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El tango y sus invitados
 

El tango perdió a su mejor trabajador

Bandoneonista, compositor, arreglador, director de orquesta, presidente por años de la asociación que defiende los derechos de los intérpretes, fue uno de los grandes de la historia del género. Con humildad, Federico atribuía su enorme carrera a “la suerte”.

Por Karina Micheletto

Murió Leopoldo Federico, uno de los músicos más importantes de la historia del tango. Murió el músico que hizo el tango en la Argentina, junto a prácticamente todos los grandes que hicieron el tango, en un sorprendente hacer que lo colocó al lado de Troilo, Piazzolla, Grela, Julio Sosa, Mores, Salgán, Stampone, Maderna, Balcarce, Gobbi, Di Sarli, entre una lista que lo hacía definirse con su eterna sonrisa como un tipo de suerte, y un agradecido a la vida. Murió el hombre que logró sostener en alto su orquesta durante 55 años, el que hasta el final de sus 87 se transformaba, literal, físicamente, cuando subía al escenario y abrazaba su bandoneón. El que dedicó gran parte de su vida a defender los derechos de los músicos, el que hablaba ante todo de trabajo cuando se refería al arte que desarrollaba. Lo sobrevive, como suele decirse, una obra, propia y compartida, y en su caso no sólo eso: también sólidas y emprendedoras nuevas generaciones de tangueros, que formó a su manera y con quienes se dejó formar, en esa experiencia única que fue su orquesta: la familia, decía él.

Bandoneonista, compositor, arreglador, director de orquesta, presidente por años de la asociación que defiende los derechos de los intérpretes (AADI), tan fanático del tango como de Racing, al que después de tanto sufrimiento llegó a ver otra vez campeón, Federico tuvo la doble virtud de ser un gran músico y una gran persona, querida y respetada unánimemente por sus colegas. Charlar con él era un placer casi tan grande como escucharlo tocar; era emprender un viaje por la historia y el presente del tango, en el que se acumulaban anécdotas con datos precisos de hitos fundadores del género, narrados con la sencillez que le otorgaba el convencimiento de haber hecho lo que había que hacer, que era básicamente trabajar, y defender lo que quería, que era básicamente el tango, siempre agradecido porque consideraba que todo eso, que era mucho, se lo había regalado la vida. Desde ese convencimiento, Federico podía estar contando sobre la emblemática orquesta de Piazzolla del ’46, o sobre el éxito arrasador que vivió con Julio Sosa, o sobre aquellas giras por Japón, o alguna anécdota con Troilo, para concluir, preocupado: Y vos, nena, ¿cómo hacés con el trabajo y los chicos?

El bandoneón de Federico atravesó prácticamente todos los hitos del género, desde la orquesta típica hasta la vanguardia del Octeto de Piazzolla, pasando por el descomunal éxito de Julio Sosa, en tiempos de declive para el tango, o aquel Cuarteto San Telmo que formó con Roberto Grela. Tocó con aquella orquesta del ’46 de Astor Piazzolla, con Miguel Caló, y antes con Osmar Maderna, con Emilio Balcarce, Alfredo Gobbi, Héctor “Chupita” Stamponi, y con la orquesta de Mariano Mores, y la de Carlos Di Sarli, entre otras. Esas pertenencias lo hacían repetir que se consideraba “un predestinado”, “un tipo de suerte”, y explicar por qué era un agradecido a la vida: “Parecía que cada orquesta que me gustaba, cada una con la que yo decía: ¡cómo me gustaría tocar ahí!, me terminaba llamando”, decía a esta cronista. “Mi carrera es un cartón de lotería donde hice bingo: llené todo lo que me gustaba”, concluía.

A fines de 1948, Horacio Salgán también lo convocó para integrar su orquesta, aquella en la que fueron “descubiertos” dos cantores: Edmundo Rivero, reclutado a pesar de no encajar en el canon de “galán” que debía cumplir este puesto, y ese otro que dejaría su trabajo de colectivero para tomar esa responsabilidad, Roberto Goyeneche. La de Salgán fue la orquesta en la que Federico pasó más tiempo como primer bandoneón de una formación “ajena”. Tras dejarla, el bandoneonista fundó en 1952 su propia orquesta, junto con Atilio Stampone, para pasar a hacer su música, hasta el final de sus días, en ese espacio consolidado y definido como una familia, además de encarar con entusiasmo otros múltiples proyectos. “Mi destino se empecinó en no dejarme parar”, decía él sobre esta actividad constante, a la que se sumaba la de su diario trabajo en AADI. “Siempre aparece algo nuevo para comprometerme, y siempre está mi orquesta, once compañeros que son tan amigos que no quieren que de-saparezca como institución. Y así van apareciendo compromisos de grabación, proyectos que me tientan. Me engolosino, y a pesar de mis problemas físicos no quiero dejar de hacer algunas cosas. Seguiré hasta que sienta que puedo empezar a pasar papelones.”

Entre esos compañeros que lo “tentaban” para seguir tocando se encuentran el pianista Nicolás Ledesma, el contrabajista Horacio Cabarcos, los violinistas Damián Bolotín, Brigitta Danko o Miguel Angel Bertero, los bandoneonistas Horacio Romo, Carlos Corrales o Federico Pereiro, el cantante Carlos Gari, todos integrantes de la familia de su orquesta. O el guitarrista Hugo Rivas, con quien grabó Sentido único, un disco que remite a aquella experiencia del Cuarteto San Telmo. O Susana Rinaldi, quien fuera su compañera al frente de AADI, y con quien registró Vos y yo (2011, Epsa). Otros discos imprescindibles que protagonizó Federico en sus últimos años: Mi fueye querido, un disco sólo con bandoneón, promovido por la asociación TangoVía (Epsa, 2007), De antología, un registro de su orquesta del año 2000 (Emi), A Piazzolla, en trío con Horacio Malvicino y Adalberto Cevasco, Raras Partituras 6, junto a la orquesta El Arranque (2010), surgido de un proyecto de la Biblioteca Nacional, que rescata obras poco conocidas y composiciones de folklore como “Zamba de la extranjera”, en coautoría con Julio Fontana (el autor de “Zamba para no morir”).

En su estilo compositivo aparecía la vena romántica y el gran melodista: “Cabulero”, “Sentimental y canyengue”, “Capricho otoñal”, “Preludio nocturno”, “Mi fueye querido”, son algunas de sus obras. Más allá de los numerosos discos que grabó y de los cerca de cincuenta temas que compuso, lo que lo “engolosinó” a Leopoldo Federico, y lo que siguió haciendo con felicidad casi hasta el final, fue tocar en vivo, casi siempre con su orquesta. Algo de otro orden –vaya una a saber cuál– operaba cuando Federico, ya achacado por problemas de salud en sus últimos años, con el cuerpo encorvado y ayudando el paso con un bastón, llegaba a un escenario, acomodaba entre sus rodillas su bandoneón, cerraba los ojos y finalmente se lanzaba con su música. Podría decirse que ese hombre renacía, y renacía con él una genealogía tanguera que supo extender hasta el presente, nunca como un mero recuerdo de tiempos que fueron, siempre como una apuesta creativa y colectiva.

Por si todo esto fuera poco, el incansable Federico se preocupaba por defender los derechos de sus colegas, en un trabajo al que se dedicaba tiempo diariamente en AADI. Puso el cuerpo también en reclamos puntuales, se movilizó, por ejemplo, junto a muchos otros colegas para pedir frente a la jefatura porteña, dos años atrás, que Mauricio Macri diera marcha atrás al menos con uno de sus 107 vetos a leyes, el de la ley de Reconocimiento para la Actividad Musical, que otorgaba un subsidio a músicos mayores de 65 años. Le explicó entonces a Hernán Lombardi, que terminó aceptando recibirlo junto a Teresa Parodi y algunos otros artistas, que no estaba pidiendo un beneficio para él, sino para muchos colegas que estaban en situaciones acuciantes. Recibió el no rotundo y descortés del ministro de Cultura, en un episodio que recordaba con tristeza.

Jorge Dimov y Esther Echenbaum escribieron una minuciosa biografía de Federico en la que lo definen con justicia desde el título como El inefable bandoneón del tango (Gourmet Musical Ediciones). “El máximo músico de tango vivo”, “un puente virtuoso entre dos siglos”, “el que tocó con todos y marcó un estilo único”, y también “un ser tan honesto en el plano personal como en el profesional”, se lo definió también en la presentación de ese libro, un festivo encuentro tras el que por supuesto tocó con su orquesta. “Hubiese sido mucho más simple enumerar las orquestas en las que no tocó, pero afortunadamente para nosotros no elegimos ese atajo, y así pasamos tres años disfrutando de sus anécdotas. Vamos a extrañar esos encuentros en AADI”, decía Echenbaum en la presentación de su obra. Algo similar podría decir esta cronista para cerrar la nota que nunca hubiera querido escribir, en el repaso de tantas notas publicadas en este diario, con las que tuvo la fortuna de asomarse a su universo, y segura de que la semblanza final no alcanza a definir a un hombre excepcional. Hasta siempre, y gracias, querido Leopoldo Federico.


El portador de saberes

Por Santiago Giordano

Piazzolla nunca pudo entender por qué Leopoldo Federico no ponía su inmenso talento al servicio de las vanguardias que buscaban sacudirle el entumecimiento al tango. “Nunca olvidaré la orquesta del ’46 y el Octeto, lo que pasa es que si yo tocara así sería uno más (...). Te quiero y admiro y seguí con lo tuyo y si lo amás mejor (...). Que Dios te bendiga y tus manos también. Ya di mi trompada, ahora me largo a llorar”, le escribía Piazzolla en una de las cartas con las que polemizaron durante la década del ’80. Es que para Leopoldo Federico el tango no se dividía entre la vanguardia y el resto. La cosa pasaba por tocar o no.

Para Federico la sublevación fue tocar como tocaba, aunque a menudo apelaba al menos romántico “trabajar” para decirlo, como un sinónimo que resume mejor la mezcla de inspiración y transpiración que ponía sobre el escenario.

Así se formó uno de los grandes bandoneonistas de todas las épocas, seguramente el más solvente, y un director y arreglador que sabía que los pies pueden escuchar y los oídos bailar. En su musicalidad inmensa y en su sonido capaz de dulzuras y reciedumbres retumba el más selecto linaje del género.

Su escuela, que es su nombre, se hizo en el vértigo de los trabajos con las figuras y las agrupaciones más importantes del tango: Juan Carlos Cobián, Alfredo Gobbi, Osmar Maderna, Mariano Mores, Héctor Stamponi, Carlos Di Sarli, Osvaldo Manzi, Lucio Demare, Horacio Salgán, Astor Piazzolla, Atilio Stampone, antes de ponerle con su propia orquesta un traje a medida a la voz y al carisma de Julio Sosa. Después supo tocar con Roberto Grela, hacer un disco de solos de bandoneón del tamaño moral de una enciclopedia y sostener un dúo estremecedor con Susana Rinaldi, entre muchas otras cosas. Y siempre su orquesta, el juego que más le gustaba, lo que lo justificaba como músico íntegro.

