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Concepto
y error
Por Diego Nieto
Kirchner & Kirchner. Oficialismo. Gobierno, un viejo enemigo. No porque sea el
gobierno de los Kirchner, sino porque es gobierno.
¿Soy un "gorila", término ultraperonista, por mi oposición? No. De ninguna
manera. ¿Es un verdadero gobierno de izquierda el que nos rige? Tampoco. El
kirchnerismo ha tomado causas largamente postergadas (por temor e indiferencia a
partes iguales), las ha hecho parte de su propuesta y, así, venció. ¿Pero a
quienes venció? Al sector conservador, a la campocracia, a los monopolios. ¿Para
mejorar el país? No exactamente. Si el país ha mejorado (y lo ha hecho) es por
cuestiones colaterales, no por objetivos.
Tenemos diferentes facciones de un mismo estrato. Facciones opuestas entre sí,
verdad, por lo cual no es incorrecto del todo hablar de "derecha e izquierda".
Los que tuvieron siempre el poder (los Martinez de Hoz, los Anchorena, los
Leloir) quieren mantenerlo y los que llegan lo quieren para sí. He ahí la
posición frente al cambio. Lo que no hay que confundir es la dirección que la
aguja señala: siempre al norte. Las luchas intestinas entre las clases
dominantes son de poco interés para los que vivimos en las capas inferiores de
la pirámide social.
Era necesario enjuiciar a los tiranos de ayer, descentralizar las manos -o
bocas- de la información, otorgar la asignación universal, aumentar el sueldo a
los jubilados... pero eso podría haberlo hecho cualquiera de las facciones.
¿Por qué? Porque hay un error de concepto muy grande: es fingir que las cosas
son hoy diferentes al pasado. Desde el '83 en adelante, durante cuarto siglo,
hemos perdido la militancia y el ansia de participación política; la formación
desde el hogar y la conciencia de clase.
El pobre quiere ser parte de la clase media; la clase media, acomodada; el
acomodado, millonario. Eso nos muestra la TV. Nuestros modelos en la segunda
década del siglo XXI serán imbéciles famosos por ostentar lo que el esfuerzo de
los obreros cautivos por sus familias les dieron. ¡Y queremos ser como ellos! En
vez de salir a la calle a protestar junto a los trabajadores, queremos ser como
el gusano chupasangre. En vez de aplastar al explotador alimentamos su ego.
Y acá es donde aparece el elemento clave de la discusión: hay banderas
políticas, apropiadas por distintos sectores, verídicas y que convienen al
pueblo (Kirchner hoy, pero bien podría ser cualquier otro) y hay banderas que,
en verdad, resultan cortinas de humo.
El caso más claro es el de Macri. Macri y su sempiterno discurso amarillista,
miserable y ruin, sobre la inseguridad.
Los crímenes no van a terminar aunque llenemos de policías cada esquina del
país. Porque, lo cierto, es que no hay inseguridad. Lo que hay es algo muy
distinto, algo de lo cual fuimos advertidos en su momento por Marx. Lo que hay
es LUCHA DE CLASES.
Explica la doctrina marxista, y con mucha razón, que siempre hay lucha de
clases. De un modo u otro, la confrontación entre los de arriba y los de abajo
está siempre presente en la sociedad de consumo.
Las condiciones de exclusión en esta Argentina Siglo XXI donde los giles lloran
pero no maman, han generado un nuevo tipo de pobreza: la de consciencia. Hoy el
homeless sabe que vive en la calle y por qué, pero no quiere destruir al sistema
que lo puso ahí, como pone a miles a diario, sino que quiere ingresar en el
mismo. Los chicos de la calle, los llamados, de modo harto despectivo por la
gente PRO, "trapitos", tras la globalización, han ingresado en un estado cuasi
animal de preservación. Vivo hoy, mato mañana, muero pasado. No hay Futuro. Son
los que quedaron fuera. Y, al menos yo, no voy a insultarlos por intentar
continuar vivos. Algo similar pasa con el obrero que quiere ascender en la
pirámide. Cuarenta años atrás hubiese participado en alguna organización, de
algún modo, para transformar la sociedad. En 2010 todos gritamos "¡Salvese quien
pueda!".
