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La
actual crisis internacional
Por Mario E. Firmenich
1. La naturaleza sistémica de la crisis actual
La continua profundización de la crisis sistémica internacional pareciera
que sorprende a la mayoría de los analistas y políticos. Los centenares de
miles de millones de dólares y euros entregados como salvataje al sistema
financiero en USA y la UE no resuelven el problema y las caídas de las
bolsas de todo el mundo lo siguen evidenciando. De repente, todos comienzan
a comprender que los postulados teóricos y de política económica del
neoliberalismo son culpables de la situación y, como respuesta, sólo atinan
a volver la vista a Keynes y al New Deal de Roosvelt, pasando por alto los
cambios estructurales ocurridos durante las más de 7 décadas transcurridas
entre aquellos años 30 del siglo XX y este final de la primera década del
siglo XXI.
Un conjunto de elementos se esgrimen como argumentos explicativos pero sin
una estructura teórica general que los englobe. Así, se compara la actual
crisis con la de 1929, se discurre sobre el estallido de la burbuja
inmobiliaria, se menciona con espanto el fantasma de la deflación, se
comenta el sonado fracaso de la concepción neoliberal sobre la presunta
optimalidad autorregulatoria de los mercados, se señala acusadoramente a la
globalización, ...
Para poder dar respuestas eficaces a la crisis es imprescindible tener una
idea clara de su naturaleza. No estamos ante una crisis nacional ni ante
muchas crisis nacionales que el azar de las circunstancias hizo coincidir en
el tiempo. Estamos ante una crisis sistémica global. La solución no puede
ser una política nacional ni muchas políticas nacionales coincidentes en el
tiempo. Los componentes de un sistema (en este caso, los subsistemas
económicos nacionales) no tienen vida autónoma independiente del sistema.
Los sistemas no son una sumatoria de partes, son una organización compleja
de partes. Se ha montado un sistema global, con mercado financiero
globalizado, con mercados de bienes y servicios globalizados y, aunque con
severas restricciones, con un mercado de trabajo globalizado. El sistema
global no es una sumatoria de sistemas nacionales. Por eso, las soluciones
sistémicas no pueden ser una sumatoria de neokeynesianismos nacionales,
puesto que eso no sería más que una sumatoria de soluciones parciales.
Por otra parte, tampoco puede considerarse que estamos simplemente ante una
“crisis económica” pensando que la economía es una realidad autosuficiente.
Una de las más grandes debilidades de la ciencia económica actual es la
presunción de que existe un equilibrio general económico autónomo en el
campo de la economía pura. Esto supone que “lo económico” forma un sistema
independiente, capaz de autorregularse y autorreproducirse.
Pero el sistema económico puro es una abstracción ahistórica. La única
realidad humana parecida a un sistema económico sin sistema político son las
tribus paleolíticas de cazadores – recolectores en la prehistoria.
Quien escribe estas líneas sostiene la tesis de que la economía y la
política son subsistemas de un Sistema Político – Económico. En las
realidades sistémicas de la historia, los precios no son independientes de
la distribución de la renta y la distribución del excedente económico no es
independiente del poder político y el marco institucional.
La determinación de un equilibrio dinámico estable del subsistema económico
depende de la existencia de los servicios del poder institucional para
imponer el acatamiento social a una distribución de los excedentes decidida
políticamente. Si se modifica la distribución de los excedentes, también
cambia el uso que se hace de los mismos.
La eficiencia económica dependerá de la eficiencia del subsistema politico y
viceversa. Cualquier modelo institucional podría, en teoría, garantizar el
equilibrio económico a condición de que obtenga el consenso de los agentes
socioeconómicos en la asignación y uso de los excedentes. Desde el punto de
vista de la eficiencia económica sistémica, los costos serán mínimos cuando
el consenso sea máximo. Cuando el consenso es nulo, los costos son
insostenibles y el sistema estalla.
La eficiencia sistémica es consecuencia y causa retroalimentadora de la
sostenibilidad social, de la sostenibilidad económica, de la sostenibilidad
ecológica y de la sostenibilidad política.