Nunca dejó de tocar y dirigir, de trabajar. Era el portador, de primera mano, de muchos de los saberes fundamentales del tango, con los que hizo su síntesis personal. Su legado es el de un clásico, en el sentido más costoso del término.


Una condición natural

Por Atilio Stampone *

Conocí a Leopoldo cuando yo tenía quince años. El era un año menor que yo. Desde ese momento estuvimos tocando juntos, encontrándonos y separándonos, él como bandoneonista y yo como pianista. Lo que nunca perdimos fue nuestra gran amistad. Comenzamos juntos, cuando armamos la Orquesta Stampone-Federico, y luego él pasó a dirigir la Orquesta Estable de Radio Belgrano. Leopoldo tenía una condición natural para el instrumento, lo comprendía a la perfección. El fuerte de Leopoldo no era la composición, él estaba hecho para convertirse en el mejor bandoneonista argentino de todos los tiempos.

* Pianista, arreglador, director y compositor.


Todos fuimos sus alumnos

Por Horacio Cabarcos *

Leopoldo fue el número uno en toda la historia del bandoneón argentino. El más completo. Adentro suyo se reunían Maffia, Troilo y Piazzolla. El se convirtió en un maestro sin dar clases, porque todos fuimos sus alumnos: pianistas, guitarristas, violinistas, contrabajistas, todos aprendimos escuchándolo. Recuerdo una ocasión en la que Piazzolla debía tocar junto a la Filarmónica de Buenos Aires y no podía hacerlo porque estaba en Francia. Desde allá se comunicó para avisar que el único autorizado para reemplazarlo era Leopoldo Federico. A ese nivel estaba. A veces Piazzolla lo llamaba y le decía: “Mirá, Gordo, te paso estos tangos porque el único que puede tocarlos sos vos”. Yo toqué con Leopoldo durante treinta y cinco años y, a pesar su increíble capacidad técnica, lo que me dejó excede lo musical. Nosotros salíamos de gira con él a la cabeza, pero nunca se puso en el rol del tipo que da órdenes. No éramos “sus” músicos, sino que nos hacía sentir como compañeros. La orquesta la manejábamos entre todos. Elegíamos los trabajos. Luego salíamos a comer, recorríamos las ciudades juntos. Una gran felicidad, sentarme junto al mejor de todos los tiempos y que me trate como su par. Leopoldo siempre intentó mantener la orquesta típica de doce miembros. A veces nos salían trabajos como trío, en los que podíamos sacar más dinero, pero él ponía como condición que luego tocase la orquesta entera, porque no quería dejar a ninguno de sus compañeros sin trabajo. Esa manera de entender la vida le permitió seguir tocando hasta sus ochenta y seis años y subirse a un escenario, en el anteúltimo Festival de Tango, junto a jóvenes que recién se estaban iniciando. Esa fue su gran enseñanza, poner su pasión por encima de todo.

* Contrabajista, fue integrante de la orquesta de Leopoldo Federico.

29/12/14 Página|12


El tango de duelo: murió Rubén Juárez (1947-2010)

(30/05/2010) El reconocido bandoneonista, compositor y cantautor Rubén Juárez murió esta madrugada a los 62 años, en el sanatorio Güemes de esta Capital, hacia donde había sido trasladado el viernes pasado desde su provincia natal, Córdoba. Afectado desde hacía tiempo por un cáncer de próstata, que luego le había generado complicaciones en los huesos y en órganos como el corazón y el riñón, Juárez se encontraba desde el fin de semana en medio de un cuadro severo, con complicaciones respiratorias y anemia. Sus restos serán velados en la Legislatura porteña.

Reproducimos una inmejorable reseña del recorrido artístico del bandoneonista, compositor y cantautor, escrita por el recordado Jorge Göttling para Clarín en 2005.

La aventura comenzó en el legendario Caño 14

Nació en Ballesteros (Córdoba), el 5 de noviembre de 1947, en el seno de una familia modesta. Lo bautizaron Jorge Rubén Juárez. Cuando el niño tiene dos años, su familia busca nuevos horizontes y se traslada a Sarandí. Allí creció, también allí escuchó los primeros aplausos: Juárez es un auténtico personaje urbano.

Una noche, allá por el '54, un amigo de la familia fue a cenar: portaba un bandoneón. El morochito comenzó a tocar las teclas, acertaba insólitamente con tonos y timbres con rotunda originalidad. Le compraron un fuelle y estudió con el maestro Enrique Fava. A los 12 años, deslumbrado por las modas, dejó el bandoneón y tomó una guitarra. Comenzaba la furia de la llamada música moderna.

En Villa Dominico, junto a otros cuatro locos, integraron una banda, que tuvo por nombre The Black Coats. A él, flaquito, lo llamaban Fatiga, era guitarrista y, por supuesto, voz principal. El conjunto se disgregó y Juárez formalizó otro, Tells Stars. Por entonces, la ciudad se conmovió con una catástrofe: la muerte accidental de Julio Sosa. La madre de Rubén influyó para que él, que lo admiraba, cantara parte de su repertorio, entre otros tangos Tarde, Mala suerte y La casita de mis viejos. (...) En Teodolina (Santa Fe), lo escuchó Horacio Quintana, ex-cantor de Lucio Demare, quien fue consejero, administrador, presentador y representante. Lo llevó al sello Odeón. Firmaron contrato para el primer simple: Para vos, canilla y Por amor.

Su nombre comenzó a circular admirativamente en los cerrados cenáculos del tango. Antonio Maida, otro ex—cantor, lo llevó a Caño 14: Rubén Juárez estuvo un año y medio en esa extraordinaria cartelera, decorada con nombres símbolos, como los de Aníbal Troilo, Sexteto Mayor, Roberto Goyeneche. (...)

Para el gran público de Buenos Aires cohabitan dos Juárez. Aquel primigenio, muchacho movedizo y audaz, afinado hasta la exasperación, obsesivo en la relación con los músicos que lo acompañaban, extraordinario profesional en potencia, capaz de pasar varias mañanas y varias tardes eligiendo su repertorio. Aquel muchacho que había dejado de lado algunos de los estereotipos tangueros, que vestía a la moda y utilizaba colores adecuados a su edad: un joven brillante, una promesa con seguro pronóstico. Un gran cantante en la perspectiva. Y otro Juárez, el de los comienzos de los ochenta, con la fama ya ganada, que producía admiración a sus más relevantes pares, incluido Roberto Goyeneche. Ese artista integral que era emblema de una nueva manera de interpretar la tanguidad, intuyendo que el futuro necesitaba varios retoques. "Hay espacio para un tanguero nuevo", decía. Y lo cumplía con la elección de un repertorio novedoso, de gran jerarquía. Tal como lo fue en la década anterior Néstor Fabián, a partir de él será Rubén Juárez quien dé lugar a autores nuevos: será Juárez quien los ponga de moda (...)


Rubén Juárez/Cacho Castaña - Que tango hay que cantar

Y su inacabable humor, a veces ejercido contra sí mismo, con la ley de hierro del humorista. En los comienzos del 90, se decidió a abrir una réplica del Homero en La Plaza (pleno centro). En busca de audiencia, Juárez propuso imponer un concurso de nuevos cantores, que se desarrollaría los lunes. La convocatoria fue inesperadamente masiva. El primer lunes, los aspirantes exponían su pobreza artística en el palco. Rubén se había refugiado en una pequeña cocina. De pronto, desde la abertura del pasa-platos, surgió un palo de escoba en cuya punta había atado un pañuelo blanco. Y desde el interior, la voz deformada de Juárez con un latiguillo: "Piedad, piedad, me rindo...". El negocio daba para cualquier auxilio, mientras no se asesinara al tango.

Jorge Göttling.

Fuente: www.clarin.com/diario/2005/10/23/sociedad/s-05402.htm

Al tango le faltan un fueye y una voz

Fue uno de los grandes intérpretes que dio el género en los últimos cuarenta años. Encarnaba el tango como ninguno, sin que esa identificación lo limitara a la ortodoxia musical. Y llenó Buenos Aires de noches inolvidables, en Caño 14, en Café Homero, o donde fuera.

Por Karina Micheletto

Fue un hombre que cantaba y tocaba el bandoneón con la misma fuerza visceral. Con la misma profunda convicción de que había en ese tango que él encarnaba algo del orden de lo urgente, algo necesario, imprescindible aquí y ahora. Decía mucho, Rubén Juárez, con su bandoneón y con su voz, a los que reunía en un fraseo único. Murió ayer, a los 62 años, víctima del cáncer. Muy joven, con mucho aún por decir, con mucho también dicho.

Juárez encarnaba el tango y eso podía comprobarse al escuchar sus discos viejos o sus discos nuevos, y también al escucharlo conversar, al verlo moverse, tratar a la gente. De modos porteñísimos, había nacido sin embargo en Ballesteros, Córdoba, aunque creció en Avellaneda, donde se hizo hincha de Racing, al que le dedicó un tema (el tangazo “Se juega”, con el que habla del club de sus amores, pero también de él mismo).

Juárez comenzó a estudiar bandoneón a los 6 años, y a los 9 ingresó en la Orquesta Juvenil del Club Independiente, sin que este hecho lograra torcer su opción futbolera. En la adolescencia tocó también la guitarra, llegó a ser “Jimmy Williams” en bandas de rock. Pero pasó a ser definitivamente Rubén Juárez irrumpiendo con su voz, a fines de los ’60, cuando el tango todavía no terminaba de elaborar el duelo por Julio Sosa. De Sosa, Juárez siempre se declaró “fana”, como él decía, y en cierto modo en un principio llegó para ocupar ese rol de varón del tango, aunque con los años eligió un camino que fue haciendo a su manera.

Antes de crear Homero, el boliche que se hizo mito, hubo otro bar del tango al que quedó ligado su nombre: Caño 14, donde compartió cuatro temporadas con Aníbal Troilo, quien lo adoptó oficialmente como su ahijado artístico. Las biografías indican que fue allí donde Troilo lo conoció. El bandoneonista Raúl Garello, sin embargo, reveló ayer en el programa radial Una vuelta nacional que fue al revés: Pichuco lo escuchó cantar por radio, y en esa primera escucha le quedó claro que era un artista de otra estatura. Lo mandó a llamar para que cantara en su orquesta, algo que no pudo concretar en ese momento porque ya tenía compromisos asumidos.

De cualquier modo, pronto se impuso como nueva figura de la canción ciudadana. Atravesó momentos duros para el género, el momento del repliegue, hizo su camino a su modo. Es una frase común en el tango que era un músico irrepetible. El lugar común se ajusta a la realidad si se tiene en cuenta que fue un artista que eligió tomar su propio sendero, por momentos en solitario, a contramano, aunque siempre con puentes tendidos con tantos colegas con los que profesaba mutua admiración.

