La musa de la mala pata

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Olivari, el versolari de la mala fama. Por Juan Sasturain

Diego Arzeno, más conocido como Nicolás Olivari, nació en Buenos Aires el 8 de septiembre de 1900 y allí falleció el 22 de septiembre de 1966. Poeta, periodista y escritor.

Desde muy joven abrazó la carrera periodística colaborando en "Crítica", "El Pregón", "Noticias Gráficas", "Reconquista", "La Epoca", "El Laborista", "Democracia", como crítico teatral y a veces desempeñándose como jefe de redacción. También lo hizo en revistas varias y radios.

En colaboración con los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón o solo, escribió para el teatro: "Un Auxilio en la 34", que fue la primera y estrenada en 1927 en el "Nuevo", "Amargo Exilio", "Tedio", "Irse", "La pierna de plomo", "Cumbres Borrascosas", "El regreso de Ulises", "Dan tres vueltas y luego se van", y con Roberto Valenti escribió para la radio "Hormiga Negra" y "El Morocho del Abasto", ésta última llevada al cine posteriormente.

Tradujo asimismo numerosas obras del teatro europeo.

A pesar de su labor periodística y teatral su nombradía la logró en los libros, especialmente en los que volcó su sentir poético.

El primero que dio a luz fue "La Amada Infiel", libro de versos aparecido en 1924, después fue dando a la imprenta, en verso o en prosa, "La Musa de la mala pata", "El gato escaldado", "Diez poemas sin poesías", "Los poemas rezagados", "Pas de quatre"; los cuentos: "Esta noche es nuestra", "La mosca verde", "El Almacén", "El hombre de la baraja y la puñalada", y el collar de estampas porteñas, "Mi Buenos Aires Querido", su obra póstuma.

No podía estar ausente, un poeta porteño como él, de la musa ciudadana y escribió la letra de algunos tangos: el primero se llamó "Tengo Apuro", que hizo con Enrique González Tuñón y Antonio Scatasso para ser cantado en "Un auxilio en la 34"; entre otros se destacan "Cuarenta Entradas" con música de José López Ares y el popularísimo "La Violeta" que grabó Carlos Gardel. Otros con su seudónimo los musicaron: Cobián, Visca, Di Sarli, Donato, De los Hoyos, Pecci, etc.

Respecto al último citado tango y su grabación por Gardel, dijo lo siguiente: "A pesar de mi intensa vida de periodista, nunca tuve la suerte de conocer personalmente a Carlos Gardel. La letra de "La Violeta" la escribí en un mesón antiguo de este Buenos Aires, comiendo con Cátulo Castillo, por una apuesta y nació al hilo, entre los spaghettis y el vino. Primeramente lo grabó Maida y luego Gardel; para mí es un motivo de orgullo personal esta distinción sin igual. Fue Cátulo quien se encargó de hacerlo grabar".

[www.todotango.com.ar]

Nicolás Olivari retrató una Buenos Aires que se modernizaba vertiginosamente

Por Renata Rocco Cuzzi

Se hizo justicia: reeditan a Olivari, un provocador de los años 20

"Soy un habitante circunstancial de Buenos Aires a la que adoro ávidamente en lo que tiene de europeo: el vicio." Así, urbana, provocadora, vanguardista, es la poesía de Nicolás Olivari, un contemporáneo de Roberto Arlt y de los hermanos González Tuñón, un hombre de la Buenos Aires moderna de los años '20.

Su obra se había agotado hace tiempo en las librerías. Hasta que hace apenas unas semanas, una pequeña y flamante editorial, "Malas Palabras Buks", debutó reuniendo bajo el título de Poesías 1920-1930 los libros La amada infiel (1924), La musa de la mala pata (1926) y El gato escaldado (1929). Eran textos difíciles de encontrar. "La amada infiel -dice Rocco Carbone, autor del estudio preliminar junto con Ana Ojeda Bär- lo encontramos en la Biblioteca Nacional de Hamburgo. Aquí sólo debía existir en algunas bibliotecas particulares. Y para toparse con los otros libros había que revolver en librerías de viejo o en parques."

Carbone y Ojeda Bär decidieron tomar como punto de partida las primeras ediciones de cada uno de los tres libros. Encontraron otros criterios de edición. Por ejemplo la versión de 1956 de La musa "corregía" aparentes erratas. "Una de las correcciones más frecuentas era colocar coma y seguir con mayúscula, pero la persistencia y abundancia de los supuestos errores nos llevó a pensar que se trataba de una sintaxis deliberada." La hipótesis no carece de lógica: Olivari fue un escritor de evidente inclinación vanguardista y demostró una irreverencia absoluta respecto de quienes bautizara como "los cíclopes de la literatura vieja" (probablemente Lugones, Rojas, Capdevila o Larreta). Así que los editores decidieron respetar esa grafía (interpretando que era la elegida por el autor) e incluir todas y cada una de las "malas palabras" que evitaba la edición anterior.

Uno de los momentos más felices de la búsqueda, según Ojeda Bär, fue el préstamo recibido, de manos del propio hijo de Olivari, de La musa y El gato. "En La musa, Olivari padre había corregido con lápiz una cantidad de palabras: tachaba y ponía otra opción. En nuestro libro conservamos todas esas correcciones."

Como Roberto Arlt y Enrique González Tuñón, Nicolás Olivari vivió y transformó en materiales de su literatura la modernización vertiginosa de una Buenos Aires que en los años 20 era la cabeza visible del país de las vacas gordas. Respecto de esa obsesión ciudadana, el mismo Olivari confesó: "Yo me limito a lo que sé: Buenos Aires. No conozco el campo y no lo entiendo y me moriría de aburrimiento en una provincia".

Desde esta mirada ácida puebla el mundo que le va a interesar: prostitutas, clowns patéticos, oficinistas que eligen la mala vida, novias pálidas y casi siempre tísicas, costureritas cuyo mal paso, para él, era siempre un tropezón afortunado. En ese doble movimiento de despegue muchos han visto su capacidad para cruzar un registro de literatura alta -la musa- con una imagen congelada proveniente del habla popular -la mala pata-

Para Carbone -así lo explica en el estudio preliminar- esta estética de mezcla, propia del grotesco, ubica a Olivari en una "zona alternativa" que permite superar la dicotomía Florida-Boedo. Siguiendo a Carbone, Discepolín hará la misma operación en Cambalache, Enrique Gonzá1lez Tuñón en su narrativa, Arlt en Los Siete Locos.

Volvió Olivari. A veces en la República de las Letras truena la justicia.

[Clarin, 11/07/05]
 


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Nicolás Olivari o la amargura almibarada del artista

1. OLIVARI Y LA SEMANA DE ARTE MODERNO

El año 1922 es una fecha clave para consolidar la visión olivariana sobre la cultura latinoamericana y, sobre todo, para intentar una renovación en la literatura argentina.

Su viaje a San Pablo, en el marco de la Semana de Arte Moderno, le posibilita al joven de veintidós años descubrir una constelación de intelectuales con quienes se identificará. Fundamentalmente, con el iniciador de aquel movimiento contestatario, José Benito Monteiro Lobato (1882-1948), el cuentista brasileño autor de Urupes y con su a látere, el "bolcheviqui" (sic) Alfonso Schmidt. En la revista Martín Fierro (año 2, número 23, 1925) relatará aquella experiencia: "Pasaron ya tres años desde esa Semana famosa, pero los alaridos y patadas y cascotazos que amenazaban derrumbar el fastuoso edificio del Teatro Municipal, se trocaron hoy en aplausos (...) Creo que en ninguna otra nación de Sud América se verificase un hecho tan curioso que llamara sobre sí mismo la atención colectiva".

En un número anterior de la revista dirigida por Evar Méndez el poeta afirmaba que "la llamada de Lobato -el nuevo girondino- reunió junto a su roja bandera a todos los audaces y a todos los inquietos que esperaban al caudillo (...) Fue entonces, en 1922, que apareció, con espectacular ruido de truenos y centellas, la 'Semana de Arte Moderno', cumpliendo el programa de los independientes de Ipiratininga" (Martín Fierro, año 2, número 22, 1925).

La respuesta de Olivari, coincidente con la propuesta paulista, se pone de manifiesto en la introducción a El gato escaldado (1929) cuando proclama "que todos se sacudan, como el perro cuando sale del agua, de los pesados mitos literarios y poéticos".

Olivari es mucho

"Nicolás Olivari es el más indudable poeta de los que oigo. No creo en su talento: creo en su genialidad, que es cosa distinta. Sé que decir la palabra genialidad es alzar la voz y que eso es una descortesía o un énfasis. Que Olivari es un poeta de lo desagradable, también lo sé; pero esas dos consideraciones —la de la voz baja en la crítica y la del sedicente buen gusto— se quedan fuera de lo poético. Poesía es expresión. Olivari expresa con desesperada intensidad el tema que es suyo: el aburrimiento, el estudio para suicida, el rencor suburbano que ha sucedido a la compadrada orillera en esta ciudad. Olivari es mucho."

Jorge Luis Borges - Nicolás Olivari, El hombre de la baraja y la puñalada. Estampas cinematográficas, Buenos Aires, M. Gleizer Editor, 1933.

[En Jorges Luis Borges, Textos Recobrados 1931-1955]

Esta actitud no fue un mero épater le bourgeois o una moda a la derniére sino que, desde La amada infiel se había inoculado en Olivari el germen de la insurrección. Más tarde diría Jorris K. Huysmans en su prólogo a La musa de la mala pata (1926) que "hasta la imperfección le gustaba con tal que no fuera parásita ni servil, y acaso hubiera una dosis de verdad en su teoría de que el escritor subalterno de la decadencia, el escritor todavía impersonal, aunque incompleto, alambica un bálsamo más irritante, más aperitivo, más ácido que el artista verdaderamente grande, verdaderamente perfecto de la misma época".

El estudioso de Francois Villon agregaba: "Entre los turbulentos esbozos de esos escritores era donde se advertían las exaltaciones más sobreagudizadas de la sensibilidad, los caprichos más morbosos de la psicología, las depravaciones más exageradas del lenguaje, obligado en último término a contener, a arropar las sales efervescentes de las sensaciones y de las ideas".

El decadentismo de Olavo Bilac, poeta brasileño de gran perfección técnica, se había transformado en revolución con el "grito de Ipiranga" de Monteiro Lobato. En nuestro país, Olivari es el continuador de la tendencia brasileña, quizás el primero en tomar conciencia de la necesidad de "ganar la difícil batalla de la Verdad sobre la Retórica", según la opinión de Guillermo Díaz-Plaja.

Desde y a través de su vivencia del 22, Nicolás Olivari expresa la necesidad de cambio: "Nosotros estamos en las postrimerías del período plutocrático y en la aurora de nuestra independencia artística. San Pablo crea, por la actuación gallarda de sus artistas nuevos, su autonomía mental (...) El terremoto literario sacudió la vieja costra formada por una cultura de mimetismo secular, estremeciendo todas las conciencias. San Pablo es la nuca del arte nuevo y al lado de los elogios más calurosos no nos ha faltado por fortuna la lluvia de fuego de las diatribas y de los insultos" (Martín Fierro, año 2, número 22, 1925, el sub. es mío).

La Semana de Arte Moderno, se constituyó, de tal manera, en el Rubicón olivariano.


2. BRUMMEL, EL DANDY, AGONIZA

Salieron de su marasmo reumático los
académicos y reunieron sus valetudinarias
huestes presentando batalla a las bárbaras
metáforas de los hunos paulistas.

NICOLAS OLIVARI

En la época de un alvearismo (1922-28) ebrio de grandeza y aparentemente progresista, irrumpe el poeta sedicioso por vocación con La musa de la mala pata (1926). Respaldado por la autoridad de Ricardo Guiraldes -en cuanto a la ruptura de su verso- arremete contra los líricos piangentes. La cultura aburguesada se erige en el centro de sus invectivas. Como afirma en su ensayo sobre Gálvez (1924): "Los críticos argentinos se resienten en su mayoría de influencias librescas, conocen muy poco el país y juzgan a los escritores que lo retratan, a la manera elegante de los críticos franceses. Abrevaron en Saint Beuve, en Brunetiere y en Paul Bourget; y cuando se les presenta un trozo de vida tan porteña como en 'Historia de arrabal', hacen el mismo gesto de incomprensión y de extrañeza que otrora usaron para la literatura gauchesca, que era lo único sincero y real que teníamos".

Olivari estremece los ateneos y cenáculos literarios a partir de su annus irae (1929) con la publicación de El gato escaldado.

El petit burgeois y las honnetes gens a quienes acusa como culpables de una decadencia que derivará en el golpe de Uriburu y los septembrinos, junto a un dandismo que comienza a agotarse, son blanco privilegiado de sus flechas. El primer poeta "sin metro, sin escala y sin medida" (Mi mujer) democratiza la escritura eliminando toda distinción entre poetas y escritores en prosa. A mitad de camino entre el cenáculo distinguido y la masa proletaria se transforma en un verdadero pontifex.

En su cuento-poema La última levita de George María Brummel registra la historia del decadentismo del petimetre: "George María jadea en la alcoba. Es un líquido rezumar de palabras que se deslizan en la breve espuma asomada a su boca, primer premio en el concurso internacional de dentífricos a la creta (...) George María, el príncipe de los elegantes, descarna una sonrisa sin carozo y amaga la levedad de una cortesía impar (...) La sombra avanza. En sus brazos una prenda oblicua de pliegues, parece ser el preanuncio de la mortaja.
-¡No, grita aún el incomparable dandy, quiero morir de levita!"

La ácida crítica a la sociedad burguesa tiene su epítome en Una partida de caza, donde verificamos resonancias kafkianas de El Castillo. El relato es una respuesta recriminadora y acusadora de una comunidad perversa. Allí expresa: "Terminé de relatar lo que me había sucedido, confiando en que esa gente sencilla me ayudara a explicar lo que me había sucedido en la casa de los millonarios, cuando... comprendí. La misma expresión ávida, golosa, exuberante de ansiedad animal, de ancestral hambre que dormía en el alma del hombre desde los días iniciales de la Era, en las selvas y en las cavernas, brotaba a mi contacto con su fuerza primitiva, salvaje, irreal. Yo, mi cuerpo (...) llamaban al instinto de la especie que sólo yo despertaba en todas partes, aguzando los colmillos de la millonaria, llameando en los ojos de los invitados, cargando las pupilas de esos peones camineros con los alucinantes reclamos de la antropofagia".

