Pensamiento Nacional: Desafíos del presente y del futuro

El caso de los recursos naturales

[Transcripción literal de la conferencia inaugural de la décima edición del “Taller para el Pensamiento Nacional”. Instituto superior octubre (ISO). Jueves 22 de abril de 2010]

Por Francisco Pestanha*
fpestanha@hotmail.com

“Para estudiar el ser colectivo que constituye una sociedad, sea que se considere o no a ésta como un organismo, es evidentemente indispensable conocer todos los elementos que la forman y sus modos de funcionar, con resultados varios en su vida anterior y su vida presente”
WENCESLAO ESCALANTE

“Pensar desde sí, para ser uno mismo, es liberarse. Despojarse de lo ajeno, deseducarse. El pensamiento ajeno, cuando uno no es libre, no ayuda, ocupa desalojando nuestra posibilidad de pensar lo nuestro desde nosotros mismos”.
GUSTAVO F. J. CIRIGLIANO.

Profundamente agradecido a los aquí presentes por compartir con nosotros la décima edición de nuestro “Taller para el Pensamiento Nacional”, experiencia colectiva que si bien iniciamos formalmente en éste Instituto Superior Octubre en el año 2001, veníamos desplegando diríamos “informalmente” desde mediados del año 1998 en un restaurante de propiedad del amigo Miguel Echeverría, aquí cerca, en el barrio de San Telmo.

Antes de abocarme al contenido específico de esta conferencia, quiero recordar en voz alta que transitaban los últimos años del siglo pasado, cuando junto con algunos amigos y compañeros entre los que destaco especialmente al citado Miguel Echeverría, a Luis Launay, a Raúl Seguí, a Carlos De la Vega y a Oscar Henales, nos “autoconvocamos” en innumerables jornadas nocturnas en las que “lúdicamente” nos definimos como insurrectos.

En aquellos tiempos sombríos, coincidimos que había llegado la hora de repensar al país, y para ello, nada mejor que apelar nuevamente a una corriente de pensamiento que parecía extinguirse, pero que intuíamos, podía aportar muchas claves para comprender y superar esa tremenda crísis que se avecinaba. Recuerdo aquél primer documento que distribuimos por correo electrónico, y que generó bastante polémica - y posteriormente - los primeros encuentros en éste Instituto.

En las reuniones iniciales del taller recurrimos al método de las lecturas compartidas. Rememoro ahora el primer texto que abordamos: el prólogo al libro “Política Británica en le Río de la Plata” de Raúl Scalabrini Ortiz. Un integrante del equipo lo leía en voz alta y los demás escuchábamos. Posteriormente encarábamos un debate que a veces se extendía hasta largas horas de la noche. Por lo general nuestra relatora era Elena Márquez a quien cariñosamente designamos como “madrina del taller”. Tiempo después ya con el auxilio de un cañón proyector que nos facilitó generosamente este sindicato (SUTERYH), comenzamos a desarrollar método de lectura, visualización y reflexión colectiva, recurriendo a un programa de proyección de diapositivas.

Vienen a mi memoria así los debates sobre la primer página Web: www.pensamientonacional.com.ar hoy ya señera, las jornadas domingueras orientadas hacia la búsqueda y adquisición de textos que considerábamos en “peligro de extinción”, muchos de los cuales gracias a Dios, hoy se están reeditando, los primeros homenajes, la fundación de la Biblioteca “Fermín Chávez”, la primera “Jornada para el Pensamiento Nacional”, los dos encuentros de “Pensamiento Nacional en la Red” mediante el que nos auto convocamos las páginas nacionales, verdaderos órganos de difusión de las distintas expresiones de nuestra corriente, el congreso de “Revisionismo Histórico” en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA gracias a los buenos oficios de de su Decano: Hugo Trinchero, las conferencias, la Muestra “Forja 70 de Pensamiento Nacional” y la trilogía de libros que compartimos con Pablo Hernández, Delia María García, Ernesto Ríos y Eduardo Rosa, los primeros libros, los prólogos, la nuestra “Malvinas Islas de Memoria” organizada por la Comisión de familiares de Caídos en Malvinas con la que contribuimos, y los cientos de viajes que realizamos.

Mediante este breve racconto, quiero ilustrarlos de manera tal que comprendan que durante estos últimos diez o si se quiere doce años, como grupo, hemos realizado una serie de actividades que, junto con otras impulsadas por compañeros aquí de la Capital y de las provincias en forma paralela, permitieron que nuestra corriente haya cobrado nuevo impulso, nueva vigencia y nueva virtualidad. Quiero expresarles además que este proceso en modo alguno fue inducido, muy por el contrario surgió espontáneamente de nuestras propias necesidades y expectativas.

