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Carlitos
Balá periodista
Por Teodoro Boot
Hace un par de siglos, en uno de los programas televisivos de Carlos Balá había
un sketch repetido hasta el cansancio en el que el cómico relataba una anécdota
generalmente sobre una personalidad famosa, que solía ser una estupidez, un
suceso vulgar y corriente. Ante esto, luego de un acusado silencio, su
interlocutor preguntaba:
–¿Y la anécdota? ¿Cuál es la anécdota?
–¡Esa es la aneda! –se sorprendía e indignaba Balá.
El martes 2 de febrero, la primera plana de Clarín, en un cuerpo catástrofe que
no usó para anunciar “Terremoto en Haití”, proclamaba: “El gobierno admitió que
Kirchner compró 2 millones de dólares”.
Los transeúntes, no ya los lectores del diario, porque esa primera plana tenía
la visibilidad de un cartelón publicitario, no tienen por qué ser expertos muy
informados. Son ciudadanos que trabajan de otras cosas, dedican su tiempo a
otros menesteres. De todas maneras debían conservar en sus memorias lo que la
semana pasada Clarín decía y que el abogado de Martín Redrado desmintió: que
Redrado había advertido que revelaría los nombres de los “allegados al poder que
compraron dólares”.
A pesar de los cotidianos esfuerzos de los grandes medios de comunicación, las
personas de este país todavía conservan alguna capacidad deductiva, de
relacionar un suceso con otro. En este sentido, una sencillísima operación
lógica permitía concluir que el secreto que Redrado iba a revelar y al final
reveló era ése: que Kirchner había comprado 2 millones de dólares. Un notición
¿verdad?
Lástima que se trate de una transacción del mes de octubre del 2008 que el
matrimonio Kirchner, sin advertir ni amenazar a nadie, reveló en su declaración
de bienes de ese año, y que en su momento provocó las consabidas indignaciones y
las correspondientes denuncias por enriquecimiento ilícito, seguidas del
oportuno proceso… y la reciente absolución de los acusados, que lograron
demostrar que su patrimonio corresponde a la valorización inmobiliaria de las
propiedades que adquirieron hace más de veinte años. Entonces, ¿ésa es la aneda?
El minué de la indignación
Tal vez el transeúnte lo ignore, pero todos los periodistas y dirigentes
políticos saben que la del ex presidente fue una operación legal, autorizada a
cualquiera que, primero, tenga el dinero suficiente, luego, pueda demostrar su
procedencia y por último, la realice siguiendo los pasos que la ley indica para
la compra de divisas.
Impedidos de judicializar la “noticia” de Clarín puesto que Néstor Kirchner ya
fue procesado y absuelto por exactamente ese mismo hecho que Clarín revela con
una demora diez veces mayor a la que tardó en llegar a las Indias la noticia de
la invasión napoleónica a la metrópoli, “periodistas” y políticos opositores
dieron a moralizarla. Es así que desde republicanos impolutos a ex actrices
provectas, de indignadas señoras de su casa a sujetos patibularios con
prontuarios más frondosos que el del Gordo Valor (mis disculpas a Valor por
mezclarlo con esta clase de gente) volvieron a hacer cola para atragantarse
denunciando la falta de ética del señor Kirchner: una persona en su posición (un
primero damo, digamos) debería abstenerse de realizar operaciones en divisas.
¿Qué clase de operaciones estaría éticamente autorizado a realizar un primer
damo? No digan que en ninguna, porque el dinero siempre se pone en algún lado y
no sólo es desaconsejable meterlo en el colchón sino que atenta contra el
sistema financiero y por ende, puede poner en riesgo al aparato productivo y
hasta al mismísimo sistema capitalista. Además, dos millones de dólares deben
abultar demasiado.
Entre las cosas que no alcanzará hacer como Perón, Néstor Kirchner jamás podrá
decir: “¿Y quién vio alguna vez un dólar, eh?”
Y parece que ahí está el problema, en el monto, en tan enorme cantidad de
guita.Pero resulta que es todavía más. Resulta que son cinco millones… según se
desprende de la correspondiente declaración de bienes que Néstor y Cristina
Kirchner realizaron hace ya más de un año, y que es pública y que Clarín demoró
más que etcétera etcétera.
