Murió François Lepot, soldado de Perón

Adioses y recuerdos de Eduardo Rosa - Julio C. Robles - Enrique Manzon - Roberto Bardini - Julio Fernández Baraibar - Alberto Buela - Martín García - Francisco José Pestanha, Daniel Brión  y Diario Clarín, del que fue corresponsal en Europa.
 

A los 87 años murió Enrique Oliva, periodista y escritor

El periodista y escritor Enrique Oliva, también conocido por su seudónimo (François Lepot), falleció el sábado a la noche. Sus restos comenzaron a ser velados ayer en Córdoba 5084 y serán inhumados hoy a la tarde -el cortejo partirá a las 14.30- en el cementerio de la Chacarita.

Oliva, que trabajó para Clarín como corresponsal en Europa, tenía 87 años y recientemente había sido declarado ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.

Entre otras personalidades, entrevistó a la ex primera ministra india Indira Gandhi y al actual presidente y ex primer ministro israelí Simon Peres.

También entrevistó a Lech Walesa durante la huelga de los astilleros Lenin, de Gdansk, en Polonia, preludio de la caída de la ex Unión Soviética. Walesa fue luego electo presidente de Polonia.

Oliva fue el primer periodista argentino que pisó las Islas Malvinas luego de la Guerra del Atlántico Sur, en 1986. Además, cubrió diversas giras del Papa Juan Pablo II.

El fallecido periodista formó parte de la Resistencia Peronista y dirigió el periódico "El Grasita". En 1956 fue detenido y se exilió en Venezuela, donde estuvo junto al derrocado presidente Juan Perón. A su regreso al país volvió a ser detenido, en 1960, y estuvo preso cuatro años. La dictadura militar instalada en 1976 secuestró a dos hijos luego liberados. Luego de ello se exilió en Francia.

De vuelta en el país se desempeñó como director de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y, entre 1991 y 1999, como asesor presidencial con rango de secretario de Estado.

Miembro de Número de la Academia Nacional de Periodismo, Oliva se doctoró en Ciencias Políticas, fue uno de los primeros funcionarios del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), secretario general de la Universidad Nacional de Cuyo y rector fundador de la Universidad Nacional del Neuquén, hoy llamada del Comahue.

Entre sus numerosas obras ("La vida cotidiana", "De Gandhi a Goa" y "Malvinas: el colonialismo de las multinacionales", entre otras) se destaca "El rey de Araucanía y la Patagonia", que le valió una demanda, luego retirada, en los tribunales parisinos por parte de Philippe Boiry, el autoproclamado rey de la Patagonia.

Clarín, 1 de marzo 2010


Enrique Oliva. Militante hasta el último minuto

Por Eduardo Rosa

Enrique Oliva ha muerto. Su vida fue, gracias a Dios, larga; pero lo hubiésemos querido tener más tiempo con nosotros.

Aún nos quedaba mucho por aprender de lo que él ya nos estaba trasmitiendo.

Enrique se jugó en cada ocasión. Fue el militante paradigmático que muchos quisimos ser.

Hasta ayer, con sus 87 años, ocupaba su puesto de lucha orientando, escribiendo y analizando con ese espíritu libre que siempre tuvo. No fue la policía ni las llamadas “fuerzas de seguridad”, que tantas veces lo visitaron; saquearon sus archivos e intentaron desmantelar su poderoso intelecto los que lo acallaron. Tampoco fue la aparente derrota, el desánimo lo que pudo detenerlo. Solo la muerte nos lo pudo quitar. Y aún muerto, quienes lo conocimos estamos seguros seguirá militando desde sus escritos y su ejemplo.

No puedo terminar estas líneas sin recordar la entrañable amistad que lo unió con mi padre y que él siempre recordaba. Ambos ya están juntos luego de haber recorrido la vida desfaciendo entuertos.

Eduardo Rosa


Pasó a la inmortalidad el compañero Enrique Oliva

Por Julio C. Robles

Nos fuiste presentado por Alicia Eguren, esposa de J. W. Cooke, corría el año 1959. La columna Tucumana del comando 17 de Octubre se aprestaba a subir a los cerros del Cochina, la columna de porteños estábamos preparando un golpe para tomar el Escuadrón Alto Uruguay de Gendarmería. En ese momento te conocimos, nos sorprendiste gratamente con tus claros planteos políticos. Traías una larga experiencia de supervivencia en la montaña adquirida en tu Mendoza natal, una voluntad de hierro,…..y una ligera sonrisa que no te abandonaba ni al habar, era como una agradable mueca que se dibujaba en tu rostro, como señal de sinceridad y confianza. Quedamos impresionados por tus brillantes pensamientos, por tu sencillez y humildad, que es condición de los grandes. Los Uturuncos que integrábamos esa patriada, éramos casi en la totalidad simples trabajadores. La incorporación al grupo de tan ilustrado compañero, nos llenaba de orgullo y seguridad. Por razones operativas estuvimos separados, y nos reencontramos en San Miguel de Tucumán.