Desde Para vos, canilla, que grabó en 1969 para Odeón, su discografía fue extensa y generosa. Están los temas que grabó en los ’70 con arreglos de Armando Pontier, por ejemplo. Están discos con búsquedas extratangueras como Piedra libre, de 1984, con arreglos de Litto Nebbia. Están los recorridos como el de El álbum blanco, que muestra al Rubén Juárez de los primeros 35 años de carrera. En el escenario, en el vivo, todo eso adquiría otro espesor. Juárez era impredecible, irrepetible, nuevo cada vez. Cierta forma de la desmesura, que era parte de su personalidad, de su ser, aparecía capitalizada en su música, con resultados extraordinarios.

La riqueza del fraseo de su bandoneón era ilimitada. Hace poco pudo escucharse y verse por la tele: en un capítulo sobresaliente del ciclo de Encuentro en el estudio, por Canal Encuentro, Juárez toma en un momento su bandoneón. Un acto cotidiano, puede pensarse. Un acto extraordinario, se escucha en su versión de “Malena”. Dejó varios proyectos truncos: su nombre estaba, por ejemplo, entre los protagonistas del ciclo Tango y jazz programado en el Centro Cultural Torquato Ta-sso. Y era una de las patas de la reciente incursión tanguera del gitano Diego El Cigala; el motor que lo impulsó, en un encuentro casual, según contó el cantaor a este diario. De esa apuesta finalmente se bajó, cuando la enfermedad ya había avanzado.

Puso también su fraseo en el folklore: grabó con Los Cuatro de Córdoba, por ejemplo, cantó en Cosquín con Soledad. Pero la muestra más acabada de su apego al género la solía repetir en una anécdota: en su estilo exagerado contaba que Atahualpa Yupanqui “se había muerto en sus brazos”. Con él había compartido aquella última actuación en Nimes.

Se había ido a vivir hacía unos años a Carlos Paz, a una casa que le regalaba una hermosa vista abierta al lago. Pero decía que necesitaba viajar cada tanto a Buenos Aires, “a chupar un poco de asfalto”, como condición de creatividad tanguera. “Quiero armar cosas nuevas, dirigir a nuevos cantores, contarles del misterio del tango, de sus letras y sus personajes”, decía. Esa era su búsqueda de los últimos años, la proyección que dejó en su hija Lucía, cantante, con quien compartió espectáculos.

En una entrevista publicada en este diario en 2005, Juárez hablaba sobre esa costumbre argentina de recordar que los artistas están vivos cuando se mueren, a propósito de la muerte de Eladia Blázquez, para quien él había compuesto un homenaje junto a Chico Novarro: “Yo empujo tanto para que a mí me hagan las cosas ahora, que no esperen a que me muera... En ese sentido, mi hija es una guerrera, y mi mujer, Silvia, ni le cuento: ellas empujan más que yo. Hay que hacerlo ahora, no es para joder. Si no te nombran ciudadano ilustre cuando estás vivo, ¡¿cuándo?! ¡Lo quiero ver! ¡Si me quieren premiar, prémienme ahora, déjense de joder!”.

El pedido había sido inesperadamente cumplido, se contaba en la entrevista, cuando Atilio Stampone se acercó a aquella charla, unos minutos después, y le avisó que ese año le iban a dar el Konex de Platino como mejor cantante masculino de tango. Hubo otros reconocimientos en vida, vendrán otros de ahora en más. Como Ciudadano Ilustre de Buenos Aires, anoche lo velaron en la Legislatura porteña.

De Pichuco a Homero

En una entrevista de este diario, Juárez repasaba algunos de sus universos fundantes: el tango, claro, pero también su hija Lucía, Troilo, Caño 14, Homero, su refugio en Córdoba, su intento de llevar “una vida más tranquila”.
–¿Cómo está planteado el homenaje a Troilo, su padrino?

–Lo recordamos como lo que fue: un vanguardista. El primer vanguardista del tango se llama Aníbal Troilo, junto con Julio De Caro y Alfredo Gobbi. Después viene Astor. Y yo lo imito un poquito, con esa manera de hablar tan graciosa que tenía. El usaba esas palabras... “vio qué imponente este grupo... qué atrevido me resulta”. O: “Sáquese la camisa afuera, pero sea elegante”; “no use corbata si no la va a usar”. Porque a él, que siempre fue tan elegante, no le gustaban las corbatas desprendidas. Cuando empecé a actuar me llevó a su sastre y a su camisero, fue su regalo. Tuve la suerte de compartir cuatro años con él en Caño 14: con las cosas que aprendí ahí, ya estoy mucho más allá de muchos. Aprendí de la música pero también de los personajes, los habitantes del tango. Porque cada palabra del Gordo yo la capitalizaba.
–¿Por ejemplo?

–Yo estaba muy loco de jovencito, yo era esta guerrera (señala a su hija, Lucía). Estaba desesperado por cantar y le preguntaba al Gordo: “Y, ¿cómo ando?”. “Todavía te falta un poco de pescante”, me decía (lo imita). El pescante es el escalón que hay antes del asiento en el carro. ¡Me estaba diciendo que me faltaba calle! En Caño 14 me armé un camarín en un lugar donde guardaban el botellerío y todo lo que no servía, un nido de lauchas. Lo dejé alfombrado, con calefacción, ventilación, con mi sofá, mi atril, mis partituras, todo. El Gordo venía y ahí se tomaba unos traguitos conmigo, eran los momentos nuestros. Una vez me dijo: “Te quiero tanto, sos como el hijo que me hubiera gustado tener”. Me mató.
–Usted también carga con la leyenda del hombre de los bares, el que para cuidarse se fue a Córdoba.

–Sí, en Carlos Paz me salvé. ¿Sabe qué pasa? El sueño del pibe de cualquier artista es tener tu boliche propio... hasta que lo tenés. De hecho, ahora lo estamos vendiendo (se refiere al mítico Café Homero, aquel en el que brilló Goyeneche). Ojo que ahí también pasé muchas cosas buenas, en lugar de ir a un psicólogo tenía mi recalada con amigos. Era el lugar para hacer lo que no se puede hacer públicamente: jugar al truco hasta la madrugada, no molestar a nadie, no hacer papelones... Pero te corta salud, y te corta la carrera. Así que, sin intentar recuperar el tiempo perdido –que no fue perdido–, estoy haciendo una vida más tranquila. Y trabajando mucho.
–Pero no se lo ve muy tranquilo...

–¡Es que ahora me agarró vencido!! (risas).


Otras voces

- Oscar del Priore (investigador): “Es una pérdida lamentable, porque era un tipo muy querible, respetado y admirado. Por lo menos yo lo admiraba. Es más, me parece uno de los mejores cantores surgidos en los últimos tiempos, en la época contemporánea del tango. Lo conocí prácticamente cuando empezó. Era un poquito más joven que yo. Lo presenté en muchas de las primeras actuaciones, en Radio Municipal, en El Viejo Almacén... por eso es que tengo una percepción muy afectiva. El empieza en el ‘69 o por ahí, pero su época fuerte fueron los ’70. Cultivó un repertorio excelente y se supo rodear de grandes músicos. Y fue un gran músico, cosa que pocas veces se dice. Se exalta más su faceta de cantor, pero él tocaba el bandoneón estupendamente bien. El primer long play tiene solos suyos y en todo lo último que registró cuando dejó de grabar con la Orquesta del Tango de Buenos Aires se acompañaba él. Perdimos también una hermosa voz y un hombre que supo equilibrar el repertorio tradicional con obras contemporáneas. Además, él escribió unas cuantas muy lindas. Y fue un transgresor: se ocupó de cambiar la estructura musical de sus tangos. Hizo una especie de mezcla con algo de rock. En realidad, se unió a otros géneros que no eran los habituales tangueros y comenzó con un acompañamiento musical no convencional. Grabó con Piero, con Juan Carlos Baglietto, con Litto Nebbia y con Valeria Lynch. En su último disco volvió un poco a los comienzos, porque fue más tanguero. Y en sus actuaciones en la época final tocaba siempre el bandoneón, y hacía temas instrumentales”.

- Walter Ríos (bandoneonista): “La opinión de muchos colegas coincide, porque hemos convivido muchos años con Rubén y con su maestría, su talento, su alegría de vivir. Yo lo conocí en los ’60. Hemos hecho muchos espectáculos juntos y con Raúl Lavié. En los ’80 hicimos Cosas de negros, en Mar del Plata, y ganamos el Estrella de Mar. Es una pena que se nos haya ido de gira tan joven, pero así es la vida. Fue un excelente músico, para mí es uno de los grandes cantantes con grandes bandas a nivel mundial. Lo he visto solo con su bandoneón y el éxito era siempre desbordante. Lo consideré y lo sigo considerando un verdadero artista y un talento inigualable. Por supuesto que nos regaló para el resto de la vida el arte hermoso de tocar como tocaba y cantar como cantaba. Era un artista en todo el sentido de la palabra. Va a estar siempre entre nosotros”.

- Leopoldo Federico (bandoneonista, director y compositor): “Estuve grabando toda la mañana y me enteré en el coche cuando iba al estudio, pero sabía que estaba muy mal, que prácticamente era irreversible, aunque no creí que se iba a de-sencadenar tan rápido. Pero el final es el mismo. Lo lamento tanto como uno lamenta a todos los grandes que se van. A mí me tocó vivir la etapa de Julio Sosa, también me tocó estar cerca de Roberto Goyeneche. Y sin ofender a nadie, yo pienso que la tercera figura de todos los grandes cantantes fue Rubén Juárez, luego de Sosa y Goyeneche. Yo lo conocí y lo acompañé trabajando en algunos discos, pero nunca lo había escuchado cómo se fue aggiornando con el bandoneón. Prácticamente empezó tocando sin saber música, pero tenía un sentido musical envidiable. Cualquier bandoneonista al que le pregunten va a opinar igual o mejor que yo. Es de esos seres que se van en los momentos en que más los necesitamos. Y es de esas figuras del tango que se están yendo y que son las que dan escuela. Estoy seguro de que la juventud lo tiene como una imagen que le sirve para marcarle un camino. Después, cada uno tomará su estilo, su personalidad, pero Juárez era un fuera de serie cantando, expresando, afinando”.

- Juanjo Domínguez (guitarrista): “La noticia me sorprendió, como a todos. Yo sabía que él estaba jodido, pero no sabía la gravedad. Se nos fue el amigo, el último referente del tango. Estamos de acuerdo con otros colegas: tocaba el fueye como cantaba o cantaba como tocaba el fueye. Era una maravilla. Me deja mal pero el Negro nunca se va a ir. Hoy hablaba con Raúl Lavié y él me decía que los artistas se van de gira. Y Rubén se nos fue de gira. Era un amigo de verdad. Yo lo conocí hace cuarenta años y en esa época compartíamos juntos hasta serenatas. Cuando Rubén Juárez no era el que llegó a ser y yo no era Juanjo Domínguez, nos sentábamos para guitarrear casi todas las noches. El último encuentro que tuve con él fue hace poco en su casa de Córdoba. Noté que estaba mal, pero no creí que se nos iba a piantar tan rápido. Fue el último referente que tuvimos, no sólo como cantor sino también como instrumentista y como conocedor del género”.