Rememoro a continuación la labor incansable de Luis Launay y recuerdo muy especialmente a tres maestros que aunque no están hoy con nosotros, contribuyeron tenazmente con el desarrollo de esta experiencia. Me refiero a Enrique Oliva, a Fermín Chávez y a Arturo Peña Lillo de quienes mucho aprendimos y a quienes pudimos homenajear en vida - y además - como no hacerlo, a nuestro inolvidable Ernesto “ El Áspero” Ríos, quién no sólo transitó por este taller, sino que además bregó incansablemente hasta sus últimos días por éste, nuestro ideario compartido. También quiero evocar a “Cuqui” De la garma quien, entre otras “Guapeadas”, ayudo a materializar el merecido homenaje al último núcleo forjista de Mar del Plata aquel verano en el Hotel Provincial. También deseo agradecer a Víctor y a Pepe Santamaría por su eterno aliento y auxilio, y a Enrique Rodríguez y a Raúl Seguí, por su aporte inestimable en estos años.

La vida me permitió condensar una parte sustancial de todo este derrotero intelectual de más de diez años en un primer libro: ¿Existe un pensamiento Nacional? prologado por Elena Márquez integrante de este taller, cuyo dibujo de tapa pertenece a Felipe Ávila también integrante de nuestra experiencia, y editado por una editorial FABRO, emprendimiento que emergió al calor de nuestra labor. Allí tuve la oportunidad de enunciar todos esos principios sobre los cuales debatimos en tantas jornadas.

Respecto a dichos principios quiero resaltar que durante estos años hemos tomado en forma colectiva plena conciencia que los tiempos históricos que nos tocaban vivir nos imponían - entre otros desafíos - el de “volver a la realidad” como imperativo inexcusable para superar tantas décadas de pragmatismo claudicante y de iluminismo oscurantista. Dicho imperativo coincidimos, nos demandaba poner fin a ese “especular sobre razones” y comenzar a “razonar sobre realidades”. No es casual que el primer texto analizado hace mas de 10 años fue el prólogo del Libro Política Británica en el Río de la Plata de Raúl Scalabrini Ortiz. En todos estos años concordamos además en la necesidad de recuperar cierta “virginidad mental” para contribuir al desarrollo de una corriente de pensamiento que se reconoce claramente como “situada” - es decir -emplazada en un tiempo y lugar determinado - y asimismo - sujeta a las condiciones históricas imperantes, ya que en cierto sentido, el pensamiento también es un hecho histórico.

Como pensamiento situado el pensamiento nacional constituye – como enseñaba Fermín Chávez - una verdadera “epistemología de la periferia” cuyo objetivo principal es el abordaje desde una situación que se reconoce como periférica de su objeto principal que es: la identidad nacional. También concordamos en estos años que para desarrollar y transmitir éstas nuestras conclusiones - tal como nos enseñaba Don Arturo Jauretche - debíamos recurrir muchas veces a la polémica, antiguo arte que nos enseña los procedimientos de ataque y defensa en materia discursiva, y que puede contribuir desde la sana pasión a “despabilar” conciencias y orientarlas hacia la realidad. Reconocimos también que si bien un principio de intertextualidad impide una autonomía absoluta en materia de pensamiento, nuestra aspiración como corriente es aquella que se orienta al desarrollo de la propia mirada a partir del diseño de propias categorías de abordaje sobre ella.

Por último coincidimos que el pensamiento nacional, es estrategia y estratégico a la vez, ya que por un lado se enmarca en un natural proceso de cooperación-confrontación entre comunidades que se opera en el campo de lo simbólico, pero por el otro, aporta una mirada alternativa al desarrollo de futuras generaciones de argentinos.

Estas, entre otras conclusiones, fueron a las que arribamos través de mas de una década de reflexiones conjuntas a las que aportaron lo suyo - entre otros tantos compañeros - Luis Launay, Elena Márquez, Felipe Ávila, Eduardo Rosa, Pepe Rosa, Marta Bunge, Jorge Catena, Osvaldo Vergara Bértice, Daniel Caminos, Pablo Hernández, Juan W. Wally, Andrés Lemos, Diego Gutiérrez, Natalia Cipolla, Consuelo Bilbao, Pepe Muñoz Azpiri, Patricio Mircovich, Oscar Denovi, Alberto Gelly Cantilo, Oscar García Pérez, Oscar Catellucci, Cesar Bustamante, Fabián Dantonio, Javier Mauad, Juan C. Corica, Martín García, José Luis Dilorenzo, Graciela Maturo, Leticia Manauta, Calos Ponce, Goyo Ramírez, Enrique Oliva, Pablo Vázquez, Néstor Gorojovsky, Ernesto Goldar, Julio Fernández Baraibar, Nahuel Gonzáles, Patricio Iaccarino, Juan Pablo Borrelli, Jorge Sulé, Alberto Buela, Marcelo Pensotti, Pacho O¨,Donnell entre otros tantos otros.