Marchábamos a la montaña, no íbamos en busca de la gloría, solo queríamos luchar por el regreso de Perón, para que continuara con la revolución iniciada en el 46. El largo brazo de los represores te tomó prisionero en plena subida al cerro. Estoicamente soportaste el martirio de la cárcel que los tribunales militares te aplicaron. Pero no hicieron mella en tu espíritu revolucionario ni el largo alejamiento de tus seres queridos, ni el impiadoso castigo aplicado. Toda tu vida fue una pasión al servicio de la justicia y de tus compañeros del norte, a quienes siempre, hasta al mas humilde recibiste con alegría y buscando siempre soluciones a los problemas que te planteaban. Se de todos tus títulos académicos, de los merecidos honores que recibiste como Rector Fundador de la Universidad del Comahue, como periodista y como escritor, pero por sobre todo también se de tu orgullo de haber pertenecido al grupo UTURUNCO, y que por esa pertenencia fue que jugaste tu vida y tu libertad.

Hasta siempre Comandante.

Y en los montes del Cochuna, a orillas de sus frescos arroyos, o en las profundidades y el silencio de sus quebradas, marcharás y reirás juntos a tus viejos compañeros como alguna vez lo soñaste…. Y tu alma será libre

Julio C. Robles
Tte. Mikel
GRUPO UTURUNCO


Nos dejó Enrique Oliva

Por Enrique Manson

Ayer, 1º de marzo en una dependencia del cementerio de la Chacarita, se cantó la Marcha Peronista, la marchita, al decir de algunos que la sienten propia y también de algunos que la desprecian, junto a todo lo que significa.

En realidad, la marchita tan olvidada por mucho tiempo, se había cantado un par de horas antes a voz en cuello en el Congreso Nacional, y estamos esperando el repudio de algún Marcos Aguinis que nos recuerde que hacerlo fue una falta de respeto al Recinto de las Leyes.

Pero en la Chacarita, empezó como un rumor, en voces muy bajas, y fue tomando fuerza, hasta convertirse en un poderoso canto de homenaje. Porque se cantaba dedicada a un compañero que nos dejaba y que formaba parte de aquellos que merecen el homenaje como pocos.

Enrique Oliva nos había dejado el día antes. Había ingresado, diría Martín García, al Comando Celestial con los Grandes del Pueblo y de la Patria. Para ello, nos hizo una trampita, porque éramos varios los que, convencidos de que los homenajes son más justos cuando se hacen en vida, queríamos dedicarle el que él se merecía como pocos. Pero se nos fue.

Pancho Pestanha fue capaz de equilibrar la profundidad de sus palabras de despedida con la emoción con que las decía, y pudo hacerlo sin que se le quebrara la voz.

Enrique había Nacido en una chacra de Mendoza en 1923, y allí conoció a sus vecinos, la familia del general Edelmiro Farrell, quien parece haber sido uno de los inspiradores de su ingreso en el nacionalismo clásico. Si dentro de las leyendas acerca de las universidades de la época del primer peronismo, una se destacó, esta fue la de Cuyo, en la que se realizara el Congreso de Filosofía de 1950 con presencias estelares del pensamiento universal de su tiempo. En ella, Perón dio a conocer su posición en estos temas a través de su discurso que tomaría el nombre de la Comunidad Organizada. Enrique Oliva, de menos de 30 años, era el secretario general de esa universidad, de donde había egresado como doctor en Ciencias Políticas y en la que ejercía la docencia.

Poco tiempo después el General lo llamó para colaborar cerca suyo. En esos menesteres lo sorprendió la Revolución Libertadora, restauradora de la Libertad y la Democracia, al costo de la sangre, la cárcel y el exilio de tantos patriotas, del hambre del pueblo y de la entrega de la Patria.

Bastante peligroso sería aquel joven intelectual, si fue a dar con sus huesos a la cárcel y, cuando le dieron la opción de salir del país, lo hicieron con la condición de que se instalara fuera del continente americano. En la primera etapa de su exilio, con la habilidad que caracterizaba a muchos de esos bisoños conspiradores, negó ante las autoridades que conocía a John William Cooke, de quien llevaba cartas ocultas para exiliados de Montevideo. Pudo pasar los severos controles, que ya funcionaban con la coordinación que se repetiría en los ’70. Enrique afirmaba, por ello, que el Plan Cóndor, de persecución a los patriotas del continente, funcionaba desde entonces.

Luego recalaría en Madrid, donde compartió con Pepe Rosa el duro hígado del exilio –porque, como nos contaba Colita Rocca de Rosa, la dieta casi cotidiana se componía de el hígado que compraban por abono para que resultara más barato-, y la distinguida pensión, convertida en tal durante los castos tiempos del generalísimo, ya que en épocas más pecadores era casa de tolerancia. Y naturalmente, llevaba una dirección apropiada al caso, ya que se encontraba en la calle Conchas, número 7.

Fueron la ex madama y sus ex pupilas, trabajadoras ahora del gremio gastronómico, las que creyeron en el título nobiliario –conde-duque de Oliva- que le atribuyera otro compañero de exilio. El espíritu monárquico de las huéspedes las llevaba a tratar a Enrique de una manera especial: cuando se atrasaba –casi siempre- en el pago de la pensión; no le negaban la llave del agua caliente para bañarse, cosa que sí hacían con el plebeyo Rosa.

