Por qué echan a Altamira del Partido Obrero

En un año electoral, el PO ha entrado en una inesperada crisis interna con derivaciones insólitas. Las razones de una inminente ruptura.

Por Gustavo H. Mayares*

A fines del siglo XIX y producto de la reorganización capitalista del país, se constituyeron los primeros sindicatos obreros argentinos, que sirvieron de núcleo para la conformación del primer partido de los trabajadores argentinos, de carácter marxista: el Partido Socialista.

A pocos años de su constitución formal, una batalla política crucial atravesó al partido de Juan B. Justo: por un lado, los revolucionarios que sufrían la relativa impasse de las luchas reivindicativas y, por otro, los parlamentaristas que crecían al calor de ciertos éxitos electorales obtenidos por el PS en sucesivas elecciones.

Así las cosas, la organización se dividió, con los revolucionarios reagrupándose en el sindicalismo y en el anarquismo, o en sus versiones combinadas, y los parlamentaristas copando el PS y derivando en los restos que hoy refleja el socialismo santafesino: expresión política de los intereses de la burguesía agropecuaria.

La izquierda trotskista argentina en general y el Partido Obrero en particular, de rutilante crecimiento en la última década, tanto numéricamente como en gremios y a nivel electoral, especialmente desde la conformación del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), parece estar atravesando el mismo dilema que el socialismo de los primeros años.

Mientras que el PTS –principal socio del PO– ya atravesó ese proceso que terminó con la eclosión del viejo MAS, dividido hoy en innumerables fracciones, todas adoptando políticas decididamente electoralistas, para el Partido Obrero es toda una novedad que acabará, según la propia prensa partidaria, en la insólita expulsión de su fundador, Jorge Altamira.

Altamira expresaría el ala revolucionaria del partido mientras que Néstor Pitrola y Gabriel Solano, entre otros, serían caras visibles de la adaptación de la actual dirección partidaria a las políticas del PTS, más proclives al parlamentarismo; es decir, crecer a partir de obtener escaños en el Congreso y legislaturas provinciales.

Los puntos de inflexión para tamaña diferenciación fueron los sucesivos éxitos electorales obtenidos por el FIT y, simultáneamente, la derrota interna que sufrió Altamira a manos de Nicolás del Caño (PTS) en las PASO de 2015. De allí en más, los cuestionamientos al dirigente histórico del trotskismo no habrían cesado, agudizando diferencias políticas y metodológicas.

Y la crisis hace eclosión con los reveses que la política electoral del FIT está teniendo en las provincias y que se replicaría a nivel país, ante la evidente polarización entre kirchnerismo y peronismo, por un lado, y el macrismo, por otro, en las elecciones nacionales de este año.

La actual dirección parlamentarista del PO buscó sumar a Luis Zamora y al MST de Vilma Ripoll –solo esta última aceptó sumarse al ahora denominado FIT-U– para superar ese bache electoral, mientras Altamira viene reclamando cambios en las políticas implementadas, pretendiendo una mayor vinculación con las luchas y el movimiento obrero.

A tal punto llegaron las diferencias que en el congreso del PO realizado este año, Altamira y sus seguidores fueron apartados de la conducción nacional. Desde ahí, el dirigente buscó conformar una fracción dentro del partido que, según documentos que tomaron estado público por estas horas, no prosperaría: sus integrantes, incluido Altamira y otros históricos del PO, serían expulsados del partido.

Ha pasado más de un siglo y los hechos parecen repetirse (quizá como farsa, añadiría Marx). Pero si el nuevo Partido Obrero, de carácter electoral y parlamentarista, seguirá el mismo derrotero que el Partido Socialista de Justo, solo lo revelará la historia. Mientras tanto, Altamira y los altamiristas reiniciarán la suya.

* Escritor. Editor literario. Periodista. Redactor de DiarioRegistrado.com