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Entrevista
a Diego Capusotto
“EL HUMOR ES SIEMPRE ANÁRQUICO”
Por Luis Zarranz. Foto: S.R
Primera Parte
Diego Capusotto es el humorista actual por excelencia. Lejos de ser una
moda, se escapa de la pose, del lugar común y se muestra de una manera
que es subversiva en el medio en el que trabaja: ser tal cual es. En
esta entrevista, más que hacernos reír, que lo hace, nos hace pensar.
Habla del poder político del humor, como desmitificador del discurso
reinante y como alterador de lo es cido; de sus enemigos, de las cosas
en las que “se caga”, del proceso creativo colectivo, del fútbol, del
rock y de la política. Aquí, el humorista más desopilante demuestra que
también puede el más reflexivo si se lo escucha seriamente.
Primer Acto: Domingo, 17 horas. Suena el celular. El que habla del otro
lado de la línea es Diego Capusotto que llama para terminar de cerrar el
horario de la entrevista.
Segundo Acto: Bar “El Progreso”, en el porteño barrio de Barracas.
Capusotto entra con la comodidad propia de quien ingresa a un lugar que
siente suyo. Su calzado nos lo revela: medias y pantuflas.
Tercer Acto: El grabador se apaga pero él no da por finalizada la
conversación sino que se muestra interesado en continuarla.
La lógica indicaría hacer la pregunta “¿Cómo se llama la obra?” pero la
respuesta no tiene nombre de ningún espectáculo ni está protagonizada
por ninguno de sus personajes. En esta función, Capusotto hace de sí
mismo.
Los tres recortes que sirven de ejemplo reflejan qué lejos está Diego
Capusotto de cualquier vedettismo. Convertido, sin lugar a dudas, en el
capocómico actual, sus programas y personajes multiplican fanáticos pero
también cierto código de pertenencia. Este espíritu ha determinado que,
sobre todo desde “Peter Capusotto y sus Videos”, él y el programa se
hayan convertido en eso que suele definirse como “de culto”, aunque uno
ya sepa que deberá disculparse por el término, debido al rechazo que
nuestro protagonista reafirma contra la religiosidad entendida como
actitud.
¿En qué se registra el fenómeno Capusotto? En la conversión del
sustantivo propio al adjetivo. Aunque no se emplea cómo término, lo
capusotteano, distingue no sólo una forma de hacer humor (absurdo,
ácido, bizarro, desopilante, paródico) sino una ética y una estética:
hacer reír con pocos recursos y lejos de esconderlos buscar que esa
“debilidad” se transforme en fortaleza; exagerar ciertos lugares comunes
con no agudeza, un claro posicionamiento ideológico que cuestiona lo es
cido, …; en fin: una identidad, una posición asumida que hace que cuando
digamos el “humor de Capusotto” sepamos de qué hablamos.
Sentado en una de las mesas del centro de este bar nostálgico,
tradicional, cuyo nombre –“El Progreso”- desmiente su esencia y donde el
tiempo corre a paso lento, Diego espera el café y las preguntas. Antes
de que se enfríen, las ponemos sobre la mesa
-Te has convertido en un humorista de culto. ¿Lo vivís así?
-No, lo que pasa es que dentro de un medio que apunta al éxito
comercial, nosotros hacemos programas que no tienen grandes pretensiones
cuando empiezan y siempre estamos convencidos de lo que hacemos, sea
“Todo por $2”, “Delicatessen” con el Negro Fontova, o el programa que
hacemos ahora con Pedro Saborido. En realidad, como no tienen la
pretensión de estar acompañados por una gran propaganda que dicta que
eso tiene que verse, mucha gente resalta eso: ahí viene la empatía. Más
allá de que te tiene que gustar lo que estás viendo, se siente un poco
más auténtico y tiene que ver con una especie de producto artesanal:
aunque el raviol se hace con la misma masa pareciera que es la mejor
casa de pastas, digamos que tiene esa cosa de más genuina
-¿Con los personajes que interpretás pasa lo mismo?
