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Josecito
a su servicio
Por Sonia Catela
A eso de las diez, cuando haya acabado la cena, desnudito me lo ponés a José en
la entrada del cuarto, y que el señor Silverio lo reacomode después como quiera.
Josecito sólo no da abasto, viste su piel, a lunares lo han dejado, pero con los
más chicos no hay caso, lloran, se refriegan los mocos contra la almohada y
asquean a nuestros huéspedes, vaya plaga la que azota a esta finca, pero como
Silverio comentó que asume en José un ángel celestial, tomá esta llave y buscá
en el arcón de la capilla (el de volutas doradas), un par de alas de las de
plumas, ésas antiguas, en color rosa sería lo ideal, de flamenco, las hay, las
hay, y colocáselas a Josecito, que le vayan a medida, no las de adulto, así que
elegí bien en homenaje a la estética de Silverio, y, cuando nuestro huésped
termine sus juegos, que se las quite él mismo, (vamos, que nuestro visitante no
está loco, es un cabal artista, por qué tenés miedo, de qué tenés miedo, qué le
va a hacer). A Josecito ponelo en cueros y con las alas, como te dije, al lado
de la lámpara de alabastro o mejor, paradito a un metro de la puerta para que lo
primero que vea Silverio cuando gire el picaporte del dormitorio sea la
encarnación angelical que Salta le prepara. De partida te recomiendo que no
bañes al niño. Aunque ya lo sepas, te lo subrayo, debe emanar su aroma natural,
su hedor anal, el aura de su carne, si no, tampoco sirve; ellos se orientan y
buscan por los olores. Y si a Silverio le disgusta el vaho penetrante, él sabe
lo que quiere y lo hará. No tengas miedo.
Cerciorate que Josecito no se orine en la cama como ese sucio de Guadalupe,
grandote zonzo. A la cara limpiásela, pasale una toalla hasta que quede
radiante, y pintale los labios, a ver, con este rouge rosado. Mejor traémelo al
chico, lo voy a decorar yo, antes pasá por la capilla y buscá, en el arcón de
las cosas viejas del Gólgota, esas alas de plumas rosadas que hacía mi finada
tía Delfina, con la paciencia de antes. O el aburrimiento.
Pero si es bonito el coyita, vamos José, vos ya has hecho de ángel en las
procesiones, a ver esa cara roñosa, aquí, aquí y aquí, un poco de rubor en los
cachetes y algo de purpurina dorada en el pelo, sacate la mano de la
entrepierna, para qué te tapás, ya hemos visto antes langostitas de ésas, y
mayores también; las palmas colocalas juntas, en oración, Cuando entre el señor
Silverio, no abras la boca salvo que él mismo te interrogue sobre algo
específico, lo conocés a nuestro invitado, es artista plástico, (no preguntes el
significado de cada palabra, después buscalas en el diccionario; bueno,
entonces, cuando aprendas a leer), el señor Silverio encuentra en vos sustancia
angelical, no se te ocurra rezar o cantarle a Cristo antes de dormir, ni hablar
del catecismo, abstenete de cualquier barullo tampoco alborotes bajo
circunstancia alguna, vos firme, de pie y callado como las tallas de la capilla,
no esperes propina aunque quizá al señor Silverio se le ocurra darte algo por
tus servicios: no agarres un centavo, no se molesta a los huéspedes, mirate el
cuerpo a lunares, esas ronchas, los disimulamos con un poco de esta base, ah, la
plaga, sí, te pedirá que te subas a este altarcito, y te extenderá las alas de
este modo, se retirará hacia atrás, te observará, se te acercará nuevamente, y
te acomodará las manos, las piernas, como él diga, te irá armando pieza a pieza
y probablemente te dibuje; luego, te dejará toda la noche en esa postura para
que le protejas el sueño, eso te pedirá o cualquier otra cosa más; y cualquier
otra cosa más lo complacés: vos le hacés caso en lo que te pida. Cuando el señor
Silverio se duerma podés bajar y acostarte a su lado si es que te dejó ahí hasta
ese momento, cosa que dudo, obedecelo, actuá como te pida, a la gente de la
capital hay que hacerles su estadía confortable, mirá la pulsera celeste que
encontré, te queda bien, y este cinto de cuentas... completo: il bambino San
Gabriel en persona, tenés suerte, protagonista de una obra de arte, Silverio
promete como pintor, publicaron una excelente crítica de su obra Alegoría nada
menos que en La Prensa, qué mejor que colaborar con un creador como mecenas de
las artes (buscá las palabras que no sabés en el diccionario, ya te dije), la
capital es diferente, allá no hay ángeles encarnados pero tampoco necesitan
poner niños de cebo para los mosquitos, cómo flechan ¿no? no tienen que
molestarlo a don Silverio ni los zumbidos ni los aguijonazos, vos dejate picar,
vas a parecer un San Sebastián ¿quién? ese santo atravesado por saetas, qué
plaga ésta. Hay que cuidarle el descanso a Silverio. Complacerlo. No tendrás
piojos vos ¿no? ¿Te orinás en la cama? Aunque quién sabe con estos artistas. A
lo mejor eso le despierte la pasión... del arte. Acomodate Josecito, y esperá.
Falta apenas una hora. No te vayas a dormir. Mirá lo que veo... esto es un bozo,
qué vellos duritos... Estás grande. Seguramente a Silverio le va a encantar un
ángel con bigotes. Imagino sus pinturas, la reseña en La Prensa, citando el
contexto, la finca, a vos como personaje... ¿No te emociona? Quizá hasta se
prende de vos y te lleve a Buenos Aires. Coraje. Falta poco.
...
La costumbre de colocar "niños cebos" se practicó en estancias salteñas de la
alta sociedad durante las primeras décadas del siglo XX, entre las que se
encontraría la de Patrón Costas.
soniacatela@yahoo.com.ar
Rosario|12, contratapa, lunes12 de abril de 2010