ASÍ ME NACIÓ LA CONCIENCIA

Rigoberta Menchú
 
Rigoberta Menchú Tum (nacida en Uspantán, Guatemala, el 9 de enero de 1959), líder indígena guatemalteca y defensora de los derechos humanos, miembro del grupo Quiché-Maya. Es Embajadora de Buena Voluntad de la Unesco y ganadora del Premio Nobel de la Paz y el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional. Se ha destacado por su liderazgo al frente de las luchas sociales en el ámbito nacional e internacional. En 2007 se postuló en las elecciones presidenciales de Guatemala, pero no tuvo éxito.

ENLACES RELACIONADOS
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Vió morir de hambre, por envenenamiento o asesinados a tres hermanos, su madre y su padre, en una de las represiones más cruentas de la historia de América Latina. A partir de un conmovedor testimonio personal, esta mujer se proyectó como el símbolo de la resistencia indígena.

"Me llamo Rigoberta Menchú y así nació mi conciencia". Fue la frase con la que esta indígena guatemalteca tituló la historia de su vida. Una historia que conmovió al mundo y dio inicio a una acción social y política que ha convertido a esta mujer en el espíritu vivo de los pueblos indígenas latinoamericanos.

Su voz vino desde la exclusión y narró una dramática historia de opresión y de confrontaciones en la que cayeron cinco de sus más cercanos familiares.

Era la historia secreta de cuarenta años de violencia rural en Guatemala, desde los tiempos en que un ejército de oficiales, fieles a las empresas bananeras norteamericanas, arrojaron del Gobierno al izquierdista Arbens e instalaron un régimen militar represivo, abierto en momentos y disfrazado de democracia en otros.

Fueron treinta y dos años durante los que la represión provocó alrededor de ciento cincuenta mil víctimas, la mayoría campesinos.
Hasta hoy, nada está claro en Guatemala y las nacionalidades indias siguen denunciando la persecución, con su premio Nobel, Rigoberta Menchú, a la cabeza.
Rigoberta Menchú Tum nació en Chimel, un pueblito maya-quiché del interior, en San Miguel de Uspantán, en 1959.

Hija de un campesino, fue testigo de la muerte por efecto de pesticidas de un hermano; otro falleció por desnutrición y un tercero, de 16 años, cayó víctima de terratenientes cafeteros que querían despojar a los indígenas de sus terrenos. Su madre fue violada y torturada por los soldados hasta morir.
Estos crímenes, junto con la actuación social de su padre, Vicente Menchú, y de numerosos vecinos del barrio, constituyeron el primer motivo de concienciación social por parte de Rigoberta.

En 1980 su padre murió carbonizado en la Embajada de España en Guatemala, durante el asalto policial perpetrado contra esa sede diplomática. Ese mismo año, Rigoberta dirigió a ochenta mil manifestantes y estuvo a punto de morir en su huelga de hambre.

Fue entonces cuando se comprometió de lleno con la lucha, denuncia y reivindicación de los derechos humanos de la población guatemalteca y en especial de los pueblos indígenas, decisión que le costó numerosas amenazas y persecuciones, y finalmente el exilio, en 1981.

En 1982 se convirtió en la primera indígena en participar en la formación del Grupo de Trabajo sobre poblaciones Indígenas en la ONU, y en 1983, publicó su libro autobiográfico. En 1992, año en que se recordaron los 500 años de presencia española en América, le fue concedido el premio Nobel de la Paz por su trabajo en favor de la justicia social y la reconciliación entre los diferentes grupos étnicos de Guatemala.

Con el dinero del premio creó una fundación, establecida en México, para apoyar a los pueblos indígenas del continente. En 1993 retornó a su país y un año más tarde, se firmó la paz entre el Gobierno y los rebeldes, una paz que todavía acarrea interrogantes. (JP)



De la serie Escritores en primera persona de Canal Encuentro (Parte 1)


De la serie Escritores en primera persona de Canal Encuentro (Parte 2)


“El pasado está intacto en el presente”

Entrevista a la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú Tum

Mayo 2012

Por Gašper Kralj
Rebelión

El 17 de mayo del 2012 en Maribor (Eslovenia), los condecorados con el Premio Nobel de la Paz reflexionaron acerca de la justicia y de la solidaridad global, conceptos valientes y de hermosa resonancia que, en la práctica, son a menudo mal entendidos: la impunidad todavía hace sombra a la justicia, y la solidaridad aún se confunde con el asistencialismo a las víctimas. Tuve entonces la oportunidad de hablar con Rigoberta Menchú Tum acerca de su testimonio Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, que este año será publicado por primera vez en esloveno por la editorial *cf. El libro fue escrito en la época de las dictaduras militares en Guatemala y América Latina, mientras que su traducción al esloveno coincide con el proceso histórico contra el general Efraín Ríos Montt. La justicia que no habita en los tribunales está ofendida por los miles de testimonios similares al de Rigoberta que todavía permanecen silenciados, todos ellos dolorosos testimonios de familiares y compañeros de los torturados, de los desaparecidos y asesinados en masacres que recuerdan a las de los primeros años de la conquista española. La traducción de este libro es una pequeña contribución más, una pieza en el mosaico de la solidaridad global con las luchas de los pueblos indígenas.


