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Violencia,
escuela y medios: leer entrelíneas
Por Gabriel Brener *
Los medios masivos de comunicación, solo sujetos a las reglas del mercado, ponen
en circulación una proliferación de imágenes y representaciones que no solo
describen sino también construyen la realidad de niños y adolescentes, de los
alumnos de nuestras escuelas. Miradas adultas cargadas de prejuicios que
encubren y generan prácticas acordes a ellas.
La información estigmatizada sobre ciertos sujetos sociales, la propagación
irresponsable de estereotipos de docentes abatidos o impotentes, de alumnos
violentos o indiferentes, así como de una escuela “a la deriva”, constituyen
parte de esta mercancía mediática. La reflexión y el análisis crítico sobre los
medios de comunicación son una herramienta clave para promover prácticas
educativas menos excluyentes y más plurales, así como un ejercicio de ciudadanía
democrática.
Es necesario poner bajo sospecha el término “violencia escolar” y en esa
operación intentar desmontar diversas representaciones que los medios construyen
en torno a la escuela, sus alumnos, los docentes y lo que allí sucede. Además,
toda situación violenta que acontezca en el ámbito escolar requiere de un
abordaje cuidadoso y en contexto, es decir, radicalmente distinto a aquello que
propone la agenda mediática.
Vale discernir sobre tres formas distintas de entender la relación entre
violencias y escuela: las violencias de, en y hacia la escuela. ( ) Las
violencias de la escuela remiten al conjunto de situaciones que produce la misma
institución, el tipo de relaciones pedagógicas, sus formas de evaluar, el
sistema disciplinario, etc. La frontera que separa la escuela de la sociedad es
cada vez más frágil, más permeable. Hay distintos tipos de violencias que se
originan por fuera de la institución escolar, pero se expresan también en su
interior. Podemos ubicar aquí situaciones ligadas a rivalidades (barriales,
familiares, deportivas, entre otras) que suelen ingresar al territorio escolar,
confirmando que la escuela no es ni un santuario ni un mundo ideal, que no es
ajena a dichas conflictivas. . Estas situaciones las identificamos como
violencias en la escuela.
Finalmente, algunos ejemplos de violencias hacia la escuela pueden identificarse
en aquellas situaciones en que las escuelas están sobredemandadas y
especialmente subdotadas (presupuestos, recursos, mantenimiento, etc.) Otras de
sus variantes se expresan en las violencias simbólicas que a través de los
medios construyen miradas estigmatizantes sobre los “alumnos violentos”, en
torno a la escuela pública o soslayando el derecho de docentes a reclamar por
mejores condiciones laborales. Es frecuente observar en diarios de alcance
provincial y nacional el uso de términos peyorativos al referirse a niños y
jóvenes , como , “patota infantil”, “pequeños delincuentes”, “ mafia colegial” o
“minichorros”” ( ) Y en estos modos de nombrar a los más jóvenes suelen
mostrarlos como sujetos peligrosos ocultando su condición de sujetos en peligro.
Significaciones que alimentan toda una construcción social del miedo, que solo
prioriza la baja de imputabilidad en la edad y las estrategias represivas como
única solución a todos los problemas. Discursos que contribuyen a la
culpabilización de niños y jóvenes (en su mayoría pobres) llegando incluso a
criminalizarlos solo por “portación de rostro”.
Los medios indudablemente conforman nuestro hábitat, guionizan infancias y
adolescencias , estableciendo valores y patrones respecto de las formas
dominantes de cómo debemos relacionarnos, definiendo cuáles son los deseos, los
juegos y juguetes que se deben consumir, cómo hay que vestirse o alimentarse y
qué estrategias servirán para convencer a los padres y otros adultos de la
necesidad de obtenerlos. Aquello de lo que hay que cuidarse, o lo que puede ser
peligroso, el temor al otro desconocido, alertando sobre una colección
inagotable de miedos. Los medios son tanto nuestro medioambiente como un
particular tipo de “miedoambiente”.
Frente a esto propongo leer “entrelíneas”, un ejercicio entre colegas y con
nuestros alumnos para analizar críticamente lo que manifiestan los medios. Tomar
distancia, hacernos preguntas sobre lo que se presenta como certeza absoluta,
discutir aquello se nos impone como natural, o que parece tornarse habitual, en
tanto siempre se trata de algo que ha sido construido por un grupo de personas,
en un tiempo y contextos concretos. Una manera de poner en juego nuestra
condición de ciudadanos activos, y de revisar nuestras concepciones y prácticas
como docentes. Promover el pensamiento crítico y el debate sincero entre alumnos
y adultos, de modo tal que la escuela sea espacio de batalla cultural para
desnaturalizar algunas falsas ideas que se han hecho carne durante el reinado
neoliberal; que la escuela ya no sirve, que con estos pibes no se puede, que
esto es lo que hay, que hay que ser autónomo y en este engaño creernos que pedir
ayuda es signo de debilidad.
Leer entrelíneas para desconfiar de lo habitual como cosa natural, para que la
escuela, como ámbito de enseñanzas y encuentros apueste a cada alumno/a
convencida que puede torcer los destinos que se presentan como inevitables.
1 Bernard Charlot en la revista “Sociologías” Porto Alegre año 4, Nº 8,
julio/dic. 2002 p.432 – 443.
2 Citado en “Niñez y Adolescencia en la prensa argentina – Monitoreo 2004-2007”
http://www.periodismosocial.net/area_infancia_relacionados.cfm, consultado en
abril 2010.
* Lic. Educación UBA co-autor de “Violencia escolar bajo sospecha” 2009 Ed. Miño
y Dávila Bs As.
gabrielbrener@fibertel.com.ar