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El día que la figura de Ringo se hizo gigante | Entrevista por M. E. Gilio, Marcha, 1967 | Homenaje, web de Parque Patricios ENLACES RELACIONADOS El noqueador del olvido, Por Daniel Guiñazú | El día en que mataron a Bonavena LECTURA RECOMENDADA El Gran Macho Argentino (Entrevista revista Satiricón 1973) | Ringo Bonavena, Entrevista Revista Extra, 1969
El
día que la figura de Ringo se hizo gigante
¿Verdad o Mentira? Se movió por cielo y por tierra para buscar la pelea
con Alí, convenciendo promotores y gente que lo apoyara. Desde Estados Unidos,
mientras negociaba, se mandaba él mismo los telegramas de invitación para
la pelea a su casa y luego se los mostraba a Héctor Ricardo García, el director
de Crónica. También estuvo en Puerto Rico y Roma. Sin ir más lejos, cuando
ultimaba detalles en la capital italiana, presenció la pelea del 7 de noviembre
de 1970 en la que Carlos Monzón derrotó a Nino Benvenutti. En los archivos
televisivos se puede apreciar la figura de Ringo, de traje oscuro, en la
montonera de gente armada alrededor de Monzón en el Palazzo dello Sport. Una vez que la pelea se confirmó, la pregunta apuntaba a otro lado: –¿Le podés ganar a Clay?
En mayo de 1976 Oscar Natalio "Ringo" Bonavena, el campeón argentino de boxeo, caía asesinado a la salida de un prostíbulo en Estados Unidos. Nueve años antes, María Esther Gilio publicaba en "Marcha" un reportaje que lo pintaba de cuerpo entero. "Yo le gano a ése. A ése y a
cien como él", dijo Ringo; y miró hacia la cámara con expresión desafiante.
Pero enseguida sonrió y guiñó un ojo. "Ringo ahora saluda", explicó el locutor,
como si los televidentes fueran ciegos. "¿A quién está dedicado ese saludo,
Ringo?" "A los pibes de mi barrio. A los pibes de Boedo que me están mirando."
Dijo, y volvió a sonreír sin saber muy bien hacia qué cámara dirigir la
mirada.
-No... pero como además es mujer... Suba. -Quédese tranquilo... mis amigas dicen que soy buena. -Mis amigos también, pero yo tengo... -Sí, muchas copas y medallas para demostrarlo. -Un millón. -¿Un millón? Por un millón no levanto este dedo. Quizá veinte millones por una pelea. Hace poco gané en una noche veintiséis millones -dijo; y se quedó mirando la cara que yo ponía. Para no decepcionarlo abrí la boca extasiada. -¡Ah!... -¿Vio? -dijo, y
pegó un frenazo que me tiró contra el parabrisas. Sonrió. -Yo manejo rápido.
¿Tiene miedo? Este auto da más de doscientos. ¿Por qué no empieza con
las preguntas? -De pibe venía, sí... Y ahora también vendría... Uno siempre tiene algo
de pibe. Yo veo a los chiquilines pateando una pelota o remontando un
barrilete y se me van las manos. Mire esos pibes con las palomas. ¿Usted
se cree que a mí no me gustaría estar allí con todas las palomas alrededor?
Que alguna se me viniera arriba, bien confiada, y cuando menos se lo
espera ¡chácate!, dejarla dormida de un manotazo. -¿Cómo le surgió la idea
de hacerse boxeador?
-Se quedó muy abstraído, Ringo, ¿en qué estaba pensando? -Aunque no nazca el mismo día, igual es un fenómeno. -¿Vio? ¿Lo va a decir? -Seguro. Habíamos dejado el centro y atravesábamos el Once; el grito de "chau Ringo" se hizo entonces tan frecuente que casi no hablábamos. "Por aquí lo conoce todo el mundo", le dije. -Estoy entrando en mis barrios, aquí soy un ídolo. Pasamos a la cocina. Todo
se agitaba alrededor del campeón. Eran las tres de la tarde pero la
cocina volvió a encenderse y la heladera a abrirse y cerrarse. Aparecieron
las milanesas, pero también ensaladas, quesos, choclos, papas, buñuelos,
sopa, vino (por supuesto con soda), y ante mí, que había aceptado un
café, un tazón colosal rebosando café negro. Ringo comía, toreaba alternadamente
a la madre y al perro, y respondía a mis preguntas. -¿Y qué le gritan?