En 1992, Rigoberta Menchú recibió el Premio Nobel de la Paz por su incansable labor en el campo de los derechos humanos, y en los años 2007 y 2011 fue candidata presidencial en Guatemala. En la entrevista, por lo tanto, hizo referencia a los cambios que ella, una indígena rebelde, ha experimentado al convertirse en una personalidad reconocida y en una figura pública expuesta a las críticas. Habló también de los problemas que ha encontrado, de la importancia de la memoria histórica, de la crisis actual, de las estrategias políticas mayas y, por último, de sus propuestas para la nueva generación de activistas.

Su testimonio alcanzó a las masas, sensibilizó a la opinión pública internacional, entró en las universidades. ¿Con qué obstáculos se encuentra la mujer indígena cuando quiere contar públicamente su historia?


Rigoberta Menchú, en la voz de Eduardo Galeano. Producción: ALER (Ecuador). Serie Memorias del fuego - Mujeres. Fuente: Radioteca.net

Bueno, primero decir que me siento orgullosa del libro Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia porque fue el único testimonio que pudo materializarse en un texto en el momento que ocurrían las atrocidades más extraordinarias en Guatemala. La mayoría de los testigos eran perseguidos y murieron con su historia, no pudieron hablar, no pudieron decir sus nombres. Por otra parte, es un libro testimonial, no de análisis. Hay una tremenda diferencia entre un libro analítico o académico y un libro testimonial. Por eso este libro cambió la percepción del género en la Academia y rompió el tabú de que los testimonios no valían como documentos científicos. Es obvio que el libro se enfrenta a una cantidad de estereotipos, sobre todo los estereotipos occidentales de la antropología egocentrista. Cuando de pronto un maya habla dando su testimonio, en su dolor se expresa el sabor de una cultura milenaria. Ningún antropólogo del mundo podría inventar ese sabor milenario que solamente se transmite de generación en generación en una civilización perseguida durante largos años. En repetidas ocasiones he tenido la oportunidad de defender mi libro y lo he defendido con todo honor.

El libro se ha encontrado con grandes dificultades porque, además de ser un testimonio, reclamaba verdad y justicia. Quiero que mi verdad sea reconocida y quiero que sea reconocida con justicia. Esto me ha llevado a un proceso penal, me ha llevado a la política, me ha llevado a vincular la memoria de Rigoberta Menchú con la memoria del genocidio, del etnocidio, del feminicidio que se cometió en Guatemala y que se ha cometido en muchas partes del mundo. Por ello el libro planteó el tema de la memoria histórica en Guatemala.

¿Podría hablarnos sobre el pasado y el presente, sobre qué ha cambiado desde los tiempos de las dictaduras militares hasta hoy en día y qué permanece igual? Vemos que la represión severa en Guatemala, México, Honduras y muchos otros países latinoamericanos continúa. Pero también continúan las luchas. ¿Qué deberíamos aprender de ellas?

Lo primero que cambió fue mi condición. Pasé a ser una mujer exitosa, premio Nobel de la Paz, una mujer líder tanto en el campo espiritual como en el social, y por otra parte considero que ahora tengo más espiritualidad maya que la que tenía en aquellos años cuando era joven, ahora entiendo el sagrado calendario maya y más cosas de mis ancestros que antes, por lo que en mi propia experiencia hay muchos elementos nuevos. Pero lo más importante es que todo lo que he vivido no me convierte en víctima, y jamás permitiría que se convierta en víctimas a los otros actores de primera línea del dolor.


Rigoberta Menchú en Argentina: "Nuestra filosofía es la complementariedad" (agosto 2012).

En cuanto a lo que ha cambiado en Guatemala, creo que han cambiado muchas cosas. Nosotros tenemos aproximadamente cincuenta y cinco mil expedientes de quienes sufrieron el genocidio, la tortura, la desaparición forzada, la humillación como seres humanos... Expedientes dolorosos que son el testimonio impactante de ese país. Por lo tanto, el libro es apenas una pequeña ventana frente a lo que ya logramos documentar en estos veinte años en los que hemos trabajado para recuperar la memoria. En este proceso han hablado miles de personas y para mí es un honor que mi testimonio haya sido un granito de esa memoria.

Hay cambios positivos, por ejemplo, que la espiritualidad maya hoy ya no se practica en secreto, hemos logrado que por ley se respete y ya no tenemos que escondernos. Nuestros idiomas ya son oficiales, y por lo tanto nuestra historia empieza a ser oficial. También nuestra juventud vive hoy en un ambiente más libre y con más posibilidad de tener conciencia. Y finalmente, nos hemos preocupado por manejar nuestro sagrado calendario maya que es la guía más importante de nuestro futuro.

