|
|
|
Pueblo,
doctrina y proyecto de país*
Por Francisco José Pestanha
Análisis de un Texto de Juan Domingo Perón Publicado en “ANTOLOGIA
DE BICENTENARIO”. Colección “Los Nacionales” UNION DEL PERSONAL
CIVIL DE LA NACION
Texto seleccionado: Doctrinas Nacionales -Juan Domingo Perón-
(Diario Democracia. Mayo 15 de 1952)
“Los pueblos con libre determinación poseen estilo de vida,
aspiraciones, propósitos y fines propios. De ese libre juego nace
espontáneamente una doctrina nacional que conforma el espíritu de la
nación.
Cuando hablamos de una nación libre y soberana pensamos en un país
con designios y objetivos, como asimismo educado, instruido y
conducido con sus propósitos y hacia sus fines.
Las colonias poseen la doctrina de sus metrópolis, porque el
imperialismo tiene también una doctrina, sólo que inconfesable. Un
país sin doctrina nacional lleva hacia un pueblo sin alma.
Es el camino que conduce de la libertad a la servidumbre. En la
doctrina nacional tienen su origen y forma lo político, lo
económico, lo social y la doctrina de guerra de un país y, es a la
vez, la reunión de todas éstas, lo que conforma a la primera.
***
El conformar una propia doctrina nacional, en el mundo
contemporáneo, tiene mayor importancia de lo que algunos suponen.
Nada menos que decidirse por la propia verdad en vez de apoyar la
mentira ajena; y busca las propias soluciones, no sumándose
discrecionalmente a una decisión en una lucha materialista, vacía de
valores permanentes. No han de ser los déspotas ni los dominadores
quienes puedan juzgar, porque sólo los tiempos y la historia tienen
el privilegio de escrutar la verdad en la razón y no en los
intereses. En la actualidad juzgan también los pueblos. Eso es lo
que cuenta en el presente y, todos sabemos cuál es su juicio.
Las soluciones actuales giran sobre lo mismo: la conquista de la
justicia para los hombres y la libertad para los pueblos. El camino
es uno solo: que cada país elabore y ejecute la propia forma de
alcanzarlas. Para ello es menester suprimir el colonialismo, que es
la servidumbre de los pueblos y, la explotación que es la causa de
la moderna esclavitud de los hombres.
La “doctrina justicialista”, como también se llama al “peronismo”,
es nueva y es auténtica. Es una creación del pueblo argentino,
positiva y legítimamente nacional. Los hombres sin pueblo no hacen
doctrina, porque la doctrina ha de inculcarse, practicarse y
triunfar en las masas populares o, no pasará de palabras.
***
Uno de nuestros mejores comentaristas de la doctrina peronista, el
Dr. D. Raúl Mende, en su libro “Doctrina Peronista del Estado”,
decía ya en 1947:“Los odres son viejos. El vino es nuevo, pero tiene
aroma y sabor añejos. Esta doctrina peronista es vino nuevo. Los
odres — sentido cristiano, auténtico sentido cristiano, y por lo
tanto social, y por lo tanto humanista— son viejos como el
Cristianismo, que infunde su aroma y su sabor a la nueva concepción
peronista”. De nuestro pueblo cristiano nació una doctrina
humanista, en la lucha milenaria por la defensa de los hombres,
combatidos y esclavizados muchas veces en el propio nombre de
Cristo.
Lo sublime de las virtudes no es precisamente su enunciado, sino su
práctica, como también lo excelso de las concepciones no reside sino
en su realización. Pero, si nuestra doctrina ha trascendido al
mundo, si se la teme y la combate, no es por nueva ni por vieja, ni
siquiera por cristiana ni humanista. Es precisamente porque se
ejecuta y resuelve un problema que los imperialismos no desean
resolver”.
-Consideraciones liminares-
Cuando la Secretaria de Cultura de la Unión para el Personal Civil
de la Nación (U.P.C.N), profesora Leticia Catalina Manauta, me
propuso seleccionar un texto de Juan Domingo Perón para integrar una
publicación conmemorativa del Bicentenario de la Revolución de Mayo,
no dudé en escoger el artículo denominado Doctrinas Nacionales que,
bajo el seudónimo de Descartes, el ex mandatario argentino divulgara
en el periódico Democracia, el día 15 de mayo de 1952.