Hechas las consideraciones precedentes que considero necesarias para dar contexto a mis próximas reflexiones, voy a abocarme a continuación a exponerles los que creo que constituyen los desafíos presentes futuros de nuestra corriente, tomando como base y fundamento el núcleo central de esta hipótesis que maravillosamente definiera nuestro maestro Fermín Chávez y que hacemos nuestra:

“Las crisis argentinas son primero ontológicas, después éticas, políticas, epistemológicas, y recién por último, económicas"

Resulta evidente que sí nuestro maestro tenía razón, al momento de especular sobre elementos que componen la realidad argentina, resulta necesario e indispensable abordar en primera instancia aquellas cuestiones que nos vinculan a nuestro propio ser colectivo - es decir -a aquellos aspectos geográficos, históricos, culturales, antropológicos, míticos y religiosos que componen nuestro propio ser, es decir, nuestra identidad colectiva. Para ello, debemos poseer un método que contribuya a desarrollar de propias categorías de análisis, y a partir de ellas, nos conduzca hacia la conformación de nuestra propia conciencia y a nuestra autoafirmación.

Para desarrollar entonces una epistemología de la periferia entendiendo a la epistemología no solo aquella doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico - y en tanto- el estudio de su producción y validación, sino también como la disciplina que aborda entre otras cuestiones los factores y las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento, debemos recurrir a un método que contribuya a orientarnos hacia el abordaje de nuestras propias circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas tal cual como han sucedido y se han ido desarrollando. Para lograr un verdadero conocimiento respecto del propio ser debemos despejar de nuestras mentes –entre otros – ciertos prejuicios iluministas y ciertos preconceptos que Manuel Ortiz Pereyra definía como aforismos sin sentido, y que su discípulo Arturo Jauretche definió luego como zonceras.

Para abordar efectivamente estas cuestiones – como hemos comprobado históricamente - no podemos seguir recurriendo a categorías de importación aptas probablemente para comprender otras realidades, debemos desarrollar las nuestras

¿Sobre que presupuestos metodológicos debemos construir esas categorías?

Si recurrimos a los autores que, entendemos, pertenecen a nuestra corriente de pensamiento, cuanto menos podemos enunciar cinco procesos que nemotécnicamente podemos representar con cinco (5) letras “A”.

I.- Autoconocimiento

Manuel Ortiz Pereyra maestro y mentor intelectual de Don Arturo Jauretche en las primeras décadas del siglo pasado denunciaba que:

"el pueblo que ha concurrido a la escuela argentina ha aprendido una cantidad respetabilísima de conocimientos de historia, geografía, gramática y otras materias, pero ignora de un modo absoluto su situación real y actual de pueblo encadenado a una dictadura económica que lo hunde silenciosa e implacable en la miseria el hambre, la corrupción y el crimen."

Mediante estas reflexiones Ortiz Pereyra revelaba ya en su época, que nuestra educación estaba sustentaba en un enciclopedismo universalista con escasísimo sustento en la realidad, hecho que condenaba al pueblo a la ignorancia respecto a las fuerzas reales que operaban en el país. Aunque parezca increíble aún en la actualidad, nuestra enseñanza continúa dicha orientación que había sido impulsada por la generación del 80 para crear un tipo específico de ciudadanía, una educación que relega lo local y lo particular, y que se concentra fundamentalmente el lo general e universal. Aún hoy aunque cueste creer no se promueve, como debería hacerse el conocimiento de lo propio como principio rector. Quiero aclarar además que cuando me refiero a lo local incluyo también a lo suramericano.

Como consecuencia de ello un primer desafío nos incita a luchar por la modificación del método de enseñanza: debemos comenzar de lo local y para luego abordar lo universal ya que lo que no se conoce no se aprecia y en tanto no se defiende. No se trata de incluir en la normativa educativa cambios en las estructuras formales, sino un cambio radical el en método de abordaje y en los contenidos.

