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Amortiguadores
Por Jorge Zabalza*
Un ex-guerrillero tupamaro se colocará la misma banda presidencial que antes
lucieron tantos prohombres del sistema, un hecho insólito realmente, con
múltiples repercusiones, pues, por supuesto, significa una cosa para el
pueblo asalariado que votó masivamente al Frente Amplio y otra, muy
diferente, para los sectores que manejan la producción nacional, que sólo
excepcionalmente lo votaron. Para otros, además, a la luz de la larga
historia de la cofradía tupamara, el acontecimiento está preñado de
significaciones muy personales y emotivas. Creo que deberé extenderme mucho
más de lo permitido por los pocos medios escritos que pudieran publicar una
columna de esta índole, no escribo por consiguiente para publicar el
testimonio sino, simplemente, para lanzarlo a ese espacio donde Bill Gates
hace su negocio y vigila la mirada atenta de la CIA, pero que permite
sembrar gérmenes de herejía y escapar a panópticos y censuras criollas.
Un poco menos pobres
Hay más trabajo, comentan mis vecinos de Santa Catalina. Como sufrieron en
carne propia la crisis del 2002/2003, sin necesidad de estadísticas, de sólo
conversar en el barrio y en el ómnibus, hoy perciben que la población que
trabaja llegó al millón y medio de personas, que la tasa de desempleo
alcanzó sus mínimos históricos y el salario real se incrementó en los
últimos cinco años. Además, por otra parte, reflejan la sensación
generalizada de estar más protegidos por algunas de las leyes laborales
aprobadas en el gobierno frenteamplista, como los consejos de salarios, las
negociaciones colectivas y el fuero sindical.
“No había trabajo con Jorge Batlle, hay trabajo con Tabaré Vázquez”,
ecuación sencilla y contundente, compartida por ese 12% de montevideanos
refugiados en los asentamientos, fundamento más que suficiente del optimismo
que reina entre los trabajadores empobrecidos desde que ganó Mujica. Sin
embargo, una serie de datos y consideraciones sugieren que deberían ser más
cuidadoso a la hora del entusiasmo:
UNO: más del 70% de los trabajadores ganan menos de 4.800 pesos, suma que
les sirve para estar exonerados del IRPF, pero que no alcanza para cubrir
las necesidades elementales. Los salarios y jubilaciones actuales son
menores que los de 1997/98. Seguramente el bajo poder adquisitivo de los
salarios, sea la razón para que el 62% de los trabajadores industriales haya
sido expulsado hacia el cinturón irregular de Montevideo.
DOS: según las cifras oficiales, del millón y medio de personas que
trabajan, unos 600.000 (el 40%) lo hacen en condiciones de precariedad, ya
sea porque trabajan menos horas de las que aspiran o porque no tienen
cobertura de la seguridad social, son los que lavan parabrisas, venden en la
calle o son esclavizados por las empresas de seguridad y limpieza.
TRES: los niños no alcanzan a ser un 30% de la población del Uruguay, pero
son la mitad de la población que vive por debajo del límite de pobreza;
coletazo de lo anterior: uno de cada cinco niños ingresa a las escuelas con
problemas de talla, raquitismo o bajo coeficiente intelectual; uno de cada
cuatro escolares no termina sexto año, y uno de cada cuatro adolescentes no
hace educación secundaria. Estas cifras se mantienen estables desde los ’90,
el Uruguay es un país de viejos, pero en Uruguay la pobreza es infantil, es
decir, el futuro es pobre.
CUATRO: la tasa de desempleo no llega al 8% de la población activa del
Uruguay, pero el 22% de los jóvenes no tienen trabajo y el 40% de los que
ingresan a liceos y escuelas industriales abandonan antes de tercer año. El
Uruguay del siglo XXI discrimina a sus jóvenes, no sólo porque los hace
vivir en barrios socialmente marginados, sino porque también los ha
confinado tras las alambradas de un ghetto educativo, cultural e
intelectual.