Pero, como ocurre en la cambiante Argentina, hubo elecciones, y pudieron volver los prófugos, salvo uno. Enrique no pudo con su genio y al poco tiempo trabajaba en la primera guerrilla argentina, la del comandante Uturunco, que le valió volver a las rejas.

Relativamente sosegado, centró desde entonces su actividad en la producción intelectual y en el oficio periodístico, siempre defendiendo las causas de la Patria y de su Pueblo. También volvió al mundo universitario, como que fue el primer Rector de la Universidad Nacional del Comahue, una avanzada geopolítica en tierras patagónicas.

Como señala Martín García , fue corresponsal de Clarín en Europa durante 15 años, hizo conocido el pseudónimo de François Lepot, ya que su nombre estaba nuevamente proscripto por la dictadura criminal de 1976.

Sus artículos de entonces, hoy son de colección y los que escribiera en las redes de noticias nacionales y populares, estos años, son de culto.

Cubrió distintas guerras y cumbres y entrevistó a personajes internacionales relevantes como presidentes y primeros ministros de Europa y otros continentes, incluidos Indira Gandhi en la India y Simon Peres en Israel.

Se identificó plenamente con la gesta de Malvinas, y sus crónicas de la Guerra de 1982 resultan imprescindibles. En 1986 fue el primer periodista argentino que piso suelo de las Malvinas después del conflicto.

Dedicado preferentemente al análisis político, ha escrito varios libros dentro de esa tesitura, tales como Política de Negocios, Política Universitaria, La guerra revolucionaria en los Estados Unidos, De Gandhi a Goa, En el Golfo, Malvinas: el colonialismo de las multinacionales, Desde Londres y Vida Cotidiana.

El Rey De Araucanía Y Patagonia constituye un singular trabajo de reconstrucción histórica. Allí contaba la estafa que se quería consumar con este personaje pintoresco que era avalado por los intereses franceses e ingleses en la Patagonia.

Ocupaba hoy en día, el sillón Manuel Láinez en la Academia del periodismo, presidía el Instituto Malvinas e Islas del Atlántico Sur desde el que había apoyado y luchado junto a los Familiares de Caídos en el conflicto para imponer su propio Cementerio por los argentinos que yacen en las Islas.

También era el Presidente de la Asociación de la Resistencia Peronista desde donde luchó junto a David Ramos, Esther El Kadri, Carlos Ponce y otros grandes compañeros para que se reconociera la heroica lucha de los defensores de la Democracia y la Constitución del 49, luego del golpe cruento de la Revolución Fusiladora, obteniendo en la Provincia de Buenos Aires y ahora en la Nación la indemnización que apenas encuentra vivos a sus heroicos y sacrificados protagonistas.

Había sido un asiduo compañero de utopías en la Mesa de los Sueños de Los Compañeros de Utopías a la que llegó de la mano de Roberto Galán, cuando se reunían en la Parrilla Rosa de Uriburu y Peña que engalanaba Helenita Goñi.

La Oesterheld lo premió Enrique Oliva con el Gran Premio del Año 2005 aunque Enrique en los últimos años, como antes, recibía un homenaje detrás del otro, en particular en los círculos de los malditos de la cultura nacional. Su ingreso al mundo virtual de Internet le había abierto escenarios juveniles multitudinarios y era un hombre reconocido en todos los estamentos donde se movió.

Desde 2006 ocupaba, compartida con Fermín Chávez hasta la muerte de éste, la presidencia de la Comisión de Homenaje a José María Rosa, su compañero de exilio y de tantas andanzas.

En el Siglo XXI Oliva había tocado el techo de los Grandes del Peronismo como Jauretche, Marechal, Scalabrini y hoy se va como uno de los más grandes.

Y nos permitimos terminar este trabajo, en realidad, colectivo, tomando las palabras de nuestro querido amigo y compañero Eduardo Rosa: No puedo terminar estas líneas sin recordar la entrañable amistad que lo unió con mi padre y que él siempre recordaba. Ambos ya están juntos luego de haber recorrido la vida desfaciendo entuertos.

Cátedra Libre de Historia Nacional José María Rosa

Marzo de 2010


Enrique Oliva, un hidalgo del pueblo

Por Roberto Bardini

Nacido en Mendoza e hijo de inmigrantes andaluces, era un aristócrata de los nuestros. O, como de sí mismo decía el francés Jacques de Mahieu, “un hidalgo del pueblo”, que también los tenemos. Porque Enrique Oliva fue un hombre culto, elegante y caballero, de los que no heredan estirpe sino que se construyen desde abajo. Pertenecía al incorregible campo nacional y popular, y cuando fue necesario, no eludió la acción directa ni el riesgo físico.

Era doctor en Ciencias Políticas y había sido profesor en las universidades de Cuyo y de Neuquén, de la que fue rector organizador antes de que se transformara en la del Comahue, pero jamás posó de académico. Participó en 1951 de la fundación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), organismo que años después y a causa de su militancia peronista, lo ninguneó olímpicamente. No le importó: no le interesaba ser funcionario público al costo de cerrar la boca, agachar el lomo y mirar hacia otro lado. También fue, hasta 1955, director de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores, pero no descendió a las amaneradas ínfulas de ciertos diplomáticos de carrera. Y fue, sobre todo en los activos últimos años de su vida, un pensador al que no le gustaba que lo etiquetaran como intelectual.