-¿Qué quiere decir eso? -Sí, no debe esperar lo que le diga el manager. El manager le dice: "Pegale al hígado, al estómago". Hay algunos boxeadores que oyen, y le meten nomás al hígado, y eso está mal. Hay que pegar por otro lado, más arriba, y cuando el tipo se descuida, chau, darle al hígado. -Usted tiene fama de fanfarrón. -¿Habla mientras pelea?
-Yo no soy de hablar mucho. -¡Fantástico! -Dijo bien.
Fantástico. Volvió a sentarse y comenzó a comer la fruta. -¿En español? -¿Sabe inglés? -¿Al pobre tipo? -¡Al manager!
Me lo tuvieron que sacar, quería matarlo. Hay cada criminal... Otras
veces uno está tan caliente que no se da cuenta de cómo está el otro
y puede deshacerlo sin querer. Fuente: Marcha, Montevideo,
1967
Indudablemente, nadie, pero nadie puede negar la aún omnipotente presencia etérea en el medio deportivo que corresponde de OSCAR NATALIO "RINGO" BONAVENA, niño de las calles de nuestro barrio, que lo vio más de una vez cometer diabluras de pibe, sanas como las de antes... y cómplice con su silencio. Nacido el 25/09/42 con un peso de 3,950 kilos, Oscar sale al mundo desde la panza de doña Dominga Grillo, alojado allí cómodamente gracias a la generosa intervención de Don Vicente Bonavena, en ese momento vecino de Boedo, aunque nos duela, quién a partir de ese momento se convierte de padre de 9 hijos. Ringo Bonavena, después de ser expulsado del club San Lorenzo de Almagro aterriza en la sede del Globo siendo conocido en el ambiente por autoproclamarse el más guapo de la barra bullanguera, esto sucede en 1958. Aquí los hermanos Raggo, históricos profesores del club, reciben a un tosco individuo de pie plano al que tiempo después convierten en boxeador internacional. Después de desarrollar alguna experiencia boxística, entre ellas una negativa a cargo de Corletti, Ringo enfrenta a Lee Carr en San Pablo, mientras representa a la Argentina participando como miembro de la delegación comisionada en esos juegos panamericanos (1963). A causa de su conducta deportiva, distante de la deseada por la comisión de box nacional, Bonavena es descalificado en este combate debido a que víctima de su impotencia por el castigo al que lo estaba sometiendo Carr lo muerde en una tetilla. Sancionado por la FAB decide emigrar a EEUU en busca de nuevos horizontes deportivos acompañado como siempre por su hermano José, reciben para esto el beneficio de una carta de recomendación emitida por Tino Porzio, el representante deportivo de los hermanos Raggo, allí en EEUU se hace cargo de su dirección técnica la misma persona que le pagó los pasajes a él y su hermano José, un tal Singer, quien lo haría debutar como preliminarista en el Madison Square Garden, logrando ése día, el 03/01/64 vencer a su oponente por KO en el primer round (Ron Hicks). Ringo había logrado en ese debut la conjunción de los unos... primera temporada del Madison, primera pelea, primer round, primer KO, primer minuto.
Después de varios rivales de segunda línea se enfrenta a Zora Folley, la derrota que le ocasiona este veterano boxeador lo arrima a la idea de volver a la Argentina, aprovechando para ese entonces que la sanción de la FAB había terminado. El regreso de Ringo al pugilato argentino estuvo coronado de incidentes generados por él mismo con afán de promoción, frente a un rival de "prestigio" llamado Díaz, a quien dejo KO técnico en el cuarto round, en declaraciones posteriores al combate dejo en claro que quería a Peralta. Goyo había despreciado a Ringo en EEUU cuando este se ofreció como sparring para el argentino que criticó el ofrecimiento de Ringo como una manera de hacerse conocer a costa de la fama que precedía al mismísimo Goyo Peralta, quien iba a tratar de conseguir el titulo mundial de la categoría que estaba en poder de Willy Pastrano. Goyo Peralta, campeón argentino de la categoría, jamás logró el título de campeón mundial, Ringo tampoco, pero si preguntás por alguno la respuesta popular es Ringo... campeón argentino de la categoría después de destronar a Peralta, un provinciano de origen radicado en