17 de octubre

"Desde la negra barrera del otro lado de la villa,
donde el horizonte se fundía con la nada,
con salitre en la mejilla resecada
y una miel despavorida en la mirada
llegaron
los descamisados.
"Desde la fragua abierta cual granada de su sangre,
encajada en el molde de la muerte,
desde altos hornos pavorosos, crudo fuego enemigo
con las uñas carcomidas
y el cabello chamuscado en cansancio secular
sus mujeres desgreñadas por el hambre y sus crías
que no lloran porque miran,
llegaron
los descamisados.
"Sin más arma que el cansado desaliento que en sus trazos se hizo hueco
frente al río enchapado de alquitranes y petróleos,
solfatara de mil diablos expulsados,
del ansioso cielo antiguo de los pobres,
detenido en el asombro de su paso,
la pupila desbarrada en la angustia esperanzada
en un hombre que hace luz en la tiniebla,
que levanta todo aquello que se daba por perdido,
por perdido y para siempre,
llegaron
los descamisados.
"Desde el otro lado de los puentes destruidos
por la mano codiciosa de los despechados
con un grito silencioso en la grieta de los labios,
clamoroso, esperanzado,
latir azulceleste en las venas que se crispan,
levantando los racimos en las manos,
hacia un hombre presentido,
que vibraba delicado,
llegaron
los descamisados.
"Desde el taller cerrado y la fábrica con su cara
clausurada de bondad,
patinada
por el antiguo sudor de sus familiares,
invadieron la ciudad
y el grito fue invadiendo las conciencias
hasta hacerle claridad.
"Claridad junto al Líder recobrado
por su pueblo, el gran pueblo, solo el pueblo,
y para siempre... para siempre, desde entonces
es nuestro, solo nuestro, recobrado por el pueblo,
en aquel día de gloria que empezó oscuro y trágico
hasta hacerse claridad,
cuando el nombre iluminado,
mi prójimo y vecino, mi compañero y hermano,
lo rezaran con el alma, cuando llegaron
los descamisados."

[Nicolás Olivari, publicado en Democracia, 16 de octubre de 1952]

El homo homini lupus es el punto de partida del relato, conjugándose la intención social y la tragedia, sin desdeñar la veta humorística. En su escritura como tentativa de exploración aparecen los conflictos humanos con un lenguaje de acentuada policromía. Como afirma Bernardo E. Koremblit, el lector de Chesterton y de Proust "si se nos muestra a veces exagerado, grotesco, estrafalario y estupefaciente, no hay en estos aspectos motivos censurables, como el deseo de la originalidad, de fastidiar al burgués".

En efecto, en Ideas, Emilio Becher había diagnosticado que "las miserables preocupaciones políticas, de la Bolsa, y de los salones (...) en una ciudad donde el escritor es un perseguido y despreciado, donde la literatura es un oficio infame, es de agradecerle que haya demostrado, contra la mediocridad imperante en los clubes, la superioridad social del artista".

Sin embargo, Nicolás Olivari descree de cualquier superioridad: es deliberadamente sedicioso con el fin de irritar a sus colegas sobrios y pacatos. El autor del tango "La violeta" y de numerosos actos radiotelefónicos nos muestra, como decía Roberto J. Payró, a un anatomista formidable. Su letra de tango es una verdadera disección del ser humano: (Con el codo en la mesa mugrienta/ y la vista clavada en un sueño.../ la aprendió cuando vino con otro/ encerrado en la panza de un buque).

En la era post-Uriburu la misión del escritor se consagra a un motivo excluyente: debellare superbos.


3. EL POETA ASESINADO

Lejos de moralizar ("no conozco moralista que sea un poeta de primer orden") y escatológicamente refinado ("con buenos pensamientos puede hacerse pésima literatura") Olivari es la voz insubordinada, un resabio de rebelde bizantino. Como su compañero Lorenzo Stanchina, es comprometido y lúcido, aunque equidista de los "antagónicos" movimientos de los años 20.

Si en La mosca verde expresa su rebelión contra la mediocridad de una sociedad asfixiante, en Un poema trunco refleja la frágil condición del poeta frente a la existencia. Expresa "Todo no es mucho, sin embargo (...) Pongamos el caso: un intelectual. Un hombre quizá extraño, pero bueno, dedicado a sus libros, a sus alumnos, a sus amigos. Con gustos perfectamente inocentes".

En el relato se produce el encuentro de dos poetas frustrados, dos náufragos, donde se observa una constante escritural olivariana: la paradoja. A la manera chestertoniana produce dos mundos paradojalmente irreconciliables: "Despierto de aquella maravillosa fantasía (...) volvía la cruda realidad de su existencia a estrangularlo con su lengua apremiante".

Este "Jonás redivivo de la poesía", como lo bautizara Macedonio Fernández, subsiste en un estado de inadecuación al medio. En El poeta asesinado (1934), relato publicado en la revista El Hogar, resume dicha situación en tres movimientos: la publicación de un poema en el rotativo en el cual el poeta desarrolla una labor periodística, la esperanza de ser leído por la "mujer de su poema" del tranvía y finalmente, el desencanto: "La muchacha había leído todo, completamente todo el diario, menos su poema. El poeta se desangró desesperado sobre su asiento. Era como si le hubieran pegado una puñalada..."


Bibliografía
Díaz Plaja, Guillermo: La ventana de papel, ensayos sobre el fenómeno literario, Madrid, Austral, 1971.
Koremblit, Bernardo E.: Nicolás Olivari, poeta unicaule, Buenos Aires, Editorial Deucalión, 1957.
Olivari, Nicolás: * "La moderna literatura brasilera", Revista Martín Fierro, Buenos Aires, 2da. época, año 2, números 22 y 23, 1925.
* "El poeta asesinado", Revista El Hogar, Buenos Aires, año 28, número 1167, 26 de febrero de 1932.
* La mosca verde, Buenos Aires, Editorial Tor, 1933, primera edición.
Olivari, Nicolás y Stanchina, Lorenzo: Historia de arrabal, Manuel Gálvez, ensayo sobre su obra, Buenos Aires, Agencia General de Librería y Publicaciones, Rivadavia 1573, 1924.

[www.eldigoras.com]


Olivari, el blues porteño

Por Juan Sasturain

Justo había empezado a leer a Nicolás Olivari, cuando se murió. Recién caído en Buenos Aires y en la facultad, entre Illia y Onganía, yo era un pibe, tenía veintiún años, y él los últimos sesenta y seis que yo tengo ahora. Lo había descubierto en una edición de La musa de la mala pata de Editorial Deucalión, una colección dedicada a Boedo y Florida donde encontré al otro Tuñón, Enrique, con Camas desde un peso. Después leí El gato escaldado que rescató el Centro Editor, con aquel prólogo programático y provocador que es el equivalente, para la poesía, de lo que fue entonces, para la narrativa, la incitación pugilística arltiana, la tan citada del cross a la mandíbula.

Es obvio que no se leía a Olivari en el ámbito académico, por decirlo así. El veterano Julio Caillet Bois, que teníamos de profesor, no lo incluyó –ni a él ni a Tuñón: Raúl, en este caso– en una antología, preparada para Eudeba, de poetas del primer tercio del siglo XX. Parece mentira.

Pero no, era así. El viejito de pelo blanco, amable y sereno, que aparecía en la contratapa de su libro póstumo de crónicas porteñas, no había sido nunca un escritor cómodo, accesible, compartible sin salvedades. Y mucho menos de muchacho, cuando encarnó lo más saludablemente corrosivo de la vanguardia poética. Así, Olivari, creador múltiple –ya que escribió también cuentos, alguna novela, teatro y radioteatro, crónicas, películas, un tango famoso que grabó Gardel: “La Violeta”–, ha sido un autor temible y temido, difícil de clasificar y sobre todo de manipular críticamente.

Recuerdo que hacia comienzos de los ’70 preparé una antología que nadie me pidió antes, ni publicó después, con un prólogo pretencioso –que he saludablemente perdido– y que por entonces poco era lo que había para leer sobre él: un libro extraño del erudito Bernardo Ezequiel Koremblit: Nicolás Olivari, poeta unicaule (sic), comentarios de Martín Alberto Boneo y –más cerca– una hermosa nota evocativa, un retrato del Olivari final que hizo Paco Urondo, creo que en la primera etapa de La Opinión. Poco más. Al poeta y a los poemas –digo– no había donde leerlos.



La República de Boedo, nota de Juan José de Soiza Reilly en la revista Caras y Caretas Nº 1671 del 11 de octubre de 1931. Clic para descargar.

Recién hace unos años, cuando El Octavo Loco, con la perspicaz mirada crítica de Ojeda y Carbone, volvió a editarlo en prosa y verso, tras el rescate que significó la re-aparición de El hombre de la baraja y la puñalada en Adriana Hidalgo, el lector pudo volver a encontrarse con “La costurerita que dio aquel mal paso” –un soneto como el de Carriego, pero arrasado de ironía–, “Nuestra vida en folletín”, “Antiguo almacén A la ciudad de Génova” y otras extrañas maravillas, inevitables en la más exigente antología de nuestra poesía contemporánea.

Esa edición cuidada y fervorosa de sus tres primeros libros de poesía, escritos, como los de Borges, a lo largo de aquella década del ‘20 prodigiosa para la lírica argentina, incluye poemas desparejos en calidad, pero uniformados por un inconfundible y poderoso aliento. Es que La amada infiel (1924), La musa de la mala pata (1926) y El gato escaldado (1929) se leen como un único y originalísimo texto poético que no se parece a nada coetáneo. Porque si bien Olivari pertenece a una generación, a una ciudad y a una condición social precisas –que él subraya a menudo–, puesto a escribir rompe con todo, se va de cauce y de causa, patea intencionadamente el tablero. Incluso para el lector que entra sin aviso ni vacuna –o, a la inversa, con prejuicio o preconcepto positivo– suele operar una fuerza centrífuga, una cierta resistencia que impide o dificulta entrarle con facilidad.

En el esquema con que se describe aquel momento de la poesía argentina, se redunda en la oposición Boedo-Florida, el barrio y el centro. Groseramente, la izquierda y el compromiso social estaban de un lado; la vanguardia experimental y el arte por el arte, del otro. Menos Oliverio y la figura magistral de Macedonio, todo el resto de los que vale la pena acordarse eran (de Borges a Marechal y Molinari) pibes brillantes de veintipico. También tenían esa edad los fronterizos y tránsfugas que no encajaban del todo en el esquema simplista: los mencionados González Tuñón, Arlt y este Olivari, nada menos.

La originalidad de ese grupo entre grupos, que no es tal ni programático, resulta, por muchas razones, de lo más interesante. Su obra da cuenta de una mirada y un “estado espiritual” rico en contradicciones –que son las de la ciudad–, menos sujeto a dogmas y más pegado a la calle, sin redencionismo social a la Carriego, ni el turismo urbano del primer Borges. Lo suyo será el grotesco: el ejercicio de un humor amargo ante la sordidez.

Dijimos alguna vez que Olivari viene de los barcos –la raíz tana es muy fuerte, como en los Discépolo–, pero ya no extraña il paese como el ancestro inmediato que alimentó el grotesco; viene del barrio humilde, pero recala en el asfalto y las luces del centro –itinerario tanguero, sin su carga sensiblera–, pero, sobre todo, viene de la literatura: como Arlt se carga de Dostoievski y alucina fuera de programa, Olivari sale a la calle con la cabeza llena de Villon, de Lafforgue, de Baudelaire, y pinta y cuenta desde esos modelos revulsivos. Con vocación de dandy y marginal, se piensa poeta maldito mientras trajina en la redacción de Crítica, rema con “prosa asmática” bajo la tutela del capital. Ahí están las tensiones básicas –lo individual y lo social– entre el ideal y la miseria, belleza y fealdad, todo a flor de piel y sin resolver. El resultado es una tristeza sin melancolía, el tedio sin atenuantes, la rabia destilada en puteada, escupida y mueca; el poema de versos disonantes, cojos, autoconscientes de su rareza.

Hay una pareja clave en casi todos los poemas: por un lado el yo lírico, la voz cantante –el joven enamorado, el periodista asalariado, el cliente ocasional, el paseante cínico–, y enfrente, con el lector de testigo y a veces de interlocutor, ella en sus tres versiones: la novia inicial que compartió los perdidos sueños adolescentes –el cine de barrio encarna ese universo de deseos insatisfechos, de la pantalla a la butaca– y que deviene la sórdida compañera de la rutina matrimonial; la empleadita, dactilógrafa o modista, sometida y expuesta a un mercado perverso y desigual; y finalmente, abyecta y triunfal, la “puta de dos pesos”, la yiranta, la carne callejera que saltó el cerco de la decencia. La novedad no es el tema sino la mirada al ras, solidaria y cruel a la vez: el poeta comparte con la yira –retórica pero sinceramente a la vez– un mismo horizonte de frustraciones sin salida: “Me gustaría tentar otro destino; / pero ya es tarde, / y estamos clausurados por la desdicha / y por la democracia”. Qué bárbaro.

Nicolás Olivari murió el 22 de septiembre de 1966, una primavera como ésta de hace cuarenta y cinco años.

26/09/11 Página|12



La musa de la mala pata

Nicolás Olivari


Dedicatoria

Dedico este libro, grotesco, rabioso e inútil, a todos los empleados de Comercio de mi ciudad. Pobres seres canijos y dispépticos que nunca conocieron el amor y dividieron la vaguedad sentimental de sus vidas entre el cinematógrafo de barrio y la magnesia calcinada de Carlos Erba. Pobres seres que huelen los versos y mastican la 5ª edición de "Crítica" mientras limpian sus lapiceras en el lamentable relieve de sus traseros afilados por la inminencia de la patada patronal.

Advertencia

Las ilustraciones que hay en este libro fueron robadas por el autor de "La musa de la mala pata" en revistas francesas y argentinas.

Con la despreocupación de hijo del siglo no se detuvo a investigar el nombre de los autores. Pero con su defensivo instinto de franco tirador ante la propiedad artística asegura que no discutirá a nadie que presente su reclamación en tal sentido, la paternidad de las ilustraciones y si mucho se empeñan, la paternidad de los poemas, cosa que felizmente, por las razones que darán sus críticos, no sucederá.

