Réplica a declaración de Fayt sobre Israel y antisemitismo desde FEARAB Bs As

Por Facundo Salomón

Señor Carlos Fayt,

Ante todo, son fuente de estas líneas las declaraciones que realizó al diario La Nación el día 3 de febrero de 2009. Además de los mencionados en dicho artículo, me gustaría enumerar algunos méritos más alcanzados por Israel en sus escasos 61 años de existencia. No sólo fue Israel construido de la nada, únicamente con la fe, tal cual usted declaró. También fue muy efectivo e implacable a la hora de su nacimiento para masacrar a los palestinos y condenar a 6 millones de ellos al exilio, instalándose sobre las tierras que legítimamente le correspondían a aquellos. Son muy admirables las prisiones clandestinas dentro del territorio israelí, la legalización de la tortura vía fallo de la Corte Suprema, los 10 mil detenidos palestinos y libaneses sin proceso judicial iniciado (la mitad de los cuales son menores de 18 años), la ausencia de una Constitución, y por supuesto me resulta muy ajustado a la lógica que un jurista notable y comprometido con los derechos humanos como usted admire a un país con estas cualidades dignas del medioevo.

No sería correcto dejar fuera de esta lista de virtudes al muro que se está construyendo sobre el límite con Cisjordania, aunque de acuerdo al informe del ex Secretario General de la ONU Kofi Annan esto no es tan así, ya que en algunos sectores el muro incursiona hasta 22 km dentro del territorio palestino. No son desdeñables los check points, los pueblos partidos al medio y arrasados con topadoras en nombre de la seguridad de Israel, los 42 años de ocupación de Gaza y Cisjordania, la desobediencia a absolutamente todas las resoluciones de los órganos de la ONU, sean estas vinculantes (usted bien sabrá, especialista en leyes) cuando las emite el Consejo de Seguridad (como hace poco emitió una en donde se ordena un alto al fuego inmediato) o no lo sean, cuando lo hace la Asamblea General. No debe olvidarse el gran aporte israelí a muchas dictaduras latinoamericanas, ni el entrenamiento y financiamiento que otorgó a los Contras nicaragüenses durante los ’80, forzando una guerra civil en ese pequeño país centroamericano. O el asesoramiento militar que le brindó al ejército de Ecuador durante la guerra contra el Perú en los ’90. O el hecho de haber votado siempre contra la soberanía argentina de las Malvinas en la ONU.

No debe ser tratado con menosprecio el hecho de que Israel es el único país del mundo que no tiene fronteras fijas, que ocupa actualmente el territorio de tres de sus países vecinos (las libanesas Granjas de Shebaa, las sirias Alturas del Golán y por supuesto, la totalidad de Palestina). Posee una virtud moral tan elevada este joven estado que las únicos formas de alcanzar la paz que conciben sus gobernantes es a través de la disuasión violenta (bombardeos, invasiones, bloqueos económicos, ocupación) o de la extorsión, como hizo con Egipto, ocupando la península del Sinaí y devolviéndola a cambio del reconocimiento de su existencia y de la “paz” (procedimiento que pretende repetir con Siria). Un país que tilda de fanáticos y extremistas a absolutamente todos los países musulmanes y se autoproclama tolerante, pero en donde puntualmente se apedrea a los homosexuales cuando cada año marchan por sus derechos, y también a aquellos que se aventuren a manejar su auto en Sabbat por los barrios jerosolimitanos. Un muy abierto parlamento en donde los diputados de las minorías árabes (con representación allí, al igual que los parsim, judíos iraníes, la tienen en las tierras otrora de Darío) deben soportar los discursos racistas, mesiánicos y genocidas de partidos ultraderechistas como el SHAS (el partido político de los judíos ortodoxos sefaradíes) y de personajes siniestros como Benjamín Netanyahu y Avigdor Lieberman, que proponen la expulsión de la población árabe-israelí y el sometimiento a “pruebas de lealtad” de esta minorías, bajo la amenaza de retirarles la nacionalidad y echarlos de Israel si no se ajustan a sus maniáticos criterios.

Y haciendo historia, hay también muchos hechos loables en la de Israel. Como el magnicidio de Yitzak Rabin cuando estaba al caer la paz y la creación del Estado palestino, perpetrado por un fanático religioso judío que no creía apropiado ceder las tierras que La Torá había reservado para los judíos a los perros árabes. Saltando hacia el año 1946 podemos encontrarnos con la voladura de un hotel, el King David. Un ataque terrorista donde murieron 91 personas, seguramente realizado por un integrista con turbante, evidentemente musulmán, de probable origen árabe como nos indican esos prejuicios que circulan y que nadie jamás cataloga de “arabofóbicos" o “islamofóbicos”. Pero la historia dice que fueron los terroristas del Irgún, ese grupo parapolicial sionista de ultraderecha, los que lo llevaron a cabo, en colaboración con la Haganah, otra pandilla de igual calaña. Es interesante destacar que en esos tiempos el jefe del Irgún no era otro que Menachem Beguin, futuro Primer Ministro de Israel y Premio Nobel de la Paz (el cual para terminar de bastardear el concepto de paz invadió el Líbano en 1982). Otro detalle de la impunidad con la que se maneja esta gente dentro del estado que usted tanto admira y para el cual ruega una oportunidad (?): en julio de 2006, algunos de los personajes que perpetraron el atentado y aún vivían se reunieron para conmemorar su aniversario, como si se hubiese tratado de una gesta heroica nacional. El acto fue organizado por el Centro Menachem Beguin y asistió el ex Primer Ministro Benjamín Netanyahu, miembro del parlamento israelí en ese momento. Actualmente este bajísimo espécimen de humanidad está primero en la intención de voto para las elecciones de febrero de 2009 que determinarán al nuevo Primer Ministro.