La crisis internacional actual evidencia la disfuncionalidad entre un ciclo
tecnológico de larga duración que ha agotado sus capacidades de expansión
(el ciclo del tándem automotor-petróleo) pero que aun se perpetúa en el
poder institucional, y un nuevo ciclo tecnológico que está en la base
infraestructural de la actual globalización (las llamadas Nuevas Tecnologías
de la Información y la Comunicación – TIC) pero que no ha generado aun las
instituciones globales necesarias. Estos ciclos de larga duración, conocidos
como ciclos Kondratieff, pueden estudiarse a partir de la revolución
industrial de fines del Siglo XVIII y tienen una duración media de unos
54-56 años, con una fase llamada “onda larga ascendente” y otra llamada
“onda larga descendente”, que tienen aproximadamente la misma duración cada
una, o sea, unos 27-28 años.
2. Interpretación del ciclo mundial de posguerra como el Kondratieff
automotriz
La evolución económica mundial a partir de la segunda posguerra puede
interpretarse, desde nuestra perspectiva, como el cuarto ciclo Kondratieff.
Este se habría iniciado aproximadamente en 1940 en los Estados Unidos, (y,
quizás, poco después en la URSS), e inmediatamente después de la Segunda
Guerra Mundial en el resto de las potencias capitalistas.
El ciclo largo de posguerra está dominado por la tecnología de la industria
metalmecánica de bienes durables, teniendo a la industria automotriz como
principal producción de bienes finales destinados al consumo masivo, y, como
complemento necesario, la producción de energía barata basada en el
petróleo. Pero el desarrollo de la fase ascendente del ciclo no depende
solamente de la nueva tecnología, sino también de la nueva regulación
institucional de las finanzas, el comercio y el orden social, político y
militar.
En julio de 1944, en la localidad norteamericana de Bretton Woods, New
Hampshire, los representantes de 44 países habían acordado las bases
institucionales del nuevo sistema financiero internacional, basado en el
patrón convertible oro, (patrón dólar), para el nuevo sistema monetario
internacional. Allí se crearon el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial. En 1945, Churchill, Roosevelt y Stalin se reunieron en la
conferencia de Yalta, localidad ucraniana a orillas del mar Negro.
Allí se pactó una paz por 50 años para el mundo que se estructuraría
terminada la guerra. El 26 de junio de 1945, en San Francisco, Estados
Unidos, se firma la carta de la ONU. Una nueva institucionalidad
internacional sustituye así a la Sociedad de las Naciones, que se había
establecido durante el tercer Kondratieff, con la firma del Tratado de
Versalles en 1919.
Podemos considerar para el sistema mundial el inicio de la fase ascendente
en 1944-1945, cuando se institucionaliza el nuevo orden mundial. Recién
entonces se estructura la organización sistémica funcional al crecimiento
económico bajo la hegemonía de los Estados Unidos, como la principal
potencia representativa de la tecnología que dinamiza el ciclo automotor -
petróleo.
La fase ascendente dura poco más de 25 años. En el año 1971 comienza
"oficialmente" la fase descendente. La crisis se instala en el orden
financiero del sistema mundial establecido ya desde finales de los años 60.
Pero el hito histórico se produce cuando el presidente Nixon declara
unilateralmente la inconvertibilidad del dólar en oro en 1971.
El 24 de abril de 1972 los países de la CEE tratan de defender de la crisis
a su comercio comunitario; a tales efectos instauran un compromiso cambiario
entre sus monedas, definido por un sistema de tipos de cambio fijos con una
banda de fluctuación para las paridades ajustables, denominado "la serpiente
en el túnel". Pero en el contexto de desestabilización internacional
imperante, (en febrero de 1973 el dólar había sufrido una nueva
devaluación), esta experiencia europea dura poco, ya que el 19 de marzo de
1973 desaparecen las bandas de fluctuación con respecto al dólar; aunque se
iba construyendo el camino de la Unión Monetaria Europea.
Desaparece así completamente el sistema de Bretton Woods, asentado en el
principio monetario del dólar como divisa clave convertible, denominado
patrón cambio oro, y los tipos de cambio fijos.
Cuando la OPEP pone el dedo en la llaga de la fuente energética en 1973
(después de la ocupación ilegal israelí de los territorios árabes en la
guerra de 1967), entonces, la multiplicación del precio del petróleo junto
con un dólar sin respaldo oro y la volatilidad de los tipos de cambio,
desequilibran definitivamente el sistema financiero mundial del ciclo
automotor - petróleo.