azul, donde fue elegido concejal por el Partido Justicialista en unas elecciones que después fueron anuladas. ¿Por qué?...mirá... al día siguiente de la pelea, un domingo, como era obligado, costumbre en esa época durante el almuerzo familiar siguieron los festejos... por supuesto en la casa de Doña Dominga, en la calle 33 orientales, después "del morfi" Ringo traje gris corbatita fina, se calzo el cinturón de campeón y salió a las calles del barrio para mostrarse tal cual un pavo real a toda cola extendida... la caminata del campeón terminó en la cancha de su querido Huracán que curiosamente jugaba ese día contra el archirival deportivo... los cuervos de Boedo. Gordito, pie plano, actor en "los muchachos impacientes" y con Zulma Faiad en la revista de calle Corrientes, cantor del "Pío-Pío", brazos cortos, campeón nacional de su categoría... y de Parque Patricios porque sí... Fuente: Web de Parque Patricios - http://patriciospq.turincon.com Hay tipos que me dicen: "Hola, Bonavena, siéntese, coma algo". ¡Si cuando yo no tenía un mango no me daban de comer! ¿Por qué me quieren dar de comer ahora? EXTRA llevó a Oscar "Ringo" Bonavena a una mesa redonda sobre la juventud argentina y, durante dos horas, él estuvo en silencio mientras otros hablaban. Sin embargo, al final, sorpresivamente, tomó la palabra y se extendió en un monólogo que duró veinte minutos y se prolongó luego a la calle, a solas, con un redactor de la revista. Ese monólogo, grabado, está aquí letra por letra. En alguna medida confirma las palabras de Vicente Forte cuando dijo de Bonavena que era un "nuevo Martín Fierro". Tanta es la "cencia popular" que Ringo es capaz de derramar y contagiar. Habla de todo lo que lo rodea y demuestra que la vida sólo exige un requisito: la autenticidad. Eso se aprende aquí. "¿Gente joven quién es? ¿Yo soy joven? ¡Yo soy un viejo! Yo no sé que le ven de joven a mi generación. ¿Qué es lo que es joven? ¿Usar minifalda? Para ser joven uno debiera tener experiencia, y la experiencia llega de viejo. Es un peine que te dan cuando te quedaste pelado. Yo no creo que seamos jóvenes. Yo, para mí, soy un viejo. Y no porque tenga experiencia. No, me siento viejo... no sé ni lo que quiero. La juventud de ahora tampoco sabe lo que quiere. ¿Qué es saber lo que querés? ¿Llegar a una meta? Y bueno, si es eso, entonces uno entra en la facultad y en vez de hacer revoluciones y andar fumando por la calle -porque acá chillamos contra Norteamérica pero si no tenemos un Master’s (marca de cigarillos de la época) en el bolsillo nos morimos- hay que estudiar y recibirse. Dejarse de Mao Tsé Tung y que sé yo. No se reciben, no laburan y hablan de Mao Tsé Tung. "Yo no entiendo a la gente joven. ¿Cuál es? ¿Qué yo no me siento joven porque llegué? Y, sí, llegué, pero... ¿qué? Además la gente de mi edad no quería ni quiere que yo llegue. Y en todos los terrenos es lo mismo. ¿Con qué vienen? Los doctores, por ejemplo. Yo tengo... cien doctores amigos y todos se tiran uno contra otro. ¿Sabés cómo se tiran? Que no, que éste esto, que aquél lo otro, que éste trabaja en la Municipalidad, que aquél trabaja allá... y así. La gente no quiere que yo llegue porque dice que soy fanfa. ¿Por qué fanfa? ¿Porqué digo que voy a ganar? Ahora, si yo digo que voy a perder y que... bueno... en fin, si me ganan mala suerte. Entonces, sí, soy un buen muchacho. ¡Pero no le doy de morfar a mi vieja! Prefiero decir que lo voy a matar al tipo (que no lo mato, que es mentira, lo digo de grupo) y darle de morfar a mi vieja. Yo conozco un tipo que habla del hermano -"que lo voy acompañar aquí a mi hermano, que lo voy a ayudar allá"-, pero ¡porqué ese hermano está arriba! ¡A los dos "muertos" que están abajo no los voy a nombrar nunca! ¿Y eso es un buen hermano? Sin embargo, todos dicen que es un señor. Pero vos agarrá su historia; tiene cinco o seis hermanos, todos de la misma profesión que él, y nombra solamente al que le va bien; a los "muertos", no (seguramente se refiere a Goyo Peralta). "Y así todos. Aquí solamente se nombra a los