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"Yo,
Picasso": genio y chamán
Desde su adiós clama Libertad
El "Guernica"— ese extracto de universo sin palomas
El "Guernica"— ese extracto de sangre, rebeldía y llanto
Por Cristina Castello
"Yo, Picasso" era su frase favorita. Fue un desesperado por la vida y la
arrasó. No tuvo límites. Ni para crear, ni para doblegar. Ni para
beberse el arte, el alcohol y los burdeles; ni para encerrarse en
silencio, para crear. El 8 de este abril se cumplen los treinta y seis
años de su adiós (¿A Dios?). Hoy grita, gime, increpa y resiste desde el
"Guernica", su obra maestra. Desde ese cuadro que es historia, que
escribió la Historia, y que es emblema de libertad, "Yo, Picasso" sigue
alertando a los inocentes de la Tierra. En el corazón de este mundo
trémulo, su clamor pictórico y vital tiene hoy, aún más entidad.
Niño prodigio y superdotado; comunista y pacifista, o burgués. Tierno y
cruel; amigo y traidor... aquella vez. Aunque ardió en su fuego, salió
siempre ileso, él. Calcinaba a los otros. A las otras. Las mujeres eran
sus diosas, pero también, "frazadas para limpiar pisos" y "máquinas para
sufrir". Sus ojos desorbitaban destinos. Lo rodeó la muerte y lo abrazó
la vida, hasta los 91, cuando nos dejó. ¿Quién fue: Eros o Tánatos?
Fue un chamán, un genio; el mayor artista del siglo XX y hasta ahora sin
parangón. Pintor, escultor, grabador, dibujante, su obra fue decisiva
para el desarrollo del arte, incluso para el diseño gráfico, la
ilustración y el cómic. Ganó un dinero incalculable; mientras otros
artistas morían de hambre, él vivía en castillos y, cuando sus obras los
desbordaban, no los vendía: compraba otros.
Se declaraba pacifista y fue miembro del Partido Comunista Francés,
hasta su adiós. Pero si bien la obra del Picasso de los 20 años, refleja
el desconsuelo de los excomulgados de la humanidad, el de los cuerpos
abismados, y el de los ciegos, después nunca mostró explícitamente un
compromiso con el dolor universal. Hasta que el demonio nazi aliado a
ese otro amo de los infiernos —el Generalísimo español Francisco Franco—
se encaramó en pájaros asesinos. Pájaros-aviones que bombardearon la
ciudad vasca de Guernica el 26 de abril de 1937, y la muerte puso huevos
en la herida. ¡Oh ruiseñor de sus venas! (García Lorca).
El chamán Picasso reaccionó de inmediato en favor de los republicanos.
Henchido de ira y pletórico de arte, pintó el célebre "Guernica".
El "Guernica"— ese extracto de universo sin palomas. El "Guernica"— ese
extracto de sangre, rebeldía y llanto, a partir del cual hay un antes y
un después. Un antes y un después para la pintura; un antes y un después
—o debería haberlos— en las conciencias de quienes miran esos tres
metros de alto y ocho de largo, de arte, furia y piedad.
Con esta pintura, nada más —y nada menos—, que está en el Museo "Reina
Sofía" de Madrid, hubiera sido suficiente para la gloria del genio.
El "Guernica" es un alegato contra la guerra, contra el terrorismo
franquista y contra todo fascismo. La violencia, las madres, las
mujeres, la maternidad, la sexualidad, laten en esa obra, como un
retrato del espanto. Fragmentos de vidas y muertes, son pequeñas
imágenes de la gran imagen de un caos organizado, en la obra suprema que
exige Libertad.
De un lenguaje pictórico sorprendente, es el trabajo de un maestro de la
composición que revela, a la vez, la mirada inocente de un niño.
Así fue Pablo Picasso. De pequeño pintó como un adulto, y recién en su
madurez, recuperó su mirada de infante: "Desde niño pintaba como Rafael,
y me llevó toda una vida aprender a dibujar como un niño". Cierto, no es
fácil recuperar la inocencia.
Pero nunca estuvo solo para buscar su mirada virgen; un año antes de
morir, cuando tenía ya 90, dijo que la muerte fue la única mujer que lo
acompañó siempre. Y entonces, las trece diosas "oficiales" que fueron
sus frazadas para limpiar pisos y que, sin embargo, lo amaron incluso
hasta el suicidio... ¿Qué hicieron?
Animal en celo
Quiso ser libre como el mar, y resultó esclavo de su sed hacia todo y
hacia todas. Como un animal en celo, necesitaba de las mujeres, con la
misma potencia con que las mimaba primero, y maltrataba después. Se
desesperaba por las adolescentes, quería probar toda forma de sexo,
ahogarse de pasión para mejor emerger. Si hasta fue sospechado de
homosexual por el novelista Norman Mailer. ¡Vaya "delito"!