CINCO: El Instituto Nacional de Estadísticas dice que hay 100.000 pobres y
35.000 indigentes menos que en el 2003, cifras calculadas a partir de
considerar como pobres solamente a quienes tienen ingresos menores a 4.732
pesos, falsificación intelectual muy grosera. Esas cifras no resisten el
análisis de la evolución de la pobreza en Montevideo: en el año 1999 el
16,2% de los montevideanos estaban por debajo de la mentada “línea”; en el
2004 la cifra había crecido al 32% a consecuencia de la crisis del 2002,
luego, en el 2007 disminuyó al 26,5% de la población capitalina y siguió
haciéndolo hasta hoy, pero aún así, en el 2009 los pobres eran todavía un 8%
más en 1999. Para ser exactas y sinceras, las cifras oficiales oficial
deberían decir: “la pobreza es menor que en el 2003, pero mayor que en 1998,
antes de la crisis”.
Estos cifras permiten aproximarse a las condiciones reales en que vive el
pueblo asalariado, claro que, por razones obvias ellas estarán siempre
ausentes en el discurso de la derecha, que no tiene interés en develar la
realidad social, sino sus consecuencias (inseguridad, delito), pero resulta
extraño ver como ahora han sido dejadas de lado por el discurso
frenteamplista que siempre las denunció públicamente. Es innegable que los
asalariados apoyaron electoralmente a los candidatos del Frente, pero
también es cierto que les pasa desapercibida su verdadera situación
socioeconómica y consideran un privilegio contar con laburo, aunque sea en
la precariedad absoluta, mal pagos y saliendo para el trabajo con las patas
embarradas de los barrios sólo recordados por la crónica policial.
A los ricos les va mejor que nunca...
Las cifras macroeconómicas reciben felicitaciones de los organismos
financieros internacionales y las empresas consultoras de riesgo: el PBI
anduvo por los 25.000 millones de dólares en 1998 y creció hasta alrededor
de 32.000 millones para los años móviles de fines del 2008 y comienzos del
2009. Este crecimiento es repercusión local del auge mundial del
capitalismo, arrastrado principalmente por la locomotora china, antes roja y
popular, cuya producción y consumo continúan cuesta arriba pese a la crisis
del capital especulativo. La bonanza sostuvo la demanda y los precios de los
“commodities”, fenómeno que en el Uruguay se tradujo en el crecimiento
explosivo del modelo forestal, sojero y ganadero. El Ministro de Economía
exclamó con algarabía que creció la torta, ¡al fin!, olvidando aclarar que
ese crecimiento no era sólo fruto de sus desvelos, esfuerzos e inteligencia.
Sin embargo, macroeconomía brillante no quiere decir justicia en la
redistribución del ingreso, precisamente, puede ser todo lo contrario: en el
trienio 2005, 2006, 2007 los asalariados recibieron un 20% del ingreso
nacional, mucho menos que en los años que van de 1997 a 1999, cuando en el
reparto les tocaba el 30% de la torta. El reconocido economista
frenteamplista Jorge Notaro, prestigioso investigador de la Facultad de
Ciencias Económicas, calcula que las familas asalariadas han perdido unos
1.700 millones de dólares por año en beneficio del capital. Un proceso
semejante sufrió la parte del ingreso nacional que va a los jubilados: entre
1997,98 y 99 el gasto del BPS representaba un 10% del producto, mientras que
en 2005,06 y 07 se redujo al 8%. Quiere decir que la riqueza producida es
mucho más grande que antes de la crisis del 2002, pero que alguien se está
apropiando de una parte cada vez mayor de lo que produce la sangre, sudor y
lágrimas del pueblo asalariado.
Nunca les ha ido tan bien a los ricos como ahora, reconoció en BÚSQUEDA
Eduardo Bonomi, mano derecha del nuevo presidente. Parafraseando los dichos
de un anarco amigo de Roger Rodríguez, puede afirmarse que el estilo de
repatir la torta que tiene Astori, hace que los ricos sean mucho más ricos y
los pobres sean un poco menos pobres. Con el gobierno progresista, los
dueños del Uruguay hacen buenos negocios, aumentan sus ganancias y se les
promete hasta el cansancio “estabilidad para las inversiones”, frase que en
criollo significa “mantener estable la desigualdad”, sin embargo, protestan
airadamente, pero es de puro reaccionarios, no porque tengan un motivo
claro.
La mayor riqueza de los ricos está ligada al desarrollo explosivo del modelo
“país proveedor de soja, carne y celulosa en el mercado mundial”, modelo que
no está en el programa del Frente Amplio pero es el proyecto de de país
productivo de los inversores extranjeros y que, aunque duela a los
feligreses, está protegido por la política económica del gobierno
frenteamplista. ¿No es con ese fin que se invierten fondos públicos,
financiados por el Banco Mundial, para ampliar el puerto de Montevideo y en
tender vías férreas hasta las plantaciones forestales?. El proyecto nacional
conque se llena la boca Danilo Astori queda seriamente cuestionado por la
realidad.
