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Carlos Suárez
Carlos O. Suarez, periodista,
militante de tiempo completo, ex exiliado político e integrante del
Movimiento Peronista Montonero que tuvo una activa participación en la
puesta en el aire de Radio Noticias del Continente en Costa Rica, falleció
el 15 de diciembre de 2009 en la ciudad de Buenos Aires.
Era un periodista de investigación especializado en política nacional y
latinoamericana. Realizó investigaciones de CICSO cerca de Beba Balvé,
también fallecida en estos días de diciembre del 2009.
En su vasta trayectoria militante trabajó junto a Rodolfo Walsh y fue uno de
los directores de la mítica Radio Noticias del Continente, emisora ubicada
en Costa Rica que transmitía en onda corta a fines de los ’70 para la
resistencia a las dictaduras latinoamericanas e información para la
Revolución nicaragüense, entre muchos hitos de su actividad. Con Beba Carmen
Balvé y Luis Brunati, publicó La estrategia neocolonial del Imperio (Los
documentos de Santa Fe).
En los 90 denunció la entrega y
privatización de los medios de comunicación. Recientemente había publicado
su libro Gemelas-Pentágono y CIA. El pacto oscuro detrás del 11-S
Autoatentados con prólogos de Stella Calloni y Norberto Galasso.
Carlos O. Suárez era amigo de Andrés Framini, Rodolfo Walsh, Ricardo Obregón
Cano, Oscar Bidegain, Jorge Cepernik y el resto de la conducción de
Montoneros como Mario Firmenich, Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja, con
quienes mantuvo una relación personal y epistolar hasta su muerte.
Radio Noticias del Continente
Hacia 1979 el Movimiento Peronista Montonero (MPM) instaló legalmente en
Costa Rica una emisora de radio de onda corta, TIRL Radio Noticias del
Continente.
Dirigida por Carlos O. Suárez, su función era denunciar las crecientes
violaciones a los derechos humanos y las consecuencias de la política
económica en toda América Latina, y era parte de una ofensiva
propagandística de la organización contra el régimen argentino.
Las presiones del gobierno militar, respaldado en la tarea por las
dictaduras de Guatemala y El Salvador, hicieron que la experiencia fuera
obligada al silencio, a principios de 1981.
Fue director de la Revista Repensar (Visión y Proyección de la Experiencia
Montonera). Siempre fue pobre. Siempre fue valiente. Siempre fue un
consecuente señalador de las políticas de dominación del Imperialismo
norteamericano y de la complicidad de los cipayos para instrumentar la
estrategia del neocolialismo en América Latina.
Reivindicación del subsuelo de la Patria sublevado
Artículo de Carlos O. Suárez
"El otro lado del cerco: la historia de TIRL Radio Noticias del Continente", Costa Rica 1979-1981, informe realizado por Javier Armando Zaffora, mención especial en la Bienal de Radio Mexico 2008.
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Y a su líder y fundador, Juan Domingo Perón, a partir de las investigaciones
judiciales acerca de la Triple A. De no ser tan reiterada la estrategia de
enlodar al Peronismo basándose en aspectos minuciosamente fragmentados de la
historia nacional, hasta algún desprevenido podría creer en un repentino
intento de jueces preocupados por develar el trasfondo de acontecimientos
sucedidos hace tres o cuatro décadas. Sin embargo, quienes conocemos la
lógica mafiosa de magistrados solo atentos a su permanencia en el cargo,
podemos afirmar sin temor a equivocarnos que aquí se ha montado otro de los
tantos escenarios del colonialismo “democrático” que desde 1945 viene
estrellándose contra la inconmovible adhesión de las mayorías populares al
Movimiento Peronista.
La violencia reaccionaria se acrecienta cualitativamente en el siglo XX tras
el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930. La inauguración de la Década
Infame trajo aparejado para el país el despliegue de un proyecto político
oligárquico-imperial dirigido a garantizar el funcionamiento de la factoría
agroexportadora. Las transformaciones políticas operada entre 1916 y 1930
por el yrigoyenismo gobernante, habían sido desvirtuadas desde adentro por
el sector radical conducido por Marcelo T. de Alvear, dirigente que coincide
con las viejas elites conservadoras en aquello de cambiar algo para que todo
quede como está. La complicidad de la mayor parte de las dirigencias de la
UCR con el “régimen falaz y descreído” , corrió paralela a la lucha
insurgente del criollaje que en Paso de los Libres, Santo Tomé y otras
patriadas dio testimonio de su decisión de no arriar las banderas
enarboladas en 1890 por Leandro Alem, Aristóbulo del Valle y otros
nacionales consecuentes.