Sin embargo, hay cosas que no han cambiado. A pesar de que ya no vivimos la guerra, todavía tenemos miedo. Guatemala sigue viviendo el miedo al retorno de la represión, el militarismo y la dictadura. Y por ello a veces a la gente le cuesta reaccionar. Te cuesta accionar. Además, en muchas áreas sigue habiendo extrema pobreza y hambre, incluso hay zonas que se han empobrecido desde los tiempos en los que crecí con mis padres, cuando yo era niña. Hay lugares donde el analfabetismo es más impresionante y brutal que en esos años. O sea que el sistema capitalista no ha supuesto una vida mejor para nuestra gente. Se han idealizado mucho los acuerdos de paz, pero no se trataba de hacer la paz y mantenerla como tal, porque la paz debe consistir también en tener qué comer y tener trabajo y oportunidades. Por lo tanto, las libertades siguen siendo limitadas en Guatemala. Desafortunadamente el racismo como esquema mental, como esquema estructural, como esquema institucional y como esquema social, no ha cambiado. La lucha contra el racismo, contra la discriminación, contra la exclusión y la marginación siguen siendo nuestras banderas importantes.

Me gustaría preguntarle sobre el tema de la impunidad. ¿Cuál es la relación entre la impunidad y el poder político en Guatemala y América Latina? ¿Cómo es posible que en Guatemala el año pasado tomara el poder Otto Pérez Molina? Y también, ¿qué espera del juicio a Efraín Ríos Montt y otros militares asesinos responsables de crímenes de lesa humanidad?

Una buena noticia es que hace una semana se inició la apertura del juicio público de la masacre de la Embajada de España. De ello se habla en el libro en el que un abusivo antropólogo norteamericano afirma que lo que yo decía no era verdad porque el creía que mi padre había sido quemado con kerosén y yo creía que había sido quemado con fósforo blanco. He esperado treinta y dos años para que por fin esta discusión comparezca en un tribunal. El tribunal, por supuesto, no es maya sino que es un tribunal occidental, pero por lo menos tengo la posibilidad de demandar a los responsables de la masacre de la Embajada de España.

Igualmente han prosperado las demandas que he puesto en la Audiencia Nacional de España. Usted sabe que desde el año noventa y nueve tengo abierto un juicio en España contra el genocidio, el etnocidio y lo que ahora ya se califica también de feminicidio, o sea la agresión contra las mujeres. Estos juicios han abierto una lucha frontal contra la impunidad porque lo cierto es que muchos de los que están actualmente en el poder deberían de estar en la cárcel en lugar de en el poder, pues hay crímenes muy concretos que los señalan.

Sin embargo, el régimen de impunidad continúa, y creo que va a continuar mientras los ciudadanos no nos atrevamos a comparecer, a demandar, a hacer tres trabajos que yo he hecho durante toda mi vida: primero, la investigación científica. No se puede acusar a un genocida, a un militar, solo por ocurrencia, sino que hay que probar los delitos que ha cometido. Segundo, la batalla política para interpretar la doctrina jurídica, no solo el derecho nacional sino la doctrina internacional penal. Y tercero, la lucha social en demanda por un juicio justo, porque contra la impunidad tampoco es posible luchar solito, hay que luchar socialmente, que es lo que nosotros hemos hecho, nos hemos juntado las viudas, los huérfanos, los sobrevivientes y familias enteras para investigar y hacer exhumaciones. Es doloroso abrir una fosa común, doloroso, pero lo hemos hecho.


Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz Guatemala.

Por tanto, aunque no haya justicia y la impunidad continúe, la recuperación de la memoria histórica en Guatemala es nuestra ganancia. Estoy satisfecha de lo que hemos hecho porque yo no soy impartidora de justicia, solamente he evidenciado que la justicia no funciona. El problema es que la pobreza es enorme y en Guatemala se compran muchos votos. Yo no puedo decirle a un ciudadano que no venda su voto cuando está pasando hambre. Cuando un candidato compra el voto de ese ciudadano con dinero procedente del narcotráfico o del crimen organizado, el ciudadano no pregunta de donde viene el dinero sino que espera resolver una necesidad inmediata. Por eso lo que estamos viviendo es una crisis global, pero no vamos a permitir que vuelvan a hacer lo que han hecho con otros pueblos. Nuestra lucha hoy por mantener la paz es no permitir que vuelva el genocidio, no permitir que vuelvan las masacres, la intolerancia y el autoritarismo. Debemos mantenernos vigilantes porque somos custodias de lo que hemos avanzado.

Por un lado están el miedo, la represión, el terror de estado – desde las políticas conservadoras hasta las políticas abiertamente fascistas. Por otro lado, están las políticas liberales y su modelo de ‘libre mercado más democracia’, y también las políticas reformistas que incluso recurren a las consignas de las luchas contra el racismo y la discriminación, pero cuya práctica demuestra que tampoco harán vacilar al capitalismo. ¿Qué opina sobre los nuevos gobiernos progresistas? ¿Cuáles son los problemas y desafíos que encuentran los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, El Salvador? ¿Cuál es allí la autonomía de los movimientos sociales y cuál es la situación de los pueblos indígenas y su acceso a las decisiones estratégicas?