Sus credenciales eran otras. En un medio donde proliferan cagatintas y ganapanes, se consideraba un periodista. En una época en que pululan mojigatos y cobardes, se enorgullecía de haber integrado la Resistencia Peronista. Y en una etapa de amnesia inducida y desmalvinización, estaba dedicado a la causa de las Islas Malvinas. Lo hacía con un vigor del que hoy parecen carecer muchos cuarentones y cincuentones distraídos con trenzas políticas de pasillo, andinismo laboral, Boca y River, el baile del caño o los culos del verano, endebles marcas registradas de cancherismo local, que arruga al primer amague.

Oliva creyó, como Miguel de Unamuno en El Sepulcro de Don Quijote, que “en cuanto una alucinación se hace colectiva, se hace popular, se hace social, deja de ser alucinación para convertirse en una realidad”. Lo demostró hasta el último día de su fecunda vida.

Bambú Press


Enrique Oliva, el viejo guerrero del 45

Julio Fernández Baraibar

Ya han pasado sesenta y cinco años. Los protagonistas del 17 de octubre de 1945 han comenzado a galopar en las praderas de Manitú o donde quiera que se vayan los guerreros de aquella jornada histórica. Hoy le tocó partir a Enrique Oliva, un gigante nacido a la historia argentina aquella tarde de sol.

Enrique Oliva fue peronista desde el día en que los trabajadores ocuparon la Plaza de Mayo y entregó su enorme inteligencia, su indoblegable voluntad y cada hora de su vida a la causa de la liberación argentina y la unidad de la Patria Grande.

Cuando la reacción oligárquica, la misma que hoy intenta maniatar y, de ser posible, voltear al gobierno de Cristina Kirchner, con la complicidad de sedicentes peronistas, Enrique Oliva no dudó. Siguió a Perón en la soledad de su exilio, en la debilidad del caudillo alejado de su pueblo, y no hubo dudas en su nacionalismo popular acerca de quien representaba la aspiración histórica del pueblo y los trabajadores argentinos. Desde Madrid y al lado del caudillo popular proscripto y en el ostracismo, Enrique Oliva fue un militante fiel y honrado de Perón, tal como lo eran los millones de argentinos tan proscriptos como el jefe expatriado.

Fue testigo y actor de los últimos sesenta y cinco años de política argentina, a la que le dedicó todo su luminoso cerebro y su patriotismo sin fisuras.

Cuando lo consideró necesario a los elevados fines de la causa nacional y popular, Enrique Oliva se convirtió en François Lepot, un periodista de Clarín, estacionado en París, desde donde iluminaba, con información fidedigna, a los argentinos sobre un mundo que se hacía ancho y lejano bajo la implacable censura de Videla y Martínez de Hoz. Su ejercicio de la profesión hizo evidente que es posible ser periodista y patriota, que no es necesario sacrificarse al becerro de oro que ofrecen los grandes monopolios mediáticos para comprar las conciencias. Si Enrique Oliva pudo hacerlo, todos podemos.

Patriota como era, su nacionalismo popular –la razón profunda de lo que es el arcano de la política argentina: la sobrevivencia del peronismo- le permitió comprender las razones históricas de la gesta de Malvinas. Desde su lugar privilegiado escribió informaciones y análisis que sólo contribuyeron a consolidar la doctrina nacional sobre esta causa, la más trascendental de los argentinos.

Imbuido de un fuerte espíritu testimonial, convirtió su labor periodística en una obligación de cubrir, para y en nombre del conjunto de los argentinos, los escenarios centrales de cada momento: la invasión soviética a Afganistán, el Pakistán de Zia Ul Haq o la India de Indira Gandhi. Sus reportajes –que deberían ser de estudio obligatorio en las escuelas de periodismo-, sus informes sobre los países en cuestión estaban atravesados por su patriotismo argentino y suramericano, para analizar con ojos propios las realidad lejana.

Ya en la Argentina dedicó sus últimos años a las causas fundamentales: la cuestión de Malvinas, la unidad latinoamericana, la reivindicación de la Batalla de la Vuelta de Obligado.

Fue siempre y por sobre todo un militante. Es decir tuvo, hasta el triste día de su partida, lúcido y rebelde, la energía y la voluntad de un joven veinteañero. Seguramente, ese era su pacto misterioso que le permitió irse prometiendo su artículo sobre el petróleo en Malvinas para mañana.

Afortunadamente, Enrique, las nuevas generaciones te conocieron y admiraron tu fervoroso espíritu argentino, esa especie de “punk” irreductible que, cuando muchos prefieren las pantuflas y el sofá, te permitía estar presente, bajo la lluvia, en un acto a don Juan Manuel, a los caídos en Malvinas o las asesinados el 16 de junio de 1955 por la Marina de Guerra.

Hoy te hemos acompañado hasta tu descanso final. Nos encontramos viejos y nuevos militantes y hablamos de proyectos y propuestas para seguir el combate. No te lloramos porque sabíamos que no era eso lo que querías de nosotros. Te recordamos llenos del humor y el respeto que se les debe a los grandes guerreros.

