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José
Gervasio Artigas es presencia
Por Osvaldo Vergara Bertiche
[Disertación de Osvaldo Vergara Bertiche en el marco de la presentación del
proyecto “Bicentenario y Participación Ciudadana” (Área de Promoción de DDHHH y
Participación Ciudadana. Conjuntamente con el Subprograma ARTE PÚBLICO Y DDHH
del Programa “Educar en DDHH”, con la DINARECO del Ministerio del Interior -
organizando espacios de reflexión en distintos municipios de la provincia de
Entre Ríos, que han tenido una relación histórica con el fundador del
federalismo democrático, el Protector de los Pueblos Libres, Don José Gervasio
Artigas) Nogoyá, 23 de Febrero de 2010.]
En primer lugar quiero dar las gracias al Señor Intendente Municipal de Nogoyá,
compañero y amigo, Dr. Faustino Schiavoni, a Guillermo Isaurralde, Coordinador
de Cultura, por esta invitación y a Luis Launay de Pensamiento Nacional que ha
servido de puente para unir a Nogoyá con Rosario.
Y venir desde aquí cerca, desde Rosario, es un gusto y también un deber, ya que
es acompañar a quienes no sólo gobiernan, sino también resisten. Resisten el
permanente embate del coloniaje, como lo demuestra esta actividad programada.
¿Qué podemos decir? Podemos decir que estamos anunciando la vuelta de Artigas;
el retorno del primer caudillo nacional, a quien nuestros pueblos, a través de
la lucha por la liberación hispanoamericana, rescatarán para siempre desde su
reclusión.
Artigas se quedó aferrado treinta años a la vida en el destierro en las selvas
paraguayas; fueron los treinta años más pobres, heroicos y mudos; victima y
testigo insobornable de la frustración de la unidad nacional.
Artigas es un drama del ayer que se trasmuta en fuerza y justicia de nuestra
esperanza.
Hace cincuenta años, y con motivo del sesquicentenario de la Revolución de Mayo,
José María Rosa, el que alguna vez dijo que “la historia es el alma de los
pueblos”, brindaba una Conferencia en la Facultad de Arquitectura de Montevideo
sobre Artigas, y lo presentaba esa suerte de Arturo Jauretche oriental que fuera
Methol Ferré.
He tomado como soporte de esta charla con ustedes, aquella Conferencia;
brillante por cierto.
El recuerdo de José Gervasio de Artigas es presencia. Y esa presencia nos pone
de lleno en el centro de la actualidad rioplatense y de la América Hispana toda.
Vivimos la emergencia avasallante de la conciencia histórica nacional. Es que
nuestra tragedia y asfixia reside en esta cuestión no resuelta.
Una conciencia histórica eminentemente popular que todavía no se ha hecho, en su
totalidad, política vigente. Vivimos una conciencia ahistórica impuesta por el
coloniaje, en declinación es cierto, pero que aún subsiste.
Porque la dependencia de un pueblo, la balcanización, es derrota; es quedar
forzado a una historia que hacen otros; es una pavorosa alienación colectiva
padeciendo la historia desde fuera; desviviéndonos. Tal nuestra desgracia, la de
Hispanoamérica entera. Más que vivir hemos desvivido. Historia desvivida que
sólo cuenta con martirios, los destierros y muertes de San Martín, Artigas,
Bolívar, Rosas, Solano López, Facundo, El Chacho, Lopez Jordán y tantos otros.
Y cabe preguntarse ¿quién se exilió, Artigas o el Uruguay? ¿quién se exilió San
Martín o Argentina?
Nuestra historia, al decir, justamente, de Methol Ferré, es una "dialéctica de
los destierros, de los que partían y los que quedaban, de vencedores y vencidos.
Y todo ello agravado porque los hombres que encarnaron lo nacional fueron dos
veces muertos, pues es sabido, la historia la escriben los vencedores. A unos
los mataron enterrándolos en una presunta barbarie, a otros los tergiversaron y
les admitieron una gloria falsa. Esto fue una obra conciente, sistemática,
realizada por el coloniaje en especial a través de su más lúcido representante
que fue Bartolomé Mitre”.