- María José Demare (cantante, autora y compositora): “Tengo el mejor recuerdo de uno de los más grandes. Fue un gran maestro para muchos y también un renovador del tango. Rubén Juárez marcó un antes y un después en el género. Juárez renovó absolutamente el tango y lo sacó del acartonamiento, le puso sonidos nuevos, juntó gente de cualquier género y la llevó al tango. Como compositor fue sublime. El disco De aquí en más es mi preferido y tiene todos temas de él, con letras de Juan Catavira: es extraordinario. Ojalá que ahora se pueda difundir esa obra. Su manera de frasear, de decir, de cantar y de tocar el bandoneón como nadie... fue única. Como legado dejó la actitud de que creamos en la renovación del tango, que busquemos en otras cosas, que no nos quedemos con lo que se hizo sino que busquemos nuevas mezclas de sonidos. Yo le compuse un tango que se llama ‘Juárez es el tango’, que habla de su vértigo y locura cuando él nos llevaba a cantar. Era impresionante porque uno nunca sabía qué iba a hacer. Su cabeza y su alma volaban cuando tocaba. No había una cosa establecida. A todos los que nos sentimos discípulos de él, que somos un montón, nos marcó. Era un tipo muy joven que todavía tenía muchísimo para dar en el tango, estaba lleno de ganas: evidentemente no le dio el físico. La última vez que hablé con él me dejó en claro que estaba lleno de proyectos, pero lo mató esta enfermedad de mierda”.

- Juan Carlos Copes (bailarín): “Rubén era un tipo jovial y lleno de vida que se nos fue en un momento en que tenía varios proyectos por cumplir. Trazó un camino muy importante para los jóvenes porque combinaba con sapiencia el tango tradicional con el llamado de vanguardia”.

- Héctor Larrea (locutor y periodista): “Con respecto a qué significó Juárez en el tango, primero hay que decir que hubo un corte con la generación de los famosos ’40. Y yo creo que entre lo que apareció después de los ’40, Juárez, sin ninguna duda, fue lo más personal. Era un hombre que tenía con qué cantar: un buen rango y alcance de voz, dominio, y sentido común que es lo que hace falta para cantar. Además, tuvo la fortuna de encontrarse con Horacio Quintana, que había sido cantor de tangos en la orquesta de Lucio Demare. Quintana no había sobresalido como Juárez, pero había sido un muy buen cantor. Supo enseñarle trucos muy interesantes que eran imprescindibles e indescriptibles. Esas cosas se hacen con ejemplos vocales del tipo: ‘la voz se quiebra de esta manera, se prolonga de otra’. Ya Juárez sabía y luego incentivó un equilibrio troileano para evitar las sobreactuaciones. A Juárez no lo enloqueció la tribuna ni trabajó tanto para ésta, sino que trató de darle a la tribuna algo que le gustara por las mejores razones; es decir, por una canción hecha con buen gusto antes que con espectacularidad vana. Eso es lo que más me gusta de Juárez: tenía un equilibrio y una sobriedad troileana para cantar”.

- Litto Nebbia (compositor y productor): “Se ha ido uno de los más grandes intérpretes de la música ciudadana. Tuve la suerte, a mediados de los ’80, de que me confiara la producción & arreglos de su álbum Piedra libre. Un músico de corazón, que abordaba cada pasión con un apasionamiento sin igual. Brillante cantando y también tocando el bandoneón. Abierto a probar nuevas cosas todo el tiempo. Recuerdo que cuando hicimos ese disco, no quería tocar el fueye. Tuve que insistirle para algunas participaciones. Es que Rubén Juárez siempre fue amante de la música del mundo y nunca quiso quedar estancado en un género, a pesar de que su procedencia era el tango. Todo la gente que lo conoció y escuchó lo recordará siempre como un tipo jugado emocionalmente, cálido en su melancolía, intrépido en su accionar. Esto es lo que lo hace irrepetible. Mi abrazo, Rubén...”.


La gloria y sus caídas

Por Fernando D´addario

Rubén Juárez tenía 62 años, pero cualquiera podía pensar que tenía muchos más. No tanto por los estragos que la vida, la noche y diversos problemas de salud habían impreso sobre su cuerpo, sino más bien por esa sabiduría de un siglo –el XX, el del tango en Buenos Aires– que lo acompañaba en cada charla, en cada fraseo de su fueye. Parecía que tenía toda la década del ’40 sobre sus espaldas, cuando en realidad le tocó sobrellevar con dignidad los tiempos grises del tango.

Rubén Juárez fue agigantando su leyenda al mismo tiempo que su físico. Como pasaba con el Polaco Goyeneche, había algo de atractivo en su deterioro progresivo. Transmitía la sensación –sólo algunos tangueros pueden hacerlo– de que estaba mal porque había sabido vivir bien. Y que lo que le faltaba de salud le sobraba en todo lo demás. Se agitaba cuando hablaba, un poco por el sobrepeso y por sus problemas respiratorios, otro poco porque en cada anécdota entregaba mucho más que palabras. Intimidaba sin querer a los periodistas, sobre todo a los que no eran “del palo”. Quien esto escribe lo entrevistó por primera vez hace unos diez años. Alertado por la magnitud del personaje, estudió todo sobre su carrera, sus tangos, sus influencias, etc. Una erudición impostada para salir del paso. El reportaje transcurrió sobre rieles, Juárez contestó mucho y bien. Al despedirse, se permitió una palmadita al hombro del cronista y concluyó: “Se ve que te leíste todo el archivo, pibe, seguí así”.

Un par de años atrás, en ocasión de un show en el Tasso, Juárez tenía que ser la estrella de la noche. Era la 1 de la mañana y el cantor estaba a un costado de la barra. Se lo veía rendido, agobiado, al borde del desmayo. Qué lástima, decíamos todos. No va a poder tocar. Diez minutos después subió, cantó y tocó dos horas seguidas, hizo chistes, bailó, se comió el escenario. Juárez era el tango andando, con su gloria y sus caídas.

Página|12. 01/05/10


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Tito Reyes (28/02/28-25/05/07)

Tito Reyes, la última voz que grabó con Aníbal Troilo, murió a los 79 años víctima de una infección pulmonar. Estaba internado en el Hospital Pirovano, donde falleció el 9 de mayo a las 8 de la mañana. Había nacido el 28 de febrero de 1928 en Puente Alsina, hijo de una lavandera napolitana.


"Mi papá construyó la casa de madera y chapa donde vivíamos —evocaba el cantor—, elevada un metro y medio sobre el nivel del suelo, porque en esa época Valentín Alsina se inundaba muy frecuentemente. Cuando Homero Manzi dice: 'Pompeya y más allá la inundación', está nombrando a Puente Alsina, porque Pompeya no se inundaba. Ahí me crié muy pegado a mi mamá y mis hermanos".


Aníbal Troilo recuerda a Homero Manzi en 1971. Canta Tito Reyes

Tito Cosme Sconza se hizo cantor en un café —La colmena—, en rondas de copas y guitarra. Tenía 15 años cuando se dio cuenta de que "podía chorear con la gola". Era plena época de oro del tango —1943—-, y la juventud de los suburbios se embriagaba de orquestas y milongas. "Yo en realidad descubrí el tango gracias a Radio Colonia. Bah, el tango: descubrí a Gardel. Había una audición que pasaba sólo temas cantados por él. Así aprendí a cantar. Bien de chiquito. Cada tango de Gardel era una terrible clase de vocalización...".


Antes y después de Aníbal Troilo, Tito Reyes también tuvo vida. Antes, como cantor de serenatas y peregrinando con el guitarrista Héctor Arbello por el interior del país. Después, con Baffa, en Caño 14 y El Viejo Almacén. Tras un largo ostracismo melancólico, a los 68 años grabó un disco con temas que cantaba Gardel y que iban desde los trajinados Volver y Mano a mano hasta bellezas como Una lágrima, Duelo criollo y Silbando. El disco se tituló precisamente Un tributo a Carlos Gardel y, pese a tratarse de un trabajo destacable, Reyes sostenía: "Lo malo de este disco es que va a competir con mis grabaciones con Troilo. Pero está bien. Un tipo que tiene una telaraña en la garganta no canta como canto yo después de tanto tiempo de inactividad".


En los últimos años había vuelto a cantar. "Creo que estoy pasando por mi mejor momento artístico", aseguraba en febrero en su última entrevista con Clarín, en su departamento de Villa Lugano, donde vivía con Laura, su mujer. En esa ocasión deslizó una singular teoría sobre su público: "Soy un triunfador con admiradores desorganizados, repartidos en la Argentina y otras partes del mundo, sin nadie que los convoque. Igual, me siento un hombre de barrio, tengo la cultura de la calle". Estuvo cantando hasta hace un par de meses en el boliche Pigmalión. Y aseguraba que estaba preparando un nuevo disco. No pudo ser. Quedan por ahí grabaciones desperdigadas que ahora más que nunca esperan salir a la luz.

Fuente: Clarín


El adiós a Jorge Göttling, un maestro de la escritura

El periodista de Clarín supo narrar como nadie las historias que encierran las calles de Buenos Aires, sus personajes, sus oficios, y el tango. Murió el 26 de agosto de 2006 a los 67 años por una enfermedad pulmonar que padecía desde hace varios años. Aquí, algunas de sus columnas más destacadas.

El periodista de Clarín Jorge Göttling murió esta madrugada a los 67 años en la Capital Federal. Llevaba varias semanas internado a raíz de una enfermedad pulmonar que afectaba su salud desde hacía años. Los restos del "alemán", tal como se lo conocía en la profesión, serán velados esta noche en Forrest al 900, hasta las 23. Mañana serán llevados al cementerio de la Chacarita.

Göttling -nacido en Buenos Aires, en 1939- estaba casado con María Teresa, con quien tuvo un hijo, Juan. Llevaba más de cuatro décadas en el periodismo. Trabajó once años para el diario El Mundo y más de 30 en Clarín.

Estos son algunos de los trabajos publicados en el diario.

Tiano al final sólo sacó pasaje de ida (Publicada en Clarín el 16/8/06)

Cuando pasó los 30 aceptó con fatalidad las primeras canas. A los 40, Tiano estaba demasiado ocupado en su carrera brillante, vivía en Europa, pasó inadvertido el crecimiento de una pancita de señor importante. Sin crisis en los 50: lo sorprendieron en Europa, acaso en su mejor momento, con un registro de cara bruna de quien ha conseguido todo y todo le queda chico. Pasó de activo a emérito, los señores de clase no se jubilan. De pronto, la vida le hizo burla.

Dos hijos profesionales, emancipados, mujer distinguida, con erotismo en retirada, fiel, mirada lánguida, talle fino, un lujo para cualquier currícula. Pensó en él y sus despojos: auto importado, barrio de clausura, buenas inversiones, todo en aparente orden. Pero Tiano comenzó a ver su propio dibujo, con fama circundada por el pronto olvido, brazos con las primeras flacideces, aburrimiento prematuro. Reflejado en el espejo, tras la ducha, Tiano tuvo un soponcio: su cuerpo le pareció una obscenidad.