Enrique Oliva, hay una nueva generación que, con hidalguía y valor, se hará merecedora de tu memoria, la memoria de los jóvenes del 17 de octubre de 1945.

1º de Marzo de 2010


El peronismo no tiene intelectuales, tiene pensadores

(a propósito de la muerte de Enrique Oliva)

Por Alberto Buela (*)

En el seno de la modernidad, este gran movimiento que nace casi en la misma época del descubrimiento de América por los europeos, se da una polémica ideológica entre dos grandes corrientes de pensamiento: la ilustración y el barroco.

El mundo de los intelectuales, aquellos que pertenecen a la república de las letras, forma parte de la tradición ilustrada que tiene su esplendor en el iluminismo racionalista de los siglos XVIII y XIX, cuyas consecuencias politológicas fueron el liberalismo y el socialismo (sus derivados como el democratismo y el marxismo).

En este enfrentamiento triunfó la ilustración cuyas consecuencias, luego de dos siglos y medio de ejercicio del poder, terminó con la hecatombe de la Segunda guerra mundial. Es a partir de allí, cuando los productos más selectos del racionalismo ilustrado- las bombas atómicas- muestran de facto sus contradicciones internas.

El peronismo surge como una respuesta, entre otras, a esta contradicción fundamental del pensamiento ilustrado y Enrique Oliva nace con él, en la lejana Mendoza, a la vida política y cultural del final de la gran guerra.

Oliva nunca fue ni se creyó un intelectual, siempre se consideró un militante de la revolución peronista (fue secretario de John William Cooke y termina ofreciendo las flores de su velorio a un comedor infantil de un barrio pobre de la ciudad de Buenos Aires). Fue doctor en dos disciplinas: la política y las relaciones internacionales. Secretario académico de la Universidad de Cuyo y primer rector de la del Comahue. Miembro de la Academia nacional de periodismo. Fue durante diecisiete años corresponsal de Clarín en Europa con sede en París. Allí lo conocí personalmente en 1981 por intermedio de Osvaldo Agosto, también un militante de la inconclusa Revolución Peronista.
Firmó como periodista profesional sus artículos con el pseudónimo de Francois Lepot, que en argot significa: El compañero.

Agradezco a él que me bajó el copete de la presunción del doctorado en la Sorbona cuando me dijo: No te la creas, que los franceses reparten títulos como galletitas.

Lo frecuenté mucho estos últimos diez años: En el Instituto Rosas, en el Malvinas, en el CEES de la CGT y tuve ocasión de pasar cuatro días juntos en su Mendoza natal donde pude apreciar al hombre pensador que era. Y enterarme de la hidalguía de su padre asturiano de profesión peluquero, de su vida familiar, de la repercusión que todavía ejercía en su conciencia el asesinato de Lencinas, cuando Mendoza es intervenida por Yrigoyen a través de Carlos Borzani cuyo secretario era Ricardo Balbín. (de estas cosas no se habla o se las echa al olvido). Compartí con el su pasión y defensa del mundo criollo-gaucho. No puedo olvidar su larga y jugosa explicación sobre la expresión cortar el rastro tan común en el mundo criollo. Y padeció como pocos la monserga peroniana, ese mundo de frases hechas de Perón y Evita que repiten siempre “los intelectuales peronistas” en un pensamiento que se repite a sí mismo.

En fin, Enrique Oliva formó, quizás sin saberlo, parte de ese mundo barroco americano, que dicho sea de paso fue lo mejor y más auténtico que dio América, y que el racionalismo ilustrado e iluminista tanto desprecia por irregular, imponderable e impredecible.

(*) alberto.buela@gmail.com
Arkegueta, eterno comenzante, mejor que filósofo


Enrique Oliva ingresó al comando celestial

Gran periodista. Guerrillero Uturunco. Compañero de utopías.

ENRIQUE OLIVA ¡PRESENTE!

Por Martín García

Falleció juego de sufrir un prolongado conflicto entre el nervio ciático y sus vértebras, al que su corazón le dijo ¡Basta! el querido patriota Enrique Oliva, admirado como periodista bajo el seudónimo de Francoise Lepot, y reconocido militante Uturunco de la guerrilla peronista de los 50 y 60.

Los restos de Enrique Oliva serán velados en la Avenida Córdoba 5080 de la Capital Federal, a partir de las 14 horas de este Domingo 28 de febrero de 2010, año del Bicentenario de la revolución de Mayo, y este lunes 1º de marzo a las 14:30 serán enterrados en la Chacarita donde moran muchos de nuestros antepasados.
Sus familiares agradecen no enviar ofrendas florales. En su lugar, si. lo desean, pueden donar el equivalente al Comedor Infantil Estrella de Belén, ubicado en Barrio YPF, Manzana 22, Casa 46 de la ciudad de Buenos Aires www.comedorestrelladebelen.blogspot.com (tel. 011 5 236 5276).

Actualmente Enrique presidía el Instituto Malvinas e Islas del Atlántico Sur desde el que había apoyado y luchado junto a los Familiares de Caídos en el conflicto para imponer su propio Cementerio por los argentinos que yacen en las Islas.