Desventuras de un primer damo
Pero no hemos contestado al interrogante: ¿qué operaciones financieras está
éticamente autorizado a realizar un primer damo? Ya vimos el riesgo de no
realizar ninguna, así que ¿poner el dinero en un plazo fijo? Si Néstor Kirchner
hubiera colocado ese dinero en plazos fijos mensuales renovables
automáticamente, sin molestarse en concurrir periódicamente al banco habría
ganado un 5 por ciento más que habiendo comprado dólares. Y de haber comprado
bodenes… ¡un 75 por ciento más! Puesto a inversionista, el primer damo es
bastante tronco, porque podría haber ganado una buena cantidad de dólares. O no
se ocupa lo suficiente, capaz que por tener la cabeza en otras cosas. Como sea,
si hubiese invertido en bodenes se lo criticaría más, y capaz que hasta se
podría hablar de ética y moral con algún sentido, porque el primer damo habría
hecho un muy buen negocio gracias a una política económica y cambiaria que
depende de las decisiones de su esposa y colega en la sociedad matrimonial.
Los dólares en cambio no se valorizaron lo suficiente gracias a la “devaluación
administrada” por la que ha optado el gobierno a contramano del reclamo
generalizado de los exportadores, que son la crème de la crème de la industria y
la producción agropecuaria, para quienes hace rato el dólar debería haber
superado los 5 pesos.
Uno de los efectos de la “devaluación administrada” es mitigar y en el mejor de
los casos evitar los estragos que toda devaluación –a veces imprescindible para
mantener la competitividad productiva– provoca en la capacidad adquisitiva del
salario. El otro de los efectos, el efecto indeseado, el “daño colateral”, por
así decirlo, es hacerle perder un montón de dinero a nuestro primer damo. Pero
si el argumento de opositores y “periodistas” apunta a la esfera de la moralidad
ya que no puede hacer centro en la ilegalidad, en las entrelíneas se sugiere
(jamás se expresaría, válgame Dios) lo que desde un principio hace ruido en el
sentido común popular: “¿Está bien que un ex presidente tenga tanto dinero?”
A despertar esa inquietud, ese reconcomio del sentido común, apunta la “noticia”
de Clarín, porque hasta los “periodistas” de Clarín saben que dar una noticia
con dos años de demora es más propio de Félix Luna que de Jacobo Timmerman.
El sentido común responde que no, que no está bien y eso llena de gozo desde
Clarín en pleno hasta a la actriz provecta, que tiene diez veces ese patrimonio.
El sentido común no se pregunta (porque aunque incompleta, la ardua gesta de los
grandes medios en pos de pulverizar las máquinas de pensar de los argentinos, ha
sido exitosa), el sentido común, decíamos, no se pregunta por qué provoca
cosquilleos que Néstor Kirchner tenga un patrimonio, ya dijimos, no de 2 sino de
5 millones de dólares y a la vez se festeja que De Narváez declare ante las
cámaras de TV tener más de 50 millones. Que De Narváez sea un imbécil no lo
justifica, ya que no se dedica a la tontería explícita como otros millonarios
imbéciles sino a la tontería parlamentaria. Vale decir que en el plano de la
política lo que lo separa de Kirchner es el jamás haber ganado una elección por
algún cargo ejecutivo. Al sentido común parece no molestarle que tan sólo la
residencia en Barrio Parque de Mauricio Macri cueste más que todos los bienes
declarados por Kirchner. Pero ¿de qué manera puede beneficiar a Macri el que
Kirchner haya hecho el dinero por las suyas y el joven Maurizio manoteándolo del
cajón del escritorio paterno?
No parece ser un mérito.
Se podría decir que mientras uno es un político profesional y millonario
aficionado, los otros son millonarios profesionales y políticos aficionados, lo
que en el caso de Macri es una lamentable evidencia cotidiana y en el de De
Narváez se revela en su inanidad legislativa. Sin embargo, basta repasar las
declaraciones de bienes de, por ejemplo, los honorables senadores nacionales
para comprobar que casi ninguno posee un patrimonio que baje de los 2 o 3
millones de dólares.