Aunque algún lector pueda interrogarse respecto de la vigencia de
tal faena en los tiempos que nos toca transitar, la labor
doctrinaria para quien les escribe mantiene en nuestro país una
trascendencia significativa, afirmación que intentaré justificar a
partir de las reflexiones subsiguientes.
Razones de espacio me impiden publicar el texto completo del
artículo, no obstante, recomiendo una lectura completa y meditada
del mismo para coadyuvar a su cabal comprensión.
- Del proyecto -
El proyectar nos remite a una actividad psíquica orientada a
“lanzar, dirigir hacia adelante, idear, trazar, disponer o proponer
un plan y los medios necesarios para la ejecución de una cosa” y,
además, a “hacer planes o preparativos sobre cierto hecho que se
desea o se piensa ejecutar”1. Dicho término así concebido remite a
un mecanismo de carácter psíquico que a modo de procedimiento
anticipatorio y en su faz colectiva, suele presentarse en todas las
culturas” con independencia de las condiciones específicas de su
desarrollo evolutivo2. El ser humano es en sí mismo un ser
proyectual, actividad que además de presuponer un planteamiento
abstracto, comprende la “puesta en marcha de las acciones de él
emergentes”3.
En ese orden de ideas, el pedagogo argentino Gustavo Cirigliano,
enseña que cuando un individuo o una comunidad no ejercen plenamente
dicha actividad (proyectual, se ven compelidos a vivir en el
proyecto de otro que, generalmente es más poderoso que él,
transitando de esta forma, una existencia cercana a lo trivial e
insustancial. Vale recordar que para Cirigliano “…pensar desde sí
para ser uno mismo, es liberarse.
Despojarse de lo ajeno,
deseducarse. El pensamiento ajeno, cuando uno no es libre, no ayuda;
ocupa desalojando nuestra posibilidad de pensar lo nuestro desde
nosotros mismos. Para el autor además “en los países con muchos
siglos, su pasado (que es historia) es la fuente para la reflexión y
para el análisis de sus problemas”4, sosteniendo en consecuencia que
“un Proyecto Nacional es el instrumento político de un pueblo; es
historia anticipada; es la trama del plan y es designio que marca la
dirección, el final, los personajes y los roles dentro de un libreto unificante y otorgador de sentido”5.
Ya en su época Juan Bautista Alberdi opinaba que una nación requiere
conciencia de sí : “Un pueblo es civilizado únicamente cuando (...)
posee la teoría y la fórmula de su vida, la ley de su desarrollo”6.
Ley de su desarrollo, es otro nombre para designar el “proyecto”; se
requiere un principio regulador, un arjé” 7.
Juan Domingo Perón comparte con ambos autores esa esencialidad
proyectual de nuestro género y, en consecuencia, promueve
permanentemente dicha actividad persuadido que todo ejercicio
proyectual de carácter colectivo, debe estar acompañado de una
elaboración doctrinaria, es decir, por una genuina práctica de
teorización sobre el propio transcurrir, en otras palabras, sobre el
propio ser.
Sobre este punto volveremos más adelante.
- La doctrina-
Para percibir con certeza cuáles son los principios que orientan el
pensamiento de Perón en materia doctrinaria, bien vale emprender la
tarea evocando los dos primeros párrafos del artículo puesto a
consideración:
“Los pueblos con libre determinación poseen estilo de vida,
aspiraciones, propósitos y fines propios. De ese libre juego nace
espontáneamente una doctrina nacional que conforma el espíritu de la
nación (…) Cuando hablamos de una nación libre y soberana pensamos
en un país con designios y objetivos, como asimismo educado,
instruido y conducido con sus propósitos y hacia sus fines”.
