¿Quién es Abelardo Ramos?*

Por Alberto Jorge Franzoia

I

Breve biografía de Abelardo Ramos (1921-1994)*

Jorge Abelardo Ramos nació durante la primera presidencia de Yrigoyen, en 1921. Militó inicialmente en el anarquismo cuando era apenas un adolescente, pero luego se incorporó a los primeros grupos trotskistas de la Argentina, más precisamente durante la década definida por José Luís Torres como “infame”. Entabla relación con Liborio Justo, quien era hijo de Agustín P. Justo, presidente de la Nación entre 1932 y 1938. Las influencias del pensamiento de Trotsky, sobre todo a partir de su producción vinculada a la realidad de América latina, serán decisivas para que esta izquierda en principio de escasa relevancia cuantitativa, que luego sería definida como nacional en contraposición a la izquierda clásica (o cipaya), reconociera el carácter revolucionario del nacionalismo de los países semicoloniales o dominados por el imperialismo del siglo XX. Y Ramos fue uno de los lúcidos y decididos impulsores de esa línea política en nuestra Patria.

El “Colorado”, como lo llamaban sus amigos y compañeros por sus inconfundibles señas de identidad, asume como propia la consigna de Trotsky “Por los Estados Unidos Socialistas de América latina”, y la hace converger en una estupenda síntesis con los escritos de Marx sobre la cuestión colonial (muy bien desarrolladas años después por Jorge Spilimbergo en La cuestión nacional en Marx) y con los escritos del socialista argentino Manuel Ugarte sobre “La Patria Grande”. Ante la Segunda Guerra Mundial adopta junto a esta nueva izquierda que comenzaba a perfilarse en nuestra tierra, una postura de rechazo ya que, obviamente no eran pro nazis, pero por otra parte tampoco estaban dispuestos a brindar su apoyo a las potencias imperialista aliadas que sojuzgaban a la América Latina, siendo Inglaterra por entonces su principal expresión.

Sin embargo el acontecimiento histórico fundamental que marcará fuego a quienes, como Ramos, intentaban gestar una izquierda no alineada con las que tradicionalmente habían sido colonizadas por el sistema cultural de la época, fue la aparición política del peronismo en 1945. Marcando claras diferencias con el tradicional Partido Socialista de Argentina y con el Partido Comunista, Ramos apoya al movimiento nacional y popular conducido por Juan Domingo Perón desde su posición de izquierda independiente. Aurelio Narvaja, un referente durante lo primeros pasos de la IN, aparece por aquellos días como observador inteligente de la realidad que descubre el carácter avanzado del peronismo así como la clara participación obrera en el 17 de octubre. Esto significaba contrariar el abordaje seudocientífico de la izquierda clásica al estilo PC, que veía en dicha participación a una masa amorfa constituida por el “lumpenaje”. El concepto utilizado por estos expertos en deducciones lógicas era de inspiración marxista, pero su aplicación a la realidad nacional resultó un verdadero despropósito alejado de todo vínculo riguroso con el materialismo dialéctico, ya que suponía un distanciamiento con la práctica concreta en un país semicolonial. Narvaja conducía por entonces un pequeño grupo llamado “Frente Obrero”, mientras que paralelamente Ramos publica la revista “Octubre”. Desde sus páginas el Colorado alcanza amplias coincidencias con el grupo de Narvaja. Este apoyo al peronismo, que a la vez lo era crítico e independiente, va a constituir un momento clave en la conformación de una identidad con señas muy particulares que habrán de caracterizar a esta nueva izquierda. En 1954, con el apoyo de desprendimientos del PS y sectores del trotskismo, Ramos participará en la fundación del Partido Socialista de la Revolución Nacional, con la intención convertirlo en el partido revolucionario del ala proletaria del bonapartismo peronista (un dato revelador es que con el derrocamiento de Perón en 1955, este partido, junto con al peronista fueron los únicos puestos fuera de la ley por los “demócratas”). Durante los dos gobiernos de Perón Ramos se dedicó al periodismo, pero también escribió libros. En 1949 aparece uno que todavía no logra expresar su pensamiento más acabado, América Latina: un país. Aún así este libro representó un avance muy importante en la concepción revolucionaria para la región, ya que concibe la liberación como un proceso integral de nuestra América Latina. Pero la visión más madura, despojada de algunos errores conceptuales presentes en el primer texto, la alcanza cuando la misma temática es abordada en Historia de la Nación Latinoamericana (1968). Allí se manifiesta en todo su esplendor, el planteo preclaro que expresa la necesidad de fusionar los aportes del marxismo con el pensamiento de Simón Bolívar a través de un marxismo bolivariano. Muchos años más tarde, en los inicios del siglo XXI, Hugo Chávez ha sabido retomar esta concepción para conducir la revolución venezolana proclamando la necesidad del socialismo del siglo XXI. Durante el período peronista Ramos también gestó un texto muy importante por su crítica demoledora a la cultura colonial predominante entre las capas medias de nuestro país: “Crisis y resurrección de la literatura argentina” (1954). Y un par de años después de la contrarrevolución fusiladora iniciada por el nacionalismo católico y continuada por los liberales, produjo una estupenda y muy leída historia argentina que llegó a editarse en cinco tomos: Revolución y Contrarrevolución en Argentina (1957 primera edición).