-Claro, primero nos tienen que gustar a nosotros. Después uno puede
intuir que lo que se le ocurre o se le ocurre al compañero puede ser de
agrado de mucha gente pero eso no se sabe nunca. Si no trabajas con una
disciplina interna es imposible, porque sino estás mirando todo el
tiempo el afuera. Nosotros lo hacemos para el afuera pero hay un paso
anterior, una estructura que le pertenece a la gente que lo hace,
digamos.
A esta altura, Capusotto ha bebido la mitad de su café chico. Habla más
lento que el registro (televisivo) que tenemos de él. Las manos
completan cada uno de los conceptos y éstos, lejos de tener la exclusiva
finalidad de hacernos reír, nos hacen pensar. Se advierte un pensamiento
profundo. Sostiene que el humor es, por definición, contrario a toda
autoridad: “Por lo menos como yo lo entiendo es una deformación de la
realidad, de lo cotidiano, de lo es cido, siempre. Es una fuga a mundos
mejores”.
-¿De qué manera el humor hace política?
-Y, como alguna vez dijo Norman Briski, yo hago política porque hacer
política es decir lo que está pasando, desde un lugar obviamente
personal. Uno con lo que hace, no lo hace con la intención educativa o
inmaculada para decir ‘se tienen que dar cuenta de lo que está pasando’.
Uno es más anárquico, y de hecho eso tan anárquico después provoca un
debate, o hacerse cargo de lo que uno está señalando. El humor es
siempre más anárquico.
-¿En qué sentido?
-En el sentido de que dispara de cualquier dogma, de cualquier
institución y de alguna manera es como una sensación de burlarse un poco
de todo. A su vez eso tiene un sentido existencialista, filosófico:
antes de llegar a burlarse de todo uno se pregunta a sí mismo qué es el
universo, para qué estamos, para qué sirve esto: preguntas que tienen
que ver con el ser y con lo posible, al ser uno un ser posible. Y a
partir de ahí uno, a veces, se toma un recreo, entonces se caga en la
muerte, se caga en los sentimientos, en el fondo se caga de eso.
El café hace rato que llegó a su fin cuando la charla parece estar
entrando en esa zona imposible de definir pero perceptible con
cualquiera de los sentidos. Es en este preciso momento, donde uno ansía
la posibilidad de detener el tiempo para que la conversación se
prolongue, y más teniendo en cuenta que, encima, el ambiente huele a
comida casera. Nuestro deseo es imposible de cumplir pero contamos con
la medicación necesaria para combatir la frustración:
-¿Te parece que el humor funciona como un antídoto?
-Sí, yo creo que sí. Me parece que es algo que tenés que llevar en el
bolsito para salir a pasear, o de cacería, porque en la vida no es que
uno está todo el tiempo riéndose o tomando partido desde la ficción. Lo
que hacemos nosotros con Pedro es una necesidad que nos hace felices y
nos da un sentido trascendente a nuestra propia vida, es como necesario
hacer eso que hacemos y a su vez eso es una consecuencia de todo lo que
nos pasa en lo cotidiano, en los signos de la realidad, y a la gente que
ve el programa le debe pasar lo mismo: es una especie de militancia
personal.
Como el lector aprecia, la referencia a Pedro Saborido, amigo y
guionista de sus personajes, es reiterada. Es que Saborido y Capusotto
componen una dupla que excede al andamiaje creativo y al nombre del
programa: Peter, por Pedro; y Capusotto, por quién define: “A Pedro lo
nombro todo el tiempo porque el programa lo hacemos los dos y porque a
su vez también escapo de esta cosa de cierta categorización, y no es
falsa humildad ni mucho menos. Como uno está presente corpóreamente
pareciera que todo lo hace uno, entonces pasa a una exacerbación donde
el mismo tipo hace la masa, la prueba, la sirve, la come”.
“Es un programa de equipo, -agrega Diego- y las cosas suceden cuando es
un trabajo colectivo, cuando hay una idea en común que circula. La idea
siempre es importante, no es simplemente el tipo que te hace reír”.