Son extranjeros los dueños de la producción agropecuaria, la principal
riqueza del Uruguay: 1) el frigorífico brasileño Marfrig monopoliza el 40%
de la faena uruguaya de carne, base económica del latifundio criollo; 2) el
capital brasileño (Camin SA) también controla el cultivo, acopio,
industrialización y exportación del arroz uruguayo; 3) cincuenta y cuatro
plantadores, extranjeros off course, acaparan la mitad de la producción de
soja en Uruguay: compraron tierra a mitad del precio que tiene la argentina,
acá están libres de control sobre los agrotóxicos y transgénicos y las
exportaciones (el 95% sin industrializar) no pagan ningún impuesto, es tan
buen negocio que el área sembrada se extendió de 30.000 hectáreas a medio
millón en menos de ocho años; 4) de la celulosa mejor ni hablar: la empresa
UPM instalada en la zona franca de Fray Bentos se lleva 500 millones de
dólares al año sin pagar un peso de impuestos; 5) ahora le toca el turno a
la lechería, flor de la Banda Oriental, que está siendo invadida por
capitales extrajeros de varios pelos, principalmente brasileros y
estadounidenses; 6) en el período que abarca desde el año 2000 al 2008l la
propiedad del 30% de la superficie agropecuaria del Uruguay cambió de manos,
5.081 millones de hectáreas fueron compradas y vendidas y, en su mayoría,
fueron a parar a manos extranjeras. La soberanía nacional queda bastante
maltrecha, sus heridas se abren a la vista y paciencia de todos, el silencio
consiente lo que ya han consentido presidente, ministros y parlamentarios
frenteamplistas. ¡Malinche sigue cambiando riquezas por cuentas de vidrio!.
A los ricos que están mejor que nunca no les movió un pelo la llegada de un
tupamaro a la presidencia, nadie salió corriendo espantado hacia Miami o
Madrid, los “operadores” empresariales de Mujica (López Mena, Libermann),
todo lo contrario, concurrieron en masa al acto del Conrad, Punta del Este,
pagando 100 dólares por el cubierto y el derecho a hacer una pregunta. Se
sienten seguros de Mujica, será un buena administrador general de sus
negocios y su predicamento entre las masas empobrecidas es útil para que
todo siga igual. Saben que el nuevo equipo económico implementará las mismas
políticas liberales que el Fondo Monetario Internacional recomienda hace
treinta años, y saben demasiado bien que su riqueza y su poder no están
cuestionados en lo más mínimo.
Amortiguador de primera.
Del lado de la justicia, los que el sistema excluye y condena, cuyas filas
engrosa el capital al reproducirse, un ejército sin otra salida que
liberarse del sistema, pero que, sin embargo, aunque la emancipación social
les sea necesaria para recobrar la condición humana, actualmente no ven la
necesidad de luchar por ella, los hábitos de vida precaria acumulados por
generaciones crearon la cultura de no pensar más allá de la “diaria”, es
imposible que piensen en el largo plazo, la política no es para ellos
herramienta transformadora, sino un medio para sobrevivir, como la changa,
la manga o el requeche.
Del lado de la injusticia está la clase propietaria, aunque no se sientan
amenazados, no dejan de tener una especie de temor congénito a las
revoluciones, la política para ellos es el arte de conservar sus privilegios
y su poder económico, trabajan por la “unidad de la familia ideológica” y,
para el futuro, por si las moscas, apuestan a un Piñera, un Macri o un
Sarkozy, o incluso, pensando en que la república liberal puede dejarles de
servir algún día, sueñan con la resurrección del pachecato o un golpe a la
hondureña ¡ellos sí que tienen estrategias a largo plazo!.
Ahí están, como siempre... el rico con su riqueza y el pobre con su pobreza,
el gallo rojo y el gallo negro prestos a reeditar su lucha eterna, dos
ejércitos que se miran con recelo y velan sus armas, a la espera de la lucha
final. “Amortiguación política de los conflictos sociales” fue el concepto
que don Carlos Real de Azúa usó con acierto para describrir el modo
“pacífico y pacificador” de dominación, el que introdujo el batllismo a
principios del siglo XX con el fin de postergar el choque frontal entre los
dos ejércitos. Amortiguar es una estrategia funcional al capitalismo.