Al iniciarse la década de los sesenta Ramos, junto a Spilimbergo, Carpio, Blas Alberti y un grupo de militantes funda el Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN), con lo que la nueva izquierda alternativa a los grupos de la izquierda colonizada, terminará de adquirir su identidad, expresada magistralmente en términos teóricos en Clase Obrera y Poder (1964). Ese texto redactado por Jorge Spilimbergo va a terminar de exponer las tesis fundantes de un partido socialista independiente pero con militancia consecuente dentro del campo nacional y popular, por lo tanto identificado con los aspectos más progresivos del peronismo. En él aparece como eje articulante de la lucha socialista la alianza plebeya entre la clase obrera y las capas medias. Y en 1971, con la intención de ampliar la convocatoria militante el PSIN se transforma en el Frente de Izquierda Popular, con Ramos como Presidente y Spilimbergo como Secretario General. Dicho partido obtendrá en las elecciones de septiembre de 1973, apoyando la fórmula Perón-Perón pero con boleta propia, la adhesión de 900.000 argentinos.

Sin embargo, el golpe de Estado e inicio de la más sangrienta dictadura oligárquica que haya conocido nuestro país (1976-1983), como el avance mundial de una nueva etapa en la historia del imperialismo que se ha definido como neoliberal, marcarán a fuego el futuro del FIP. En los últimos años de la década del setenta y principios de los ochenta las divisiones internas como producto de los cambios ocurrido en la escena política nacional e internacional llevaron a la fractura, quedando Ramos al frente del FIP, mientras que el otro sector, conducido por Spilimbergo, terminaría por constituirse en el Partido de la Izquierda Nacional (1983). Ramos había comenzado a experimentar en esos tiempos de conflicto interno en la Izquierda Nacional, y hasta avanzada la década del ochenta, un profundo proceso de viraje ideológico-político que lo conducen de su marxismo bolivariano a desembocar en un nacionalismo ya no marxista y con serias influencias del nacionalismo de derecha (una fracción del FIP adhirió o calló ante dicho viraje). Este proceso de conversión (cuya explicación más profunda nos reservamos para otro momento), encuentra su manifestación política en la transformación del FIP en el Movimiento Patriótico de Liberación (MPL) y culmina en el infierno, cuando este nuevo partido creado por Ramos se encolumna detrás del gobierno de Menem, hasta disolverse en el seno del peor peronismo, aquel que fue captado por el pensamiento liberal, unos días después de la muerte de su fundador ocurrida en 1994. Si bien la IN apoyó la guerra de Malvinas (1982) y Ramos no se cansó de hacer explicito dicho apoyo, es necesario aclarar ante algunas críticas mal intencionadas de sectores “progresistas”, que el mismo nuca fue a la dictadura encabezada en ese momento por Galtieri, sino a la lucha objetiva contra el imperialismo inglés. En ese sentido aún en 1982 Ramos conservaba algo que había aprendido de León Trotsky, cuando un país oprimido y otro opresor se enfrentan, los revolucionarios del mundo deben apoyar al oprimido aunque el mismo esté gobernado por una dictadura y en el opresor exista una democracia. Esa fórmula integra el ABC de un socialista revolucionario en los países semicoloniales y Ramos no lo había olvidado. Pero, más allá de esa interpretación revolucionaria de la Guerra de Malvinas es evidente que en todo lo demás Jorge Abelardo Ramos había iniciado un camino inexorable hacia el abismo y allí terminó. Aún así le dio mucho a nuestra Izquierda Nacional, tanto por sus innegables aportes teóricos, por momentos plasmados en síntesis magistrales, como es el caso de su marxismo bolivariano, como por una práctica militante incansable que lo llevó a fundar partidos que resultaron esenciales para el desarrollo y consolidación de una política nacional, popular y socialista (con la excepción del MPL). En las partes dos y tres de este trabajo presento un abordaje sobre la influencia de Ramos en mi vida y un balance personal de su trayectoria.