Luego se detiene en ambos roles, no para marcar la diferencia, sino para
acortarla: “Yo pongo la cara pero hay una idea que circula, esos
personajes la toman y hablan de acuerdo a ella. Entonces de lo que vos
te reís es algo que pensamos con Pedro. No importa ni siquiera si fue
una idea mía: esa idea, Pedro la escribió y después yo la actué,
entonces siempre hay algo que roza a los dos y es algo que siempre tengo
en cuenta porque me parece central la revalorización del otro, y como
nosotros estamos en un medio neurótico relacionado al ego y a esas
cosas, creo que si uno necesita trascendencia en su vida, también la
necesita junto a los pares que están en lo mismo y con Pedro estamos en
lo mismo”, concluye.
-Diego, ¿en qué cosas te cagás?
-(Hace una pausa, los ojos se clavan en el horizonte y cuando vuelven
hacia nuestra mirada, responde) En la exacerbación de algo que, más que
un sentimiento es una actitud, como diría José Ingenieros haciendo
referencia a la religiosidad: la toma como una actitud y no como un
sentimiento, con lo cual de ahí al fanatismo estás a un paso; y me cago
en esos discursos que mientras están siendo dichos se derriten, de eso
me cago. Y eso ponéselo a la autoridad que quieras, hay autoridades que
son genuinas y hay autoridades que no: yo me río de eso.
-¿Cuáles te parece que son genuinas?
-Las que están acompañadas por una acción concreta, con la inmediatez.
Por eso me parece genuino el Padre Mugica y no Ratzinger, que me parece
que es el eje del mal.
-¿Y cuáles son esos discursos derretidos, fuera de la verdad?
-La verdad me parece que no es la verdad dicha, la verdad dicha no
existe porque lo dicho siempre es contradictorio en algún punto, como
eje de cierta sensibilidad entre lo que estás diciendo y lo que pasa. La
verdad que existe es en el sentido de estar haciendo y estar cumpliendo
lo que se dice, en la actividad, en la motorización.
-A la hora de la verdad, ¿te ponés límites al hacer humor?
-No, los límites tienen que ver con los gustos, con lo que no te causa
tanta gracia. Me lo pongo más con eso que en una cuestión social o
política. Por ejemplo, hoy estaba hablando con Pedro porque se nos había
ocurrido hacer un grupo de rock que canta todas canciones en contra de
Maradona.
Ahí está la mirada y el absurdo de Capusotto para provocar risas
espontáneas frente a la ocurrencia y ante los gestos que la acompañan:
“Un grupo que diga: ‘No conozco a Marado, no sé si era mejor que Pelé’.
Contrario a esa cosa ‘Marado, Marado’ tan frecuente. Jamás me importaría
que algún pelotudo diga, ‘¿Cómo te vas a meter con alguien inmaculado?’
En realidad yo amo a Maradona, pero me parece que el humor está
justamente en degradar eso que está como un imaginario correcto y
devenirlo en una cosa así, porque creo que el humor siempre te acerca a
la niñez, donde ahí realmente te cagás en todo y ya después lo dejás. En
eso es en lo que te empezás a acercar a ser como más niño: cuando te
cagas en el imaginario, pero no porque uno esté precisamente en contra,
al contrario”, dice el humorista que con su miranda profunda se (nos)
descubre como antropólogo maestro del humor.
“Me causa gracia lo de Maradona porque está o en esto de que podemos
putear a todos pero a Maradona no: es intocable. Entonces nos podemos
fumar veinte fasos, tomar siete hongos pero Maradona está bárbaro. Es un
juego de chicos pero a través de algo que uno observa y termina
diciendo: ‘Bueno, me voy a cagar en esto’. Hay algo de salvajismo en el
tema del humor”
Lenta pero inexorablemente el tiempo se nos escapa por entre los dedos y
en pocos minutos la entrevista será pura anécdota, todo comentario,
sensación, recuerdo. Sin embargo, Diego nos sigue invitando a compartir
su mundo. El fotógrafo, que lo retuvo innumerables veces en su lente, se
anima a preguntar
-A mi me gustaría saber qué tipo de lectura sentís que hizo algo en vos
-A vos no te contesto
Son dos segundos de seriedad hasta que Capusotto larga la risa y,
lógicamente, nosotros también. Luego, larga la respuesta: “Por ejemplo
ahora estoy leyendo un libro que me hace muy feliz leer: ‘El hombre
mediocre’, de José Ingenieros. Me parece muy revitalizador de la vida,
de esto de sostener realmente un ideal, una trascendencia en tu vida,
que no es el reconocimiento exitoso sino esta cosa de saber que uno
tiene ahí algo entero que no se quiebra, ¿no? y que lo hace fuerte
también, en el sentido más leal de la palabra, no la fuerza física.