próceres. A mí me preguntan quién es el mejor boxeador del mundo y yo digo Accavallo. Pero vos le preguntás a cualquiera y te dice Cassius Clay. ¡Pero si nunca lo vieron pelear! No lo vi pelear yo... lo vi por televisión, ¿cómo voy a decir Cassius Clay? ¿Por lo que leo? ¿Cómo voy a creer por lo que leo?... Después, por ejemplo, a muchos les preguntás: ¿vos creés en esto? ¿Creés que podés hacer aquello? Y te dicen: "Y... no, yo no creo". Y les preguntás: ¿Y en Jesús creés? "¡Ah, sí! ¡En Dios, sí!" ¡Pero si no lo vieron! Yo tenía como ídolo a Rocky Marciano, otro puede tener a Rattin, a Palito Ortega, a Justo Suárez, que sé yo... así te puedo nombrar a muchos. Y el otro día le pregunto a una señora quién es su ídolo ¿y sabés qué me dice? ¿sabés quién? ¡Jesús! ¿Y por qué? le pregunto. "Y...porque se hizo matar." ¡Pero para eso yo me hago matar mañana mismo a ver si soy ídolo! Por eso pregunto si el Che Guevara es ídolo. Era un loco que buscaba lo suyo, nada más. Yo también busco lo mío: ser campeón del mundo, cazar plata y vivir bien. A mí me dicen que soy ídolo. Yo no creo ser ídolo; creo ser popular. Pero no creo que ningún muchacho de mi edad quiera ser como yo. El ídolo es humilde y sencillo. Y yo no soy ni humilde ni sencillo. Yo no soy derrotado... porque el humilde es derrotado. La modestia es vanidad. Mirá, un tipo pregunta a otro: "¿Así que tenés un Mercedes Benz?" "Y... sí, más o menos"... "¿Así que tenés un Mercedes Benz?" y yo te contesto de otra manera: "Sí, gracias a Dios tengo un Mercedes Benz". Ves cuál es la diferencia. Si yo te dijera: "Sí, como dije antes yo peleé por todo el mundo, conocí muchos países, me compré varias casas" sería vanidoso. ¿A vos qué te interesa eso? Lo mismo que el otro día, viene un tipo y me dice, "que tal Ringo, cómo va, dónde va a pelear". "Y... no sé, le digo, quizás en EEUU, no sé" le contesto. Y me dice: "¡Ah! Justamente yo tengo una hija becada para EEUU". ¡Y a mí qué me importa! ¿Ves lo que te digo? Siempre quieren ser más que vos. Es la envidia. ¿Vos podés creer que la gente silbe a los que corren con Torino? Es un coche argentino y lo silban ¿vos podés creer? "Esto que te digo pasa con todo. Vos venís conmigo y yo te presento como el doctor Fulano de Tal te dice: "¡Ah, el doctor! ¿Qué tal? ¿Cómo le va? Encantado, póngase cómodo". ¿Qué me vienen con esas cosas raras a mí? Yo voy con el doctor Paladino y un amigo y presento "un amigo, el Pato", no pasa nada; y digo "y este es el doctor Paladino" y empiezan: "¡Ah, el doctor!" ¿No es una persona igual que el otro, acaso? ¡A mí me da bronca! Yo estoy continuamente en eso. Por eso al que viene con "Hola Ringo, qué hacés" y me entra a palmear y abrazar me lo saco de encima ¡fuera!, ¡fuera! Por eso soy fanfa. Porque hay cosas que no puedo tolerar. Hay tipos que me dicen: "Hola, Bonavena, siéntese, coma algo". ¡Si cuando yo no tenía un mango no me daban de comer! ¿Por qué me quieren dar de comer ahora? Si yo una vez pisé un pucho y me quemé el pie. Tenía un agujero así en el zapato. Y ahora que tengo mosca, todos me invitan. No hay caso: tanto tenés, tanto valés. "Tanto tenés, tanto valés. Cuando perdí con Jimmy Ellis se abrieron todos y me quedé solo. Cuando gané a Mildelberger el presidente me mandó un telegrama; cuando perdí no se acordó. Hasta gente que yo creí que era amiga mía desapareció. Todo el periodismo, todos. Cuando alguien se acercaba era para buscar pretextos: "No hiciste lo que te dijimos..." ¿Y qué me pueden enseñar a mí? ¿Se creen que es como el fútbol que uno se cansa y le pasa la pelota a otro? ¿A quién le paso la pelota yo arriba del ring? "Te dicen: "Vamos, Ringo, vamos a ganar". ¿Qué vamos? ¿Qué vamos?, si el que pone la cara soy yo. Vas a ganar, tendrían que decir. Si suena la campana y yo me quedo solo ahí arriba. Vivimos de grupo, viejo. Hay que seguir un camino y llegar a lo que uno quiere. Yo ya a algo llegué, pero ahora quisiera hacer otras cosas. A veces tengo bronca de no haber estudiado (aunque no pude, claro). Si hubiera estudiado podría hablar de muchas