Así como el editor multimillonario del año 2926 publicará los versos del autor de "La musa de la mala pata" con el dulce título "Cancionero popular anónimo" o "Antología de los poetas atorrantes del siglo pasado" sin entrar a discutir con el erudito profesor de literatura de los archivos de la Universidad General de Chuquisaca que, con gran acopio de datos falsos y citas erradas pruebe mi paternidad en los poemas que desintegran este libro.

Nicolás Olivari.


Prólogo

Para "La musa de la mala pata" que Jorris Karl Huysmann, envió al autor minutos antes de convertirse al catolicismo.

Hasta la imperfección le gustaba, con tal que no fuera parásita ni servil, y acaso hubiera una dosis de verdad en su teoría de que el escritor subalterno de la decadencia, el escritor todavía personal, aunque incompleto, alambica un bálsamo más irritante, más aperitivo, más ácido que el artista verdaderamente grande, verdaderamente perfecto de la misma época. Entre los turbulentos esbozos de esos escritores era donde se advertían las exaltaciones más sobreagudizadas de la sensibilidad, los caprichos más morbosos de la psicología, las depravaciones más exageradas del lenguaje, obligado en último término a contener, a arropar las sales efervescentes de las sensaciones y de las ideas.

JORRIS KAKL HUYSMANN [9]

Canción con olor a tabaco, a nuestra buena señora de la improvisación

I



La violeta

Música: Cátulo Castillo  |  Letra: Nicolás Olivari

Aníbal Troilo / Roberto Goyeneche

Con el codo en la mesa mugrienta
y la vista clavada en el suelo,
piensa el tano Domingo Polenta
en el drama de su inmigración.
Y en la sucia cantina que canta
la nostalgia del viejo paese
desafina su ronca garganta
ya curtida de vino carlón.

E La Violeta la va, la va, la va;
la va sul campo che lei si sognaba
chera suo yinyín que guardándola estaba...

Él también busca su soñado bien
desde aquel día, tan lejano ya,
que con su carga de ilusión saliera
como La Violeta que la va, la va...

Canzoneta de pago lejano
que idealiza la sucia taberna
y que brilla en los ojos del tano
con la perla de algún lagrimón...
La aprendió cuando vino con otros
encerrado en la panza de un buque,
y es con ella, metiendo batuque,
que consuela su desilusión.

Santa Señora absurda de linotipia
con un mono sabio cabe tu regazo,
el retruécano oye de mi melancolía
y como buena efigie no le hagas caso.

II

Como Titio Livio, santo catedrático,
empeñé mi día en la buena acción,
resultó señora, ¡caso matemático!,
he aquí señora, justa relación...

III

Nuestra tuerta musa, la que uso a diario [10]
encontrose a sueldo en un diario serio,
¡qué triste es Señora, para el foliculario
ver crecer al hijo de sus adulterios!...

IV

Café de poetas con caras de perro.
-"Este es un necio, aquél un carcamal",
-"Y de ese Olivari, ¿qué opinan?, me aferro
a la crítica, ese mocito es un informal..."

V

Me siento, un poco triste, para escuchar,
mientras dejo paso a mi hipocondría:
-"Ese muchacho va de yerro en yerro..."
-"¡Mozo! medio litro, pero bien frappé."
-..."puesto que ni figura en la Antología
del Señor Doctor Don Julio Noé..."

VI

Esta noche vago como un alma en pena
y como siempre en busca de la buena acción
encontré un zaguán ¡oh! ¡tu luz de luna llena!
y resueltamente rebalsé el portón.

VII

La prostituta alzando su grupa
en la palangana se despatarra,
el pobre poeta se calza su chupa
y en la ceniza del amor esgarra... [11]

VIII

Para la tristeza téjeme una cuerda,
téjeme una cuerda de humo sutil,
téjeme una cuerda con la frágil cerda
de tu voluta endeble, ¡ilusión de dril!...

IX

Entre la musa estéril y la camaradería
entre las Revistas y la corrección formal
me he quedado, hermanos, sin mercadería
y casi creo ser intelectual...

X

Antiguo almacén “A la ciudad de Génova”

Antiguo almacén “A la ciudad de Génova”
de Cangallo y Ombú.
Tu recuerdo se viene en pareja
con el recuerdo de mi lejana infancia
mientras un cuarteador criollo,
—malevo y picaflor—
cuarteaba la “cucaracha” que iba hasta Boedo y Europa
o sea: el fin del mundo.
Y cuando el General Don Julio Argentino Roca, en coche,
inauguró la máxima cloaca
que en su entraña Cangallo encierra.
Te recuerdo en las vueltas de coperío
de tu coro de borrachos,
apilados al estaño de tus mostradores
donde, en una losa, triste como mi infancia,
—verdinegra de codos y de malas palabras—
había estas cuartetas:

“Mi padre por fiar
en herencia me dejó
el deber de trabajar
desde el día que murió.

Si las Casas Introductoras
me fiaran las cuentitas
yo también a mis amigos
les fiaría las copitas…”

(¿Dónde estás, François Villon, linghera o atorrante
que a tu inspiración libraste un alcohólico instante?)

Te recuerdo, Cangallo y Ombú.
esponjada en mi memoria en la fiebre de mis muchos males,
porque yo estaba siempre enfermo,
—los umbrales de Cangallo han recogido todas mis fiebres—
mis ardores de lagarto acurrucado al buen sol del 905,
sol que fue mejor que el del Centenario para mis raquíticos huesos…
Te recuerdo, Cangallo y Ombú:
¡Mi madre era entonces tan joven y tan bella!
—La más hermosa de todas las mujeres—.
Me acunaba con “La Morocha”.
Fue esta canción la primer palabra argentina que escuché en el dulce dialecto de su boca:
“—Yo soy la morocha,
la más agraciada…”

¡Cangallo y Ombú!
si sos toda la urbe del recuerdo,
si estás reventando de nostalgia,
como reventaban los claveles tras la oreja del malevo Julio,
el que mató al cabito Ibáñez. Como reventaban los balazos
en el atrio de Balvanera en las bravas elecciones nacionalistas,
cuando los Vázquez, con su botín elástico
y su bolsillo hinchado de patacones
remataban libretas en el comité de la vuelta,
donde yo acudía con los ojos agrandados por el espanto electoral,
llevado de la mano por mi tío,
el dueño del “Antiguo almacén de Génova”
que, imperturbable y gubernista,
vendía la caña de durazno al comité...

El entierro del General Mitre
preludió las primeras manifestaciones socialistas,
y el coro de La Internacional
—exótica, cosmopolita y bárbara
como una gárgara de grapa—.
Cangallo y Ombú,
yo he visto que por tu esquina desfilan las sombras desfondadas
a puñaladas,
con un boquete en el pecho, y en la frente una greña aceitada…

Los malevos, los italianos, buenos y borrachos
de mis recuerdos.
Miquelín, grande como una estatua,
que se iba a la cosecha y volvía rico dos semanas
—apenas para pagar la vuelta a todo el barrio—.
Hasta que le duraba la plata cantaba,
cantaba las lejanas canciones milanesas de su tierra
y hombreaba recuerdos como hombreando cereal…
Pero cuando era inútil pedir fiado
comenzaba a hablar mal.
Tenía el vino malo y maldecía a la Virgen, Nuestra Señora,
con feroces palabras que deglutía mi avidez porteña.

Trémolos compadrones de cuarteadores
y cinchadas de vascos lecheros junto al boliche.
Figuritas de cigarrillos Vuelta Abajo
y puchos de Brasil.
En esta mezcla gateó mi infancia
y desde allí me vino este amor tan grande que te tengo,
¡Buenos Aires!
Buenos Aires, loma del diablo, Buenos Aires, patria del mundo,
Buenos Aires ancha y larga y grande,
como aquella primer palabra en argentino que le oí a mi madre:
“Yo soy la morocha,
la más agraciada…”

¡Buenos Aires morocha de río, de hierro y de asfalto!
¡Buenos Aires! ¡Seguís siendo la más agraciada de todas las poblaciones!

(El gato escaldado, 1929)
 

Humo de inconstancia ábreme tu anillo
para la pirueta del salto mortal,
mientras tú existas, rubio cigarrillo,
mi alma peregrina ensayará volar...
XI

(Menos mal que fumo
el árido tabaco del rencor en grumo...)

XII

Tiéndete en la cuerda del humo que fumo
-alma peregrina tu pena esfumina-
álzate el faldín montgolfiera de humo,
-alma peregrina puedes columpiarte-
o la cuerda floja, loca danzarina
puede que te sirva para extrangularte... [12]


La dactilógrafa tuberculosa

Esta doncella tísica y asexuada,
esta mujer de senos inapetentes,
-rosicler en los huesos de su cara granulada,
y ganchuda su israelita nariz ya transparente...

Esta pobre yegua flaca y trabajada, 5
con los dedos espátulas de tanto teclear,
esta pobre mujer invertebrada,
tiene que trabajar...

Esta pobre nena descuajeringada,
con sus ancas sutiles de alfiler, 10
tiene el alma tumefacta y rezagada
¡y se empeña en comer! [13]

Yo la amé cuatro meses con los ojos,
con mis ojos de perro triste y vagabundo;
cuando le miraba los pómulos rojos, 15
¡qué dolor profundo!

Un día juntamos hombro a hombro nuestra desdicha;
vivimos dos meses en un cuchitril;
en su beso salivoso naufragó la dicha
y el ansia de vivir... 20

Una tarde sin historia, una tarde cualquiera,
murió clásicamente en un hospital.
(Bella burguesita que a mi lado pasas, cambia de acera,
porque voy a putear...) [14]


Extracto ecléctico de las partes más notables de la larguísima carta a la amada que devolvió el correo

¡Oye!... pero, claro, las vías te impulsan,
¿cómo negarse a su fatalismo geométrico?
pero oye, ¿ves a la musa,
que compasiva se acopla
a la posterior silueta del poeta peripatético 5
con una tristeza cansina de copla
cribando la noche?

Amada, vos estás en estado de frío,
-¡Oh!, pero esto no es un reproche-
si en vos es estado de gracia, 10
como le cuadra a ella, ¡Dios mío!
su trashumancia lacia... [15]

Tu condición amada mía,
era la de trotacalles,
pero mil pequeños detalles 15
te hacían una virgen de cerería.

Eras en tu infortunio, peligrosa,
porque tu condición lata
de económica "Traviata"
te hizo ser la musa tuberculosa 20
de mi mala pata...

Tu tos era un detalle,
-tu tos, tu bárbara tos-
y tu bárbara afición a la calle,
-... bueno, la calle nos seducía 25
infiel amada mía
por igual, a los dos...

Otro detalle: las ruidosas lacas
de los collares,
las cosas pobri-lujosas de los bazares, 30
que al abrazarte pinchaban como las púas...
Y tus ojeras violetas
y el amor a los que llamabas tus poetas
¡y eran payadores atacados de romanzas!...
Bueno, nada de chanzas... 35
Amabas en las tardes de garúa
los valses migratorios de Leo Fall,
y junto al mate, para tu mal,
te hubieras entregado, arrecida
de un frío brutal que nunca marra, [16] 40
al que te lagrimease en la guitarra:
"Pobre mi madre querida".

(En mis huesos el frío me obliga a blasfemar,
pero el tuyo es el frío sentimental.)

¿Llevas siempre tu cuello desnudo? 45
¿y la nuca rapada?
¡Te vas a enfermar!
y ese será el suceso.
Tu cuello, ¡ah!, ¡tu cuello exprofeso
para el crimen pasional! 50
El organito callejero
concretaba tu pasión filarmónica
y en mi ansia de tu beso,
-a riesgo de entuertarme en tu sombrero-
columbraba tu perfil... 55
¿En qué lejana excavación hallaron el marfil
de tu carita a la Verónica?

Amabas los perfumes más violentos
con tendencia al grito
y preferencia al desmayo, 60
y por vía de ensayo
en la mohosa claridad de acuario
de los cines de extramuros,
mi mano modeló en tus razgos duros
la virgen de cerería 65
a que aludía
mi anterior hipocondría... [17]

(No es hipocondría,
-¡Oh! novia dolorosa, ¡oh dulce amada infiel!
es melancolía... 70
...¡Ah!... ¡no volverte a ver...!)

Pero en la atmósfera viciada
de los cinematógrafos,
sólo podrán tus biógrafos
íntuirte amada, 75
porque en las salas de espectáculos
de la ciudad
comenzó tu enfermedad,
-prenuncio de mi suicidio en tinta-
la gran guignolesca cinta 80
de mi amor sentimental,
filmada en tu tabernáculo...

Detalles hay: Tu amor a la naturaleza
eminentemente urbana:
junto a la reja colonial 85
del conventillo de arrabal
había una maceta.

¡Oh! pobre flor que nunca florecerá,
no llegará el sol al inquilinato...
En un mismo sino la vida nos entierra: 90
la amada enferma por la ciudad,
la flor que nunca florecerá,
y mi taciturnidad...
¡ay dura tierra!...

Pero esto era antes, mucho, mucho antes... 95
pero ante estas vías [18]
-las calles, ¡cuán distantes!-
presiento tu presencia
en las trashumancias mías...
Porque en nuestros sesgados paseos, 100
-que mi ironía silencia-
o bien era un charco que salvaba el salto
o bien era el espejismo del asfalto,
o bien era una plaza con árboles feos,
mas gozamos de raras voluptuosidades: 105
barrios nuevos con húmedas plazas
y perfiles vagos de incubadas razas
en el pozo cegado de las ciudades...

(¡Buenos Aires! cuna del mundo, cuna
de mi sensibilidad... 110
Ella era como una luna
pequeña
en mi vida,
y tú ofendida,
la mataste, ¡oh mi ciudad!) 115

Pero en venganza
tendré un frac flojo de charlatán de feria,
y seré hábil en las inútiles artes de los vagabundos,
con un clavo torcido violaré baúles-mundos
y he de tallar tu imagen en mi bastón sin contera: 120
Un perfil enfermizo a lo Willette
para apoyar la renguera
que le copié a Choulette.

