A 80 años de la muerte del poeta César Vallejo
ZONA LITERARIA | EL TEXTO DE LA SEMANA
Por Alejandro C. Tarruella
Un viernes santo, 15 de abril de 1938, fallecía en París el poeta peruano César Vallejo, uno de los más importantes en el universo de habla española.
El paludismo que lo afectó de niño volvió sobre él para llevárselo. En la década de 1920, Vallejo se acercó al marxismo y se interesó por la realidad política, social y cultural del continente. Eso lo llevaría a considerar el peso de la revolución de octubre en la suerte del mundo. Hundido en problemas económicos, el poeta se había instalado en el viejo continente en 1923. Autor de los libros “Los heraldos negros”, “Trilce”, “Poemas humanos” y “España, aparta de mí este cáliz”, tenía 46 años y había hecho referencia a su muerte en un poema inolvidable.
Fue en su soneto “Piedra negra sobre piedra blanca” cuando hizo esta referencia conmovedora: “Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo”. El notable poeta peruano, nacido en Santiago del Chuco en 1892, haría de su poesía un sello universal por su riesgo al trabajar en la misma transformación del idioma y asistir a la creación de una vanguardia suramericana que mixturaba lo indígena, lo español y lo criollo en un nuevo lenguaje. Lo hizo desde sus inicios en el reconocido Grupo Norte desde donde partió a la humanidad. Vallejos fue además periodista y durante dos años lo ejerció en el diario “El Comercio”, de Lima. Y escribió para diarios de España.
A su recuerdo asistieron este 15 de abril de 2018, al cementerio de Montparnasse, gente de la cultura peruana y seguidores de su obra. Hasta allí fue Adán Silva, que obtuvo el premio “100 años de Los Heraldos Negros” en la Feria Internacional del Libro de Lima. En Argentina, sumida en una porción importante del mundo cultural en la asistencia a la penetración cultural corporativa, casi no hubo mención a los 80 años de su muerte.
César Abraham Vallejo Mendoza publicó “Trilce” en 1922 y siempre tuvo en mente conocer Europa en los años de la “generación perdida”. Uno año después, dejó su cargo de profesor de primaria en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe, en Lima, en mayo publicó su novela breve “Fabla Salvaje”, y en junio partió. Desde allí comenzó a publicar sus crónicas en un diario de Trujillo, “El Norte” y luego lo hizo en las revistas “Mundial” y “Variedades”, y en el diario “El Comercio”, “Nosotros”, revista de Buenos Aires, y “Letras”, de Santiago de Chile. Esas colaboraciones le permitieron subsistir, puesto que jamás el periodismo dejaba ganancias para una vida cómoda en esos años.
Luego de trabajar con Juan Larrea, poeta español que murió en Argentina en el exilio, con quien tuvo amistad, en la revista Favorables, París, Vallejo viaja a Rusia desde París, y funda la rama parisina del Partido Socialista. ‘Entonces no había otro ideario mejor que el marxista para oponerse a los avances del fascismo. Vallejo es un buen exponente de esa ejemplaridad humana, de esa imagen combativa, solidaria. Fue como un emisario de su propia vida que también quería cambiar la vida’, analizaría el narrador y poeta, José Manuel Caballero Bonald.
Cuando en 1928 ganó un dinero importante destinado a su regreso a Perú, emprendió un viaje a la Unión Soviética en donde durante dos meses, se dedicó a vivir las celebraciones de los 10 años de la revolución y los avances del gobierno encabezado por Stalin. De nuevo en París pensaba que había un nuevo tiempo en el horizonte del mundo.
El 3 de febrero de 1929 se conoció su primera nota en “El Comercio” de Lima, titulado “La megalomanía de un continente”. Vallejos influenciado por Oswald Spengler con su libro “La decadencia de Occidente”, de 1922, estimaba que América Latina podría transformarse en una continuadora cultural del legado de Occidente. Vallejo sostenía de todos modos, que no eran días de Latinoamérica sino de los Estados Unidos y Rusia. En sus artículos se referiría en particular a la revolución rusa así como se interesó en la nueva poesía norteamericana. Su visión cultural no le impedía abordar la problemática política de su época.
Afectado por sus viajes y su trabajo periodístico, tuvo que descansar y fue a Bretaña con su mujer, Georgette Philippart hasta la costa frente al Canal de la Mancha para recuperarse. En setiembre de 1929, Vallejo volvía a la URSS con la aclaración de que lo hacía en su carácter de periodista independiente. Así fue de Berlín a Leningrado de paso a Moscú. Y regreso por Varsovia, Praga, Colonia, Viena, Budapest, Trieste, Venecia, Florencia, Roma, Pisa, Niza para alcanzar París. Parte de las crónicas están en “El Comercio” y su interés era cultura y política. En 1930 llegó con Georgette a España y se encontró con Rafael Alberti y Gerardo Diego.
Allí logró publicar en julio de 1930 la nueva edición de “Trilce” con ayudas de sus amigos. Sus últimas colaboraciones en “El Comercio” fueron parte cuando ya había muerto, del “El arte y la revolución” que se conoció en 1973. De vuelta en París, militó en formaciones comunistas, y en diciembre de 1930, Vallejo fue expulsado señalado como conspirador.
En Madrid, su producción lo llevó a una de las etapas más importantes de su vida. Se conocieron entonces “Poemas humanos” y “España, aparte de mí este cáliz” a fines de 1937. A su regreso a París, César Vallejo afectado por aquella antigua dolencia de su niñez, moría el 15 de abril de 1938, una tarde de aguacero en Semana Santa. España era gobernada por la dictadura de Francisco Franco y contaba con 46 años.
Pablo Neruda lo recordaría en “Canto General” así: “un día/ te verás en el centro/ de tu patria,/ insurrecto,/ viviente,/ cristal de tu cristal,/ fuego en tu fuego,/ rayo de piedra púrpura…”. Ya era entonces el poeta universal que creció cuando no estaba en vida y su poesía abría cada día, un reflejo intenso en dirección al horizonte de la cultura universal. Dijo de él Juan Larrea: “…acallados los estruendos de las guerras y sus derivaciones, las estridencias políticas y los alborotos de los equívocos premios literarios, Vallejo sigue ascendiendo en el horizonte con fulgores singulares que no auguran su eclipse”.
*Alejandro C. Tarruella es periodista, escritor, autor de los libros “Guardia de Hierro. De Perón a Bergoglio”, “Envar Cacho El Kadri. El guerrillero que dejó las armas”, entre otros.
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