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Acerca
del oficio del escriba
Por Ramiro Ross
En estas semanas de ferias de libros o best sellers, o estas Feria de
Vanidades como lo llamó alguna vez Cortázar, quizás vendría bien recordar
que es ser escritor y recordar que los que intentamos participar de la
aventura de escribir, en mayor o menor grado estamos ‘condenados’ a que nos
encasillen en algún lugar de esos que inventa la sociedad para tratar de
entendernos, clasificarnos y después hacernos algunas críticas, y así
aparecemos como escritores de cuentos, narrativa, poesía, ficción, poesía,
etc.
En algunos casos, nuestros trabajos están mas ligados a la inspiración y en
otros a la investigación, y aunque en diferentes porcentajes, ambos
componentes siempre están presentes y ese proceso de creación nos produce
crisis que cuando no las sabemos manejar, nos paralizan, pero si no les
tememos y las enfrentamos nos sumergimos en dilemas que nos llevan a
plantearnos si es correcto el camino que elegimos, si estamos llegando a la
gente, y tantas otras preguntas que, salvo excepciones, sabemos de antemano
que no hallaremos las respuestas, pero con solo enunciarlas nos parece que
estamos avanzando en su esclarecimiento.
Esas crisis, que a veces nos hacen modificar el camino, son en realidad
oportunidades para ayudarnos a corregir errores, porque a los artistas, a
los escritores, todo se nos produce simultaneamente o no se nos produce, la
creación es como un incendio que va por dentro nuestro y sentimos la
necesidad de sacarlo de donde está y transformarlo en palabras. Stendhal
decía que “su alma era un fuego que sufre si no arde”, hoy sé que todos
creamos en la hoguera, esa hoguera de donde surgen las palabras que luego
nos hacen trascender, es ese fuego incesante, que a pesar de estar
produciendo pensamiento constantemente, cada día nos hace vivir con la idea
que aún ni siquiera hemos comenzado nuestra verdadera obra. Porque para un
escritor, como decía Albert Camus la escritura no le produce ganas de vivir,
le produce ¡¡¡desesperación por vivir!!!
El escritor no debe apartarse nunca de los deberes difíciles, no puede
ponerse al servicio de los que hacen la historia, sino de quienes la
padecen, nunca del lado de los que declaran las guerras, sino de los
soldados que en los campos de batalla quedan tullidos o muertos por
llevarlas a cabo.
Ante tanta responsabilidad, no es extraño que cada generación de artistas
sienta que está destinada a rehacer el mundo, ese mundo que la generación
anterior le ha dejado maltrecho, hoy sabemos que esta generación, tiene una
misión mas importante, y ésta consiste en tratar que el mundo no se deshaga.
Se sabe heredera de una historia de corrupciones, de revoluciones frustradas
o inconclusas, con dioses muertos y algunas ideologías extenuadas, un mundo
en que los grandes intereses capitalistas están a punto de establecer el
reino de la muerte, que esperan agazapados el silencio de los artistas para
avanzar a depredar lo que queda sobre la tierra.
La generación de artistas de este siglo, sabe que deberá, en una carrera
contra el tiempo, establecer la paz entre las naciones, pero claro, que no
sea la paz de la servidumbre.
El artista de hoy está embarcado en la galera de su tiempo, y en su calidad
de galeote, deberá remar contra la corriente sin desmayo, porque sabe que,
como decía Oscar Wilde “el vicio supremo del escritor, es ser superficial”,
aunque en esa lucha desigual le vaya la vida.
Claro que la sociedad tratará de imponerle la idea del arte por el arte
mismo. Le exigirá al artista, que si quiere tener éxito comercial, no sea un
instrumento de liberación, sino una sencilla diversión y le advertirá que
aquellos que se aventuraron a enfrentar a esa sociedad, como Rimbaud,
Nietzsche y otros, los llamados poetas y escritores malditos, pagaron muy
caro ese desafío y les exigirá volver a esa agotadora forma de arte para los
salones, del arte puramente formal.
Finalmente, debe tener presente el artista, que él necesita del mundo que
hoy recibe, porque el arte no es repudio total de lo que existe, ni es
aceptación total de lo que aún no está dado, el artista se encuentra siempre
entre esas dos corrientes y en esa ambigüedad debe crear. Lo que existe lo
necesita, aunque lo repudie, porque de allí sacará los elementos para poder
modificarlos, pero su creación estará pensada para cambiar esta sociedad
injusta, buscando incesantemente esa sociedad de iguales, ese hombre nuevo
para darle vida, y soñando en que alguna vez se convierta en realidad, que
es definitivamente, la búsqueda suprema de todo artista.
Ramiro Ross
ramiroross07@hotmail.com
Especial para El Ortiba
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