Hizo deportes, cambió de rutinas, entre ellas, su mujer. Se mudó sin escándalo, ella sigue encargándose de las finanzas familiares, los plazos fijos, las tarjetas de crédito, las cuotas de los clubes.

En el claustrofóbico universo que frecuentaron se fabricó una situación posible o un mito: Tiano dejó a Dora por una mujer joven, una de sus colaboradoras. Pero nunca lo vieron, jamás la presentó, Dora siguió presente en el rigor de los protocolos de una familia de clase.

Sus hijos están confundidos por la crisis de los 60, pero civilizadamente callan. Tiano recuperó tono muscular, se atreve a otros colores en el vestuario, está por viajar a Madrid, compró un solo pasaje. Y de ida. Vivirá con atildado diplomático español, a quien conoció en Buenos Aires. Quién sabe.

Hay una tele en el living, parece casa de familia (Publicada en Clarín el 13/8/06)

Viven en extendida casa-chorizo de Villa Crespo. Elba, sus tres hijas y los pasantes de turno han dibujado la mejor postal de la modernidad. Lo que sobra es privacidad y lo que falta es el prejuicio. Cuatro dormitorios con cuatro televisores, cocina invicta y un baño que acumula olores, único lugar que alguna vez sirve de arena de disputa. Elba, arquitecta, comparte cama con Matías, dibujante de la edad de Sandra, su hija menor.

Sandra es artesana, hace títeres, debe tener vocación de hotelera: aloja en su cuarto temporariamente a tipos solos, se parecen entre ellos cuando los desecha. Fabiana estudia criptología, acaso devele lo que se inscribe en el nombre con el que el catastro comunal define el sitio: casa de familia, una broma, un malentendido. No trabaja, vive de becas y subsidios.

Vera, la mayor, entró en crisis hace un par de años, se recluyó en convento de novicias, pero desertó a los seis meses. Asu mió sexualidad diferente, es lesbiana, se cree que está vacante, nadie conoció su habitación. A veces desaparece un fin de semana, no habla, no pregunta, tampoco contesta.

El living es entidad ausente, no hay tampoco mesa de comedor, cada uno funciona por separado. Los lazos parentales están tan averiados que ni se presienten ni se reconocen: ante un llamado telefónico, quien contesta no sabe quien está, cuando estuvo o que es lo que hace.

Hubo un padre debilitado, incapaz de introducir sus hijas a la cultura, carente de imaginación, derrotado de antemano frente a esposa despectiva. Hugo aprovechó la primera oportunidad para huir, dejó el tendal. A veces, cuando el alcohol lo atora, llora en los boliches, pura actuación.

Este mes la casa cambió de aspecto. Elba despidió a Matías del laburo y de su vida. Sandra viajó a la India. Fabiana trabaja de mesera, está estudiando la cábala. Vera hizo "acting", colocó su TV en el living, como bandera de paz. Hugo intenta pegar la vuelta. Parece una casa de familia.

El renacimiento de una ceremonia (Publicada en Clarín el 11/8/06)

Durante décadas, la agonía del tango-danza revirtió un proceso bello y original: aquel baile creativo se había convertido en una danza neutra, sin ideas, monótona, una excusa para conversar de cerca. En suma, una actividad atlética, con certificado de defunción a corto plazo.

Acá, la danza se había refugiado en oscuras pistas de extramuros, casi clandestinas, en las que imperaba un rito con contraseñas: sólo bailaban los veteranos, con mujeres de peinado de peluquería. En rigor, un viaje al fondo de los sentimientos muertos y las miradas cansadas.

El redescubrimiento partió de la mirada joven: el tango-danza es estallido, misa pagana, fantástico despliegue de movimientos sensuales de piernas, brazos, caderas, un desafío a la imaginación, la creatividad y el alarde.

La trascendencia del abrazo que unifica la pareja implica la fijación de los roles: como un atavismo, el hombre ejerce autoridad, se convierte en personaje activo.

Al influjo de la orden de su mano, la mujer toma su propia posición, dejándose llevar cadenciosamente, lánguidamente por el varón.

El lenguaje de las manos es el rector de la danza, en el entendimiento de que lo que el hombre no puede marcar con la orden dada por sus manos para que la mujer lo ejecute instantáneamente con sus pies, no es auténtico, no es tango.

Los rostros de los bailarines reflejan la peripecia: caras que son una tragedia, otras caras que son una juguetería, como en el sexo.

Buenos Aires revive hoy el auge de un baile nacido hace más de cien años. Un paseo rítmico y cadencioso, una marcha reconcentrada de solo tres minutos. A veces, toda una eternidad.

La rodilla (Publicada en Clarín el 09/8/06)

Historia cortita de un tipo cortito. Víctor vivió 30 años corriendo y 30 años sentado. Hijo de piadosa italiana, comenzó a jugar fútbol en patio de iglesia de Almagro. Fue monaguillo, centroforward y galán de barrio. Todo cortito, largó los altares y también largó a varias señoritas, enojadas por su afán de acumularlas. Hizo las inferiores de San Lorenzo, jugó en la tercera. Nunca llegó, su apellido es ignoto hasta para Lujambio.

Empresario menor lo llevó a Australia, cuando se conocía menos en el fútbol que en el mapa. Le dieron un puesto en el ferrocarril y un puesto en la primera de equipo de colectividad italiana de Sydney. Conoció bíblicamente a varias rubias. También cambió de religión, se hizo evangelista. Cobraba en esterlinas, ninguna fortuna pero lo suficiente para comprar departamento. Lo ocupó al volver, auciado por flagrante necedad para aprender inglés.

Fue a jugar a Olavarría, en club cercano a Sierra Chica. Se puso de novio con tres. Jugó hasta los 32, cuando la rodilla dijo basta. Entonces, se sentó en un taxi. Primero tuvo romances, después fue más fácil inventarlos. Un acupunturista oriental le curó la rodilla y él se pasó otra vez de culto, aturdió a pasajeros con leyendas de sanador de Java de apellido impronunciable.

Tiene más de 60 años de infidelidades, un cuarto de creencia y media mina, juntar a veces no multiplica, divide.

Jacinto sabe de clausuras tanto como de abandono (Publicada en Clarín el 06/8/06)

Jacinto es un león para las minas: le rajan todas. No hay complejo que le falte, es un triste de manual. Gesto de yo no fui, físico magro, desnudo pesa menos que un bay biscuit mojado. No gana nunca, hasta cuando redondea se queda voluntariamente con la suma menor. Vive solo, gracias a que aprendió a desalojar los recuerdos. Su hermana Irma es su contracara, vital, arrebatada, rencorosa, casada, tres hijos, no deja bronca impune. Ambos son víctimas de explosión familiar, virus que carga de dinamita toda relación cuando se mezcla con dinero.

Hay, por detrás, una larga historia. Padre provinciano que se casó para no estar solo, aprendió pronto que estaba peor. Con Marucha tuvieron esos dos hijos. Oscar trabajaba bien con su camión, ella fue siempre una ignorante taimada: empleada infiel, robó lista de clientes de laboratorio, comenzó a trabajar para ella. Nada para compartir, se separaron cuando nació Jacinto.

Ella se quedó con la casa de Villa Real, él se llevó los hijos. Marucha metió en la casa un tipo de su misma avería, gigantesco, hasta un gorila lo miraría con cierto temor. Tenía un hijo, seis años, ya calzaba 37. Salió como él, hincha del músculo y del menor esfuerzo. La agria Marucha se adueñó, también, de los ahorros del camionero. De prepo. Todos le temían, seca, ebria, quilombera.

Irma y Jacinto crecieron, ella se casó a los l5, el varón terminó el industrial. El provinciano murió súbitamente, sin tiempo para contestar las últimas preguntas. Entonces fueron a plantear herencia, lo que quedaba del despojo. Están en eso, en largo litigio de once años. Marucha se casó con el gorila y una noche de largas copas la fulminó un derrame.

Así es que los nuevos, los de afuera del rubro familiar, detentan casa y gananciales, no piensan repartir ni migas, tienen abogado zorro para el alargue.

La ira no da paz a Irma, amenaza con seguir hasta las calendas. Jacinto, el manso, dio por cumplido y clausurado el caso, pierde por abandono. De clausuras y abandono es de lo más que sabe.Un tango para recordar siempre a Jorge Göttling


En el primer aniversario de su muerte se estrenó un tango en su honor, escrito por Eduardo Parise y Eduardo San Pedro, editores de Clarín e históricos compañeros de redacción. Interpretado por Leopoldo Federico y Guillermo Fernández, "Che Alemán" cerró el concierto que tuvo lugar el viernes en el Auditorio de la Sociedad de Distribuidores de Diarios y Revistas.

El 2 de diciembre de 2004 Jorge Göttling ganó el más alto premio para un periodista iberoamericano: el Rey de España, en la categoría Don Quijote. Era el reconocimiento a la calidad de su escritura, esa que lo había convertido en un maestro de periodistas, aunque su humildad no le permitiera admitirlo.

Aquella tarde, toda la Redacción de Clarín lo recibió con un aplauso. El "Alemán" simplemente se quedó parado junto a su escritorio y en silencio, agradeció emocionado. Esa misma tarde surgió la idea de poner en la letra de un tango a esa figura que tanto quería y hacía por la música ciudadana.

Pasaron los meses y la idea seguía dando vueltas. Hasta que en mayo de 2006, el tema volvió en una charla en plena Redacción: "¿Sabés a quién hay que hacerle un tango?, al Alemán", dijo uno de los autores, señalando el lugar donde Jorge estaba dándole vida a una de sus "Miradas". Tres meses después, Jorge Göttling tuvo la poco feliz ocurrencia de morirse. Era el 26 de agosto. La consigna ya no era "hay que hacerle un tango..."; se había transformado en "ahora más que nunca".

El trabajo fue de sus amigos periodistas de Clarín. Eduardo San Pedro tipeó unas frases y se las mandó por mail a Eduardo Parise, que le agregó unas más y se las reenvió. "Anoche me desperté a las 3 y como un autómata me puse a armarlo", volvió San Pedro, entusiasmado, a los dos días. Cuando Hinde Pomeraniec (otra incondicional amiga del Alemán) lo vio, no tuvo dudas: "para la música tienen que hablarle a Leopoldo Federico, un gran amigo de Jorge", sugirió.

La primera reunión con el maestro fue unos meses después. Para entonces, la letra ya había sido leída por Antonio Carrizo en una actuación de Federico con su orquesta en la Sociedad de Distribuidores de Diarios y Revistas.

Una vez que estuvo la música, Federico hizo una grabación casera en un solo con su bandoneón. Había que sumar retoques en la letra: varios versos estaban fuera de la métrica que imponía la melodía.