La verdad es que todavía en América Latina, o en América en general, hay dos sistemas en pugna: el sistema ancestral, el de nuestros antepasados, y el sistema occidental. Nosotros nos hemos convertido en árbitro entre uno y otro, hemos intentado crear un puente entre los dos, pero no ha sido fácil, y por eso no soy idealista en cuanto a que los pueblos indígenas logren su emancipación. Aunque haya un régimen más progresista o menos progresista, siguen habiendo problemas porque se trata de dos ideologías, dos filosofías y dos sistemas que se enfrentan. Dado que la visión y la esencia de las civilizaciones ancestrales es su profunda relación con la tierra, ésta es el principal problema en América Latina. Vienen unos señores con la pretensión de usurpar estas tierras para sacar oro, plata, petróleo... pero la gente, por constitución ancestral, no permite que les sean usurpadas, pues a veces incluso se trata de lugares sagrados que tienen una función espiritual.

Hay un problema bastante complicado que es el de la minería, el petróleo y todos aquellos recursos que los occidentales llaman recursos naturales y que nosotros llamamos nuestros bienes materiales, o nuestros bienes en general. Si tuviéramos capacidad para abordar la crisis a lo mejor podríamos encontrar una solución, y creo que esto es lo que está tratando de batallar Evo Morales en Bolivia, tratando de ver cómo y hasta dónde puede haber compatibilidad entre la ociosidad que busca occidente y la ociosidad que buscan las culturas ancestrales.

Otro problema es que nosotros no manejamos las corporaciones que maneja occidente: no hemos sido banqueros, no hemos sido empresarios, no hemos acumulado riquezas a base de diamantes y oro, y por ello nos han excluido totalmente de la administración pública y las políticas públicas son dirigidas siempre por otros, no por nosotros. De ahí viene la demanda de nuestra inclusión en la toma de decisiones, o sea, que nos permitan decidir sobre aquellos asuntos que conciernen a nuestro sistema ancestral. Por eso, para no quedar al margen de los procesos electorales, por primera vez en la historia de Guatemala tenemos un partido maya.

Nuestro partido empezó a fundarse hace ocho años y nos ha llevado todo ese tiempo poder cumplir los requisitos de occidente para ser un partido que en sí mismo no es maya, pero que está integrado por mayas, pues el noventa y seis por ciento de los fundadores de Winaq somos mayas. Esta cuestión me ha valido muchas críticas, se me ha preguntado por qué Rigoberta está fundando un partido, no necesita ni tiene que meterse en política, la política es criminal, es sucia, es… Sí, es sucia, pero, después de tres tentativas de partido político maya en Guatemala que fueron aniquiladas, para mí Winaq es el primer intento logrado. Esta vez hemos conseguido tener un partido que va a entrar en el Foro de São Paolo, próximamente en Caracas, y vamos a ser uno de los partidos progresistas de América Latina. Pero eso no es la solución Winaq. Creo que todavía es necesario pasar por un largo proceso porque nos cuesta muchísimo entender la lógica de occidente en la elección de líderes. Para nosotros un líder no es el que se autonombra, es el que sabe escuchar a la gente. Pero, ¿por qué me siento orgullosa de haber sido una de las fundadoras del Winaq y de ser actualmente la secretaria general del partido? El 44,5 por ciento de la militancia de Winaq son mujeres, mujeres mayas. No me siento orgullosa tan solo por ser un partido, partidos hay muchos, sino porque puede ser un instrumento para buscar y explorar vías que nos permitan crear una alternativa.

Para concluir, sobre las crisis y las alterativas. Se trata de una profunda crisis social, de una crisis de valores, como dice Ernesto Sabato, que al mismo tiempo es una oportunidad para reflexionar sobre qué es lo realmente importante. Y también, ¿cómo actuamos, cómo nos comprometemos individual y colectivamente para los cambios radicales? ¿Cuáles son las alternativas al capitalismo, sistema que no resulta solamente devastador para los pueblos indígenas sino para el planeta entero? ¿Cuáles son sus propuestas para la nueva generación de activistas?

Mi consejo es que volvamos a la comunidad, que volvamos a la tierra, que volvamos a tener la conexión necesaria con una vida plena que no se vea limitada a la intriga y la controversia; que sepamos renovar nuestras instituciones, aquellas que se crearon para la guerra y cuya función era de choque. Hoy no estamos en guerra y tenemos que adecuarnos a una dimensión de lucha social en la que no victimicemos a nuestra gente y tampoco idealicemos a los pueblos. Seamos más realistas. Pienso que hay muchas organizaciones que deberían renovar ya su propia existencia, porque se puede mantener una sigla solo por mantenerla. Uno de los errores que se ha cometido es decir ‘éste es mi símbolo’ y querer mantenerlo sin dar un paso hacia la revisión de agenda y de estrategias. Yo misma empiezo tratando de no idealizar a mi gente, porque la perversidad no es solo la de los grandes políticos, también es perverso que se permita que a una persona pobre se le compre el voto o que se la humille. Es decir, es la calidad humana lo que tenemos que buscar. Podemos filosofar, pero lo más importante es que seamos capaces de crear autoestima en la gente y crear una población más sana, más armoniosa, que empiece a buscar la armonía en lugar de la victimización. Hay todavía mucho trabajo que hacer en la educación, respecto a la cultura, la identidad, la autovaloración de nuestros idiomas y el uso de nuestros instrumentos como el calendario maya y las normas ancestrales. Pero a esto se llega mediante el diálogo, mediante la consulta… Creo que la vía del futuro es la consulta. Si yo le pregunto a usted cómo lo resuelve y si usted tiene una idea, esa idea viene a sumarse a los esfuerzos que van a ser el camino. No hay una receta.