cosas que no entiendo. A veces quisiera no ser Bonavena, poder hacer las cosas que hace cualquier muchacho, vos, por ejemplo. Yo vivo bien, ya estoy cubierto para todo el viaje: ahora quisiera dejar el boxeo ya y empezar a hacer otras cosas. Mirá que yo lo que me gusta lo aprendo, no soy ningún bruto, por más que la gente lo diga. A mí me importa lo que dice la gente; hago como que no, pero me importa. Lo que pasa es que yo tuve que hacerme una imagen de malo. Pero era la única manera de conseguir peleas. Yo en 1963 me fui a EEUU sin un mango, y dos cosos me agarraron y me hicieron firmar un papel y hacer peleas. Ganaba 10 dólares y los mandaba para acá porque mi mujer estaba por tener la nena. Después vine para acá y tuve que decir que los iba a matar a todos para que alguien me llevara el apunte y me diera alguna pelea. Ahora estoy bien y trato de hacer todo lo que siento. "Por eso grabé un disco: no tengo nada de voz, pero me gusta cantar. Por eso voy a correr el Gran Premio si se hace: porque hago lo que siento. Yo no tengo amantes; pero porque no lo siento. Lo que siento lo hago y lo que no, no. Ahora quisiera hacer algo nuevo. Siento que podría hacer muchas cosas." Fuente: Extra - AÑO IV - Nº 38, septiembre de El director de Extra era Bernardo Neustadt).
Alabanza del boxeador que tenía pie plano No tenía la mirada apacible, su hablar no era sereno ni su sombra reposada.
Más bien era desvergonzado, picapleitos, machista y fanfarrón. Tampoco
era lo que se dice comedido y serio. Más bien chiquilín y prepotente.
Pero era bueno. Con todo lo que implica la palabra bondad. Un reo inculto.
Un mersa. Un self-made-man. Un alborotador. Un impuro. Pero bueno. Y
buen boxeador, quizá como pocos o ninguno. No sé si el mejor, porque
tenía pié plano. No fue campeón del mundo por poco, pero estuvo cerca. Había nacido bajo la luz de Virgo en mil novecientos cuarenta y dos,
en La Quema. Dicen que murió como vivió: espectacularmente. Y tal vez
así sea: su joven corazón de treinta y tres años –alguien dirá rápida
y estúpidamente "¡La edad de Cristo!"- fue partido en dos por la bala
rimbombante de un fusil treinta-cero-seis, disparada desde treinta metros
por un matón a sueldo, allá por Nevada, América del Norte.
Amaba a su madre con un desmedido
amor, para regocijo de los buenos intelectuales y de los malos (de maldad)
psicoanalistas. Su familia solía vivir en conventillos, y había otros
siete hermanos con quienes compartir vestimentas, comidas y un cacho
de mamá. Una vez -él mismo se lo recordó al periodismo- se le vino abajo
el depósito de agua del baño cuando fue a tirar la cadena, de puro podrido
que estaba. Muchos años después instalaría cuatro baños a todo trapo
en su casa nueva. Compartió su fortuna con todos sus hermanos, con todos
sus parientes y con todos los amigos que el oro no compra ni corrompe:
los que lo siguen llorando después de desaparecida la orgía de titulares
del periodismo amarillo, después de achicharradas y secas todas las
palmas y todas las coronas de todos sus triunfos y de su único velorio.
Después de vendidos y olvidados todos los libritos, todas las reseñas,
todas las separatas, todos los homenajes, todas las estampas. Y si alguno
les pregunta a ésos, sus amigos, qué tenía de especial, qué había en
él, cuyo discurso era un golpe bajo para la inteligencia, ellos dirán
"No sé, pero era bueno".
Su madre acostumbraba a disfrazarlo
de boxeador cuando era niño, el disfraz más fácil y barato de los carnavales.
Él ponía la cara y el cuerpo: todo un boxeador. Los guantes y el pantaloncito
eran de otro. A los once años se quebró una pierna -pesaba ya sesenta
kilos- y su mamá lo alzó y llevó en brazos al hospital, que no quedaba
justamente a la vuelta. Jamás se olvidaría de eso. Aquel siete de diciembre
de mil novecientos setenta tiró dos veces el negro a la lona, pero al
final perdería por nock out. Igual fue inolvidable, la hora suprema,
la excelsa, la grandiosa. Casi igual que Firpo. Muchas veces quiso repetirlo:
apeló, luchó, peleó, pero no le dieron otra chance.