Con mi viejo cortaplumas de cabo de cuerno [19]
el amor perdido se fijará para in eternum: 125
He grabado tu nombre en las ventanillas
de todos los tranvías de mi ciudad
para entregarte al ludibrio de la popularidad.
El somnoliento pasajero en su recuerdo afásico
incorporará tu nombre al de las heroínas 130
populacheras de sus recuerdos clásicos:
Julieta, Juana de Arco, Mimí, Lady Macbech...

Te oigo toser en la noche como un llamado
y no podré alcanzarte... ¡no podré!
en la ciudad hay cenáculos, mujeres..., el pozo está cegado 135
me atan, me atan con el hilo flojo de mi bambolla
sentimental
donde llorosa se hamaca esta criolla
suave pereza de mi ciudad...

¡Ah pero un día sollozaré 140
siguiendo tus huellas
que en sesgo suicida ya van!

...¡como marchan las estrellas
en la abandonada vía!...

Amada mía 145
si vives todavía
y no estás con ellas,
te tendré que matar... [20]


La aventura de la pantalla

¡Claro!, ahora no vale la pena recordar...
Ahora tengo un alma aviesa de malandrín
-medio comerciante, medio grumete-
pero a veces conviene rascar el violín
del verbo amar 5
en pasado ya, grácil midinette.
Estoy en la ventana del recuerdo
-viejo lobo de mar-.
¿Qué añejo amargor enverdece el espejo
en la desolada taberna del arrabal? 10
Eran crepúsculos abiertos como heridas
que enconaba mi nostalgia de ver el mar
-yo fumaba un tabaco exótico de capitán-
y corría la aventura contigo por querida [21]
por las huecas tabernas que a veces desfilan 15
en la solitaria sábana del cinema del arrabal...
La taberna, el mar y quizás tu carne eran de utilería-,
¿Y la melancolía?
¿Esa vieja provinciana,
beguina enana, 20
con la poesía pasadista por capuchón?
¿Y la embriaguez acre que agarré junto al depósito?
¡Cómo me emborrachaba el olor a pescado!
y te llevaba a propósito
por los muelles... por los muelles... 25
Mi corazón
-vieja barcaza que hace agua-
rolaba por el borde de tu enagua
que a veces era blanca como la espuma del mar.
¿Quién como yo gozó en poesía de la sinecura 30
de fumar en la pipa de la real aventura?
Y en su humo, países, países en toda la oscura
sentina musgosa del cinema del arrabal...
Después vino la lógica del pan
nuestro de cada día, 35
vos te fuiste al hospital,
yo iré algún día,
y mientras tanto
¿para qué el llanto
si me calafateo con la brea de la melancolía? 40
¡Ahora amo a las mujeres de ojos grises
como el acero que domina en la ciudad!
¡La ciudad!, ¡la ciudad!, la ciudad
tiene en sus calles a todos los países
de mi sensualidad. [22] 45


En ómnibus de doble piso, voy en tu busca...

Frente al surco de nubes en el campo
del cielo triste de la gran ciudad,
la mortecina luz de mis ojos paso
desde el heroico techo de la imperial.

Desusada viñeta de la melancolía, 5
el paisaje lacio pende de los hilos
como un periódico ilustrado. Amada mía
aquellos versos, ¿recuerdas?, dilos
con tu voz recogida, tan blanca y tan fría...

Te busca mi mirada de piloto errabundo 10
desde el heroico techo de la imperial. [23]
¿Dónde estarás ahora? ¿En qué lejano mundo
nuestras pequeñas almas unidas volarán?...

¿Almas?... la tuya era... ¡ah! enfermiza coqueta,
nervios atados por la sed sensual, 15
la mía era... ¡ah! pobre pantomima de poeta
encaramado en el techo de la imperial.

¡Oh! la cara ojerosa de esa casa vieja, y verde
por la tímida hiedra como una verde lepra,
cariátides de nariz rota que el frío muerde, 20
y mustio como el despertar un rosal trepa...

Todo desde el techo de la imperial
se ve; y a ti no te veo, y a ti no te hallo
y empero eres un producto de ciudad,
flor de trapo, y fue tu tallo 25
la cuerda donde saltabas en tu mocedad.

Pero no vengas, ¡oh, no!, ¡si vieras qué frío
hace en el destartalado techo de la imperial!,
si vieras las cabriolas de la luna sobre el río
no descenderías jamás... 30

Y, sin embargo, eres cual yo: "soñadora lunática"
carita de yeso pintada por la enfermedad,
yo te he desnudado, plateada y extática,
ante la luna enferma de la ciudad.

Pero no sabes, y tampoco sabes que voy de ti en pos, 35
eterno en tu búsqueda hacia la eternidad,
te encontraré un día cuando tu cavernosa tos
como un pájaro aciago su círculo haga,
-con algo del rito de una vieja maga,
sobre el destartalado techo de la imperial. 40 [24]


Canto de la dactilógrafa

Muchacha...
Abullónate los rizos delante del espejo,
-quizá ganes sesenta pesos al mes-
la miseria te obligará a mostrar la hilacha;
escucha este consejo: 5
entrégate a un burgués.

¡Si será imbécil ese muchacho que te acompaña!
-Cuarenta cuadras a pie y además sus versos.-
¡No, no, nunca! ¿Pasar la vida por las lecherías,
sostener un amor sentimental con las manos frías 10
para nunca lucir un par de medias color champaña?
¡Sentir en tu nuca los suspiros diversos,
de los que te desean, te buscan, te quieren comprar!
Véndete lo antes posible y al mejor postor; [25]
ya es hora de cambiar tus alhajas de similor; 15
¡a ese mozo lírico mándalo a pasear...!
-"Princesita de mis sueños azules
envuelta en los raros, joyantes tules
de mi querer..."
Música sentimental, amigo mío. 20
-"En la calle, ¡oh! mi amado, hace tanto frío
y tengo tantas ganas de comer..."
¿Qué? ¿Diez horas de trabajo en la oficina
no te han llenado de rabia todavía?
¿Qué esperas para entregarte? ¿Qué mezquina 25
puerilidad te ata al pálido poeta?
Sí; es un artista, un genio, un gran esteta.
Sí; es autor de un drama que nunca han de estrenar.
Lo sé, hace unos versos que te hacen llorar.
¿Qué más? ¡Te ama, te ronda, te exige, te cela 30
y sabe que la vida es una novela
que no se atreve a escribir...!

Tendrás que sucumbir: te lo dice la leyenda,
siempre así terminan las tragedias
del cómico vivir, 35
y si te detenías ante la mala senda
protestando de tu amor,
era porque tenías rotas las medias
y pensabas de las sendas elegir la mejor.

Y caíste. ¡Bien! ¡Hurra! ¡Aleluya! 40
Es muy lógica esa satisfacción tuya:
tu antigua vida es ya una lejanía...
Adiós el mostrador, la miserable faena, [26]
el suplicio de la máquina, el sufrimiento mudo,
¡qué bella persona es tu burgués panzudo...! 45
¡Ah! el pálido poeta ilustra "Noticias de Policía"
se ha pegado un tiro... pero eso no vale la pena...

Empero (en toda tragedia hay un empero
que los modernos tiempos obligan a terminar ligero)
por más que a tu caída la elogie la razón, 50
por más que por la senda te empuje la miseria,
tu caso es cosa seria
y un vago sufrimiento me llega al corazón...
Es cierto, tu paso era obligado,
pero si no lo hubieras dado... 55
¡ah la incorregible manía de la ilusión...!

Cara ex-dactilógrafa, actualmente prostituta,
tu caso es un simple caso de permuta
en la bolsa social,
te hemos perdonado porque al cabo tú eres 60
idiota como lo son todas las mujeres,
menos mamá... [27]


El piano solitario

Hay un piano en el restaurant,
hay un piano, viejo, asmático,
sirve el tema y nace el plan
para un poema lunático.

Han uncido un hombre al piano, 5
y él toca sin saber,
toca siempre pero en vano
pues no le ayuda a comer.

Parece que es alemán o suizo,
y sueña con una fábrica de cronómetros, 10
y tiene un aire mestizo
de Werther con ribetes metronómicos. [28]

¿Tendrá mujer este hombre? o una hija
flaca y con granos y ojos blanquecinos,
cuando va hacia el conservatorio ella se fija 15
si su padre sigue uncido a su destino.

Yo abro un concurso internacional
para los tristes que la tierra apresa,
a ver, ¿cuál es el poeta sentimental
que al del piano le gane la tristeza? 20

Este hombre toca, toca y toca,
¡quién pudiera leer en su interior!,
debe tener tanta rabia loca
como para hacer definitivamente la revolución.

Más triste que el destino de este pianista 25
no debe haber destino. Trina, trina,
desde el piano con su música evangelista
mientras le inundan los malos olores de la letrina,

o de la cocina que está a su lado
-olor de gachas donde nadan tres fideos-, 30
que no alimentan y en hilachas un asado
que lleno de pimienta atasca los deseos.

El patrón de la venta le endilga su homilía,
y el pianista sonríe olvidado de su poca suerte,
¡ha tenido un sueño tan bello!, vio a Santa Cecilia 35
¡danzando!, ¡danzando! su inédito minuet de la muerte. [29]

Este hombre se debría suicidar
antes que el hambre que ya lo amoja
con la filarmonía del ayunar
lo lleve a tocar 40
a la corte celestial
del Figón de la reina Patoja.

Pero este hombre se agarra a la vida
porque tiene un secreto a falta de sopa,
yo le oí decir con vez conmovida, 45
¡ah cuando se estrene por fin mi ópera!

Este hombre toca, toca y toca
y su hija viene a oírle sus absurdos trinos,
su hija es fea, tiene granos, pero cuando el padre toca,
¡ah! cuánta la dulzura de sus ojos blanquecinos. 50 [30]


Cuarteto de señoritas

Las cuatro son flacas, las cuatro son feas;
vestidas de rosa las cuatro muequean...
las cuatro muequean vestidas de rosa,
las cuatro tan flacas... las cuatro tan feas...

El poeta ha venido a beberse su copa, 5
-su aguada ración de ilusión-;
como siempre tiene raída la ropa,
y la angustia inquilina de su corazón.

Las cuatro comienzan
el shimmy "Tristeza de Honololú", 10
se piensa
en aquella pianista viciosa
que fue la ilusión tosegosa
de Juan Pedro Calou. [31]

Tra... la la... rilamolirina... 15
-con su carina en harina
la violinista se empina
en dos flatos
de can-can...
Tra... la la... rilamolirina... 20
con su carita transparente y fina
el púber lava-platos
sueña en Onam...

La una no tiene pechos,
y no tiene tampoco papá... 25
da la lá...
y no tiene tampoco mamá
da la lá...
El tenorio del barrio
comenta estos hechos 30
mientras el corolario
resuelve el jazz band.

La otra encandila los ojos
de los sesudos burgueses vecinos;
-ojos al aceite de ricino- 35
que se encandilan hiposos
a cada pausa
de la otra vestida de rosa...
¡Pobre la gorda de carne infructuosa
por la meno-pausa...! 40

¿Y la otra?... ¡ah! nena, ¡cómo te he encontrado!,
¿cómo pudiste llegar hasta aquí? [32]
¿El camino del cielo está trascurado
para ti?

¡Pobre milonguita soplando, soplando... 45
en la pípa absurda de tu saxofón!,
soplando, soplando,
me llega volando
lo que te ha quedado de tu corazón.

Turris ebúrnea en el palco de humo, 50
virgo veneranda al poso de café,
¡sahúma tu efigie el humo que fumo
con tan mala fe!

María semper virgo para la mentira
que comulgo en la rima que se me escapa, 55
lira molirina,
del poeta que anda de capa
caída...

Stella matutina en la urbe grasienta,
cuando a la alborada taconea sin pan 60
tu enlodado escarpín de cenicienta...
la, la, ra, ta, tan...

Virgo sin virgo del café concierto,
hay vagorosas notas de Rabel
que tú no sabes... 65
definitivas claves
de tu tos...
la, la, ra, ta, tan... [33]
cascabel..., cascabel...
¿dónde está Dios? ¡Dios! 70
...el café y el pecho desiertos...

Las cuatro son flacas, las cuatro son feas,
vestidas de rosa las cuatro muequean...
las cuatro muequean vestidas de rosa...
las cuatro tan flacas, las cuatro tan feas... 75 [34]


Tranvía a las dos de la mañana

Aburrido carro de hierros económicos,
diez centavos de ruidos a hierro viejo,
maderas nostalgiosas de bosques, lacónicos
edictos municipales y un higiénico consejo...

Un guarda metafísico que fuma 5
a espaldas de un espectro de inspector.
Larva retardada el tranvía se esfuma
dejando un parpadeante resplandor...

¡Oh! mi tristeza exacerbada,
mi cuantiosa tristeza, 10
como pesa
en esta carrindanga retrasada...

Nenas apabulladas por un frío reticente [35]
-el inútil frío de las dos de la mañana-,
la pereza se da diente con diente 15
con la inminencia de la cama...

Son dos violinistas por la nota espigadas,
que aún las persigue, la nota del vals...
siempre a estas horas están desmadejadas
y en el pomo de la rabia solucionan su mal... 20

Tendrán hasta diez y seis años confesados,
y una tristeza efectiva de heroínas de opereta,
a estas horas sus espíritus son blandos estados
de conciencia, a ver, ¡qué hace este poeta!

Ensayo una mirada que es cómica a fuer de triste, 25
-pero una se ha dormido- mi corazón,
así como el deseo que antes la desviste,
presiente un gran agujero de pobreza en su talón.

¡Oh la miseria de tu media agujereada!
-la bella durmiente ha descalzado un pie- 30
silba suavemente un aria cansada
la otra compañera del Café Concert...

Miseria de pequeños burgueses
la nuestra, nenas violinistas...
y el tranvía sigue haciendo eses 35
como un progreso juerguista.

