El tratado o pacto Roca-Runciman fue un convenio firmado por el vicepresidente argentino Julio Argentino Roca (hijo); y el presidente del British Board of Trade, Sir Walter Runciman, encargado de negocios británico.
Como producto de la crisis financiera de 1930 Gran Bretaña -principal socio económico de Argentina durante la década del treinta- tomó medidas tendientes a proteger el mercado de carnes incipiente en la Commonwealth, es decir, sólo compraría carnes a sus ex colonias: Canadá, Australia y Sudáfrica, entre otras. Para evitar que la política comercial inglesa afectara la balanza comercial argentina, el gobierno del presidente Agustín Pedro Justo suscribió este pacto, que el Senado luego ratificó mediante le Ley 11.693.
El 7 de febrero de 1933 la misión encabezada por el presidente de la Republica Argentina, Agustín P. Justo, llegó a Londres, siendo recibida por Eduardo de Windsor, príncipe de Gales y futuro rey. El 1 de mayo de 1933, Julio A. Roca y Sir Walter Runciman, por la parte inglesa, firmaron el pacto.


NOTAS EN ESTA SECCION
El Pacto Roca-Runciman en clave futura, por Juan Carlos Junio   |   El pacto Roca-Runciman, por Pedro Pesatti, 2007   |   El Tratado Roca-Runciman
Los monopolios, por Oscar A. Troncoso, 1970   |   Entrevista a Arturo O'Connoll, Clarín, 1998   |   Gunga Din, el perfecto cipayo, 2005

LECTURA RECOMENDADA
Norberto Galasso - La década infame  | 
Documento del pacto  |  Nota en Caras y Caretas sobre el suicidio de Lisandro de la Torre, 14/01/1939
Cobertura del asesinato del senador Bordabehere en el Senado (Caras y Caretas 03/08/1935) - Descarga alternativa
 

El Pacto Roca-Runciman en clave futura

A todas luces, se trató de un pacto de claudicación en toda la línea para los intereses generales de nuestro país.

Por Juan Carlos Junio

[Imagen: Revista Caras y Caretas Nº 1795, febrero de 1933]

El último 1º de mayo, mientras se conmemoraba un nuevo Día Internacional del Trabajador, se cumplían ochenta años de la firma del Pacto Roca-Runciman (1933), un acontecimiento histórico de enorme trascendencia para el futuro de nuestra Nación. Puesto en contexto, el pacto debe ser analizado a la luz de la dinámica propia del período que va desde la consolidación del proceso de formación del Estado Nacional (1880) hasta la gran crisis del sistema mundial capitalista de 1929, el cual estuvo caracterizado, desde lo económico, por la existencia de un esquema de división internacional del trabajo, en el que nuestro país participaba como exportador de productos agropecuarios e importador de manufacturas y capitales. La base conceptual estaba sustentada a partir de la impronta de las ideas moldeadas por el pensamiento liberal de la época, favorables a los intereses de las potencias hegemónicas, y que contaba internamente con el ferviente apoyo de la oligarquía ganadera local, muy particularmente de la pampa húmeda, lucro triunfante desde mediados del siglo XIX.

En este marco, con la crisis mundial de comienzos de los años '30 comienzan a evidenciarse los límites de este patrón de especialización productiva e inserción en el comercio global, caracterizados por una fuerte subordinación del ciclo económico local a las fluctuaciones en las economías centrales. De hecho, la caída de los precios de nuestros principales productos de exportación, las medidas proteccionistas de nuestros principales "socios" comerciales, así como también la reversión abrupta de capitales especulativos, no tardaron en afectar rápidamente los ingresos fiscales y de divisas, el crecimiento económico y las condiciones de vida de la mayoría de la población. A esto debe sumársele el acuerdo alcanzado en 1932 por las naciones del Commonwealth, en la Conferencia de Ottawa, donde Gran Bretaña establecía preferencias para la compra de productos cárnicos a Nueva Zelanda y Australia, reduciendo las cuotas de importaciones inglesas desde países no pertenecientes al "imperio", entre ellos las de Argentina. Ante esta situación, las viejas élites locales, las mismas que apoyaron el golpe de Estado en 1930, contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen y que confluían en la Sociedad Rural, enviaron a Gran Bretaña una misión a cargo del vicepresidente de la Nación, el hijo de Julio Argentino Roca, destinada a alcanzar algún acuerdo para garantizar el acceso al mercado inglés.



Caras y Caretas del 3 de agosto 1935. Cobertura del asesinato del senador Bordabehere en el Senado de la Nación. Las balas eran para Lisandro de la Torre. Clic para descargar el ejemplar completo en pdf.

El acuerdo final alcanzado con el ministro de Comercio británico, Walter Runciman, reconocía una reducida cuota para el ingreso de carnes argentinas y, a cambio, otorgaba una serie de gravosas concesiones para nuestro país, coronadas con la garantía que se le otorgaba a Gran Bretaña para el libre acceso a las divisas necesarias para girar intereses y utilidades al exterior, restringido en ese entonces por la existencia de controles de cambios.

A todas luces se trató de un pacto de claudicación en toda la línea para los intereses generales de nuestro país y que incluso tampoco llegó a conciliar plenamente los pedidos del lobby ganadero local. El asesinato del senador Enzo Bordabehere, en 1935, dejaría en evidencia la injerencia del poder de los frigoríficos; un atentado en realidad dirigido hacia el senador demócrata progresista Lisandro de la Torre, denunciante de maniobras de evasión y ocultamiento de datos de los frigoríficos extranjeros, en connivencia con el gobierno local. Una vez corrido el velo del ocultamiento, quedó al desnudo el carácter parasitario y corrupto de las grandes corporaciones locales y extranjeras, y su falta de escrúpulos para el uso de la violencia.

El relato resulta sumamente útil para interpretar el presente y trazar líneas a futuro. Muestra el gran valor de la Historia, las falacias del pensamiento ortodoxo, que aún hoy sigue descansando en los supuestos beneficios de la integración pasiva basada en la división internacional del trabajo y en el rol de las corporaciones capitalistas transnacionales, bajo el falso supuesto de que ello nos llevaría a mayores niveles de bienestar. En el fondo se trata de las mismas ideas que en el último cuarto del siglo XX, en consonancia con las reformas neoliberales implementadas a partir de la última dictadura militar, derivaron en importantes períodos de crisis e inestabilidad económica. Las que derivaron en los noventa en la firma de tratados bilaterales de inversión (TBI) en el marco de la Organización Mundial del Comercio, acuerdos que restringen severamente la soberanía nacional en la actualidad y que, en función de su espíritu, podrían ser considerados como una versión remozada y moderna de aquel Pacto del Oprobio de 1933. Aquí corresponde agregar que Brasil no firmó en los noventa ninguno de estos tratados y que, lejos de recibir "castigo" alguno, continuó recibiendo inversiones del exterior. Incluso días atrás se conoció que un representante de la diplomacia de dicho país fue nombrado presidente de la OMC, algo que no deja de ser paradójico.

Quienes bregamos por un cambio social profundo y progresista, sabemos que los desafíos que se nos presentan son múltiples, para nada simples, y muchos de ellos difíciles de modificar en un corto plazo, habitualmente plagado de urgencias. Pero la historia nos enseña que son rasgos que en mayor o menor medida nos han acompañado desde hace más de un siglo y que han sido moldeados en función de los intereses de oligarquías y monopolios en base a democracias condicionadas o, directamente, a la represión al pueblo. Realidades como son la fuerte concentración y extranjerización empresaria, la escasa densidad industrial o la regresividad de nuestro esquema impositivo, actúan como trabas que dificultan avanzar más aceleradamente en la construcción de una sociedad más justa y solidaria, y en la constitución de una democracia cada vez más igualitaria. A pesar de ello, en todos estos grandes temas estructurales, en la última década hemos avanzado con gran determinación, teniendo que vencer en cada tramo la resistencia brutal de las corporaciones económicas y culturales.

Por ello, mientras se sigue avanzando con la discusión y disputa de ideas en el plano de la batalla cultural, resulta esencial valorar el espíritu de planificación estratégica planteado por el gobierno nacional y defender las iniciativas que en función de ese rumbo se vayan materializando.

iNFO|news, mayo de 2013
 


PUBLICIDAD


 

Había una vez una oligarquía

Por Pedro Pesatti*

¿La oligarquía todavía existe? Es una palabra de viejas resonancias pero las palabras se actualizan. El tratado de las carnes Roca-Runcinman nos devuelve la lógica de las clases mas favorecidas de la Argentina.

"Argentina aceptó la liberación de impuestos para productos ingleses al mismo tiempo que tomó el compromiso de no habilitar frigoríficos de capitales nacionales. Paralelamente se creó el Banco Central de la República Argentina bajo la conducción de un directorio con fuerte composición de funcionarios del Imperio Británico"

"La lógica de la misión estaba marcada por los intereses de los grandes ganaderos –en particular de los invernadores que se dedicaban al comercio de carne enfriada- que a costa del desangramiento de la economía argentina pretendían mantener la misma rentabilidad previa a la crisis del treinta"


Don Hipólito Yrigoyen fue abucheado e insultado en la Sociedad Rural Argentina seis días antes del golpe de Estado que terminó con su gobierno. Se le criticaba su búsqueda de industrializar al país.

A raíz de la fuerte depresión que experimentó la economía mundial al comenzar los años ´30, Inglaterra –tal vez aprovechando estas circunstancia para obtener mayores ventajas de los negocios que hacía en la Argentina- anunció, luego de una cumbre realizada en Ottawa (Canadá) con los países miembros del Commonwealth, que sólo compraría carnes a los países que lo integraban, en particular, Australia y Canadá. La noticia en Buenos Aires causó alarma y dividió las opiniones del gobierno del presidente Justo. Su Ministro de Agricultura, Antonio de Tomaso, que se adjudicaba lógicamente las competencias para llevar adelante las negociaciones con Inglaterra, pensaba que dado el volumen de inversiones británicas en la Argentina y la calidad de nuestras carnes, había motivos más que suficientes para no temer a la determinación de Ottawa. Tomaso, que provenía del socialismo independiente, no tuvo el respaldo del gobierno y fue desplazado en las primeras negociaciones por Malbrán, el embajador de Argentina en Londres, que contaba con el abierto apoyo de los sectores oligárquicos, dueños de las mejores tierras del país. Este sector, nucleado en la emblemática Sociedad Rural Argentina y el Jockey Club, le hizo conocer al presidente Justo, en octubre de 1932, una propuesta que marcaría el antecedente del pacto firmado posteriormente entre nuestro país y el Reino Unido. Los grandes productores de carnes le solicitaban al gobierno que tratara con la máxima preferencia las importaciones británicas como único medio para garantizarse las enormes rentabilidades que habían conocido por décadas hasta la llegada de la crisis del ´30 y que deparó, en el terreno político, la caída de Yrigoyen, el primer paso para avanzar hacia un esquema de ruinosa dependencia para Argentina.

En enero de 1933 el gobierno envió a Inglaterra una misión para negociar nuevos términos de intercambio comercial. La delegación estaba encabezada por el vicepresidente de la Nación. Julio A. Roca (hijo), más conocido como "Julito", el propio Malbrán, Guillermo Leguizamón, Raúl Prebisch, Miguel A. Cárcano, Aníbal Fernández Beyró y Carlos Brebbia. Inglaterra, para tal efecto, designó un comité encabezado por Walter Runciman, Leslie Burgin, Frederick Leith Ross, Henry Fountain, H.F. Carlill, A.F. Overton, R. Fraser, R. Keith Jopson, J.R.C. Helmore, R. M. Nowell, R.L. Craigie, F.T.A. Ashton-Gwatkin, D.V. Kelly, H.L. Frechn y H. Brittain.


El senador Lisandro de la Torre denunció el tratado Roca-Runciman. Ilustración El Tomi.

La prensa argentina anunció el viaje de la delegación argentina como una mera devolución de atenciones por la visita del príncipe de Gales a Buenos Aires, en marzo de 1931. Las razones, desde luego, eran otras.

La Cancillería argentina buscaba un acuerdo que mantuviera el statu quo de la carne enfriada que se le vendía a Inglaterra relegando a planos menores otros rubros de bienes exportables que conformaban el mercado de intercambio entre nuestro país y el Imperio Británico. La lógica de la misión estaba marcada por los intereses de los grandes ganaderos –en particular de los invernadores que se dedicaban al comercio de carne enfriada- que a costa del desangramiento de la economía argentina pretendían mantener la misma rentabilidad previa a la crisis del treinta.

Uno de los miembros de la delegación argentina, que luego del derrocamiento de Perón tomaría las riendas del ministerio de economía, Raíl Prebisch, y vincularía a nuestro país al Fondo Monetario Internacional, no ocultó jamás que el objeto de la misión era mantener la cuota de carne enfriada antes que el volumen de las exportaciones. Incluso se mostró comprensivo con la determinación de Inglaterra de restringir sus importaciones. Es más, un funcionario del Foreign Office, de apellido Mason, señaló en el expediente donde quedaron consustanciadas las negociaciones, lo siguiente: "El control de la cuota de carne es para los argentinos lo que para nosotros representa la satisfacción de nuestras necesidades en cuanto a asignación de divisas, esto es, una consideración con respecto a la cual están dispuestos a subordinar todos los otros puntos".

A medida que se fueron desenvolviendo las conversaciones, Inglaterra fue imponiendo el precio del tratado: desbloqueo y disponibilidad absoluta de las libras pertenecientes a empresas inglesas radicadas en Argentina y la disponibilidad de cambio a favor de estas empresas. Por otra parte, aquello que la misma Sociedad Rural había denunciado como un atropello a los intereses del sector, en referencia a los frigoríficos que controlaban el mercado de carnes con Inglaterra, comenzó a ser también un tema de discusión central durante el tratado, al punto que la Argentina llegó a ceder las máximas ventajas para que el comercio de carnes enfriadas quede en manos de frigoríficos extranjeros y de esta manera Inglaterra pudiera garantizarse la regularidad de precios y oferta en el mercado inglés.

Las negociaciones, para los ingleses, eran una buena oportunidad para desbloquear los activos de las compañías de ese país. La aplicación del control de cambios había afectado a más de trescientas empresas británicas y según las estimaciones oficiales de Londres las compañías radicadas en Argentina tenían bloqueados un monto total de 51.530.000 pesos en ferrocarriles, 4.090.000 en tierras y colonias, 35.550.000 en compañías de importación, 2.770.000 en aguas corrientes y 6.990.000 en compañías varias.

Cuando se conoce esta pretensión en Buenos Aires, el Ministro de Hacienda, Alberto Hueyo, no dudó en oponerse a una pretensión que "Julito" Roca estaba dispuesto a aceptar. Para Hueyo, si Argentina cedía en el terreno del control del tipo de cambio, una vez descongeladas las libras esterlinas pertenecientes, sobre todo, a las compañías ferroviarias inglesas, el país se vería obligado a endeudarse con el exterior para mantener el nivel adecuado de divisas. Hueyo también se oponía a conceder ventajas aduaneras a Inglaterra sin una contrapartida por parte de ese país para la colocación de exportaciones argentinas.