Una primera aproximación a ambas sentencias8 me induce a sostener
que para el fundador del justicialismo, los pueblos en su devenir
histórico, van marcándose objetivos y fines a la vez que forjan a
partir de su propia experiencia, un estilo de vida, una
idiosincrasia particular. Esta afirmación encuadrada en un nítido
historicismo nos indicaría que Perón concebía al pueblo como “algo
más” que un simple conglomerado de individuos, que conviven
“contractualmente” en un mismo sustrato físico y normativo. Un
pueblo para él, en cierta medida, es la resultante de una sucesión
de generaciones de hombres y mujeres que, compartiendo similar
acontecer histórico, van coparticipando de acontecimientos y
procesos, desarrollando y creando productos y, en consecuencia,
configurando un particular “modo de ser”. Sin temor a dudas para el
fundador del justicialismo, el pueblo es un fenómeno de carácter
histórico donde componentes de una progenie van transmitiendo a sus
descendencias, cantidad de prácticas que han vivenciado,
tradiciones, productos culturales, ideológicos, míticos y
religiosos, de contenido altamente significativo. Un pueblo es en
definitiva “una organización tradicional de cultura en la que hay
creencias comunes, una historia de lucha y, una memoria, que afloran
a cada rato9”.
La orientación historicista en Perón, resulta de cardenal
importancia para comprender integralmente su pensamiento ya que, si
bien como enseña Armando Poratti, el fundador del justicialismo
desde el punto de vista filosófico cultivaba una heterodoxia propia
de un pensamiento “mestizo” compuesto por la fructífera tradición
indo- iberoamericana, en este punto en particular, se estaría
acercando a una perspectiva filosófica, la cual considera que para
comprender ampliamente a un ser colectivo (un pueblo), sea que se
piense o no a éste como un organismo, “es indispensable conocer
todos los elementos que la forman y sus modos de funcionar,
con resultados varios en su vida anterior y su vida presente”
(Wenceslao Escalante). El historicismo así profesado, presupone al
hombre y la realidad como historia y, por extensión, a todo
conocimiento como histórico. De esta forma la temporalidad de lo
humano, siguiendo a Fermín Chávez, se instituye en fundamento de lo
histórico.
El historicismo aleja cardinalmente a Perón de ese “desprecio por el
pasado” que emergió en el siglo de las luces (Aufklärung), período
que suele ubicarse entre la Revolución Inglesa de 1688 y la
Revolución Francesa de 1789, conocido como El Siglo de la Razón.
Para Fermín Chávez, dicho período se caracteriza por la fe total y
dogmática en la unidad y el valor de la razón humana, razón que es
siempre idéntica a sí misma, igual en todos los hombres y en todos
los tiempos y, donde “lo racional” debe substituir a lo real en
tanto éste es juzgado como producto absurdo de la historia10. Para
Perón, la historia es proyección hacia el porvenir ya que como
enseñaba Czeslaw Milosz11, “nadie vive solo: cada uno habla con los
que ya han pasado y cuyas voces se encarnan en él, sube los peldaños
y siguiendo su huella, visita los rincones del edificio de la
historia”.
Bien cabe recordar aquí que el fundador del peronismo, madura
intelectualmente en tiempos de profunda reacción antipositivista en
los que, como otros tantos intelectuales americanos, adquirirá plena
conciencia de que el imperialismo económico estaba íntimamente
vinculado a una modalidad doctrinaria, el iluminismo, doctrina que
fue exportada por Europa y aceptada a libro cerrado por nuestras
academias. El iluminismo para autores como Chávez, constituyó una
verdadera ideología a-histórica12 de la dependencia, que llevó a
muchos intelectuales argentinos a pensar un país nacido de la razón
y, a “imagen y semejanza de los modelos propuestos por las teorías
europeas”13. Esta mirada crítica de Perón, se manifiesta
verdaderamente en su repudio hacia algunas modalidades idealistas de
orden ideológico.