Obras fundamentales producidas por Abelardo Ramos:

América Latina un país (1949) Crisis y resurrección de la literatura argentina (1954) Revolución y contrarrevolución en Argentina (1957. Reeditada en 1975 en cinco tomos:
1. Las mazas y las lanzas;
2. Del patriciado a la oligarquía;
3. La bella época;
4. El sexto dominio;
5. La era del bonapartismo, Manuel Ugarte y la revolución latinoamericana (1961), El Partido Comunista en la política argentina (1962, Historia política del ejercito argentino (1964), Marxismo para latinoamericanos (Recopilación de los años 60), Ejército y semicolonia (1968), Historia de la nación latinoamericana (1968), Adiós al coronel (1983), Introducción a la América criolla (1985).

Algunos escritos digitalizados (disponibles en el sitio digital de Jorge Abelardo Ramos)

Ejército y revolución nacional (1962), El ejército argentino y la teoría Pavlov (1966), Polémica entre Ramos-Augusto Céspedes, Guillermo Lora y Antezana (1968), Rasputinismo y pequeña burguesía (1973), Réquiem para un luchador (1974), El hombre del partido americano (1979), Para algunos la idea de volcarse a latinoamérica es aterradora (1982), América criolla: sumisión o conflicto (1984), Aurelio Narvaja-La ideología de la revolución nacional (1990), Rusia y el derrumbe del stalinismo (1991), Una carta abierta al General Lanusse (1992), La crisis del capitalismo, el colapso soviético y un camino propio (1993).


II

Bolivarismo y marxismo, la clave de una decisión

Dice Abelardo Ramos: "Pero si para hacer de la Rusia bizantina una nación normal era preciso destruir su imperio y dar a las nacionalidades que lo integraban el derecho a separarse, para hacer de América latina una «nación normal», la fórmula es inversa: es preciso unir sus Estados. Tanto como para Rusia, en América latina la resolución de las tareas democráticas y nacionales sólo pueden lograrse por medio del socialismo. La burguesía nacional es incapaz de lograr el dominio político en el interior de cada Estado balcanizado; con mayor razón, ni sueña con la unidad de todos ellos. Precisamente por esa causa la tarea de Bolívar pasa a los discípulos de Marx. Éstos no podrán realizarla, sin embargo, sin la tradición de Bolívar ni volviendo las espaldas a los movimientos nacionales".

Esta es tan sólo una de las certeras frases que se van engarzando en un estupendo capítulo (Bolivarismo y Marxismo)de un inigualable texto (Historia de la Nación Latinoamericana, edición 1968)escrita por el mejor Ramos que he conocido. El que me deslumbró por su capacidad intelectual para las síntesis comprensivas. El mismo que con su oratoria cargada de sagaz ironía y su incomparable claridad expositiva se transformó en el exponente más reconocible de la Izquierda Nacional. Porque como decía ayer en la última clase de nuestro primer curso de la Escuela Spilimbergo, muchos llegamos al FIP de La Plata, al iniciarse el año del regreso a la democracia (1983), por Ramos.