Inglaterra obtuvo enormes concesiones, producto del tratado de carnes. Para la economía Argentina fue ruinoso aunque le garantizó a un sector minoritario una rentabilidad equivalente a la que habían perdido a partir de la crisis del treinta.

Finalmente, el 1º de mayo de 1933 se firma el tratado Roca-Runciman, por el cual Inglaterra se comprometía a continuar comprando carnes argentinas en tanto y en cuanto su precio fuera menor al de los demás proveedores mundiales. Como contrapartida, Argentina aceptó la liberación de impuestos para productos ingleses al mismo tiempo que tomó el compromiso de no habilitar frigoríficos de capitales nacionales. Paralelamente se creó el Banco Central de la República Argentina con competencias para emitir billetes y regular las tasas de interés bajo la conducción de un directorio con fuerte composición de funcionarios del Imperio Británico. No obstante todas estas concesiones, se le adjudicó además a Inglaterra el monopolio de los transportes de Buenos Aires.

El tratado Roca-Runciman causó vergüenza. Así lo advirtió Lisandro de la Torre al denunciar el acuerdo en el Senado y promover el debate que le costó la vida al senador electo por la provincia de Santa Fe, Enzo Bordabehere, que interpuso su cuerpo ante las balas de un sicario contratado para matar a Lisandro de la Torre en el mismo recinto de la cámara alta. En una de sus intervenciones, el senador Lisando de la Torre dejó este registro: "El gobierno inglés le dice al gobierno argentino "no le permito que fomente la organización de compañías que le hagan competencia a los frigoríficos extranjeros". En esas condiciones no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a los dominios británicos semejantes humillaciones. Los dominios británicos tiene cada uno su cuota de importación de carnes y la administran ellos. La Argentina es la que no podrá administrar su cuota. No sé si después de esto podremos seguir diciendo: "al gran pueblo argentino salud". Como respuesta, "Julito" Roca expresó con una fidelidad asombrosa a los intereses de la clase social que representó, uno de los párrafos más vergonzosos de nuestra historia. En uno de los banquetes ofrecidos por los ingleses a los negociadores argentinos, el Príncipe de Gales se dirigió a sus interlocutores expresando lo siguiente: "Es exacto decir que el provenir de la Nación Argentina depende de la carne. Ahora bien: el porvenir de la carne argentina depende quizás enteramente de los mercados del Reino Unido". Roca le contestó: "Argentina, por su interdependencia recíproca, es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del imperio británico", tras lo cual otro miembro de la delegación, Leguizamón, remató: "La Argentina es una de las joyas más preciadas de la corona de su Graciosa Majestad". Inglaterra no dudó en conferirle el título de Sir al catamarqueño que tuvo la osadía de expresar en tan pocas palabras la clave de nuestra desdicha. Las clases representadas en la comisión de las carnes lograron mantener los mismos beneficios del que habían gozado en otras épocas en detrimento del funcionamiento general de la economía y de nuestro desarrollo.

La Sociedad


ANIMAL POLITICO - Las vacas han estado en el centro de las disputas sobre el modelo económico-político de la Argentina.

En 1866 se creó la Sociedad Rural Argentina. Menos de un centenar de integrantes eligieron a su primer presidente, José Martínez de Hoz. Desde sus albores, la entidad funcionó como "la voz del campo", aunque en verdad jamás representó los intereses de los pequeños y medianos productores, y mucho menos de los miles de arrendatarios que pusieron en producción las llanuras de la que una elite se apropió de manera espuria durante la lucha contra el indio. Tampoco hoy representa otro interés que no sea el de los grandes dueños de las enormes extensiones de la llanura más pródiga del mundo.

Un breve historial nos devuelve su verdadero rostro:
En la inauguración de la "célebre muestra" del 30 de agosto de 1930 el presidente Yrigoyen fue insultado y abucheado. Se lo criticaba por su pretensión de empujar el desarrollo de la industria. Seis días después era derrocado.

En 1935 el embajador inglés pronunció un discurso en la muestra en el que afirmó: "La Sociedad Rural es la personificación de la amistad anglo argentina". Los frigoríficos ingleses ejercían el monopolio de la exportación de carnes.
Con Perón, las relaciones fueron pésimas. El proceso de sustitución de importaciones impulsadas por su gobierno no eran bien vistas por los miembros de la SRA. El presidente jamás participó de las exposiciones ni los miembros de su gobierno. El embajador de los Estados Unidos, Spruille Braden, fue orador en la muestra de 1945.

Onganía ingresó a la muestra de 1966 sobre la carroza que uso la Infanta Isabel en el Centenario. El presidente de la Rural lo recibió con estas palabras: "Si en todos ha renacido la esperanza, si el anhelo común es reconstruir la Argentina, si aspiramos al bienestar general positivo, entonces nuestros primeros deberes han de ser asumir la total responsabilidad que nos compete, trabajar a conciencia en orden y disciplina".
Con Videla las relaciones también fueron muy buenas. El Proceso le entregó a la Rural la Secretaría de Ganadería que ocupó el padre de Máxima Zorreguieta. En la inauguración de 1977 el titular de la entidad dijo: "El proceso de moralización iniciado en marzo de 1976 se nota en todos los niveles del cuerpo social".

El presidente constitucional Raúl Alfonsín fue objeto de la silbatina y repudio más feroz en la muestra de 1987.
En los tiempos de Menem, Crotto felicitó a Cavallo al sostener que "las cuentas fiscales hay que equilibrarlas pero no en perjuicio del sector más importante de la Nación". Tiempo después, cuando el país marchaba hacia el abismo, el mismo titular de la Rural pronunció un discurso en sintonía con los dictados del FMI al pedir mayor apertura económica y desregulación contra el "excesivo proteccionismo explícito a sectores ineficientes de la economía".

*Legislador por el FPV de Viedma


El Tratado Roca-Runciman

Fuente www.argentina-rree.com (Historia de las Relaciones Internacionales de la República Argentina)

Los intentos iniciales del gobierno argentino para moderar el impacto de las medidas de preferencia imperial británicas fueron protagonizados por el embajador argentino en Londres, Manuel Malbrán, quien debió enfrentar la oposición del líder del Partido Socialista Independiente, y el Ministro de Agricultura Antonio de Tomaso, quien demandaba ser el hombre de confianza para llevar a cabo las negociaciones argentino-británicas. A diferencia de Malbrán, de Tomaso creía que no eran necesarias altas tarifas para protegerse de las medidas proteccionistas británicas. Confiaba en que el volumen alcanzado por las inversiones británicas en la Argentina y la calidad de la carne que se enviaba a Gran bretaña eran razones de por sí suficientes para no temer los efectos de la conferencia de Ottawa en las exportaciones argentinas. El propio Foreign Office reconoció que de Tomaso era excesivamente optimista. Finalmente, el Ministro de Agricultura no contó con el respaldo ni del gobierno británico ni del argentino. La misión argentina que fue enviada a Londres excluyó a de Tomaso e incluyó a Malbrán. (1)

Las gestiones de Malbrán en Londres fueron respaldadas por los productores argentinos a través del ya mencionado memorial al Presidente argentino de octubre de 1932, por el que aquellos hicieron conocer su deseo de que el gobierno tratara con especial preferencia a las importaciones británicas como un medio para evitar los posibles perjuicios de las disposiciones de la Conferencia de Ottawa sobre las exportaciones argentinas. (2)

La misión que partió para Londres a mediados de enero de 1933 estuvo compuesta por el vicepresidente Julio A. Roca (hijo), Manuel A. Malbrán, Miguel Angel Cárcano, Guillermo F. Leguizamón, Raúl Prebisch, Aníbal Fernández Beyró y Carlos Brebbia. (3) Por su parte, la delegación británica estuvo formada por Walter Runciman, Leslie Burgin, Frederick Leith Ross, Henry Fountain, H.F. Carlill, A.F. Overton, R. Fraser, R. Keith Jopson, J.R.C. Helmore, R. M. Nowell, R.L. Craigie, F.T.A. Ashton-Gwatkin, D.V. Kelly, H.L. Frechn y H. Brittain. (4)

La Cancillería argentina describió oficialmente esta misión como una visita de cortesía destinada a retribuir la buena voluntad demostrada por el príncipe de Gales en su visita a la Argentina en marzo de 1931. (5) Las instrucciones impartidas por la Cancillería argentina establecían que dicha misión debía lograr un acuerdo que se acercara lo más posible al statu quo respecto de la carne enfriada. Los otros rubros de exportación no fueron considerados de importancia por las autoridades argentinas debido a que no habían sido afectados por los acuerdos de Ottawa o porque podían encontrarse para ellos mercados de colocación alternativos al británico. Desde la perspectiva del gobierno argentino, la carne enfriada constituía el rubro esencial en la vinculación comercial con Gran Bretaña. (6) Como decía un informe de la misma Cancillería "Detener ese 'más allá' de Ottawa es, pues, la sola y única posibilidad, y también la verdadera misión de nuestra embajada especial en Londres". (7).



El documento del Tratado Roca-Runciman (clic para agrandar)

Fodor y O'Connell creen que en realidad el gobierno argentino, que estaba bajo presión de los ganaderos -y muy especialmente de los invernadores dedicados al lucrativo comercio de carne enfriada-, quería obtener en primer lugar el control de la cuota de carne, para poder negociar desde una posición fuerte con los frigoríficos, y luego la seguridad de que no se reduciría aún más la cuota de carne enfriada destinada al Reino Unido. La estimación de que la delegación argentina estaba más interesada en el control de la cuota de carne que en su volumen se derivaría de lo expresado por uno de los miembros de la misión argentina, el economista Raúl Prebisch, quien señaló que era comprensible la necesidad del gobierno británico de introducir restricciones en las importaciones. El interés argentino por el control de la cuota de carne quedó evidenciado en la nota de un funcionario del Board of Trade -Carlill- sobre la segunda reunión del Subcomité de Carnes de las negociaciones en la cual la delegación argentina presentó sus desiderata. Entre éstos el más importante era el del control de la cuota. Asimismo en el mismo expediente, aparece la opinión de Mason, funcionario del Foreign Office, señalando que "el control de la cuota de carne es para los argentinos lo que para nosotros representa la satisfacción de nuestras necesidades en cuanto a asignación de divisas, esto es, una consideración con respecto a la cual están dispuestos a subordinar todos los otros puntos". (8)

Por el lado británico, la exigencia más importante del Board of Trade británico era la del desbloqueo de las libras pertenecientes a empresas inglesas en la Argentina y la disponibilidad del cambio a favor de dichas empresas, tal como se desprende del contenido de uno de los telegramas del jefe de la delegación Julio A. Roca (hijo) al Ministro de Relaciones Exteriores enviados desde Londres en marzo de 1933:

"El Gobierno Británico ha subordinado al arreglo del dinero bloqueado y a la disponibilidad del cambio, toda su política en el curso de las negociaciones. Se ha propuesto con ello no sólo asegurar las posibilidades de su comercio de exportación, sino también el pago de los réditos de los cuantiosos capitales invertidos en nuestro país. Las pretensiones en materia de tarifas parecerían haber quedado en todo momento relegadas a un segundo plano; esto se desprende claramente de las propias expresiones empleadas por el Ministro Runciman en la conversación privada que mantuvo conmigo (...) Me informó que la solución de la cuestión cambios era esencial para el Gobierno Británico y que de esa solución dependía el éxito ulterior de las aspiraciones argentinas. "Yo no podré asegurar, díjome, el triunfo de una política que garantice a la Argentina la introducción de sus productos dentro de las posibilidades creadas por los acuerdos de Ottawa; si ustedes no me dan una base sólida de sustentación, que la opinión británica encontrará tan sólo en la solución de los problemas del cambio. Con esta base yo me atrevo a comprometerme a salir triunfante de la fuerte oposición que encontraré en el Parlamento en contra de tales arreglos. Sin ella estoy vencido de antemano y no podría ni siquiera plantear la cuestión". (9)

Por otra parte, como ya se ha señalado, desde algunos años atrás se venía desarrollando en la Argentina una campaña de los ganaderos en contra del pool de frigoríficos, que controlaba monopólicamente la exportación de carne a Gran Bretaña desde el Río de la Plata. (10) La Sociedad Rural había denunciado a dicho pool en una publicación titulada El Pool de Frigoríficos: necesidad de la intervención del Estado, la cual concluía que: "Si el pool decidiese restringir sus exportaciones de chilled al mercado británico, conseguiría en éste más altas cotizaciones, en desmedro de los consumidores y congestionaría la oferta de novillos en nuestro mercado, a costa de los precios más bajos que recibirían nuestros productores". (11) Por su parte, el Ministro de Agricultura, Antonio de Tomaso, había advertido en una carta escrita al canciller Saavedra Lamas y en la fase temprana de las negociaciones sobre el convenio, que debía ser demandada prioritariamente la asignación de una cuota a la Argentina. (12)

Por su parte, los representantes del Board of Trade quisieron mantener el control de la cuota de carne por parte del pool, con el fin de mantener la regularidad de precios y oferta en el mercado inglés. El tema del manejo de cuota fue -según informara Roca- el primero que los representantes británicos pusieron sobre la mesa de negociaciones al tratarse el tema de las carnes, y las diferencias sobre esta cuestión se prolongaron casi hasta el momento de firmarse el convenio Roca-Runciman. Las autoridades del Board of Trade temieron que la participación del gobierno argentino en el manejo de la cuota de carnes importadas "trastornase el mercado inglés, sea por insuficiencia técnica de las (nuevas empresas frigoríficas) en la distribución y venta de carnes, sea que se entablen luchas entre ellas y las antiguas, que hagan caer los precios (...)". (13)


Ver o descargar Diario del Bicentenario
Año 1933.
Descargar el Diario del Bicentenario completo (1810-2010) en un paquete comprimido (195,3 Mb).

