BLUMBERG O PICHON
RIVIERE
Acerca de la judicialiación de la psicología
social
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Por Alfredo Grande, psicoanalista
La doctrina Blumberg de seguridad institucional ha llegado a los inesperados
territorios del ejercicio legal de la psicología. Aquel que ha logrado ser
profeta en su tierra, privilegio de represores, ha sembrado sus semillas
para una rápida cosecha. Son los tiempos de los secuestros express, y
también de los expertos express, de las declaraciones express, de las
soluciones express. Para la derecha, es legítimo aquello que es legal. Por
lo tanto, el apresuramiento para sancionar un corpus legal precoz tiene que
ver con la obsesión de la descarga punitiva, sin preocuparse de los inútiles
orgasmos de pensamiento crítico. El mejor aliado de toda cruzada (la cruz y
la espada) es el Código Penal. Anteriormente lo fue el Malleus Maleficarum,
el querido Martillo de las Brujas, bibliografía de consulta de los
inquisidores responsables del genocidio de mujeres durante tres siglos. Una
especie de El Tony para la canalla de torturadores y verdugos. Actualmente
no se pide quemar vivo a ningún psicólogo social. Al menos con fuego, quizá
sí con juicios. Las racionalizaciones e intelectualizaciones suelen ser del
tenor: “algunos psicólogos sociales hacen psicoterapia”. Es posible aunque
no lo creo probable. En relación a esto, tengo algo para recordar. Hace
muchos años, marchaba junto con los colegas de la Asociación de Psicólogos
para que se sancionara la ley del Ejercicio Profesional. También tengo para
recordar los comentarios de los estimados colegas psiquiatras que me decían:
“hay psicólogos que medican”. Era posible pero nunca me pareció probable. Y
aunque así fuera, no en vano aparecieron la flores de Bach y las plantas de
Mozart, el tema fundante era otro. ¿Podía ser considerada una disciplina
científica como mero auxiliar de otra disciplina científica? Los psicólogos
para la ley del ejercicio profesional del onganiato eran auxiliares del
médico psiquiatra. Inaceptable. Por eso marchamos, por eso luchamos y
finalmente triunfamos. Yo también. Pero como no éramos pocos, y además la
abuela siguió pariendo, la cuestión ahora se actualiza con el ejercicio
profesional de los psicólogos sociales. Enrique Pichon Rivière revolucionó
al psicoanálisis instituido en una organización que él mismo había fundado:
la Asociación Psicoanalítica Argentina. La fundante experiencia Rosario
puede considerarse como la creación de un nuevo paradigma de la salud mental
en la Argentina. El paradigma exige coherentizar una dimensión
institucional, otra dimensión organizacional y una dimensión individual. En
otras palabras: la Psicología Social como ECRO; las Escuelas de Psicología
Social y los Psicólogos Sociales en su carácter de sujeto social histórico.
Cada nivel es autónomo del otro, aunque no puede reclamar ninguna
extraterritorialidad. Pero la derecha no se paga de sutilezas. Se empieza
con determinado psicólogo social por usurpar títulos y honores, se continúa
con algunas Escuelas de formación y finalmente se termina con la
biblioclastía, la matanza de las ideas y la represión ideológica. Pretender
resolver con el Código Penal las cuestiones teóricas, políticas,
profesionales, de incumbencias que se plantean por la superposición de
ámbitos, formaciones, currícula, campo de intervención, etc, es una forma
apenas encubierta de judicializar la Psicología Social. En lo que es su
punto de apoyo mas importante: la praxis que genera. No desconozco que
estamos en presencia de una dificultad. También hay psicopedagogos que
psicoanalizan y hay maestros del psicoanálisis que no son ni médicos ni
psicólogos. Todo esto es una cuestión que viene desde la resistencia a la
formación organicista y asistencialista de Medicina, a la cual cada uno
resistió a su manera. Por eso don Ginés nada descubre y por el contrario,
todo encubre. En una charla organizada por la querida Escuela de Psicología
Social de Chacabuco en el ámbito del Círculo Médico, y en presencia del
Director del Hospital, dije que a mi entender la salud mental no era una
problemática sólo de especialistas. El Esquema Conceptual Referencial y
Operativo (ECRO) en Salud Mental exige no solamente la interdisciplina sino
también la interpráctica. El saber no sabido ocupa un lugar muy importante
al lado del saber académico, supuestamente sabido. No se en que orden de
jerarquías, pero cualquier hegemonía de uno en relación al otro va a tener
una resultante negativa para el paciente. Hasta de los denominados
curanderos han aprendido los médicos. Naturalmente, si un curandero se hace
anunciar como médico termina preso. Eso no ha demostrado disminuir la
iatrogenia ni la mala praxis del acto médico. Pero en el caso de la
Psicología Social, hay un significante potente que tiene legitimidad
histórica. Muchas Escuelas ya dan título de operador en psicología social,
aparentemente menos irritativo. Pero la cuestión de fondo no es, a mi
entender, el texto del anuncio sino la calidad del producto. No me preocupa
la denominación de Psicólogo Social sino tener la posibilidad de conocer y
de evaluar la tarea concreta que se realiza. Por lo tanto estoy de acuerdo
en una legislación reguladora de la multiplicidad de existencias en salud
mental. Es necesario saber quienes somos, que hacemos, como sobrevivimos,
que nivel de validación y verificación tienen nuestras teorías y nuestras
prácticas. Hasta donde sé. Los psicólogos sociales tienen total conciencia
de esta situación y no sólo desean, sino que también exigen que sea
solucionada. Propongo la creación de dispositivos disciplinarios,
interdisciplinarios y no disciplinarios a los efectos de potenciar la
singularidad de cada profesión y de cada práctica. Pero que la fuente de
toda razón y justicia para discutir estos problemas no sea el modelo de las
leyes represoras de Bulmberg, otro padre al que le matan un hijo, aunque en
este caso no conste que lo haya abandonado. Pero subirse a los cielos de las
consultoras internacionales desde la tragedia personal, no me parece nada
que merezca ser imitado. Quisiera desalojar la sensación que “a Freud
rogando y con el mazo dando”. Más temprano, las conductas superyoicas tienen
efecto boomerang, porque los verdaderos enemigos de la cultura represora son
todos los psi, más allá del apellido de origen. Y estoy seguro que de lo que
se trata es de dar la batalla, pero no en el terreno que el enemigo propone.
El Código Penal es pésimo consejero y no olvidemos que cuando un fascista se
quema con leche, ve una vaca y la mata. Intuyo que hay algo del exterminio
que se está jugando, mas allá de la voluntad consciente de las partes. Por
eso yo elijo a Pichon Rivière. Es decir, lucho por la legitimidad, que
siempre habrá legalidades que le pongan demasiados palos a las ruedas de la
historia. Y no hay otra historia que la de los pueblos que luchan. De ellos,
solamente de ellos, será la última palabra. El desafío está lanzado. Habrá
que sostenerlo.
Fuente:
www.revistalote.com.ar,
2003