Miseria de burgueses pacatos [36]
que no se deciden a definir sus vidas:
Ustedes, serían prostitutas ha rato,
y el que les canta sería un suicida... 40

¡Cómo es innoble la vida a las dos de la mañana!,
¡qué abulia escandalosa!, ¡qué ganas de acabar
para siempre!, ¡para siempre!
toca la campana
se acaba el viaje 45
y mañana
empezar... empezar... [37]


Insomnio

No mintamos más. Clávate en tu angustia,
no disimules tu opaco gesto,
tu tortura,
el otoño enrarecido en tu alma,
la inutilidad de tu juventud inicua, 5
tu criollismo sin sol...
El barrio es carne de tu carne,
y su misma absurda alma, esa, es tu alma.
No mientas más, ¿para qué?, aléjate
de los círculos literarios, 10
y llora, hombre, una vez en tu vida,
cuando no te ve nadie.
Ten el pudor de tu lágrima,
y tu lágrima sea
blasfemia, 15
caló arrabalero, [38]
perífrasis de artista,
cualquier cosa que disimule
tu escepticismo,
tus amadas que tocan los órganos sexuales, 20
tus veinticinco años aburridos,
tu incapacidad de dar,
de crear, de amar, de orar...
No creas en nada y no lo digas,
muestra tu cinismo como una lápida 25
que te soterre en vida...
Pregusta la muerte
en tus chistes suicidas...
No salgas los domingos de tu cueva,
hazlo a la noche pegado a las paredes, 30
ocupando el menor sitio posible en el mundo,
para que la vida no te vea
y no te escupa.
No escuches el himno nacional,
ni menos la fácil polka del ensueño burgués, 35
ilumine tu pavés
-negra bandera del "qué me importa"-
un sólo verso de Baudelaire.
Todo está dicho ya.
No añadas palabras inútiles 40
a las de los periódicos...
Sé idiota o banal,
consérvate ausente de tu mal...
y no se lo digas a nadie, ni a tu mujer,
-ella es chismosa 45
y su carne infecunda
propalará tu abulia-... [39]

Estás solo y estás en ti,
¿te ves el nauseabundo pozo de ti mismo
la carroña de tus instintos locos, 50
de tus quimeras tuertas
de tus siete amadas estranguladas
en la cámara oscura de tu original locura?...
Ponte tu orgullo como tu camisa
-tu plebeya camisa de zephir-, 55
odia mortalmente, odia a fondo,
con el odio untuoso de los malevos,
y el mismo odio de las prostitutas...
Haz el poema de tu animalidad
cuida estilizar tus podredumbres, 60
saca brillo a tus crímenes;
hay fiesta en la ciudad
de mis años muertos...
¡ah los gusanos tuertos
que buscan mis ojos en la oscuridad!... 65
Ciudadano, ciudadano,
y con veinte siglos de literatura en el pecho,
disimula... disimula...
Y ODIA, odia, ¡ah la hora del odio!
odia, odia, ¡ah! la espera del odio, 70
odia, odia, ¡ah! la voluptuosidad del calembourg
tendido en flecha hacia el que odias...
el epigrama... el epitafio, la sorna,
la bella calumnia infame que acogota
la sublime basura humana... 75
y luego tu tos...
siempre tu tos... [40]


Domingo burgués

Si mis amigos me vieran
en esta tarde de abril,
en verdad que no creyeran
lo que debía ocurrir

con tu hermana la casada 5
y tu cuñado que es sastre,
...(tu hermana ya está preñada,
y el paseo fue un desastre).

Este poeta con cara
de empleado nacional, 10
-su elegancia un poco rara
de premio Municipal-. [41]

Vos, con tu carita fina
y tu pasito de alondra,
y la frágil serpentina 15
de tu risa un poco tonta.

El vientre bien empinado,
-orgullo de recién casada-
como diciendo: "Esto es nada,
lo hizo el tipo de mi lado". 20

Paseándonos por Palermo
con cara de bien comidos,
tu perfil un poco enfermo
estaba rejuvenecido.

¿Ves que mi amor es muy puro?, 25
¿ves que te quiero de veras?,
de otro modo, te lo juro,
¿cómo pasearme a tu vera?

Yo, el insumiso y el loco,
terror de ricos parientes, 30
con mi junquillo barroco,
sin nicotina los dientes...

Con la corbata rameada
que tú me cosiste, ufano,
-corbata que con la pomada 35
me hace héroe flaubertiano. [42]

El vientre de la señora,
la cara lela del tipo,
la dulzura de la hora,
la fontana con su hipo. 40

Y esa onda que en mi frente
peiné con tanto cuidado,
y la décima doliente
que te hube dedicado.

Los dulces proyectos que 45
del casorio entretejemos,
proyectos con gusto de
la dicha usual de esos memos.

que nos vigilan despacio,
con su vientre la mujer, 50
y con su andar de batracio,
el sastre nos puede ver.

Subir a las calesitas
con alegre suficiencia,
escuchar las conferencias 55
todas plagadas de citas
de socialistas arteros,
mientras vos con tu cuñado
van al TIRO que está al lado
a perder unos dineros. [43] 60

Imaginación de poeta
feliz en dicha serena,
dulcedumbre a la violeta
con que yo escondo mi pena.

Cuadrito burgués que tejo 65
en la tarde canserosa,
mientras retrata el espejo
macilenta mariposa

Mientras retrata el espejo
macilenta mariposa, 70
tu cara tuberculosa,
Rosa, veo de reflejo...

Felicidad que me niega
la vida triste e impiadada,
deseo humilde que alega 75
una dicha trascurada.

Porque la verdad se diga,
en esta tarde, sabrás:
estoy solo y no mitiga
mi pena el imaginar... 80

¡Estoy solo y más que nunca
estando solos los dos!
...me llega la risa trunca
de tu tos, de tu tos, de tu tos... [44]


El musicante rengo

Tendrá treinta años el musicante rengo,
y acaso un principio de ataxia locomotriz,
a oír sus rapsodias a este café vengo
arrastrando mi pena como a una lombriz. [45]

La mujer es aquella, la blanca, la loca 5
mujer que en todos restrega
su sexo. (A cambio de coca,
la pobre se entrega)...

El hombre para olvidar bebe,
y yo bebo para olvidar; 10
la mujer esa debe
cocainizarse para terminar...

Entre los tres sumaremos doce lustros,
¡y estamos tan cansados ya!
tengamos un gesto de decadencia augusto: 15
hagamos un menage a troi...

La ronda tan linda de descamisados:
un poeta enfermizo y desconocido,
un rengo con cuerda que ha terminado,
y la mujer borrosa que de todos ha sido... 20

El rengo me mira la piadosa mofa,
la mujer me sonríe con un gesto opaco,
yo bostezo y me río de mi perruna estofa,
mientras azul se arrepiente el tabaco... [46]


La negra olvidada en la lechería

¡Ja, ja, una negra olvidada en una lechería!
¡Si será chusca esta ocurrencia mía:
la negra en la lechería!

Tenía dos ojos lacrimosos, borrosos, fastidiosos;
quizás hambre, frío y ganas de llorar... 5
el cráneo puntiagudo, el cuero motoso...
¿no serías, ¡oh! tú, Juana Durval?

(Putativo hermano Baudelaire, el de los cabellos verdes
y la boca tumular,
mi sitio te corresponde: viernes, 10
tu día, y este es tu lugar...) [47]

Pobre cosita negruzca y exótica,
-bibelot de fango en mi gran ciudad-
púrpura en retazos de mi regia manía erótica,
amorosa insalubridad. 15

La lengua de mis ojos lame en tu mirada un reproche;
tu nebuloso mirar de antílope cegado
recoge la lengua de mis ojos. ¿A tu costado
sientes mi solidaridad de desplazado
y en sábado a la noche? 20

¿Vamos? ¿Vienes?... El festín será para los dos
la solitaria, muda, espantosa orgía,
del fondo de los días,
¿no oyes el reclamo del tambor?

Tu abuelo, bronce tenebroso, alza su clava 25
destrozando los huecos cráneos de las mesnadas;
tú tienes a una blanca, ¡tan bella!, como esclava
púnzale los ojos con tus uñas anilladas.

¿Oyes? Nos reclama el tambor
con insistencias de Historia: 30
...tum-turumtum-tum-turumtum...
civilizó a tu abuelo el Civilizador
con la elegante trayectoria
de la bala dum-dum...


Dame tu lengua ofídica y palpitante 35
-lanza del deseo entre el escudo [48]
de tus dientes rutilantes...
¡ah tu negro cuerpo desnudo!
Mientras la flámula del primus dora
los muslos blancos de las bellas presas, 40
apréstate al festín, ya es la hora
de devorarnos la civilización burguesa...

Para desalar los hipogrifos de mi torturada sensibilidad
ha bastado tan sólo, ¡oh!, injerto del Congo
en mi gran ciudad, 45
¡tu presencia en la lechería
donde mi hipocondría
entreabre el paraguas de mi enhiesta soledad de hongo!
de hongo de humedad...

Por diez minutos y a tu gran conjuro, 50
-negra miserable de mi ciudad-
fui dichoso ¡te lo juro!,
¡olvidé un instante a la realidad!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ha venido un ciudadano, alto, desgarbado,
y dejó caer en tu oreja la clásica palabra, 55
vete, negra, esto ha terminado,
la vida, negrita, no tiene abracadabra. [49]


Valses nobles y sentimentales

A Enrique González Tuñón

Hermanito te dedico estos Valses que tanto te gustan y que no tienen nada de noble ni de sentimental como nuestras vidas aburridas y te los dedico porque vos y yo somos una misma alma en un mismo bolsillo pelado.

- I -
Wilkins (ilusionista)

Decadente payaso que vienes
a este cine que alberga tu paso
donde luces tu triste fracaso
que consterna a mi sucio arrabal.
Yo te he visto salir a la escena 5
con un raro turbante mugriento
y tu angustia de real fingimiento
falsifica tu mueca, ¡nabah!

Enmudeces y así das la nota
de algún príncipe en viaje de incógnito 10 [50]
-porte real que encanalla el acónito,
de ámbar, la caña, la grappa, el soñar...
Y así te contemplo en el ruin escenario
con fiebre sonámbula preñada de grippe
y rajah yo te nombro de Maragojipe 15
e hijo adoptivo del mismo arrabal.

Hacen falta ilusiones, ¡oh! Wilkins,
no dudar de que todo es un truco
y a pesar de tu aspecto kalmuco
apestas, ¡oh! Wilkins, a vil bric a brac... 20
Tu mujer suspendida en el aire
cumple el noble deber de coyunda
y ante ella, ¡oh! Wilkins, te inunda
el dolor de la unión conyugal...

Ilusión, Magnetismos, hipnosis, 25
lacónico rezas en cada programa
y mi barrio, ¡oh! Wilkins, te ama
porque haces soñar...
Poco importa que el juego se trunque,
nada vale que el truco no salga, 30
no interesa que salte la trampa.
¡Oh! Wilkins, si el juego es soñar...

¡Oh! Wilkins, caído y oscuro
en las fauces de los escenarios
que llenan los treinta denarios 35
de la vida: madrasta al tum-tum...
¡Salud! de potencia a potencia
iguales histriones de idéntica zona
nos da la tristeza la seca corona.
¡Oh! Wilkins, para nuestra fosa común... 40 [51]


- II -
Severín: pantomimo

Severín, pantomimo grotesco,
Rey Lear de la corte del sueño
es tu mueca macabro diseño
surgida de un cuadro de Thibón de Libián.
Has caído en mi cine de barrio 5
agitando tus manos de araña,
¡Severín! el hambre no engaña
y tú eres del hambre su seco galán.

Severín, espantoso relieve del crimen
de la Rue del Vizconde D'Estoche 10
tu amante no viene esta noche.
¡Oh! príncipe negro del negro bas fond...
Faltarán esta noche a la cita
tu señorita y mi Milonguita...
¡linda puñalada tendrá el corazón! 15 [52]

En el cine de barrio triunfa
tu arte manido de apache infecundo
tu mundo es mi mundo
grotesco arlequín,
rellena de estopa tu faz de magnesia 20
se agita en la vana epilepsia
que danza en la tripa del loco violín.

Severín, pantomimo grotesco,
ya cae la noche en la turbia cortada,
se acelera el burgués en la torpe celada 25
y una luna prestada
desaloja al farol.
¡Severín acabemos, ¡por Dios!, nuestra bárbara
farsa, y en el vil tobogán de la gárgara
compartamos, ¡oh mimo!, la ilusión del alcohol! [53] 30


El tenor atónico

Pier María Giró della Valle
desafina su "arieta" constante
en la cual una luna menguante
le hace guiños a un paje de miel.
(Varietés de mi cine de barrio 5
donde el asco de vivir solitario
nos obliga a huir de la calle
y en el cine acampar nuestro bártulo infiel...)

El sensual propietario del cine
por dos pesos que afloja a despecho 10
le gestiona al tenor "do" de pecho
¡inhallable, infructuosa gestión!
Ya en la sala no zumba una mosca
Pier María tritura "La Tosca"
con la mano envarada sobre el corazón. 15 [54]

A la gente aburre el concierto,
Pier María se ahorca en un gallo
y un señor a quien pisan un callo
resopla un arpegio en tono mayor.
Pier María se esfuerza en su arieta 20
y a lo lejos su boca semeja la grieta
por donde se escabulle el espectador.

El pobre tenor desafina "a piacere"
su voz engolada resiste el esfuerzo
y con angustia ya ve que el almuerzo 25
de mañana es un mito irreal.
La gente bosteza y no aplaude
y alguno murmura del fraude.
¡Caramba! también si a eso lo llaman cantar...