El déficit en nuestro autoconocimiento ha sido uno de los grandes defectos de nuestro sistema educativo. Nuestra corriente sostiene que debe partirse del conocimiento ex – ante del propio ser, y por ello, nuestro proceso de formación debe ir de lo particular a lo general. La referencia anterior no presupone en modo alguno menoscabar el conocimiento de lo otro ni mucho menos despreciarlo, significa simplemente establecer un nuevo orden de prioridades diferente al que opera actualmente.

Cabe señalar que el revisionismo histórico es precisamente una corriente historiográfica que surgió para suplir ese déficit en el autoconocimiento al que me referí precedentemente, ya que la historiografía oficial de cuño Mitrista, había omitido ex profeso incluir en el relato histórico destinado a la formación de las distintas generaciones de argentinos, hechos sustanciales y fundantes de nuestro devenir histórico.

II.- Autorreflexión

Un buen ejercicio de autoconocimiento respecto del propio ser nos conduce necesariamente un hacia una segunda fase: la auto reflexión, es decir, a hacia una actividad interpretativa de nuestra propia realidad ya conocida. El desconocimiento de la propia realidad puede llevarnos muchas veces a inferir razonamientos erróneos o lo que es peor aún a consumir recetas a libro cerrado. Fíjense por ejemplo que resulta bastante común en las sobre nuestro pasado que se asigne a nuestros caudillos un carácter Feudal, cuando el feudalismo es un producto histórico nítidamente europeo, y como tal - no se produjo en nuestro país. Casos como estos resultan cotidianos, no solo en las escuelas sino lo que resulta peor en nuestras universidades. Aquí la labor de Astrada, Hernández, Taborda, Alberini, Castellani, Scalabrini y otros tantos resultan fundantes y esclarecedoras.

III.- Autoestima colectiva

Tanto el proceso de autoconocimiento como el de autorreflexión deben estar acompañados de la puesta en funcionamiento de mecanismos autoestima colectiva que en modo alguno pueden ser a- críticos pero que deben orientarse hacia el establecimiento de una relación afectiva entre el sujeto cognoscente y lo conocido. Si en términos individuales consideramos el amor propio (autoestima) es un ejercicio de virtudes reconocidas, en términos colectivos, lo es el amor por lo propio. El pensamiento nacional es una corriente impulsada a por un profundo sentimiento de amor hacia lo propio tal cual es y tal cual manifiesta en la realidad. El Manual de Zonceras Argentinas es en tal sentido, un texto señero ya que allí se denuncian fundamentalmente verdaderos mecanismos autodenigratorios de incidencia colectiva. El de Jauretche es un verdadero texto de psicología social. Los mecanismos autodenigratorios aparecen todos los días en los grandes medios de comunicación, y además, en muchos discursos. Hay que prepararse para combatirlos ya que la exaltación permanente de nuestras debilidades y el correspondiente menoscabo de nuestras virtudes, impiden la adecuada formación de una conciencia propia.

IV.- Autoconciencia o conciencia nacional

Reunidos estos primeros tres presupuestos la autoconciencia (conciencia nacional) de la que hablaban Hernández Arregui, Arturo Jauretche y otros, nos permite obtener cabal comprensión de nuestra situación específica, en otras palabras, de lo que realmente somos. Dicha compresión nos permite evaluar como comunidad en forma equilibrada y desprejuiciada nuestras potencias y fortalezas, y nuestras debilidades, y desde allí, determinar nuestros intereses y establecer nuestros objetivos y nuestras metas.

V. Autoafirmación

Por último llega el proceso de autoafirmación, que es aquel mediante el cuál nos afianzamos en nuestro propio ser ya conocido, elaborado y querido, y nos autoreconocemos en relación con el otro. La auto afirmación es consecuencia de los anteriores - y es allí - donde ejercemos una verdadera facultad soberana de reflexión y en lo posible de decisión y de acción.
El pensamiento nacional es entonces una corriente de pensamiento que sustentada en éste, nuestro método, aborda las cuestiones locales desde lo local - sin perjuicios ni preconceptos - ya que la nación no es lo que imaginamos debería ser, sino lo que es en realidad.

- El historicismo -

Para finalizar con este apartado cabe señalar que Fermín Chávez nos enseñaba que desde los albores del surgimiento mismo de nuestro estado, una doctrina de carácter a – histórica, el iluminismo, ideología que coloca como eje y principal de conocimiento a la razón y en tanto desprecia o desdeña toda otra fuente de conocimiento como la experiencia pasada, marco fuerte impronta en gran parte de la superestructura cultural del País. Es como si el pasado no estuviera presente en lo que hoy somos. El pensamiento nacional contrapone al iluminismo de importación el historicismo que entiende al pasado no como pretérito intrascendente, sinó como experiencia trascendente en el hoy.