Contra lo previsible no era peronista,
pero se hizo bordar en su bata de campeón "Las Malvinas son argentinas"
bajo un amarillo sol amanecido, mucho antes que sobreviniera la onda
patriotera y sangrienta del ochenta y dos. Le gustaba coleccionar armas
e ir de safaris de caza mayor, pero nunca olvidó la gomera colgada del
bolsillo de atrás. Su vida fue una fugaz y estentórea risotada y –para
su bien- su madre lo sobrevivió. En el fondo ella era más fuerte. No
pudo ser buen padre ni buen marido, quizá porque nunca dejó de ser el
mejor de todos los hijos de todas las madres de todas las Quemas: el
que pudo, el que llegó, el que triunfó. Quería ser canchero y la mayoría
de las veces alzó palmas de ridículo; juntaba objetos colosales, lustrosos
e inútiles con la misma intensidad y asombro desmesurado con que los
chicos de barrio juntan figuritas. Fue un solitario adelantado de la
plata dulce. ¿Pero no es un poco el deseo nuestro: tener la exclusividad
de otra plata dulce? Hasta escribió, a pedido, para la revista Satiricón.
Anoten: a pedido. Pero jugaba mucho, perdiendo fortunas en casinos y
mesas clandestinas, dicen.
Al final tuvo que hacer de payaso para los
millonarios yanquis, con otros grandulones en desgracia con quienes
se cruzaba a golpes con efluvio a tongo y a camelo en los monumentales
adefesios palaciegos de las Vegas. "Esos hoteles tienen alfombras que
te llegan hasta los tobillos, tenés que verlo, ustedes no se lo imaginan",
diría deslumbrado el muchacho de Parque Patricios. Lo más parecido a
un sueño cuando el mayor capital que uno tiene es justamente un sueño.
Sobre todo si uno tiene once años y ha nacido en la irrealidad de La
Quema. Quizás él tenía once años, y todavía disfrazado nos hizo creer
a todos que era grande. Pero igual allá en el norte se rebajó y perdió
rango. Todo por unos dólares mugrientos. Pero ahí está, seguro que ahora
cerquita del buen Dios. Porque era inocente de toda inocencia y puro
como un ángel irredento. Y fuerte. Y tan temerario y osado como para
llamarlo a Don King "racista al revés", porque el negro no quería que
su pupilo negro peleara otra vez con otro blanco. Y aparte sudaca. Así
era él.
También diría, y esto lo sacamos
de sus declaraciones: "En mi casa mando yo y mis hijos no van a ir nunca
al psicólogo", y otras cosas semejantes y del mismo tenor. Yo creo que
si para tanta gente ingrata somos capaces de engordar graciosamente
la vista, quizás él más que nadie merezca esa concesión, esa delicadeza
que se llama olvido. Olvidemos esto.
Era sagaz y astuto. En un programa
acartonado de la televisión de los setenta, no viene al caso, le preguntaron
una vez:
-¿Pero para usted todo se reduce
a dinero, a comprar y vender?
-A ver si no, esperá un cachito
y a ver si no me vas a cortar para pasar las propagandas -respondió
sin perfidia.
Seguro que cuando llegó allá
arriba, con el pecho anegado de claveles rojos, San Pedro habrá querido
sacarse una foto de recuerdo antes de llenarle la ficha celestial y
hacerlo pasar a la bienaventuranza de un Paraíso lo más parecido a Las
Vegas. Porque San Pedro -según dicen los chismosos serafines- es un
poco cholulo y se desvive por los pescados grandes que de vez en cuando
le manda La Parca. Y él, seguro, habrá bajado alardeando de la cupé
Torino, no se habrá sacado los descomunales anteojos espejados ni el
mersón sombrero texano, y le habrá gritado desenfadadamente, abriendo
sus enormes brazotes de buenazo: "¡Pedrito viejo y peludo nomás!" Para
estupor de la gilada que no nació en La Quema ni lo esperó el avión
presidencial, por si ganaba. Y después en la foto, seguro que por joder nomás, le hizo los cuernitos.
