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13
de octubre
Por Horacio Fontova
Dedicado a mi amigo Carlos “Perro” Santillán
Entre tantas cosas curiosas de los alegres tiempos pasados, había fascinado
a todo el paganismo de aquellos años un famoso escritor español que hasta
supo atraerse a los grandes sabios con sus extrañas predicciones, como
aquella de que el trece de octubre finalmente sería la fecha en la que
comenzaría la futura, mágica resistencia de los pueblos originarios.
Eran días en los que a partir del tabaco más barato se podía destilar
fácilmente el delicioso licor de los románticos piratas, aquellos que
brindaron y rieron hasta las lágrimas cuando se los intentó comprar para
compartir tres carabelas con una tropa de mera escoria insensible, en una
empresa descabellada.
Ahora –lamentablemente mucho menos hereje la cosa- la conquista de la
comunicación se sigue cumpliendo espolvoreando viejos edictos, decretos
reales aún invariables.
Ellos dicen: "así se le da un color más elegante a la actualidad, algo más
refinado", creyendo que esa es la nueva forma en que se debe comunicar, así
como si frieran a una vieja rata en aceite, como supuesto nuevo manjar.
Ya no cabe duda de que todos vienen desde lejos perteneciendo a la súbita
avanzada y que querrán convencer a todo el mundo de la conveniencia de
seguir subastando aborígenes a bordo de los barcos.
Propongo susurrarles al oído aunque sólo sea un cuentito de Galeano para la
conducción de nueva energía, a ver si adquieren algo de cordura, a ver si de
una vez por todas se ventila alguna cosa en el aire, que no huele muy bien
que digamos en estos tiempos.
Entretanto, desde aquí esperamos, los de la interminable ilusión
sudamericana, los que seguimos anhelando algo de virtud para ejecutar algo o
llegar a un resultado, como musas de una nueva política popular, soñando con
hacer sobre los monopolios el efecto que producía el rocoto, ese pimiento
picante boliviano que repugnaba a los fríos paladares de los conquistadores,
declarándonos como quienes por fin descubrieron la fórmula para dejar de
generar pobreza, como poetas de la confusión, nerviosos por tener que
atravesar un camino desconocido para llegar a un nuevo quinto punto
cardinal, cansados y cubiertos por una atmósfera cada vez mas pesada, pero
alegres de pertenecer a la gran alianza popular.
Mientras, cada vez más fuerte se acerca el canto de viejos zafreros por
sobre rutas pobladas de soja, en el inmenso campo que ahora se intenta
presentar como un nuevo, brillante porvenir, como una desesperada copia de
otra cosa mejor.
Como también la llama que arde en la entrada de palacios y catedrales es una
copia de los mágicos fogones de los antiguos pueblos originarios.
Miradas al Sur
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