Las dificultades para conseguir los objetivos de la delegación argentina quedaron evidenciadas en un telegrama que Roca enviara desde Londres al canciller Saavedra Lamas en el mes de marzo de 1933, dando a entender la conveniencia de aceptar un arreglo aunque no fuese el inicialmente buscado:

"El fracaso de las negociaciones entabladas con el Gobierno Británico tendrán, a mi juicio, consecuencias altamente perjudiciales y entrañarían positivos peligros para la economía de nuestro país. No es posible pensar que si la Misión Argentina se retira de Londres sin haber concluido un arreglo satisfactorio pueda mantener sin empeorarse la situación existente con anterioridad a la llegada de la Misión. Los arreglos de Ottawa señalan un límite forzoso a nuestras aspiraciones de mejorar las condiciones de colocación de nuestros productos agropecuarios, pero no fijan el límite a la posibilidad de que se concreten condiciones mucho más perjudiciales para ellos. A ellos concurrirá en primer término la acción infatigable de los partidarios de la preferencia a otorgarse a los Dominios y la apelación incesante de los productores de carne británicos. A estas pretensiones han podido ser contenidos hasta este momento por los funcionarios del Board of Trade que han hecho valer la posibilidad de realizar arreglos satisfactorios para el capital y la industria británica con la República Argentina y con algunos otros países: Dinamarca y Noruega. El fracaso de las negociaciones daría libre curso a todas estas aspiraciones que no encontrarían ya barrera que le ha ofrecido hasta el momento la política desarrollada por el Board of Trade, que ya fue en su hora, adversario de los arreglos de Ottawa". (14)

Ahora bien, como ya se ha mencionado, estas negociaciones estaban estrechamente vinculadas con el intento británico de desbloquear activos de las empresas de ese país. En efecto, la exigencia británica de desbloquear las libras pertenecientes a empresas británicas instaladas en la Argentina, que tenían crecientes dificultades para remitir sus ganancias al Reino Unido, tenía directa relación con las medidas de política económica adoptadas por las autoridades argentinas. La aplicación del control de cambios en la Argentina afectó por lo menos a 373 compañías británicas, según estimaciones del Board of Trade. (15) De acuerdo con los cálculos del gobierno argentino aportados por una lista del Ministerio de Relaciones Exteriores, había por lo menos 49 compañías británicas con pesos bloqueados. (16)

De acuerdo con la misma fuente, las compañías británicas en la Argentina tuvieron bloqueado, como consecuencia del control de cambios, un monto total de 51.530.000 pesos en ferrocarriles, 4.090.000 en tierras y colonias, 35.550.000 en compañías de importación, 2.770.000 en aguas corrientes y 6.990.000 en compañías varias. (17)

Un caso testigo de la complicada situación que el régimen de control de cambios provocaba a las compañías británicas en la Argentina fue el del Ferrocarril Central Argentino. Esta compañía había acumulado más de un millón y medio de libras esterlinas en Buenos Aires y, sin embargo, se vio obligada a pedir un préstamo al Westminster Bank de Londres para poder pagar un dividendo de 320.000 libras. Ante esta situación, el gerente de dicha compañía ferroviaria sugirió que "para evitar una repetición de la situación actual (...) parecería ser solamente justo y razonable que Gran Bretaña, como proveedora de la mayor cuota de las divisas distribuidas por la Comisión de Control de Cambios, pidiera al gobierno argentino que se otorgara preferencia a firmas que remesen fondos a Inglaterra en igual magnitud a los fondos que son remitidos por Inglaterra a la Argentina". (18)

Por lo tanto, preocupadas por los efectos del régimen de control de cambios sobre las empresas británicas instaladas en el mercado argentino, las autoridades de Londres procuraron vincular este tema a cualquier posible concesión en términos de modificar las cuotas de importación de carne en favor de los ganaderos argentinos. En las conversaciones previas al Tratado Roca-Runciman de 1933 la diplomacia británica procuró condicionar el logro de la estabilización de las exportaciones de carnes buscada por las autoridades y ganaderos argentinos a que las compañías británicas radicadas en la Argentina pudiesen importar productos del Reino Unido (especialmente ferrocarriles). A su vez, para lograr este objetivo era necesario que el gobierno argentino hiciera concesiones en su política de control de cambios adoptada desde 1931. El vicepresidente Roca era partidario de otorgar a Gran Bretaña la solución al problema de los fondos bloqueados por las consecuencias desventajosas que la persistencia de dicho problema podía traer al comercio argentino. En marzo de 1933 informaba al canciller Saavedra Lamas lo siguiente:

"El gobierno británico ha subordinado al arreglo del dinero bloqueado y a la disponibilidad de cambio toda su política en el curso de negociaciones (...) Cabe pensar cual sería la situación que habría de sobrevenir si fracasaran los arreglos en trámite. A los 500.000.000 ya bloqueados, habrían de agregar no menos de 150.000.000 como consecuencia de la falta de disponibilidades del cambio del año en curso; y cabe también presumir cuáles serían las dificultades emergentes de tal estado de cosas llamadas a agravarse día a día, y cuáles serían los riesgos que correría como consecuencia de ello la estabilidad (de) nuestra propia moneda. Si estos arreglos no se realizaran no es imposible pensar en que Gran Bretaña (no a título de represalia sino en defensa de sus propios capitales y de su comercio interno) pudieran pensar en la adopción de medidas tendientes a regular el cambio, bloqueando a sus libras esterlinas provenientes de la venta de los productos argentinos con el fin de utilizarlas en pago de sus exportaciones y sus réditos. Tal hipótesis refleja las sugestiones salidas de labios de algún hombre influyente de la City (...)". (19)

La exigencia británica respecto de que el gobierno argentino hiciera concesiones en el terreno de la política de control de cambios generó una importante diferencia de opiniones entre el Ministro de Hacienda Alberto Hueyo y el vicepresidente Roca. Hueyo se oponía a la exigencia de los negociadores británicos de que las autoridades argentinas hicieran concesiones en materia de política cambiaria, pues pensaba que, una vez descongeladas las libras esterlinas pertenecientes a las compañías ferroviarias inglesas en la Argentina, el gobierno argentino se vería obligado a contraer empréstitos del exterior para poder mantener un nivel de divisas adecuado. También rechazaba la idea de otorgar concesiones adicionales sobre los derechos de aduana a Gran Bretaña sin recibir a cambio medidas recíprocas del lado británico. En la opinión de Hueyo, no se podían otorgar franquicias extra a los británicos cuando ya aproximadamente 54% de los productos ingleses entraban libres de derechos en el mercado argentino hacia 1932. El ministro pensaba que estas concesiones adicionales de aduana eran innecesarias, si se iban a otorgar ventajas en la política de control de cambios. Además sostuvo que dichas concesiones originarían un serio desequilibrio en el presupuesto. En síntesis, el ministro Hueyo deseaba que el gobierno argentino mantuviese un estricto control sobre el comercio exterior como una ayuda indispensable para concretar las reformas financieras internas, equilibrar el presupuesto y ganar la cooperación de los inversores británicos "rehenes" en el mercado argentino. (20)

El vicepresidente Roca, a diferencia del ministro Hueyo, tuvo por principal objetivo garantizar niveles mínimos de exportación a Gran Bretaña, aun a costa de resignar la protección cambiaria. Según su óptica, era necesario vincular todavía más estrechamente entre sí a las economías argentina y británica, de modo que las empresas británicas en la Argentina fueran dependientes de la prosperidad general del país anfitrión para poder sobrevivir. (21)

Así, toda la actuación de Roca parece haber estado guiada por la idea de que debía evitarse un mal mayor. En su informe acerca de las negociaciones, aquél sostuvo: "Hemos tenido constantemente como punto de mira la necesidad de vincular más estrechamente los intereses económicos británicos con los nuestros, a fin de estimular el desarrollo de elementos de resistencia contra las tendencias proteccionistas y preferencias que se desenvuelven progresivamente en desmedro de nuestros productos". (22) Finalmente, la firma del tratado provocó el alejamiento de Alberto Hueyo de su cargo de Ministro de Hacienda el 30 de junio de 1933. (23)

No obstante, a pesar de los numerosos obstáculos existentes en las negociaciones mantenidas entre la misión encabezada por el vicepresidente Julio A. Roca (hijo) y los representantes del Board of Trade liderados por Walter Runciman, finalmente se llegó a un acuerdo el 1º de mayo de 1933. Este convenio comprendía una convención y un protocolo. (24)

Década infame

"Desde que José Luis Torres propuso el término, el lapso comprendido entre las revoluciones del 6 de septiembre de 1930 y el 4 de junio de 1943 es conocido como Década Infame. Nominación exacta, representada políticamente por el fraude, el soborno y la coerción, económicamente por una entrega ilimitada al imperialismo británico y los intereses agroimportadores, y socialmente por la represión, la desocupación y la inseguridad, todo ello espolvoreado por una permanente corrupción que abarcó a todos los estamentos sociales argentinos."

[Miguel Angel Scenna, FORJA: La lucha en la década infame]

El texto de la convención establece en su artículo 1º el compromiso del gobierno del Reino Unido de no imponer ninguna restricción a las importaciones de carne enfriada argentina que implicara una cantidad inferior a la importada en el trimestre del año terminado el 30 de junio de 1932, "a menos y tan sólo cuando a juicio del gobierno del Reino Unido, después de haber consultado al Gobierno Argentino e intercambiado con éste toda información pertinente, ello fuera necesario para asegurar un nivel remunerativo de precios en el mercado del Reino Unido" (párrafo 1). Si por "circunstancias imprevistas" el gobierno británico se veía obligado a reducir sus importaciones de carne enfriada de la Argentina en un monto mayor del 10% por debajo de la cantidad importada en el año terminado el 30 de junio de 1932, debía también reducir las importaciones de carne enfriada y congelada procedentes de todos los países exportadores de carne que formaban parte de la Comunidad Británica de Naciones "en un porcentaje igual al porcentaje de reducción de la carne vacuna enfriada argentina por debajo del 90% de la cantidad importada en el trimestre correspondiente del año terminado el 30 de junio de 1932" (párrafo 2).

Por el artículo 2º de la convención de mayo de 1933, párrafo 1, el gobierno argentino debía destinar la suma total de cambio en libras esterlinas proveniente de la venta de productos argentinos en el Reino Unido para satisfacer la demanda para remesas corrientes de la Argentina al Reino Unido, permitiéndosele deducir una suma razonable anual para el pago del servicio de la deuda pública externa argentina (nacional, provincial y municipal). Los párrafos 2 a 6 de este artículo 2º se referían al orden y la forma en que el cambio en libras esterlinas disponible sería otorgado.

El párrafo 2 sostenía que previa la reserva para el pago del servicio de deudas públicas externas, el cambio en libras esterlinas disponible por las autoridades argentinas "será distribuido entre las diversas categorías de solicitantes de remesas al Reino Unido (y) será resuelto mediante acuerdo entre el gobierno argentino y el gobierno del Reino Unido". Por el párrafo 3, el gobierno argentino debía apartar un equivalente en libras esterlinas de doce millones de pesos papel, "con el fin de realizar pagos en efectivo hasta un importe a fijarse entre el gobierno del Reino Unido y el gobierno argentino, con respecto a cada uno de los casos de saldos en pesos que, hasta el 1º de mayo de 1933, estuvieran esperando cambio en libras esterlinas para ser remitidos al Reino Unido". Y por el párrafo 4 se establecía que el gobierno argentino ofrecería emitir bonos en libras esterlinas en cambio de los saldos en pesos que hubiesen quedado al 1º de mayo de 1933 a la espera de cambio en libras esterlinas para ser remitidos al Reino Unido, después de haberse agotado los doce millones de pesos papel a que se refiere el parágrafo precedente. Estos bonos serían emitidos a la par, a un plazo de veinte años, comenzando su amortización a los cinco años de su emisión y devengarán un interés del 4% anual. El tipo de conversión y demás condiciones de los bonos serán convenidos entre el gobierno argentino y una comisión de representantes de los tenedores de los saldos en cuestión.

El artículo 3º comprometía a las partes a la firma de un convenio suplementario, "con disposiciones relativas a los derechos y otros gravámenes similares, así como a las regulaciones cuantitativas a ser aplicadas a las mercaderías del Reino Unido en la República Argentina y las similares a ser aplicadas a las mercaderías argentinas en el Reino Unido".

Por el artículo 4º se establecía que ninguna disposición de la convención afectaría los derechos y obligaciones del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación firmado en Buenos Aires el 2 de febrero de 1825. El artículo 5º establecía que cualquier divergencia relacionada con la interpretación o aplicación de la Convención sería sometida, a pedido de una de las partes, a la Corte Permanente de Justicia Internacional, "a menos que en cualquier caso particular las partes contratantes convengan en someter la divergencia a otro tribunal o resolverla por otro procedimiento". Finalmente, el artículo 6º establecía la obligatoriedad de ratificar la convención y el plazo de vigencia de la misma que era de tres años.

Por su parte, el Protocolo que acompañó la Convención de mayo de 1933, establecía en su párrafo 1 el compromiso del gobierno argentino de dispensar a las empresas que contaran con colaboración de capital británico un "tratamiento benévolo que tienda a asegurar el mayor desarrollo económico del país y la debida y legítima protección de los intereses ligados a tales empresas". El párrafo 2 del Protocolo expresaba por su parte la disposición del gobierno británico a cooperar con el argentino en "una conjunta investigación de la estructura económica y financiera y del funcionamiento del comercio de carnes, con especial referencia a los medios a adoptarse para asegurar un razonable beneficio a los ganaderos".

El párrafo 3 establecía que, en el caso de que el gobierno o los ganaderos argentinos tuvieran la propiedad y administración de empresas que no persiguieran fines de lucro sino una mejor regulación del comercio y la búsqueda de un beneficio razonable para el ganadero, el gobierno del Reino Unido estaba dispuesto a permitir la importación de carne proveniente de dichas empresas hasta el 15% de la cantidad total importada de la Argentina al Reino Unido.

En el párrafo 6, las autoridades argentinas declaraban su intención de: a) mantener libres de derechos el carbón y todas las mercaderías que en ese momento se importaban en la Argentina libres de derechos; b) retornar en general a las tasas y aforos sobre las mercaderías británicas vigentes en 1930 "hasta donde lo permitan las necesidades fiscales y el interés de las industrias nacionales", y modificar la clasificación según proposiciones del Reino Unido; c) entablar conversaciones con el gobierno del Reino Unido para mantener la situación de ese momento del carbón del Reino Unido en el mercado argentino. Vinculado con el párrafo 6, el gobierno argentino se comprometía en el párrafo 7 a no imponer, mientras estuviera pendiente la conclusión del acuerdo suplementario, "ningún nuevo derecho, ni aumentar los existentes ya sea por aumentos de tasas, o por aumento de aforos, o por aumentos en la sobretasa temporaria del 10%, o por aplicación de una sobretasa a mercaderías a las cuales no se aplica actualmente, o por cualquier otro medio".

Por su parte, el párrafo 8 contenía la declaración de propósitos del lado británico: a) no imponer nuevos derechos o gravámenes o aumentos en los derechos a la carne, jamones, trigo, maíz, lino y extracto de quebracho importados de la Argentina en el Reino Unido; b) no establecer limitaciones cuantitativas sobre las importaciones en el Reino Unido de trigo, maíz, lino, afrecho y afrechillo, rebacillo, lana en bruto, premier jus, sebo sin refinar, cerda, tripas y extracto de quebracho; y c) asegurar un tratamiento equitativo a todas las mercaderías importadas de la Argentina en el Reino Unido no mencionadas expresamente.