Si bien es cierto que la gran polémica entre historicistas e iluministas tuvo y tiene aún epicentro es el viejo continente, que dicha controversia proviene naturalmente de las condiciones históricas allí imperantes, y que el pensamiento americano debe aspirar al desarrollo de categorías propias de análisis que se orienten hacia el desarrollo de nuestra autoconciencia, el historicismo, epistemología que considera al hombre como ser histórico, posibilita evitar ese debate y saltar perfectamente “por encima” de las determinaciones y de las definiciones apriorísticas, y por que no, de eternos, prejuicios y permite concentrarnos en nuestro propio ser histórico por relativismo radical que él implica. El historicismo en su versión más heterodoxa puede contribuir con mucho mas eficacia al análisis de las cuestiones americanas. Arturo Jauretche en ese sentido establecía una clara diferencia entre el adoptar (practica netamente iluminista) y el adaptar, práctica que permite adecuar ciertos presupuestos a la realidad.

¿Como aplicamos las referencias precedentes a un caso concreto?

Debemos considerar en primera instancia que las actuales circunstancias geopolíticas colocan aun a nuestro país ante un contexto mundial donde persisten aún notables desigualdades entre países no sólo en materia económica, sino también tecnológica, y donde la argentina pertenece a ese grupo de países que no participan ni gozan de los “beneficios” de la centralidad. En otras palabras, el Pensamiento Nacional reconoce nuestra situación periférica. En segunda instancia debemos hacer referencia a que en la argentina y en otros países de Sudamérica, persiste aún una superestructura intelectual cultural permeable a las doctrinas de importación que a veces por razones de interés y otras por simple inconsciencia, impulsa una reflexión errónea sobre nuestra realidad.

En ese orden de ideas y siguiendo la tradición impuesta sobre todo por el primer peronismo, uno de los desafíos mas relevantes que debemos afrontar para revertir esta tendencia la producción doctrinaria. Desde una situación periférica y orientada hacia neutralizar y revertir las reflexiones erróneas, la producción de doctrina aparece como uno de los desafíos mas significativos de estos tiempos.

¿Que significa esto? Si a través de un método como el propuesto logramos superar esta tendencia a la importación a–critica de ideas y ciertos prejuicios y las zonceras cotidianas, debemos luego concentrarnos en la producción de sentido estratégico que presupone - entre otras acciones - la producción doctrinaria. Reconozco que cierto academicismo tilingo suele despreciar la labor doctrinaria malinterpretándola o simplemente menoscabándola. Pero muy por el contrario y por las razones que expondré nuestra corriente valora dicha producción.

¿Como se lleva esta cuestión a la práctica? En principio debo aclarar que queda poco tiempo para explayarme por eso voy a tomar un ejemplo, aunque creo que esta experiencia, puede extenderse hacia todas aquellas cuestiones que se vinculan a la realidad nacional .

Recuerdo que Juan Bautista Alberdi opinaba que una nación requiere conciencia de sí. El afirmaba que: “Un pueblo es civilizado únicamente cuando (...) posee la teoría y la fórmula de su vida, la ley de su desarrollo” (lectura textual). La ley de su desarrollo es otro término para designar el “proyecto”; es decir, un principio regulador, un arjé como enseña otro gran pensador argentino Gustavo Cirigliano. Por su parte “la teoría y la formula” refiere a la doctrina. Juan Domingo Perón comparte este diagnóstico y en consecuencia promueve permanentemente dicha actividad (la doctrinaria) persuadido que todo ejercicio proyectual de carácter colectivo, debe estar acompañado de una elaboración doctrinaria, es decir, por una genuina práctica de teorización sobre el propio transcurrir, en otras palabras, sobre el propio ser.

Las condiciones históricas en las que le toco liderar la argentina sumadas a su propia experiencia de vida y formación, llevaron a Perón a concebir las doctrinas como “exposiciones sintéticas de grandes líneas de orientación”, que representan “en sí y, en su propia síntesis, solamente el enunciado de innumerables problemas; pero la solución de esos problemas, realizada por el examen analítico de los mismos, no puede formar cuerpo en esa doctrina sin que constituya toda una teoría de la doctrina misma”. (lectura textual).