Pero esta falta de identificación con el otro no quita, de ninguna manera, el
combate que genera permitir que cuatro gatos locos reúnan en sus manos el 90% de
los recursos mientras el resto tenemos que sobrevivir con lo poco que queda. Nos
matamos entre pobres por un celular. Parece que nadie escuchó hablar de un
inglés, un tal Robin Hood.
La inseguridad del (¿cuasi?) fascista Macri es un ardid para mantener este orden
homicida en el que los de abajo luchan entre sí. De este modo, sus propiedades,
como la de los Martinez de Hoz, los Anchorena, los Leloir, quedan a salvo de
expropiaciones.
Si el PRO afirma que, de llegar a la presidencia, acabará con la pobreza yo le
creo. Porque Macri estaría muy feliz de vernos asesinándonos unos a otros.
Nosotros no somos los suyos, no somos argentinos. Los pobres no tienen patria.
Somos los números. Su capital. Está muy claro que, a ojos de los mercaderes,
dejamos de ser seres humanos hace tiempo para pasar a ser recursos humanos.
Es una treta tan canalla como efectiva. Se ahorran la fama de verdugos y el
dinero de las balas. Pero, claro, son idiotas pero no tanto. No pueden matarnos
a todos, necesitan quien vigile mientras duermen; necesitan quien opere las
fábricas, necesitan quien barra sus pisos. Por eso se apunta a la clase media.
Se le da la razón, desde los medios se intenta mostrar como un gigante un
problema que, en realidad, no supera las dimensiones de un pobre troll
tolkeniano. Y así nos encontramos con una izquierda y una derecha en nuestro
estrato.
Los pobres excluidos, que intentan sobrevivir, que están jugados, que no tienen
nada para perder; los pobres laburantes, que pretenden ascender en el sistema
aún con las trampas que aguardan en el camino, aún a sabiendas de marchar sobre
las fauces de una inmensa, colosal máquina de picar carne. ¿Cual es la derecha y
cual la izquierda acá?
No me pregunten a mí. Estoy contra todos. Estoy en total desacuerdo con el chico
de 18 años que sale a robar, que mata y que no espera nada de la vida tanto como
estoy en desacuerdo con los que piden mano dura, el regreso de la milicada y/o
la pena de muerte. Estoy en contra del poder del arma del delincuente; el poder
del arma del represor disfrazado de agente de la justicia. Estoy en contra de
toda autoridad.
No se hace justicia si no es por la paz. A los tiros sólo se consigue sangre. Y
no es la ingenuidad de los necios, de ninguna manera. Es la consciencia de quien
comprende que sin eliminar las condiciones de posibilidad de la violencia de
ambos lados no se logra resultado positivo.
Sin condiciones dignas, sin democracia participativa (o, lo que es lo mismo, sin
democracia directa), con hambre, con miedo, no se puede esperar nada que no sea
una sociedad antropófaga.
Diez o doce años atrás Lalo Mir condujo un programa de TV llamado "Planeta
Caníbal". Su eslogan era "Una mitad devora a la otra". Quizás esta idea esté hoy
más vigente que nunca.
Mientras tanto, el señor Macri, su juventud PRO, que por maniquea asociación nos
hace al reto AMA(TEURS), reclutada mayoritariamente en la occidental y cristiana
UCA, meca de cerebros lavados enemigos del aborto pero amigos de la pena de
muerte, insiste con reprimir, con sacar de las calles a los violentos trapitos,
limpiavidrios y malabaristas, origen de todas las penurias del SER NACIONAL
(aunque debiera ser del SER NAZIONALISTA).
Ante esta realidad quisiera tomar un fusil e internarme en los montes, en la
histórica altura, como lo hizo una vez un médico devenido en guerrillero.
Muy a mi pesar, en el SIGLO XXI las revoluciones han sido suplantadas por la
televisión.
¡ODIO TODO ESTO!
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