Él mismo decía, que “historiar es gobernar”, y nos legó la más acabada
interpretación antinacional de nuestra historia, que todavía obnubila al pueblo
en las aulas..., aunque no en las calles.
Hoy se hace necesidad imperiosa hacer conocer de una vez la historia, la
verdadera historia, produciendo la destrucción de la historia oficial.
El pueblo, que agudiza cada vez más la percepción de la mentira, ve cada vez más
claro, y por tanto podremos quebrar el coloniaje.
Hace dos Siglos, España e Indias son disgregadas por el embate de dos naciones
europeas mucho más desarrolladas, Inglaterra y Francia.
El proceso revolucionario de independencia y de unidad nacional
hispanoamericana, también se frustra por presión de Inglaterra, produciéndose un
estado de descomposición nacional que dura hasta nuestros días, y con un nuevo
usufructuario, los Estados Unidos.
Esta descomposición forma una multitud de Estados casi Parroquiales.
Hoy, con la crisis generalizada del imperio y el ascenso de los pueblos
oprimidos, se abre el tránsito de esos Estados, hijos de la balcanización, hacia
el Estado Nacional Hispanoamericano.
Somos una multitud de Estados dependientes y no una única Nación, y la
independencia será el magno proceso hacia la integración federal del Estado
Nacional Hispanoamericano.
Artigas fue el centro de la lucha nacional en el Río de la Plata a principio del
Siglo XIX.
Artigas pertenece a ambas orillas del Plata. Pero es más: pertenece, por sus
ideales políticos, por su acción, por su temple, a la América Hispana entera.
Artigas es la Revolución hecha pueblo.
En este bicentenario de la Revolución de Mayo, que sin duda fue un hecho
glorioso, podemos decir que fue inconclusa. Fue al decir de José María Rosa un
antecedente de la verdadera revolución, como lo fueron la resistencia a las
invasiones inglesas de 1806 y 1807, como lo fue el Cabildo abierto de Montevideo
de 1808, como lo fue la tentativa porteña de 1809.
Y nos dice Rosa: “La Revolución llega con Artigas en 1811; hay una insurrección
de masas rurales, hay un aliento de democracia, hay turbulencias de un pueblo
entero conmovido. Aquí se habla por primera vez de independencia absoluta por
que el pueblo y el caudillo dan la tónica del movimiento. Los señores de la
clase principal están inquietos y no saben porqué: no saben si su inquietud se
calma con constituciones liberales, o con juntas que gobiernen a nombre de
Fernando VII. Es el pueblo quien sabe adonde va, y él es el caudillo del pueblo.
De allí que hable de Artigas como el primer revolucionario del Plata. Artigas es
un caudillo. Eso se ha dicho en sentido peyorativo por los liberales. Un
caudillo es algo que no se encuentra en los libros de derecho constitucional
comparado; porque los libros de derecho constitucional comparado han sido
escritos para sistemas donde gobierna y detenta los privilegios una sola clase
de la población. Gobiernan consejos o asambleas en público, y logias en
secreto”.
Artigas es un “caudillo”, un “jefe" porque su gobierno es popular: la única
manera que tienen los pueblos de gobernar. El caudillo es la multitud misma, por
ella habla y gesticula el pueblo; lo “representa” porque sabe interpretarlo; lo
conduce, porque tiene sensibilidad para comprenderlo.
Artigas es lo vernáculo contra lo foráneo, la realidad contra el artificio, la
Patria contra la colonia; lo nuestro, lo americano, lo auténtico, en pugna
contra lo ajeno, lo importado, lo europeo. “No bastaba con llamarse
revolucionario para serlo, como ocurría en los triunviratos y directorios de
Buenos Aires de mentalidad colonial e ideales puramente formales. Ellos no se
llamaban coloniales ni se sentían así; para ellos lo colonial era lo español, y
creían que dejaban de ser colonia al hacerse afrancesados o anglófilos. Porque
no sentían lo nuestro. Su actitud era terriblemente colonial, porque hasta
arrasaba con esa innegable raíz española que estaba en al fondo de las cosas
criollas.