En lo personal antes había conocido y disfrutado a personalidades de la Izquierda Nacional: como docentes a Alberto Belloni, luego a Cristina Fernández, finalmente a otro docente e historiador uruguayo, Carlos Machado. Mientras que a Spilimbergo aún no lo descubría. Pero fue Ramos quién sin saberlo forzó mi decisión al regreso del exilio en España. La democracia estaba por comenzar a dar nuevamente sus primeros pasos después de la siniestra noche que nos paralizó, aquella que con su oscuridad se llevó tantos amigos y compañeros. Para muchos jóvenes con deseos de politizar sus existencias, no era fácil la elección militante por esos años. Habían pasado días interminables en los que la posibilidad de hacer política se redujo a una elite cívico-militar especializada en arrebatar sueños.

Pero para algunos, ubicados desde mucho antes en el campo nacional y popular, la lectura de Ramos, un historiador y teórico que además hacía política, facilitó enormemente la elección. Cuando lo decidí sabía que estaba dando un paso trascendente para mi existencia, había que hacer política en un partido que luchara sin dobleces por el socialismo latinoiamericano, porque sólo así conquistaríamos la dignidad de la Patria. Ese socialismo que Ramos expresaba en su síntesis magistral como un marxismo bolivariano. Fue entonces cuando me integré a las filas del FIP.
Lo que pasó después es una historia que he narrado en no pocas oportunidades. El Ramos de mi imaginario personal era otro, distinto al que realmente existía en 1983. Pero el exilio me había impedido descubrirlo a tiempo. Afortunadamente estuvo Spilimbergo para demostrarnos que no todo estaba perdido. Y desde allí hasta hoy adherí a las banderas que él supo mantener inalterables pero enriquecidas. Sin embargo, la decisión primera de incorporarme a la Izquierda Nacional, fue gestada al calor de la prédica de Ramos.

No manifestarlo con claridad, sería una actitud desagradecida que sólo puede engrosar el libro de las mezquindades humanas.
Pues bien, el capítulo enviado por el compañero Roberto Vera a Reconquista Popular tiene un sabor especial. Es el regreso a mi vida de un objeto simbólico muy preciado, perdido en el sinuoso trayecto de la vida. Si algo me faltaba para saber dónde debía estar a la hora de dar nuestra pelea por la liberación nacional en 1983, Bolivarismo y Marxismo (que había leído por vez primera ocho años antes)fue el capítulo de la Historia de la Nación Latinoamericana que me dio el empujón definitivo. Y debo decir que nunca me arrepentí de ello. Allí encontré la síntesis comprensiva de la historia latinoamericana más genial.
Y cuando uno ha comenzado a entender la historia, tiene más claridad para trabajar por el porvenir. Eso se lo debo al Colorado Ramos.


III

Un breve balance sobre Jorge Abelardo Ramos

En septiembre de 2007 publiqué un artículo en Reconquista Popular cuyo título es Bolivarismo y marxismo, la clave de una decisión. El mismo fue reproducido en otros espacios digitales y, en uno de ellos (conversemos de historia) un señor lanzó la siguiente reflexión: "Tenía entendido que J.A.Ramos no era socialista sino un especie de chanta populachero que simulaba ser socialista, un acomodaticio que iba detrás de Perón, Onganía, Galtieri, de quien fuera para conseguir un cómodo despacho. Finalmente coronó su carrera, obtuvo una embajada con Menem."

Ante estas expresiones que consideré de escaso rigor histórico pedí derecho a réplica en un foro del cual no participo, y me publicaron a modo de respuesta el siguiente balance personal (muy breve por cierto) sobre Jorge Abelardo Ramos:
Con todo respeto le digo al responsable de estas afirmaciones que se equivoca. No sé de dónde sale su información pero no se ajusta a la verdad. Yo tengo sobrados motivos para criticar a Jorge Abelardo Ramos porque invertí unos cuantos años en seguir sus enseñanzas y al final de su vida me decepcionó por completo. Pero sería muy injusto si esa etapa decadente del Colorado me llevara a negar lo mucho que me aportó no sólo a mí, sino a varias generaciones del campo nacional y popular.