Después de haber pintado "El picador", en La Coruña a los cuatro años,
se enamoró de Carmiña. Él tenía diez octubres; ella es "La niña de los
pies descalzos", cuadro que el Maestro conservó hasta su adiós.
Jadeante de deseo y tórrido de delectaciones, de allí en más todos sus
amores —¿sabía amar?— se convirtieron en pinturas. Por sus etapas: azul,
rosa, cubista, la de cercanía al surrealismo, la expresionista, las de
las máscaras africanas —por todas, después de Carmiña— desfilaron muchas
de sus mujeres. La cupletista célebre Josefa Sebastiá— "La Chelito"; las
que surgieron de aventuras, producto de la frecuentación de cabarés de
París, Barcelona y Madrid y más.
Hasta que llegó —le llegó— Fernande Olivier. Con ella convivió en el
barrio de Montmartre, en París, pero se escapó del hogar para crear otro
con Eva Gouel, a quien llamaba "Ma Jolie" ("Mi Linda").
1917 le regaló a Olga Koklova, bailarina del ballet ruso, al que
abandonó por Don Pablo Ruiz Picasso, llamado así hasta que —por rechazo
hacia su padre— comenzó a firmar sólo son el apellido de su mamá. Al año
siguiente se casaron: la princesa fue la única esposa de Picasso ante la
ley; a partir de entonces, se integró la "alta sociedad" y vivió como un
burgués. La rusa aristocrática, se había presentado ante él, altiva:
—"Soy Olga Koklova, la sobrina del Zar", tronó como si susurrara, al
tiempo que descubría su escote de aguas sediciosas frente al sediento de
toda sed.
Bellísima sobre su metro 55 de estatura, en las obras de su esposo
apareció como una tonta, empecinada, e insatisfecha. ¿Existe la realidad
o existen los ojos que la miran?
El primer hijo de ambos, Paulo, nació tres años más tarde, y ayudó a
disimular el fin del amor, que se anunciaba. Con sus monerías
infantiles, regocijaba a las arenas de la Costa Azul, al tiempo que la
decadencia de la pareja encontraba su apogeo.
Como si su vida hubiera sido un best-seller, la historia del Genio
estuvo signada también por la tragedia. Paulo, con quien siempre había
sido indiferente, murió de cirrosis y alcohólico; y —por una perversión
del destino— su nieto Pablito se suicidó el día de la muerte del
artista, pues Jacqueline Roque, su última y dictadora compañera, no lo
dejó entrar al funeral. El pequeño bebió cantidades de lavandina, y se
fue de la Tierra... ¿Con su abuelo, a Dios?
Picasso había fumado opio en París con Apollinaire, Mirbeau, Lautrec y
Modigliani. Buscaban semillas de sueños para sembrar la aurora. Fumaban
para soñar. Y como un sueño llegó a su vida Marie-Thérèse Walter, cuando
ella tenía 17 años y él 46. Era 1927.
El deseo erótico se sumaba al placer de la aventura; el secreto de los
encuentros era absoluto, para evitar problemas con la ley, por la edad
de la adolescente. Cuando nació María concepción, Maia, la hija de los
dos, Olga fue abandonada. Y también, a su turno, Marie-Thérèse, quien,
sin embargo, siguió asistiéndole con devoción: le cortaba las uñas y el
pelo y las guardaba, en un orden cronológico estricto, pues él temía que
le hicieran brujerías. Escribió a su amado durante treinta años; y
finalmente, cuando él murió, se suicidó en la casa de Picasso en la
Costa Azul.
Los ojos verdes de la fotógrafa yugoslava Dora Maar, le llegaron de la
mano de Paul Éluard y su dulce esposa Nush, quienes los presentaron en
un café de París. Corría 1936 y el chamán cayó rendido ante su belleza e
inteligencia. Pero... ¿Es que él se rendía ante algo o alguien?
No, también desertó de aquella mirada esmeralda, para tomar de la mano a
Françoise Gilot, en 1943, con quien tuvo otros dos hijos: Claude y
Paloma.
Dora, brillante y talentosa, había fotografiado toda la etapa del
Guernica, mientras sufría escenas de celos, que continuaron después de
la separación. Cada vez que él la encontraba con alguna posible pareja,
hacía escándalos mayúsculos; para su delirio, cada mujer llevaba la
"marca Picasso" y a ella se debía. Dora terminó en un manicomio, y
finalmente se hizo profundamente religiosa.
Fue Jacqueline Roque, su última mujer, la única que pudo dominarlo,
bueno... apenas; trató de aislarlo de sus amistades, hijos y nietos, lo
acompañó hasta el final. Después de la muerte de Picasso en 1973 en
Mougins, Francia, se pegó un tiro, pues no encontraba un sentido a la
vida, sin él. Están enterrados juntos, en los jardines del Palacio de
Vauvenargues, que Picasso había comprado, pero donde nunca había vivido,
en la Riviera Francesa. Mientras se comía la vida, sin saberlo, había
preparado su propio sepulcro, suntuoso.