Pier María se ahoga en su intento, 30
la canción en su escala de asma
raras muecas elásticas plasma,
Dios mío, ¡cuándo irá a terminar!
La sala murmura, la gente se enoja
se ve que no saben de la estría roja 35
que el pobre tenor dejó al salivar... [55]


Nuestra vida en folletín

¡Claro! nos hemos pasado la vida por los cinematógrafos,
tu amor tenía las dulzuras tortuosas de las heroínas
de Cecil B. de Mille,
y nos estremecimos juntos ante los revólveres de los ínclitos cow-boys, 5
y cuando Perla White estaba a punto
de caer bajo las garras de aquel tipo de bigotito de traidor
temblábamos en idéntica emoción...
Tu alma de estrella fracasada 10
y mis miméticos gestos de artista sin contrata,
trasvasaban la pantalla
a la platea suburbana.
Vivimos cien vidas misteriosas
en la encrucijada de las probabilidades, 15
en el ómnibus de doble piso de la casualidad, [56]
y ardiendo en amores irreales
fuistes esclava, reina, gigolette y burguesa
y yo fui Hernani y boxeador...
Cómo hemos violado la naturaleza 20
-pues tú eras una muchachita de arrabal
y yo un muchacho haragán
escandalosamente sentimental-,
ella se vengó haciéndonos representar
el melodrama de nuestro mutuo amor 25
a menos de 0'50 la sección.
Todo se complica en la ficción
de nuestras tardes filmadas,
-matinée y sección Vermouth-
y en nuestras poses norteamericanas 30
cruza el caramelero,
el don Juan de la boletería,
que te daba entradas gratis
y aquel viejo huraño que nos miraba con risa de eunuco
o de jubilado de moralidad. 35
Y toda la triste tristeza de los arrabales porteños
cuando nuestro frío se refugiaba
en el cinematógrafo que era nuestro hogar.
Tus ancas quedaron infecundas
de tanto plegarse a las butacas 40
y el hijo se nos escabulló en la boletería.
Todo el argumento novelable
de tu beso en la oscuridad
no tenía originalidad,
plagio de una industria disfrazada de arte, 45
cuando el deseo nos sacudía
y por un momento el amor [57]
de que hablan mis compañeros de redacción
llegaba a nuestras almas,
encendía la llamarada darwiniana 50
al compás del piano onanista
que se masturbaba siempre con el mismo vals,
nuestro espasmo se perdía
en la electricidad del entreacto.
Perdimos cinco años en las plateas, 55
-los cinco años que perdí
en el Colegio Nacional-
para amarnos con gusto de película
y atmósfera de ácido carbónico
enhebrada en el piano afónico. 60
Con todo te quería,
-muchachita enferma y tan flaca-
pese a Edison y a su dramaturgia,
pero las butacas
eran tan estrechas y nuestra sensualidad tan ancha 65
que el espasmo se perdía
en la electricidad del entreacto.
Rebalzamos las fronteras de la realidad
y nos encontraremos en las películas futuras
cuando el cinematógrafo 70
sea el arte del porvenir.
Yo, ¿por qué? leía libros en los entreactos
y tú no hacías más que soñar
y ya no nos pudimos encontrar.
Suelo pasar las tardes de mi melancolía 75
en aquel sucio cinema
que gastamos tanto
y me ilusiono vibrando en argumento [58]
como esperando el momento
de oír tu tos: 80
acomodador
que me señala que ya llegaste
al cinematógrafo del recuerdo
donde el que pasa las cintas
se llama Dios. [59]


Los amores albinos

¿Qué sol blanco cegó tus pupilas?
¿Qué absurda niebla pintaba tu faz?
¿Quién diablos te hizo los dientes lilas
y te recompuso ese antifaz?

¡Cómo te quiero, albina! Porque eres diferente; 5
porque el arco amarillo de tus cejas es tal,
que parece un paréntesis donde cabe la gente
que felizmente ya no es normal...

Tu cuerpo tiene el blanco de los muertos extraños
de los que se aburrieron de melancolía; 10
tu blancor es un filtro de quién sabe qué daños
y ciudadanos son los ritos de tu hechicería. [60]

¡Cómo te quiero, albina! ¿Con qué letra de tango
celebraremos nuestros absurdos esponsales?
¡Eres la única musa de tan alto rango 15
y dignificas hasta los orinales!

¡Qué bello es pasear junto a tu flanco
y ver la cara de pasmo de los burgueses!
¡Ah! si no saben que eres el sol blanco
que, Josué borracho, detengo con mis eses... 20

Tus cabellos, con el color ámbar de mi boquilla,
son la cosa más triste de aqueste mundo;
tus cabellos me sirven de presilla
para que no se me caiga el dolor vagabundo...

Tu voz es amarilla como las cubiertas 25
de las novelas francesas "vient de paraitre"
tu voz es mi rabia que me tiene alerta
de la estupidez constitucional del medio ambiente.

Musa amarilla, barro de puertos
que vuelcan la angustia viajera, 30
la angustia de todos aquellos que han muerto
y no tienen más corona que tu pelambrera.

¡Eppa de los muertos anónimos y no hay caso!
de aquellos que tuvieron el lujo siniestro
de estirar en la Morgue sus cuatro retazos 35
de miembros simiescos... [61]

Repliego en tu helada constancia postrera
-constancia que agría tu faz de rodaja-
el agrio limón de mi loca manera:
grotesco descarte de inútil baraja. 40

¿Verán mis hermanos, los líricos locos,
la mordaz preceptiva que ayunta
mis rizos rebeldes a tus pajisos copos
para seguir por la vida tirándola en yunta?

¡Albina! destiñe tu humor ceniciento, 45
agrupa tu aurora boreal en mi nuca,
yo soy el orgullo tenaz, macilento,
que de falsa modestia contigo se estuca.

¡Albina! acopla tus miembros helados al cuerpo,
que ha tiempo olvidaba el ingrato rescoldo 50
del bello ideal, el pobre está muerto
debajo de un toldo:
la roja bandera...

Cómo sube el frío de tu cuerpo en mi cuerpo, ¡oh! albina,
¡Oh vivir infeliz! 55
¡Qué frío!... Esto, amiga, termina...
dormir...
dormir... [62]


¿Sabes compañero?

¿Sabes compañero lo que es no tener horizonte?,
¿y a los veinte y tantos años?
Las manos se crispan en el vacío de los ideales
y alargan las brazadas de tinieblas
para la apagada hoguera de la fe... 5
Tendido en el lecho miro el hilo de humo que consuela,
nuestra juventud es un hilo de humo que se agita
sin razón,
algún día se oirá una detonación
en la casa aburrida y el enorme bostezo de sus paredes inhóspitas 10
te recogerá, arrugado y flácido
como un muñeco de comedia italiana.
Ya pasa la caravana del tedio por el Sahara del cráneo
hinchado de arena gris de hastío;
los largos albornoces de la inutilidad dan al viento 15 [63]
su caricatura de alas...
Pasan por la linfa de mi cuerpo, arrugado y flácido,
la corte del hampa de los instintos neutralizados
en la comicidad de la cultura.
¿No oyes al niño que se muere al lado?, 20
su sofoco de angustia te da un martillazo en las sienes
y complica tu hastío ciudadano
el andar de oca de las mujeres
el paso de los transeúntes
y el perpetuo gotear de las canillas mal cerradas... 25
¡Allá! ¡allá!, es tu interjección eterna,
¡más allá!, ¡más allá! debe estar la verdadera vida.
Fuma tirado en el lecho, fuma,
y silba el tango sin fin
que comenzó en la esquina del arrabal del mundo... 30
Hay que justificar nuestra inutilidad de babosa
que se arrastra pegada a los sentimientos...
¡Adiós, poeta!, tu padre, el mío, el del otro,
ronca en la alcoba,
en la misma alcoba donde ronca sus cincuenta años de costumbre 35
y su lumbre
agiganta tus ideas suicidas
en el pozo negruzco de tu vacilación,
vacilación
que llena al corazón 40
de ganas de morir
o dormir... o dormir...
Tu padre adelanta tu agonía,
día a día fallece un poco,
y sientes que el oscuro destino que te liga 45
a su ronquido igual [64]
escarba tus entrañas
con la sensación más desgraciada: la de la intolerancia...
Y tú falleces a ratos, a puchos, a retazos,
sin la parada de tirarte a muerto 50
como un fardo
en la vía pública
y al pasar la gente diga:
-Era feo y mísero el pobre poeta de la urbe...
-...más feo y más mísero que un caballo hinchado... 55
-...que una mosca verde...
-...que un perro sarnoso...
Y pase una mujer que te dé con el pie,
y pase una señora y te dé un centavo para las velas,
y pase un fariseo y te robe la cabellera, 60
y pase un amigo y te robe las metáforas,
y pase al fin una figura incierta y borracha,
-pálida y claudicante-
te mire implorante
y acaso diga: 65
-Cuán luminosa, Jesús, era su frente...
Pero mi cuerpo interrumpirá el tráfico
y licuará el asombro de su gesto decisivo
en la luminosa chorrera de puteadas
de los horteras 70
amenazados de llegar tarde a sus mostradores
ante el salto grotesco del poeta
que buscó vengarse de su ciudad
incrustando sus sesos en los adoquines
-adoquines sobados por dos millones de suelas ciudadanas- 75
para fijar en la tradición arrabalera
-arrabal que es la placenta de la Pampa prometida- [65]
el mismo gesto macho
de aquel otro versolari, de aquel otro payador,
de aquel otro hermanito en el Mester de Juglaría: 80
..."Entiérrenme en campo verde
donde me pise el ganao..."

Mi mujer
Cuando tenía veinticinco siglos de hastío y la fealdad repulsiva del ciudadano: cara de frente de fábrica, con dos ventanas por ojos y un cerrojo en la puerta para las buenas palabras llegaste vos, bruta y sencilla como una vaca, con apenas cinco años de escuela primaria, que, felizmente, no te hicieron mella.

Por más que te encanalló mi contacto, tu pureza natural estaba tatuada en tu piel blanca, olorosa a leche agria, y en el pozo de tus ojos grises y vacíos de animal alegre.

Cosa de carne tenías un alma maravillosamente simple, como una columna de agua o como un dolmen de piedra de sepulcro en la que los lagartos de tus pobres instintos salían a tomar el sol de mi lujuria.

Eras la copa de oro de la materia inerte, sin una verruga de ideal que alterase la maravillosa liga de tu metal, opaco y sordo.

¡Cuánto bien me has hecho! Volatilizastes el hastío con un gruñido de felicidad al besarme y a mi mala pata le hicistes un guiño muy mono.

Yo te bendigo y te bendice mi entraña renovada y la entraña de todos mis antepasados, los ogros y burgueses, cargados de botín en el asesinato moral de la lucha por la vida.

Mi cansancio racial fue tu túnica en la alcoba y danzamos en el espasmo con la gravedad ensimismada y animal que acaso hubiera querido Nietzsche. [67]

Tus vestidos eran lisos y blancos como tu espíritu, y más de una vez hirió la media luna de celuloide de tu barbilla la complicación paradógica del nudo de mi corbata: símbolo de mi abulia acuciada y tenebrosa.

Te amo porque aireaste los desvanes de mí mismo con el soplo de tu aliento, llenaste con la saliva de tu boca, profunda y dulce, los sótanos de mi indiferencia pesimista y clavaste en la frente de la personalidad el gallardete de sucederme en tu vientre con carne con que yo te hinchara.

Te bendigo en el nombre de mi madre porque eres sencilla como ella y tus manjares han su mismo sabor de pueblo.

Me hicistes humilde como un perro, lacio y leal, y a mí, ¡a mí! que tenía las embestidas del jabalí, pero impostadas, pero invaginadas...

Me animalizastes a tu nivel y te bendigo porque la coraza orinada de mí cultura aflautaba mis pulmones en el grito ocarinesco del pedagogo.

Eres tan del arrabal que tienes olor a tango y sabor al yuyo de la calle donde tus antepasados jugaban a los cobres.

Tu voz es una guitarra herida y cantas tus tres palabras esenciales: comer, gozar, vestir...

Tu piel granulada y blanca y blancos y granulados han de ser los 1000 gramos de tu cerebro justo.

Te producistes en mágico milagro de creación y yo sé que el divino alfarero que alisó tus ancas, altas y ondulantes, no te dejó la marca de fábrica. [68]

Eres tan del arrabal que eres mi alma ahora y a tu lado estoy en mi tierra, en mi casa, en mi traje y en mi piel.

Siento que te amaré toda la vida porque me has domesticado y estás en mí como una nueva circulación sanguínea y en mi mismo cerebro estás, alta y bella, pero muda, ciega y ausente, para no entrometerte en la endiablada zarabanda de mis imágenes, de las que no entenderías gran cosa.

Eres la perfección de lo sencillo y de lo común y sólo con mirarte pensativo siento que me agarro a ti como un pulpo negruzco se agarra a un alga elegante y derivante.

¡Vino de tu presencia para mi embriaguez nocturna! ¡Luz de tu figura para verme sombra y constatar que vivo! ¡Tabla a que me agarro! ¡Salvación de mi fe, puérpera y desangrada! ¡Turbión de delicias! ¡Tranquilidad de jornalero con los riñones doloridos y la mirada gozosa después de las 8 horas de trabajo! ¡Gratitud de poeta que ha encontrado su musa de carne...!, ¡de carne!

Darás tu alma sabiamente necia a mis hijos y yo les daré mi cochino nombre prostituido en todas las redacciones pobres.

Yo soy el escarabajo, redondo de angustia, que se amparó en tu luz.

Así, tan sin ideas generales, así, tan sin especializaciones, así, tan de carne franca y caritativa, dame siempre el agua de tu ternura fiel para templar los altos hornos de mi orgullo estéril y literatizante. [69]


El matrimonio del poeta

Marchitas hojas son los volados
de tu vestido, ¡qué mal te está!,
pero con tus grandes ojos apagados
rima bien tu faralá.

Eres la musa que a veces veo 5
en los viejos parques de la ciudad,
tráemelo a un fraile, de solideo
le serviremos tu faralá.

Nos casaremos, nos casaremos,
en una tarde lluviosa y gris... 10
con las maletas llenas de agujeros
escaparemos hacia París... [70]

Se me da una higa tu virginidad,
a veces se pierde subiendo ligera
los cuatrocientos tramos de la escalera 15
de la oficina de Monsieur Falstaff...

Unamos nuestra miseria física,
mi aire vago y doliente,
tu tuberculosis incipiente
y mi inquietud metafísica. 20

Nos casaremos, nos casaremos,
en la fiesta fúnebre colarán en rondón
los editores, los cuatro amigos que no tenemos,
y la agresiva dueña de la pensión...

Serás mi amante, la musa tuerta 25
que en mi alegría pondrá su sello,
con la miseria de tu carne muerta
serás la musa de la soga al cuello...

Nos casaremos, nos casaremos,
y en la pobre alcoba cuatro goteras 30
darán la rima de sus chas, chas...
al fin hastiados de las quimeras
de esta vida nos deslizaremos
por un suicida escape de gas... [71]


Salomé

Reventaré de risa por el símil que te endilgo.
¡Oh mi triste amada infiel!
Nunca comprenderás en tu ignorancia pura
todo lo exquisito de la leyenda en la literatura
mundial. 5
Me ha preocupado tu identidad en el tema,
para que salgas airosa en este poema:
de tu clara ignorancia no se ha roto aún el virgo,
¡Dios quiera que no te ilumine la Novela Semanal!
¡Tienes, para empezar, las barotas ajorcas de la bisutería 10
que se agitan cuando danzas en la luz sin poesía
de la electricidad! [72]
Tu vientre envasa tus órganos en la franca anarquía
de los sistemas que altera
cuando comes, el comer tan mal, 15
nadie se extrañe, pues, amada mía
ni no eres la bayadera
que en el untuoso tango su vientre hace ondular...