También era el Presidente de la Asociación de la Resistencia Peronista desde donde luchó junto a David Ramos, Esther El Kadri, Carlos Ponce y otros grandes compañeros para que se reconociera la heroica lucha de los defensores de la Democracia y la Constitución del 49, luego del golpe cruento de la Revolución Fusiladora, obteniendo en la Provincia de Buenos Aires y ahora en la Nación la indemnización que apenas encuentra vivos a sus heroicos y sacrificados protagonistas.
Había sido un asiduo compañero de utopías en la Mesa de los Sueños de La Agrupación Oesterheld, a la que llegó de la mano de Roberto Galán, cuando se reunían en la Parrilla Rosa de Uriburu y Peña que engalanaba Helenita Goñi.

Eran los tiempos de Alejandro Olmos y su juicio por la ilegal Deuda externa contra Martínez de Hoz y las Juntas Militares a quienes Alejandro había acorralado con montañas de evidencia hasta que, sin verlo, (muerto ya), el juez Ballestero no tuvo más remedio que sentenciar y evidenciar la patraña de los ladrones de guante blanco que había controlado la Dictadura del Proceso.

Allí estuvo Enrique Oliva apoyando y acompañando al Gran Alejandro en sus demandas. La Oesterheld premiaría a Enrique Oliva con el Gran Premio del Año 2005 aunque Enrique en los últimos años, como antes, recibía un homenaje detrás del otro, en particular en los círculos de los malditos de la cultura nacional, aunque su ingreso al mundo virtual de Internet le había abierto escenarios juveniles multitudinarios y era un hombre reconocido en todos los estamentos donde se movió.
En el Siglo XXI Oliva había tocado el techo de los Grandes del Peronismo como Jauretche, Marechal, Scalabrini y hoy se va como uno de los más grandes.
Nacido en 1923, era doctor en Ciencias Políticas y fue docente y secretario general de la Universidad Nacional de Cuyo (hoy de Mendoza).

Después del 55 y en el exilio fue cercano compañero de José María Rosa. En Madrid recibió el título de Conde Duque de Oliva, por una broma de un compañero de penurias. Eso le valió algunos privilegios en la pensión en que estaba refugiado.

Vuelto a la Patria, participó de la gesta del comandante Uturunco, precursor de la lucha popular armada en la Argentina.

Más adelante, aunque no domesticado, a partir de 1964 fue fundador y primer rector de la Universidad del Neuquen, siete años después convertida en la actual Universidad Nacional del Comahue. Funcionario fundador del Conicet en 1951, ejerció la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y entre 1991 y 1999 se desempeñó como asesor presidencial con rango de secretario de estado.

Como corresponsal de Clarín en Europa durante 15 años, hizo conocido el pseudónimo de François Lepot (para evitar la censura de la dictadura criminal de 1976).Sus artículos de entonces, hoy son de colección y los que escribiera en las redes de noticias nacionales y populares, estos años, son de culto.

Sus crónicas de la Guerra de Malvinas de 1982 son imprescindibles. Cubrió distintas guerras y cumbres y entrevistó a personajes internacionales relevantes como presidentes y primeros ministros de Europa y otros continentes, incluidos Indira Gandhi en la India y Simon Peres en Israel.

En 1986 fue el primer periodista argentino que piso suelo de las Malvinas después de la guerra. Dedicado preferentemente al análisis político, ha escrito varios libros dentro de esa tesitura, tales como Política de Negocios, Política Universitaria, La guerra revolucionaria en los Estados Unidos, De Gandhi a Goa, En el Golfo, Malvinas: el colonialismo de las multinacionales, Desde Londres y Vida Cotidiana. El Rey De Araucanía Y Patagonia constituye un singular trabajo de reconstrucción histórica.

Allí contaba la estafa que se quería consumar con este personaje pintoresco que era avalado por los intereses franceses e ingleses en la Patagonia. Enrique no solo escribió el libro sino que financió de su bolsillo el juicio que le hizo -ya que este pintoresco personaje que se autoproclamaba Rey había empapelado Europa con títulos de nobleza sobre el territorio patagónico, hasta que lo liquidó jurídicamente mostrando la oscuridad de su pretensión. Oliva ocupaba hoy en día, el sillón Manuel Láinez en la Academia del periodismo.

Nunca me olvidaré de sus charlas sobre Manuel Ugarte acerca de las correrías amorosas del gran socialista nacional a la par de su galantería y discreción, sentados en el café La Biela, con un café de por medio.

Deja a sus hijos Maite, recién llegada de España ( Enrique acababa de recibir la noticia de un nuevo bisnieto) y Pancho henchidos de amor y de orgullo, ya que su padre fue un padre muy querido y un patriota amado.

Enrique había dicho en oportunidad del Comandante Faber de Uturuncos -Seguramente, se mantendrá en la memoria de cuantos humildes criollos lo conocieron.

Así será con Enrique Oliva. Gran periodista. Guerrillero Uturunco. Compañero de utopías

ENRIQUE OLIVA ¡PRESENTE!

Tu nombre será inscripto por el Pueblo de la Patria en el carro de la victoria para memoria de los hijos de los hijos de los hijos de esta tierra para que nunca sea una colonia la Patria Grande.*

Los Compañeros María Julián Chequer, Pancho Pestanha, José Luis Di Lorenzo y Enrique Manson aportaron a este relato.