Pero esto es sólo el aspecto financiero de una crisis de la capacidad de
acumulación y expansión del paradigma productivo que caracteriza al cuarto
Kondratieff. El fenómeno integrado, que refleja a las crisis financiera y
productiva como dos caras de la misma moneda, recibió el nombre mixto de
estanflación, es decir, estancamiento + inflación. Las recurrentes crisis
petroleras (en 1979 la revolución iraní vuelve a afectar al mercado mundial
del petróleo), más allá del carácter episódico casuístico de cada una de
ellas, señalan la existencia de la crisis en uno de los aspectos centrales
de todo ciclo Kondratieff, que es la forma de producción de energía. Los
crecientes enfrentamientos por superposición en los mercados entre las
grandes firmas automotrices del mundo, en particular las norteamericanas
contra las japonesas, señala la crisis de expansión en la industria central
de bienes de consumo masivo que caracteriza a este ciclo.
Comienzan, entonces, a acumularse grandes capitales que no encuentran formas
suficientemente rentables de reinversión productiva, los cuales van creando
un nuevo circuito puramente financiero por donde circular, a la espera de
una nueva oportunidad de "sobretasa" de beneficios, es decir, de
cuasirrentas tecnológicas, para la reinversión masiva en la producción
industrial. Sin embargo, esta acumulación financiera no sólo no es una
"espera neutral" de la nueva oportunidad para invertir, sino que se
convierte en causa de la profundización de la crisis del sistema mundial,
que ha entrado en su largo ocaso de la onda larga descendente, a la vez que
va generando la acumulación de capitales para la expansión del ciclo
siguiente.
Es expresión de esto el surgimiento, a principios de los años 80, de la
crisis de la deuda externa de los países del tercer mundo, (con el estallido
de la deuda externa mexicana en 1982), y el simultáneo empobrecimiento de
sus pueblos. Esto está generado por la circulación financiera de los
capitales excedentarios que no encuentran oportunidades de reinversión
industrial rentable en el ciclo que caduca. Esta circulación financiera
genera una crisis de subinversión productiva, con la consecuencia del
empobrecimiento de quienes no reciben esas inversiones creadoras de nuevas
fuentes de trabajo pero sí pagan intereses a la circulación financiera del
capital.
La fase descendente del Kondratieff automotriz dura poco más unos 25 años,
llegando hasta la segunda mitad de la década de los años 90. Esto explica
también la preeminencia de la profundidad y duración de las crisis
(recesiones), en relación a los auges, a lo largo de los ciclos cortos,
durante las últimas décadas del Siglo XX.
3. La hipótesis de un ciclo Kondratieff telemático
Sostenemos como plausible la hipótesis de que hemos vivido el fin del cuarto
y el inicio de un quinto ciclo Kondratieff a mediados de los años 90. Las
nuevas tecnologías dominantes nos llevan a denominar el ciclo actual como el
Kondratieff telemático, que hipotéticamente se extendería desde
aproximadamente 1995-1996 hasta el 2048-2050.
Es importante dejar sentado que de ningún modo se debe interpretar que esto
implica una predeterminación tecnológica. La expansión de la producción y el
consumo dentro de las potencialidades y restricciones de una tecnología
admite muchas formas de estructuración institucional, las cuales no resultan
determinadas sino sólo condicionadas por las restricciones tecnológicas.
Así, un ciclo telemático de larga duración puede ser tanto un salto
cualitativo favorable para la calidad de vida de los seres humanos de todo
el planeta, cuanto la destrucción de la humanidad en forma bélica nuclear o
en forma de un nuevo equilibrio ecológico no apto para nuestra supervivencia
como especie. No existe un futuro inexorable. El futuro depende de la
evolución política dentro de las restricciones técnicas y de recursos
naturales.
Vale la pena reiterar que la tecnología, junto con los recursos naturales,
define la conocida restricción denominada Frontera de Posibilidades de la
Producción. En cambio la política es y seguirá siendo la administración de
los grados de libertad que tiene el sistema, a través de los cuales se
decide en qué dirección se reinvierten los excedentes económicos; según la
aplicación que se haga de estos excedentes variará la evolución futura del
sistema; no dará el mismo tipo de evolución histórica reinvertir los
excedentes en nuevas tecnologías, en mayor consumismo o en guerras de
conquista. Por lo tanto, las decisiones político/institucionales sobre la
asignación y uso de los excedentes económicos son la determinante de última
instancia de la evolución socioeconómica del sistema.