En el párrafo 9 el gobierno del Reino Unido también se comprometía, mientras estuviera pendiente la conclusión del acuerdo suplementario, a no imponer ninguno de los derechos, aumentos o limitación cuantitativa mencionados en el párrafo anterior. Por último, el párrafo 10 estipulaba que el gobierno argentino designaría una comisión, a cuyas deliberaciones serían invitados representantes del gobierno británico, a fin de examinar las proposiciones realizadas por el Reino Unido mencionadas en el párrafo 6 y preparar el acuerdo suplementario que quedaba pendiente.

En definitiva, la Argentina consiguió mantener las exportaciones de carne enfriada en los niveles del "año de Ottawa", es decir, a un volumen algo menor de las 390.000 toneladas correspondientes a dicho año. Para la delegación argentina, la seguridad de la cuota de carne del año Ottawa era en sí misma una importante concesión de las autoridades británicas. Según uno de sus integrantes, Fernández Beyró, "Gran Bretaña es un mercado sobresaturado de carnes y de otros productos que las sustituyen en la alimentación humana. En tales condiciones, nuestras importaciones podrían sufrir de inmediato un corte de 100.000 toneladas anuales sin que los precios minoristas se elevaran hasta el punto de provocar la protesta de los consumidores". No obstante que el artículo 1º, párrafo 1 del Convenio autorizaba al gobierno británico a efectuar reducciones en las importaciones de este producto previa consulta con las autoridades argentinas y para asegurar un nivel remunerativo de precios en el mercado del Reino Unido, Fernández Beyró consideraba poco probable una reducción de más del 10% sobre la carne bovina enfriada porque "el Reino Unido no puede imponer una reducción a los dominios, ni éstos la aceptarían voluntariamente". (25)

Además, el gobierno argentino logró obtener un porcentaje del manejo de la cuota de carne. Este era un tema sensible para los ganaderos argentinos, afectados por las maniobras del pool de frigoríficos extranjeros. Gran Bretaña mantendría el control de 85% de las licencias de importación de carne proveniente del mercado argentino, concediéndose a las autoridades argentinas el derecho de administrar 15% de la cuota, para asegurar un razonable beneficio al ganadero.

La Argentina también obtuvo el compromiso de las autoridades británicas de no restringir la importación de menudencias comestibles siempre que guardaran cierta relación con el volumen de las carnes, de no imponer nuevos derechos sobre artículos específicos del mercado argentino y de no establecer limitaciones cuantitativas sobre las importaciones de trigo, maíz, lino y otros productos.


Caras y Caretas, cobertura del golpe de Estado de 1930 (2 números, clic para descargar)

Por su parte, el gobierno del Reino Unido obtuvo el deseado tratamiento especial o benévolo en cuanto a control de cambios. Los párrafos 1, 3 y 4 del artículo 2º del convenio de mayo de 1933 establecían la obligación del gobierno argentino de separar del excedente del cambio en libras esterlinas proveniente de la venta de productos en el Reino Unido, un equivalente en libras a 12.000.000 de pesos papel, para hacer pagos en efectivo hasta el 1º de mayo de 1933 a aquellas firmas que estuvieran esperando cambio para girar a Gran Bretaña. Luego de tal fecha, y agotado el fondo, se emitirían bonos en libras esterlinas, pagaderos en 20 años con un interés del 4% anual, comenzando su amortización a los cinco años de haber sido emitidos.

Esta cláusula de tratamiento benévolo a las empresas británicas en la Argentina presente en el tratado anglo-argentino de 1933 es presentada por numerosos autores argentinos y extranjeros vinculados a argumentos nacionalistas y/o dependentistas como la prueba de la complicidad entre los gobiernos argentino y británico y las compañías inglesas en la Argentina. (26) En realidad, la inclusión de esta cláusula fue una vaga promesa de buena voluntad de las autoridades argentinas dado que no las comprometía a implementar políticas específicas favorables a estas empresas. Las opiniones de dos de los miembros más influyentes del gabinete argentino confirman que la aceptación de dicha cláusula no significaba que la Argentina debía comprometerse a atender todas las demandas de los inversores británicos. El Ministro de Hacienda Alberto Hueyo sostuvo que esta cláusula de tratamiento benévolo no debía impedir a las autoridades argentinas llevar a cabo una política económica independiente de interferencias británicas. Por su parte, el Ministro de Agricultura Antonio de Tomaso señaló que "su buena disposición para facilitar la firma de un tratado con el Reino Unido no significaba que estuviese dispuesto a tolerar un convenio perjudicial para la Argentina". (27)
Para el gobierno del Reino Unido, un logro mucho más relevante que el ambiguo "tratamiento benévolo" a las firmas británicas establecidas en la Argentina fue la disminución de los derechos aduaneros sobre 235 artículos ingleses otorgada por el Convenio Suplementario de la Convención firmado en septiembre de 1933.

En cuanto a la repercusión del tratado en ambos países, puede decirse que fue diversa. En el Reino Unido, la firma del tratado Roca-Runciman contó con la oposición de la prensa de lord Beaverbrook. El Daily Express de Londres, un periódico de Beaverbrook, sostuvo que el tratado "entrega el status de dominio a una república de Sudamérica", acusando al señor Runciman de "perder 75.000.000 de libras esterlinas de ingreso que podría haber venido de un derecho de dos peniques por libra sobre carne importada". (28) En un editorial del mismo mes, el Daily Express sostuvo que el convenio anglo-argentino destruía todas las esperanzas para la recuperación de la agricultura y ganadería británicas, "porque coloca a la Gran Bretaña en la misma situación en que se vio en el año 1923. Por su ignorancia o su maldad (...), los ministros (Walter) Runciman, (Stanley) Baldwin y su jefe (Ramsay) Macdonald han desbaratado el mercado de la industria ganadera británica. Esperamos que los ganaderos no lo olviden y que el pueblo no se lo perdone jamás". (29)

Otros medios de prensa adoptaron una actitud más moderada que la del Daily Express al comentar el tratado. El Times, también de Londres, comentó que el convenio podía "abrir la puerta de un desarrollo sustancial del intercambio para el beneficio de ambos países". (30) Por su parte, los diarios Financial News y Financial Times se abstuvieron da opinar sobre el polémico tratado, y el Morning Post evadió el compromiso de la opinión sosteniendo que el convenio era difícil de evaluar. (31)

En la Argentina, la firma del tratado Roca-Runciman tuvo un eco dispar en los medios de prensa. En Buenos Aires, los diarios la Prensa y La Nación evidenciaron opiniones encontradas a pesar de su común inclinación conservadora. La Prensa demostró su oposición a los esfuerzos de la Sociedad Rural, que presionaba a las autoridades a un pacto con el Reino Unido, sosteniendo que, a pesar de la celebración del convenio entre las autoridades argentinas e inglesas, ningún factor podía impedir la exclusión parcial de los productos argentinos en favor de los Dominios. A continuación, el matutino exhortaba a los productores agropecuarios a "dedicarse con valentía a la organización independiente de sus productos".

Una vez firmado el tratado Roca-Runciman en 1933, La Prensa mantuvo su inclinación crítica, atacando la política comercial del gobierno de Justo y también la de su antecesor Uriburu. Apoyando una política de libre cambio, describió al tratado Roca-Runciman como el precio de la política proteccionista implantada desde 1930. A diferencia del perfil crítico evidenciado en las columnas de La Prensa, La Nación alabó el tratado Roca-Runciman, destacando como virtud del mismo la de constituir "el hecho original de un pronto restablecimiento en las actividades económicas argentinas y un modelo de convenciones de reciprocidad comercial, en el que podrían inspirarse los tratados venideros".

En cuanto al diario socialista La Vanguardia, atacó al tratado como "la lógica de la política conservadora e inglesa, atentatorias las dos contra los intereses de los respectivos pueblos". Sostuvo que la actitud de firmar el tratado era una directa consecuencia de la estructura agrícolo-ganadera argentina: "En primer lugar, resulta chocante la preocupación patriótica de nuestro gobierno por alimentar con la mejor carne argentina a los ingleses, cuando nuestro pueblo se encuentra condenado a una alimentación deficiente". (32)
Asimismo, respecto de la reacción de las organizaciones corporativas ante el acuerdo, cabe destacar la posición de la Sociedad Rural Argentina. Esta entidad expresó a través de su presidente Horacio N. Bruzzone su apoyo a la firma del convenio Roca-Runciman, aunque sin dejar de mostrar sus puntos de disidencia con el mismo:


Pacto Roca Runciman

"La Sociedad Rural Argentina, que en todo momento ha seguido las negociaciones que nuestro Gobierno había confiado tan acertadamente al Dr. Roca, ha podido apreciar el esfuerzo, celo e inteligencia con que el mismo trató de defender los intereses de la producción nacional. De ahí que mis primeras palabras deban ser necesariamente de franco aplauso para tan digno Embajador. (...) Entrando ahora a la parte material, diré así, que encierra la convención, es claro que los deseos de una mayor cuota para nuestras carnes no se han visto satisfechos. Pero no hay que olvidar que se hallan en vigencia los convenios de Ottawa, que constituyen un serio obstáculo que seguramente no ha podido ser salvado. Lo que se ha conseguido es la estabilidad para nuestro comercio futuro de carnes, con lo que se alejan las consecuencias que siempre origina la incertidumbre. (...) No debo ocultar de que en las declaraciones formuladas en el Protocolo, existe una, con la que la Sociedad Rural Argentina ha estado siempre en desacuerdo. Me refiero al porcentaje (15%) que se reserva dentro de la cuota, para ser entregado a las empresas formadas por ganaderos del país. Pues hemos sostenido que la cuota debía serle asignada en su totalidad a nuestro Gobierno, con el fin de que él la distribuyera; y nuestra preocupación es hoy mayor, por cuanto el 15% asignado, lo es en forma condicional. (...). (33)

Por otra parte, el tratado también fue debatido en el Congreso Nacional. Durante su tratamiento parlamentario, pronto se convirtió en el foco del conflicto político desatado entre los partidos políticos conservadores integrantes de la llamada "Concordancia", que apoyaban al régimen de Justo, y la oposición, principalmente, los socialistas. De este modo, por ejemplo, el diputado demócrata (conservador) Adrián Escobar, presidente de la comisión de Negocios Extranjeros, sostuvo en la Cámara de Diputados que el acuerdo Roca-Runciman previno una reducción de 100.000 toneladas en la exportación de carne chilled a Gran Bretaña, evitando así un "golpe mortal para nuestra ganadería". Frente a estas afirmaciones, el diputado socialista Nicolás Repetto utilizó argumentos librecambistas para atacar al tratado en los siguientes términos: "Lo fundamental para un país como el nuestro es dar amplias puertas abiertas y exigir puertas abiertas al resto del mundo". Por su parte, Julio A. Noble, diputado por el Partido Demócrata Progresista de Santa Fe, se sumó al coro de críticos del tratado sosteniendo que el mismo otorgaba 85% de la distribución de la cuota de carne a Gran Bretaña y permitía la "intervención del gobierno británico en el control de cambios". Por su parte, el canciller Saavedra Lamas defendió el tratado Roca-Runciman, señalando: "Hemos consolidado y establecido una tregua aduanera con la Gran Bretaña. ¿Y es esto desdeñable?" Finalmente, el 19 de julio de 1933, el tratado Roca-Runciman fue aprobado en la Cámara de Diputados en una votación que contó con 61 votos a favor sobre 102 diputados presentes. (34)

El debate en torno al tratado se hizo mucho más enconado en la Cámara de Senadores, debido principalmente a las críticas efectuadas por Lisandro de la Torre, demócrata progresista representante de los intereses de los pequeños y medianos ganaderos santafesinos, en competencia con los grandes ganaderos e invernadores de la provincia de Buenos Aires. En sus críticas al tratado Roca-Runciman, de la Torre sostuvo:

"El convenio no asegura ventaja alguna, y la razón que inclina a votarlo a los que lo votan y a excusarlo -no a defenderlo- a los que lo excusan, es el temor. Se teme que Albión, provocada imprudentemente a hacer un tratado, se moleste si se rechaza, tome represalias y coloque a Argentina en peores condiciones que antes. (...) no hay 350.000 toneladas aseguradas porque el tratado dice que Gran Bretaña puede reducir la cuota de carne enfriada en circunstancias imprevistas (...) La misión abocada a un imposible, por pura imprudencia de la Cancillería, después de haber aceptado todo lo que pedía Inglaterra, aceptó que nada se diera a la Argentina. He aquí por qué el convenio constituye un fracaso total: fracaso diplomático y fracaso comercial". (35)


Arturo Jauretche - Estatuto legal del coloniaje

En los días 27 y 28 de julio de 1933, de la Torre dijo respecto del contenido del convenio Roca-Runciman: "En estas condiciones no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a sus dominios semejantes humillaciones … Inglaterra tiene por esas comunidades de su imperio más respeto que por el gobierno argentino. No sé si después de esto podremos seguir diciendo: ¡Al gran pueblo argentino salud!". (36)

La discusión del tratado Roca-Runciman en el Senado incluso provocó la división del Partido Demócrata Nacional, uno de los integrantes de la "Concordancia" de partidos conservadores que apoyaba al régimen de Justo. El senador demócrata nacional por Tucumán José Nicolás Matienzo advirtió, como expresa demostración de su actitud disidente, que "tratar con una nación poderosa es siempre salir vencido". Dirigiendo sus dardos hacia el manejo de 85% de la cuota de carne por parte de Gran Bretaña, Matienzo señaló que "en estas condiciones no podría decir que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a los dominios británicos semejantes humillaciones. Los dominios británicos tienen cada uno su cuota y la administran ellos". (37)

Uno de los defensores del tratado Roca-Runciman en la Cámara Alta fue el senador conservador de Córdoba Guillermo Rothe, quien, en su presentación formal al Senado, defendió el convenio desde una posición fatalista como la única alternativa viable para la economía argentina: "(...) Nuestro país constituye un organismo económico con caracteres peculiares inmodificables. Será siempre una nación en que las actividades agrícola-ganaderas primen sobre las demás y necesitará para compensar las importaciones de mercaderías extranjeras defender la colocación de sus excedentes en otros mercados". (38)

Por su parte, el canciller Carlos Saavedra Lamas hizo la defensa del tratado, asegurando a los senadores que era necesario para la economía argentina. Admitió que "desgraciadamente, existe el monopolio de los frigoríficos", aunque rescató la importancia de incluir en el texto de la convención la cláusula sobre investigación conjunta del comercio de carnes. (39) Finalmente, el convenio Roca-Runciman también fue aprobado por el Senado el 28 de julio de 1933. (40)

Ahora bien, la negociación en torno a este tratado también involucró otros temas conexos, como el de la reducción de derechos aduaneros para varios productos importados desde Gran Bretaña. Como en los otros temas que se habían planteado en las negociaciones que desembocaron en la firma del convenio, el vicepresidente Roca no tenía demasiados reparos en otorgar privilegios tarifarios a Gran Bretaña. En un telegrama dirigido al canciller Saavedra Lamas desde Londres el 1º de mayo de 1933, Roca justificaba las concesiones otorgadas a Gran Bretaña y abogaba por la concesión también de las reducciones aduaneras:

"La compensación que puede recibir la República Argentina en cambio de las ventajas acordadas a Inglaterra es que nos aseguren por lo menos la estabilidad del mercado británico para nuestros productos en la forma y proporción que lo permiten hoy los convenios de Ottawa; que no se nos dificulte más la situación en el futuro y que llegado el caso pueda la República Argentina beneficiarse de la elasticidad de algunas cláusulas de dichos convenios (...) El tratamiento liberal que hoy acordemos a los artículos británicos puede representarnos la garantía de que Gran Bretaña acuerde a nuestros productos un tratamiento también liberal tan pronto como se considere habilitada para negociar libremente y sin trabas de los convenios que hoy la ligan al dominio. Debemos, pues, afianzar pacientemente la posición argentina en Gran Bretaña siguiendo en forma sistemática una política favorable a su comercio y finanzas". (41)

No obstante la opinión de su jefe, la delegación argentina logró que las conversaciones sobre dicha materia fueran continuadas unos meses más tarde en Buenos Aires.

