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El
dilema del kirchnerismo
Sportivo Ganar
Por Escriba, especial para ZOOM
La opción del oficialismo por el conurbano tiene una lógica de hierro en
la coyuntura, pero un defecto práctico insoslayable: sólo con eso no se
puede ganar. ¿Cómo se transforma un país nada más que con la porción
inmersa en la política territorial del PJ del conurbano? ¿Se puede
disputar desde allí el sentido común de los sectores medios? ¿Queremos
un país organizado por el eje conurbano vs. "resto del mundo"?
El kirchnerismo amaga con tomar la primera medida política desde que
asumió en 2003 que no tiene posibilidades de ser explicada en ninguna
sobremesa de ningún hogar de clase media, más o menos estándar. Se trata
de la estrategia de las candidaturas "testimoniales". No es que yo dé
demasiada importancia al tema. Como persona informada, hasta como
militante, si se quiere, lo entiendo, como lo harán muchos lectores,
tanto mejor que yo. Puedo justificarlo legal y políticamente. Pero puedo
ver también la "originalidad" de la cosa en términos del proyecto
kirchnerista. Y me parece que hay que pensar en sus consecuencias.
El olfato de las clases medias
La política es terrible. Es la única actividad humana donde lo único que
importa son los resultados. Y donde uno es responsable por esos
resultados: por los que puede mostrar en una vitrina y también por las
consecuencias de aquello que no supo, no quiso o no pudo. En términos de
un señor muy sabio y muy antipático: "La ética cósmica nos ordena no
resistir el mal con la fuerza, pero para el político lo que tiene
validez es el mandato opuesto: has de resistir al mal con la fuerza,
pues de lo contrario te haces responsable de su triunfo".
Por más crudo que parezca, en política no importa quién tiene "razón".
Mejor dicho, no existe lo correcto, de antemano, como tal cosa. Lo que
"hay que hacer" se construye. No existe el mérito, no importa ser el
mejor. Importa estar, ocupar el lugar indicado en el momento decisivo.
No importa ser el hombre (o la mujer, se dice ahora) providencial para
una coyuntura determinada. El "más conveniente". Sólo importa poder
ganar. Poder imponerse junto con algunos, al adversario, al otro, a los
otros.
Los sectores medios en nuestro país (y aquí vamos, una vez más) son los
más conscientes de esa dinámica. Debajo del discurso de las "formas" y
los mecanismos previstos por las instituciones, que tanto parece
seducirlos, corre un río, un torrente de realpolitik. Se dice que es el
peronismo en realidad el que "huele" el poder y se abalanza sobre él. El
que huye ante el menor atisbo de debilidad del que manda. Pero las
clases medias son, en verdad, las maestras en el arte de apostar a
ganador.
Apareadas con los discursos que transmiten los medios de comunicación
masivos, las clases medias irán en busca de la coalición política que
les proponga, sobre todas las cosas, estabilidad. Esa estabilidad en la
que puedan mejorar su patrón de consumo, para acercarlo lo más posible
al que muestran los sectores dominantes. En esa búsqueda de la
estabilidad no hay un "fondo" de políticas deseables. Las clases medias
son heterodoxas. No existe tal o cual política, sino tan sólo un
resultado buscado.
Esa estabilidad se retroalimenta con el poder. Quien detenta el poder
puede sostener la estabilidad y viceversa. No importa mucho a qué precio
ni con qué rumbo, porque no cuenta aquí el contenido de las políticas.
Como vimos durante el conflicto con las patronales del sector
agropecuario, cualquier cosa que ponga en peligro esa estabilidad es
condenada. Imaginemos cuánto será condenada en caso de que nadie haya
pedido un sacudón de ese tipo y menos aún si el justificativo de ello es
la redistribución del ingreso, algo que los sectores medios creen no
necesitar. Los sectores medios añoran, sí, la estabilidad que les
permite moverse para acceder a una mejora del patrón de consumo que, en
su imaginario, no es más que su derecho.