De la entraña popular de “la chusma” surgió la expresión del nacionalismo
latinoamericano que expresó FORJA, encontrando en Raúl Scalabrini Ortiz,
Arturo Jauretche, Homero Manzi y un conjunto de fieles intérpretes del
pensamiento creativo, de la autonomía conceptual de raíz autóctona, esa
línea conductora que se encarnaría en las masas de los desheredados del 17
de octubre de 1945. Allí emerge el subsuelo de la Patria sublevado, o sea la
legítima continuidad de los pueblos originarios, negros y mestizos que con
San Martín, Bolívar y Artigas abrieron la senda de un mundo nuevo.
Compenetrados del axioma de los precursores: “En América inventamos o
erramos” , entroncaron sus propuestas y su acción con los combates de la
Revolución Mexicana y los ecos unificadores latinoamericanistas de José
Martí, Manuel Ugarte y José Carlos Mariátegui.
El País Real, enfrentado al País Formal, habrá de ser desde 1945 el
epicentro de una lucha que todavía está vigente. Esa confrontación de
proyectos hunde sus raíces en la pretensión de los hombres de la Generación
del Ochenta de estructurar una nación al servicio de los intereses
estratégicos de Gran Bretaña, asumido por las dirigencias partidocráticas de
“izquierda” y derecha, en tanto unos aceptaban acríticamente los
lineamientos del eurocentrismo y los otros eran las correas de trasmisión
del colonialismo económico y cultural. Como contrafigura de ese esquema
dependiente el Movimiento Peronista plantea la concreción de una Patria
Justa, Libre y Soberana, plasmando en la reforma constitucional de 1949 y en
los cursos de acción gubernamentales entre 1946 y 1955 la más profunda
transformación en las estructuras políticas, económicas, sociales y
culturales de la historia nacional.
Derrocado el peronismo en 1955 por un golpe respaldado por todos los
partidos del espectro político argentino, se inauguran las décadas del
democratismo formal y la realidad de las mayorías populares marginadas y
proscriptas. En ese largo período de “décadas infames” fue el Pueblo
Peronista el que aportó la abrumadora mayoría de víctimas y mártires.
Mientras las dirigencias discutían acerca de la lista completa o la
representación proporcional, mientras las elites polemizaban sobre el último
libro venido de Francia o los devaneos estéticos del surrealismo
cinematográfico italiano o el erotismo sueco, “los negros” poblaban las
cárceles, enfrentaban los pelotones de fusilamiento o vegetaban en la
desocupación planificada por los doctores a sueldo del FMI y el Banco
Mundial. Esa era la incontrastable realidad, aunque ya había algunos
sectores que especulaban con la posibilidad de negociar con el “tirano
prófugo”, máxime cuando en el territorio muchos pulcros colaboracionistas
del sector partidario o sindical planteaban la necesidad de “estar contra
Perón para salvar a Perón”. En tal contexto nacional y latinoamericano,
cuando las insurgencias hervían desde México a la Patagonia, se producen
“las operaciones retorno”, manipuladas y negociadas por los que ya
prefiguraban el fracaso del líder en tanto las conducciones acordaban bajo
cuerda con los gobiernos de turno.
Es indudable que Perón enfrenta la década del 70 en condiciones
desfavorables para cualquier conducción política que a la distancia pueda
controlar la insoluble contradicción entre las mayorías populares peronistas
y el poder en manos de los agentes de la oligarquía y el imperio. Nadie
puede desconocer que los dirigentes leales en el plano sindical y partidario
se hallaban en total desventaja frente a los aparatos que a lo largo de dos
décadas se habían integrado a los poderes del Estado, sin que la irrupción
combativa y aun heroica de la Juventud Peronista pudiera revertir la
desfavorable relación de fuerzas. La utilización de la violencia armada por
parte de esas organizaciones juveniles no significó otra cosa que la
continuidad de la Resistencia posterior a 1955, adicionándole una impronta
ideológica vinculada con los nuevos vientos insurgentes que sacudían al
Tercer Mundo. Perón comprendió, mucho más allá que la mayor parte de los
anquilosados equipos dirigentes del Justicialismo, la justicia y
proyecciones de “los muchachos” que conformaban las”formaciones especiales”,
pero también lo entendieron, en sentido contrario, los aferrados a los
privilegios del usufructo burocrático. En el frágil e inestable equilibrio
de 1972-1973, cuando la mafia de López Rega, muchos dirigentes partidarios y
sindicales y sus asociados de las Fuerzas Armadas (Massera, Suárez Mason,
etc.,etc.), cerraban filas en torno a las directivas de la estrategia
contrainsurgente de Estados Unidos para América Latina, la declinación
física y política del propio líder hizo el resto.