La insistencia del gobierno argentino en transferir el problema de las tarifas aduaneras de Londres a Buenos Aires tuvo una explicación oficial y otra de carácter no oficial. La razón oficial del traslado fue que la misión argentina enviada a la capital británica no incluía a expertos en cuestiones tarifarias. Gravil sostiene que la razón no oficial fue el aparente error de juicio argentino respecto de que las concesiones en el comercio de carne a cambio de preferencias en el control de cambios efectivamente cerraba la cuestión bilateral. Ante la falta de documentación del lado argentino, este autor ensaya dos explicaciones. La primera es que ante la presunción de que la búsqueda de reducciones tarifarias por parte de los británicos no era demasiado seria, la Concordancia acumularía capital político al publicitar pocas concesiones. La segunda explicación es que los negociadores argentinos más perceptivos anticipaban una dura batalla tarifaria y, en consecuencia, preferían luchar en terreno propio, donde, por ejemplo, contarían con el respaldo interno de la Unión Industrial Argentina, cuyo jefe, Luis Colombo, podía organizar manifestaciones que fijaran límites a las concesiones. Gravil se inclina por la primera opción debido a que el gobierno se vio confundido por la seriedad de la misión británica a Buenos Aires y trató de ocultar las preferencias otorgadas a Gran Bretaña. (42)

Para tener cierta idea del alcance del problema de reducir o no los derechos sobre las importaciones británicas, vale aclarar que las propuestas británicas respecto de la reducción de estos derechos cubrían 36% del total de las exportaciones del Reino Unido, y 20% del total del comercio de importación de la Argentina. Sobre la base de las estadísticas del comercio de 1931, y excluyendo el 10% de la tasa adicional, las demandas británicas implicaron una reducción del ingreso aduanero para el gobierno argentino de 18 millones de pesos papel. Esta cifra representó sólo el 7% del total de los ingresos aduaneros, pero la merma del comercio de exportación argentino generó también una contracción del comercio de importación total, no obstante lo cual las importaciones británicas aumentaron como consecuencia de la revisión de las tarifas aduaneras. En un intento por cubrir la creciente brecha existente entre exportaciones e importaciones, el gobierno argentino había introducido un impuesto a las rentas en 1931, pero el mismo fue inmensamente impopular y chocó contra una tenaz resistencia interna. Al parecer, la aplicación de dicho impuesto se limitó en la práctica a la ciudad y provincia de Buenos Aires, pero "en el resto de la República el impuesto fue considerado más o menos como letra muerta". (43) Pasó mucho tiempo antes de que el ingreso directo pudiese cubrir la declinación de los ingresos indirectos.

Otro factor íntimamente vinculado con la cuestión tarifaria y que impactaba de manera decisiva en la agenda comercial entre la Argentina y el Reino Unido era el crecimiento de la industria textil, particularmente significativo en las ramas de algodón y telas de lana. Por cierto, los empresarios vinculados a este sector se opusieron al retiro de la protección tarifaria exigido por las autoridades e industriales británicos. En consecuencia, la mejor perspectiva para el progreso de los productos manufacturados del Reino Unido en el mercado argentino fue la de situarse en un comercio liberalizado de textiles de alta calidad. (44)

La cuestión tarifaria también incluía el tema del carbón importado por la Argentina, producto que resultó de crucial importancia en la economía argentina de los años de la Primera Guerra Mundial y su posguerra. Hacia comienzos de la década de 1930, si bien Gran Bretaña proveía 90% de las importaciones argentinas de carbón, otros productores de carbón estaban perdiendo mercados como resultado de los cambios en las tarifas mundiales. En particular, el gobierno del Reino Unido temía que países productores y exportadores de carbón como Alemania y Polonia procuraran colocar su producción en el mercado argentino, ya que las autoridades de Buenos Aires disponían el libre ingreso del carbón pero para todos los posibles abastecedores. Frente a este temor británico, los argentinos argumentaron que el comercio de carbón proveniente del Reino Unido estaba tan bien integrado al de granos de la Argentina, que Gran Bretaña podría preservar fácilmente su posición con fletes marítimos de bajo costo. Sin embargo, los comerciantes británicos no aceptaron estos argumentos y siguieron presionando en favor de una preferencia disfrazada. (45)

Finalmente, en setiembre de 1933 se firmó un acuerdo complementario del tratado. El llamado Convenio Suplementario de la Convención del 1º de mayo de 1933 fue firmado en Buenos Aires por el canciller argentino Carlos Saavedra Lamas y el embajador británico en Buenos Aires sir Henry Chilton el 26 de septiembre de 1933. (46)

Los artículos de dicho Convenio establecían expresamente que el gobierno argentino no podía aplicar a los productos manufacturados británicos derechos ni aforos más elevados que los especificados en los Anexos I y II de dicho Convenio, debiendo además tratar de suprimir la tasa adicional del 10%. Por el artículo 3º el gobierno argentino no podía imponer ningún derecho sobre la importación de carbón de piedra, coke o cualquier otro artículo admitido libre de derechos al 1º de mayo de 1933. El artículo 4º establecía que no se impondría en la República Argentina sobre el whisky fabricado en el Reino Unido impuestos internos más elevados que a las bebidas alcohólicas nacionales o de otro origen.

De forma recíproca, se establecía que los artículos producidos en la República Argentina enumerados en el Anexo III del Convenio no serían sometidos a su importación en el Reino Unido a otros derechos o cargas que los especificados en el referido anexo (art. 5º). Asimismo no se establecerían limitaciones cuantitativas a la importación en el Reino Unido sobre los artículos enumerados en el Anexo IV (art. 6º). En caso de establecerse limitaciones a artículos no enumerados, éstos debían recibir un tratamiento equitativo (art. 7º).
Adjunto al Convenio, Saavedra Lamas y Chilton suscribieron un Protocolo específico para el caso del carbón que establecía, en su artículo 1°, que durante la vigencia del Convenio no se impondría ningún gravamen nuevo ni mayor de los existentes, por concepto de eslingaje, gastos de descarga u otros sobre el carbón de piedra, coke y combustible manufacturado con derivados del carbón de pìedra, producidos o manufacturados en el Reino Unido. El artículo 2° estipulaba que si el gobierno del Reino Unido consideraba que la situación del mercado de carbón, coke y combustible manufacturado, producidos o manufacturados en el Reino Unido, no se había mantenido, se realizarían consultas entre los dos gobiernos para estudiar la situación.

Las ventajas tarifarias concedidas al Reino Unido por el convenio suplementario del tratado Roca-Runciman fueron aseguradas además por el Decreto Nº 31.130 sancionado en enero de 1934. Este decreto distinguió entre los importadores que solicitaban y obtenían permisos de importación por adelantado, lo cual significaba que tendrían buena posibilidad de recibir cambio, y los importadores que pedían los permisos para mercadería en tránsito o ya entregada en el mercado argentino, factor que les otorgaba menos chance de obtenerlo. Obviamente, esta política favorecía a los comerciantes ya establecidos y con buenas conexiones como el caso de los británicos y perjudicaba a los recién llegados como los comerciantes norteamericanos. (47)

NOTAS

Ver al respecto R. Gravil, The Anglo-Argentine Connection..., op. cit., p. 184 y J.S. Tulchin, "Foreign Policy, op. cit., p. 94. García Heras aclara que los efectos de la Conferencia de Ottawa en las exportaciones de carne vacuna, las probabilidades de superar los impuestos británicos a la importación y las franquicias aduaneras que debían otorgarse al comercio británico con la Argentina fueron objeto de un debate que tuvo por protagonistas al Ministro de Agricultura Antonio de Tomaso, al Ministro de Relaciones Exteriores Carlos Saavedra Lamas y a los embajadores argentinos en Londres y París, Manuel Malbrán y Tomás Le Bretón, respectivamente. Cfr. Raúl García Heras, op. cit., p. 487, quien cita como fuentes: Malbrán a Saavedra Lamas, Londres, 8 de abril de 1932, Ministerio de Relaciones Exteriores, Archivo Embajada, Caja 32, Carpeta 1; Malbrán a Saavedra Lamas, Londres, 10 de octubre de 1932 y 18 de noviembre de 1932, Ministerio de Relaciones Exteriores, Archivo Embajada, Letter Book, Nº 297.

La Nación, 15 de octubre de 1932, p. 5.

Julio Argentino Roca (hijo), Miguel Angel Cárcano y Guillermo Leguizamón eran abogados y miembros del exclusivo Jockey Club de Buenos Aires, con dilatada experiencia en la vida pública y diplomática. Leguizamón en particular tuvo importantes vínculos con los ferrocarriles. A lo largo de su trayectoria, Leguizamón fue presidente de los directorios de las compañías del Ferrocarril Oeste de Buenos Aires Limitada, Ferrocarril Gran Sud de Buenos Aires, The Western Telegraph Company Limited, The Bahía Blanca y North Western Railway Company Limited, Ferrocarril Ensenada y Costa Sud, The Buenos Aires Southern Dock Company Limited, Compañía Muelles y Depósitos del Puerto de La Plata y la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo. El economista Raúl Prebisch fue asesor técnico de la misión, junto a Carlos Brebbia y Aníbal Fernández Beiró. Ver D. Drosdoff, op. cit., p. 21, quien cita el trabajo llamado Quién es quién en la Argentina, Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1941, p. 367.

F.O. 371/15800, Macleay to F.O., 2 November 1932, 317; F.O. 371/15800, 29 October 1932, 313; F.O. 371/15054, Macleay to Henderson, Despatch Nº 66, 24; La Nación y La Prensa, 14, 15 y 16 de marzo de 1931, fuentes citadas por R. Gravil, The Anglo-Argentine Connection..., op. cit., p. 184. Ver también texto del decreto del Poder Ejecutivo nombrando la misión argentina a Gran Bretaña, diciembre 24 de 1932, en República Argentina, Ministerio de Relaciones Exteriores, Memoria...1933-1934, op. cit., Primera parte, Anexo B: Política comercial, pp. 351-352.

El príncipe de Gales había visitado la Argentina en marzo de 1931 junto al príncipe Jorge, con el objetivo de inaugurar la Exposición de Artes e Industrias Británicas que tuvo lugar en Palermo. Los medios de prensa representativos de los intereses ganaderos argentinos (tal el caso de La Nación) consideraron esta visita de los príncipes británicos, y la exposición británica misma, como un síntoma de la buena voluntad de la Corona hacia la Argentina. Ver al respecto los editoriales "Los príncipes británicos", La Nación, 1º de marzo de 1931, p. 4; "Gran Bretaña y la Argentina", La Nación, 10 de marzo de 1931, pp. 4 y 5; "La exposición británica", La Nación, 14 de marzo de 1931, p. 4; y "La exposición y la política económica", La Nación, 16 de marzo de 1931, p. 4. Detalles de la exposición británica efectuada en Buenos Aires en La Nación, 11 y 12 de marzo de 1931, p. 3; 13 de marzo de 1931, p. 7; 15 de marzo de 1931, pp. 1, 4 y 5; y 16 de marzo de 1931, p.5. Ver también D. Drosdoff, op. cit., p. 21, cuya fuente es R.A., AMRE, op. cit., legajo 1: Designación del señor vicepresidente de la Nación, Dr. Julio A. Roca, para que en misión especial retribuya las visitas que realizara a nuestro país Su Alteza Real el Príncipe de Gales. Invitación de diversos países para que el jefe de la misión, Dr. Roca, efectúe visitas de cortesía.

J. Fodor y A. O'Connell, op. cit., p. 49.

República Argentina, División Comercial de la Cancillería, Informe de junio de 1933 sobre Ventajas obtenidas por el Convenio Argentino-Británico sobre la situación proteccionista creada por los Acuerdos de Ottawa, en R.A., AMRE, op. cit., legajo 4, folio 205, cit. en D. Drosdoff, op. cit., p. 22.

Ver J. Fodor y A. O'Connell, op. cit., p. 51 y nota 98, cuyas fuentes son la minuta de la primera reunión de negociadores del 15 de febrero de 1933 en A1327/48/2, del F.O. 371-1933; la conversación en Ginebra del 16 de enero de 1933 entre Prebisch y Leith-Ross, en A523/48/2, del F.O. 371, y la nota de Carlill sobre la segunda reunión del Subcomité de Carnes, en A1678/78/51.

Telegrama de Julio A. Roca al Ministro de Relaciones Exteriores, Londres, 18 de marzo de 1933, en República Argentina, Ministerio de Relaciones Exteriores, Memoria...1933-1934, op. cit., Primera parte, Anexo B, pp. 389-391.

Board of Trade, Report of the Joint Committee of Enquiry into the Anglo-Argentine Meat Trade, London, His Majesty's Stationary Office, 1938, p. 17, cit. por D. Drosdoff, op. cit., p. 27.

Sociedad Rural Argentina, El Pool de Frigoríficos: Necesidad de la intervención del Estado, Buenos Aires, 1927, p. 62, cit. en ibid., p. 28.

Carta de de Tomaso a Saavedra Lamas, 5 de enero de 1933, en R.A., AMRE, op. cit., legajo 2: Iniciación de negociaciones comerciales tendientes a celebrar un convenio con Gran Bretaña, folio 7, cit. en ibid., p. 28.

Telegrama de Julio A. Roca al Ministro de Relaciones Exteriores, Londres, 24 de febrero de 1933, en República Argentina, Ministerio de Relaciones Exteriores, Memoria...1933-1934, op. cit., Primera parte, Anexo B, pp. 380-381; R.A., AMRE, op. cit., Julio A. Roca, Informe presentado por el Dr. Julio A. Roca, 24 de junio de 1933, legajo 4, p. 21, cit. en D. Drosdoff, op. cit., p. 29.

