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Periodistas
y Cagatintas
Por Dante López Foresi
"El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos.
Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país
alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza.(...) Porque los
medios de información y la difusión de ideas están gobernadas, como los
precios en el mercado y son también mercaderías. La prensa nos dice todos
los días que su libertad es imprescindible para el desarrollo de la sociedad
humana, y nos propone sus beneficios por oposición a los sistemas que la
restringen por medio del estatismo. Pero nos oculta la naturaleza de esa
libertad, tan restrictiva como la del estado, aunque más hipócrita, porque
le libre acceso a las fuentes de información no implica la libre discusión,
ni la honesta difusión, ya que ese libre acceso se condiciona a los
intereses de los grupos dominantes que dan la versión y la difunden."
Arturo Jauretche
(EL VIGÍA)- El periodismo es eminentemente un servicio social. Y cada
periodista, un trabajador que presta el servicio de transmitir la palabra.
Cuando la gente reconoce la labor de un periodista, generalmente le agradece
"por decir la verdad". Si bien cada verdad es relativa y tiene más que ver
con la subjetividad del que escribe y de quien lee o escucha, todos sabemos
que existen varios condicionantes para la labor de un periodista y que el
sentido común es que generalmente hace sólidos los argumentos que se
esgrimen como "verdad".
Hace pocas horas, recibimos un adjetivo descalificativo por parte del
Secretario de Redacción del Diario Clarín, luego de que publicáramos la
Carta Abierta a los periodistas de ese grupo mediático, elaborada por Faro
de la Comunicación. Osvaldo Pepe sólo se limitó a denostarnos con un
lacónico "son patéticos muchachos". Luego de nuestra respuesta, reconociendo
en él a un empleado genuflexo del Grupo, Pepe nos envió un segundo mensaje
"explicando" que él votó a Néstor Kirchner dos veces (2003-2005) y a
Cristina una vez (suponemos que en 2007) y que "luego del 28 de junio de
2009" se hizo opositor, casualmente cuando se trataba en el Congreso la Ley
de Servicios Audiovisuales. Recordamos que estamos hablando del Secretario
de Redacción del Gran Diario Argentino, nada menos.
Nuestra respuesta fue preguntarle qué hizo, siendo un defensor de la libre
expresión como juró ser, cuando censuraron en su empresa a los periodistas
Liliana López Foresi, Pablo Llonto y Ana Alé, entre otros. No obtuvimos
respuesta. Pero el trasfondo de la cuestión es lo que nos preocupa. Un
amigo, de absoluta buena fe, nos llamó la atención diciéndonos que "están
haciéndonos pelear entre nosotros y eso le hace mal a la prensa". No
coincido en absoluto.
Porque quienes bastardean el oficio construyendo mentiras y ocultamientos
cotidianamente, desprestigian al conjunto de la prensa. Así como en la
década del 70 y hasta 1982 despreciamos públicamente a sujetos como José
Gómez Fuentes, que escupía desde la pantalla de la televisión pública que
"vamos ganando" la Guerra por Malvinas y que los argentinos "somos derechos
y humanos", también debemos denunciar a quienes protegen intereses
corporativos malversando la palabra diariamente para socavar los cimientos
de un gobierno constitucional.
No se trata de coincidir o no con el gobierno kirchnerista, ni de votar o no
a tal o cual candidato, como intentó justificarse el Secretario de Redacción
de Clarín, sino del modo en que los periodistas del Grupo Clarín se
autocondicionan acomodando sus ideologías a las presiones cotidianas que
reciben por parte de sus superiores desde la sanción de la Ley de Medios,
para construir una realidad ficticia, inundada de temor, espanto, descrédito
y desestabilización.
Poco importa cada tema puntual y las simpatías o no que los periodistas
individualmente podamos tener con el gobierno o con Ernestina Herrera de
Noble. Lo relevante, es el modo en que justificamos nuestros ingresos y
acomodamos nuestros principios a las conveniencias de quienes representan
otros intereses, horadando el sentido profundo que la palabra debe tener en
la sociedad.