El jefe del peronismo concebía la doctrina, como un instrumento orientador hacia fines, a tal punto que alegaba que toda nación debía poseer una doctrina. Para Perón una doctrina sin la teoría que la fundamente, resultaba incompleta, pero una teoría que no contemplara realizaciones concretas, resultaba inútil. El círculo para él cerraba de forma tal, que la teoría se enseñaba, la doctrina se inculcaba y, el desafío, consistía en llevar a ambas a la práctica. La realidad nutre a la teoría y, la teoría, nutre a la realidad

Ningún país que pretenda autorrealizarse puede hacerlo sin teorizar sobre si mismo y de allí extraer sus conclusiones. Así, el proceso de auto- conocimiento resulta otro prerrequisito de la actividad doctrinaria que, como sostuvimos alguna vez, no consiste en la simple elaboración de un corpus al que anudarse de manera definitiva, sino muy por el contrario, a una actividad un ejercicio permanente de reflexión colectiva en la que deben coparticipar todos los sectores de la vida nacional - en especial - la universidades, disponiéndose de todos los recursos existentes y potenciales.

La labor doctrinaria que nos demanda estos tiempos en manera alguna se circunscribe como algunos mal entienden a la simple especulación filosófica. Nos incita a pensar en nosotros mismos desde nuestro ser para el proyectar y el hacer. Esta afirmación, como observamos, no implica desechar la actividad especulativa sino muy por el contrario, nos demanda partir de un presupuesto filosófico que por su núcleo de conexidad con la realidad, viabilice intervenciones plausibles y eficaces sobre la realidad.

Pero como enseñaba el fundador del justicialismo, el solo conocimiento de una doctrina resulta insuficiente: “lo fundamental es sentirla, y lo más importante es amarla (…) es menester tener una mística, que es la verdadera fuerza motriz que impulsa a la realización y al sacrificio para esa realización” (textual). He aquí una verdadera visión espiritualista y trascendente del ser pero también, del saber y del hacer doctrinario y, además, la validación de una verdadera dimensión sensitiva del conocimiento que para Perón, resulta un constituyente estructural del universo de lo humano. El imperativo doctrinario se deduce de aquella sentencia expresada por Perón ante una multitud de funcionarios y empleados públicos: “Una doctrina nacional es tan fundamental en el Estado, en la Nación, como fundamentales son el alma y el pensamiento en un hombre ¿Adónde va un hombre que no tenga sentimientos ni pensamientos? ¿Y adónde iría una Nación que no tuviese un pensamiento y un sentimiento comunes?” (textual).

Elaborar doctrina nacional hoy presupone entonces un gran llamado a la especulación –acción en permanente contacto con la realidad, partiendo de grandes postulados orientativos, los que deben necesariamente responder a las aspiraciones, necesidades y, conveniencias nacionales y populares-. Solo los grandes principios doctrinarios son inmutables, y en tanto - habrá que adaptarse a las circunstancias actuales teniendo en consideración que “hay cosas en las cuales podemos estar diametralmente opuestos en la apreciación, pero hay sectores y factores de la nacionalidad con los cuales ningún argentino puede estar en contra” (textual) y, además que: “La doctrina nacional se conforma alrededor de estos últimos, vale decir, de aquellos asuntos en que todos los argentinos debemos estar de acuerdo para el bien de la Nación” (textual).

Si coincidimos que las crisis argentinas son esencialmente ontológicas comprenderemos que desde el punto de vista funcional, una doctrina genuina puede constituir un poderoso vector de unidad para una comunidad como la nuestra que tiende a disgregarse, ya que analizar ciertas circunstancias de manera análoga, nos conduciría a obrar en similar sentido hacia un destino deseado.

Hacer doctrina hoy es intentar dar a nuestro país “un alma colectiva que nos haga sentir” y, tal vez, que nos haga pensar en las cuestiones estratégicas de similar manera. Hacer doctrina hoy, bien podría ayudarnos a establecer ese designio común que tanto anhelamos.

- Caso particular: La Administración de Parques Nacionales -

Los trabajadores de Parques Nacionales por ejemplo hemos heredado una muy buena técnica en materia de conservación. Tengo que reconocer que a pesar de las naturales falencias, de los devaneos políticos, y de las constantes restricciones presupuestarias, nuestro organismo que pertenece al Estado Nacional ha hecho un buen trabajo, y además, forjado un considerable cuerpo de técnicos. Pero todos sabemos que la labor técnica es solo instrumental, es decir, debe estar sujeta a un proyecto. De lo contrario caemos en una desvirtuación que suele conocerse como Tecnocracia.