Telegrama de Julio A. Roca al Ministro de Relaciones Exteriores, Londres, 18 de marzo de 1933, en República Argentina, Ministerio de Relaciones Exteriores, Memoria...1933-1934, op. cit., Primera parte, Anexo B: Política comercial, pp. 389-390.

Nota del Board of Trade al Ministerio de Relaciones Exteriores, 3 de marzo de 1933, en R.A., AMRE, op. cit., legajo 10: Negociaciones Generales sobre cambios. Gestiones británicas para obtener de la Comisión de Control de Cambios las facilidades previstas en artículo 2 de la Convención Accesoria del 1º de mayo de 1933, folio 27, cit. por D. Drosdoff, op. cit., p. 23.

D. Drosdoff, op. cit., pp. 24-25. Ver lista de compañías británicas con pesos bloqueados extraída de telegrama de Saavedra Lamas a Roca, 27 de febrero de 1933, en R.A., AMRE op. cit., legajo 10, folios 23-25.

Idem nota anterior, folio 25, cit. en D. Drosdoff, op. cit., p. 25.

Minutas de la segunda reunión del Subcomité de Restricciones Cambiarias del Gobierno Británico del 11 de enero de 1933, F.O. 371 A984/70/2 y A71/A468/A414/70/2, fuentes citadas por J. Fodor y A. O'Connell, op. cit., p. 46.

Roca a Saavedra Lamas, telegramas del 18 y 19 de marzo de 1933, en R.A., AMRE, op. cit., legajo 2, folio 154, cit. por D. Drosdoff, op. cit., p. 26. Ver también telegrama de Julio A. Roca al Ministro de Relaciones Exteriores, Londres, 18 de marzo de 1933, en República Argentina, Ministerio de Relaciones Exteriores, Memoria...1933-1934, op. cit., Primera parte, Anexo B, pp. 389-392.

J.S. Tulchin, op. cit., p. 95; D. Drosdoff, op. cit., pp. 26-27, y R.A., AMRE, op. cit., transcripto de conversación telefónica entre Roca y Hueyo, legajo 2, folio 113, cit. en D. Drosdoff, op. cit., p. 44.

D. Drosdoff, op. cit., p. 27.

Julio A. Roca, Informe presentado por el Dr. Julio A. Roca, op. cit., folio 220, p. 9. cit. por D. Drosdoff, op. cit., p. 27.

Referencia a la renuncia de Hueyo y sus causas en el editorial titulado "Repercusión de la renuncia del ministro Hueyo en los círculos financieros de la Gran Bretaña", La Prensa, 19 de julio de 1933, p. 9.

Texto de la Convención y Protocolo sobre Intercambio Comercial, firmado en Londres entre Walter Runciman y Julio A. Roca (hijo) el 1º de mayo de 1933, transcripto en D. Drosdoff, op. cit., Documentos, pp. 169-178. También en La Prensa, 2 de mayo de 1933, p. 6; Anales de la Sociedad Rural Argentina, Año LXVII, Vol. LXVII, Nº 5, mayo de 1933, pp. 203-208 y República Argentina, Ministerio de Relaciones Exteriores, Memoria... 1933-1934, op. cit., Primera parte, Anexo B, pp. 441-449 y pp. 485-494.

Malbrán a Saavedra Lamas, 5 de marzo de 1933, R.A., AMRE, op. cit., legajo 4, folio 32 y 34, fuentes citadas por D. Drosdoff, op. cit., pp. 35-36.

Ver, entre otros trabajos, los de Raúl Scalabrini Ortiz, Política británica en el Río de la Plata, Buenos Aires, Plus Ultra, 1965; Carlos Ibarguren, La historia que he vivido, Buenos Aires, 1955; Roberto M. Ortiz, El ferrocarril en la economía argentina, Buenos Aires, Cátedra Lisandro de la Torre, 1958; Rodolfo y Julio Irazusta, La Argentina y el imperialismo británico: los eslabones de una cadena, 1806-1933, Buenos Aires, Tor, 1934; J. Fodor y A. O’Connell, op. cit.; y Roger Gravil & Timothy Rooth, "A Time of Acute Dependence: Argentine in the 1930s", Journal of European Economic History, VII, 2-3, 1978, pp. 337-78.

Paul Goodwin, "Anglo-Argentine Commercial Relations: A Private Sector View, 1922-43", Hispanic American Historical Review, Volume 61, Number 1 (febrero 1981), Duke University Press, p. 47. Ver opiniones de Hueyo y De Tomaso citadas en R. García Heras, op. cit., p. 493.

The Daily Express, London, May 9, 1933, extraído de R.A., AMRE, op. cit., legajo 4, folio 52, citado por D. Drosdoff, op. cit., p. 38.

The Daily Express, London, May 4, 1933, citado por La Prensa, 4 de mayo de 1933, p. 9.

The Times, London, 3 de mayo de 1933, en R.A., AMRE, op. cit., legajo 4, folio 46, citado por D. Drosdoff, op. cit., p. 39.

The Financial Times, Londres, mayo 3 de 1933; The Financial News, Londres y The Morning Post, ambos de Londres y de la misma fecha que el primero, en R.A., AMRE, op. cit., legajo 4, folios 43, 46 y 54, citado en ibid., p. 39.

La Prensa, 27 de octubre de 1932, p. 8 y 3 de mayo de 1933, p. 8; La Nación, 3 de mayo de 1933, p. 6; La Vanguardia, 5 de mayo de 1933, p. 1, fuentes citadas en ibid., pp. 37-38.

Texto de la declaración del presidente de la Sociedad Rural Argentina, Dr. Horacio N. Bruzzone, al gobierno argentino, citado en Anales de la Sociedad Rural Argentina, Año LXVIII, vol. LXVIII, Nº 5, mayo de 1933, pp. 199-201 y en La Prensa, 4 de mayo de 1933, p. 11.

Defensa del tratado Roca-Runciman por parte del canciller Saavedra Lamas en República Argentina, Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, año 1933, tomo II, sesión del 18 de julio, pp. 274 y 285, y tomo II, sesión del 19 de julio, pp. 335, 353 y 379, fuentes citadas en ibid., p. 40. Ver también La Prensa, 20 de julio de 1933, p. 10.

Críticas del senador Lisandro de la Torre al tratado Roca-Runciman en República Argentina, Cámara de Senadores, Diario de Sesiones, año 1933, tomo I, pp. 564, 570 y 603, cit. por D. Drosdoff, op. cit., pp. 41-42.

Críticas del senador Lisandro de la Torre al tratado Roca-Runciman en editorial "La humillación argentina", Diario de la Historia Argentina, Nº 117, julio 1933, p. 3, en Jorge Perrone, Diario de la Historia Argentina, Tomo 3, 1916-1946, Buenos Aires, Artes Gráficas Eda, noviembre 1991, p. 85.

Críticas del senador Nicolás Matienzo al Tratado Roca-Runciman en República Argentina, Cámara de Senadores, Diario de Sesiones, año 1933, tomo I, pp. 604 y 609, citado en D. Drosdoff, op. cit., p. 42.

Defensa del tratado Roca-Runciman por parte del senador conservador Guillermo Rothe en República Argentina, Cámara de Senadores, Diario de Sesiones, año 1933, tomo I, p. 563, cit. en ibid., p. 41.

Defensa del tratado Roca-Runciman por parte del canciller Saavedra Lamas en República Argentina, Cámara de Senadores, Diario de Sesiones, año 1933, tomo I, p. 593, citado en ibid., p. 43.

La Prensa, 29 de julio de 1933, p. 11.

Telegrama de Julio A. Roca al Ministro de Relaciones Exteriores, Londres, Mayo 1º de 1933, en República Argentina, Ministerio de Relaciones Exteriores, Memoria… 1933-1934, op. cit., Primera parte, Anexo B, pp. 387-388, cursivas en el original.

F.O. 371/16533, conversation between Craigie and Malbrán, 3 July 1933, 143; F.O. 371/16533, Macleay to F.O., 14 June 1933, 110; F.O. 371/16533, Macleay to Simon, Despatch Nº 212, 14 June 1933, 131, fuentes citadas por R. Gravil, The Anglo-Argentine Connection..., op. cit., p. 193.

F.O. 371/16531, Anglo-Argentina Trade Negotiations, 17 February 1933, 197, y 20 February 1933, 258-259; The Economist, Nº 4695, 19 August 1933, 368, citado en ibid., p. 193-194.

F.O. 371/16531, Anglo-Argentine Trade Negotiations, 20 February 1933, 256-258; F.O. 371/16532, Anglo-Argentine Trade Negotiations, 21 February 1933, 288-292, citado en ibid., p. 194.

F.O. 371/16532, Anglo-Argentine Trade Negotiations, 22 February 1933, 296-299, citado en ibid., p. 194.

Texto del Convenio Suplementario de la Convención del 1º de mayo de 1933, Buenos Aires, 26 de setiembre de 1933, cit. en República Argentina, Ministerio de Relaciones Exteriores, Memoria...1933-1934, op. cit., Primera parte, Anexo B, pp. 494-499; La Prensa, 27 de septiembre de 1933, p. 10, y en D. Drosdoff, op. cit., pp. 179-183.

E. Fougere, "Bilateralism: Dangers of the New Tendency in Treaty Policy", World Trade 6 (November 1934), 4; Félix Weil, Argentine Riddle, New York, 1944, 160-161, fuentes citadas por R. Gravil, The Anglo-Argentine Connection, .op. cit , p. 190.

Aclaración: Las obras citadas (op. cit.) que no se mencionan explícitamente en este listado de citas, se encuentran en las páginas inmediatamente anteriores. Para ello, haga un click en el botón "Anterior". También puede utilizar la opción "Búsqueda" , ingresando el nombre del autor de las obras respecto de las cuales se requiere información.


LA ARGENTINA DE LOS AÑOS 30

Los monopolios

Por Oscar A. Troncoso

Una imagen se repetía en los dibujos políticos de la época: la del pulpo. Cuando los diarios opositores simbolizaban la raíz de los problemas económicos que acosaban a la Argentina, los trazos caricaturescos recaían, una y otra vez, en el cefalópodo como el mejor ejemplo didáctico de la realidad. Para la imaginación popular el monstruo monopolista no tenía ocho tentáculos sino todos los que fueran necesarios para apoderarse de las fuentes de riqueza nacional, y una enorme boca para engullir el esfuerzo de los trabajadores argentinos.

[Publicado en revista Panorama, marzo de 1971.
Imágen: Julio A. Roca (h), responsable de la firma del Tratado Roca-Runciman]

CONSORCIOS EXPORTADORES DE CEREALES


Las comisiones argentina e inglesa reunidas en Londres, de rigurosa etiqueta, que acordaron el pacto Roca-Runciman

La comercialización de los cereales resultó remunerativa al planificarse con amplitud internacional y al disponer de los medios necesarios para superar las oscilaciones del mercado mundial. Si, además, se contaba con el favor oficial para eliminar obstáculos inesperados, entonces se trasformaba en un estupendo negocio.
A principios de 1930 tomó impulso un movimiento cooperativo agrario en el Litoral tendiente a quebrar el dominio exportador de Dreyfus y de Bunge y Born. Para la venta de cereales se constituyó la Asociación de Cooperativas Argentinas y luego fue creada la Corporación Americana de Fomento Rural con el fin específico de construir elevadores de granos. La empresa progresó, edificando estratégicamente elevadores que culminaron con el terminal de Rosario inaugurado por el presidente Uriburu en julio de 1931.
Poco después, Jacobo Savslasky, director de Louis Dreyfus y Cía., entrevistó a Isaac Libenson, chacarero y miembro de la Corporación de Fomento Rural. El sabroso diálogo que habían mantenido fue narrado por este último a Norberto Galasso, quien lo reprodujo en su trabajo La economía bajo el signo de la entrega.
"-Supongo, mi amigo -le dijo Savslasky- que ustedes se han metido en esto porque quieren ganar dinero, ¿no es cierto? Pues bien, Dreyfus y Cía. les compra en este mismo momento el elevador de Rosario.
-Me sorprende su propuesta porque nunca hemos dicho que el elevador de Rosario estuviese en venta -contestó Libenson-. Por lo tanto, no hay negocio posible.
-Vea, joven: si ustedes quieren luchar contra nosotros están perdidos. Son unos ilusos. ¿Sabe usted lo que hacen los presidentes argentinos cuando deben fijar los precios de las cosechas? Nos llaman a mí y a Hirsch (director de Bunge y Born) y después obran de acuerdo. ¿Cree que en esas condiciones la lucha de ustedes tiene sentido?
-Nosotros vamos a seguir adelante, no vamos a vender.
-Eso es idealismo, estúpido idealismo. Venga un día por mi estudio. En la caja fuerte tengo todavía dos millones de pesos en cheques, que se los voy a mostrar. Las firmas son de diputados y senadores argentinos... Es una vieja costumbre parlamentaria. Me llaman y me dicen si les puedo adelantar efectivo en canje de un cheque a siete días. Cuando llega el vencimiento me piden que no lo deposite. Yo les contesto que no hay problemas y les agrego: cuando ustedes hayan depositado y se pueda girar me lo comunican...., y el tiempo trascurre. La única molestia consiste en que hay que renovar el cheque de tanto en tanto... Son dos millones de pesos los que tengo... Por favor, joven ... ¿Piensa seriamente que cuando se produzca el cambio de gobierno ustedes podrán sobrevivir? ¿Ustedes creen que el Congreso Nacional se va a negar a un pedido de la casa Dreyfus?"

Verdadero o imaginado, el diálogo subraya, de todos modos, el clima de una época que los adversarios políticos del régimen. denominaron "década infame" y que para los humoristas fue "la era del pulpo".
El 20 de febrero de 1932, Agustín P. Justo asumió la presidencia y el 13 de abril dictó un decreto por el cual quedaba sin efecto la garantía otorgada a la Corporación de Fomento Rural para emitir debentures, quebrando su fuente de financiación.