En el momento de fijar el monto del salario, la clase propietaria ejerce su
poder de manera descarnada y los asalariados intentan recuperar una ínfima
parte de lo que produjeron, es precisamente en ese momento que cobra sentido
la amortiguación política, cuando los poderosos sustituyen el empleo de la
fuerza represiva por múltiples mecanismos de mediación y negociación, su
estrategia es desgastar y licuar la resistencia de los asalariados evitando
la radicalización de la lucha de clases, jamás conveniente para quienes
tienen todo que perder.
Un par de vueltas de tuerca más adelante, la historia del Uruguay Batllista
se está repitiendo en sus aspectos esenciales: para obtener el
consentimiento de las víctimas del sistema, el Uruguay Progresista ha
desarrollado los métodos más modernos de alienación política: la actuación
de los caudillos en el escenario televisivo, instrumento idóneo para
distorsionar la consciencia de los asalariados, manipular la opinión
pública, juntar votos a lo bobo y ganar elecciones sin debatir ideas y
programas. Se buscaban grandes actores políticos capaces de limar las
asperezas más insufribles, el progresismo los encontró.
El presidente ex-guerrillero es el presidente de los barrios al norte de
Avenida Italia, los resultados electorales están tan “territorializados”
como la pobreza, mis vecinos de Santa Catalina sienten que de ellos llegó a
las alturas, la impronta del recién elegido los lleva a creer que ahora
están mejor representados que antes, tal vez por eso no le exigirán que haga
revolución alguna, apenas le reclaman unos pesitos más, tal vez la tentativa
de construir viviendas y reírse con alguno de sus dichos de boliche de piso
de tabla. Mujica no disfrutará de la bonanza que gozó Tabaré Vázquez, lo
puede agarrar la réplica del terremoto mundial y, durante los dos primeros
años, deberá pagar 100 millones de dólares por día de los servicios de la
Deuda Externa, pero Danilo Astori tiene recursos para obtener fondos para
repartir, haciendo menos miserable la miseria de marginados y excluídos sin
cambiar la exclusión y marginación para nada.
Aplauden los inversores en el Conrad, los funcionarios del Banco Mundial y
el FMI, el embajador yanqui, hasta aplauden Sanguinetti, Lacalle y
Bordaberry hacieindo que uno se pregunte para que elecciones si todos tienen
idéntico proyecto nacional, pero, por sobretodo, Mujica es depositario de la
confianza política de los sectores más empobrecidos de la sociedad, todo
está dado para que sea el más eficiente amortiguador de la historia,
superando por varias cabezas a Luis Batlle y Wilson Ferreira.
El costo ético y moral.
Para que la amortiguación política funcione aceitadamente, sus gestores
deben dar garantías de las mejores relaciones con las fuerzas armadas y
policiales. Los operadores de la conciliación de clases no pueden estar en
la vereda de enfrente del aparato represivo, sujetos a espionaje y pasibles
de ser reprimidos, por eso además de sentarse a la mesa con las cámaras
empresariales y los organismos financieros internacionales, hay que
abrazarse con los uniformados de toda laya y color.
De la necesidad política de vincularse a los mandos militares y policiales,
surge la concepción de “olvido y perdón”, eje del actual pensamiento
político del progresismo con relación al terrorismo de Estado. Hubo además
quienes se encargaron de la impúdica tarea de asumir la defensa de la
impunidad, no sólo la de los “viejitos” criminales de los ´70, sino también
la de los asesinos de Morroni y Facal en Jacinto Vera. Además intentaron
impedir que fueran juzgados quienes mataron a su compinche chileno Berríos.
Entonces...¿cómo extrañarse de que, en plena democracia progresista, los
militares y policías uruguayos reprimen y violan derechos humanos en Haití y
Punta del Este, en cárceles, comisarías y esquinas de Montevideo? Son hechos
que hieren las pupilas, ni los más creyentes en la nueva religión pueden
ignorar lo que ocurre delante de sus narices. Para nosotros, sería
imperdonable callar la boca.
”El policía...detiene a una persona...porque está convencido de que está a
punto de cometer un delito”, Eduardo Bonomi deja caer esa frase en BUSQUEDA,
pretendiendo justificar los desmanes de la jueza y la policía de Maldonado.