Uno encuentra pares con los autores de muchos libros, está cosa de decir
‘yo pienso igual que él’, como saber que uno está instalado en algún
tipo de tribu donde hay una idea circulante que es la que a vos te
parece la correcta para vivir. Y eso lo encuentro en la música, que me
parece el arte más excelso, y en tipos que escriben: Nietzsche,
Kierkegaard, aunque a veces me supera. Está bien que te supere, no
necesariamente tenés que leer para entender.
-¿Te considerás rebelde?
-Y, con respecto a algunas cosas, sí, claro. Digo con respecto a algunas
cosas porque en realidad uno está formando parte de los signos de la
realidad, pero me considero un tipo bastante curioso. Y a partir de ahí
hago lo que hago y eso está vinculado a la sensibilidad sobre lo que
ves, lo que profundizás, con quién te juntás y sobre esta necesidad de
demoler verdades que no son, eso me parece interesante. Demoler un
discurso que vos tenés la certeza que no es, te solidariza con el otro.
A mi me irrita muchas cosas de lo real y de hecho José Ingenieros, no me
voy a comparar con él, desde ya, pero supongo que escribió eso porque
estaba irritado. Lo que pasa es que el tipo tenía qué decir; ahora, si
sos un irritado y puteás porque sí, sos un neurótico.
-¿Desde la irritación se puede hacer humor?
-Desde ya, siempre, porque el tema de burlarse sobre lo que te duele, es
como sacarte un peso de encima y a su vez tiene esa cosa de desmoronar
una idea, de ponerse del lado de enfrente y el humor, con sutileza e
inteligencia, te coloca ideológicamente de la vereda de enfrente. Hay
algo de duende en el humor, que sería bueno que fuera un duende muy
sabihondo, que sepa de lo que se burla y donde está la mentira para
burlarse y desmoronarla. Esa es la proyección que yo tengo como
personaje ideal, esa cosa de duende como maléfico, no maléfico de hacer
maldad, sino de la intención y de conocer la esencia de las cosas. Por
eso nunca voy a llegar a eso, porque uno nunca las va a saber.
La proyección para mí del personaje ideal es desmoronar la mentira de
los que supuestamente creen que saben y no saben nada, así como juego,
me parece…y además porque creo que los verdaderos enemigos ideológicos
nuestros se ponen nerviosos cuando te burlás. Es como la degradación
total de algo que tienen armado, como cosa conductiva y directiva de
conductas. Por eso digo que es interesante demoler eso, algo más
vinculante a lo social.
-¿Y quiénes son tus enemigos, Diego?
-Las instituciones tal como están construidas son siempre como
oponentes. Entonces ahí pongo a la institución militar, la educativa o
la religiosa. Por supuesto que la institución educativa me parece mucho
más interesante. Las otras están construidas para estar ligadas al poder
y a la cuestión dirigista, tienen como una génesis de pertenecer al
estado de control. Entonces todo eso a mi me genera ya de por sí
sospecha y me empiezo como a agazapar y ahí empiezo a buscar los pares,
a prestar atención porque esto va a ser determinante en tu vida y en tu
conducta.
Como se aprecia, Capusotto aporta una mirada filosófica, casi socrática
en aquello de desmoronar el pseudo saber, y también da noción de un ser
anárquico. Le trasladamos la inquietud: “Puede ser porque tengo una
lucha entre lo que está es cido (estoy ubicado en este mundo, donde uno
sigue ciertos signos para no quedar tan desolado y se acomoda a la
convención) pero por otro lado siempre que puedo trato de desmitificar
el orden es cido y los dogmas. Eso tiene que ver con una sensibilidad
sobre lo que te rodea y en mi caso tiene que ver también con la
descomposición del discurso oficial, para derrumbarlo con una cierta
base sólida ideológica que te permita estar en los lugares elegidos y no
estar ahí en la ambigüedad y en el discurso dicho, sólo porque tenemos
el lenguaje y necesitamos hablar”.