EL NEGOCIO DE LAS CARNES

Cuando se hallaba en plena discusión el pacto Roca-Runciman en Londres, en una de las comidas con que se agasajaban los negociadores, el príncipe de Gales dijo que el porvenir de la Argentina dependía de las carnes. "Ahora bien -agregó-, el porvenir de la carne argentina depende quizá, enteramente, de los mercados del Reino Unido." El vicepresidente, Julio A. Roca, reconoció entonces que su país era, desde el punto de vista económico, parte integrante del Imperio Británico.
Indignado por las alternativas de las discusiones y por el compromiso de "trato benévolo para los capitales ingleses", Lisandro de la Torre propició una investigación que terminaría en tragedia, con el asesinato del senador nacional Enzo Bordabehere.El 27 de julio de 1933, expresó: "En este asunto, la verdad puede establecerse en términos resplandecientes. Cuando el gobierno de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte se vio compelido por el doctor Saavedra Lamas a realizar un trato con la Argentina, se trazó un plan lógico y sencillo: hizo una lista de todo aquello que Inglaterra podía pedir a la República Argentina y lo pidió, manifestando que lamentaba no ofrecer en cambio sino la buena voluntad británica debido a los tratados de Ottawa y al propósito de fomentar su propia ganadería. El gobierno inglés no se apeó después de su actitud y cuando la misión argentina le hizo saber que no aceptaba semejantes condiciones, le contestó que lo deploraba mucho y le dejó expedito el camino del regreso".
De la Torre explicó que los británicos advirtieron a los representantes argentinos que les permitirían la organización de frigoríficos cooperativos, pero no tolerarían la organización de compañías individuales que les hicieran competencia a los frigoríficos ingleses.
"Esto último lo podrá hacer Nueva Zelandia -agregaba con sorna De la Torre-, lo podrá hacer Australia, lo podrá hacer el Canadá, lo podrá hacer el África del Sur. Inglaterra tiene, respecto a esas comunidades de personalidad internacional restringida, que forman parte de su imperio, más respeto que por el gobierno argentino. No sé si después de esto podremos seguir diciendo: ¡Al gran pueblo argentino, salud!"

QUIEBRA O MONOPOLIO

El 23 de abril de 1931, el embajador británico dirigió una carta a Ernesto Bosch, ministro de Relaciones Exteriores argentino, en la que manifestaba que la situación de la Compañía Anglo Argentina de Tranvías era grave. Reclamaba una compensación por los gastos que significaba la aplicación del horario de ocho horas y el salario mínimo para el personal. "El gobierno provisional se apresurará a adoptar una pronta resolución, tal cual queda indicado en el memorándum. Y estoy también seguro -agregaba Ronald McCIeay- que no necesito reiterar a V. E. la situación en extremo grave que se crearía para el crédito argentino en el mercado financiero de Londres, si la compañía se encontrara en la imposibilidad de abonar el pago de sus servicios."
En febrero de 1932, el Diario de Sesiones de la Cámara de los Comunes registró una intervención de lord Scone, representante de los accionistas ingleses de la Compañía de Tranvías, interrogando al secretario de Estado de Relaciones Exteriores sobre la veracidad de la noticia de que esa compañía había tenido que suspender el pago de interés de sus acciones. Anthony Eden contestó: "Creo que es así. Esperemos que el asunto se resuelva por negociación. Si esto no ocurriera, el gobierno de Su Majestad tendrá que considerar, evidentemente, que otros pasos pueden darse".
El carácter verdadero de las dificultades de las compañías extranjeras de trasporte de pasajeros y carga en la Argentina fue explicado por el presidente del Ferrocarril del Sud en la memoria anual publicada en junio de 1933. "El 83 % de la disminución de los pasajeros -decía- corresponde al tránsito suburbano, debido a la competencia sin precedentes de los ómnibus y colectivos."
No obstante esas dificultades, los ferrocarriles ganaron en 1934 la suma de 83 millones de pesos. Las 349.644 toneladas de carne enfriada remitidas ese año a Inglaterra produjeron 127 millones, es decir, que la ganancia confesada de los ferrocarriles pagaba el 65 % del chilled beef argentino que comían los británicos.
Pero como ello no era suficiente, la municipalidad de Buenos Aires designó una comisión especial que, en diciembre de 1933, presentó un proyecto de ley que propugnaba la creación de un monopolio de trasportes urbanos controlado por la Compañía Anglo Argentina de Tranvías. Fue sometido al intendente Mariano de Vedia y Mitre para que lo elevara, por intermedio del Poder Ejecutivo, a la aprobación del Congreso Nacional. La comisión que propuso esa medida estaba integrada por Roberto M. Ortiz, abogado de los ferrocarriles ingleses y futuro presidente de la Nación; Pablo Nogués, administrador de los Ferrocarriles del Estado; Manuel C. Castello, de la Dirección General de Ferrocarriles, y Agustín Pastalardo.

LUZ Y SOMBRA

Al instalarse el Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires en 1932, los representantes de casi todos los partidos políticos rivalizaron en demostrar su preocupación por los derechos de la Municipalidad y de los consumidores, frente a las reiteradas violaciones de la Compañía Hispano Americana de Electricidad (CHADE) y la Compañía Italo Argentina de Electricidad (CIADE), ambas pertenecientes a consorcios financieros con residencia en Bélgica y Suiza.
Con discursos vehementes se puntualizaron los incumplimientos de las concesiones, como ser: adulteración de los servicios domiciliarios; extensión de cables distribuidores pagados por los vecindarios; depósitos de garantía que facilitaban a las empresas disponer de grandes capitales, y otras maniobras ideadas para sustraer dinero a los usuarios.
El edil Germinal Rodríguez manifestó, al finalizar el primer período del Concejo Deliberante, su convencimiento de "que este asunto servirá, por lo menos, para llamar la atención del país. Estas grandes compañías juegan un papel profundo de forma y de fondo en la política; puedo decir que muchos gobernantes son hechos por estas empresas"; por otra parte ellas son responsables de "la expoliación más grande que pesa en la actualidad sobre la ciudad de Buenos Aires".
Con el tiempo se atenuaron las indagaciones y muchos concejales cambiaron de opinión en forma sugestiva. La prórroga de las concesiones eléctricas dio lugar a uno de los mayores escándalos de la época en el que se vieron involucrados diputados, senadores y altas autoridades nacionales.
El informe de la comisión investigadora creada posteriormente, presidida por el coronel Matías Rodríguez Conde, dio a conocer, además de una abrumadora documentación, la carta que el ingeniero Agustín Zamboni, director de la CIADE, dirigió el 7 de julio de 1932 al ingeniero Juan Carosio, presidente de la empresa. "Debo hacerle notar que la mayoría de la Cámara de Diputados, que es conservadora, se presta a cualquier sorpresa, lo que he hecho notar al doctor Anchorena (Joaquín S. de, del directorio de la CIADE)"; y añadía: "algunos entre éstos votan cualquier disparate, sin disciplina alguna, habiendo uno de ellos llegado hasta propiciar la exoneración de derechos aduaneros para la introducción de máquinas y materiales de electricidad destinados a una cooperativa eléctrica (la de Olavarría), proyecto que trataremos de aniquilar en el Senado, pero que no hubiera debido tener la sanción que tuvo".

PEGUELE FUERTE A YPF

Poco antes del golpe militar del 6 de septiembre de 1930, el Senado debía sancionar un proyecto de ley de nacionalización del petróleo a la vez que se realizaban negociaciones sobre la base de una oferta formulada por la Unión Soviética: vender a la Argentina la parte de nafta que Yacimientos Petrolíferos Fiscales no alcanzaba a abastecer. Arturo Frondizi, en su libro Petróleo y Política, escribió que "al tener asegurada la provisión de petróleo ruso, la Argentina habría podido dictar, con tranquilidad, su ley de nacionalización y monopolio estatal, pues se colocaba fuera de toda posibilidad de represalias".
Al frente de YPF estaba el general Enrique Mosconi, quien al tomar posesión de su cargo encontró funcionando un solo surtidor de nafta y a través de su gestión esparció 2.300 bocas de expendio por todo el país. Esa tarea fue cumplida a pesar de la lucha que debió emprender contra el slogan infiltrado por los monopolios en la mente popular: "Los productos nacionales son malos", y con respecto a la nafta se decía que tenía agua en emulsión que disminuía las calorías y deterioraba los motores.
Mosconi enfrentó por centenares artimañas torpes y pudo medir en toda su magnitud la inescrupulosidad del competidor. Por eso repetía: "Es menester acelerar la marcha hacia el Junín y Ayacucho económicos, terminando así el ciclo que se inició en Buenos Aires el 1° de agosto de 1929 (nuevo San Lorenzo), en que YPF rompe los trusts, tomando la dirección y el contralor del combustible líquido en la Argentina".
Con el triunfo de Uriburu debió renunciar Mosconi y todo su trabajo se desmoronó. A partir de entonces no se intentó comprar la nafta a 12 centavos el litro sino que se siguió pagando a 30 centavos a las compañías monopolistas. YPF quedó frenado ante los intereses de la Standard Oil y la Shell, perdiendo terreno ampliamente cuando en 1936 se firmaron convenios secretos con los trusts, por los cuales la empresa estatal se obligaba a no aumentar su producción, repartir el mercado con las compañías extranjeras y a no importar petróleo por su cuenta.

LOS MONOPOLIOS RUSTICOS

Víctor O. García Costa, un ex concejal, estudioso de los antecedentes y formas de operar de los monopolios internacionales en la Argentina, declaró a Panorama: "La penetración monopolista del imperialismo -inglés, yanqui, alemán, combinado o conjunto- adquiere caracteres inusitados en la década de los años treinta. No tiene las características y sutileza de la actualidad, -que es transistorizada; entonces era rústica, a galena".
"Es precisamente en esa época que la prensa grande nos ofrece las lucubraciones de Wirth, desde Tittmoning, que el 4 de julio de 1930 pontifica sobre el internacionalismo capitalista, diciendo que con él ha comenzado una nueva era para el mundo. La humanidad comienza también a agruparse en trusts y no sólo comercialmente, sino también moralmente. En 1933 se firma el pacto Roca-Runciman, que es un pacto que no tiene nombre pero sí tiene apellidos, y allí -recalca- se siguen las líneas fijadas por los ingleses con el Estatuto de Westminster para el manejo de sus dominios, y luego con la Conferencia de Otawa para el reparto de mercados.
"Si algunos años antes el germano Tannenberg decía qué lugar asignaba a la Argentina como colonia en el reparto de América del Sur entre Alemania, Estados Unidos e Inglaterra, estaba en lo suyo. Quienes no estaban en lo suyo fueron muchos de los hombres que dirigían la cosa pública argentina después del 6 de septiembre y firmaron el pacto Roca-Runciman; los convenios petroleros con la Standard Oil y la Royal Dutch, y entregaron al trust SOFINA (Bélgica 18,7 %, Estados Unidos 18 %, Alemania 15 %, Gran Bretaña 14,7 %) y a Motor Columbus (CHADE y CIADE) el mercado de electricidad más grande de América latina.
"Es también en este período -finaliza-, que se produce la más grande penetración del capitalismo alemán. Entre 1930 y 1938 más de trescientas firmas son fiscalizadas por el capital alemán que está en SOFINA, en el trust yanqui EBASCO, en la CHADOPYF, en Bracht, en Tornquist, etcétera. Carlos Meyer Pellegrini, el hombre del imperialismo alemán, preside la CADE e integra en 1939 dieciocho sociedades anónimas más. Fue el interventor del general Uriburu en la provincia de Buenos Aires."

LA INVASIÓN INVISIBLE

Mientras se desarrollaba todo el proceso de intensa actividad de los monopolios, la prensa mundial desgranaba elogios sobre las medidas económicas de Justo. Los comentarios desdeñaron el descontento obrero, la desocupación y la pérdida del valor adquisitivo de los salarios, malestar que se reflejó en las elecciones de 1934, especialmente en la Capital Federal, donde la derrota oficialista fue aplastante.
Es que, como indicaron los nacionalistas Rodolfo y Julio Irazusta en La Argentina y el imperialismo británico, "la oligarquía no ha hecho del país una potencia económica, sino un sujeto de especulación". Un tango rimado en el clima económico nacional comenzó a ganar el favor popular porque sintetizaba su propia realidad: "Vivimos revolcaos en un merengue / y en un mismo lodo todos manoseaos". Para Enrique Santos Discépolo, su autor, la nación se había trasformado en un cambalache en el que todo se vendía y se compraba, y en donde "el que no llora no mama, / y el que no afana es un gil...".
Raúl Scalabrini Ortiz, que intentó llegar a la esencia de lo argentino, comprendió que penetraría mucho más en la cuestión analizando los problemas económicos, y en 1934 publicó en La Gaceta de Buenos Aires, dirigida por Pedro Juan Vignale y Lizardo Zía, varios artículos en los que puso de relieve la absorción de la cooperativa local de teléfonos por la Unión Telefónica, la del tráfico fluvial por la Mihanovich Limited, la capitalización de los bancos norteamericanos con el préstamo de los depósitos de los ahorristas argentinos, para recapitular con amargura que "el país está en manos de los capitalistas extranjeros que han obrado subrepticiamente, escudados en sus denominaciones engañosas: Ferrocarril Central Argentino, Fábrica Argentina de Cemento Portland ...".
Julio V. González, de muy distinta extracción social e ideológica que Scalabrini Ortiz, llegó a idénticas conclusiones cuando estudió el problema del petróleo. "Estamos invadidos -dijo alarmado- por un ejército al mando de gerentes de compañías financieras, que no necesita tropa porque la recluta en nuestro propio suelo y que no ataca con cañones sino con el arma más poderosa del dinero."
Esas fuerzas de los consorcios internacionales respondían a los designios de Estado de potencias extranjeras, por lo que el hijo del fundador de la Universidad de La Plata demandaba la elaboración de un plan de defensa nacional que sirviera para enfrentar al ejército invisible. Sólo así, según él, la Argentina sería verdaderamente dueña de su destino.

Fuente: www.magicasruinas.com.ar


Los años 30 y los 90. La carne y las relaciones carnales

A FONDO ARTURO O'CONNELL, ECONOMISTA Y MATEMATICO

Cuando la economía es vulnerable, se negocia mal.

Por Jorge Halperin.

Imagen: Firma del Pacto Roca-Runciman

Perón no inventó el intervencionismo del Estado. Sus políticas ya estaban marcadas en los años 30. Esa década no fue una época oscura y aberrante como se cree, sino, en cierto modo, de destrucción creativa. El pacto Roca-Runciman, que dio un gran beneficio a los ingleses sobre la economía argentina, tiene un antecedente en el gobierno de Hipólito Yrigoyen. El economista y matemático Arturo OConnell se divierte descubriendo que algunas de las ideas más difundidas sobre nuestra historia son falsas. Con un doctorado en Cambridge, fue director del Banco Central durante el gobierno de Raúl Alfonsín y secretario general de FLACSO. Investigó en nuestros archivos y en los del Foreign Office británico la historia de las relaciones entre los dos países e interpretó las circunstancias que llevaron a los argentinos a pactar del modo conocido.

¿Su investigación sobre las relaciones entre la Argentina y Gran Bretaña le deparó sorpresas?

-Unas cuantas. Por ejemplo, los investigadores y la gente de mi generación en general heredamos una visión de la primera época de Perón como si hubiera fundado el intervencionismo del Estado. Cuando empecé a investigar me di cuenta de que las raíces de esas políticas se ubicaban claramente en los años 30. Vale decir, los temas del control de cambios, el control de importaciones, el IAPI, las exportaciones del Estado, las juntas reguladoras, todas esas herramientas que usó Perón estaban ya en marcha a mediados de los 30. O sea que la época de Perón fue más una continuidad que el corte que imaginaron tanto los peronistas como los antiperonistas.