Perón es el conductor político de mayor trascendencia en la Argentina del
siglo XX. Su talento se agiganta con el tiempo, precisamente cuando
evaluamos que fue el precursor del No Alineamiento en el mundo y que en
temas tan decisivos como el de la ecología y la preservación del medio
ambiente sentó posiciones que hoy tienen más vigencia que nunca. Es por ello
que resulta sumamente difícil realizar un análisis crítico de su rol
dirigente, no solo por las proyecciones ideológico-políticas de su liderazgo
sino porque es imposible deslindar al jefe de las rebeldías en las que
participamos, junto a cientos de miles de compañeros que dieron la vida y la
libertad por una causa, sin asumir los sentimientos entrañables del pueblo.
Porque es cierto aquello de que "El Peronismo no se aprende ni se entiende;
se comprende y se siente”, máxime cuando está asociado con los que cayeron
sin pedir nada a cambio. No es una reflexión aséptica ni la fría
sistematización de datos y de allí que, seguramente los compañeros lo
comprenderán, se torna muy complejo entrar en polémicas con los
cientificistas del coloniaje.
San Martín recordó alguna vez “que las grandes empresas están hechas para
los hombres de coraje”. Y como en esa materia los peronistas siempre hemos
dado el ejemplo, no podemos hoy perdernos en los vericuetos ideados por las
agencias desinformadoras del sistema. Perón tuvo una responsabilidad
política indudable al elegir a Isabel para que lo acompañara en la fórmula
presidencial de 1973, lo que visto a la distancia acarreó grandes males al
país. Conociendo su singular modalidad conductiva es seguro que consideró la
posibilidad de controlar a esos sectores reaccionarios, equilibrando la
balanza ante una juventud “desbordada”. Sin embargo, los hechos mostraron
que su apuesta fue equivocada, máxime cuando los protagonistas del Pacto
Social nada tenían que ver con las bases sobre las que se apoyó en el frente
popular de 1945-1946. Hasta allí es dable asignar culpas o errores al líder,
ya que las infalibilidades deben quedar reservada para los pontífices y los
creyentes que aceptan a libro cerrado las encíclicas, pero lo que resulta
inaceptable es señalarlo como encabezando un proceso represivo. Toda su
trayectoria demuestra lo contrario y los cargos endilgados por la
partidocracia gorila carecen de credibilidad y se diluyen ante la pequeñez
moral y política de sus autores.
Los hechos posteriores al fallecimiento de Perón se inscriben en el
reaccionarismo del equipo gobernante presidido nominalmente por María Estela
Martínez y su mentor López Rega, aunque en la práctica bajo la conducción de
las Fuerzas Armadas y los grupos más concentrados del capital transnacional.
Es así que el accionar de la Triple A, cuyas víctimas fueron en su inmensa
mayoría peronistas, hay que adscribirlo al proyecto que el Estado Mayor
Conjunto de las tres Armas había elaborado desde fines de la década del 60
para impedir que “la subversión” tomara el poder. Y yendo a los aspectos
operativos, muy bien descritos por diversos trabajos periodísticos de la
época, es indudable que respondieron a la línea genocida desarrollada en el
Cono Sur latinoamericano a través de la “Operación Cóndor”. Además, la
complicidad de los partidos del sistema resultó indispensable para
consolidar las estructuras institucionales que enmarcaron a la represión.
Un capítulo aparte merecen las pretensiones actuales de la dirigencia de la
UCR en el sentido de asumir el papel de víctimas ante la Triple A y el golpe
de 1976, precisamente cuando - salvo las excepciones de Solari Yrigoyen,
Mario Abel Amaya, Sergio Karakachoff, Angel Pisarello y algunos militantes
de base - los equipos de conducción de su comité Nacional negociaron, antes
y después del 24 de marzo, políticas conjuntas. Las fluidas relaciones de
Ricardo Balbín, Raúl Alfonsín, Eduardo Angeloz. Fernando de la Rúa y otros,
con los generales Suárez Mason, Menéndez, Harguindeguy y mandos inferiores,
determinó que dirigentes radicales ocuparan funciones de gobierno a nivel
nacional, de las provincias y municipios. Por consiguiente, el partido de
los inveterados golpistas que desde 1955 en adelante apoyaron a todas las
dictaduras tendría que abstenerse de cualquier comentario o acusación,
especialmente cuando se refieren al Movimiento al que pertenecieron la
inmensa mayoría de los 30 mil detenidos-desaparecidos.
Reivindicamos al Movimiento representativo del subsuelo de la Patria
sublevado. No es que haya que negar errores o mitigar las culpas
ilevantables de muchos dirigentes que ocuparon cargos entre el 1° de julio
de 1974 y el 24 de marzo de 1976, sino que se trata de señalar su carácter
marginal frente a una heroica historia de luchas y sacrificios. El proyecto
que Perón, Evita y millones de compañeros sostuvieron desde el gobierno y
desde el llano se sintetiza en la construcción de una Patria Justa, Libre y
Soberana en el contexto de una América Latina unida, razón por la que
pasarán al olvido los intentos oligárquicos e imperiales de agraviar a las
mayorías populares peronistas.
Agencia ACTA