Tus senos rectilíneos tienen la infeliz prosapia
de los senos de las mujeres de tu raza 20
-fábricas de hijos, aplanadas como tapias-,
nadie se extrañe si las rituales curvas nunca están...
Tus senos son los senos de las mujeres de tu casa,
de las pobres mujeres de tu larvada raza,
sin senos por inútiles y en sus vientres las semillas 25
del placer de un rato a cambio de pan...

...Tus senos son dos cosas tan tristes y amarillas...

Mereces por tu hambre sin cesar renovada,
mereces por la huella del golpe en tu sien,
mereces por tu flanco canijo de insexuada 30
que te endilgue la leyenda de la literatura "bien".

Mereces por la causa de tu estoica alegría,
por las lágrimas que alcanzaste a derramar,
-porque el asco no te ha vencido todavía-
por lo que has de llorar, 35
y también, amada mía,
por la bomba que dejaste de tirar,
que te endilgue la leyenda de la aristocracia
de las letras. Tendrás por un tiempo toda la gracia
opulenta y estilizada que el ojo del Tetrarca 40 [73]
avizoró en la núbil hija de Herodíadas;
en la ambigüedad de la leyenda enarca
tus carnes miserables que la escrófula busca...
Hagamos la parodia con la desesperación tan chusca
del poeta maldito y de su infiel amada... 45

Endereza tus carnes en la luz de ceniza
de la ciudad que te hizo monstruosa y enfermiza;
levántame en la danza tu miserable traza;
danzarás la antigua danza de la leyenda de oro
con los podridos tacones de tu pie en el lodo, 50
con la raya de pringue que en tu cuello de golfa
parece que a la leyenda la va poniendo en solfa
pero en cambio la has ceñido de amenaza...

Estás en las calles de Buenos Aires que son tu cuna,
para danzar tu tuerta danza en son de mofa, 55
te agiganta solidario el palor de la luna
para que contigo baile toda la ralea de la baja estofa...

Que anochezca un sol suicida en la orgía espantosa
iluminando la decadencia de la zurda bailarina...
Con tu paso de danza vas cavando la fosa 60
donde se ve blanquear tu filoso perfil de fuina...

¡Pide lo que quieras Salomé de mi urbe!,
el deseo más insano agarrote el embrión
de tu alma, ¡¡¡que nada turbe
el desvaído anhelar de tu corazón...!!! 65

Cual pebeteros fantásticos en la ciudad, su sombra, [74]
los humos cojitrancos de las chimeneas
prestan a tu danza su brumosa alfombra,
y en el cauce oscuro del humo sin ruta,
cuando la alborada incendia sus teas, 70
¿o crees que estabas delante la gruta
donde el nuevo Bautista extrangula su voz si te nombra?

Para que se cumpla la sacra escritura,
aullar yo debiera sin literatura
las acres palabras del nuevo Mesías, 75
las rojas blasfemias de las profecías,
pero por más que se agote la garrulería
de un bachiller, pregonero de feria,
¿qué más elocuencia, ¡oh! amada mía,
que ver en tus carnes la Suma Miseria? 80

Avanza ya, grotesco Juan Bautista
-greda de locura los sesos del artista-,
¡mi cabeza en el plato de la luna...!
Y en el ritmo final el beso una
la limaza enjuta de tu boca inerte 85
y la revuelta boca del poeta fuerte
que ha encontrado en su símil su fortuna... [75]


Pero la verdad es esa

Me detuvo el espejo
-el helado espejo de tu cámara pobre-,
haciendo muecas para fingirme alegre...
Estoy siempre triste, pero amigo,
yo te niego 5
el derecho de entrar en mi tristeza...
Sufro como una bestia y esta tarde y siempre...
y vengo de mis raros paseos de extramuros
con el alma achatada como las casas,
tienen 10
mis ojos, un pavor antiguo...
Un miedo cerval a mostrarme triste,
porque la tristeza, la vera tristeza, está degenerada... [76]
Hay poetas que son tristes por el oficio,
y hay otros que lo son porque no son nada. 15
Yo tengo una tristeza sin vuelta de hoja,
una tristeza fundamental,
que ensucia las paredes de lo que se llama sentimiento
y se ensaya en el amor,
mi tristeza es una muchacha con delantal 20
en la tristeza definitiva del corredor
de una casa de departamentos... [77]


Tango

Con su pereza de hembra lasciva
arrastra el flato un bandoneón,
vierte un malevo ruin saliva
por el colmillo, sobre el salón,
esa pecosa se hace la esquiva 5
pero la alcanza a la deriva
el roce obsceno del pantalón.

Sobre la escena ya desconchada
por el otoño que es el flautín
une su pena de madrugada 10
su nota oblicua con el violín,
y la pareja danza enmarcada [78]
por la inminencia de puñalada
que es la frontera del cafetín.

Un criollo eterno con su Argentina 15
y su guitarra y el leal facón
su décima isócrona garla, empina
la danza y asienta el tacón,
cada puteada planta su espina
y un gran penacho de nicotina 20
presta la gratis decoración.

La voz añora la vieja hazaña
de algún malevo que se perdió
-Cuarenta entradas, alias: Araña.-,
por una hembra fue que mató, 25
el hampa gipa dentro su entraña
culto al coraje vuelca el caló.

Indiferente baila trenzada
con un cualquiera la tal mujer,
el tango dice con letra airada 30
que el taita Araña no ha de volver.
Tiende su carne, bestia encelada,
lame sus senos la llamarada
de los instintos que hace nacer.

Música oscura muestra la incierta 35
acre tristeza que va a danzar,
flota en la murga la rata muerta
que la noche ahoga en el albañal.
El viento lejos llama a una puerta [79]
y la blasfemia de alguien despierta 40
el alma torva del arrabal.

Hay un revuelo de luces bajas,
brillo sinuoso de algún facón,
las mesas esparcen a las barajas
y un filo muerde a un corazón. 45
Se arma la escena: Filo que saja
las cuatro ruedas son las rodajas
del honestísimo salchichón.

Sobre el tablado, triste y pringoso,
yace tirada la tal mujer, 50
junto a su flanco solloza un mozo
pero sus lágrimas no osan caer,
Nunca la hombría su vil sollozo
para que surja ya rencoroso:
-¡Mina, te dije que iba a volver...! 55

La voz de orgullo aquí se empaña
que como siempre lució el facón
-Cuarenta entradas: Alias: Araña.-,
tiene en el hampa su religión,
mientras historia la roja hazaña 60
la angustia rítmica del bandoneón. [80]


Hermana

Yo espero que el suburbio te levante
una estatua
atorranta
de pelos crinudos y bella garganta.
Yo sé que la fábrica 5
te ha dado un desmayo elegante
en la cadera
y al dibujar el tango su compadrada
estaba alcanzada
tu historia 10
¡ramera!
Ensalzada por los trovadores de la decadencia:
los saineteros te hicieron su eje, [81]
y a los payadores les diste la ciencia
del "Alma que canta". 15
Fleje
entre el perenne fardo de angustia
del centro al suburbio,
crimen turbio
de la ciudad. 20
Margarita ilegal
y nada mustia...
Estremecimiento tan tierno en el callo
que los hombres tenemos por corazón...
Ganas del ladrón 25
y excusa del asesino
alcuza de vino
barato,
después el boato
y ¡claro! el champán... 30
Typperary del vagamundos,
permanente noticia de policía
causa de la calle Azcuénaga,
Victoria Regia del Maldonado,
ciénaga 35
con luz eléctrica de noche y de día,
llanto extrangulado
en el rimero de sollozos que dicen los perros
enmendando los yerros
de sus hermanos los ladrones 40
porque en las canciones
los machos no lloran ¡nunca!
¡Atorranta!
tu apellido es gallego si no es italiano, [82]
pero tú eres la carne de los corazones 45
de todos nosotros, artistas, los nuevos,
¡que tenemos el orgullo malevo
de ser los mejores!
Hermana atorranta
te vamos a alzar una estatua 50
con latas
que quedan de tu huraña cuna:
Aquella tierra lejana y fangosa
donde florecen los heroicos temas
de tu actual fortuna: 55
¡La Quema de la basura! [83]


Marimba

Hasta tu nombre es música de rara alegría:
Marimba... marimba... ma... rim... ba...
Surges como el hilo de humo de mi cachimba
y en el café te diste carta de ciudadanía...

Tu voz es un coral, en su rojez obsceno; 5
y en la especiosa espuma de los violines
halagas el alma rubia de los sanmartines
porque tu voz es la música del género epiceno.

En el discorde acorde de autos y carriles,
junto a la redacción de seis pasquines, 10
tus alámbricos flautines
engendran los deseos más sutiles. [84]

Vales hoy, porque en la decadencia
del ambiente que musicas, hay
la omnipresencia 15
de algún mutilado Dorian Gray...

Estás entre nosotros con tu voz de lejanía,
nos llenas de recuerdos, de vagas remembranzas,
eres un misterioso trípode de esperanzas
donde canta la absurda solidaridad de la melancolía... 20

De las razas más remotas eres como un ala,
tu vago espejismo nos enseña a lo lejos,
-donde las botellas del bar acaban en los espejos-
el alma misteriosa del negro Batouala...

En el fracaso ilógico de nuestro viejo ensueño, 25
cuando su parda amenaza nos guiña la neurastenia,
vemos surgir de tu música una vaga Ifigenia
leída en el libro que no tuvo dueño.

Consuela tu música con vaga dulzura,
-dulzura que intima sabores de tila- 30
pero si alguno acaricia tu imagen impura
la loca desliza su lomo de anguila.

La ciudad rebelde a tu vana artimaña,
encrespa sus ruidos con brutal crescendo,
mientras para nos tú vas tejiendo 35
un loco arabesco de tela de araña...

Eres el encanto de una mujer velada
que nos anuncia la llegada de lo imprevisto, [85]
gracias a tus sones todos hemos visto
¡cuán era de bella la boca pintada! 40

Llenas nuestras venas de útil pereza,
eres como un lago que bifurca el "espleen",
¡y la ondina lejos si nos dice: "Ven"!,
en nuestra pereza fracasa la empresa...

Sonambuliza tu ruido a una raza cansada 45
que una guerra infame llevó a la hiperestesia,
si tienes una patria, yo digo que es Lutecia,
-provincia de Darío y región fronteriza de DADA...

Tu música aviva a nuestra foránea,
ilusión de escapar un día de la ciudad, 50
eres el marchito coro de la libertad
que llora la civilización contemporánea...

Eres una música aventurera y rasta,
posibilidad de peligrosos "ismos",
eres la Internacional del cosmopolitismo 55
y la oriflama múltiple de todas las castas...

Envuelta en tu encanto marchito se alza,
-Tanagra de carne que patina el hastío-
mi musa, y tan pobre, ¡Dios mío!
que baila descalza... 60

¡Ah! loca música de feérico fagot!
serpentea en el hilo de humo de mí cachimba...
Marimba... marimba... ma... rim... ba...
música menina... lenguaraz del caló... [86]


Cuadro sipnótico de mi existencia

Diez horas, diez horas de almacén,
¡Diez horas, diez!
Sacos de garbanzos, "Petit Pois extrafins"
¡y fardos de té!

¡Rabia! ¡Rabia! ¡Veinte horas de rabia! 5
¡Rabia multiplicada!
La cabeza en Babia
y una mueca en la cara cansada...

Cuatro idiotas, calzados, vestidos,
¡y todavía vivos! 10
...en fin... [87]
los pinte en su vida sin vida
esto: ¡nunca tuvieron noticia
de la muerte de Lenin!

Monograma en el viejo escritorio 15
que eyacula tinta,
uniendo sus burocráticos poros
un nombre se pinta.
¡Rosa! Como en el viejo Colegio Nacional
también aquí tu cifra fue grabada, 20
pero allá era sentimental
aquí es una puteada...

El patrón, un mastodonte:
cuello, cinco vueltas de grasa,
alma negra de polizonte, 25
chacal desjarretado
por el reumatismo,
tabla rasa
del mimetismo.

Yo no puedo concebir 30
que este hombre fue niño alguna vez,
lo ha debido parir
el espíritu precito de algún Juez.

El odio es una cisterna
que me vuelve el alma negra 35
con el odio y la rabia está la terna
que mi desesperación íntegra. [88]

¡Cómo han mutilado mis ilusiones!
¡Cómo han deshecho a mi optimismo!
Han abierto el grifo oscuro de las cavilaciones 40
y me han perdido de mí mismo.

¡Mamá!, ¡mamá!, ¡mamá!
¡Oh! el grito tenaz, el grito húmedo
de lágrimas subterráneas... ya
estoy haciendo números... 45

No la poesía de las cifras aladas;
son números con la cola entre las piernas,
son números burgueses, no sirven para nada,
pero no insultan ¡no hablan, no humillan...!
Oh, el firulete que les hago, 50
¡son tiernas caricias!

¡Diez horas!, ¡diez horas de almacén!
¡Mamá, mamá, mamá!,
como cuando me llevaron pupilo a la escuela,
¿recuerdas?, ¡fuiste tan buena!, 55
¡oíste mi grito infantil!
¡Ahora es ronco y cómicamente varonil
pero es más triste... ¡Mamá!
¡Llévame de aquí! [89]


La musa en el asfalto

Amo tu ocaso, tu soberbio artificio,
la gracia decadente que hace frente a la edad,
tu instinto inmortal sostiene el edificio
de tu carne que el tiempo no acierta a profanar.

Magnífica Teodora del sabio maquillage, 5
sobre la ruina eterna te levantas reina Esther,
en estado de larva se oculta bajo el traje
una de las viejecillas que amaba Baudelaire...

Los tintes sólo atigran la opulencia brumosa
de tu cabellera que hace sombra de kolh 10
sobre tus químicos ojazos de gata fastuosa
que arde en los icterísicos crepúsculos del sol. [90]

Tu boca es más vieja que tú, y también por eso
sus pliegues invisibles la entorna o la mueve
en la palabra trunca que dices como un beso, 15
porque tú besas a veces cuando llueve...

