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Malvinas
y la soberanía sobre los recursos naturales
Por Arturo Trinelli*
La decisión del Reino Unido de realizar exploraciones en
Malvinas pone nuevamente en la primera plana de los
diarios un reclamo, quizás el único, que une a la
Argentina de norte a sur, de este a oeste y cualquiera
sea el signo político o el cultivo ideológico que se
profese: sostener, de manera irrenunciable, la soberanía
argentina sobre las islas. Amparado en registros
históricos, y en especial con fundamentos legales, el
Gobierno argentino inicia un proceso de reclamos ante
distintos foros con el objetivo de denunciar la decisión
unilateral británica de realizar exploraciones en la
zona de litigio. Así, intenta aprovechar la situación
para redoblar esfuerzos por invitar al Reino Unido a
sentarse en una mesa de negociación para discutir la
soberanía, tal como lo estipula la resolución 2065 de
Naciones Unidas de 1965.
Argentina deberá, no obstante, hacer autocrítica y
considerar que a esta situación no se llega únicamente
como consecuencia de una decisión unilateral de una
potencia económica e imperial por sobre un país
periférico y pobre. Nuestro país ha tenido, desde 1982,
ambivalencias respecto de su política hacia las islas.
Numerosos artículos y testimonios en estos días han
reflejado las diferentes estrategias de la dirigencia
política local que no hicieron más que potenciar la
intención británica de no discutir la soberanía. De este
modo, durante años el gobierno de Menem y su “estrategia
de seducción” fue funcional al interés británico, más
pragmático y tendiente a no ceder bajo ningún concepto a
los reclamos argentinos.
Una consecuencia negativa para los propósitos argentinos
fue el Acuerdo Petrolero de 1995, a partir del cual la
Argentina se repartía dividendos con la administración
kelper ante la explotación de hidrocarburos en Malvinas.
Este convenio formó parte de la serie de acuerdos, en
materia de pesca, hidrocarburos y comunicaciones,
firmados por Major, su sucesor Tony Blair y Menem, que
siguió al restablecimiento de las relaciones
diplomáticas, en 1990. La decisión de revocarlo por
parte del Presidente Kirchner en 2007 buscó restarle
seguridad jurídica a las concesiones unilaterales
petrolíferas que venían dando los kelpers y que ponían
en segundo plano la cuestión fundamental, que es el
reclamo por la soberanía.
Pero esta nueva disputa en torno a Malvinas también pone
de manifiesto la inconsistente política argentina sobre
la explotación y el cuidado de sus recursos. La
extranjerización de estas explotaciones, a manos de
empresas cuyos dividendos fueron siempre girados al
exterior y en algunos casos dejando un deterioro
ambiental irreparable, han producido una notable falta
de conciencia en la sociedad argentina respecto a la
importancia económica y geopolítica que tiene para un
país el efectivo control sobre sus recursos naturales.
Pareciera que se necesitó de una decisión unilateral de
un país extranjero que viola resoluciones de la ONU para
tomar conciencia de lo importante que son las
inversiones, las políticas orientadas hacia la
conservación de la soberanía de los recursos naturales,
en un capitalismo que tiende gradual pero
permanentemente a apropiárselos y pasarlo a manos
privadas, casi siempre en desmedro de los países pobres.
La forma de atenuar este proceso es con una inversión
sostenida en ciencia y tecnología, en capacitación, en
incentivo a profesionales que se dediquen a investigar
en determinadas áreas sensibles al desarrollo
productivo, de manera estar mejor preparados,
tecnológica y profesionalmente, para afrontar desafíos
como los que se ponen en cuestión hoy.
Continuar destinando esfuerzos a hacer de la Argentina
únicamente un país agro exportador basado en una
economía primaria con la soja como cultivo estrella, nos
coloca a contramano de los países desarrollados y la
lógica del capitalismo global, nos resta esfuerzos para
afrontar las injusticias del mundo imperial y debilita
nuestra posición internacional, implacable con los
titubeos.
* Lic. en Ciencia Política (UBA)