Perón en ese sentido, concebía el apego a las doctrinas de
importación como una fuga, ya que consideraba que la apelación a
ciertas utopías, con frecuencia resultaba “un cómodo pretexto cuando
se quiere rehuir las tareas concretas y refugiarse en un mundo
imaginario; vivir en un futuro hipotético significa deponer las
responsabilidades inmediatas. También es frecuente presentar
situaciones utópicas para hacer fracasar auténticos procesos
revolucionarios14”. Conciente del fenómeno de “importación
ideológica”, enseñaba además que en nuestro país existió “una larga
tradición en esto de importar ideologías, ya sea en forma parcial o
total (…) es contra esa actitud que ha debido enfrentarse
permanentemente nuestra conciencia.
Las bases fértiles para la
concepción de una ideología nacional coherente con nuestro espíritu
argentino, han surgido del mismo seno de nuestra patria. El pueblo,
fuente de permanente creación y auto perfeccionamiento, estaba
preparado desde hacía ya muchos años para conformar una ideología
nacional, social y cristiana.”15
Respecto a este punto, encontramos plena coincidencia con otro gran
pensador argentino; Raúl Scalabrini Ortiz, quien recomendaba con
firmeza que, para escapar de la prisión iluminista, había que volver
a la realidad en una suerte de imperativo categórico. Así la
sentencia tantas veces enunciada fervorosamente por el ex
mandatario: “la única verdad es la realidad”, presuponía un tipo de
realismo filosófico que sustentado en el principio de continuidad y
preeminencia del fenómeno socio- cultural e histórico, nos impulsa a
llegar a la realidad de algún modo manera y desde allí afirmar las
conclusiones”. La doctrina así concebida presupone “el ideal no
utópico de realizar dos tareas permanentes: acercar la realidad al
ideal y, revisar la validez de ese ideal para mantenerlo abierto a
la realidad del futuro16”.
Volviendo al texto en análisis, nótese especialmente que cuando
Perón refiere al “juego histórico”, no hace otra cosa más que
-ratificando su posición historicista-, sostener la esencialidad del
devenir del pueblo en la configuración de una doctrina propia. De
ese acaecer histórico emerge “naturalmente” una doctrina genuina y
propia, pero para que ella sea auténtica, existe un prerrequisito
fundamental: la libertad, que en términos colectivos presupone la
liberación, es decir, la autodeterminación.
En un contexto histórico impregnado por las luchas
anticolonialistas, el conductor del justicialismo consideraba que
las colonias poseían “la doctrina de sus metrópolis”, porque el
imperialismo, tal como surge del texto cuya lectura hoy propongo,
tiene también una doctrina, “sólo que inconfesable”. Un país sin
doctrina nacional “lleva hacia un pueblo sin alma”, afirmaba el
líder justicialista.
La elaboración de una auténtica doctrina nacional como observamos,
constituye un ejercicio de teorización cuyo presupuesto liminar es
la libre determinación, eso significa, el pleno ejercicio de la
soberanía material y espiritual. Debe recordarse que el primer
peronismo, surge en un contexto donde nuestro país se encontraba en
una ignominiosa situación de dependencia económica y cultural
respecto al entonces imperio británico17, configurándose así como
expresión genuina de las luchas anticolonialistas de la época y,
además, en palabras de Manuel Urriza, “como una reacción popular
contra el sistema económico, social y político oligárquico que
oprime a una sociedad en proceso de transformación, debido al
desarrollo industrial y, cuya modernización social es reprimida por
las elites tradicionales”.
Con el antecedente de un proyecto de dependencia consentida como el
así concebido por una parte sustancial de la Generación del ´80,
pero retomando la mejor tradición del Yrigoyenismo, el peronismo
viene a plantear la autodeterminación como pilar conceptual y
fáctico de toda especulación sobre la propia realidad. La idea de
autodeterminación está permanentemente presente en Perón, para quien
la necesidad de impulsar un proceso de liberación, implica recuperar
dominio sobre sus propios recursos y desarrollarlos según planes
intencionados, poniendo la economía al servicio del hombre.
