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Noche
y niebla neoliberal: el imperio (aún) vive
Por Raúl Isman
Mayo de 2009
Durante la segunda guerra mundial- o tal vez algo después- se hizo muy
conocida el giro “noche y niebla” para expresar gráficamente las monstruosas
sombras abatidas sobre media Europa por las tropas desplegadas por una de
las más terribles máquinas de matar jamás creadas por el hombre: el estado
nazi alemán; en sus diversas variantes y organismos (Ejército, Gestapo, S.S)
El (pro)pósito no podía ser otro que someter a los pueblos a las peores
condiciones de esclavización; mientras sus integrantes iban muriendo de uno
en uno de hambre, extenuación o en matanzas masivas. Para ello utilizaron
los métodos más repugnantes y macabros, que el negacionismo imperante en
ciertos cenáculos europeos no puede disimular pese a la parafernalia de
embustes desplegada.
Centralmente desde los ’90, una nueva versión del noche y niebla se
enseñoreó en nuestra América con la implementación del Consenso (extraño
nombre para una imposición imperial) de Washington presentado bajo la poco
inocente forma de situación provocada por la naturaleza. Así, en diversos
países como nuestra Argentina, se esfumó el patrimonio trabajosamente
amasado por diversas generaciones, casi como drena el agua luego de una
creciente. La contrapartida social no podía ser más elocuente: unos pocos
gozaban de una fiesta inesperada; mientras el pueblo se sumergía en una
miseria impiadosa. El rol que otrora cumplieran las tropas nazis les cupo en
la ocasión al ejercito de economistas neoliberales, periodistas todoterreno
al servicio de las peores causas y sonrientes entretenedores profesionales
televisivos que, desde sus respectivas trincheras, se dedicaron a difundir
la dogmática vúlgata; por entonces de moda bajo la forma del catecismo
neoliberal de modo que debía aparecer, al unísono, como imposición de la
naturaleza y orden expresa por parte de la divinidad. El subtítulo del
presente editorial alude a una vigencia de esta orientación que debemos
subrayar; el enemigo existe, opera, no descansa.
El resultado está todavía a los ojos de nuestros pueblos y pese a que la
crisis económica global funciona a modo de constante recordatorio de los
resultados de las políticas que hemos analizado, los esbirros imperialistas
y sus cipayos al tono conservan buena y sorprendente capacidad de
incidencia. En la Argentina- país paradigmático si los hay del latrocinio
neoliberal- sectores de las clases medias y aún entre los estratos más
pobres conservan expectativas en que las fuerzas nostálgicas del orden
neoliberal pudieran dar soluciones favorables para algo más que los núcleos
concentrados del poder, sus verdaderos inspiradores y únicos beneficiarios.
En Ecuador controlan una de las ciudades más importantes. En Venezuela
motorizan la irracional furia antichavista que corroe a ciertos
destacamentos de la pequeño burguesía. La situación narrada dista mucho de
alegrarnos, pero nuestra función es describir lo existente; no lo que nos
agradaría.
En cada elección se llega a situaciones y soluciones precarias. El imperio,
aunque debilitado, conserva recursos, capacidad de iniciativa y hace muy
poco se ha teñido su rostro para encubrir la misma fiera de modo de aparecer
con cromáticas renovaciones. La posibilidad de convertir su inocultable
aunque relativo retroceso en una derrota más que contundente pasa por la
combinación de la inevitable y necesaria iniciativa política, la
multiplicación de medidas beneficiosas para los pueblos, la apuesta cada vez
más fuerte por la unidad latinoamericana, el uso intensivo de los mecanismos
existentes y la creación de nuevos para profundizar el desarrollo de
nuestras economías y la autonomía con respecto al imperio. Se pueden
mencionar varios más; pero sólo uno es auténticamente decisivo: la
revolución cultural, la lucha por las conciencias, es la batalla central. Si
la perdemos, perdemos toda la guerra.
Fuente: Redacción Popular
www.redaccionpopular.com
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