Cuando la vieja diva (o diva vieja) viene marchando

Por Osvaldo Vergara Bertiche

En 1935 el célebre trompetista y cantante Louis Armstrong (apodado satchmo) presentaba, lo que se convertiría en un clásico, “Cuando los santos viene marchando”, que entre otros temas de su autoría se convertirían en símbolo de la creatividad del negro norteamericano.

En 2005, se estrena la película argentina documental-musical “Cuando los santos vienen marchando” del Director Andrés Habegger, con guión de Teresa Torrealba y Andrés Habegger

Es la historia de un grupo de niños de entre 7 y 13 años que forman parte de una orquesta infantil de música clásica en Lugano, al sur de la ciudad de Buenos Aires.

Ellos van y vienen entre Tchaikosky y calles de tierra, entre Schubert y la falta de agua, entre Beethoven y los conflictos familiares.

“Cuando los santos vienen marchando” como expresión ha servido en muchas oportunidades para aprobar o denostar actitudes grupales.

Así, ha permitido que los “santos” o “gauchos de Boedo”, los del “gasómetro”, los de San Lorenzo de Almagro, club futbolero que se iniciara al amparo del sacerdote salesiano Lorenzo Massa y que fuera magistralmente representado en el cine por Ángel Magaña, utilizan tal fraseología para magnificar sus triunfos.

Por otra parte, como antípoda, ha servido como en el caso de un titular de Página 12 del 31 de Mayo de 2008, para criticar que el ejercito estadounidense desembarcara en la sierra peruana para prestar “ayuda humanitaria” con fusiles de largo alcance M 16 y ametralladoras de combate MAC en medio de una región en la que los enfrentamientos de las fuerzas de seguridad peruanas con la guerrilla y el narcotráfico son cosa cotidiana, lo que ha disparado las suspicacias sobre lo que estaría detrás de esta presencia militar.

“Venir marchando” es venir andando, trasladándose, moviéndose, es en definitiva “venir avanzando”.

Y hay quienes “avanzan” en demasía. Avanzan en aras de intereses, como paradoja, “non sancto”. Y este es el caso de la diva televisiva, la de los almuerzos de figurones/nas, entonados/as y vanidosos/as. Entonados/as son los que sienten la excitación y alegría propia del comienzo de la embriaguez y se embriagan no por vahos alcohólicos sino por pedantería y exhibicionismo.

Y haciéndole coro a la diva, varios/as como Su, la de amores erráticos y beneficencia dudosa, y el líder del espectáculo nocturno degradado y degradante, llaman a “marchar” contra la inseguridad, o sea por que exista mayor seguridad. Pero claro, no seguridad social, sino “seguridad” para evitar “a ultranza” los delitos.

El matutino nacional antinacional de hoy, 12 de Noviembre de 2009, indica que se “está en plena organización del acto, que no se tratará de una marcha sino de un evento que se realizará en algún lugar cerrado, tal vez un teatro de Palermo”. Pero eso sí “Sin banderas políticas” y “se tratará de mostrar el descontento con lo que está pasando, pero en silencio. El cierre del mismo será cantar el himno nacional sobre el escenario del lugar elegido”.

Y ¿qué está pasando?... Lo que pasa es que hay hurtos, robos y crímenes.

Hay palanqueros, tableristas, espadistas , escaparatistas, escaladores, boqueteros, revientacabinas, carteristas, piqueros, bolsilleros, lanceros, descuidistas, maleteros, mecheros, gateras y cuanto nombre la jerga policial-delictiva ha impuesto.

Hay armas en manos de los delincuentes, desde el simple e inocente cuchillo que usamos para comer hasta sofisticadas y poderosas de fuego.

Hay de hecho, delincuentes corregibles y otros incorregibles.

Hay sin lugar a duda temor, en distintos estamentos de la sociedad, ya que la inseguridad genera miedos, y el miedo se potencia cuando se exacerba, machaconamente, el conflicto.

Hay, entonces, en el escenario social e instalado ex profeso, como cuestión primordial: la inseguridad. Es el nuevo hecho trascendente que hacen trascender los medios.

Y frente a estos “hay” hay generadores del delito y la violencia, que no se enumeran por parte de tan “preocupados” activistas de la seguridad segura.

La causa fundamental es, mal que les pese, la distribución desigual de la riqueza, que no es otra cosa que un eufemismo por acrecentamiento de la pobreza.