Ramos fue un socialista revolucionario que mucho tuvo que ver con la fundación de la Izquierda Nacional en Argentina, lo cual no es poca cosa en un país en el que la izquierda ha estado acostumbrada a ver la realidad con ateoejeras europeas, rusas y muchos años después chinas, vietnamitas, y cuanta excéntrica variante pueda ser considerada. El tuvo el enorme mérito, junto a Jorge Enea Spilimbergo (quien no nos defraudó nunca) de ubicar al socialismo dentro de su espacio natural, es decir junto a los trabajadores, que como todos sabemos, en Argentina han sido la columna vertebral del movimiento peronista. Negar ese fenómeno sería a la ciencia social como en el campo de las ciencias naturales negar la ley de la gravedad. Otras izquierdas extraviadas en su propio territorio apoyaban en los años 40 y 50 a la Unión Democrática, mezcla infame de "civilizados revolucionarios" con la clase dominante, que en nuestras semicolonias capitalistas de América Latina nunca fue la burguesía sino la oligarquía, primero terrateniente y comercial, como ahora también industrial y financiera. Mientras tanto Ramos nos enseñaba que la obligación de un socialista revolucionario es estar junto a los movimientos nacionales del tercer mundo, que con sus aciertos y debilidades luchan contra el imperialismo. Porque en una país dependiente la contradicción principal es siempre entre el campo oligárquico-imperialista y el nacional-popular. Esto nunca lo entendió la izquierda tradicional tipo PC, que veía la realidad argentina y latinoamericana con ojos ajenos a ella, por eso su divorcio permanente de las masas. Claro que en una curiosa aplicación de la dialéctica materialista, estos hombres de "izquierda" (que han tenido descendencia hasta nuestros días) consideran (aunque no lo expliciten o quizás no tengan plena conciencia de ello) que la teoría no se construye a partir de la práctica sino al revés. Con lo que la dialéctica retrocede a los tiempos de Hegel.

Ramos escribió libros esenciales para la formación de los revolucionarios latinoamericanos como su gran historia nacional en cinco tomos Revolución y Contrarrevolución en Argentina, Crisis y Resurrección de la Literatura Argentina, El Marxismo de Indias, Ejercito y Semicolonia, Historia del Stalinismo en Argentina o su estupenda Historia de la Nación Latinoamericana en dos tomos, que es la que incluye ese capítulo sobre el marxismo bolivariano. El mismo que comento en el artículo responsable de generar la desafortunada frase que intento responder. Ramos impulsó y/o fundó partidos irremplazables para la historia de una izquierda realmente latinoamericana. Primero el Partido Socialista de la Revolución Nacional, que apoyó al gobierno de Perón en 1955 cuando la fusiladora se preparaba para asaltar el poder después de haber bombardeado en junio la plaza de Mayo, en un acto criminal imborrable para la memoria del pueblo argentino. En 1962 fundó con Jorge Enea Spilimbergo, Blas Alberti, Fernando Carpio y otros militantes el Partido Socialista de la Izquierda Nacional, y años más tarde desde una perspectiva más amplia el Frente de Izquierda Popular, que obtuvo en las elecciones de septiembre de 1973 casi un millón de votos, lo cual en aquellos años representaba el siete por ciento del electorado (y sin formar ningún frente, sino solo pero apoyando desde la izquierda la candidatura de Perón).