Explica que como ministro castigará al que esté “pensando en cometer un
delito” aún antes del acto que infrije la ley, ya Mussolini había otorgado a
los jueces esa potestad, casi que divina, de juzgar las intenciones en lugar
de atenerse a los hechos, precisamente por eso les decían fascistas al Duce
y sus magistrados. Ahora se les concede idéntica potestad a esos policías
criollos que todos conocemos, con su falta de preparación en general y de
honestidad en particular...es evidente que se está dispuesto a asumir las
responsabilidades por los “errores y excesos” que puedan ocurrir.
Como no los hay a la vista, la derecha fabrica un enemigo: los delicuentes,
en particular la emprenden contra los delitos contra la propiedad y el
narcotráfico. Lo grave es que el progresismo se suba tanto al carro que
tiran por la borda principios elementales del derecho penal, si la mano dura
fuera la de Lacalle o Bordaberry se pensaría que están preparando futuras
represiones contra el pueblo, pero con este gobierno ex-guerrillero resulta
difícil ubicar el objetivo de asumir esas concepciones tan represivas y
reaccionarias. Cabe recordar que este gobierno los polícías fueron los
únicos empleados públicos que recompensados con un aumento salarial del
100%, como si se estuviera haciendo méritos con alguien.
”El sistema tiende un cerco sobre el peón o el pequeño productor rural y los
obliga a emigrar, para hacinarse en las grandes ciudades. El sistema arroja
a la desocupación a un sector en aumento de la población. Si busca
defenderse con la venta callejera, el sistema lo persigue. El sistema enseña
a robar y matar desde la televisión. A la delincuencia la crea una clase
social, pero afecta a toda la población. Para terminar con la delincuencia
hay que terminar con el sistema”, palabras de Raúl Sendic que no admiten
equívocos: en lugar de rejas y palos, terminar con el sistema.
El momento histórico lo define muy bien Raúl Zibechi: como el dominio
económico de los EEUU rueda barranca abajo, como las reservas de petróleo de
Venezuela y Brasil desalojan a Medio Oriente del primer lugar, la mira del
imperialismo apunta ahora a su patio trasero, privilegio que colocan a
América Latina en el centro de las preocupaciones político-militares del
Pentágono, la CIA y el Departamento de Estado. Honduras y Haití presagian
más agresiones “disuasivas”, más intervenciones “preventivas”...más
violencia.
En ese panorama, el ejército uruguayo está siendo uno de los discípulos
dilectos del Comando Sur del Pentágono, que premia la alcahuetería
otorgándole el cargo de segundo comandante de las tropas invasoras de Haití.
No conforme con la buena letra hecha hasta ahora, el nuevo ministro de
defensa proclama la necesidad de aumentar la cantidad de soldados uruguayos
en la “isla-portaaviones” de las fuerzas armadas yanquis, queda claro que
nos estamos sumando a la fila de niñitos buenos del continente, Colombia,
Panamá, Honduras, Perú, Méjico y Chile. El gobierno está involucrado en una
de las más fariseicas intervenciones armadas de los EEUU, comparable
solamente con la invasión imperialista a Paraguay en el siglo XIX, cuando
Venancio Flores arrastró al pueblo oriental tras los designios del imperio
británico, mancha ética y moral que el Partido Colorado jamás podrá limpiar
de su historial, bastante ensangrentado por otra parte.
“Olvido y perdón” a los torturadores y asesinos, palos a los excluídos que
duermen en las playas de Punta del Este y asociados al imperialismo en su
ofensiva sobre América Latina, el pragmatismo no ofrece límites éticos o
morales, tampoco los tienen quienes se afilian a su filosofía, por eso los
pragmáticos se tornan capaces de cualquier cosa.
Los sobrevivientes
El rasgo que caracterizó la generación de Ernesto Ché Guevara fue el
“entregar la vida por la revolución social”, profesión de fe nacida en la
lucha social en toda América Latina, determinación subjetiva previa a la
opción política por la vía armada. La teoría marxista era la misma para
todos, pero la mirada guerrillera la interpretaba a la luz de esa decisión
de poner el cuero en la estaca, mirada muy diferente a la de quienes optaron
por la lucha electoral y parlamentaria.