Nos quedamos con eso: con esa descomposición del discurso oficial, con
la ligazón entre discurso y acción para proponerle, a instancia del
fotógrafo, leer la tapa del diario “La Nación” y fotografiar la cara que
le sugiere cada noticia. Ahí no hay palabras pero su rostro habla por
doquier y, como durante toda la tarde, también nos dejará pensando.
Segunda parte
Diego Capusotto es el humorista actual por excelencia. Lejos de ser una
moda, se escapa de la pose, del lugar común y se muestra de una manera
que es subversiva en el medio en el que trabaja: ser tal cual es. En
esta entrevista, más que hacernos reír, que lo hace, nos hace pensar. En
esta parte de la entrevista habla del fútbol, del rock y de la política
y demuestra que el humorista más desopilante puede ser el más reflexivo.
FUTBOL, ROCK Y POLÍTICA
-Queremos llegar al fondo de tu ser y preguntarte si Racing se salva del
descenso
-¡Ya! Sí. Está la mística preparada para que así sea.
-Estás confiado…
-Por supuesto, así somos los racinguistas
-Tenés una ligazón muy barrial: Barracas, el fútbol, esta cosa del rock
a roll…
-Sí, esas son las cosas que te tocan, pero a su vez también es un poco
la desmitificación de esas cosas. Por ejemplo, a mí me toca el fútbol
pero no de acuerdo a la oficialidad que dice cómo es el fútbol, cómo
tiene que ser: yo lo entiendo de otra manera. Me toca desde el amor que
tengo por el juego, por lo que produce. Es totalmente alocado: imaginate
que pertenecer a un club donde los que están jugando son otros, pero a
la vez vos también sentís que estas jugando…
-Y hasta lo decimos en plural: “Ganamos”…
-Es una cosa muy rara pero también tiene una cosa colectiva, que es
interesante. Si hay una imagen del mundo mejor, donde todo el mundo se
abrace, eso es un poco el fútbol, que, a su vez, representa al mundo
real porque hay un contrario que está haciendo fuerzas para que pierdas.
Hay una autoridad, el referí, que el fútbol técnico la puede vencer,
pero la cargada del contrario, esto de que hay oponentes del otro lado
que están en la misma situación tuya pero que vos los entendés como
enemigos, también es raro.
-¿Y con el rock qué relación tenés?
-Y también, para mi es primero una relación de gusto por la música y por
el sonido. Hoy escucho un poco de todo porque no pertenezco ya a la
tribu del rock, me interesa más el sonido que la tribu…
-¿Qué te significó pertenecer a la tribu del rock?
-Un lenguaje que era donde vos tenías que estar colocado. Es lo que
hablábamos anteriormente del lenguaje frente a lo es cido y la idea de
moldear conductas. Siempre era como un estar del lado de enfrente, y el
sonido también tenía que ver con eso. Y además también fue para nosotros
un refugio, sobre todo para mi generación: el refugio de la dictadura
para nosotros no fue la militancia sino el rock. Hubiese sido la
militancia si capaz hubiésemos tenido familias militantes.
En mi casa se hablaba mucho de política, mi hermano de hecho era un tipo
muy curioso y muy lector, que navegaba dentro del rock y de ir a Ezeiza
a recibir a Perón. Incluso en mi casa, una vez vinieron a buscarlo por
una denuncia y a los tres días apareció, o sea no viví lo letal de la
dictadura pero casi…
Es una charla que siempre tuve pendiente con mi hermano y nunca la tuve,
es raro, porque cuando pasó eso yo tenía 15 o 16 años y tengo el
recuerdo de las tres personas que vinieron, de uno de ellos pateando la
cama donde yo estaba durmiendo, y es una charla que tengo pendiente con
mi hermano: lo que sucedió en esos tres días.
