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La hora de los forros
Por Claudio Díaz*
Punto final para la campaña electoral. Se acabó el tiempo de los discursos y
las promesas. Ahora hay que concentrarse para salir a la cancha y jugar el
partido (una semifinal que anticipa el choque definitorio del 2011) con el
equipo nacional que, más allá de errores tácticos y estratégicos, demostró
querer ir para adelante con los dientes apretados y el corazón caliente,
aunque los defensores del fair play liberal nos acusen de salir con los
tapones de punta. Justo ellos, que te embarran la cancha y te pinchan la
pelota.
No hay mucho más para decir que no se haya dicho. Las búsquedas y los
intereses de cada sector ya fueron expuestos. Pero en estas horas de vigilia
que preceden al domingo, uno tiene la necesidad de dirigirse a los varones
(no confundir con barones) del progresismo argentino, que han decidido jugar
de neutrales en un momento en que no existe, no puede existir, “tercera
posición” posible.
No lo acepta esta Argentina del 2009, que indica a las claras que se está de
un lado o del otro. Aunque rechacemos la categorización de izquierdas y
derechas vale remarcarlo: o se está con el oficialismo que más hizo por
recuperar la iniciativa nacional o se está con la oposición más reaccionaria
y salvaje, egocéntrica e individualista, antisolidaria y absolutamente
contraria al interés nacional que se recuerde en mucho tiempo.
Una nueva versión de Unión Democrática se estrena estos días en el escenario
político argentino. Esta vez como orgía pornográfica que junta en un mismo
lecho a la Sociedad Rural, a la vergonzante UIA capitaneada por el Grupo
Techint, al menemismo-duhaldismo, al radicalismo coaligado en el Acuerdo
Cínico del ARI, a la cada vez más imbécil izquierda argentina, a la
oligarquía periodística y a la clase media tilinga y racista de los grandes
centros urbanos. Un Dios los cría y ellos se juntan producido en los
estudios de las embajadas del poder mundial.
Pero los progresistas parecen estar mirando otro espectáculo. Y por eso se
aprestan a jugar otro partido. Ahí lo tenemos a Pino Solanas, heroico Robin
Hood de película dispuesto a batallar contra el gobierno (“continuidad del
menemismo”, dice con desfachatez), pero silencioso observador del cipayismo
de Michetti y Prat Gay. Confortable partenaire de Mariano Grondona, el autor
intelectual de los crímenes y saqueos más aberrantes de nuestra historia en
el último medio siglo, con quien departió amablemente en el programa del
domingo 21, celebrando incluso la afirmación del sofista respecto de que
“afortunadamente, en el aire se respira un espíritu de fin de época”.
Por esos caminos sinuosos también anda Miguel Bonasso, anacrónico setentista
que abandonó a un gobierno por “inconducta revolucionaria” pero se pega en
estas elecciones a un socialista de café como Aníbal Ibarra, especie de
Tabaré Vázquez de cierta clase ilustrada porteña.
Ahí también van el transparente intendente de Morón, Martín Sabbatella,
manijeado mediáticamente como nadie, y el piquetero de escritorio Jorge
Ceballos, patéticas expresiones de la “nueva política” que también se suman
al establishment (como pata izquierda) bajo la excusa de que la base del
kirchnerismo es el corrupto y viciado PJ, aunque en los últimos años ambos
hayan agarrado a dos manos el dinero que fluyó desde los gobiernos nacional
y provincial. Dio vergüenza ajena ver a los dos promocionar sus candidaturas
en La Nación, sobre todo en la edición electrónica del diario de los
domingos 7 y 14, acompañando con publicidad partidaria las notas de opinión
de… Joaquín Morales Solá y Mariano Grondona.
Es que así son nuestros progresistas. Sí, ellos quieren progresar en la vida
para estar mejor y disfrutar de la política. Pero no les hablen de jugar en
equipo, con sentido colectivo y nacional. El tiempo de ellos siempre es el
que vendrá, porque para jugarse hoy no tienen lo que hay que tener.
Inspirados, seguramente, en los años mozos y peronistas del joven Pino,
ellos sólo quieren ser los vanidosos protagonistas de su hora. La hora de
los forros.
* Periodista, Profesor de Historia y Escritor. Trabajó en
La Razón, El Periodista, Línea y Clarín. En 1988 le otorgaron el Premio
Latinoamericano de Periodismo José Martí.
Entre sus libros se encuentra el Manual del antiperonista ilustrado.
Obtuvo tres Martín Fierro al mejor servicio informativo por el noticiero
de Radio Mitre, del cual fue productor.
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