Con ese casete, un sábado a la mañana, con mate en mano, los autores le dieron la forma definitiva. Lo demás es historia reciente: contacto con Gustavo Margulies, editor de EPSA Publishing, grabación de la música con Federico (bandoneón), César Angeleri (guitarra) y Horacio Cabarcos (contrabajo) y, al final, la cálida interpretación de Raúl Lavié. El Alemán ya tiene su tango.

Clarín


Tita Merello...¡la de todos! (1904-2002)

Por Osvaldo Vergara Bertiche

Se nos fue, para quedarse para siempre entre nosotros, horas antes del Nacimiento de Cristo, de Jesús... del hijo de Dios, un 24 de Diciembre de 2002. Su lugar de destino: la diestra del Señor. Porque sus pecados, siempre... siempre fueron redimidos.

No nació en un pesebre, pero se crió en un orfanato, un asilo, y allí conoció el hambre y el miedo. Mamó abandono y soledad.

Hasta los 20 años fue analfabeta, no sabía leer ni escribir; su escuela tuvo nombre: Caminar por la Vida.

Vida azarosa y de penurias, que forjó un carácter rebelde, contradictorio, avasallador, inquietante y con cierta dosis de misterio.


Escapa a toda definición simple. Simplemente tuvo la mayor de las virtudes: ser leal a sí misma.

”Se dice de mí” no se escribió para ella. Es ella. Es Tita mostrándose. Es su mejor Biografía.

Cuantas veces habrá preguntado... ¿Dónde hay un mango, Viejo Gómez?. Cuantas veces habrá deambulado entre las “Nieblas del Riachuelo” queriendo ser querida. Cuantas veces, como Discépolo, observaron y vivieron “la soledad internacional” del que está solo.
Cuantas veces, como a Enrique Santos, “la panza que es reina”, les alertó que “el verdadero amor se ahogó en la sopa”. Cuantas veces... cuantas veces Laura Ana fue “un arlequín que salta y baila para ocultar un corazón lleno de pena”. Pena no sólo propia; pena por los demás.

En uno de sus últimos reportajes, manifestaba: “...el hombre es un Cristo”, “el hombre que busca trabajo es un Cristo...”, “no hay tiempo de pensar en Cristo...”.

Como en una regla de tres simple, como en una sencilla ecuación matemática, la conclusión es obvia: ¡no hay tiempo de pensar en el hombre sin trabajo!. Al cumplir sus 98 años, dijo: “Antes de irme de este mundo, quisiera ver a la Argentina otra vez de pie”. La Argentina se pondrá de pie, dejará de trastabillar, cuando el hombre sin trabajo lo obtenga, abandone esa cruz, ese suplicio, y como Cristo resucite a la vida.

Más de un “ilustrado”, si sintiera como sintió “La Merello” dejaría de ser un analfabeto social y humano, y como ella, ganaría ese lugar de privilegio: el Cielo.

Estas apreciaciones, últimas en su vida, no son el producto de ser una “vieja sabia” o de una “sentenciosa senil”, ni por asomo el resultado de la “angustia añosa” o de “cansancio vivencial”. Es de siempre.

Terminaría en 1955, trabajando en parques de diversiones, por pensar de idéntica manera, siempre igual.

Puede incluírsela en la interminable lista de “malditos” en la historia argentina. Se pretendió con ella, hacer lo mismo que con muchos otros... condenarla al silencio y al olvido. Fue en vano.

El tango no puede ser condenado, y Tita es la mujer hecha tango, el tango hecho mujer.

El tango, al decir del Viejo Discepolín, “es una mezcla de rabia, de dolor, de fe y ausencia”.

El dolor apesadumbra, da rabia y estalla, se hace acción y canción, y la canción da fe, ganas, impulso de seguir, de no abandonar y de estar. La ausencia no es la física, la del otro o de la otra, es la ausencia de valores, de justicia. Es la ausencia de la razón.

Esa es la “mezcla” tango. Esa es la “mezcla” Laura Ana “Tita” Merello.

Como condenarla, si hacerlo, es condenar la vida misma.

Pobres miopes; pobres “visionarios” de la realidad; pobres espíritus soberbios aquellos que pensaron castigarla con el ostracismo.

El silencio de los inocentes es un grito que aturde, un alarido estremecedor, un clamor de multitudes. Un resurgir impetuoso.

Y Tita resurge con entereza, con pasión, con fuerza. Puertas cerradas, sacrificios y sinsabores quedaban atrás.

La discografía, la radio, el cine y la televisión, son ámbitos propicios para su quehacer. Se la escucha cantar. Se la escucha decir.

Se introduce en las familias como una más. A las mujeres les estremece el oído “hacete un papanicolau...”. Ayuda a salvar vidas con diagnósticos tempranos.

Da consejos. No se calla. No puede callar, porque sabe que el que calla otorga. Y ella es Pueblo, y los pueblos no otorgan, sencillamente esperan.

Como Gardel y como Evita, ya es un mito. Mito, no como un fábula o una ficción, sino como una alegoría, como una figura retórica, como un ícono sagrado.

Ana Laura... Tita... La Merello, la de todos. La de todos los que sentimos y pensamos que lo nuestro es nuestro, no por un rato, no por un efímero momento, sino por siempre.

Y lo profundamente nuestro, Nuestro, con mayúscula, es nuestra cultura nacional. Aquello que nos da identidad, pertenencia y presencia.
“Arrabalera”, la carancha de “Los Isleros”, “Filomena Marturano”, o aquella de “Mercado de Abasto”, “La Fuga”, “Guacho”, “Para Vestir Santos” o “Amorina” es Tita en sus más diversos matices; es su propia vida mostrada de diferentes maneras.

En sus cantos, en sus decires, en sus escritos o en sus interpretaciones, todos alguna vez nos vimos identificados, seguiremos identificándonos. Por eso es que La Merello no se fue.

Se quedará por siempre. Siempre que haya un argentino que se precie de tal.

23 de diciembre de 2006


Carmen Calderón (1905-2005)

(10 de febrero de 1905 - 31 de octubre de 2005)

NOTA RELACIONADA: El Cachafaz

[Poco después de publicada esta nota en el diario La Nación Carmen Calderón falleció en Buenos Aires, el 31 de octubre de 2005.]

Carmen Carderón cumplió 100 años y aún quiere bailar.

Fue la compañera de El Cachafaz. Vive en un departamento que le dio Perón. El legendario bailarín murió en 1942, después de un espectáculo Juntos fueron uno de los símbolos del tango orillero. Dice que Gardel también era un gran bailarín.

"Todavía tengo ganas de bailar. Me enojo si nadie me saca en la milonga", asegura Carmencita Calderón. La legendaria compañera de El Cachafaz, que hoy cumple 100 años y bailará mañana, a las 23, en una milonga de Flores (Ramón L. Falcón 27), se siente lejos del retiro.

Este símbolo del tango orillero es sobreviviente de un estilo perdido en el tiempo que patentó junto al mítico bailarín. "Con don Benito Bianquet (El Cachafaz) poníamos el corazón cuando bailábamos. Inventábamos y adornábamos el baile de tango con corridas, sentadas y cortes", dice, para dejar en claro la fama ganada por la dupla a través de los años.

Carmencita tiene un semblante juvenil, mirada vivaz, un carácter difícil y una memoria que recuerda episodios de su vida con cuentagotas. "Conocí a Gardel y bailaba muy bien. Nadie le ganaba. Pero tenía un estilo distinto del de don Benito. Cada uno en lo suyo era muy bueno", cuenta.

La bailarina vive sola con su perro y algunos sueños de juventud en un departamento de Villa Lugano que le regaló Juan Domingo Perón en los setenta, junto a una pensión graciable que le permite vivir modestamente. El comedor está lleno de trofeos, diplomas y algunas fotos con el legendario bailarín. "Era una nena cuando comencé a bailar. Aprendí viendo a mis padres, que bailaban divinamente y creaban muchos pasos. Después mi tío Eduardo Riso me enseñó muchas cosas. Hasta que conocí a don Benito El Cachafaz, que me pidió que fuera su compañera. Yo me moría por bailar con él."

Por los años veinte la leyenda de El Cachafaz ya se había desparramado por todo el ambiente milonguero, por un entrevero con el Pardo Santillán en el mítico local Hansen. Se destacaba en una época de grandes milongueros.
 
"Fuimos pioneros. Debutamos bailando para Pedro Maffia en 1933 en un club de San Fernando. Después trabajamos en la compañía de Francisco Canaro y viajamos mucho. El hacía que yo me luciera, porque en el baile el hombre sin la mujer no es nada", rememora Carmencita, que había sido la cuarta y definitiva pareja de baile de El Cachafaz, que falleció después de bailar en un espectáculo el 7 de febrero de 1942.

Con Carmencita el bailarín formó una sociedad artística única. "Mucha gente pensaba que nosotros éramos pareja en la vida real, pero sólo había un cariño y un respeto muy grandes. Incluso muchas chicas me regalaban cosas como zapatos y ropa para que se lo presentara. Era una mantenida", dice, y se ríe de la ocurrencia.

-¿Cómo la descubrió El Cachafaz?

-Yo había ido a bailar con mis hermanas y mi tío. Primero bailé con El Tarila, que era muy conocido en esa época, y después él me preguntó si podía bailar unas piezas con El Cachafaz; a partir de ahí no nos separamos más.

-¿Cómo era el ambiente de la milonga en esa época?

-Había mucha camaradería. Pero también era un ambiente bravo; los milongueros eran bravos en la pista y fuera de ella. El que no sabía bailar más vale que ni entrara. A mí no me molestaban porque enseguida los mandaba a pasear. Tenía un carácter podrido. Igual que don Benito, que era muy serio, pero cuando se enojaba...

-¿Cuál era el secreto de su baile?

-No hay ningún secreto. Hacíamos el tango puro, que ya nadie hace.

Por Gabriel Plaza
De la Redacción de LA NACION, 10/02/05


Oscar Himschoot (1924-2005)

Enlace relacionado: http://www.clubdetango.com.ar

Oscar Himschoot (16 de octubre de 1924 - 20 de abril de 2005) fue el lunfardista del grupo. Investigador, compilador, periodista, supo tener un programa radial: “Lunfardeando”, donde expresaba su simpatía y su permanente protesta de jubilado. Solía tener un carácter recio, pero en el fondo fue un tipo generoso y macanudo. Su revista Club de Tango suele verse adornada por la participación de Héctor Lucci, Jorge Palacios Faruk, Ricardo García Blaya y otros grandes amigos. Se comenta que no sabía donde nació Gardel, por suerte, es amigo de Richard Ostuni que lo orientaba un poco. Hoy no está más con nosotros. Tuvo la mala ocurrencia de desaparecer un 20 de septiembre, sin dejar más señales que su querido recuerdo. [www.todotango.com]


Entrevista a Oscar Himschoot, director del "Club de Tango".

"EL TANGO ES..."

¿Don Oscar, que es el tango para Ud.?

