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Peronismo
vs. Peronismo
Por Arturo Trinelli*
A más de un año de la resolución 125 y un largo camino recorrido desde las
elecciones del 28 de junio, el kirchnerismo no acusó recibo de un destino
casi obligado al aislamiento, la atomización y el declive. Por el contrario,
puso en cuestión la mayoría de los análisis que por esa fecha se hacían,
vaticinando sobre su suerte con pronósticos que, incluso, lo daban por
muerto antes de completar el mandato. Hoy, el kirchnerismo sigue adelante,
con todas sus contradicciones y limitaciones, pero dispuesto a conducir el
PJ y terminar el mandato de CFK con capacidad como para imponer la agenda
política y continuar con elementos fundamentales de su gestión, como han
sido, entre otras, las políticas de desendeudamiento y reindustrialización
con inclusión social, en donde el éxito de la recaudación fiscal ha sido
clave para mantener altos estándares de gasto público. Los números han sido
más generosos con Néstor Kirchner que lo que vienen siendo con Cristina
Fernández, es cierto, pero ambos gobiernos han impuesto una continuidad en
ese sentido.
Por lo tanto, con un kirchnerismo todavía en pie, es interesante comenzar a
analizar posibles candidaturas para las elecciones del año que viene, pese a
que a algunos dirigentes les moleste lanzar su nombre con tanta antelación,
acaso pensando que tal circunstancia les restaría puntos ante una campaña
que se supone siempre desgastante y crispada. Los tiempos de la política
suelen ser vertiginosos y la sensibilidad de los medios de comunicación,
como siempre, es un factor de peso para posicionar ciertos candidatos por
sobre otros. Así, cada candidato evaluará con detenimiento su desempeño y
repercusión en el humor popular, tan proclive a oscilar en un péndulo que
prioriza la estabilidad económica y la seguridad laboral. La otra seguridad,
la física, constituye una demanda importante de la clase media, que tiene la
capacidad para anteponer sus reclamos y colocarlos como ejes de preocupación
de “la gente” y tema de discusión en los debates de campaña de los
candidatos.
Nuevo escenario. En primer lugar, la tentación de analizar posibles
candidatos impone imaginar un nuevo escenario político a partir de la Ley de
Reforma Política sancionada a fines del año pasado, que obliga a quienes
aspiren a la presidencia a someterse a un proceso de elecciones primarias,
simultáneas, abiertas y obligatorias, y además el partido debe obtener un
piso mínimo de votos, estipulado en 1.5 % del padrón. Así, teniendo que
prestar especial atención al desenvolvimiento de los partidos, la política
busca recuperar el protagonismo cedido en los últimos años al show mediático
que ironizaba sobre los dirigentes pero que al mismo tiempo constituía un
elemento de consideración a la hora de evaluar impactos en la opinión
pública, sobretodo en campañas electorales.
La UCR se encuentra en pleno debate respecto de qué figura promover a la
candidatura. En estos días se habrían encargado encuestas que le otorgan una
mejor medición a Ricardo Alfonsín por sobre Cobos, pese al celoso silencio
que sostienen sus principales dirigentes para evitar dar nombres antes de
tiempo. Curioso el caso del vicepresidente, que pasó de ser expulsado del
partido cuando decidió alinearse con el kirchnerismo, a una reconciliación
fugaz luego de su votación por las retenciones móviles, aunque ahora
pareciera transitar un nuevo divorcio con la UCR luego de haber votado a
favor de la remoción de Redrado en la Comisión Bicameral, constituida a los
efectos de evaluar el desempeño del ex Presidente del Banco Central. Por lo
tanto, aún no está claro si Cobos iría como candidato radical o debería
formar una coalición o alianza que lo respalde. Da la sensación que su
condición de opositor al gobierno (del que forma parte) generó un impacto en
la opinión pública, tan positivo como fugaz, y hoy sus acciones se
encuentran en baja. En política nada es para siempre y es difícil sostener
una imagen positiva por mucho tiempo, más aún si se incurren en
contradicciones tan grandes como las del vicepresidente.
Dentro de lo que es el arco opositor, es difícil imaginar un escenario que
no tenga a Elisa Carrió y Mauricio Macri como protagonistas. Ambos han
intentado un acercamiento, sobre todo del lado de la líder de la Coalición
Cívica, pero sus críticas a la figura de Mauricio y su padre hicieron mecha
en el entorno del ex presidente de Boca, más allá de que hoy luzcan lejanas.