Guatemala es un país próspero, pero ha sufrido mucho. Las huellas del genocidio nos van a durar muchos años. No se puede decir ‘esto es el pasado y aquí está el presente’, sino que el pasado está intacto en el presente. Debemos cuidar que nuestros hijos no sean genocidas o no sean víctimas del genocidio, y eso solamente es posible si tenemos memoria. Si negamos la historia corremos el riesgo de que vuelva repetirse. Es muy importante que juicios como la masacre de la Embajada de España, aunque sea treinta y dos años más tarde, haya llegado a un tribunal. No sé si van a soltar a esos señores o si los van a meter en la cárcel, yo no tengo ni idea, pero esos juicios representan una etapa de las luchas que hemos llevado a cabo contra la impunidad. Los victimarios cargaran encima la vergüenza de ser criminales y de ella no podrán escapar. Por eso espero que el libro interese a los eslovenos y que los vincule a Guatemala. En él no esta la historia completa, porque para completarla habría que entrar en cada uno de los testimonios, recuperaciones escritas, expedientes judiciales, que hemos elaborado a lo largo de los últimos veinte años. En este tiempo no hemos descansado para escribir la memoria de lo que allí pasó.

www.rebelion.org


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ASí ME NACIÓ LA CONCIENCIA
[fragmento]

EL CÁLIZEL CÁLIZ

Entonces, me llamaron. La comida que me dieron era un poquito de fríjol con unas tortillas bien tiesas. Tenían un perro en la casa. Un perro bien gordo, bien lindo, blanco. Cuando vi que la sirvienta sacó la comida del perro. Iban pedazos de carne, arroz, cosas así que comieron los señores. Y a mí me dieron un poquito de fríjol y unas tortillas tiesas. A mí eso me dolía mucho, mucho, que el perro habría comido muy bien y que yo no merecía la comida que mereció el perro...

Desde el primer momento le amarraron las manos atrás, y empezaron a empujar a puros culatazos. Caía mi hermano, no podía defender la cara. Inmediatamente, lo que primero empezó a sangrar fue la cara de mi hermanito. Lo llevaron por los montes donde había piedras, troncos de árboles. Caminó como dos kilómetros a puros culatazos, a puros golpes. Cuando ellos lo dejaron, ya no se veía como una persona. Toda la cara la tenía desfigurada por los golpes, de las piedras, de los troncos, de los árboles, mi hermano estaba todo deshecho. Lo sometieron a grandes torturas, golpes, para que él dijera dónde estaban los guerrilleros y dónde estaba su familia. Qué era lo que hacía con la Biblia, porque los curas son guerrilleros. Ellos acusaban inmediatamente la Biblia como un elemento subversivo y acusaban a los curas y a las monjas como guerrilleros. Mi hermano estuvo con muchos cadáveres ya muertos en el hoyo donde no aguantaba el olor de todos los muertos. Había más gentes allí, torturadas. Allí donde estuvo, él había reconocido muchos catequistas que también habían sido secuestrados en otras aldeas y que estaban en pleno sufrimiento como él estaba. Mi hermano estuvo más de dieciséis días en torturas. Había también una mujer. La habían violado y después de violarla, la habían torturado. Inmediatamente mi madre se comunicó a través de otros medios y yo regresé a casa. Tenía mi hermano tres días de desaparecido cuando yo llegué a casa. Más que todo consolando a mi madre, porque sabíamos que los enemigos eran bastante criminales y no podíamos hacer nada, pues. Si íbamos a reclamar, inmediatamente nos secuestraban. Ella fue los primeros días pero la amenazaron y le dijeron que si llegaba por segunda vez, le tocaba lo que a su hijo le estaba tocando. Y ellos dijeron de una vez a mi madre que su hijo estaba en torturas, así es que no se preocupara.

Llegamos allí. Ya había mucha gente desde temprano. Niños, hombres, mujeres, estaban allí. Minutos después, el ejército estaba rodeando a la gente que lo estaba presenciando. Había aparatos, tanquetas, jeeps, había todas las armas.

Entonces mi madre se acerca al camión para ver si reconocia a su hijo. Cada uno de los torturados tenía diferentes golpes en la cara. O sea, llevaban diferentes caras cada uno de ellos. Y mi mamá va reconociendo al hermanito, a su hijo, que allí iba entre todos. Los pusieron en fila. Unos, casi estaban medio muertos o casi estaban en agonía y los otros se veía que sí, los sentían muy, muy bien. El caso de mi hermanito, estaba muy torturado y casi no se podía parar. Todos los torturados llevaban en común que no tenían uñas, les habían cortado partes de las plantas de los pies. Iban descalzos.