A esta altura del relato, resulta claro que al conductor del
justicialismo no lo seducían las ideologías entendidas como
formulaciones teóricas de pretendida validez universal, sin un
anclaje comprobado en la realidad concreta. Prefería conformar una
doctrina realizable que, inclusive, pudiera lograr cierta armonía
entre opuestos como enseña Fermín Chávez. Las condiciones históricas
descriptas, sumadas a su propia experiencia y formación, llevaron a
Perón a concebir las doctrinas como “exposiciones sintéticas de
grandes líneas de orientación”, que representan “en sí y, en su
propia síntesis, solamente el enunciado de innumerables problemas;
pero la solución de esos problemas, realizada por el examen
analítico de los mismos, no puede formar cuerpo en esa doctrina sin
que constituya toda una teoría de la doctrina misma”18. El jefe del
peronismo concebía la doctrina, como un instrumento orientador hacia
determinados fines, a tal punto que alegaba que toda nación debía
poseer una doctrina y que ésta, sería el punto de partida de la
organización de una colectividad. Además para quien fuera tres veces
presidente de los argentinos, una doctrina sin la teoría que la
fundamente, resultaba incompleta, pero una teoría que no contemplara
realizaciones concretas, resultaba inútil. El círculo para él
cerraba de forma tal, que la teoría se enseñaba, la doctrina se
inculcaba y, el desafío, consistía en llevar a ambas a la práctica.
La realidad nutre a la teoría y, la teoría, nutre a la realidad.
Aunque desde ciertos sectores del iluminismo academicista trató de
minimizarse la necesidad de conformar una doctrina nacional, esta
labor constituyó una de las grandes obsesiones de Perón y, de hecho,
el ex mandatario junto a otros pensadores concibieron una en
particular, el Justicialismo, cuyo nombre si bien deriva del término
“justicia”, fue sugerido originalmente como Justiciarismo al ex
mandatario, por el Doctor Eduardo Sataffaroni19. El justicialismo
con una fuerte impronta humanista de extracción social cristiana,
pretendió conciliar la justicia social, con la soberanía política y
la independencia económica. Fue definida, a su vez, como una tercera
concepción superadora tanto del absolutismo estatal, como del
individualismo absoluto20. El nombre fue utilizado por primera vez
el 1 de mayo de 1948 en oportunidad de celebrarse el día del
trabajador.
La actividad doctrinaria en el mundo contemporáneo, contra lo que
muchos suponen, resulta de vital importancia en especial en aquellos
países donde nuevas formas de colonialismo, a partir de viejas
mañas, mantienen una modalidad opresiva y, donde relevantes
componentes de sus elites suelen “apoyar la mentira ajena antes que
decidirse por la propia verdad a fin de buscar soluciones propias”.
Ningún país que pretenda autorrealizarse puede hacerlo sin teorizar
sobre si mismo y de allí extraer sus conclusiones. Así, el proceso
de auto- conocimiento resulta otro prerrequisito de la actividad
doctrinaria que, insistimos, no consiste en la simple elaboración de
un corpus al que anudarse de manera definitiva, sino muy por el
contrario, a una actividad permanente de reflexión colectiva en la
que deben coparticipar todos los sectores de la vida nacional, en
especial, la universidades disponiéndose de todos los recursos
existentes y potenciales.
En su libro Conducción Política, el ex presidente de los argentinos
sostiene que: “Las doctrinas no son eternas sino en sus grandes
principios, pero es necesario ir adaptándolas a los tiempos, al
progreso y a las necesidades (...) una doctrina hoy excelente, puede
resultar un anacronismo dentro de pocos años, a fuerza de no
evolucionar y de no adaptarse a las nuevas necesidades, y ello
influye en la propia doctrina, porque una verdad que hoy nos parece
incontrovertible, quizá dentro de pocos años resulte una cosa
totalmente fuera de lugar, fuera de tiempo y fuera de
circunstancias”. De tal formulación se desprende que para él,
ciertos cambios que se operan en la realidad, pueden determinar la
alteración, modificación o, adecuación de algunos componentes
doctrinarios, sin dejar de tener en cuenta que más allá de tal
circunstancia, existen para el justicialista, ciertos principios
inmutables que constituyen verdaderos límites filosóficos y
políticos a las alteraciones que la realidad determina, en su caso:
la justicia social, la soberanía política y, la independencia
económica. La idea de autodeterminación aparece nuevamente con suma
nitidez. Nótese además que esos principios, las tres banderas,
establecen una clara delimitación del universo sobre el que Perón
pretendía refundar nuestro país.
