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Serguéi
Por Horacio Fontova
Ser o no ser homosexual es un dato objetivamente sin importancia. La
pregunta es: ¿por qué parece que fuera tan obligatorio eso de tener que
rendir cuentas de las tendencias sexuales de cada uno?
Y la respuesta es simplemente que el sistema en que nos toca vivir es de
muy poco alcance, opaco, falto de luz, con cabida para pocos y exclusión
para muchos. El oscuro sistema de los Torquemadas, de los Quarracinos,
de los Lombarderos, de los Pinochets, de los Videlas, de los Bush. El
sistema diseñado para la obligatoria, aberrante “confesión”.
Siguiendo la lógica estúpida de estos desalmados y en el caso de haber
tenido que blanquear tal o cual tendencia sexual, en algún momento de mi
adolescencia yo debería haberle confesado a mi padre o a algún cura de
mi colegio con toda mi culpa: “¡Papá, o... padre, debo confesarlo, soy
heterosexual!”.
Y aquí me viene a la memoria un viejo libro, el I-Ching, libro de
antiguos sabios, que dice que en la Creación, en el Universo “no hay
ninguna ley que indique cual es el camino a seguir, ninguna ley que
indique cual es el camino correcto”.
Y obviamente para los sombríos jefes del sistema la libertad no es algo
que resulte muy conveniente que digamos.
“Libertad”, una palabra que nunca pudieron llegar a eliminar del
diccionario y que está definida como: “la facultad humana de dirigir el
pensamiento o la conducta según los dictados de la propia razón y de la
voluntad del individuo, sin determinismo superior ni sujeción a
influencia del prójimo o del mundo exterior".
Y en este caso, la falta de libertad por el hecho de ser homosexual
afecta a quienes lo son simplemente por causa de la falta de derechos,
de la discriminación y la marginación a las que siempre los condenó
injustamente este régimen descabellado.
Y me pregunto: ¿por qué nunca se comenta que también los homosexuales,
junto con los gitanos y el pobre pueblo judío, fueron víctimas elegidas
del Holocausto?
Es por el viejo síndrome de la boca “monedero”. El mutis.
La discriminación que padecen los homosexuales lleva al desamparo. El
desamparo al que se somete a los supuestos culpables de algún delito que
nunca han cometido.
Esto a causa de la inferiorización que siempre se hizo y se le sigue
haciendo al homosexual, considerándolo una especie de fenómeno
contranatura, de una amenaza para las creencias tradicionales, de una
abominación ante el Dios Todopoderoso.
Aunque la tradición religiosa va muchísimo mas allá y comienza
condenando a cualquier tipo de erotismo. Porque la sensualidad, el deseo
sexual en cualquiera de sus formas es el maligno, perverso, el
repugnante “pecado de la carne”.
En realidad, el pecado de la carne es que aumente el precio de la bola
de lomo. Y lo mas contranatura que podemos encontrar es esa masoquista
farsa del celibato.
Todo esto muestra que vivimos en medio de un fenómeno incomprensible, en
el que lamentablemente los derechos no son tan igualitarios como
deberían ser entre los humanos, así como lo son en el ejemplar, en el
hermoso, puro y libre sistema animal.
En el que ni siquiera existe el concepto de los derechos. Porque en el
reino animal simplemente se es como se es y nada es ni más ni menos
importante que eso.
Tratando de interiorizarme en las bondades del reino animal, encontré
que en Oslo, Noruega, se realizó no hace mucho una exposición en el
Museo de Historia Natural que mostraba las tendencias homosexuales de
insectos, perros, gatos, jirafas, burros, pingüinos, loros e incluso
pulpos, entre aproximadamente 3.000 especies animales.
Al parecer, la muestra es de las primeras que intentaba examinar en
profundidad el tema de la homosexualidad en el reino animal, y pretendía
contribuir, con gran criterio de los noruegos, a la desmitificación de
la homosexualidad en el ser humano, dada nuestra difícilmente aceptada
condición animal.
Allí se comentaba que hasta Aristóteles ya había contemplado casos de
lesbianismo en un grupo de leonas, pero por supuesto, la ciencia no le
dedicó ninguna atención al fenómeno por razones obvias, que van desde la
censura religiosa al escepticismo y el terror social.
Y ahora los científicos por fin deben admitir que la homosexualidad en
los animales está más extendida de lo que se cree. Entre otras cosas, se
observó:
Que las ballenas macho son más fieles a su pareja cuando ésta es otro
macho.
Que una de cada cinco parejas de pingüinos en cautividad son parejas del
mismo sexo.
Que los machos de las morsas copulan con otros machos y con hembras
durante la temporada de apareamiento y que hay orcas a las que sólo les
gusta su mismo sexo.
Y que la homosexualidad en animales domésticos como gatos, perros y
loros es la más sencilla de observar, si es que no da demasiado miedo o
prejuicio, por supuesto.
A pesar de la aplastante cantidad de pruebas científicas, algunos
estudios persisten en negar la evidencia.
Por ejemplo, las prácticas homosexuales son muy comunes entre las
jirafas africanas. Pero diversos biólogos (del tipo de los pelotudos,
obviamente) que estudiaron la sexualidad en esos animales anotaban en
sus libretas que si un macho olisqueaba a una hembra, esto se trataba de
“interés sexual” pero cuando el macho eyaculaba sobre otro, tras una
penetración anal, a esto lo calificaban como “lucha ritual”.
En la muestra de los noruegos también se comentaba que los animales, al
contrario que el ser humano, no pasan por una etapa vital en la que se
cuestiona su identidad sexual, sino que copulan entre sí simplemente
porque "tienen ganas y es placentero", y también indicaba que, desde
siempre, en las costas de Noruega se han visto infinidad de ballenas del
mismo sexo que se lamen las unas a las otras o se frotan los orificios
respiratorios y las aletas.
La mayoría de las hipótesis indica que, curiosamente, el homosexualismo
entre los animales contribuye a fortalecer los lazos sociales.
Así es que gracias al ejemplo de los queridos animales ya no habrá que
preocuparse por las absurdas medidas que quieren seguir tomando los
altos mandos religiosos, como por ejemplo esta última, la que proponía
eliminar en Rusia a uno de los mas antiguos nombres masculinos de la
región: Sergei (pronúnciese "serguéi")
Y me gustaría hacer una aclaración ante tanta fobia mía a la
“hiperreligiosidad”, y es que también tenemos que considerar que no
todos los religiosos son o han sido intolerantes y homofóbicos. No nos
olvidemos del padre Mugica, de Angelelli, de Novak, de De Nevares, del
Padre Elvio de Paso del Rey y de muchísmos otros, gracias a Dios.
Tal vez haya llegado la hora de comenzar a bombardear a las
ornamentosas, doradas computadoras de las “Santas Sides” con fotos de
animales haciendo lo que se les canta. Aunque no sé si se van a espantar
o van a confesar que...
Así es que gritemos un hurra por algunos de los animales más destacados
de la historia: por Sócrates, por San Agustín, por Miguel Angel, por
Leonardo da Vinci, por William Shakespeare, por Florence Nightingale,
por Marlene Dietrich, por Pier Paolo Pasolini, por Federico García
Lorca, por Arthur Rimbaud, por Oscar Wilde, por Chavela Vargas, por
Pedro Almodóvar, por Carlos Jáuregui, por mi tío José María y por todos
ustedes.
¡Hip hip C.H.A.!
(Charla ofrecida en un aniversario de la C.H.A. - Comunidad Homosexual
Argentina)