Cuando a los sobrevivientes de la derrota nos sacaron de los calabozos en
marzo de 1985 y se nos impuso la legalidad tutelada, aquél rasgo “entregar
la vida” quedó como suspendido en el aire, fué sustituído por la “intención
revolucionaria”, definición muy etérea, casi que inasible, pues no implicaba
otro compromiso que repetir algunas fórmulas y consignas. Como consecuencia
lógica y natural del cambio en la subjetividad, la mirada de los
sobrevivientes fue dejando de ser guerrillera y las cosas se comenzaron a
intepretar desde una óptica muy diferente, pues ya no había que poner el
cuero en la estaca.
Para dilucidar los misterios de la deriva, la clave está en esa diferencia,
una cosa fue el compromiso práctico de los ’60 y otra, totalmente distinta,
la vaguedad de un horizonte sin salas de tortura a partir de 1985. La
pérdida de Raúl Sendic dejó el barco al garete, sin ancla a la revolución,de
inmediato el derrumbe de los muros dió el golpe de gracia y abrió paso a los
elementos ideológicos, producto de la derrota, que hasta entonces se
mantenían en estado latente, el barco fue arrastrado por corrientes y
remolinos poderosos, se negó la posibilidad de hacer la lucha revolucionaria
y, como forma de diluir la propia, se hizo responsables de ella a las
generaciones venideras, el arte de lo posible se volvió arte de la no
transformación, de conformarse con lo que hay. Aceptar la changa de
amortiguadores en la lucha de clases...fue apenas un pasito más.
Ha muerto Julio Dewaily, el flaco, timonel que nunca equivocó el rumbo,
tupamaro en Nuevo París y Belvedere y donde fuere, los verdugos no pudieron
quebrar su entereza, era de la estirpe del Gorila Ramos, el Gallego Más Más
y el Gato Sosa, salió del Penal de Libertad tan digno como había entrado. Al
aire libre fue creciendo su autoridad moral, supo salir del infierno y
ayudar a muchos a salir de él, intransigente en luchar contra la
privatización de los casinos muncipales, en plena democracia se jugó la ropa
por el MLN(T) a riesgo de su propia libertad, acaudilló la movilización del
oeste montevideano contra la privatización del agua, fue de los más firmes
luchadores contra la impunidad de los terroristas. Su “intencionalidad
revolucionaria” se tradujo en hechos, en práctica, en acumulación de
conciencias y voluntades tras las banderas de la emancipación, los cánticos
de sirena no pudieron ablandar sus convicciones, se negó a transar con los
que transan y murió tan hereje como nació, un tupamaro.
Como propuse en la primer frase de este ensayo, a pesar de lo prolongado del
dovague, he intentado explicar el insólito hecho de un ex-guerrillero
asumiendo como presidente de ls república, explicarlo buscando sus raíces en
la historia del batllismo, autor intelectual del régimen político moderno
del Uruguay, entenderlo como respuesta a las consecuencias de la exclusión
social y política de sectores cada vez mayores de asalariados. Por muy
porfiado que uno sea, la prédica revolucionaria no encuentra eco en el
ejército de empobrecidos por los dueños del Uruguay, las víctimas del
sistema capitalista no son receptivas a la voz revolucionaria, cabe
reconocer que no es tiempo de insurrecciones, aunque las llamaradas estén
alumbrando por toda América Latina.
Tal vez, como dicen muchos, sea cierto que no se puede hacer otra cosa, es
lo que hay, valor...bueno, pues que que lo hagan Astori y Vázquez!. Que
ellos olviden y perdonen a los criminales o se asocien a la intervención de
los EEUU, verdaderamente no me duele, son lo que son, dijera Bandera Lima,
sus actitudes políticas son coherentes con sus discursos de toda la vida, no
engañan a nadie. Sin embargo, no creo que se haya sobrevivido a la derrota y
el verdugueo para esto, no creo que los sobrevivientes deban ser los
responsables de sostener el régimen democrático burgués, generando la
confianza y el consentimiento sin los cuales no funciona la dominación
pacífica. Duele ver a sobrevivientes de la gesta revolucionaria pasando del
brazo con quienes no debieran, a los que cargan la mochila de los caídos
siendo funcionales sino al sistema que quisimos voltear, si uno fuera
creyente les diría, con el Flaco Dewaily...¡qué dios los ayude!.
* Dirigente histórico del MLN Tupamaros