Marzo
2007: Se incendió el hotel donde mataron a Ringo
Protegidos
por la Virgen del Knock Out
En
el bar Sócrates –pleno corazón de Caballito–, la única señora que acompañó
a Oscar Natalio Bonavena (o Ringo) a todas las ciudades del mundo en
las que peleó, se encontró con el cantante que decidió inmortalizar
su figura en un disco. “Vos sos del barrio, ¿no?”, pregunta Dora y,
antes de que Walas pueda contestar, continúa: “Yo no te conocía, pero
hace unos días el quiosquero que me vende los puchos me dijo que un
grupo de por acá estaba por sacar un disco que se llama Ringo y que
era por mi marido. Después fui a la peluquería y estaban todas las chicas
hechas unas locas hablándome de vos”. Walas, contento porque la señora
está al tanto de la situación, le responde: “Sí, yo me crié y vivo por
acá. Mandales un beso a todas o, si no, dejá que yo se los doy personalmente”. Dentro de los once temas que completan la lista de Ringo está La Virgen
del Knock Out, un homenaje “a vuelo de pájaro” de lo que era la figura
de Bonavena cuando se subía a un ring o cuando estaba abajo; el púgil
creaba un personaje inolvidable que mezclaba humor, ironía, ego e irreverencia.
Para esta canción, Walas inventó un hada madrina que se dedica a cuidar
a Ringo mientras se pelea con los boxeadores más importantes del mundo.
Una especie de santidad que le sonríe de reojo y lo acompaña cuando
le sacan el banquito, cuando queda solo ante un rival que lo quiere
matar a trompadas. Básicamente es una criatura más del repertorio de
un creador de seres fantásticos que encuentra en su propia mente las
razones para sentirse seguro. “De chico me la pasaba creando dioses
aparte. Es la necesidad de tener algo en que creer”, resume Walas.
Uno de los puntos clave de la canción es
cuando el vocalista toma la voz del mismo Ringo y dice: “De mi ring
no se sale / soy temido en el norte y el sur / no me quedan rivales
ya y este negro no me dura ni un round”. Ese “negro” al que se refiere
es Cassius Clay (o Muhammad Ali), el boxeador más grande de todos los
tiempos y el protagonista de la batalla más épica que Ringo alguna vez
peleó. “Lástima que sí le duró un round y le terminó durando 15”, cuenta
su viuda, en referencia a aquella noche de 1970, en el Madison Square
Garden de Nueva York, en la que Ali venció a Bonavena por puntos. La
importancia de esa pelea iba más allá del resultado: es que antes de
que suceda, Ringo había hecho todo tipo de burlas acerca del que ya
en ese entonces era el boxeador más respetado del planeta. En el pesaje
lo llamó “chicken” mientras emulaba a una gallina, e hizo chistes racistas
para desestabilizarlo. Ali, totalmente enojado, le prometió que lo iba
a noquear en el noveno round que, curiosamente, fue el único momento
de la pelea en el que Ringo estuvo más cerca de la victoria.
Ringo no sólo tiene que ver con el amor
de Massacre hacia la ciudad de Buenos Aires, ni la devoción por las
aventuras del boxeador más épico –pero no el más exitoso– que tuvo nuestro
país. También es un sinuoso camino que recorrió Walas desde la salida
de El Mamut, el pasaporte de la banda hacia el éxito masivo, hasta esta
nueva producción. En los casi cuatro años que hubo en el medio, el cantante
tuvo que reconocer sus problemas de sobrepeso y plantearse una mejor
conducta alimentaria ante los riesgos de muerte que su nutricionista
se encargó de advertir. La carrera como boxeador no fue el único motivo por el cual Ringo se hizo famoso. Sus numerosas apariciones en televisión, las fuertes declaraciones que hacía antes de cada pelea y su presencia en todo tipo de espectáculos (en una obra de Olmedo a la que asistió como espectador, terminó arriba del escenario recibiendo aplausos), eran las razones por las que se convirtió en un ídolo popular.
Hasta llegó a ser cantante, en el famoso
tema Pío Pío que fue escrito por Palito Ortega y hoy es repetido hasta
el hartazgo en la pantalla de Crónica TV para anunciar la cuenta regresiva
hacia la primavera. “Cuando ya tenía su propia fortuna, seguía estacionando
su Mercedes-Benz blanco en la puerta del club en Parque Patricios y
se quedaba jugando al truco con sus amigos. No perdió noción de las
cosas que quería ni de quién era en realidad”, recuerda Dora. Esa capacidad
para tener los pies sobre la tierra, en cuanto a la familia y el barrio,
hacía de Ringo un verdadero poeta, que inventaba frases para el recuerdo:
“Cuando viajaba, mandaba cartas a diario para mí, mi suegra y mis hijos.
En todas había un billete y una frase o pensamiento que te llegaba al
corazón”.