¿Hay muchos mitos sobre los años 30?

-Hay errores muy generalizados. La idea de que los 30 había sido una época aberrante y oscura fue más bien un prejuicio. Todos recibimos las imágenes del horror mundial de esa década, la crisis, la desocupación, sus consecuencias políticas. Y, en el caso de la Argentina, la Década Infame, el fraude, la falta de libertades, la corrupción y las discutidas tratativas con los ingleses. Pero, a mediados de los 60, empieza a verse de otra forma. Tanto desde la derecha como desde la izquierda elogiaron las políticas del ministro de Economía de mediados de los 30, Federico Pinedo. Yo mantengo una posición equidistante. Pero, en fin, en los 60 se empieza a pensar que la época de los 30 había sido de destrucción creativa. Hubo una gran crisis, pero las economías se transformaron.

¿Fue así?

-Fíjese: la economía inglesa, en medio de la crisis del imperio, inició un desarrollo industrial distinto e impulsó actividades como la industria eléctrica, la química, la automotriz. Su agricultura se modernizó. Inglaterra, abanderada hasta entonces del librecambio, se cerró y promovió la sustitución de importaciones. En la Argentina también fue así. Se vivió un período duro, pero el país se industrializó.

Claro que el pacto Roca-Runciman entre la Argentina y Gran Bretaña no parece encajar en los beneficios.

-Por eso yo digo que mi posición es distinta. No tengo un juicio tan terminante sobre la negatividad de los años 30, pero tampoco los veo como una época próspera. Trato de estudiar con cuidado cuáles eran las características y circunstancias que afrontaba la Argentina y veo los problemas de un país con tanta apertura económica, con falta de instrumentos de la política y golpeado por la crisis internacional. La investigación en que participé abarca el conjunto de América latina. Eso me permite ver que no hubo la genialidad de un liderazgo, por caso el de Pinedo, sino una tendencia de toda la región.

¿Qué tuvo de genial el control de cambios si lo hicieron todos los países de América latina y buena parte del mundo desarrollado?

Es más, Argentina fue más conservadora que los demás. Las circunstancias lo imponían.

¿Por qué lo imponían?

-Porque, al cabo de la Primera Guerra -y también durante la Segunda- hubo problemas de abastecimiento, lo que movió a darle impulso a la industria local. Se lanzaron al control de cambios, la devaluación, el crédito y la promoción de la industria, no por una gran visión estratégica sino por una necesidad inmediata.

¿Por qué dijo que la Argentina fue más conservadora que otros países?

-Porque el éxito que habían tenido entre nosotros las políticas librecambistas de apertura a la economía internacional había traído tal prosperidad que todo el mundo pensaba que la crisis era pasajera.

¿Cómo cambiar toda la política económica?

Es más, durante la crisis de los 30 la Argentina vivió una coyuntura excepcional: la sequía que abatió casi cuatro años a los EE.UU. -entre el 34 y el 37- y luego a Canadá y Australia. Aumentó el precio internacional de los granos y tuvimos cuatro años excelentes, con los mejores términos de intercambio. Por eso no creo en la genialidad de Pinedo.

¿Cayeron del cielo?

-Cayeron del cielo, cuando la crisis mundial era muy grave. Y ocurrió a los pocos meses que el ministro Pinedo puso en marcha el Plan de Acción Económica Nacional. No le niego que tuvo un par de ideas ingeniosas, como la Junta Nacional de Granos. Su plan fue un toquecito heterodoxo dentro de una política ortodoxa.

Entonces, ¿cuál es su visión del pacto Roca-Runciman?

-Yo trato de verlo desde el ángulo británico y desde el argentino. Gran Bretaña, campeona del libre cambio cuando en la segunda mitad del siglo XIX era una gran potencia, ya en este siglo fue perdiendo el liderazgo económico. Cuando concluye la Primera Guerra, sale con una gran deuda y con un grave problema de competitividad industrial. Abandona el libre cambio y se vuelca a las políticas de preferencia imperial, esto es, a fortalecer vínculos económicos con los países que habían sido parte de su dominio, por ejemplo, Canadá, Australia e India. Busca un área preferencial donde las mercaderías inglesas pudieran entrar en mejores condiciones. Para ello les concede algunos beneficios. Esto empieza a ser una amenaza para la Argentina porque puede ser discriminada y sus productos sufrir aranceles en el mercado británico.

El amigo inglés

¿Era mucho lo que le vendíamos a Gran Bretaña?

-La Argentina abastecía casi el 50 por ciento del consumo británico de carnes. No nos engañemos, era la carne barata. Bien, Londres firma efectivamente el Tratado de Ottawa y les otorga preferencias a países como Canadá y Australia. Ahora era un país proteccionista.

¿Qué le pasaba a la Argentina cuando los ingleses dan preferencias a sus antiguos súbditos?

-Argentina ya tenía un comercio triangular. En el siglo anterior, vendía granos y carne a Gran Bretaña y ellos nos vendían material ferroviario, textiles y maquinarias. Pero, después de la Primera Guerra empezamos a comprar más y más a los Estados Unidos. Eramos un país próspero, con una gran capacidad de consumo y ellos nos proveían elementos de confort que los ingleses casi no hacían porque su industria era más antigua. A partir de 1925, EE.UU. pasa a ser el país que proporcionalmente más exporta a la Argentina. Al mismo tiempo, es un productor agrícola que compite con nosotros, sobre todo en medio de la superproducción que se desató después de la Primera Guerra. Empezaron los roces.

¿Se dividieron nuestros intereses respecto de EE.UU.?

-Sí, pero no tengo que aclarar el peso de los sectores del campo. Para colmo, en enero de 1927 Estados Unidos embarga las carnes de los países que tenían el problema de la aftosa, entre ellos la Argentina. Era gravísimo. El mercado norteamericano aún no era importante pero empezaba a serlo, pero lo peor era el riesgo de que los ingleses hicieran lo mismo. Los influyentes ganaderos ven liquidada esta alternativa frente a la presión inglesa y allí cobra forma aquello de Comprar a quien nos compra que es inventado por el embajador inglés.

¿De allí hubo sólo un paso al pacto Roca-Runciman?

-Mi descubrimiento fue que tuvieron un primer éxito ya en 1928, con el gobierno de Yrigoyen. En realidad, lo trabajó un investigador norteamericano. A los roces de ganaderos y ruralistas con Estados Unidos se sumó el rechazo al intervencionismo militar norteamericano en América y el hecho de que ellos empezaban a comprar empresas en Argentina. Había un fuerte sentimiento antinorteamericano y el presidente radical, que no gozaba, sin embargo, de la simpatía de los ingleses por su política de neutralidad durante la Primera Guerra, envió un emisario a Londres para buscar un acercamiento. Se firmó el tratado con el ministro inglés Davernon, que otorgaba preferencias a la corona. El acuerdo no fue aprobado por el Congreso, pero es un indicio de cómo hay ciertas continuidades en donde sólo vemos diferencias. Usted se refiere a un anticipo del pacto Roca-Runciman.

¿Qué fue, en esencia?

-Para la Argentina, nada más que la promesa de que si Londres aplicaba nuevos cortes en su importación de carnes, ese perjuicio se repartiría entre todos los países, o sea que también Australia y Canadá los sufrirían. Inglaterra consiguió que todas las libras esterlinas que Argentina ganara en su exportación a la isla no fueran convertidas en dólares y quedaran a disposición de las exportaciones inglesas a la Argentina o del envío de remesas de beneficios por las empresas británicas de aquí o de pago de la deuda. Esto movió a la Argentina a bajar sus compras a los EE.UU. y redirigirlas a la isla.

¿Por qué se firmó si había tan poco beneficio?

-Por lo que dije del embargo de Washington a nuestras carnes, por el sentimiento antinorteamericano, porque si los británicos recortaban nuestras exportaciones de carne como amenazaban hubiera sido catastrófico, en fin. En realidad, sólo hubiera afectado al cheer beef, que es un negocio que estaba concentrado en muy pocas empresas ganaderas y navieras de aquí. No habría sido tan importante para el país como no lo sería hoy una drástica caída de las exportaciones al Brasil.

¿Por qué?

-Fíjese: la Argentina exporta en total el 8% de su producto bruto interno. Al Brasil va un poco menos de la tercera parte de ese 8%, o sea un 2,5% del PBI. Si Brasil, por una crisis, cortara el 20% de sus compras a la Argentina, que es mucho, significaría para nosotros una caída del 0,5. Afectaría, sobre todo, al sector automotor, pero ¿a usted le parece grave?

Pasaron muchas décadas del pacto con los ingleses y ahora vivimos en la era de las relaciones carnales con los Estados Unidos. ¿No es algo parecido?

-La diferencia fundamental, para mi gusto, es que Gran Bretaña nos compraba mientras que Estados Unidos, no. Entonces, una economía abierta como la nuestra, que no es muy poderosa, está sujeta a vaivenes enormes. Una dependencia tan grande de productos primarios es también muy peligrosa. Nosotros somos un país que compra a los Estados Unidos y vende a Europa. Eso, en el contexto internacional, es igualmente riesgoso. Cuando la moneda del euro suba mucho, vamos a quedar poco competitivos con Estados Unidos y viceversa. Lo que quiero decir es que, más que ensañarse con el Roca que firmó aquel pacto, con el negociador, hay que pensar acerca de cuán vulnerable es nuestra economía a los vaivenes. Era muy difícil en aquel contexto y con una economía vulnerable no aceptar ciertas presiones británicas. Y otra gran enseñanza es que debemos buscar el multilateralismo y no el bilateralismo en nuestro comercio.

Clarín, 19 de julio de 1998.


Gunga Din, el perfecto cipayo. El Pacto Roca-Runciman de la década infame

Por Alejandro Pandra

En 1939 se estrenó Gunga Din, uno de los grandes clásicos del cine de aventuras de todos los tiempos, inspirado en el famoso relato de Rudyard Kipling, dirigido por George Stevens e interpretado por Cary Grant, Víctor McLaglen, Douglas Fairbanks Jr. y Joan Fontaine. La historia se trata de tres sargentos del ejército británico, buenos camaradas, de espíritu bromista, destacados en misión especial en una zona montañosa de la India colonial del siglo XIX. Los acompañaba un muchacho nativo, una especie de aguatero y guía baqueano llamado Gunga Din, que resultó ser el perfecto cipayo: se diría que disfrutaba viendo matar como moscas a sus compatriotas en nombre de los intereses del imperio y de la corona.

Pero digamos que la vocación del cipayo colonial no fue exclusiva del siglo XIX ni de la India exótica. El 27 de abril de 1933 se firmó la convención y protocolo que pasó a la historia como una de sus páginas más negras: el tristemente célebre -Pacto Roca-Runciman-. Un año antes, los representantes de los dominios integrantes del Commonwealth se habían reunido en la conferencia de Ottawa. En esa reunión el imperio británico firmó acuerdos con Australia y Canadá con el fin de otorgar preferencia a la compra de carnes. A partir de entonces la exportación de carnes argentinas a Inglaterra comenzó a decaer. La oligarquía y la Sociedad Rural argentinas presionaron entonces al presidente Agustín Pedro Justo y su gobierno derivado del llamado fraude patriótico para enviar una misión a Londres y arribar a un acuerdo. Las escasas condiciones miserables que pudo imponer a su principal cliente puso en evidencia el abrumador grado de dependencia del mercado exterior que tenía nuestra economía. Pero también el cipayismo vendepatria del gobierno y de nuestra clase dominante durante la década infame. Gran Bretaña, por su parte, tenía entonces vastos intereses en nuestro país: los ferrocarriles, los frigoríficos, el reaseguro y los enormes negocios derivados de éstos.

Por ese pacto, se permitió a nuestro país enviar al mercado inglés una cantidad de su mejor producción de chilled beef (carne enfriada), bien barata y ¡libre de gravámenes! A cambio, la Argentina aseguró, en condiciones de claro privilegio, la importación de carbón británico (sobre todo para abastecer a las locomotoras a vapor ¡también británicas!) y de toda una serie de productos manufacturados de ese origen. Se eliminaron medidas -proteccionistas- contra las importaciones inglesas, favorecidas además por regulaciones cambiarias. Al mismo tiempo, el gobierno argentino se comprometió a alentar la inserción de las empresas del Reino Unido en el terreno de las obras públicas.

El vergonzoso pacto fue firmado (paradójicamente el mismo año en que moriría don Hipólito Yrigoyen) en Londres por el ministro de comercio británico Walter Runciman y el vicepresidente conservador argentino Julio A. Roca (hijo del presidente homónimo). En esa oportunidad, Julito Roca tuvo el mal tino de decir que -Argentina, por su interdependencia recíproca, es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del imperio británico-. El lacayismo llegaría a la cúspide en las palabras del agente financiero de los intereses británicos y miembro de la delegación argentina Guillermo Leguizamón, Sir de la corte de St James: -La Argentina es una de las joyas más preciadas de la corona de su Graciosa Majestad-.

La representación se completaba con el ministro de hacienda, el socialista independiente Federico Pinedo, siempre asesorado por el economista inglés Otto Niemeyer en las medidas adoptadas en el sistema de transporte con la fundación de ferrocarriles y tranvías de Buenos Aires, en la fundación del Banco Central y en la creación de la Junta Nacional de Granos. La oligarquía intentaba, por todos los medios, seguir en la órbita de Inglaterra, porque era la única manera de mantener sus privilegios. La pujante economía de Estados Unidos, fuerte productor de granos y criador de ganado de primer nivel, la estaba amenazando de muerte. En definitiva, el empréstito inglés fue de 13 millones de libras esterlinas, pero el 70 % de esa cifra fue destinado para pagar a la metrópoli ¡utilidades de los ferrocarriles!

Claro, ni el pacto ni aquellas declaraciones de la delegación fueron bien recibidas en los círculos nacionales, tanto entre las fuerzas armadas como entre los civiles como los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta –autores de La Argentina y el imperialismo británico- y el grupo de intelectuales nucleados en FORJA. Se empezó así a cocinar un caldo de cultivo que prepararía finalmente las condiciones para la revolución del 4 de junio de 1943. El empréstito terminó pagándose (varias veces, como es de rigor) durante el gobierno del general Perón, cuando nacionalizó los ferrocarriles y el Banco Central, y derrotó a la coalición antinacional y antipopular de la oligarquía y el imperialismo.

El último domingo 24 se cumplieron cinco años de la muerte del gran patriota contemporáneo Alejandro Olmos, que supo denunciar la gran estafa de la deuda externa argentina y la complicidad de sus gerentes internos. Pero, como se ve, no hay nada nuevo bajo el sol: siempre existe disponible un Gunga Din.

Agenda de Reflexión, 27 de abril de 2005.

VOLVER A CUADERNOS DE LA MEMORIA



     Todos los libros están en Librería Santa Fe