Yo, no sé, cada vez que cuento esto, no puedo aguantar las lágrimas porque para mí es una realidad que no puedo olvidar y tampoco para mí es fácil contarlo. Mi madre estaba llorando. Miraba a su hijo. Mi hermanito casi no nos reconoció. O quizá... Mi madre dice que sí, que todavía le dio una sonrisa, pero yo, ya no vi eso, pues. Eran monstruos. Estaban gordos, gordos, gordos todos. Inflados estaban, todos heridos. Y yo vi, que me acerqué más de ellos, la ropa estaba tiesa. Tiesa del agua que le salía de los cuerpos.

El caso de mi hermanito, estaba cortado en diferentes partes del cuerpo. Estaba rasurado de la cabeza y también cortado de la cabeza. No tenía uñas. No llevaba las plantas de los pies. Los primeros heridos echaban agua de la infección que había tenido el cuerpo. Y el caso de la compañera la mujer que por cierto yo la reconocí. Era de una aldea cercana a nosotros. Le habían rasurado sus partes. No tenía la punta de uno de sus pechos y el otro lo tenía cortado. Mostraba mordidas de dientes en diferentes partes de su cuerpo. Estaba toda mordida la compañera. No tenía orejas. Todos no llevaban parte de la lengua o tenían partida la lengua en partes. Para mí no era posible concentrarme, de ver que pasaba eso. Uno pensaba que son humanos y qué dolor habrían sentido esos cuerpos de llegar hasta un punto irreconocible. Todo el pueblo lloraba, hasta los niños. Yo me quedaba viendo a los niños.

Y decía el capitán, éste no es el último de los castigos, hay más, hay una pena que pasar todavía. Y eso hemos hecho con todos los subversivos que hemos agarrado, pues tienen que morirse a través de puros golpes. Y si eso no les enseña nada, entonces les tocará a ustedes vivir esto. Es que los indios se dejan manejar por los comunistas. Es que los indios, como nadie les ha dicho nada, por eso se van con los comunistas, dijo. Al mismo tiempo quería convencer al pueblo pero lo maltrataba en su discurso. Entonces los pusieron en orden y les echaron gasolina. Y el ejército se encargó de prenderles fuego a cada uno de ellos. Muchos pedían auxilio. Parecía que estaban medio muertos cuando estaban allí colocados, pero cuando empezaron a arder los cuerpos, empezaron a pedir auxilio.

Cuando se acabó el fuego, cuando nadie sabía qué hacer, a veces daba miedo de ver los torturados quemados y a veces daba un ánimo, valor para seguir adelante. Mi madre casi se moría de tanto dolor. Abrazó a su hijo, platicó todavía con el muerto, torturado. Lo besaba y todo, quemado. Yo le decía a mi mamá: vámonos a casa. No podíamos ver... No podíamos seguir viendo a los muertos. No era tanto la cobardía de no verlos, sino que era una cólera. Era algo que no se podía soportar. Entonces, toda la gente prometió darle supultura cristiana a todos esos torturados y muertos...

Fue secuestrada mi madre y desde los primeros días de su secuestro fue violada por los altos jefes militares del pueblo. Y quiero anticipar que todos los pasos de las violaciones y las torturas que le dieron a mi madre los tengo en mis manos. No quisiera aclarar muchas cosas porque implica la vida de compañeros que aún trabajan muy bien en su trabajo. Mi madre fue violada por sus secuestradores. Después, la bajaron al campamento, un campamento que se llamaba Chajup que quiere decir abajo del barranco. Después, mi madre estuvo en grandes torturas. Desde el primer día la empezaron a rasurar, a ponerle uniforme y después le decían, si eres un guerrillero, por qué no nos combates aquí. Y mi madre no decía nada. Pedían a mi madre, a través de golpes, decir dónde estábamos nosotros. Y si daba una declaración, la dejaban libre. Pero mi madre sabía muy bien que lo hacían para torturar a sus demás hijos y que no la dejarían libre. Mi madre no dio ninguna declaración. Ella defendió hasta lo último a cada uno de sus hijos. Y, al tercer día que estaba en torturas le habían cortado las orejas. Le cortaban todo su cuerpo parte por parte. Empezaron con pequeñas torturas, con pequeños golpes para llegar hasta los más grandes golpes. Las primeras torturas que recibió estaban infectadas.

Desgraciadamente, le tocaron todos los dolores que a su hijo le tocaron también. La torturaban constantemente. No le dieron de comer por muchos días. Mi madre, de los dolores, con las torturas que tenía en su cuerpo, toda desfigurada, sin comer, empezó a perder el conocimiento, empezó a estar en agonía. La dejaron mucho tiempo y estaba en agonía. Para mi era doloroso aceptar que una madre estaba en torturas y que no sabía nada de los demás de mi familia. Nadie de nosotros se presentó. Mucho menos mis hermanos. Pude tener contacto con uno de mis hermanos y él me dijo que no había que exponer la vida. De todos modos iban a matar a mi madre como también nos iban a matar a nosotros. Esos dolores los teníamos que guardar nosotros como un testimonio de ellos y que ellos nunca se expusieron cuando también les pasaron los grandes sufrimientos. Así fue cómo tuvimos que aceptar que mi madre de todos modos tenía que morir.
Claro, para nosotros, cuando supimos que mi madre estaba en plena agonía, era muy doloroso, pero después, cuando ya estaba muerta, no estábamos contentos, porque ningún ser humano se pondría contento al ver todo esto. Sin embargo, estábamos satisfechos porque sabíamos que el cuerpo de mi madre ya no tenía que sufrir más, porque ya pasó por todas las penas y era lo único que nos quedaba desear que la mataran rápidamente, que ya no estuviera viva.