Artigas es el pueblo contra la oligarquía. Y llamo oligarcas a quienes se
consideran y obran como clase privilegiada. No solamente a los privilegiados
económicamente, sino también a los falsos intelectuales - los inteligentuales -
que comprenden las cosas de todos los países menos del suyo, que viven de
espaldas a la realidad; sordos y ciegos a su medio. Esos inteligentuales, aunque
lo renieguen, son siempre aliados de los oligarcas: siempre son instrumentos de
los imperialismos ajenos. Contra ellos está el pueblo, que es la reserva de la
nacionalidad en todas partes; sobre todo en los Países coloniales o
semicoloniales donde la oligarquía obra como beneficiaria, gerente o
propagandista de los imperialismos. (Uso la palabra imperialismo por comodidad.
Entiendo el imperialismo al dominio comercial que Inglaterra y en menor grado
Francia, querían tener de todo el mundo apenas la revolución industrial las
convirtiera en emporios productores de materias manufacturadas). Esto lo digo
para entenderme con quienes llaman solamente imperialismo al financiero de fines
del XIX. Antes del imperialismo financiero hubo un imperialismo comercial con
características de dominio bien evidentes. Ahí tenemos las invasiones inglesas
de 1806 y 1807, ahí tenemos la apertura del puerto de Buenos Aires al libre
comercio en 1809, ahí tenemos la ayuda de lord Strangford a los directorios y
triunviratos porteños, y ahí tendremos luego la intervención francesa de
1838/1840 y la posterior anglo francesa de 1845/1850.
Artigas significa la revolución echa pueblo; la independencia; y además un
sentido heroico de ha vida; la idea del federalismo, y el concepto de la unidad
americana, de la "unidad hispanoamericana”.
La idea de independencia está latente en el grito de Asencio que encuentra su
exteriorización escrita el 13 de abril de 1813 en la primera de las famosas
instrucciones a la Asamblea del Año XIII. Allí habla Artigas (el primero,
juntamente con otro americano llegado hace poco de España, José de San Martín)
de independencia absoluta, cuando los triunviratos, directorios y asambleas de
Buenos Aires hablaban de incorporación lisa y llana a Inglaterra. En la Oración
remitida el 5 de abril de 1813 por Artigas al congreso de la Provincia Oriental
se manifiesta el reconocimiento de la supremacía del pueblo.
Artigas es el Jefe de los Orientales por reconocimiento implícito de los suyos,
y confirmado en 1811 al iniciarse el Éxodo. Pero devuelve esa autoridad en abril
de 1813 al Congreso porque “los pueblos deben ser libres”; porque él se inclina
ante el “voto sagrado de la voluntad general".
Solamente un Caudillo puede hablar así; un caudillo que sabe al pueblo por
encima suyo.
Algunos podrán criticar la suma de poderes que tuvo Artigas como “gobernador
militar" de su provincia, primero, y como Protector de los Pueblos Libres
después.
No era la suya la concepción tripartita de los poderes de Montesquieu. Y no lo
era, porque Artigas no traía nada de afuera, no era un “inteligentual”.
Algunos han encontrado libros leídos por el Protector, escritos por Payne y
traducidos por García de Sena y se entusiasman porque creen haber rastreado el
origen de sus ideas populares y federales.
Que un hombre lea un libro no significa que ese libro sea su guía. Artigas habrá
leído a Payne y muchos más, pero su concepción política es totalmente criolla.
No tomaba el federalismo norteamericano sino los municipios indianos como
modelo. Mejor dicho, tomaba la misma realidad, plasmándola de acuerdo a las
circunstancias, como debe hacerlo un auténtico político.
La esencia política del artiguismo es el "sufragio universal”. Como quiso
establecerlo por el Reglamento de 1815, como lo establecieron en sus
constituciones o estatutos de los Pueblos Libres creados por él; el de Santa Fe
y el de Entre Ríos. Y eso no lo tomó de Payne ni de ninguna parte: porque en
tiempos de Artigas no había sufragio universal en Estados Unidos, ni en Francia,
ni en Inglaterra; lo había sí en la provincia Oriental, en Entre Ríos, en Santa
Fe y en Corrientes.