-Un recuerdo preciso y una deuda, como marcas de la dictadura…
-Sí, entre otras cosas. Nosotros veníamos de escuchar de nuestros
mayores que un Golpe de Estado era normal, porque la propia sociedad lo
aceptó, de hecho. Entonces eso a nosotros nos parecía que era habitual,
teniendo 15 años, pero por otra parte sentíamos el patrullero en
nuestras vidas: la intuición de saber que algo feo pasaba, pero no
saberlo en concreto. Los diarios no decían nada, sólo ‘enfrentamiento
con la subversión’ y no solamente eso, sino que inclusive en los diarios
salió que Arrostito había sido muerta en un enfrentamiento cuando estaba
en la ESMA, chupada hace un año; es decir, el plan de información era
que todos los días había un enfrentamiento y en realidad era Terrorismo
de Estado.
-¿Y qué significan para vos las Madres, Diego?
-La dignidad y la valentía: la valentía y la épica de verdad; la épica
sostenida por algo genuino, no la épica por la temeridad sino por el
convencimiento.
-¿Cómo surgió el personaje de “Bombita”? ¿Y qué pensás sobre los que lo
entienden como una broma a la militancia?
-Lo de Bombita nace como una idea puramente graciosa, un Palito Ortega
montonero. Eso ya te causa gracia y después toda la discusión sobre la
militancia, no es algo que nosotros pusimos en el tapete. Nuestra
generación fue creada en la dictadura y se comió el discurso de la
teoría de los dos demonios: que eran lo mismo las organizaciones armadas
que el Terrorismo de Estado pero, bueno, no es nuestro caso, nosotros lo
dejamos claramente es cido. Bombita no es una crítica a la militancia de
los 70, eso lo puede decir alguno q tiene ganas de decirlo porque le
viene bien a su nido, digamos. Es una idea graciosa que por otro lado
genera esta cosa, de estar haciendo humor con algo en donde también
circuló sangre. Pero no es en nosotros una crítica a la militancia. Es
más, muchos de los que dicen eso son bastante pelotudos que no sólo no
entendieron nada sino q ni se acuerdan de nada, no se acuerdan que esa
militancia estuvo en el día a día de la política en la Argentina, que no
estaba demonizada hasta que después finalmente lo fue,
independientemente de los errores de esa generación: podemos hablar de
un montón de cosas, podemos hablar de errores, podemos hablar… pero
digo, me parece que esa fue una militancia que tenía una proyección de
un país distinto y mejor
-Eso queda clarísimo en el programa
-No me cabe duda. Es como una película de esa que vos ves y decís ‘qué
buena película pero que lástima que terminó así. La primavera
camporista, que fue el mejor momento probablemente del país, como dijo
(José Pablo) Feinman y yo estoy de acuerdo, ese fue el momento clave y
no el 83.
-Diez años antes
-Exacto. Lo del 83 fue otra cosa. Cuando murió Alfonsín fue una especie
de evangelización como que fue el padre de la democracia y vos decís,
‘¿En qué país vivís?’. ‘Padre de la democracia la concha de la lora’.
Salimos de una dictadura, sino fuera por Malvinas seguían los milicos,
desaparecieron 30.000 personas, qué padre de la democracia. Está bien
que eso obviamente es partidista, de hecho mirá lo que generó en la
oposición la muerte de Alfonsín: se acomoda la oposición porque muere
Alfonsín, una cosa que también demuestra la situación actual de
construcción política, ¿no?
-Ernestina Pais dijo en una entrevista que te votaría como candidato,
¿aceptarías?
-Lo de Ernestina fue un poco en broma porque tiene que ver por lo que
mucha gente simpatiza con el programa nuestro, esta cosa de tratar de no
entrar en el circuito comercial y del éxito, sino mantener un lugar de
cierta comodidad, en la que del programa no se negocia nada. Nuestra
elección es por fuera del “éxito” y por fuera del doble de plata, y no
estoy diciendo que nosotros ganemos dos mangos, pero sí que podríamos
ganar el doble pero preferimos la autenticidad de la gestión, el impulso
creativo.
