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Síndrome de Israel
Por Jorge Zabalza *
Historia antigua
En enero de 1972, en la cárcel de Punta Carretas, aprovechando el clima
histérico que dejó la fuga de los tupamaros, el Oficial Primero Rodolfo
Leoncino, había impuesto su ley, la del palo y el calabozo, cuestionando el
doble poder político que reinaba intramuros y, por la marca hombre a hombre,
volvía muy difícil cualquier nuevo proyecto de reconquista de la libertad.
Washington García, más conocido por el apodo de “Geniol” (lo mejor para el
dolor de cabeza), estaba muy lejos de ser un paradigma ético de la raza
humana, de todas maneras fue injustificable que una mañana, cuando bajaba la
escalera para ir al recreo, un envalentonado Leoncino, cachiporra en mano y
con el respaldo de varios guardias, lo hiciera pedazos a golpes. De
inmediato, para disimular la atrocidad, entre todos los guardias, encerraron
al preso en los calabozos, así nadie podía ser testigo del lastimoso estado
en que había quedado. Como en otros casos parecidos, con José Mujica nos
presentamos ante el Intendente Fagúndez e intercedimos para que “Geniol”
recibiera atención médica y pudiera ser visitado por alguno de nosotros, los
presos políticos, más conocidos como “NN” en aquél entonces.
Un par de semanas más tarde, en el ominoso silencio de las madrugadas
carcelarias, nos despertaron a todos los gritos del “petizo”, alguien cuyo
nombre no recuerdo, pidiendo “médico” para el “veterano”, otro nombre que he
olvidado, que estaba sufriendo un ataque cardíaco. Leoncino desde el “centro
uno” de vigilancia no oía. Cientos de puños golpearon las puertas y, cuando
el “petizo”, desesperado, arrancó la palagana de la pared para hacerse oír
mejor, las patadas y los gritos de todos nosotros alarmaron a todo el
barrio... Leoncino no oyó nada y el “veterano” falleció sin ser atendido. La
omisión homicida, alevosa y premeditada, de Leoncino, terminó de condenarlo
ética y moralmente, el 27 de enero de 1972 su ejecución fue una causa justa,
indiscutiblemente un acto de justicia. La operación “corcho” dejó las
puertas abiertas a la segunda fuga de Punta Carretas.
Historia actual.
Doce personas asesinadas en la cárcel de Rocha. Claro, todas las víctimas
estaban muy lejos de cumplir setenta años y por lo tanto no merecían
tratamiento humano alguno, se hacinaban en una barraca donde las frazadas
cumplían el rol de paneles para proteger la intimidad, y la helada
“agrometereológica” se combatía con una estufita casera de aquellas que
construíamos clandestinamente en Punta Carretas.
Las autoridades diagnosticaron la enfermedad hace buen rato, dijeron
públicamente que la cárcel de Rocha es humanamente un desastre y que, si no
hacían nada, no era culpa de ellos, sino del “presupuesto” que no alcanza.
Tampoco es culpa de las autoridades que, gracias a las dignísimas nuevas
condiciones de pago de la Deuda Externa, en este año que se inicia ahora,
haya que pagar 4.500 millones de dólares de intereses, la deuda es un mal
caído del cielo por el cual nadie puede ser responsabilizado. Los dineros
públicos solamente alcanzarán para aumentar los sueldos a policías y
soldados, a los sacrificados “trabajadores de la represión”.
Luego de ver el video filmado por un testigo directo del múltiple homicidio,
no se puede dudar en la condena a los guardias, las muertes no ocurrieron
por una desgracia venida de la mano de dios, sino por la premeditada omisión
en abrir la puerta. El Ministerio intentó justificar-explicar para diluir la
responsabilidad de los culpables del crimen, diciendo que ”si la guardia
hubiera demorado veinte minutos en abrir la puerta, como dicen algunos,
estarían todos muertos”, argumento que admite otra lectura: “ hay que
agradecerle a la guardia el sentimiento humanitario de abrir la puerta
cuando solamente habían muerto doce y los otros ocho apenas estaban
achicharrándose”. Son errores y excesos de los uniformados que protegen la
seguridad del pueblo uruguayo, errores o excesos que se pueden perdonar u
olvidar porque de otra manera no podemos convivir en paz. Argumentos tan
sutiles como otrora que oímos tantas veces, esgrimidos para expiar culpas,
defender represores, justificar crímenes de lesa humanidad, engañar
feligreses, etcétera, etcétera...
Ya hubo otras muertes en otras cárceles, con toda seguridad el Ministerio
del Interior ya impartió órdenes a las direcciones de las cárceles sobre los
criterios a emplear en esos repetidos casos de incendio, ¿la orden es
dejarlos encerrados para que no se fuguen o abrirles las puertas para que no
se quemen?, la vida es el bien supremo que deberían proteger los uniformados
(puro idealismo de mi parte), más vale dejarlos escapar que asesinarlos.
¿Qué se les enseña a los guardias sobre los derechos humanos de los presos?,
¿qué los traten como a “piches” o como a seres humanos?, ¿cuántas muertes
más habrá que esperar para que los presos sociales recuperen su condición
humana?, en realidad estos interrogantes no tendrían que existir con tantos
ex-presos comandando milicos, tupamaros que vivieron muchas situaciones
semejantes...si hasta para ir al baño nos cansábamos de gritar por el
“llavero” que lerdeaba provocativamente. ¿No sabemos cuánto sadismo puede
caber en la mano que tiene la llave? ¿No sabemos que “apretados” prefieren
matar que ser sancionados?, ¿o de verdad creemos que ahora, porque tienen
sindicato y el gobierno es progresista, cambiaron sus valores éticos y
morales? El video indigna hasta las lágrimas, pero claro, los televidentes
conservan la libertad para cambiar de canal y no ver nada o bajar el volumen
y no oír los gritos espantosos...y de esa manera, cerrando la conciencia a
la realidad, redoblar su fe religiosa en que el Uruguay es divino, un país
de ensueño que anda como la selección de fútbol en Sudáfrica.
No caben dudas que los dejaron morir... frente a ese delito de lesa
humanidad, uno tiene el deber insoslayable de juzgar y de emitir opinión,
demasiado sabemos que ocurre cuando el poder político se hace el distraído
con los abusos policiales o militares y, si alguien lo ha olvidado, se le
recomienda leer a Bertold Brecht. El juicio condenatorio es un deber ético,
no cabe la excusa de esperar a que se expida el Poder Judicial, mero
administrador estatal de la aplicación de códigos y leyes: aunque hayan
delinquido y estén presos ¡fueron dejados morir, es otro horroroso crimen de
lesa humanidad!.
* Dirigente histórico del MLN Tupamaros