Murió François Lepot, soldado de Perón

Enrique Oliva, periodista, gran escritor, compañero, amigo y maestro, fue toda la vida un militante ejemplar, que resistió la opresión y el vasallaje, empuñando el amor a la causa del pueblo como espada, antorcha y para la liberación a la que nunca renunció. A modo de homenaje y apretada síntesis de su personalidad y obra transcribimos los fundamentos de la Ley de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que lo acababa de declarar CIUDADANO ILUSTRE.

Proyecto propiciado por Francisco Pestanha en representación de los pensadores nacionales, que impulsado legislativamente por la Diputada de la CABA Silvina Pedreira, fue aprobado por la LEGISLATURA DE LA CIUDADA AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES-

Art. 1°: Declarase "Ciudadano Ilustre" de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires al destacado periodista y abogado Dr. Enrique Oliva.

FUNDAMENTOS:

Señora Vicepresidente 1º:

Elevo este proyecto de ley con el fin de declarar ciudadano ilustre al Dr. Enrique Oliva por su impecable trayectoria como periodista, escritor y por sobre todo como participante activo en la construcción del proyecto nacional.

Nació en 1923, abogado, doctor en Ciencias Políticas, licenciado consular, escritor, ensayista y periodista, fue docente de enseñanza media y universitaria.

En 1951 el Gral. Perón crea el CONICET donde el Dr. Oliva fuera funcionario fundador.

Dentro del ámbito académico fue Secretario General de la Universidad Nacional de Cuyo (hoy de Mendoza) y a partir de 1964, fundador y rector de la Universidad del Neuquén, la que se convertiría siete años después en la actual Universidad Nacional del Comahue. Cuando organizaba esta casa de estudios dijo algo que lo refleja y demuestra su más intimo pensamiento nacional: "Quiero traer a los doctores y a los catedráticos, pero también quiero traer a los gauchos del interior y a los mapuches, para que nos enseñen lo que saben. Los machis (sacerdotisas) saben más de las enfermedades cordilleranas que los médicos”. Y finalmente lo concreto.

También integró el plantel docente de la Universidad Nacional de Morón.

Desde su actividad de periodista que ejerció desde temprana edad, llego a ser Miembro de la Academia Nacional de Periodismo, donde hoy ocupa el sillón “Manuel Lainez”

Fue presidente de la Asociación de la Prensa Latinoamericana en Francia entre 1977 y 1987, en esa oportunidad a raíz de su exilio fue corresponsal de Clarín en Europa donde escribió bajo el pseudónimo de “Francois Lepot” por más de 15 años.

Entre algunos de los artículos periodísticos que el Dr. Oliva ha publicado pudimos deleitarnos con:

Fuerza Aérea Argentina habilitó el aeropuerto de Lewis en la Patagonia.
Malvinas y la violación de derechos humanos.
Davos y las multinacionales del colonialismo Belém y el Foro Social Mundial de los Pueblos.
Malvinas y Gibraltar ante el colonialismo de las multinacionales.
Bicentenarios.
Crisis mundial en plena guerra fría, crece la autonomía latinoamericana en política exterior.
Crisis mundial 2008 “Lo peor está por venir”.
Crisis mundial sin salida a la vista.
Crisis provocada por la mafia bancaria “Bancgsters” la llamaba Franklin Delano Roosevelt.
Plataforma continental.
Bolivia, donde se juega la Patria Grande.
La furia de los que se levantan temprano.
Golpe a la usura internacional.
Perón y la ciencia otro ejemplo de estadista visionario.
Volver al Coronel Perón.
Prologo.
1955 – Granaderos de San Martín muertos en cumplimiento de su deber.
“Querido Ceferino” ¡No te dejes hacer rubio!
Indígenas enfrentados a un rey.
Un gran olvidado General Edelmiro Juan Farrell.

En lo que se refiere a su trayectoria militante, Enrique Oliva desempeñó un papel fundamental en la Resistencia Peronista, dirigió el periódico “El Grasita” y colaboró en muchas publicaciones clandestinas.

El 30 de mayo de 1956 Oliva cayó detenido, optando luego por el exilio, pasando por varios países hasta afincarse en Venezuela donde tuvo la oportunidad de acompañar al Gral. Juan Domingo Perón y a John W. Cooke.

Cuando regresó al país en 1960 fue detenido en Corrientes, estuvo preso alrededor de cuatro años y finalmente luego del golpe militar del 76 detuvieron a su hijo dirigente de la Juventud Peronista, también secuestraron a una hija y su esposo, aunque posteriormente fueron todos liberados, la familia decidió finalmente exiliarse en Francia.

Cubrió distintas guerras y cumbres, entrevistó a personajes internacionales relevantes como presidentes y primeros ministros de Europa y otros continentes, incluidos Indira Gandhi en la India y Simón Peres en Israel. Entrevistó a Lech Walesa en la huelga de los Astilleros Lenín de Gdansk-Polonia. Acompañó en distintas giras al Papa Juan Pablo II y a los presidentes franceses Valery Giscard D´Estaing y François Mitterrand.

En 1986 fue el primer periodista argentino que pisó suelo de las Islas Malvinas después de la guerra, lo cual motivó varios libros sobre este tema.