LA FE

Empecé a viajar por diferentes lados. Consultando todas las cosas. Y, una de las cosas, no es tanto para desestimar, porque también los curas hicieron mucho por nosotros. No es para desvalorizar lo bueno que también nos enseñaron, pero hay muchas cosas que nos enseñaron, a acomodarnos, a adormecernos como pueblo. Por ejemplo, la religión nos decía que era pecado matar. Pero, sin embargo, a nosotros nos están matando. Y nos decían que Dios está allá arriba y que Dios tenía un reino para sus pobres. Eso a mí me había confundido porque yo fui catequista desde niña. Entonces tenía ya muchas ideas en la cabeza...

Nosotros empezamos a estudiar la Biblia como un documento principal. La Biblia tiene muchas relaciones como las relaciones que tenemos nosotros con nuestros antepasados y con los antepasados que también vivieron una vida que es parecida a la nuestra. Lo importante es que nosotros empezamos a integrar esa realidad como nuestra realidad. Así es como empezamos a estudiar la Biblia. No es algo a memorizar, no es algo de hablar o de rezar nada más. Incluso, quitando un poco la imagen que teníamos, como católicos o como cristianos, de que Dios está allá arriba y Dios tiene un reino grande para nosotros los pobres; no estábamos pensando en nuestra realidad como en una realidad que estamos sirviendo. Así es cuando empezamos a estudiar textos principales. Tenemos el caso del “Exodo”, que es algo que hemos estudiado; lo hemos analizado. Se trata mucho de la vida de Moisés que trató de sacar a su pueblo de la opresión, trató de hacer todo intento para que ese pueblo fuera liberado. Nosotros comparábamos al Moisés de aquellos tiempos con los “Moiseses” de ahora, que somos nosotros. Se trata de la vida de un hombre, de la vida de Moisés.

Descubrimos que Dios no está de acuerdo con el sufrimiento que vivimos; que no es el destino que Dios nos ha dado, sino que son los mismos hombres de la tierra quienes nos han dado ese destino de sufrimiento, de pobreza, de miseria, de discriminación. Incluso hasta de la Biblia hemos sacado ideas para perfeccionar nuestras armas populares; que fue la única solución que nos quedó. Yo soy cristiana y participo en la lucha como cristiana. Para mí, como cristiana, hay una cosa. Es la vida de Cristo. Tuvo todo un proceso, donde Cristo fue humilde. Nació en un pequeño rancho, como narra la historia. Fue perseguido y, sin embargo, tuvo que optar por tener un pequeño grupo para que su semilla no se desaparezca. Fueron sus discípulos, fueron sus apóstoles.

El deber de un cristiano es pensar cómo hacer que exista el reino de Dios en la tierra con nuestros hermanos. Sólo existirá el reino cuando todos tengamos qué comer. Cuando nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros padres no se tengan que morir de hambre y de desnutrición.

Claro, muchos curas se llaman cristianos pero defienden sus pequeños intereses. Para no golpear esos pequeños intereses, se aislan del pueblo. Mucho mejor para nosotros, porque sabemos que no necesitamos un rey que esté en un palacio sino que necesitamos un hermano que esté viviendo con nosotros. Creemos que hay un Dios, pero ese Dios es padre de todos y al mismo tiempo no está de acuerdo cuando uno de sus hijos está muriéndose o es infeliz y que no tenga ni una alegría. Consideramos que cuando empezamos a emplear la Biblia, cuando empezamos a estudiar la Biblia de acuerdo a nuestra realidad fue porque en ella encontramos un documento que nos guía.

A partir de los sucesos de la Embajada de España los cristianos revolucionarios decidieron formar una organización y ponerle el nombre de mi padre : se llama Cristianos Revolucionarios “Vicente Menchú”. Los cristianos toman el nombre de mi padre como un héroe nacional de los cristianos, que a pesar de sus duras experiencias, nunca perdió la fe. Nunca confundió lo que es el cielo y lo que es la tierra. Optó por luchar con un pueblo, un pueblo que necesita desde su fe denunciar todos los secretos de los riesgos y de la explotación. Luchó en contra de eso como cristiano.

