Disputas nuevas, problemas viejos

Por Arturo Trinelli*

Carta Orgánica versus Constitución Nacional. DNU versus sesión legislativa extraordinaria. Redrado versus Gobierno. Polémicas varias que esconden el debate de fondo sobre la medida que quiere llevar adelante el Ejecutivo y que opacan la discusión sobre cuán efectiva es, los alcances técnicos y las ventajas de encarar los pagos con reservas del Banco Central. Así, una decisión que permitiría bajar las tasas de interés, alfombraría la reapertura del canje de deuda con los llamados holdouts (acreedores que no aceptaron la reestructuración de pasivos públicos completada a principios de 2005) y facilitaría la reinserción de la Argentina en los mercados internacionales de capital, para que pudiese endeudarse a tasas de interés más bajas (en lo posible de un solo dígito), se pierde en las disputas entre funcionarios públicos y su apego a los cargos más que a los proyectos.

Hay dos cuestiones fundamentales que se desprenden de este nuevo conflicto. Por supuesto que están las más previsibles que contribuyen a fomentar la sensación de histeria colectiva que sobrevuela cada decisión política en la Argentina, donde los debates y la puesta en común de iniciativas que presenten proyectos sustentables a mediano plazo, brillan por su ausencia. De este modo, el riesgo-país sube, las acciones y los bonos caen, se embargan las cuentas del Central en Estados Unidos y reflota la preocupación de la oposición por la institucionalidad.

Pero también se pueden observar otros efectos: por un lado, la extraña capacidad que tiene el Gobierno para propiciar la escalada de un conflicto que lo desgasta y opaca lo razonable de una medida como la que se está proponiendo. La permanente ideologización que se invoca, calificando de derecha o “pro establishment” a funcionarios que acompañaron la gestión durante más tiempo que, incluso, los más fervientes ultrakirchneristas actuales, no hace más que tornar inverosímil tal calificación y alimentar los argumentos de una oposición cuyos únicos puntos en común parecen ser las críticas al gobierno, pero que ni siquiera han podido capitalizar políticamente el retroceso del kirchnerismo en las legislativas del 28 de junio para tener una agenda propia. Nadie se vuelve de derecha de un día para el otro, en todo caso es necesario revisar aliados y evaluar antecedentes, además de mejorar la comunicación política hacia adentro y afuera, más si se convoca a gente de procedencias políticas distintas.

Un gobierno sin clase media

Esta medida que la polémica mediática disfraza de peleas individuales, no tiene el mismo efecto hoy que cuando el kirchnerismo gozaba de mayor popularidad. Sin dudas, otra hubiera sido la suerte del Fondo del Bicentenario de haberse impulsado hace unos años. Hoy en cambio corre la suerte de transformarse, como declaró el ex Presidente Kirchner, en una especie de resolución 126. Como consecuencia del estilo decisionista que impregna en su administración, el gobierno de CFK transita inexorablemente a un divorcio sin remedio de la clase media. Su apoyo es fundamental, pues la manera en que juzgue el desempeño de un gobierno terminará por disciplinar vertical y horizontalmente a la sociedad civil en su conjunto. Por eso encontramos opiniones críticas al Gobierno en sectores populares que tal vez fueron los más beneficiados por medidas puntuales que esta administración ha tomado, y sus preocupaciones y demandas pasan a ser las mismas que la de aquellos que históricamente tuvieron más y mejor acceso al consumo que ellos.

Este disciplinamiento que genera la clase media, refrendada y alimentada por algunos medios de prensa que la reflejan y promocionan, mantienen atrapado al Gobierno en una crisis de legitimidad y perdida de popularidad que opacan lo eficientes que han sido algunas de sus resoluciones. Todo se transforma en una penosa bola de desgaste que produce, además, el distanciamiento de dirigentes que buscan nuevos horizontes que los amparen políticamente. Dirigentes que posiblemente tienen más recorrido kirchnerista que opositor, pero que solo por el hecho de revelarse ante el “avallasamiento” del gobierno son confinados a los más altos stándares de honorabilidad, prudencia y estima, sin pagar ningún costo por ese pasado que ahora atacan. Si Julio Cobos, por poner nombres propios, es un oportunista de la política, los Kirchner se empecinan en crearle oportunidades.

Falta de solución política

Otro efecto colateral del conflicto invita a una reflexión más profunda que nos sitúe por encima de este caso en particular. Martín Redrado y su presentación en la Justicia con el objetivo de no ceder ante el pedido de renuncia de la presidenta Cristina Fernández vuelve a marcar, además de la discusión sobre quién controla el rumbo de la política económica del país, y un nuevo desafío a la investidura presidencial (que en un sistema presidencialista define los grandes lineamientos políticos de un país) la imposibilidad de la política de resolver problemas de manera política. Cuando las soluciones no se encuentran se apela a la justicia como instancia superadora, con fallos que vienen a resolver judicialmente las disputas, pero no encuentran una solución política a los conflictos.

En este sentido, el fallo de la jueza María José Sarmiento le ha permitido a Redrado conservar su lugar como Director del Banco Central. Pero ¿resuelve el problema político de cómo afrontar los pagos de la deuda? ¿Hasta dónde debe (y puede) la política consignar soluciones a problemas políticos y que son producto de la notable capacidad que existe para oponerse a un gobierno debilitado y con escaso apoyo? En definitiva, una resolución judicial no califica políticamente el desempeño del Presidente del Banco Central, cuya función, por más que se la califique de técnica, no se puede entender disociada del proyecto económico al que accedió para formar parte.

En cualquier caso, cabe observar que la solución en forma más lenta o rápida se encontrará dentro del ámbito institucional, la economía no se romperá y el país afrontará un nuevo año alejado de los presagios apocalípticos de hace unos meses, pese al excesivo temor y preocupación por las formas.

* Licenciado en Ciencia Política (UBA)

Ilustración: Mariano Utin | www.utinhumor.blogspot.com

 

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