Quiero aclarar antes de continuar que la Administración de Parques Nacionales no es el único ente destinado a la Conservación y preservación de los Recursos Naturales. Los hay también Municipales y Provinciales. Aclaro esto por que el ejemplo al que voy a referirme hoy se circunscribe éste organismo que posee una amplia competencia territorial sobre recursos que están sujetos a la jurisdicción nacional.

Si analizamos con detenimiento los últimos cuarenta discursos de Perón vamos a encontrar reiteradas menciones a la cuestión de los recursos naturales. Su experiencia en Europa lo hizo concluir que las potencias habían agotado sus recursos naturales entre los que incluyo minerales, y que tarde o temprano, presionarían mediante estrategias explicitas e implícitas a aquellos países que si los poseen para obtener sus beneficios. Además, advertía sobre la cuestión alimentaría cuya demanda obligaría a naciones como las nuestras a ampliar las superficies cultivables, degradando naturalmente recursos no renovables.

Quiero aclararles que nuestro país – en términos comparativos – se encuentra poco antropizado con una gran cantidad de recursos disponibles y con grandes extensiones para la producción alimentaria.

De haber seguido las recomendaciones del ex presidente, deberíamos haber arbitrado los medios suficientes para protegerlos de tal demanda, y a hasta proponer, como principal hipótesis de conflicto para nuestras fuerzas armadas, su defensa tal como lo ha hecho Brasil. Quiero advertirles además que esas señales no solo fueron visualizadas por Perón. Ya en su época Raúl Scalabrini y Arturo Sampay bregaron para la incorporación del articulo 40 de la Constitución de 1949.

Paso a leer el texto completo del artículo (textual):

Art. 40 - La organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social. El Estado, mediante una ley, podrá intervenir en la economía y monopolizar determinada actividad, en salvaguardia de los intereses generales y dentro de los límites fijados por los derechos fundamentales asegurados en esta Constitución. Salvo la importación y exportación, que estarán a cargo del Estado, de acuerdo con las limitaciones y el régimen que se determine por ley, toda actividad económica se organizará conforme a la libre iniciativa privada, siempre que no tenga por fin ostensible o encubierto dominar los mercados nacionales, eliminar la competencia o aumentar usurariamente los beneficios.

Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son propiedad imprescriptibles e inalienables de la Nación, con la correspondiente participación en su producto que se convendrá con las provincias.
Los servicios públicos pertenecen originariamente al Estado, y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o concedidos para su explotación. Los que se hallaran en poder de particulares serán transferidos al Estado, mediante compra o expropiación con indemnización previa, cuando una ley nacional lo determine.
El precio por la expropiación de empresas concesionarios de servicios públicos será el del costo de origen de los bienes afectados a la explotación, menos las sumas que se hubieren amortizado durante el lapso cumplido desde el otorgamiento de la concesión y los excedentes sobre una ganancia razonable que serán considerados también como reintegración del capital invertido.

Noten entonces que lúcidos exponentes de nuestra corriente tenían hace más de 50 años plena conciencia de la necesidad de establecer fuertes regulaciones en materia de recursos. Cabe señalar que la Constitución del 49 dejo de lado los vegetales, ya que en ese momento, no se era plenamente conciente de la importancia de los recursos que hoy conocemos con el nombre de bio genéticos.

Volvamos a la cuestión de Parques Nacionales que reitero, es uno de los organismos (seguramente el principal) encargados de la preservación de los recursos naturales en los que se incluyen hoy los culturales y biogenéticos. No obstante su importancia estratégica debo comentarles que, lamentablemente y hace tiempo, no posee una doctrina acorde el diagnostico referido anteriormente.

Antes del advenimiento del peronismo existía -digamos - una doctrina que podríamos denominar como conservacionismo elitista. Esa era una doctrina que propugnaba la conservación para las futuras generaciones de los recursos. Pero por nuevas generaciones se entendía la progenie de aquellas familias beneficiadas por la argentina agroexportadora., es decir la de las familias acomodadas. Esta era una doctrina diseñada a la usanza de la estructura socioeconomica y cultural del país previa al primer peronismo, y en tal sentido – resulta sumamente interesante analizar esa etapa histórica donde ciertos Parques Nacionales constituían reductos para el disfrute de las familias “Bien”. Y digo que había doctrina, por que tanto las construcciones, como los funcionarios y empleados, estaban puestos en función de ello. No obstante, como doctrina, contenía algunos elementos interesantes que permitieron preservar hasta nuestros días importantes recursos.