Hecha la aclaración, podemos afirmar que la crisis de la fase descendente
del ciclo “automotor - petróleo” comenzó a ser superada por la expansión
económica derivada de la explotación rentable de las naves espaciales,
propulsadas con combustibles sólidos, y los satélites de telecomunicaciones
conectados con las computadoras personales a través del sistema telefónico
de fibra óptica en red mundial on line.
Tal como se ha evidenciado en los ciclos anteriores – y con bastante
claridad en el inicio del cuarto Kondratieff –, puede existir cierto desfase
entre los inicios del ciclo en diferentes países centrales. Así, es probable
que la nueva fase ascendente haya empezado en los Estados Unidos a mediados
de los años 90, antes que en el resto de los grandes centros industriales.
Veamos la descripción de la economía norteamericana que realizaba Edward
Luttwak en 1996, desde una perspectiva completamente alejada de la hipótesis
que estamos sosteniendo aquí y sin ninguna intención apologética, sino, al
contrario, de crítica:
"...la economía americana estaría viviendo un boom arrollador cuyo motor
sería la espectacular explosión de los Nuevos Titanes de la era informática:
los legendarios gemelos Microsoft e Intel y sus émulos de menor calibre como
Apple, Novell, Cisco, Oracle, Bay Neh, Sun Microsystems, Sybase, Adobe
System, Amgen, Cirrus, Informix, Intuit, Cordis, Am Online, Autodesk, MBC
Soft, Picturetel, Peoplesoft, etc.
“ Hace veinte años, la mayoría de estas empresas no existía. Hoy su valor en
la bolsa global, con más o menos fluctuaciones, es muy superior al valor de
aquellos imbatibles viejos gigantes industriales como General Motor, Ford,
Dupont o Kodak. A lo largo de esta ascensión fulgurante, los Nuevos Titanes
fueron artífices de la fortuna de los primeros inversionistas (en millones,
e incluso en miles de millones de dólares) enriqueciendo también a un
considerable número de accionistas y poseedores de fondos de pensión".[1]
Podemos aceptar que, a mediados de los años 90, esta nueva tecnología
comienza a ser realmente la más dinámica en la rentabilidad económica, a
raíz de que es la que abre nuevos mercados con la generación de cuasirrentas
tecnológicas, desplazando a las tecnologías asociadas al ciclo automotor -
petróleo. Ejemplo claro de esto es que el hombre más rico del mundo dejó de
ser un magnate petrolero y su reemplazo fue Bill Gates.
De todos modos, también hay que recordar que el capitalismo, como el zorro,
pierde el pelo pero no las mañas; así, el cambio estructural-tecnológico de
las industrias dominantes no dejó de ser una nueva ocasión para una burbuja
bursátil especulativa, la burbuja de “las punto com”, que estalló en el 2001
y que está en el origen de la posterior burbuja inmobiliaria global.
Así como existe cierta coincidencia de opiniones acerca de que el cuarto
Kondratieff empezó en Estados Unidos hacia 1940, resulta público y notorio
que los ajustes institucionales, tanto económicos como políticos, para la
imposición de aquel ciclo sólo se concluyen en 1944 - 1945, una vez
terminada la Segunda Guerra Mundial.
Algo semejante (con mayor retardo) está ocurriendo ahora, puesto que parece
claro que en 1996 la economía norteamericana habría dado muestras claras del
desarrollo del ciclo telemático, mientras que resulta absolutamente público
y notorio que el mundo carece, al día de hoy, casi quince años después, de
una nueva institucionalidad de la globalización, tanto en los aspectos
económicos como políticos.
No ha sido establecido todavía el acuerdo de un nuevo statu quo global, a
semejanza de los resultados de la conferencia de Yalta; de hecho, puede
observarse la clara contradicción existente entre el G7/G8 y el Consejo de
Seguridad de la Naciones Unidas. Tampoco se ha producido ninguna nueva
conferencia mundial que haya tomado las riendas de la crisis financiera para
constituir un nuevo sistema monetario internacional, estableciendo acuerdos
del tipo de los de Bretton Woods. El dólar ya no es la divisa clave del
sistema monetario mundial, pero el euro tampoco lo sustituye. El FMI y el BM
no fueron pensados como reguladores de la liquidez mundial y mucho menos
como prestamistas de última instancia globales y, además, el fracaso del
Consenso de Washington los cuestiona políticamente como instituciones
reguladoras de una globalización sostenible. Si bien se ha producido un
cambio significativo desde el GATT hacia la OMC, la Ronda de Doha está
estancada. La conformación de los nuevos mercados comunes regionales /
continentales distan de ser un proceso acabado y el modelo más desarrollado,
que es la Unión Europea, se ha encallado en el fracaso de la llamada
Constitución Europea.
