Peronismo y Revolución

En los años 70, una grieta se abrió sobre el rol del peronismo. Cooke fue uno de los ideólogos del “giro a la izquierda” e influyó intelectualmente sobre los sectores juveniles.

Por Fernando Amato

John William Cooke murió en 1968. No pudo ver en la práctica el debate sobre el carácter revolucionario del peronismo que recién tuvo su apogeo con la llegada de Héctor Cámpora al gobierno, en 1973. Pero precisamente por eso fue un adelantado a su tiempo. Cuando Juan Perón después de ser derrocado estaba olvidado en el exilio, Cooke insistía casi en solitario en que el peronismo tenía que volver al poder y que la salida era por izquierda. Fue el gran mentor de la juventud maravillosa y de las “formaciones especiales” que Perón utilizaría para su Operativo Retorno. Cooke fue uno de los padres intelectuales de Fernando Abal Medina, uno de los fundadores de Montoneros. “Lo fundamental de Cooke es su rol activo en una segunda formación de militantes luego de la Resistencia. El nacionalismo popular revolucionario le debe mucho a su continua formación. La idea de la relación entre la liberación social y la liberación nacional y, por otro lado, la idea de la construcción desde las bases. Es fundamental, por ejemplo, en la formación de las cátedras nacionales que tienen gran peso en las universidades, con intelectuales como Justino O’Farrell, Ernesto Villanueva, Horacio González y Alcira Argumedo, entre otros”, recuerda el sociólogo Jorge Taiana (h). Para Carlos Kunkel, que fue uno de los ocho diputados de la Tendencia en 1973, “Cooke significó una apertura para amplios sectores, sobre todo de clase media, que provenían de visiones de izquierda. Sectores con los que compartimos visiones ideológicas pero ante la actitud concreta de masas y los trabajadores se tornan equivocadas para el peronismo”.

¿LA VIDA POR PERÓN?

En 1972, en pleno auge de la militancia setentista, la editorial Granica publicó en un libro la correspondencia que por varios años se enviaron Cooke y Perón y que se convirtió en un best seller difundido entre los cuadros de la Juventud Peronista. Pero si tal vez se hubiera leído bien, se hubiera evitado un baño de sangre. Allí, Cooke le pide a Perón un “giro a la izquierda”, al que Perón se niega por el carácter movimientista del peronismo. Cooke le insiste para que deje la

España franquista y vaya a conocer la Cuba comunista. En una de sus cartas, Cooke le pide a Perón que deje Europa porque la lucha estaba en Latinoamérica: “Hay en el mundo nuevos movimientos, nuevos líderes que surgen y vienen perfilándose en el seno de sus naciones. El conocimiento que usted tenga será siempre indirecto y no reemplaza, ni cuantitativa ni cualitativamente, la aprehensión viva, directa, permanente que sólo le puede dar la relación inmediata con el proceso y sus actores”. En otra carta le dice: “Usted no es un exiliado común: es un doble exiliado. Exiliado de su Patria y exiliado del mundo revolucionario donde se decide la historia y donde tiene sus hermanos de causa”. Pero en Cuba, Perón se convertiría en un simple líder de izquierda. Perón, en España, podía encontrarse con todos, seguir sumando a todos dentro del movimiento.“Cooke era un marxista nacional con fuerte influencia antiimperialista. Yo creo que fue muy importante y el General reconocía esa importancia inicial de aquellos años. Pero también creo que, de alguna manera, Cooke y Alicia ligaron su destino político más a la Cuba revolucionaria que al peronismo argentino”, rememora desde México Juan Manuel Abal Medina (padre), secretario general del Movimiento Peronista entre 1972 y 1974. Taiana coincide en parte con esta apreciación: “A Cooke lo describo políticamente como a un hombre del nacionalismo popular, revolucionario latinoamericano, que transitó del nacionalismo popular peronista hacia una estrecha relación con la Revolución Cubana, en sus últimos años. Lo conocí gracias a mi padre. Cuando se enferma, antes de morir, mi padre lo opera”.

Siendo uno de los diputados más jóvenes del primer gobierno peronista se sintió muy marcado por el derrocamiento de Perón. Entendió que los principales dirigentes del peronismo fueron responsables de aquel golpe. Para Cooke, no había revolución posible sin las masas peronistas que eran policlasistas. Pero por su ideología, debía ser de izquierda. Cooke veía un potencial revolucionario en las masas peronistas que la burocracia dirigencial justicialista frenaba. Pensaba que la única forma de lograr la liberación nacional era dentro del peronismo provocando su crisis. Por eso, al volver de Cuba, junto a su esposa Alicia Eguren, creó la Acción Revolucionaria Peronista (ARP), pero que no logró mayor inserción en el peronismo.

Pero, ¿es posible que un movimiento burgués y capitalista sea revolucionario? ¿Había cierta ingenuidad en los planteos del Bebe? Desde la izquierda, el dirigente del Partido Obrero, Jorge Altamira, analiza: “Cooke fue el ala izquierda de la Resistencia. Pero probablemente nadie va a decir que la tesis más importante de Cooke estaba completamente equivocada como la afirmación de que el peronismo es el hecho maldito del país burgués. El peronismo es una fuerza de estabilidad y colaboración. Nosotros reconocemos en Cooke la utilización del marxismo como en otros movimientos de liberación del mundo. Pero Lenin advirtió esto en el IV Congreso de la Internacional Comunista, diciendo que no había que dejarse engañar por las palabras del nacionalismo burgués, que había que distinguir entre lo que decían y lo que hacían”. “Gracias a Cooke, algunos discípulos del Partido Comunista de Victorio Codovilla, que habían apoyado la candidatura impulsada por el embajador yanqui Braden en 1945, comenzaron a tener otra visión sobre el peronismo”, retruca Kunkel.

EL PEOR FINAL

En un grito casi desesperado, Cooke le escribe a Perón: “La adversidad hizo que quedara a mitad de camino en 1955; la fortuna quiere que, en 1964, todavía cuente con las masas capaces de acompañarlo en la liberación nacional que no tiene otro abanderado posible”. Pero dos años después, escribe la frase que da final a la correspondencia: “Mis argumentos, desgraciadamente, no tienen efecto: usted procede en forma muy diferente a la que yo preconizo, y a veces en forma totalmente antiética. Pero aunque usted sea invulnerable a mis razones, lo que indudablemente me reconoce es que no tengo reservas en exponerlas, que soy claro en mis puntos de vista y que, las pocas veces que le escribo, comienzo por demostrarle mi respeto al no hacerme el astuto, disimular propósitos o disfrazar concepciones. Lo mismo ocurre con mi conducta política”.

Revista Caras y Caretas Nro 2345, agosto 2018