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Gatofloros
Gimen todas las noches en los tejados de Tacuarí
Por Claudio Díaz*
El zoológico de la política y la televisión sigue llenando sus jaulas con
mascotas para todos los gustos: gorilas que se golpean el pecho asegurando que
son demócratas, serpientes que reptan en busca de presas fáciles, pajarones que
pían y pían pero no tienen alas para volar. En estos tiempos es una delicia ver
las monerías de los tinellingos, los sofobichos y los pergólidos.
Pero últimamente vuelven a sobresalir los gatofloros, particular especie que no
debe confundirse con las Gatafloras. Si a éstas se las conoce porque lloran en
cualquier circunstancia, cuando quieren y cuando no quieren, la conducta de los
gatofloros es más insoportable todavía.
Como decía Jauretche, son igual que esos estudiantes que a la salida de la
escuela se andan ofreciendo para tener el saco, porque a ellos les da pánico
meterse en la pelea… Eso sí, para pegar en el suelo son como mandados. Para
hacerla corta: las Gatafloras son terribles felinas; pero los gatofloros son
felones…
¿Quieren conocerlos un poco más? Fíjense el tema de la inflación. Ahí están
ellos, con las uñas afiladas (porque los gatofloros no tienen garras), prestos
para arañar como el Muñeco Gallardo al Pato Abbondanzieri. Si aumenta la papa,
el tomate o la berenjena ponen el grito en el cielo y culpan al Gobierno, al
gasto público, al populismo, a…
Ahora, si Guillermo Moreno cita a su despacho a los grandes oligopolios
formadores de precios para ponerlos en caja, los gatofloros empiezan a gemir…
¡Qué horror, no se puede hacer eso…! Es un atentado contra las sacrosantas leyes
del mercado, de la oferta y la demanda. ¡Y perjudica la calidad institucional!
Encontramos gatofloros de raza en los tejados de Clarín. Miren que lindas
especies tenemos… El 21 de enero pasado, a propósito de la glamorosa cobertura
periodística por la asunción presidencial de Barack Obama, los gatúbelos se
fastidiaban porque -mientras en el Imperio todo era fiesta- la presidenta de
Argentina participaba de una gira por Cuba y Venezuela. Así, el editor general
Ricardo Roa juzgaba que el viaje de Cristina Fernández debe ser considerado como
“un mini gesto antiimperialista” que “constituyó un hecho desafortunado” y hasta
“trivial” porque “la Argentina ya no aparece en la pantalla del radar
norteamericano”. Es decir: para Kirschbaum, a la superpotencia no le importaría
si queremos rebelarnos y hacerles un desplante, porque nuestro país ya no
figuraría en sus planes…
Sin embargo, apenas cuatro páginas más adelante, Eduardo Van der Kooy planteaba
todo lo contrario y abonaba la idea de fijar en la agenda pública la importancia
del alineamiento con Estados Unidos, como así también los riesgos de no hacerlo,
tratando de desalentar cualquier proyecto de autonomía en la política exterior
argentina. Veamos: “La presencia de Cristina en La Habana y Caracas en
simultáneo con el estreno de Obama resultó inoportuna (…). Estados Unidos
requerirá para hacer frente a la crisis de socios confiables en esta zona del
mundo”. Entonces, ¿en qué quedamos? En que -con tal de castigar al gobierno-
siempre hay que buscarle el pelo a la leche (a la mala leche), que como se sabe
es una debilidad de los gatofloros.
Con la figura de Hugo Moyano, una de las piezas más codiciadas de entre todas
las que tienen estos reducidores de cabezas independientes, también se practica
el gatoflorismo puro. En su columna dominical, Julio Blanck dice del líder
sindical que “es insaciable, siempre va por más” (noviembre 2008). Poco después,
el 30 de enero de este año, Mariano Thieberger y Leonardo Míndez afirman en
sendas notas que es el dirigente ideal para contener el reclamo de aumentos
salariales. “El ha sido hasta ahora el garante para evitar los desbordes”.
Es decir: para algunas cosas, a Moyano conviene presentarlo como un desaforado
que va por todo y se quiere quedar hasta con los anillos y relojes de los
empresarios; para otras, es un cerrajero que le pone candado a la justicia
social que buscan los trabajadores.
Podemos encontrar otros simpáticos gatofloros en el mundillo de los
intelectuales e historiadores que se queman las pestañas para descubrir las
maldades del peronismo… El ilustrado Pignate, elegido para reemplazar al
lunático Félix en el panteón de la historia oficial, vive demonizando a Perón,
al que invariablemente presenta en sus libros como un autoritario e intolerante.
Pero resulta que cuando llega el momento de explicar que pasó en junio del ’55,
con el criminal bombardeo a Plaza de Mayo, en lugar de hacer eje en el odio
antiperonista, le cuestiona al general que no haya ordenado la represión contra
los golpistas. ¿Perón primero es violento y después pacífico…? Sí, al gatofloro
Felipe no hay po…sición que le venga bien.
Y hablando de Felipe… Otro flor de gatofloro, eh! Calladito y obediente como un
peoncito de campo (que de esto sabe mucho el ingeniero agrónomo y amargo), nunca
dijo nada cuando en tiempos del Rey Carlos de Anillaco nadie podía levantar la
voz para denunciar la más miserable y asquerosa entrega del país a manos de los
Cipayo’s Boys. Pero ahora, este Felipillo Solá y descangayado pide democracia,
pide que se respete al enemigo, pide volver a las fuentes del peronismo… ¡Qué
cinismo…!
Como verán, amigos y compañeros, siempre es esta subespecie de hombrecitos la
que “muere” por vestirse de gatofloros. Las mujeres son otra cosa: ellas pueden
estar bien a la tarde y mal a la noche, pero igual son insustituibles. Aunque
pensándolo bien, y esto no se lo digan a nadie, hay una Gataflora que rompe
todos los esquemas (y otras cosas también…). Le llaman Lilita.
¿Se acuerdan? El día después de perder las elecciones de octubre del 2007
anunció que nunca más se presentaría como candidata presidencial. Pero al poco
tiempo volvió de un tour por Punta del Este y dijo que si se lo piden vuelve a
postularse. Después habló pestes de sus correligionarios y hasta de Cobos. Ahora
parece que se quiere juntar con ellos. ¿Se imaginan la cría que podría salir de
esa relación?
Aunque parece improbable, porque en el zoológico gorila de la Argentina, más que
Gataflora, esta gorda zanahoria pertenece al reino de las serpientes que van y
vienen, y se arrastran aquí y allá (como canta Silvio Rodríguez) con mucho más
infierno en digestión…
*Claudio Díaz es Periodista, Profesor
de Historia y Escritor. Trabajó en La Razón, El Periodista, Línea y Clarín. En
1988 le otorgaron el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí. Entre sus
libros se encuentra el Manual del antiperonista ilustrado. Obtuvo tres Martín
Fierro al mejor servicio informativo por el noticiero de Radio Mitre, del cual
fue productor.
Fuente: www.quetepasaclarin.com