Perón que no serían aprobados por el
tribunal de las ideas matrices que animaron a mi generación. Pero de allí no
tenemos derecho a deducir que la intención fuese menos pura y generosa. En el
dinamómetro de la política, esas transigencias miden los grados de coacción de
todo orden con que actúan las fuerzas extranjeras en el amparo de sus intereses
y de su conveniencia. No debemos olvidar en ningún momento –cualesquiera sean
las diferencias de apreciación– que las opciones que nos ofrece la vida política
argentina son limitadas. No se trata de optar entre el general Perón y el
arcángel San Miguel. Se trata de optar entre el general Perón y Federico Pinedo.
Todo lo que socava a Perón, fortalece a Pinedo, en cuanto él simboliza un
régimen político y económico de oprobio y un modo de pensar ajeno y opuesto al
pensamiento del país” (1947). No hace falta que te diga a vos, Pino, que hiciste
recientemente una película sobre “los hombres que están solos y esperan”, que el
autor es Raúl Scalabrini Ortiz. Por eso, como decía Jacques Prevert, es muy
peligroso dejar que los intelectuales jueguen con fósforos porque, retomando a
Jauretche, combatir lo bueno (“desgastando”, creando “clima destituyente”) puede
significar que en vez de lograr lo mejor, sirvamos para que vuelva lo malo.
En esta Argentina de hoy hay que luchar para profundizar este proceso,
cabalgándole al lado, marcando críticas, proponiendo soluciones superadoras,
empujando, pero no atacando desde enfrente, presionando para que fracase, porque
la única opción que hay hoy la conocemos y viene de lejos: Bullrich Luro
Pueyrredón, Pinedo, Estensoro, López Murphy, Grondona, Anchorena, los grandes
pulpos mediáticos... y el Tío Sam.
Por esta razón, Proyecto Sur debería sumarse a Carta Abierta en vez de arrojarle
críticas y trabajar desde allí, para incorporar a la lucha a los sectores
populares, para movilizar, exigiendo al Gobierno que profundice lo realizado,
porque –y vuelvo a decir, me da vergüenza explicarlo a compañeros de larga
militancia– aquí hay una cuestión nacional argentina y latinoamericana por
resolver. Y estamos frente a una oportunidad como nunca tuvimos antes. Lo saben
Fidel, Chávez, Evo, Correa y muchos otros y lo intuyen los pueblos. Quienes
socaven este proceso –con planteos que desconocen la correlación de fuerzas
existente– asumen una grave responsabilidad si se frustra esta gran oportunidad
para ir dando pasos hacia una América latina unida y soberana, marchando en el
camino del socialismo del siglo XXI.
* Historiador y ensayista.
Página/12
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