¿Por qué entonces lo que en uno provoca escándalo en los otros es visto con
naturalidad? ¿Se debe a la manipulación mediática? ¿Hay algo más que eso? Si uno
creyera que a Néstor Kirchner se le reclama, se exige más que a los otros porque
se espera más de él, guardaría alguna esperanza respecto al futuro de nuestro
país. Cabría la posibilidad de que, tal vez, al sentido común popular se le dé
por hacer silogismos sucesivos a través de los que ponga en cuestión no sólo lo
que el poder informativo pretende que cuestione sino que avance por sí mismo a
cuestionar lo que cuidadosamente se le oculta. Cabría, tal vez…
Ya lo dijo Luisito
El señor Luis Barrionuevo posee una aguzada conciencia de clase. No se sabe de
cuál, pero tener, tiene. ¡Y cómo! Lo revela con mucha claridad su deslumbrante
definición: “En este país nadie se hace rico trabajando”.
Debió abstener se la aclaración “en este país”, porque en ninguna parte nadie se
hace rico trabajando, pero es injusto reclamarle un pensamiento ecuménico. Luis
Barrionuevo no es un filósofo sino un trabajador/gremialista/empresario (multiple
choice) con una aguzada conciencia de clase que sabe, positivamente, que un
trabajador jamás podrá hacerse rico con el fruto de su trabajo. Podrá vivir,
según los casos y los momentos y por lo general sometido a factores ajenos a su
voluntad, podrá tener una casa, auto, algún ahorro, educar y ayudar a sus hijos
a “hacerse una posición”, pero ¿hacerse rico? ¿Construir el rancho en Barrio
Parque? ¿Comprar dos millones de dólares? ¿Veranear en mansiones tan
obscenamente ofensivas como las que en Punta del Este exhiben la señora de Noble
o la señora Legrand? ¿Comprarse un canal de televisión para promover su
candidatura a diputado?
No, eso un trabajador jamás podrá hacerlo con el fruto de su trabajo. La riqueza
individual no proviene del trabajo. La riqueza que el trabajo produce es social,
no individual. La riqueza individual se origina en la estafa, el robo, la
extorsión, el engaño, la sustracción, el abuso o la explotación, que vienen a
ser los nombres sin eufemismos de los actos centrales de las distintas fases
productivas del sistema capitalista. Y también, como dice el chiste, se puede
hacer una pequeña fortuna despilfarrando una enorme fortuna heredada. Pero por
dónde se mire la cosa, no es posible enriquecerse tan sólo trabajando, sin
introducirse en alguna de las arriba descritas operaciones del capitalismo. Es
que esa imposibilidad está en la base misma del sistema en el que nos
desenvolvemos y en el que seguiremos hasta vaya uno a saber cuándo: puesto que
el capital resulta imprescindible, es en consecuencia imprescindible que pocos
se apropien (ya más arriba se indicaron las diversas formas de llevar a cabo
este proceso) de la riqueza social que producen muchos.
La riqueza así acumulada, se invierte en la mansión de Punta del Este y en el
mágico capital que permite a la mayoría seguir trabajando y a la minoría seguir
apropiándose de la riqueza producida para comprar el yate que lleva a Punta del
Este y crear más capital. Se forma así el círculo virtuoso del capitalismo,
creado a partir de la sustracción de pequeñas riquezas que de otro modo se
desperdiciarían en pizza, cerveza, camisetas de Boca o lo que fuere en lo que
los trabajadores gastarían su cuota parte de riqueza social.
Eso es lo que el sentido común imperante indica y el sentido común popular sigue
y ha seguido (aunque con oscilaciones) a lo largo de la historia. Mi sentido
común personal mira para otro lado y me sugiere otra cosa. Me sugiere que la
pobreza es consecuencia de la riqueza. Y viceversa. La pobreza ofende y hiere.
De igual modo, hiere y ofende la riqueza. Toda riqueza, de cualquier clase y de
quien sea: en algún momento del proceso, de alguna manera, toda fortuna –y
cualquier fortuna– se originó o bien en la estafa o en el robo, la extorsión, el
engaño, la sustracción, el abuso o la explotación. Toda riqueza ofende y hiere
porque la simultánea pobreza que hiere y ofende, es la condición de existencia
de esa riqueza.
¿Nos vamos a escandalizar por 2 millones de dólares? Si vamos a hacerlo y no
queremos ser unos pavotes de antología, escandalicémonos en todos los casos, no
porque sean de Kirchner y no de Cristiano Ratazzi, Biolcatti, Werstein, Méndez,
Macri, Pérez Companc, Ernestina Herrera o Mirta Legrand, Tinelli, De Narváez,
Fort, Susana Giménez u otros subnormales de la farándula.
Y sino, no.
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