Ramos influyó con su prédica y trabajos en las izquierdas de Uruguay y Bolivia. En Uruguay atrajo de tal manera al gordo Vivian Trías que llevó a éste a gestar una corriente de Izquierda Nacional en el seno del Partido Socialista de Uruguay. Yo mismo tuve la fortuna de tener como profesor de historia en la Facultad de Sociología de La Plata a un uruguayo continuador por aquellos años setenta de la línea de Trías, me refiero a Carlos Machado. En Bolivia también fue grande la influencia de Ramos, a tal punto que uno de sus discípulos más reconocibles es el ex Ministro de Hidrocarburos del gobierno de Evo Morales, Andrés Solís Rada. Y como si esto fuera poco, Ramos es el responsable de la fabulosa síntesis teórica y política expresada en el concepto marxismo bolivariano, el mismo que esgrime hoy Hugo Chávez en Venezuela para construir el socialismo del siglo XXI.

Como se puede observar en este breve pero no menos comprobable recorrido, Ramos cumplió una tarea fundamental en el desarrollo de una corriente de pensamiento que sigue viva y se reagrupa para cumplir el papel político con que él soñó mientras fue un auténtico socialista. Pero además, vivió casi toda su vida en condiciones humildes, y puso plata propia para financiar partidos, revistas, editoriales y otros emprendimientos por la causa del socialismo de la Izquierda Nacional. Sería interesante por lo tanto que el señor que denuncia la búsqueda de cómodos despachos como una constante en la vida de Ramos, nos dijera con precisión qué cargos ocupó o intentó ocupar con Perón, Onganía o Galtieri. No amigo, se equivoca feo. Ahora, como tratamos de ser serios, yo le reconozco que con Menem sí, allí cerró un recorrido descendente en los últimos años de su vida que lo condujo al abismo. El resto es una información falsa. Pero como creo en su buena voluntad, es probable que algún pícaro le haya pasado estos chismes poco rigurosos, como todo chisme.

Con lo dicho no pretendo minimizar el ocaso de Ramos que fue tan real como lamentable. Pero su pecado no consistió en ser un oportunista que buscaba cargos y dinero, no señor. El error enorme de Ramos comienza con su progresivo abandono del marxismo bolivariano que él tanto hizo por construir. Es una historia que se inicia hacia fines de los setenta y continuó en los ochenta. Historia que lo conduce progresiva e inexorablemente a un nacionalismo burgués primero, y con profundas huellas del nacionalismo de derecha después. Los argentinos interesados en la política, los que hemos investigado y también militado sabemos cuál ha sido habitualmente el destino trágico de ese nacionalismo: concluir a los pies de los liberales, expresión ideológica a su vez de los intereses de la clase dominante en Argentina, es decir, la oligarquía. El producto de estos cambios en la visión de mundo de Ramos lo llevaron a fundar el único partido olvidable de su rica historia: el Movimiento Patriótico de Liberación. Y dicho partido (que había renunciado claramente al marxismo bolivariano) no fue otra cosa que la antesala del infierno. Luego, sin solución de continuidad se sucedió el apoyo al liberal Menem, la aceptación de una embajada y la desaparición sin gloria y con mucha pena del MPL, quedando sus militantes integrados al peronismo menemista. Es decir, Ramos que toda su vida luchó por la participación de los socialistas en el movimiento nacional, pero resguardando la independencia del partido de los trabajadores como reaseguro de la revolución (o como decía él: "cabalgando junto al peronismo pero en distintos caballos"), concluyó sus días integrando a sus seguidores al peor peronismo posible (aunque murió uno días antes de verlo), aquel que se había desnaturalizado renunciado a la lucha por la liberación nacional. Grave por cierto, pero aún así queda para la memoria colectiva de los argentinos y latinoameriacos en general buena parte de su obra escrita, con momentos realmente brillantes, todos los partidos que fundó (menos uno), las influencias que ejerció en otros políticos latinoamericanos, y la posibilidad de que las nuevas generaciones utilicen todo ese caudal de teoría y práctica para construir el socialismo del siglo XXI. No es poco ¿o me equivoco?

La Plata (Argentina), 2 de octubre de 2007

* Esta biografía, producida en distintos momentos del año 2007, fue publicada entera por vez primera en el Cuaderno de la Izquierda Nacional en el Colectivo Cultural El Ortiba.
 

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