El arte a quemarropa
Casi todas sus mujeres escribieron libros sobre él. Pero cuando
Françoise Gilot, publicó "Mi Vida Con Picasso", él no quiso ver nunca
más a los hijos de ambos, Claude y Paloma. Con la única que se
frecuentaba a veces, era con Maia, hija de Marie-Thérèse, se recordará.
Ya grande, ella reconoció que su padre hubiera deseado guardar consigo a
todas las mujeres; como un coleccionista, las clasificaba por color,
forma y espíritu. Como a las mariposas.
¿Cuál de sus mujeres fue la más amada, si es que amó a alguna, más allá
del ansia de poseerlas todas? Quizás lo fue la más oculta, la poeta
Geneviève Laporte, más de 40 años más joven que él, bella, refinada,
sutil. Aparentemente la relación duró un lustro, pero jamás la olvidó.
"Nunca podré ser más que tus pinceles /Ser obra de tus manos /Estar
dentro de ti", reza un fragmento de alguno de sus poemas para él.
Pero todas le escribieron versos. Y también él escribió, entre cuyos
libros, el más conocido es la obra de teatro "El deseo agarrado por la
cola". Él lo podía todo. ¿Todo?
El poeta Guillaume Apollinaire lo escuchaba y acompañaba, con el afecto
de los amigos verdaderos. Curiosa vida: en 1911 un empleado suyo robó
algunas estatuillas del Museo del Louvre y las vendió a Picasso.
Apollinaire fue detenido por la policía francesa y el genio fue llamado
a declarar. Dijo no conocer en absoluto al poeta. Fue una traición.
¿Y cómo llamar a las expresiones de Joan Miró, cuando, con su esposa
Pilar, se enteró de la muerte del gran Maestro? "Pilareta —se alegró—
desde ahora el número uno soy yo".
Cada palabra es un autorretrato: aquí, el de Monsieur Miró.
Pablo Picasso dejó un imperio y sus herederos viven en torno de su
fortuna; salvo Paloma Ruiz Picasso, hija del pintor y de Françoise, que
tiene su propio imperio de fragancias, joyas y bolsos. A ella le
correspondieron 30.000 millones de la herencia, es dueña... hasta de
rascacielos y, con su hermano Claude, compraron la isla Petalious en
Grecia, a la cual casi no van. Amaba a su papá: le importaba su
inteligencia y su bohemia; ríe cuando cuenta que —ante ciertos gastos—
le escuchaba siempre la misma respuesta: "¿Crees que eres la hija de
Rockefeller?".
Picasso, ¿Eros, Tánatos, o ambos? Quizá ninguno. Picasso era un genio, y
a los genios no se los suele medir con la misma vara que a todos. Tienen
la "pasión del Absoluto", de la que escribió Louis Aragon, aunque no se
refería a ellos. Son seres para quienes nada es suficientemente "algo".
Aunque tengan una vida social activa, están aislados. Necesitan
encontrar-se en la soledad, su único lugar posible. ¿Saben amar? El arte
es un amante tan exigente que quiere al hombre todo entero, según Miguel
Ángel Buonarroti. "Nunca podré ser más que tus pinceles", había
comprendido sabiamente Geneviève.
¿Hay un lugar cierto para alguien más, en la vida de un genio o de un
artista? No, salvo si ese alguien sólo acompaña como una "frazada para
limpiar pisos"; o si es capaz de no perder su propia libertad interior y
de conservar su propio mundo, en lugar de subordinarse al genio y
dedicarse a la ceremonia de su adoración. Una de las pocas excepciones
fue la conducta de Johann Sebastian Bach, quien tuvo una cotidianidad
aparentemente normal. No hay muchas más.
Aunque transiten las sombras, ellos tienen gula de luz. Tienen furia de
hurgar en sus propias ventanas, hacia adentro, para encontrar ese nido
celeste. Esa parte de Infinito que justifica y explica el arte, para de
vivir entre el cielo y la tierra con aspiración de eternidad.
El mundo es hoy una boa devoradora de vidas. Pueda Picasso, pueda el
"Guernica" estremecer otra vez el corazón del hombre. Y que la Justicia
"rompa sus andrajos grotescos de farándula, se escape de la pista, se
meta por la puerta falsa, donde los mercaderes del mundo dirigen los
destinos del hombre, y esa Justicia, pida la palabra" (León Felipe).
*Cristina Castello es poeta y periodista. Buenos Aires /París
http://www.cristinacastello.com
http://les-risques-du-journalisme.over-blog.com/
* Este artículo es de libre de reproducción, a condición de respetar su
integralidad y de mencionar a la autora.