Porque tú besas a veces cuando llueve
y nuestro ensueño entonces se espeja en el asfalto...
Tu beso es esa racha de viento que aleve
el pulmón de la otra musa toma por asalto. 20

Y el alma ama tanto la sabiduría
de tu beso viejo, sabio, pegado a tus afeites...
es como haber violado a la melancolía
el esponjoso pregusto de tus raros aceites.

¿Cómo hablar de la fresa extinta en tus encías 25
para el decoro mate de tus dientes postizos?
Tu voz cascada y suave tiene las melodías
que el viento centenario modula en los chamizos...

Tu voz es la cascada voz semi-tumbada
de los jugadores que se juegan de una vez; 30
eres la lisa moneda de oro que rodaba
en el Montecarlo de mi hastío sin luz y sin croupier...

Sé que eres vieja, quizás eres vieja como mi ciudad
y que como ella gastas a las vulgares gentes,
pero sé que te atraes -¡Oh! compasiva maldad!- 35
para violarlos, a los huraños adolescentes...

Buscas la media luz para eludir el reproche
del tiempo, ¡pero en que acre lascivia el ánima se estanca [91]
cuando en el misterio de la media noche
abres tus vestidos y en la luna eres blanca! 40

Hubieras sido una viejecilla de Baudelaire
si tu enorme instinto no te avasallara,
si en tu mudez ambigua tu sexo no alzara
la voluntad a "outrance" de ser la MUJER.

¡Oh cómo amo tu bello, tu soberbio ocaso 45
la victoria del arte superior de las modistas!,
sobre la gravedad del tiempo tu traje de raso
y sobre la Muerte tus albayaldes y rouges fetichistas...

Bajo el cold-cream rosado tu cara es una esfinge
que sólo inmuta a ratos las galas del metier, 50
tu vejez es la juventud del tinte y del potinge
que se defiende contra la viejecilla de Baudelaire...

¿En qué edades antiguas clavado a tu sonrisa,
cariátide de pasmo mi rumbo en ti perdí?
Del fondo de mí mismo una voz clara y sumisa: 55
"Hace cinco mil años que está dentro de ti."

Eres quizás mi musa, artificiosa y llena
de especies olorosas ligadas a tu cera,
a veces en tu engaño en verdad que eres obscena
¡Oh! musa enigmática que estás en la vidriera... 60

Te aman los niños y los viejos se enamoran
del rosicler gemado de tu carne en locas fugas
de luz... y yo soy un niño anciano de esos que lloran
porque bajo los rizos se palpan las arrugas... [92]


La vía láctea

¡Qué tristeza feroz nos extrangula
en el locutorio de la pobretería!
donde nuestro hastío el bostezo formula
del poema urbano de la lechería.

Nada más triste en el mundo existe 5
que este locutorio de la pobretería
-blanca y agresiva su frialdad es un quiste
empotrado en nuestra melancolía-.

Días de lluvia, viejos días aceitados de aburrimiento,
cronología que escalona el suicidio, 10
ganas de acogotar el sentimiento
como a un gigantesco ofidio. [93]

Espejos maculados de antiguas grasas
-superposiciones de caras ingratas-,
granulaciones del tamaño de pasas 15
de todas las musas de la mala pata...

Los acres olores de la leche agriada,
como si se estuviese ante la lejía
de todos los pañales del mundo. Cada
mala palabra rectifica nuestra puntería. 20

Llueve inútilmente y desde el claustro blanco
de nuestra gregaria pereza criolla
se ve como al tranco
se hunde en la nada la giba de nuestra bambolla.

¿Quieres morir, hermano? La vida no tiene 25
ni una sola sonrisa de amorosa mujer,
en verdad, compañero, sostiene
a la rabia el poco comer.

Escupe tu angustia en el féretro blanco
que amortaja los días de tu mocedad. 30
Soñaste la altura y en un barranco
te desnuca la ciudad...

Pesimismo rabioso que ayuda
a trasegar la diaria ración de despecho,
hasta la lechería irónica suda 35
la angustia que inunda tu pecho. [94]

Y está tan cansado nuestro cansancio
que no movemos el gesto "arriba el telón".
y seguimos la farsa despacio, despacio,
somos: el espectador. 40

¡La espera!, algo se espera, se espera,
no sé, un grito, una ola, una revolución,
ni hemos notado a la primavera
y nos palpamos en busca del corazón...

En alguna parte del mundo habrá una mujer... 45
...¿una mujer?... ¡Bah! será como todas, hermano,
no cesa el llover,
crucemos las manos.

No me recites versos, es inútil, inútil y vano,
dame la esperanza, ¡diez centavos de ideal!, 50
una idea, un algo, un plano
desde el cual dar el salto mortal...

¡Ni eso! Toda la angustia encajada en el cuadro
del locutorio de la pobretería,
y las diarias blasfemias que ladro 55
al ser mal vestido de melancolía.

-¡Una mujer, una mujer...! La vieja idea que torna.
-Una mujer ha de existir, ¡oh mi hermano!
¿No notas la sorna
con que subrayo tu gesto tan vano? 60 [95]

Una mujer has soñado, hierática y suave
en el misterio de un parque remoto,
¡con la decoración de una fuente y un ave
y una luna romántica como un huevo roto!

Nada existe a no ser tu amargura, 65
nada existe a no ser tu fracaso,
eres la última pieza de la conjetura,
el lacio poeta de quien nadie hace caso...

Miremos la lluvia desde el lugar infame
donde nos enclava la odiada pobreza. 70
-¿Una mujer? Sí, puede ser que te ame
cuando ruedes sangriento debajo la mesa.

Una mujer te amará, no lo dudes. Su velo
de desposada blanca la ceñirá entera,
cuando se incline a besar en el suelo 75
los cuencos absortos de tu calavera.

Escucha, no bebas. A la odiada pobreza
que de fracasos en series te enfanga,
contéstale con gesto de heroica entereza:
un melancólico corte de manga... 80 [96]


Única canción de amor

I

¿Ves? Estoy obligado
a llorar en verso la pena
de tu amor perdido
para siempre en la nada.
¡He pedido tan poco!, 5
¡con tan poco edifiqué mi ensueño!
La cocina humosa,
la familiar tertulia del Domingo,
el grave silencio de tu barrio pobre, [97]
el arco iris de mi conducta hacia tus senos, 10
la dulzura de vivir bajo tus años
acurrucado como un perro trémulo
bajo la suave amenaza de tu mano...

Sensaciones fugitivas, románticas y zonsas,
desaliño ideal y trunco, 15
dejar en la puerta de tu casa chica
la complicación de mi superioridad,
y sentirme a la altura del agua barboteante
de tus lustrosas canillas sin personalidad
y de las tiras de cortezas secas, 20
-¡ilusión de campo!-
largas tiras de corteza de naranja
que se espiralizaban en los estantes...

La juventud mía es un asfalto
sereno y vulgar de puro oscuro 25
y tú eras la luna abrillantando
su opaca tristeza
clavada en mi desesperanza...
Mas todo es vulgar en la vida, y tú misma
bella y todo, fría y ausente, 30
vulgar pedestremente...

Fui a tu encuentro con el alma abierta
como una puerta familiar a la sombra amiga
y sólo encontré el enorme bostezo
de tu aburrimiento 35
y fuimos un largo bostezo de aburrimiento,
cuando podíamos ser un poema [98]
o una luz en él asfalto
de nuestras vidas
anuladas para siempre... 40

Yo bostezo amada, larga y dulcemente,
para que, amada,
mi cara
disimule el llanto,
porque por vez primera 45
en este libro que ha burlado tanto
he llorado, amada,
por ti, por mí, por el amor ido para siempre,
y como un romántico...

II

Yo podría ser un hombre rico, 50
-el sol dorado se acuesta en tus mejillas-
te hubiera llevado hacia una comarca
-nostalgia de lo andado que vi dentro tus ojos-
paisaje de sonrisas que en mis noches de visita,
tendías a lo largo de la murada calle; 55
cuando a la puerta salías a dejarme
Paisaje que
pasaba mi cabeza
recolectada en tu belleza,
y repartías tu ansia entre los mundos que habrá 60
y tu lástima a mí...
En la innutrida enredadera del traspatio [99]
un bicho vergonzante mastica 20 erres,
la vita nuova que soñamos aún no ha detenido
su improbable mentira de día de Reyes, 65
y hasta, ripio de conforme, la burguesa quimera,
-pan, sal, tranquilidad-
-el amor en mangas de camisa-
se fue... se fue...
¡Justicia de Dios! Te traje 70
hasta el alcance de tu ojo, entristecido y plúmbeo,
la cuarentena de mi tristeza que alargaba
mi cara
de aburrimiento.
-¡Oh el olor a mandarinas de tus senos alargados! 75
y gocé de prostituirte
-junto al plátano que decora la barriada-
con la incolora voz con que traduje
para tu oído, ausente en la caracola de los sueños que te hablan,
los chismes indecentes que en mi oficina ofician... 80
De profundis clamavi a te mi amor semiasfíxiado
por el temor de ser ridículo,
mientras tus largas piernas, suaves, blancas,
eran dos caminos blancos, suaves,
que yo, miserere di me, sin transitar ya desandaba... 85

III

¿Qué hacer? ¿Qué hacer si así ya somos,
si ya es inútil el beso que no alcanza [100]
a fingir la cruenta vulgaridad de todo
este pedazo de carne entusiasmada
que era yo ante ti, con la vergüenza 90
de querer obligarte a querer lo que no alcanza
a querer mi egoísmo?
(¿La madre que me quiere
acaso porque me parió y sólo por eso?)
Como una estaca que marca los caminos 95
ansiosa de belleza y de utilidad
florece cada año con brote que renueva,
así tengo mi amor, aparte y bien cuidado,
íntegro cultivo en el campo del recuerdo,
de lo que parsimoniosamente vos me distes 100
en las entrevistas truncadas por la duda,
cuando eras la señora de las islas que soñabas
y tus maravillosos ojos color de las glicinas
diluían las visiones de tierras tan distantes
de pueblos sin historias y sin literatura 105
ante el que podría ser un hombre rico
para colmar tu anhelo,
y no fue más que un oficinista
cuya alma crecida en tu belleza
es un gran borrón de tinta... 110 [101]


Plegaria única

¡Oh! bien amada
rosa enfangada
tan calumniada
llegó la fin...!

Verbo al asalto 5
claro de asfalto
loco en mi salto
por ti me vi.

Inhábil fusa,
trasluz de musa, 10
mi cornamusa
loa tu bien! [102]

Rosa en la cala,
Rosa sin gala,
tu martingala, 15
¿cuando la bala
para mi sien?

Musa transparente,
hueso solamente,
cutis puramente, 20
yo fui tu cliente
hay que pagar!

Tuerta leticia,
pobre sevicia,
ya mi impudicia, 25
¡ha de acabar!

Doncella tísica,
Venus sin física,
mi metafísica
de trapalón. 30

¡Entre guiones,
mis emociones
lamentaciones
ya son jirones
del corazón! 35 [103]

Musa borrosa,
cuerda herrumbrosa,
lira gangosa
exaudi nos!

Musa del hambre, 40
rosa de alambre,
sin un estambre,
¡tu carne fiambre
siempre tu tos!

Perdón te imploro, 45
si no deploro
en rancio lloro
tu pubertad.

Amada inerte,
negra es tu suerte 50
porque tu muerte:
¡mi celebridad!

¡Qué bien te sienta
para mi cuenta,
tu voz sin renta 55
de plañidera! [104]

Llanto que hilado,
copo arrumbado,
teje un helado,
sucio volado, 60
de clown tronado
tu danzadera!

Mi ser explicas
con tus súplicas
y me vindicas 65
pelafustán!

Mi cruel fracaso
de ir al acaso
en ti disfrazo,
¡Torcuato Tasso 70
con macferland!

Último arresto:
tuérceme el gesto
contra el Digesto
Departamental! 75

¡Nada de pacto!,
¡cumple tu acto!
al Orphelinato
Municipal! [105]

Funambulesca 80
loca y grotesca
¡armé la gresca,
con tu chapín!

Que ya el poeta,
-que se respeta- 85
llega a su meta,
en ti completa
su audaz pirueta:
última zeta
mi volatín...



ALGUNOS CONSEJOS SOBRE EL ARTE DE ESCRIBIR

Por Ernest Hemingway

"...Evita el uso de adjetivos, especialmente los extravagantes como "espléndido, grande, magnífico, suntuoso".
Nadie que tenga un cierto ingenio, que sienta y escriba con sinceridad acerca de las cosas que desea decir, puede escribir mal si se atiene a estas reglas.
Para escribir me retrotraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir.
Los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse sólo una vez terminadas sus obras, y aun entonces, no con demasiada frecuencia. Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella. A veces la botella tiene forma artística, a veces económica, a veces económico-religiosa. Pero una vez que están en la botella, se quedan allí. Se sienten solos afuera de la botella. No quieren sentirse solos. Les da miedo estar solos en sus creencias...
A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos.
Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal."


El origen del mundo

Hacia pocos años que había terminado la guerra de España y la cruz y la espada reinaban sobre las ruinas de la República. Uno de los vencidos, un obrero anarquista, recién salido de la cárcel, buscaba trabajo. En vano removía cielo y tierra. No había trabajo para un rojo. Todos le ponían mala cara, se encogían de hombros o le daban la espalda. Con nadie se entendía, nadie lo escuchaba. El vino era el único amigo que le quedaba. Por las noches, antes los platos vacíos, soportaba sin decir nada los reproches de su esposa beata, mujer de misa diaria, mientras el hijo, un niño pequeño, le recitaba el catecismo. Mucho tiempo después, Josep Verdura, el hijo de aquel obrero maldito, me lo contó. Me lo contó en Barcelona, cuando yo llegué al exilio. Me lo contó: él era un niño desesperado que quería salvar a su padre de la condenación eterna y el muy ateo, el muy tozudo, no entendía razones.
-Pero papá- le dijo Josep llorando-. Si dios no existe, ¿quién hizo el mundo? -Tonto- dijo el obrero, cabizbajo, casi en secreto-. Tonto. Al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles.

Eduardo Galeano - El libro de los abrazos

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