- Breves conclusiones -
La labor doctrinaria que nos demanda estos tiempos en manera alguna
se circunscribe, como algunos mal entienden, a la simple
especulación filosófica. Nos incita a pensar en nosotros mismos
desde nuestro ser para el proyectar y el hacer. Esta afirmación,
como observamos, no implica desechar la actividad especulativa sino
muy por el contrario, nos demanda partir de un presupuesto
filosófico que por su núcleo de conexidad con la realidad, viabilice
intervenciones plausibles y eficaces sobre la realidad.
Si como sostiene ese gran pensador y patriota Fermín Chávez, las
crisis argentinas no son políticas ni éticas, ni económicas, ni
políticas sino de orden ontológico, resulta una premisa certera que
la actividad proyectual y doctrinaria mantiene plena vigencia. Pero
como enseñaba el fundador del justicialismo, el solo conocimiento de
una doctrina resulta insuficiente: “lo fundamental es sentirla, y lo
más importante es amarla (…) es menester tener una mística, que es
la verdadera fuerza motriz que impulsa a la realización y al
sacrificio para esa realización”21. He aquí una verdadera visión
espiritualista y trascendente del ser pero también, del saber y del
hacer doctrinario y, además, la validación de una verdadera
dimensión sensitiva del conocimiento que para Perón, resulta un
constituyente estructural del universo de lo humano. El imperativo
doctrinario se deduce de aquella sentencia expresada por Perón ante
una multitud de funcionarios y empleados públicos: “Una doctrina
nacional es tan fundamental en el Estado, en la Nación, como
fundamentales son el alma y el pensamiento en un hombre ¿Adónde va
un hombre que no tenga sentimientos ni pensamientos? ¿Y adónde iría
una Nación que no tuviese un pensamiento y un sentimiento
comunes?22”.
Elaborar doctrina nacional hoy, presupone entonces un gran llamado a
la especulación –acción en permanente contacto con la realidad,
partiendo de grandes postulados orientativos, los que deben
necesariamente responder a las aspiraciones, necesidades y,
conveniencias nacionales y populares-. Solo los grandes principios
doctrinarios son inmutables, y en tanto habrá que adaptarse a las
circunstancias actuales teniendo en consideración que “hay cosas en
las cuales podemos estar diametralmente opuestos en la apreciación,
pero hay sectores y factores de la nacionalidad con los cuales
ningún argentino puede estar en contra”23 y, además que: “La
doctrina nacional se conforma alrededor de estos últimos, vale
decir, de aquellos asuntos en que todos los argentinos debemos estar
de acuerdo para el bien de la Nación”24.
Si coincidimos que las crisis argentinas son esencialmente
ontológicas comprenderemos que desde el punto de vista funcional,
una doctrina genuina puede constituir un poderoso vector de unidad
para una comunidad como la nuestra que tiende a disgregarse, ya que
analizar ciertas circunstancias de manera análoga, nos conduciría a
obrar en similar sentido hacia un destino deseado. Hacer doctrina
hoy es intentar dar a nuestro país “un alma colectiva que nos haga
sentir” y, tal vez, que nos haga pensar en las cuestiones
estratégicas de similar manera. Hacer doctrina hoy, bien podría
ayudarnos a establecer ese designio común que tanto anhelamos.
* SE PERMITE LA REPRODUCCION CITANDO LA FUENTE: “ANTOLOGIA DE
BICENTENARIO”. Colección “Los Nacionales” UNION DEL PERSONAL CIVIL
DE LA NACION. Págs. 172 ª 183
1 Francisco José Pestanha: “Proyecto Umbral”. Primeros habitantes de
la tierra. Editorial CICUS 2008.