Quien firma esta nota, renunció a su relación de dependencia con Radio del
Plata en 1995, poco después de que esa emisora fue comprada por el Diario La
Nación y la libertad de la cual gozábamos quienes allí trabajábamos se
convirtió en cenizas. Y les aseguro que se puede sobrevivir y que no existe
placer mayor que elegir uno mismo desde su criterio, las noticias que debe
publicar y el modo de realizar los tratamientos periodísticos, sin intereses
económicos o políticos que condicionen la palabra.
Así como es deleznable la difusión oficialista sin crítica alguna, lo es más
aún la transmisión insoportablemente negativa de noticias que sólo apunten a
socavar la estabilidad de un gobierno constitucional únicamente para
defender los intereses de grupos económicos que decidieron invertir sus
fortunas en medios de comunicación.
Por eso, hacemos nuestro el pedido de Faro de la Comunicación a los
periodistas de Clarín: no existe la "obediencia debida" periodística. Si aún
resta algo de dignidad en sus almas, siempre tienen la posibilidad de
renunciar y construir su propia fuente de trabajo, como lo hicimos la
mayoría de los periodistas argentinos, con el único fin de disfrutar de
nuestros aciertos y de nuestros errores cotidianos y de poder mirar a
nuestros hijos a los ojos. ¡Ojo! Nadie dice que deban pensar como
oficialistas, si es que son opositores por convicción. Lo que señalamos es
que no son libres para desplegar sus principios, y allí radica la estafa
moral cotidiana que cometen contra toda la sociedad y contra el periodismo
como oficio.
Hay casos perdidos. Debemos reconocerlo. Las dignidades de hombres como
Eduardo Van Der Kooy, Joaquín Morales Solá, Edgardo Alfano, Gustavo
Silvestre, Marcelo Bonelli, Luis Majul, Mónica Gutiérrez o el citado Osvaldo
Pepe (salvando las enormes distancias con dichos "Nobles" escribas, que él
mismo no soporta)...que en paz descansen. Pero aún existen profesionales en
Clarín, en el canal de De Narváez, en el Canal de Alberto Pierri, en la
Televisión Pública y en cada rincón del país, que aún están a tiempo de
prestar el servicio social del periodismo con convicción y coraje, sin
aceptar sometimientos de ningún tipo ¿O acaso alguien piensa que los
centenares de periodistas que trabajan en los medios opositores son todos
antikirchneristas y actúan por convicción?
Hoy, el periodismo oficialista está a la defensiva ante tanto ataque de los
monopolios, y por eso merece nuestra solidaridad y muchas veces intentamos
proteger desde nuestras páginas a la imagen de la Presidente de la Nación. Y
además, en muchas circunstancias lo hacemos por convicción. Nos sería mucho
más sencillo y redituable ponernos en la fila de los detractores y publicar
que Julio Cobos es un estadista, cuando no es más que una ameba política
nacida bajo la falda de Cristina, que le está haciendo un daño irreparable a
las instituciones al manosear la Vicepresidencia para construir
mezquinamente su proyecto personal. Al menos esa es nuestra opinión, lo que
no significa que deba ser la verdad absoluta.
Pero no nos confundamos. Nuestro lugar como periodistas no está del lado del
oficialismo y menos del lado de los monopolios que, indignados por las
pérdidas multimillonarias que les ocasionará la sanción de la Ley de Medios,
utilizan a sus periodistas para crear un clima de desánimo, temor y mal
humor en la sociedad. Nuestro lugar está del lado de la verdad construida
desde la buena fe. Aunque nos equivoquemos en nuestros juicios de valor. La
relativa verdad por la que tantos argentinos dejaron la vida, incluido
Rodolfo Walsh.
Fuente: www.agenciaelvigia.com.ar