En conclusión, podemos decir que el quinto Kondratieff exhibe con relativa
claridad sus rasgos tecnológico - energéticos, pero aún no tiene definido su
perfil institucional global. La preeminencia durante las últimas décadas del
modelo neoliberal y el famoso Consenso de Washington no tuvo status
institucional global, ni consenso político universal, ni perspectivas
realistas de fundar un nuevo orden mundial.
Si no se toma conciencia de que estamos en un nuevo ciclo Kondratieff (cada
ciclo de larga duración es más “globalizado” que el anterior), tampoco se
puede advertir que estamos ignorando ciertas características de sus
regularidades observadas históricamente. Por lo tanto, no cabría esperar
políticas racionales de gestión consciente del proceso de cambio, para
encauzar la sostenibilidad global de la fase ascendente del nuevo ciclo (que
ya ha vivido la mitad de su probable existencia).
Esto significa que lo lógico sería esperar que se repitieran, bajo formas
peculiares, aquellas características regulares de los ciclos largos
observadas en el pasado.
El problema es que, entre las regularidades observadas en los ciclos
anteriores, figuran las dos guerras mundiales del Siglo XX, como disputas
catastróficamente sangrientas de la hegemonía política, financiera,
tecnológica y de control de mercados durante la fase ascendente del ciclo de
larga duración.
Si no hay una gestión concertada internacionalmente de una evolución
integralmente sostenible de la globalización, cabría esperar todavía nuevas
y peligrosas tensiones mundiales en la configuración económica, social e
institucional de la misma, con riesgos que no querríamos ni siquiera
imaginar.
4. La responsabilidad de la gestión política de la solución de la crisis
La crisis no es meramente económica y no tiene solución con simples recetas
técnicas.
La crisis afecta al orden sistémico de la globalización y evidencia el
fracaso del dogma neoliberal de que los mercados (en este caso globales) se
autorregulan óptimamente, es decir, la crisis evidencia la ausencia de
instituciones globales que regulen los mercados globalizados.
La crisis evidencia el fin del modelo industrial-energético de la posguerra;
pero la supremacía de las nuevas tecnologías no surge sólo de sus ventajas
económicas, sino que han faltado las decisiones políticas que firmaran el
certificado de defunción de la supremacía de los intereses
metalmecánicos-petroleros.
La crisis evidencia que sin guerras petroleras y otros artificios
especulativos inflacionarios, la globalización neoliberal genera un cóctel
letal de deflación con burbujas financieras.
La crisis evidencia que la súbita inyección de centenares de miles de
millones de las principales divisas en las principales potencias son lo
mismo que nada (los argentinos ya sabemos mucho acerca de la eficacia de
estos “blindajes financieros”).
No se puede postergar por más tiempo la exigencia de asumir la
responsabilidad política de fundar un Nuevo Orden Internacional
Integralmente Sostenible.
En defensa de la paz mundial, la justicia social, la sostenibilidad de
nuestro ecosistema y la calidad de vida de todos los habitantes de este
único planeta que tenemos para vivir, es preciso debatir, clarificar y
formular propuestas que procuren una solución mundial negociada para
encauzar el desarrollo en las próximas décadas, dentro de la lógica del
ciclo tecnológico dominante y tomando conciencia de todas las inviolables
restricciones a la sostenibilidad social, económica, ecológica y política.
El modelo para un desarrollo integralmente sostenible debe inscribirse,
necesariamente, en las exigencias, restricciones y posibilidades que ofrece
el nuevo ciclo de larga duración, el ciclo Kondratieff telemático. Ello
implica tener muy claro que cualquier modelo nacional de desarrollo es
inviable si no existe un modelo viable de globalización sostenible.
Hoy ya no es posible hablar de Proyecto Nacional sin hablar simultáneamente
de Proyecto Global.
Febrero de 2009
[1] LUTTWAK, E., ¿Un mundo sin empleos?, en Archivos del Presente, Año 2/
Número 6/Buenos Aires, octubre/diciembre 1996, (p. 13 - 14)