La azalea del maquinero

El me riega todos los días y no puedo quejarme, porque me siento una azalea muy saludable.

Me colma de piropos, de los que no les dice a las pocas mujeres que lo visitan algunas noches. Noches muchísimo mas silenciosas que cualquiera de las mañanas en las que el me habla, me acaricia y me riega.

Todos los días vuelve arrastrándose, y después de beber de esas botellas termina hablando solo, llorando o riendo, pronunciando las cosas de siempre: “¡chilló lindo ese negro de mierda! ¡como gritaba el puto negro!"

Quisiera entender eso que dice, pero me resulta imposible. Tal vez no importe, porque el sigue regándome y hablándome.

Quizás yo sea el amor de su vida. Y no veo a otras personas mas que a el y a algunas de esas mujeres a quienes siempre les da dinero cuando se van.

Porque el les dice cosas, pero no son tan cariñosas, tan bellas como las que me dice a mí.

Pero siempre, en medio de los arrumacos y las caricias que me hace a la mañana mientras me riega, comienza con sus exclamaciones: “¡chillaba lindo el negro de mierda, y yo le seguía dando máquina!"

Cosas que nunca le pude entender.

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