Radicado ya en el país, ejerció la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto; entre 1991 y 1999 se desempeñó como Asesor Presidencial con rango de Secretario de Estado.

Dedicado preferentemente al análisis político, ha escrito varios libros, tales como:

"Política de Negocios"
"Política Universitaria"
"La guerra revolucionaria en los Estados Unidos"
"De Gandhi a Goa"
"En el Golfo", "Malvinas: el colonialismo de las multinacionales"
"Desde Londres"
"La Vida Cotidiana"
"El rey de Araucanía y Patagonia" (que constituye un singular trabajo de reconstrucción histórica),
La identidad de los argentinos: sus virtudes y peligros, etc.

Obtuvo los premios periodísticos Oesterheld en 2001 y 2003.

Enrique Oliva, periodista, gran escritor, compañero, amigo y maestro.

Por todo lo expuesto, y dada la trayectoria del Dr. Enrique Oliva solicito se declare ciudadano ilustre, aprobando este proyecto de ley.

Buenos Aires, 28/02/2010

Lo Social - Buenos Aires / Argentina


Enrique Oliva

Por Daniel Brión

EL sábado 27 de febrero de 2010, por la noche, el querido maestro Dr. Enrique Oliva, Don Enrique para quienes lo respetamos y queremos, se ha integrado al Comando Celestial.

Nació en 1923, fue doctor en ciencias políticas, docente y secretario general de la Universidad Nacional de Cuyo (hoy de Mendoza), a partir de 1964; fundador y rector de la Universidad del Neuquén, siete años después convertida en la actual Universidad Nacional del Comahue.

Funcionario fundador del Conicet en 1951, ejerció la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y entre 1991 y 1999 se desempeñó como asesor presidencial con rango de secretario de estado.

Como corresponsal en Europa, durante quince años, hizo conocido el seudónimo de François Lepot con el que escribía frecuentemente (en Clarín), tratando de esquivar la represión de las dictaduras que lo perseguían.

Dedicado preferentemente al análisis político, ha escrito varios libros dentro de esa tesitura, tales como Política de Negocios, Política Universitaria, La guerra revolucionaria en los Estados Unidos, De Gandhi a Goa, En el Golfo, Malvinas: el colonialismo de las multinacionales, Desde Londres (el día a día de la guerra por las Malvinas) y Vida Cotidiana, así como El rey de Araucanía y Patagonia que constituye un singular trabajo de reconstrucción histórica.

Secretario de la Universidad de Mendoza y joven colaborador del general Perón en su primera presidencia, fue fundador de la Resistencia Peronista, creando primero, con la especial aprobación del mismo Perón, los Comandos Coronel Perón, inicio de la resistencia organizada. Y luego los UTURUNCOS, participando desde siempre en las luchas por la recuperación de la democracia y la vigencia de la Constitución Nacional.

Preso en durísimas condiciones, condenado bajo el régimen CONINTES de la administración Frondizi, a seis años de cárcel, fue amnistiado en 1964. En el exilio fue cercano compañero de José María Rosa. En Madrid recibió el título de Conde Duque de Oliva, por una broma de un compañero de penurias. Eso le valió algunos privilegios en la pensión en que estaba refugiado.

Periodista, que se valió del seudónimo de Francois Lepot para evitar la censura de la dictadura criminal de 1976, trató a figuras internacionales de la jerarquía de Giscard d'Estaing, Chirac, Breznev e Indira Gandhi (que le confesó, off the record, que Mahatma no era en realidad su personalidad más admirada).

Últimamente Oliva se desempeñaba como presidente del Instituto Malvinas, presidente de la Comisión de homenaje a José María Rosa, miembro del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas y miembro destacado de la Comisión Nacional Permanente de Homenaje a la Vuelta de Obligado, además de crear y presidir la Comisión de la Resistencia Peronista (RESISPER). Gracias a esta inquietud, el Congreso de la Nación y el de la Provincia de Buenos Aires, han reconocido, reivindicado y reparado económicamente a miles de compañeros que habían participado en el Luche y vuelve y en los heroicos dieciocho años de resistencia, que habían sido dejados de lado por toda la legislación vigente, que reparaba sólo a quienes sufrieron desaparición, pérdida, captura, tortura, etc, únicamente durante la última de las dictaduras.

Fue en tal circunstancia que recibió un diploma por su abnegada tarea en las luchas por la recuperación de la democracia, otorgado por el H. Senado de la Nación, votado por unanimidad y la única abstención de la senadora María Eugenia Estenssoro (Coalición Cívica, Ciudad de Buenos Aires)

Hoy, seguramente, se ha encontrado con su amigo José María (Rosa) con Don Fermían (Chávez), con la querida Evita, con mi viejo (a quien también conoció en 1956), y hasta con El General que le debe estar diciendo: “…vió Don Enrique finalmente volvemos a estar juntos, gracias por no haberme olvidado nunca y haber querido hacer respetar mi Doctrina y la causa nacional …”

Se nos fue un compañero, un maestro, un nacional, un luchador incansable por la soberanía y por la Patria grande.

Don Enrique Oliva, un nacional, un compañero peronista, un maestro presente, ahora y siempre.

28/2/10
 

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