Entonces yo opté por mi reflexión cristiana, por los Cristianos Revolucionarios “Vicente Menchú”. No es porque sea el nombre de mi padre, sino porque es la tarea que me corresponde como cristiana, trabajar con las masas. Mi tarea es la formación cristiana de los compañeros cristianos que a partir de su fe están en la organización. Es un poco lo que yo narraba anteriormente, que yo fui catequista. Entonces, mi trabajo es igual que ser catequista, sólo que soy una catequista que sabe caminar sobre la tierra y no una catequista que piensa en el reino de Dios sólo para después de la muerte. Y así es como yo, con toda mi experiencia, con todo lo que he visto, con tantos dolores y sufrimientos que he padecido, aprendí a saber cuál es el papel de un cristiano en la lucha y cuál es el papel de un cristiano en la tierra. Llegábamos a grandes conclusiones con los compañeros. Reflexionando la Biblia. Hemos encontrado que la Biblia se ha utilizado como un medio para acomodarse y no para llevar la luz al pueblo pobre. El trabajo de los cristianos revolucionarios es, más que todo, la condena, la denuncia de las injusticias que se cometen con el pueblo. El movimiento no es clandestino. Es secreto porque somos masas y no podemos escondernos completamente.

LOS PRECIOS

En México me encontré con unas personas que nos habían ayudado desde Europa; antes, cuando estaban mis padres. Nos encontraron las mismas personas. Nos ofrecieron ayuda para que nosotros viniéramos a vivir a Europa. Ellos decían que no era posible que un ser humano pudiera aguantar tanto. Y los señores de buen corazón, nos decían que, vámonos allá. Allá les vamos a dar una casa, les vamos a dar todo lo que quieran. Incluso habrá oportunidad para que tus hermanitas estudien. Yo no podía decidir por mis hermanitas, ya que consideraba que eran mujeres capaces de opinar y de pensar por su vida solas. Entonces, hablaron con mis hermanitas e inmediatamente ellas rechazaron la proposición que nos hacían. Que si querían ayudarnos, que nos mandaran la ayuda, pero no para nosotros, para todos los huérfanos que se han quedado. Entonces los señores no entendían por qué a pesar de todo lo que nos ha pasado, queremos vivir todavía en Guatemala. A pesar de todos los riesgos que tenemos.

Video documental para descargar: Lucha contra corriente - Rigoberta Menchú Tum

Encuentro con Rigoberta Menchú Tum, indígena guatemalteca y Premio Nobel de la Paz en la primera década de los '90, que nos habla de su vida, de sus recuerdos y del futuro de su tierra. Rigoberta Menchú nació en 1959 en Chimel, una pequeña aldea de las montañas del Quiché guatemalteco, un lugar extraordinario para este gran personaje.


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Entonces, cuando empecé con mi convicción revolucionaria, tuve que definir dos cosas: la lucha o el novio. Hacía grandes conclusiones porque yo quería al compañero y yo veía los sacrificios de él por mí. Era un noviazgo ya más abierto que el que hacen mis gentes a través de mi cultura. Entonces, llegó un momento en que yo estaba entre dos cosas, o él u optar por la lucha de mi pueblo. Y llegué a eso, pues, que tuve que dejar al novio con dolor, y sentimientos, pero yo decía que tenía mucho que hacer por mi pueblo y no necesitaba una casa bonita mientras que mi pueblo vivía en condiciones de horror como en las que yo nací y crecí. Así es cuando yo me separé por un lado y él por otro.

En estos momentos no me sentiría feliz de buscar un compañero y entregarme a él, mientras que muchos del pueblo no tratan de buscar su alegría personal, sino que no tienen ni un momento de reposo. Esto me da mucho que pensar. Y, como decía, yo soy humana y soy una mujer y no puedo decir que yo rechazo al matrimonio, pero mi tarea principal, pienso que es primero mi pueblo y después mi alegría personal. Podría decir que muchos compañeros se han entregado en la lucha, sin límite, sin buscar su alegría personal. Porque he conocido muchos amigos en la lucha que me respetan tal como soy, como soy mujer. Compañeros que tienen ratos amargos, tienen penas, tienen preocupaciones y, sin embargo, están en la lucha y sigen adelante. Y podría decir que quizá renuncio a eso por mi dura experiencia que tengo, de haber visto muchos amigos caídos en la lucha. Eso a mí me da no sólo miedo sino pánico porque yo, una mujer viuda no quisiera ser, y una madre torturada, no quisiera ser tampoco.

LA LUCHA

Mi tarea es más que todo de transportar papeles al interior, o adentro de la ciudad y organizar a la gente al mismo tiempo practicando con ellos la luz del evangelio. Yo no soy dueña de mi vida, he decidido ofrecerla a una causa. Me pueden matar en cualquier momento pero que sea en una tarea donde yo sé que mi sangre no será algo vano sino que será un ejemplo más para los compañeros. El mundo en que vivo es tan criminal, tan sanguinario, que de un momento al otro me la quita. Por eso, como única alternativa, lo que me queda es la lucha, la violencia justa, así lo he aprendido en la Biblia. Eso traté de hacerle comprender a una compañera marxista que me decía que cómo quería hacer la revolución siendo cristiana. Yo le dije que toda la verdad no estaba en la Biblia, pero que tampoco en el marxismo estaba toda la verdad.

Yo sé que mi fe cristiana nadie me la va a quitar. Ni el régimen, ni el miedo, ni las armas. Y eso es lo que tengo que enseñar también a mi gente. Que juntos podemos hacer la Iglesia popular, lo que verdaderamente es una iglesia, no como jerarquía, no como edificio, sino que es un cambio para nosotras las personas.

Fuente: Cristianismo y Justicia


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