En primer término, el tango es música que puede llegar a expresarse a través de una orquesta de más de 50 músicos dotados de todo tipo de instrumentos. Originariamente, los instrumentos básicos fueron el violín, la guitarra, la flauta, el arpa en unos casos. Luego se agregó el bandoneón, un órgano pequeño, que se identificó con el tango a pesar de su origén alemán. En rigor de verdad, fue inventado por el Sr. Band y llegó a la Argentina alrededor de 1880 traído por un marinero. Actualmente, el tango es totalmente identificado con el bandoneón, es la esencia del tango. También encontramos el contrabajo, la batería e instrumentos más modernos. Hay que subrayar que, en los primeros tiempos, los músicos eran intuitivos. Luego la música se hizo más compleja y aparecieron músicos con formaciones académicas.

¿ Cuáles fueron los primeros ritmos ?

Primero era un ritmo lento luego, como acabo de explicarle, todo se hizo más complejo, los ritmos más rápidos y los arreglos más trabajados. El tango se va enriqueciendo con el tiempo, hasta llegar a ser interpretado por orquestas sinfónicas.

¿ Existen hoy grandes orquestas de tango en Buenos Aires ?

Si actualmente Buenos Aires tiene dos orquestas.
La orquesta del tango de la Ciudad, que depende del Gobierno de Buenos Aires. Se compone de alrededor de treinta músicos, 4 bandoneones, una decena de violines, piano, batería, guitarras, cellos, contrabajo, arpa... Actúa en el teatro Presidente Alvear, todos los jueves de 13 a 14horas y los sábados, al aire libre en el anfiteatro del Parque Centenario a las 20h. La entrada es gratuita. También dan conciertos sin cargo en las instituciones que lo solicitan. También existe la orquesta "Juan de Dios Filiberto", el famoso autor del célebre "Caminito". Actúa en el teatro Cervantes, los días martes a las 19h. Consta de más de 20 músicos. Es un éxito constante, por eso hay que reservar las entradas con mucha anticipación. Son las dos grandes orquestas que quedan actualmente en Buenos Aires.

¿ Cuáles son las grandes etapas del tango ?

Se puede dividir la historia del tango en cuatro etapas.
La primera, a veces llamada "la génesis", va de 1880 a 1900 y en realidad es el producto de la inmigración como la misma Argentina por otra parte. No hay que olvidarse nunca del aspecto social del tango, que sigue los ritmos de la misma historia socio-política, como lo veremos más tarde. El tango nace pues de una mezcla de ritmos : mezcla de habanera, de canzoneta napolitana, de tango andaluz y de milonga. Es este último ritmo que le agrega el aspecto negroide al tango, su lado sensual. Primero el tango era música y baile. La canción vino después.
La segunda etapa, "la guarda vieja" se desarrolla entre 1900 y 1920. Se caracteriza por la aparición del canto, con Carlos Gardel. En efecto, podemos decir que 1917 constituye un hito en la historia del tango cuando Gardel canta por primera vez en Buenos Aires "Mi noche triste". Es el mojón que marca la aparición del tango cantado donde se incorporan las letras, generalmente con un argumento triste, el lunfardo y una temática que gira alrededor del hombre engañado por la mujer. Esto como le decía antes es el reflejo de la situación social, característico de una sociedad marcada por una inmigración constituida por hombres que venían solos para hacer la América y luego llamar al resto de la familia, cuando existía. Había pues muchos hombres y pocas mujeres, que estaban bien "cotizadas". Al respecto podríamos precisar que existían en esta época dos redes de prostitución hacia la Argentina, la francesa y la judía polaca, llamada "Zwit Migdal", prácticamente una organización delictiva basada en el engaño de las mujeres. Le recomiendo al respecto la lectura de un libro muy interesante llamado "El camino de Buenos Aires".
La tercera época, la guardia nueva, de 1920 a 1940.
La cuarta época, la actual, desde el 40 hasta hoy, "el nuevo tango".

¿ Cómo definir el tango ?

El tango es música, baile y canto. Primero fue la música, y el hombre que la disfruta bailando. Como vimos, el canto vino más tarde. Pero es curioso notar que el tango se hizo famoso en el mundo entero gracias a París, donde la llamada Sociedad lo adoptó haciéndolo moda ; hasta en Londres se conocían los "tea tangos". Por el contrario, al principio, la sociedad de Buenos Aires rechazaba el tango por sus orígenes humildes. No olvidar que la misma palabra "tango" viene de los lugares donde los negros de Buenos Aires se reunían para bailar. La " sociedad" porteña rechazaba el tango, baile de las capas humildes, de los sirvientes e inmigrantes italianos y españoles. París constituye la cuna de la difusión del tango. El tango fue aceptado en Argentina vía Francia. Francia era en esa época para la "sociedad" porteña la consagración social. Todo lo que venía de París era aceptado. El tango era moda en París, ergo fue moda en los salones de Buenos Aires. Asímismo, el tango consagrado en París fue adoptado en el resto de los países de Europa, en los Estados Unidos, hasta en Japón por intermedio del Príncipe Megata.

¿ Cómo aparece el canto en el tango ?

Como le dije, primero el tango era música y baile. Luego aparece tímidamente el cantante. No canta toda la letra, sino sólo el estribillo. Luego aparece Gardel y pasa el cantante a ser el personaje central. Podemos decir que el primer cantante de tango fue Carlos Gardel. De cualquier manera, hoy también el público tanguero está muy dividido : están los que van a escuchar y no quieren saber nada del baile, los que van a escuchar el cantante y lo siguen a muerte. Así el bailarín fue superado por el cantante, y las letras se fueron también imponiendo a través de la poesía. En verdad, hay tango para todos.

¿ Cuáles son los grandes temas tratados por el tango ?

Son los temas universales propios del hombre : las pasiones y los odios. Hay temas para todos. Hay más de 60.000 tangos registrados en Sadaic. Si quisiéramos esbozar una clasificación temática, podríamos rescatar
1. La relación entre el hombre y la mujer, con "Mi noche triste" (1917).
2. La explotación del hombre por el hombre, "Aquaforte".
Aquí como también le dije, aparece el tango como reflejo de la situación socio-política de cada época. En "Aquaforte", podemos apreciar la influencia importante de toda la corriente socialista-anarquista que había llegado a Buenos Aires, y que defendía los derechos del trabajador.
3. La crítica social : "Cambalache"
4. Francia con "Anclao en París", "Callecitas de Montmartre", "La que murió en París", "Francia", "Mme Yvonne" y tantos otros tangos,
5. La guerra, con "El Marne" o "Silencio",
6. La Madre, " A mi madre", "Madre !", "Pobre madre", "Mi querer", "Madre, hay una sola"... 7. El turf, con "Leguisano sólo", "Milonga que peine canas" que enumera los nombres de todos los caballos famosas de la época.
8. El fútbol, con "San Lorenzo", "El sueño del pibe",
9. La amistad, con "Buen amigo", "Pobre amigo", "Barra querida",
10. El bulín, con "El bulín de la calle Ayacucho", "Mi noche triste", "Cuartito azul", "Romántico bulín"....

¿ Qué se dice del tango moderno ?
El tanguero es un tipo muy especial. Por ejemplo, hay especialistas de la guardia vieja que no quieren saber nada de lo que pasó después de los años 20, los hay de los años 40, y en general no quieren saber nada de Piazzolla. Piazzolla fue un gran renovador del tango, que le hizo mucho bien al tango porque volvió a difundirlo en todo el mundo, y le hizo muy mal, porque el era un genio, pero muchos de los seguidores no lo son.

¿ Cuáles son hoy los grandes centros del tango en el mundo.

Hoy vivimos una época brillante de redescubrimiento del tango en el mundo entero. En primer lugar, América latina, con una mención especial para Colombia, quizá porque Gardel murió allí. Europa naturalmente, en particular en Alemania, Francia. Es increíble ver como Finlandia aprecia el tango. No olvidemos Japón, que hoy es un centro de tango importante, como Europa del Este o Holanda. Por increíble que parezca existen numerosos tangos ingleses, franceses, alemanes, japonés, finlandeses... Los Estados Unidos tienen su tradición tanguera, que empezó con una parejita. Los "Castle" aprendieron a bailar en París y luego enseñaron en Nueva York, con tanto éxito que Ginger Rogers y Fred Astaire hicieron una película sobre su vida. ¡Como vé, siempre tuvo la culpa Francia!

En realidad , dos tangos nunca se bailan de la misma manera ; no se baila pensando porque el tango no tiene coreografía. Si bien existen figuras básicas, si bien hace falta respetar los cuatro tiempos, el tango es creación entre dos. El tango es libertad absoluta.

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El Club del Tango dispone de: 1000 títulos entre CD, longplays y cassettes. 70 000 partituras, fundamentalmente de tango clásico de los tiempos primitivos y de la guardia vieja. La librería se compone de 200 títulos, Existe una hemeroteca desde 1900 con las más importantes revistas de la época. como "Caras y Caretas".

CLUB DE TANGO
Parana 123 (5º piso - of. 114)
(1017) Buenos Aires


Eladia Blázquez (1931-2005)

31 de agosto de 2005

BUENOS AIRES (AP) - La compositora y cantante de tangos Eladia Blázquez, considerada una de las figuras contemporáneas más importantes de la música popular de Buenos Aires, falleció el miércoles a los 74 años, víctima de cáncer, informaron sus familiares.

Escribió la letra de unos treinta tangos y canciones que alcanzaron gran popularidad dentro y fuera de la Argentina. En algunos casos también los interpretó.

Eladia comenzó a cantar, acompañada por una guitarra, cuando apenas tenía ocho años

Entre sus composiciones más conocidas figuran los tangos "El corazón al sur", "Humo y alcohol", "Mi ciudad y la gente", "A Cátulo Castillo", "Argentina, primer mundo", "El Angel dormido","La voz de Buenos Aires", "Por qué amo a Buenos Aires", "Siempre se vuelve a Buenos Aires", "Buenos Aires y yo", "Sueño de barrilete", "Prohibido prohibir", etc.

Compuso también la letra y música de la conocida canción "Honrar la vida", la habanera "si te viera Garay" , la milonga "Milonga en el viento" y "Mi vinito de Jerez", en homenaje a Federico García Lorca.

Julio Nudler, uno de los mayores especialistas en tangos, recientemente fallecido, escribió hace algún tiempo que Eladia Blázquez se había ganado el apelativo de "la Discépolo con faldas", en alusión a Enrique Santos Discépolo (1901-1951), autor de algunos de los tangos más famosos, como "Yira-Yira", "Chorra" y "Esta noche me emborracho".

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Andrés Carretero (1927-2004)

21/07/04

Cronista infatigable y paciente reconstructor de la memoria cotidiana de nuestra historia, Andrés Manuel Carretero -fallecido a los 77 años- fue un apasionado de la investigación histórica, que sustentaba todos sus trabajos en rigurosas fuentes documentales.

Los orígenes del tango y su influencia en la sociedad argentina, la reivindicación del gaucho como un personaje identificado con la honestidad y la defensa de la libertad, entre otros valores, fueron algunos de los temas que abordó en sus diversas investigaciones, junto con las costumbres que definieron el perfil de los porteños desde los tiempos de la Revolución de Mayo.

