Sobre la violencia política contra las mujeres
Por Andrea Conde*
Milagro Sala y Cristina Kirchner
El 23 de septiembre fue el Día Nacional de los Derechos Políticos de las Mujeres. Desde el 3 de junio de 2015 en adelante, Argentina entera al decir Ni Una Menos entendió que las violencias contra las mujeres no se despliegan en un solo sentido sino que son múltiples, paralelas y complementarias. Son violencias y no LA violencia que únicamente representa un cuerpo violado y desmembrado en un descampado.
La veía a Cristina mostrar resignada su casa en El Calafate con las paredes derruidas llenas de agujeros. Mostraba, sola, los objetos íntimos que le sustrajeron, que remiten más a su historia que a un valor económico o perital de las múltiples causas que le inventan día a día tras la oleada de falsos arrepentidos que desfilan por Comodoro Py. No pude menos que recordar una tras otra las tapas de la revista Noticias, los zócalos o graphs de Clarín, y ante todo la cantidad de varones ensayando una y otra vez epítetos y mentiras en contra de la ex mandataria.
Una mujer Presidenta de la Nación, dos veces elegida democráticamente por voto popular por primera vez en la historia y entregó ese mismo mandato con una multitud atestada en Plaza de Mayo en agradecimiento a las políticas que devolvieron a la vida de los ciudadanos, pero ante todo de las ciudadanas algo de la dignidad que nos habían robado.
La violencia política contra las mujeres tiene un objetivo muy particular y es que busca restringir la participación política de las mujeres en tanto mujeres pero además comunica a la sociedad que las mujeres como grupo no deberían participar en política.
Serán por aquellas que de pronto al percibir la asignación universal pudieron irse de un hogar violento, será por todas las travas que ahora tienen documento, será por todas las lesbianas populares que aprendieron oficios en el Ellas hacen y no necesitaron transar con la heteronorma. Serán también por las amas de casa con jubilación que no pudieron aportar porque nadie les pagó nunca las tareas de cuidados, que hoy la castigan y nos castigan. Porque es un desafío claro a un sistema de opresión que se sostiene sobre todo económica y políticamente.
Este tipo de violencia es otra arista de un sistema que por el mero hecho de existir con una condición particular (la de ser mujeres, lesbianas, trans o travestis) se da el permiso de oprimirnos en cada rama, actividad o práctica por fuera de las que nos asigna. Se llama patriarcado el sistema, misoginia el ejercicio y la política no solo no está eximida de tales sino que es uno de los mayores exponentes en la que estos actúan. Pero tiene también la particularidad de que al no poder acceder a la legislación de una nueva realidad afecta al grupo social en su totalidad.
Cuán diferente sería la historia si se hubiera tenido desde siempre una ley de paridad, si a la primera de nosotras que llega, pudiera cambiar de un plumazo las condiciones materiales en las que vivimos.
El Equipo Latinoamericano de Justicia y Género el pasado jueves sacó un informe clarísimo que evidencia no solo la falta de registro anterior, sino también la gran invisibilización de esta problemática. Ocho de cada diez participantes dijeron haber sufrido a lo largo de sus trayectorias políticas alguna situación de violencia por el mero hecho de ser mujeres. Una de cada dos denunció violencia psicológica, el 9% denunció violencia física y el 7% violencia sexual.
Aquello que resulta cavernícola leído en una pantalla como los ataques sexuales dentro del Senado de la Nación es la realidad cotidiana con la que nos enfrentamos cada día quienes decidimos hacer de la política nuestra vida entendiendo también la importancia y necesidad de sostenernos firmes.
Otro componente fundamental es la asignación cultural de las tareas de cuidado, en tanto y en cuanto quienes tuvimos hijxs realmente vemos la complejidad de avanzar con nuestros proyectos de vida en paralelo a un mandato social que te estigmatiza como mala madre si al llegar de una jornada de 15 horas de estos atropellos no cocinaste unos perfectos cupcakes.
Está prohibido para nosotras gozar, como bien evidencio la revista Noticias. Está prohibido liderar, expresarse y está prohibido ante todo ser insumisa a los buenos modos que nos impone el patriarcado. Quedate quieta, bien calladita, no te ensucies, no protestes.
Y sino mirá a Milagro Sala, que siendo una coya, negra y piquetera, demostró que puede otorgarle al pueblo mucha más dignidad y organización que el mismo gobernador de la provincia. Que por incomodar profundamente al poder enquistado en Jujuy, hoy está presa desde hace más de dos años.
Por suerte así como a Milagro, este goce y esta pasión profunda por lo que hacemos no se nos quita ni con el más crudo de los disciplinamientos. Ella redobla la apuesta y va por todo, quiere ser Gobernadora de Jujuy. Y nosotras las compañeras, que sabemos lo difícil que es y cuánto cuesta llegar a cada pequeño espacio que conquistamos entre tanto machirulo, acá estamos. Sabiéndonos, sosteniéndonos y disputando lo que es nuestro. Porque como las hormigas, subterráneas, en alianza feminista, haremos temblar el suelo entero para que de una buena vez se caiga.
* Andrea Conde es legisladora porteña (Unidad Ciudadana – Nuevo Encuentro) y Presidenta de la Comisión de Mujer, Infancia, Adolescencia y Juventud.
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