Con todo, pareciera que los problemas de gestión de Macri en la Ciudad le
han restado en su anhelo presidencial, y es poco probable un posicionamiento
a nivel nacional mostrando como únicos logros el bacheo de calles y
colocación de rejas en las plazas de la Ciudad, luego de los escándalos del
espionaje telefónico y las apologías militares de su ex Ministro de
Educación. En el caso de Carrió, su conocida dispersión y ambivalencia
suelen surtir más efecto en el juego de oposición por oposición misma, pero
generan un virtual interrogante sobre cómo sería eso de gobernar un país
imaginando escenarios apocalípticos y teniendo que ser la cabeza de una
administración a nivel nacional.
De lo expuesto, el análisis más interesante será el que se pueda hacer al
interior del peronismo. Solá, el ya lanzado Duhalde, Reutemann y De Narváez
(si la Constitución se lo permite, para lo cual ya ha hecho consultas en la
Corte Suprema previendo alguna modificación que le permita presentarse) ante
Kirchner, quien de conseguir llegar a las internas como Presidente del PJ,
es muy probable que pueda ser nuevamente candidato. No es éste un detalle
menor: podría existir el caso, de darse curso a la candidatura de De
Narváez, de un peronismo albergando en su seno al kirchnerismo y al más
importante antikirchnerismo. Luego de su triunfo en las legislativas del año
pasado, un resquicio legal que le permitiera a De Narváez ser candidato lo
ubicaría como el único dirigente capaz de reunir en su persona
antioficialismo y anclaje en los sectores populares de la provincia de
Buenos Aires. Si a eso se le suma su perfil mediático, construído desde su
condición de empresario de medios de comunicación más que por carisma o
capacidad, el combo hace de De Narváez un candidato de temer para el
kirchnerismo.
Partidos tradicionales, actores principales. Esta circunstancia haría
cambiar el eje del debate: ya no sería el peronismo compitiendo
electoralmente contra la oposición, que ha dejado pasar más de una
oportunidad sin conseguir aprovechar los momentos de debilidad del
kirchnerismo para posicionarse y evitar su atomización. Por el contrario, el
foco de atención pasaría a ser solamente el peronismo con sus candidatos
disputándose una elección general, es decir, una interna peronista cuyo
vencedor sería el próximo presidente. Esta interna informal, seguida de la
obligada por la Ley, colocaría en disputa electoral a dos candidatos que se
reconocen como peronistas pero cuyos orígenes, objetivos y pensamiento son
casi irreconciliables en temas sensibles como el rol del Estado, el lugar de
lo público y lo privado, modo de acumulación, etc.
Esto arroja dos conclusiones finales: por un lado, la certeza de que la
política sigue teniendo como actores principales a los partidos
tradicionales. Si bien elecciones en los últimos años muestran a candidatos
inmersos en coaliciones o frentes amplios que dejen de lado la rigidez
partidaria, consumada la elección y los fines electorales, dichas alianzas
terminan siendo inestables y los candidatos se vuelven a refugiar en el
partido, en un intento por volver a las fuentes. De la Rúa, Kirchner y
Cristina Fernández se impusieron en elecciones presidenciales sin apego al
sello partidario. Y si bien el caso de la Alianza fue traumático, el Frente
para la Victoria perdió peso en el tiempo y la pretensión de Kirchner por
conducir el PJ demuestra un objetivo por disciplinar al partido en torno a
su figura.
Por otro lado, teniendo como posibles adversarios dos dirigentes tan
distintos como Kirchner y De Narváez dentro del mismo partido, de extracción
y trayectoria tan diferentes, cabe preguntarse qué es el peronismo.
Sin
dudas, se trata de uno de los fenómenos políticos más difíciles de
comprender. ¿Un movimiento de reivindicación de los desposeídos? ¿Un partido
político estructurado sobre la base de conceptos teóricos contradictorios?
¿Una estrategia de acceso al poder? ¿Una utopía nacionalista? Quizás lo
sorprendente del fenómeno peronista sea que consigue encuadrarse
parcialmente en todas estas preguntas, y a la vez, en ninguna de ellas en
forma completa. La discusión sobre neoliberalismo y progresismo, sobre
derechas e izquierdas (que representan ambos posibles candidatos), queda así
expuesta sin que el peronismo pueda, por ahora, dar una respuesta.
* Licenciado en Ciencia Política (UBA)