El primer peronismo al constitucionalizar la cuestión de los recursos sentó también bases doctrinarias, aunque la prioridad por la industrialización y por las realizaciones sociales impidieron desarrollar una doctrina especifica para su conservación.

Ya durante conocida década de 1990 (o segunda década infame) o tal vez un poco antes, apareció por ahí la doctrina conocida como del desarrollo sustentable que mas que doctrina era una ideología mediante la cual se pretendió y aún se pretende universalizar o estandarizar los criterios y procesos de aprovechamiento de los recursos para compatibilizar criterios de su explotación con los de su preservación. Y de allí surgieron congresos simposios, consultoras, especialistas y todo un merchandising que en realidad nada tenía que ver con las verdaderas necesidades estratégicas de aquellos países que aún los poseemos. Lamentablemente muchos técnicos - inclusive algunos dentro de la Administración - se prendieron acríticamente de la cola de esta doctrina de importación, y eso debilito un poco la potencia del organismo.

Si bien en el año 1972 en una famosa carta que Perón había enviado al congreso de Estocolmo se insinúa el criterio de sustentablilidad, el término que en principio aparecía como auspicioso y beneficioso, terminó constituyéndose en una premisa que podría enunciarse como un imperativo emanado de los países centrales ;“Nosotros ya no tenemos recursos, pretéjanlos ustedes para nosotros”. Además este criterio terminó como se denunciara oportunamente, siendo apropiado por consultoras, empresas y organismos de financiamiento internacional y que solo sirve para lavar culpas, pagar favores y enriquecer bolsillos a través de suculentos contratos.

Vuelvo a insistir que, los efectos prácticos, de la adopción acrítica de los criterios de sustentabilidad terminaron debilitando conceptualmente al organismo, y ello trajo aparejadas numerosas consecuencias prácticas que me sería imposible de enunciar aquí.

Así como un proyecto determinado termina viviendo el proyecto de otro que es mas poderoso que el, cuando un país no desarrolla su propia doctrina termina prendido a la cola de otras que, promoviendo un supuesto universalismo, termina generando consecuencias no deseadas.

Mis estimados: cada país o cada región de acuerdo a sus necesidades e intereses debe desarrollar su propia doctrina, la que lógicamente, en materia de medio ambiente, debe resultar compatible con la preservación de la naturaleza que es un valor universal en si mismo, no por que lo declaren técnicos y políticos, sino por que es inherente a nuestra especie que la integra y compone.

Los integrantes de esta corriente pensamos que los tiempos históricos demandad la elaboración de una nueva doctrina que presupone como núcleo principal la defensa de nuestros recursos, en la que debemos involucrar -  como aliados - a nuestros hermanos países de la región. Si esta hipótesis defensiva es la correcta, todo el organismo debe estar puesto en función de esa defensa, defensa que en manera alguna responde a una mirada paranoica de la realidad, sinó a datos concretos, ya que la extranjerización de muchos recursos, es hoy una realidad.

Estos tiempos entonces desafían a ejercer con vehemencia una verdadera ratificación de nuestros derechos sobre los recursos naturales, y sobre esa hipótesis, hay que producir una doctrina propia que contemple tal ratificación. Si la doctrina cambia, el organismo tomara sentido, y las funciones de sus componentes irán resignificándose según su objetivos. De lo contrario –seguirán administrándose los recursos con mayor o menor eficacia, con mayor o menor cantidad de dinero, o con mayor o menor cantidad de áreas protegidas, pero sin un sentido estratégico claro.

Aunque podría profundizar puntualmente sobre los presupuestos sobre los que debería construirse esa doctrina, cabe a los trabajadores, funcionarios y especialistas hacerlo. Simplemente quise traer colación la situación de un organismo que hace muchos años, a pesar de alguna tentativa esporádica, carece de una doctrina orientada en sentido estratégico

Para finalizar quiero nuevamente agradecerles la presencia esperando que estas reflexiones contribuyan a desarrollar una mirada alternativa sobre las cuestiones del País. Quienes quieran aplicar estos principios en función de las cuestiones argentinas, tomen estas palabras como un mensaje introductorio. Pero quienes así no lo entiendan, les recomiendo aplicar esa regla nemotécnica para comprender sus propias vidas tomándola en su caso como una suerte de manual de autoayuda.

Reitero el agradecimiento y les comunico que en el próximo encuentro del Taller, nos acompañara Ernesto Goldar, poeta y ensayista que ha escrito mas de veinte libros, y que ha tenido la suerte de ser discípulo de Don Arturo Jauretche.

Muchas Gracias (aplausos)


* Francisco José Pestanha es el director académico del Taller.