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Oposición
como un todo homogéneo
Por Arturo Trinelli*
Se da una paradoja en la que muchos analistas caen: por un lado, presagian
una situación de permanente conflicto en lo que queda del gobierno de
Cristina Fernández. Pero por otro lado, se ubican como legítimos
representantes de la opinión de la “gente”, que aborrece los conflictos y la
tensión permanente que provoca el Gobierno, pero le pide al mismo tiempo a
la oposición que vayan al choque contra él y no se dejen avasallar por la
tensión permanente y provocadora que viene del Poder Ejecutivo. Así, se ha
extendido la idea de que para dejar claramente expuesto el perfil no
kirchnerista o no oficialista, hay que oponerse a todo y confrontar. La
palabra acuerdo, negociación o consenso, pareciera estar ausente del
diccionario político de algunos dirigentes opositores, paradójicamente
vistos como los “exponentes del diálogo constructivo”. Y si de acordar se
trata, sobrevuela el fantasma de la impotencia de la oposición. De este
modo, una oposición que acuerda es una oposición laxa, oficialista y
manipulada.
Por otro lado, ha habido también en los últimos tiempos una exageración
respecto de las nuevas mayorías que hoy entran triunfantes al Congreso. En
realidad, el Congreso ha dejado de contar con una mayoría abrumadoramente
kirchnerista, pero cabe recordar que cada una de las minorías opositoras
resultantes en la nueva composición es menor que la minoría oficialista, y
el artilugio mediático para resaltar el debilitamiento de la representación
legislativa del Gobierno en la Cámara Baja es hablar de “una” oposición,
cuyas partes sumadas por supuesto agigantan esta percepción. Desde luego que
un análisis más profundo de esta oposición obligaría a relativizar un poco
esta percepción, pues es tan amplio el frente opositor como disperso, y no
hay garantías que en temas concretos acuerden posiciones entre sí sólo por
el mero hecho de actuar como oposición ante iniciativas oficiales. Y ello
sin analizar los intereses que cada fuerza tenga de cara al 2011, en donde
cada partido buscará el mayor rédito político para llegar con mejores
perspectivas a la elección presidencial. La cuestión no es menor: si la
oposición se aglutina para hacerle fuerza al kirchnerismo, sólo podrá
hacerlo en torno de alguna ley que los pueda unir (por ejemplo, la reforma
del Consejo de la Magistratura, cuestionada por ser manejada por la mayoría
kirchnerista que, entre otras cosas, buscaba cajonear los pedidos de juicio
político a jueces sospechados de ser muy cercanos al Gobierno). Pero también
se deberá superar la sospecha entre los opositores de que algunos de ellos
trate de quedarse con el éxito de la iniciativa política.
Reconocer la dispersión ideológica
La cuestión ideológica no es menor. Cuesta imaginar muchos puntos de acuerdo
entre el bloque de centroizquierda, y, por ejemplo, el del Pro. Seguramente
los habrá pues muchas veces la dinámica legislativa y los consensos
partidarios eluden un poco los apegos estrictos a las convicciones
ideológicas. Pero en todo caso será otro elemento a tener en cuenta para
poner la lupa sobre la tan extendida opinión de identificar a la oposición
como una sola, homogénea, cuyo único propósito es trabajar mancomunadamente
en contra del Gobierno. Tal percepción es, cuanto menos, ingenua.
La Argentina del Gobierno Dividido, como se conoce a la situación en donde
el Gobierno es de un signo político y el Congreso de otro, es una situación
nueva para el kirchnerismo. No para la Argentina, que ya cuenta con casos
similares: Alfonsín y Menem tuvieron enfrente a una oposición aglomerada,
que se sabía alternativa de poder. En esta oportunidad, la oposición no solo
está fragmentada, sino que ninguna de sus máximas figuras logra sacar una
ventaja determinante sobre sus competidores. Por momentos pareciera que
algún gesto efectista de alguno de ellos incrementa su índice de popularidad
(como por ejemplo, el voto no positivo), pero no hay nada garantizado con
tanto camino por recorrer y lo que hoy se traduce como ferviente apoyo
popular (ayudado por la promoción de algunos medios de comunicación que
buscan instalar sus candidatos) puede el día de mañana quedar en la nada.
¿Es hoy Macri un candidato tan presidenciable como hace meses atrás después
del escándalo de las escuchas telefónicas?
Esta situación de fragmentación fue disfrutada por los gobiernos
kirchneristas en sus años de gran popularidad, hasta que la batalla perdida
por la 125 colocara a la mayoría de la heterogénea opinión pública del “otro
lado”, unida en contra del gobierno y toda iniciativa que viniera de él. Si
bien el núcleo duro del kirchnerismo no se desintegró, ya no alcanza para
ganar una elección. De allí el impulso a medidas de tipo estructural, como
la asignación universal por hijo o la ley de Servicios de Comunicación
Audiovisual. Y por eso, también, las iniciativas que buscan forzar cambios
en la representación sindical. La foto del otrora poderoso José Zanola
cubriéndose las esposas, la mirada no casual de Oyarbide a Moyano y la
presión de la CTA para conseguir el prometido reconocimiento estatal,
debieran entenderse como un compendio de iniciativas que demuestran un
cambio de estrategia dentro de la coalición k.
* Licenciado en Ciencia Política
atrinelli@hotmail.com
Montaje: Crítica Digital