Yo también quiero libertad de expresión, Martín

(Pero estás equivocado en algunas cosas)

Por Enrique Gil Ibarra

En tu nota planteás algunas verdades Martín, pero debo comentarte que, quizás por desconocimiento, cometés también algunos errores.

Dejemos claro desde el principio que estamos de acuerdo en que la nueva ley de radiodifusión debe discutirse, que hay que cambiarla, que debe adecuarse a las nuevas tecnologías y dejar de servir a los monopolios.

Agreguemos además que nadie puede negar la necesidad de impulsar el desarrollo y crecimiento de los medios plurales, pequeños, con el objetivo de diversificar la información y el acceso popular a la misma.
Pero cuando decimos que hay que debatir la Ley, debemos hacerlo tomando en cuenta que las realidades del interior no son las mismas de Buenos Aires.

Y esas realidades nos indican que, si la ley se aplica como está, desaparecerán cientos de emisoras FM del interior, que no podrán afrontar las exigencias que se establecen.

Vos escribís:
“Hoy, si en su ciudad hay temporal de viento, agua o nieve, es muy probable que encienda la radio o la televisión y se encuentre con una locutora o un videograph diciéndole que “es hermoso día de sol”. A esta altura no creo que a Ud. le preocupe más el embotellamiento en el Obelisco o el pronóstico extendido de la Capital Federal, que las noticias de su ciudad, a la cual debería tener el mismo nivel de acceso”.

Y estamos en esto absolutamente de acuerdo. Por supuesto, cada emisora, por pequeña que sea, debería tener como mínimo un informativo local, al menos dos veces por día.

Y agregás:
“Sería interesante que nos preguntemos entonces si queremos defender el comercio y la renta publicitaria, o la cultura y el trabajo local; porque con esta nueva Ley queda visto que la producción local pasa a estar protegida. Preservando y multiplicando fuentes de trabajo locales y regionales para todos los profesionales de la comunicación”.

Y otra vez, de acuerdo en la teoría. ¿Pero dónde diferimos entonces? te preguntarás.
En la práctica. Porque lo que estás expresando es ideal, pero irreal.

En principio, no existe emisora privada que no necesite la publicidad para existir, esto es de Perogrullo. Tomemos en cuenta entonces, que los montos que se recaudan por publicidad en una FM del interior no son comparables a los de Capital Federal. La “torta” es mucho menor, y se reparte entre muchos. En Trelew, donde dirijo una FM, existen 23 emisoras para una población de 100.000 habitantes. De las 23, dos son AM, y se llevan la mayor parte del pastel. De las otras 21, sólo 7 somos legales. Esto significa que esas 7 pagan impuestos, sueldos en blanco e intentan cumplir con las reglamentaciones: locutores recibidos, operadores certificados, etc. Las otras 14 no lo hacen, tienen empleados en negro, o no tienen ninguno, pero igual venden publicidad. No importa. Coincidamos también en que todas las voces hacen a la libertad de expresión: “que florezcan mil flores”.

Pero veamos la realidad: si todas las emisoras cumplieran con esa disposición del 50% de producción local, para funcionar deberían tener como mínimo, emitiendo 24 horas: 3 operadores; 2 locutores; un contrato con al menos 2 productoras informativas locales (según la ley propuesta, no se puede con una sola). Esto significa cinco sueldos en blanco (como corresponde) con un importe mensual mínimo de aproximadamente $ 8.000 más cargas sociales, a los que se suman el alquiler de local, mantenimiento, producción, luz e insumos. ¿Digamos unos $12.000 mensuales? Pues te cuento que el promedio de ingresos publicitarios de las FM pequeñas no supera los $ 4.500.-

Entonces, si la ley se aprueba como está, lo que sucederá es que aquí en mi ciudad, por lo menos la mitad de las FM deberán cerrar si es que la ley se hace cumplir, claro está. En ese caso, sobreviviremos las más grandes, que venderemos más, pero habrá más concentración informativa, menos empleos y menos libertad de expresión. Por el contrario, si la ley no se hace cumplir, continuarán existiendo todas, seguirán los sub-empleos en negro, el mínimo del 50% no se respetará y nada habrá cambiado.

Y esto sucederá en todo el interior del país. Tomá en cuenta que te estoy hablando de una ciudad de 100.000 habitantes. ¿Qué pasará en los pueblos de 10.000 ó 5.000 habitantes, donde la radio es verdaderamente un recurso único de comunicación y servicio? ¿Pensás que ese tipo que hace 5,10 ó 15 años se montó el trasmisor y la antena a pulmón, y que sobrevive gracias a la solidaridad de sus vecinos puede soportar financieramente la exigencia mínima de contratar operadores y locutores “recibidos”? ¿Pensaste que si ya renovó su licencia dos veces, dentro de 10 años deberá cerrar su emisora porque no tiene otra renovación? ¿Quién se la comprará? Ese tipo que laburó 30 años de su vida en su pueblo con su radio ¿deberá dedicarse a otra cosa? ¿No le podrá dejar su radio a sus hijos? Pues entonces se dedicará a otra cosa desde ahora, porque no tiene ningún futuro a mediano plazo.

En resumen, Martín, que el árbol no nos impida ver el bosque. La ley debe tratarse ahora, de acuerdo. Pero debe discutirse, debe pensarse. Porque el tema no es aprobarla de apuro para, dentro de unos años, descubrir que lo que logramos es que una caterva de testaferros compre y cierren todas las FM del interior, como sucedió con los canales de cable familiares hace no muchos años.

El proyecto de ley, tal como está, no es federal. Fue pensado por señores de Capital, para medios de Capital. Cuando vino a nuestra provincia (Chubut) el representante del COMFER, planteó como “gran innovación” del proyecto que los canales de cable estuvieran obligados a poner publicidad local en sus transmisiones. Le tuvimos que explicar que eso era un disparate que nos llevaba a todos los demás a la quiebra y que, por el contrario, había que prohibirles que colocaran publicidad local en otras señales que no fuera la local. ¿Cómo podemos competir las radios con una publicidad local en TV –que se cobra a valores locales- puesta en Tinelli, o en Mirta, o en los canales de películas? No sé si nos entendió.

¿Se comprende? Yo también quiero libertad de expresión. Pero de verdad, y para siempre.

Un abrazo, Martín.

Enrique Gil Ibarra
gilibarra@speedy.com.ar
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