Israel no solo invadió el Líbano dos veces, sino que en la primera de ellas, en 1982, provocó una guerra civil en ese frágil estado multiconfesional a través de conspiraciones, balas y bombas, ocupando el sur de ese país hasta el año 2000. Pero la violación de la soberanía territorial de otros países es un acto reflejo de Israel. Sus asesinos del Mossad se han encargado con mucha precisión de cumplir misiones en Siria, Jordania, Líbano, Yemen, Irak (llegaron al extremo de bombardear supuestas centrales nucleares de este país), poniendo bombas en autos, organizando asesinatos selectivos relámpago, envenenando personas; y hasta en la Argentina se han hecho presentes, secuestrando y transportando hacia Israel al genocida Eichmann para juzgarlo. Como experto en derecho y miembro del máximo tribunal de justicia de nuestro país imagino que al menos en su fuero interior reconocerá la flagrante infracción a la ley internacional que eso configuró, al margen de cualquier juicio de valor sobre Eichmann y su pasado, al cual debo encargarme de despreciar y condenar.

De cualquier modo, dudo que pueda escapar a las acusaciones de judeofobia que los necios harán, a ese chantaje llamado antisemitismo (a pesar de ser yo mismo semita) detrás del cual se esconden el Estado de Israel y sus apologistas para justificar sus calamidades. Que canallesco que suscriba usted a esto, brindándole honras a Israel en este momento tan particular, acompañando ese discurso falaz del “brote antisemita” implantado desde los medios masivos de desinformación, para quitar de la mesa lo que se está debatiendo en el mundo: el juzgamiento de los militares y cabezas de gobierno israelíes por crímenes de guerra y de lesa humanidad contra el pueblo palestino. ¿Es que no nota que han muerto 1400 personas sólo en este ataque, que se han bombardeado edificios y camiones de la ONU con ayuda humanitaria, que se han utilizado armas prohibidas, que se ha forzado en Gaza una crisis de salubridad y de recursos a través del bloqueo que sufre desde 2006, lo cual seguramente provocará más muertes que los bombardeos y la invasión? ¡Y todo esto porque al gendarme de la tierra EE.UU. y a su perro de presa Israel no le gustaron los resultados de los comicios de febrero de 2006, en donde Hamas se impuso por amplio margen, en elecciones declaradas limpias por la totalidad de los veedores! ¡A eso llamo yo tolerar el juego democrático! ¿Este es el estado que tanto admira y al cual pide se le dé una oportunidad? Permítame la impertinencia de decirle que sus parámetros de excelencia no son muy elevados.

Nadie está demonizando o disminuyendo a judío alguno por su condición de tal. Ocurre sencillamente que la mayoría de la comunidad judía argentina (con escasas excepciones) sistemáticamente, cual autómata irreflexivo, ha apoyado y justificado todos los asesinatos, bombardeos, invasiones y demás vergonzosos actos de Israel, y en esto radican las críticas hacia ella. No olvide usted que la dirigencia de esa comunidad viajó en el 2006 a Israel durante la invasión al Líbano para “brindar su apoyo y solidaridad” al Estado Hebreo. Un Estado verdaderamente democrático, (como usted sabrá, especialista en derecho político) debe abrir las ventanas de la crítica, no cerrarlas y esconderse vilmente detrás de cortinas improvisadas con tragedias históricas, como lo fueron los pogromos soviéticos y los campos de concentración de los nazis, entre otros actos de persecución y exterminio padecidos por los judíos. Es propio de un ser muy básico y limitado entender que la protesta contra el accionar demencial de Israel es racismo, y debo confesar mi sorpresa al encontrarlo a usted dentro de ese grupo. ¿Cree usted que Juan Gelman, Pedro Brieguer, León Rozitchner padecen de judeofobia por criticar a Israel, a pesar de su condición de judíos? ¿No es evidente la aporía que representa la acusación de antisemitismo sobre la comunidad árabe argentina, siendo sus miembros semitas? ¿Le parece justo que exista una presunción de racismo ante cualquier crítica a Israel, provenga de quien provenga, que deban hacerse alegatos eternos e infructuosos (por el bombardeo mediático) para exonerarse del rótulo de antisemita? Creo que pecaría de imbecilidad si le explicase el concepto de principio de inocencia justamente a usted, pero tolere al menos que se lo mencione para su oportuna reflexión. Esta es una prueba cuya carga no debe invertirse.

Me sorprende que hipoteque su prestigio académico, y sobre todo, su humanismo defendiendo a un estado abiertamente racista, violento e intolerante que se queja porque un grupúsculo no le reconoce su derecho a existir cuando él mismo niega ciegamente desde hace exactamente 61 años y 10 meses en derecho y en hechos la existencia a Palestina, y a los palestinos. Sus declaraciones me resultaron irreales, incluso contradictorias con la realidad, equivalentes a recibir una mención de parte de Israel o de alguno de sus organismos lacayos por trayectoria y labor en materia de derechos humanos, algo tan ridículo e irónico como bombardear en nombre de la paz.

Facundo Salomón (miembro de la Comunidad Árabe de la Argentina y de FEARAB Buenos Aires)

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