Ante el "sacudón" —la "tensión innecesaria", la "crispación"—, estos
sectores retiran el apoyo y, en una especie de círculo vicioso,
presienten que quien detenta el poder no podrá proveer más estabilidad;
y porque no puede proveer más estabilidad, pues no recibirá apoyo para
seguir en el poder. No hablamos necesariamente de un golpe, pero sí de
ir en busca de algún otro actor que provea de estabilidad. Una dinámica
"destituyente", para decirlo en los términos inaugurados por Carta
Abierta.
Perder con estilo
Y así vamos, rumbo a unas elecciones donde el oficialismo tiene
posibilidades de ganar en el segundo cordón del conurbano y perder en
Rosario (¿Santa Fe?), Mendoza, Córdoba y Capital. Un mapa donde se
reforzaría la afinidad entre el kirchnerismo y los sectores bajos y el
rechazo en los medios.
No creo que valga la pena discutir por qué se llegó a esto. Si fueron
las decisiones políticas o una especie de ciclo natural del poder, ese
que dice que a los seis años de un mismo proyecto de gobierno en la
Argentina, es muy difícil sostener la adhesión. Para dejar sentada una
posición, sólo diré que no creo, como los más nefastos dirigentes de la
politiquería porteña, que esto se da porque el kirchnerismo no fue lo
suficientemente conservador. Porque no tomó en cuenta y hasta ofendió a
los poderes fácticos. Y porque cometió el pecado de ofender a los
sectores medios. No creo en esa forma mediocre de hacer política. Creo
en los objetivos grandes. Y en que si hay que perder, hay que hacerlo
con estilo.
Entiendo lo que hace el oficialismo, incluso en los más crudos términos
de los primeros párrafos de este texto. Se considera que las
consecuencias de no recostarse en el segundo cordón del conurbano, de no
convocar a los intendentes para las candidaturas "testimoniales" son
peores que intentar cualquier otra estrategia. De todos modos, hay que
pensar en el escenario futuro, también desde otra óptica. En política,
lo único que importa es ganar, si es que se quiere transformar la
realidad. Es así, ya lo hemos escrito. Pero para ganar, hay que ganar
con muchos.
Eduardo Duhalde también manejó el segundo cordón del conurabano y con
eso se convirtió en el único dirigente con poder que no tiene ninguna
posibilidad de ser electo presidente por las urnas. ¿Cómo se transforma
un país —que no tiene la estructura social 80/20 de Venezuela— sólo con
la porción de los que están inmersos en esa política territorial del PJ
del conurbano? ¿Se puede disputar desde allí el sentido común de los
sectores medios? ¿Se pueden plantear cosas que no están en la agenda de
los medios y llevarlas adelante, como fue el caso de la estatización de
las AFJP?
Cómo volver a ganar
Lo que quiero plantear es que a esta altura, si queremos cambiar este
país tenemos que pensar cómo volver a ganar. Está bien que se piense
cómo no perder. Pero acá hay que pensar cómo volver a ganar. Digo esto
aún si el kirchnerismo "gana" en provincia de Buenos Aires. Aún si se
impone en esto que parece una interna del justicialismo por el manejo de
la provincia de Buenos Aires y la definición de la sucesión
presidencial.
Y pregunto, además: ¿se puede tener el país que queremos tener con el
corte político / social que significa conurbano vs. "resto del mundo"?
Podemos entender la "territorialidad política" del conurbano y sus
formas propias. Podemos no condenarlas. Podemos explicarlas y hasta
defenderlas. Pero no podemos entronizarlas ni idolatrarlas, sólo por una
maldita cuestión práctica: sólo con eso no se puede ganar.
El panorama me preocupa. Cuando me preocupo mucho, pienso que no le
daría el manejo de las fuerzas de seguridad a ninguno de los que se
mencionan como presidenciables. Pienso en el logro de que no haya
represión en las calles, que sólo el kirchnerismo puede ostentar. Siento
que estamos como a fines de 2000, con Fernando de la Rúa, Carlos
Ruckauf, José Manuel de la Sota y Carlos Reutemann como únicos
expectantes.
Claro que, como sabemos de esa misma experiencia, la Argentina puede
sorprendernos. Hay que ayudarla a que nos sorprenda.
El autor lleva el blog Mide/No Mide.http://vidabinaria.blogspot.com
Fuente:
www.revista-zoom.com.ar
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