Nunca fue tan grande la brecha entre los más ricos y los más pobres. Y la inseguridad no está radicada en los “espacios ricos o medios ricos” de cualquier ciudad, sino también en las villas, donde el pobre le roba o mata al indigente. O, en otros términos, el pobre le roba al miserable.

Y no se escucha, salvo a los involucrados, que se manifiesten estos “inseguros” por el drama de la pobreza y la marginalidad.

No se los escucha protestar por la pobreza infantil. Porque ese fenómeno por sí no afecta a los “piqueteros” del eterno bienestar. El niño pobre no les afecta, les afecta lo que el niño pobre puede hacer. Esto es lo que no les deja vivir, lo que les crea temor.

Los pobres, los niños pobres son problemas de otros. Y no piensan que esa pobreza y desigualdad social podrían ser vectores de la misma inseguridad que temen.

No se escucha que esta troupe convoque a una marcha por la seguridad social. Por el derecho de todos a tener derechos.

La paranoia que sufren algunos sectores se resolvería con la terapia de la “mano dura”, “mayor poder de fuego”, “disminución de la edad punible”, o sea “tolerancia cero” que al igual que el ingeniero que no era tal, se inclinan por seguir los métodos de William Bratton, que fue jefe de la policía de Nueva York y verdadero arquitecto de las medidas ultrarrepresivas que puso en marcha el alcalde Rudolph Giuliani.
Bratton manifestó en una Conferencia en Buenos Aires que “la desocupación no está relacionada con el delito”, y terminó su conferencia afirmando que la causa del delito “es el mal comportamiento de los individuos y no la consecuencia de condiciones sociales”.

Por el contrario, Adam Crawford, en su libro “Prevención del crimen y seguridad de la comunidad”, señala que sería más exacto describir las formas de actividad policial realizadas en nombre de la “tolerancia cero” como estrategias de “intolerancia selectiva”.

La intolerancia selectiva es perseguir, amedrantar y castigas a los sectores empobrecidos de la sociedad, sean o no delincuentes.

No es poder de fuego lo que se necesita sino dignidad. La dignidad de alimentarse, de tener a la salud, a la vivienda, a la educación, al trabajo.

En nuestro país existen tres generaciones de desempleados y gravísimas lesiones neurológicas en los niños subalimentados.

Podemos afirmar que en nuestro país los niños dejaron ser privilegiados.

Los niños expuestos a la calle, son la carne de cañón de inescrupulosos que sólo tienen para ofrecerles el cóctel del delito, explotación y muerte.

Y todos esperan la oportunidad de una vida nueva. Que es una causa prioritaria como problemática de existencia y de justicia social.

Los piqueteros que “molestan” con sus reclamos son la expresión diaria y visible de los “nuevos enanos sociales”: de los niños muertos de hambre con panzas de raquitismo, de los enfermos sin tratamiento posible, de las bocas desdentadas, de las caras famélicas de los menores buscando alimentos en la basura, de la falta de higiene, de los daños neurológicos irreparables, de la promiscuidad y el hacinamiento.

A este sector es al que hay que reprimir. A los enlazados en la mesa de enlace, (los de la guerra agraria), a los provocadores de toda índole que cortan rutas y calles se los debe considerar como luchadores consecuentes por la libertad y la democracia.

Hay que reprimir al país monstruoso. Para eso se debe marchar. Marchar contra viento y marea.

Para lograr que algún día los verdaderos santos “vengan marchando” debemos impedir que estos “non sancto” lo hagan. Debemos cerrarles el paso.

Nota: El Ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, Julio Alak, ha señalado que "Tenemos la segunda tasa más baja en América Latina de delitos dolosos después de Chile", quien entendió que, de esta forma, "los números le otorgan a Argentina una situación privilegiada en América Latina", más allá de la percepción de "una sensación de inseguridad importante más allá de las estadísticas".

"Pese a que las estadísticas son buenas para Argentina, se trabaja irresponsablemente para aumentar la sensación de inseguridad. En ese marco, el tema de la seguridad se usa para lograr raiting y de utiliza también de forma indigna como elemento electoral".

En este marco, afirmó que si bien "se hizo mucho en materia de seguridad, todavía falta mucho por hacer", y remarcó que "la mejor política, la más importante que se puede dar en materia de seguridad, es la inclusión social".

Además, consideró que "una de las maneras en las que no hay que trabajar" para abordar esta problemática "es a partir de la crispación" y sostuvo que las definiciones que son tomadas en esos contextos "son siempre regresiones al pasado que no mejoran la situación".


Osvaldo Vergara Bertiche
Rosario, Provincia de Santa Fe, 12 de Noviembre de 2009

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