¿De dónde sale el "sufragio universal", que podemos llamar la institución básica
política del Plata? Sale de la milicia; es decir de la formación de todos los
hombres en edad de llevar armas con la obligación de defender su municipio.
Cuando el pueblo irrumpe en la historia del Plata lo hace formado en milicias
comandado por su Jefe o Caudillo (así se llama al jefe de las milicias en las
antiguas leyes españolas).
Elige en la plaza a este caudillo y le da los poderes suficientes para defender
a la comunidad. “El primer derecho y deber del pueblo es elegir un Caudillo”
dice el Estatuto de Santa Fe de 1819 dado por Estanislao López, cuando Santa Fe
era un “Pueblo Libre” federado a la Liga de la Purificación.
Que el caudillo tuviera todos los poderes, que mandara al ejercito, dictara las
leyes por su cuenta, y conciencia, o hiciere justicia en definitiva apelación,
les puede horrorizar a muchos; a muchos liberales; pero el caudillo lo podía
hacer porque interpreta al pueblo; es decir: el mismo pueblo gobernando.
Después de 1819 la provincia de Santa Fe habrá tenido muchas constituciones muy
perfectas, con sus poderes divididos y reglamentados. Pero nunca estuvo el
pueblo tan presente como en 1819.
Artigas es el creador del federalismo argentino. Al decir “creador” no decimos
que lo inventara él. Pero tuvo el acierto de encontrarlo en el fondo de los
viejos cabildos indianos; y lo hizo realidad en la conducción política de la
Revolución.
Es que nuestro federalismo es esencialmente municipal. Comunas que se consideran
iguales en derechos y resisten la imposición de aquella gran comuna sin sentido
nacional que fue Buenos Aires. No resisten por desamor a Buenos Aires, sino
porque Buenos Aires (o mejor dicho los hombres que gobernaban a Buenas Aires
pertenecientes a la oligarquía) no tenían sentido nacional.
En cambio las comunas de los Pueblos Libres, cuyos gobernantes surgían del
pueblo sí lo tenían.
De allí que la voz de Artigas hablando de independencia absoluta, gobiernos
populares y federalismo, se extendiera más allá del Uruguay. En Buenos Aires se
decía que la prepotencia o ambición de Artigas lo hacia extender su dominio. No
lo podían comprender.
Era la suya la verdadera patria aflorando en el litoral. En los “Pueblos Libres”
estaba el germen de la Confederación Argentina de 1831.
Sin inmiscuirse en las cosas internas de las otras provincias, sin prepotencias
inútiles e inconducentes. “Yo, adorador eterno de la soberanía de los pueblos -
dice al cabildo de Corrientes que le reclama su protección en 1814 - solo me he
valido de la obediencia con que me han nombrado para ordenarles que sean
Libres.”
¡Ordenarles que sean Libres!... Ese es el lenguaje de los grandes. “Ellos sólo
tienen el derecho de darse la forma que gusten” y agrega, “formalizarán su Liga
entre sí mismos y con nosotros, declarándome yo su Protector.”
Pero ¿cuál era la Patria de Artigas? ¿Era solamente su amada provincia, su
“patria chica” por la que tanto luchó? ¿Era la Liga de los Pueblos Libres? ¿Eran
las provincias Unidas del Plata? Sí.
Todo eso, y algo más también. Artigas era oriental y por ser muy oriental era
muy argentino. (no es “argentino” sinónimo de porteño; argento es el habitante
de las provincias del Plata como lo dice la etimología).
Pero no se detenía allí su idea de patria: por ser muy argentino era muy
americano, muy hispanoamericano.
Para él su patria era la unión de todas las porciones de la América Española.
Unidas en un mismo Estado o Confederación de Estados, o en una misma
fraternidad, que para el caso es lo mismo. Lo importante no es lo formal, sino
lo esencial: que haya conciencia de unidad de origen y unidad de destino.