Nacido en Bragado, provincia de Buenos Aires, en 1927, fue un autodidacto y un hombre comprometido con el legado de la historia a la hora de encontrar caminos de luz en los momentos de convulsión social.

Una de sus obras más significativas fue "Vida cotidiana en Buenos Aires", donde llevó adelante una minuciosa investigación sobre los usos, las prácticas, los hábitos culturales y las creencias de la sociedad porteña. Editada en tres tomos, con atractivas reproducciones y profusos testimonios, la obra recrea las tradiciones, expectativas y frustraciones que dominaron por décadas, a lo largo de tres siglos, la vida de sucesivas generaciones.

También escribió "El gaucho argentino. Pasado y presente", donde redime al característico personaje de nuestras pampas e identifica su figura con las ansias de libertad a las que aspira toda la población.

Amante de la investigación, documentaba sus trabajos con exhaustivas fuentes. Fue un fecundo investigador y visitante corriente del Archivo General de la Nación, del Museo Mitre y de la Biblioteca Nacional, entre otros custodios de nuestro patrimonio. Solía recorrer juzgados de paz bonaerenses para completar sus investigaciones.

Autor de "El compadrito y el tango", donde analiza las etapas y las implicancias sociales que a lo largo del tiempo tuvo la canción ciudadana, recientemente escribió "Tango, su verdadera historia". Era miembro de la Academia Nacional del Tango, donde estaba a cargo de la biblioteca, y daba clases en el Centro Cultural Borges.

En su ensayo "El gaucho, mito y símbolo tergiversados", aborda el origen del legendario paisano del campo argentino. Y en "Ida y vuelta de José Hernández", estudia la iniciación política y periodística del autor del "Martín Fierro". Otras de sus obras fueron "Anarquía y caudillismo", "La Santa Federación", "Orígenes de la dependencia económica argentina", "El pensamiento político de Juan M. de Rosas" y "Dorrego", en el que desarrolla un perfil del famoso caudillo, desde su destierro, en 1816, hasta su muerte, doce años después. El sepelio se efectuó en la Chacarita.

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Mario Teruggi (1919-2002)

Con el fallecimiento del Dr. Mario Egidio Teruggi la comunidad geológica ha perdido uno de sus "pioneros" y miembro destacado. La trayectoria de vida de Mario Teruggi fue de un amplio recorrido de caminos paralelos. Intentaremos reseñarla aún con el convencimiento de las dificultades que ofrece.
Mario, como lo llamaba su entorno familiar y aquellos con los que alternaba cotidianamente, nació en Dolores y a los 5 años de edad su familia se trasladó a Ensenada. Sus estudios secundarios los cursó en el Colegio Nacional de La Plata. Con su compañera de toda la vida, la Dra. Genoveva Dawson, constituyó una familia que comenzó a crecer con la llegada de los cuatro hijos.
Sus estudios universitarios los realizó en la actual Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP donde se graduó como Geólogo en 1943 y en 1946 obtuvo el doctorado en Ciencias Naturales. Su tesis doctoral, sobre las Cenizas volcánicas del Terciario y Cuaternario argentino, fue dirigida por el Dr. Enrique Fossa-Mancini. Poco tiempo después obtuvo una beca de perfeccionamiento en la Royal School of Mines de Londres. A su regreso se incorporó al Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia donde asumió la jefatura de la Sección Petrología, luego la del Departamento de Ciencias Geológicas, llegando a ser Director Interino de este importante Museo entre 1958 y 1959.
En la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP ejerció la docencia universitaria, cubrió toda la carrera docente hasta llegar a Profesor Titular en distintas asignaturas, entre otras Mineralogía, Petrografía, Sedimentología, Geología del Cuaternario, Sedimentación Especial, Petrología Especial. Hacia mediados de la década del ´50 comenzó a concentrar su actividad en La Plata y su vida académica se hizo más intensa. Fue Vicedecano en dos oportunidades (1955 y 1959-61), Decano (1964-66), Consejero Académico (1955, 1989-92), Director del Instituto de Mineralogía, Petrología, Sedimentología y Geoquímica (1976-79), Director del Museo (1994-96) y Profesor Emérito de la UNLP desde 1985. En 1955 se hizo cargo de la jefatura de la División Mineralogía y Petrología del Museo de La Plata continuando, salvo breves interrupciones, hasta sus últimos días.
Desde la cátedra y la investigación, estimuló y guió jóvenes vocaciones en los campos de su especialidad. Dirigió unos 25 tesistas doctorales, muchos de los cuales hoy forman parte del claustro de profesores de la FCNyM y de otras universidades. También fue profesor en las universidades nacionales de Mar del Plata, Salta y en la Escuela de Posgrado de Ecología y Contaminación (UNLP - Universidad de Siena) donde aportó desde la geología hacia el campo de los estudios ambientales integrados.
En la comunidad científica argentina tuvo una activa participación. En el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) fue miembro y presidente de comisiones, así como integrante de su directorio (1965-68). En la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires desempeñó posiciones semejantes en la década del ´90. Fue vicepresidente de la Asociación Geológica Argentina en 3 períodos (1952-53, 1959-60, 1964-65).
Su producción científica se aprecia en más de un centenar de publicaciones concentradas en la Sedimentología, Petrología y el estudio de Suelos, de ellas un gran porcentaje se publicaron en el la revista de la Asociación Geológica Argentina, otro tanto en la Revista del Museo de La Plata y muchas lo fueron en congresos y revistas del exterior. Varias de sus obras merecieron elogiosos comentarios fuera de la Argentina, tal el caso de «Las rocas eruptivas al microscopio. Su sistemática y su nomenclatura (1951)», o el «Léxico Sedimentológico (1963)» que escribiera con el Dr. Félix González Bonorino y del que se realizaron más de 10 reimpresiones, ambas piezas de consulta de muchas generaciones de geólogos. No deben de ser pocos los colegas que hayan tenido la sensación de que la roca que estaban observando al microscopio estaba descripta casi fotográficamente en "Las rocas eruptivas...", como si fuera la misma. El estudio de los meteoritos cubrió otra porción de sus intereses, tema que había retomado con ímpetu en los últimos tiempos.
Su trayectoria en la geología tuvo reconocimiento en el exterior, muy especialmente en el campo de la petrología. Desde 1969 fue Miembro del Subcomité Internacional para la Nomenclatura de Rocas Igneas y de Rocas Metamórficas de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas. Su calidad de referente para las ciencias geológicas se encuentra en el centenar de convocatorias que tuvo para integrar comisiones de concursos universitarios o tribunales de tesis doctorales en universidades argentinas y sudamericanas. Realizó numerosos viajes a distintos países generando en ellos vínculos académicos especiales. En 1967, el Prof. A. Romer de la Universidad de Harvard otorgó en su honor el nombre específico a un vertebrado triásico de La Rioja, Massetognathus teruggii, y en 1968 el investigador argentino Lorenzo Aristarain junto a Cornelius S. Hurbult de la Universidad de Harvard le dedican el nombre de una nueva especie mineral hallada en la Argentina, el arsenoborato teruggita.
El Prof. Dr. Mario Teruggi también se interesó en proyectar sus conocimientos científicos a la comunidad a través de unas cincuenta conferencias que abarcaron títulos como «Darwin geólogo», «Últimos resultados en las exploraciones lunares», «Geología urbana», o sus variadas publicaciones periodísticas de divulgación. Así obtuvo la Medalla de Oro en la Municipalidad de Buenos Aires por su contribución científica en la inauguración del Planetario de Buenos Aires «Cuerpos celestes que llegan a la Tierra. Meteoritos: caracterización de los meteoritos (1967)».
Su otra pasión se concentró en la lingüística y la crítica y producción literaria. Se destacan entre ellos sus obras sobre el lunfardo, como «Panorama del lunfardo. Génesis y esencia de las hablas coloquiales urbanas (1974, 1978), obra hoy agotada, o en 1998 su «Diccionario de voces lunfardas y rioplatenses» que incluye más de 7000 vocablos. A la historia de la ciencia argentina y sus protagonistas dedicó, entre otras, su biografía sobre «Joaquín Frenguelli. Vida y obra de un naturalista completo (1981)», «Homenaje a Ameghino (1957)», «Cien años de Geología en el Museo de La Plata (1977)», o «Las Ciencias en La Plata (1982)».
La intensidad de su producción literaria se incrementó en los últimos años con una docena de cuentos y novelas publicadas entre 1979 y 2002. En 1982 se publicó su novela «Casal de patitos» que mereció el primer premio de la Sociedad de Escritores de la provincia de Buenos Aires y en el 2002 su «Reality life» con intenso y reflexivo final sobre la sociedad actual. En el análisis literario merece una especial mención «El Finnegans Wake por dentro»,
voluminosa obra de 1995 que constituye el único libro crítico castellano sobre la enigmática novela de James Joyce. Como corresponde a una vida de diversos intereses, Mario Teruggi fue un activo participante de los ámbitos sociales y culturales de La Plata.
Los museos, como contenedores de fenómenos culturales y educativos, constituyeron otra de sus esferas de interés. Son numerosas las reflexiones y pensamientos sobre el tema que vertió en conferencias, congresos, publicaciones, o como Vicepresidente del ICOM - Argentina (1958-76). Al Museo de La Plata le dedicó «Museo de La Plata. 1888 - 1988. Una Centuria de Honra», y numerosos esfuerzos como su participación, junto a Genoveva Dawson, en la exhibición que presentara el MLP en la Feria Internacional de Sevilla en 1992.
Numerosas promociones de alumnos recordarán las entretenidas clases donde insertaba oportunamente una anécdota o una referencia histórica que aflojaban la dureza del tema que se trataba. Recordarán también aquello que solía decir al iniciar una observación microsópica: "... primero hay que saber a que reino pertenece (ígneo , sedimentario o metamórfico) ..." para luego añadir, buscando pasión en el observador, "... hay que volverse piedra, mirando al microscopio, para entender lo que se ve...". Un fino humor irónico, una frase de aliento, un reto o una alabanza y hasta una palabra cariñosa, acompañaban sus enseñanzas sobre la vida personal o científica. Su actitud flexible y abierta permitía que el lema de su vida fuera «una oportunidad para todos», propio de su espíritu apasionado.
La casa de Mario y su familia fue el ámbito donde se desarrollaron amables y nutritivas tertulias con amigos, colegas, tesistas. Los temas abordados podían pasar desde las últimas novedades en la ciudad hasta la razón de existencia de cardones en la costa meditarránea europea, sin olvidar algún comentario acerca del último concierto en la ópera local. Tan interesado por el Universo como por el universo de la cultura, ése era Mario Teruggi.

Quienes tuvimos el placer de compartir momentos intensos de algunas etapas de su vida sabremos apreciar y recordar la riqueza del vínculo mantenido.

Silvia Ametrano
Adriana Bermúdez
Daniel Delpino

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