Sin embargo, no estaría en ninguna estructura política porque tengo la
contradicción de ser un tipo muy curioso en la construcción, pero por
otro lado también saber que la construcción política tiene un componente
muy fuerte de dogma y yo escapo de eso. Entonces, yo sé que en el Poder
hay que negociar con los más malos y no estoy capacitado para eso. Sé
que hay que hacerlo y podría hacerlo si quiero, pero también me agarra
stalinismo, ¿viste? Entonces no lo podría hacer, y me parece que el
poder no es la charla del bar de cómo se debería hacer, sino que el
poder es muchas veces negociar con los malos y sobre todo con lo que
está enquistado socialmente como construcción política.
Tercera parte
“EN CAMBIO DE LEXOTANIL, ESCUCHO RADIO”
Diego Capusotto es el humorista actual por excelencia. Lejos de ser una
moda, se escapa de la pose, del lugar común y se muestra de una manera
que es subversiva en el medio en el que trabaja: ser tal cual es. En
esta tercera y última parte de la entrevista habla de su relación con la
radio, la televisión, la noche y con el disfrute de la vida
¿Qué te cambia del código televisivo al radiofónico?
-Te cambia el estilo, no sé si tanto el estilo de narración porque es un
programa de ficción, entonces está lleno de personajes que, de alguna
manera, tienen vida propia. No soy yo hablando en primera persona, sino
que uno se traslada hacia el personaje que interpretás. Cambia el tema
de lo físico, del aprovechamiento de espacio, de otra modalidad de
actuación pero a su vez sabemos que lo que genera en el espectador es
una cuestión que tiene que ver con cierta imaginería. La radio yo siento
que, a veces, es un vínculo muy personal.
-¿Escuchás radio? ¿Sos oyente de la radio?
-Sí, sí.
-¿Qué te gusta escuchar?
-Muchas veces escucho casi compulsivamente, me gusta mucho esta cosa de
ir durmiéndome con la radio. En cambio de lexotanil, escucho radio. Y a
veces escucho programas periodísticos, lo puedo escuchar a “Nimo”,
programas de solos y solas, cualquier cosa puedo escuchar y mantengo la
necesaria distancia como para que eso no me afecte, sé lo que estoy
escuchando. Me acuerdo de programas como el “Tren fantasma”, Radio
Bangkok con Lalo (Mir) y Boby (Flores)
-¿Y con la tele, tenés el mismo vínculo que con la radio?
-No, soy bastante más televisivo, no tengo un programa que yo elija ver
concretamente, que sea un vínculo amistoso. Esta cosa de saber que hay
un programa determinado y sentarse a verlo, no me pasa hoy, antes a lo
mejor me pasaba con el programa de Polosecki. Sí, hay programas que me
interesan mucho, si estoy haciendo un zapping y veo en (José Pablo)
Feimann, me encanta escucharlo, uno se hace adepto. Digo, hay como un
compañerismo entre uno y el que está escuchando, yo lo siento así, como
una cierta empatía casi barrial
-Cambiando de teman, en los dos espectáculos teatrales que hiciste, “Una
noche en Carlos Paz” y “Qué noche Bariloche” se repite esto de “la
noche, ¿Qué es la noche para vos?
-La noche me parece muy interesante: es santidad y demoníaco, a la vez
porque todo se apaga, porque ahí se pierde la seguridad y viene lo que
viene: agarrate, puede venir algo lindo o puede venir algo tremendo. No
digo que sea el mejor momento del día, a mí hubo momentos en la noche
que me angustiaron mucho y momentos del día que me alucinaron, me
alucinaron para bien. Pero la noche, tiene una cosa… A mi, en realidad
me gusta la noche veraniega, que me parece como esos pequeños momentos
donde uno dice, ¡que bueno vivir! ¿No? Viste que a veces uno lo dice
-¿Sos de decirlo?
-Sí, pero lo digo de disfrute, no lo digo para justificar nada. Un
abismo que sí tengo y que me aparece durante muchos momentos del día es
un abismo más existencialista, que tiene que ver con lo que la vida es y
que probablemente no se modifique, con la angustia. Digo, con el
desaparecer y esas cosas; pero cada tanto disfruto la vida, sí.
Fuente: Reporte de las Madres
www.reportedelasmadres.org.ar