A medida que transcurre la conversación,
Dora parece estar encantada con la idea de que un tipo como Walas lleve
la figura de su esposo a la gran cantidad de pibes que se la pasan escuchando
Massacre. “El público que te sigue lo único que puede llegar a saber
de Ringo es, por una cuestión generacional, por medio de sus padres.
Ahora que escuchen esto van a entender un poco más sobre su historia”,
dice ella.
El boxeador argentino “Ringo” Bonavena cumpliría 70 años
(25/09/12 TELAM) Si el polémico camino que eligió para su vida no lo hubiese llevado a una muerte tan temprana, mañana habría sido un día de fiesta: Oscar Natalio Bonavena, el popular "Ringo", cumpliría 70 años. Por Roberto Pettacci Bonavena nació el 25 de septiembre de 1942 en el barrio de Parque de los Patricios y de su amplio anecdotario quedó una frase saliente, una metáfora o una alegoría: "Cuando suena la campana estás tan solo en el ring que te sacan hasta el banquito". "Ringo" fue dueño de una personalidad singular, también discutida, que tuvo su momento cumbre cuando combatió con Muhammad Alí en el Madison Square Garden de Nueva York en la medianoche del 7 de diciembre de 1970. El país entero observó por televisión -60 puntos de rating- cómo aquel muchacho con "cara y alma de niño" le hacía frente al mejor boxeador de la historia y hasta le hacía tocar las rodillas en la lona en dos oportunidades, aunque el árbitro no contara. Y aunque luego el argentino claudicó en el decimoquinto round, se ganó para siempre la consideración de los aficionados argentinos y se transformó en una "leyenda". Bonavena, quien en uno de sus inolvidables `arrebatos` compró el pase del cordobés Daniel Willington en ocho millones de pesos para cedérselo a Huracán, el club de sus amores, debutó como profesional el 3 de enero de 1964 con una victoria por nocaut ante Louis Hicks, en el Madison Square Garden de Nueva York. El 4 de septiembre de 1965, Bonavena, con el también recordado Gregorio ´Goyo´ Peralta, produjo un hecho histórico para el boxeo argentino: metieron 25.236 espectadores en el Luna Park, cifra jamás superada, quienes vieron la paliza que ´Ringo´ le propinaba a su rival para quitarle la corona nacional de los pesados. Al día siguiente, Peralta se sentaba en la mesa grande de Doña Dominga Bonavena, que inmortalizó sus inolvidables "ravioladas". ´Goyo´ Peralta fue un invitado especial, dado que la rivalidad había quedado esa medianoche en el ring del Luna Park, y el vencedor compartió los ravioles de su madre, Doña Dominga, con el hidalgo perdedor, un hecho que prácticamente el boxeo produce. Rivales en el ring, amigos en la vida. Bonavena peleó con grandes figuras de la época: además de Alí, también combatió con Floyd Paterson, Zora Folley, Joe Frazier, Jimmy Ellis, George Chuvalo y Karl Mildenberger, entre otros. "No quiero ser el más rico del cementerio", dijo Bonavena después de cobrar 100.000 dólares por la pelea con Alí, en una verdadera declaración de principios: nunca le gustó guardar el dinero. Era, más bien, todo lo contrario. ´Ringo´ protagonizó shows musicales en la televisión, grabó discos -su hit fue `pío pío pa`, del cual vendió miles de placas-, tuvo romances de revista y también fue amigo del ex dictador Alejandro Agustín Lanusse. El 22 de mayo de 1976, Bonavena fue asesinado en un oscuro burdel de Nevada (en Estados Unidos), y coincidentemente el también desaparecido Víctor Emilio Galíndez, ese mismo día, logró su triunfo más resonante en Sudáfrica, al vencer en un combate épico al norteamericano Richie Kates. El disparo del rifle Winchester accionado por Willard Ross Brymer, uno de los guardaespaldas de Joe Conforte (el dueño del burdel Mustang Ranch), hirió mortalmente a un corazón que a partir de allí se alojaría para siempre en el pecho de todo un pueblo. Eran las 6,20 de la mañana en el Oeste de Estados Unidos, cuando un disparo traicionero de un matón acertó al pecho de Bonavena, provocándole la muerte instantánea a los 33 años, "la edad de Cristo" según el decir de su madre, Doña Dominga. Las 150.000 personas que lo despidieron una semana más tarde, poblando un Luna Park que jamás se vio tan triste, ratificaron el cariño hacia el hombre que irritó al mismísimo Alí y que inmortalizó las ravioladas del fin de semana en su casa materna, que hasta dieron origen a un programa de televisión. 25 de septiembre 2012 - Télam
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