Ese era el pensamiento de los hombres de la primera década revolucionaria. La
artiguista provincia do Santa Fe en su mencionado Estatuto consideraba
“ciudadano de Santa Fe” a todos los nacidos en América española.
Pero luego nos perdieron entre constituciones y recelos: fraccionaron en veinte
partes insondables la fraternidad hispanoamericana. Lo hicieron los gobiernos
tesoneramente separatistas: en Buenos Aires había un Rivadavia que nada quería
saber con Bolívar. Fueron los gobiernos del coloniaje orientados y dirigidos
desde afuera. Es el “dividir para reinar”.
Artigas en su retiro, en su muerte política voluntariamente impuesta, en su
soledad y abandono, es una protesta por la pérdida de la Patria Grande, porque
Hispanoamérica no tomaba el rumbo que él señalara.
En el oficio que manda el 7 de diciembre de 1811 desde orillas del Dayman al
cabildo de Paraguay, habla de su éxodo, “yo llegaré muy en breve a mi destino
con este pueblo de héroes” dice. Pero no la considera patrimonio oriental
solamente; no ha hecho sino repetir el éxodo de La Paz en 1809. Primera
manifestación de solidaridad americana. Pide la ayuda paraguaya porque Asunción
se defiende a sí misma defendiendo a los orientales. "Fuera cual fuere la suerte
de la Banda Oriental, deberá trasmitirse hasta esa parte del norte de nuestra
América”.
La guerra de la independencia era una sola.
Y esto ocurre un año antes que Bolívar hiciera su conocido manifiesto de
Cartagena, solicitando la ayuda de Nueva Granada para a recuperar Caracas.
Porque la defensa de Nueva Granada estaba más allá de sus límites formales; pero
la América española era una sola, pese a sus límites administrativos.
Artigas no triunfó. Tuvo poderosos enemigos que acabaron por arrojarlo fuera de
su Banda Oriental, vencido.
No son esos enemigos ni Francisco Ramírez, ni Otorgués, ni los directoriales de
Buenos Aires que engañaron a Ramírez con el inicuo tratado del Pilar.
Artigas no triunfó porque no había llegado su hora; sino porque se había
adelantado a su hora.
Porque la unidad de América hispana, que sólo se puede lograr con gobiernos
populares, no era de esos tiempos, y ante un enemigo tan poderoso como era
Inglaterra, y con una oligarquía fuerte y sin desmantelar adentro.
Dice José María Rosas: “Después de Cepeda, el 1º de febrero de 1820, Artigas
debió entrar en Buenos Aires y extender los Pueblos Libres por todo el
territorio occidental; con los recursos de Buenos Aires, arrojar de la Banda
Oriental a los portugueses; y erigirse él desde Buenos Aires (al fin y al cabo
centro geográfico del Plata) en Jefe o Protector de la agrandada federación.
Ayudar a San Martín y tenderle la mano a Bolívar; otra seria la historia
americana entonces. Pero no fue así. Ocurrió la baja traición del Pilar y se
eliminó a Artigas y a la Provincia Oriental de la argentinidad. Es decir se le
eliminó la posibilidad de integrar la unión Hispanoamericana”.
Artigas se fue y no volvió más. Pero dejó su espíritu en ambas márgenes del
Plata. Los 33 tomaron el sentido heroico del artiguismo para defender la “patria
chica”, y Juan Manuel de Rosas tomó el espíritu de Artigas para reconstruir la
Confederación.
Artigas no triunfó, como no triunfó Rosas, pero nos dejaron la lección que hemos
de recoger en este siglo. Siglo de nacionalidades, donde se baten en retirada
los imperialismos y sus servidores conscientes e inconscientes, con su fárrago
de palabras huecas y de esquemas falsos.
Es nuestro deber traer a Artigas desde su destierro. Montará a caballo en la
Banda Oriental, volverá a galopar por las cuchillas entrerrianas, convocará a
nuestros caudillos federales, y nos guiará por el camino de la definitiva
independencia para concretar el sueño de la Gran Patria Hispanoamericana. Ese
será nuestro mejor homenaje.
Muchas gracias.
Fuente:
www.culturaynacion.blogspot.com
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