2 Francisco José Pestanha: ibidem
3 Jaume Blasco Font de Rubinat: En http://senna.upc.es/catala/publicacions/los_artefactos/los_artefactos.html
4 Cirigliano, Gustavo F. J. “Metodología del Proyecto de País”.
Editorial Nueva Generación. Noviembre de 2002
5 Cirigliano, Gustavo F. J: ibidem
6 Cirigliano, Gustavo F. J: ibidem
7 Cirigliano, Gustavo F. J: ibidem
8 Modalidad a la que recurría permanentemente en sus escritos y
discursos.
9 Fermín Chávez: “Pueblo, Cultura, Nación y Futuro”. Publicado en el
Boletín “Los huérfanos de Perón”.Año 1988.
10 Ver Fermín Chávez: “Historicismo e iluminismo en la Cultura
Argentina”. Centro Editor de América Latina. 1982.
11 Abogado, poeta, traductor y escritor polaco.
12 Fermín Chávez: “Historicismo e iluminismo en la Cultura
Argentina”… ibidem
13 Fermín Chávez: “Historicismo e iluminismo en la Cultura
Argentina” Ibidem
14 Juan Domingo Perón: “Modelo Argentino para el proyecto Nacional”.
Comisión Ejecutora de la Ley 25.114. “Colección Juan Domingo Perón,
los trabajos y los días”. Dirección Oscar Castellucci.
15 Juan Domingo Perón: “Modelo Argentino para el proyecto Nacional”.
Comisión …ibidem.
16 Juan D. Perón: ibidem
17 Respecto a la influencia Británica en nuestro país, pueden
consultarse, entre otras, las siguientes obras: Julio y Rodolfo
Irazusta, La Argentina y el imperialismo británico. Los eslabones de
una cadena; Julio Irazusta, Influencia económica británica en el Río
de la Plata, EUDEBA, Buenos Aires, 1963; Carlos Malamud, Lisandro de
la Torre y el debate de las carnes", Anuario IEHS, Nº 7, Universidad
Nacional del Centro, Tandil, 1992; José Luis Torres, La década
infame, Formación, Buenos Aires, 1945; Raúl Scalabrini Ortiz,
Política británica en el Río de la Plata, Editorial Reconquista,
Buenos Aires, 1940; Luis Alén Lascano, La Argentina ilusionada.
1922-1930, La Bastilla, Bs. As., 1975; José Luis Busaniche, Historia
Argentina, Solar-Hachette, 1976; Atilio García Mellid, Proceso al
liberalismo argentino, Ed. Theoria, Bs. As., 1957; J. J. Hernández
Arregui, La formación de la conciencia nacional. 1930-1960; J. J.
Hernández Arregui, Imperialismo y cultura, Editorial Amerindia, Bs.
As., 1957; Julio Irazusta, “Breve historia de la Argentina”,
Editorial Independencia, Bs. As., 1981; Julio Irazusta, Ensayos
históricos, La voz del Plata, Bs. As., 1952; Ernesto Palacio,
Historia de la Argentina. 1515-1943, A. Peña Lilloeditor; J. A.
Ramos, Las masas y las lanzas. 1810-1862, Ediciones del Mar Dulce,
Bs. As., 1981; José Luis Torres, Los perduellis, Editorial Freeland
18 Juan Domingo Perón; “Conducción política”. Editorial Freeland.
Año 1971
19 Fermín Chávez: “El Justicialismo” opúsculo editado en “Perón
vuelve”. Buenos Aires 1996.
20 Fermín Chávez: “El Justicialismo” opúsculo editado en “Perón
vuelve. Buenos Aires 1996.
21 Juan Domingo Perón; “Conducción política”. Editorial Freeland.
Año 1971
22 Juan Domingo Perón: “Acerca de los deberes y obligaciones de los
funcionarios gubernamentales “
Discurso pronunciado en ocasión de una reunión con Subsecretarios y
altos funcionarios del gobierno nacional. 2 de julio de 1952. En:
www.modernizacion.gba.gov.ar
23 Juan Domingo Perón: “Acerca de los deberes y obligaciones de los
funcionarios gubernamentales”… ibidem
24 Juan Domingo Perón: “Acerca de los deberes y obligaciones de los
funcionarios gubernamentales”… ibidem