El peligro de una guerra total en Suramérica

Por Isaac Bigio*

Constantemente la administración de Trump afirma que se prepara para una posibilidad de invadir Venezuela, y ahora Juan Guaidó, quien ha sido reconocido por EEUU como el presidente interino de dicho país, ya sostiene abiertamente que él podría aceptar o pedir el ingreso a Venezuela de tropas de dicha megapotencia o de otras repúblicas, como Brasil o Colombia.

En caso de darse ello, Sudamérica podría por primera vez en su historia conocer una guerra con las siguientes 3 características: 1) uso de misiles y bombarderos supersónicos en ambos bandos; 2) intervención directa norteamericana (y tal vez de potencias rivales como Rusia, China o Irán); 3) participación de la mayor parte de las repúblicas de dicho continente en el conflicto.

Un continente que no ha conocido ninguna guerra mundial

Esta nota no busca tomar posición en favor o en contra de Maduro, sino conjeturar sobre el riesgo que puede pasar con Latinoamérica, la única región de la humanidad donde nunca se han almacenado armas nucleares ni se libró ninguna batalla en sus tierras durante la II guerra mundial.

Suramérica ha vivido algunas guerras internas, pero no ha tenido mayores conflictos bélicos entre naciones en los últimos 130 años. Ciertamente que se han dado choques armados en puntos lejanos a grandes urbes por problemas fronterizos entre Perú-Ecuador, Colombia-Venezuela y Venezuela-Guyana, pero la última guerra que duró años y produjo decenas de miles de muertos fue la del Chaco 1932-35 (entre Bolivia y Paraguay), en la cual ninguna batalla se libró en cualquier ciudad muy poblada de ambas naciones, las únicas sin mar del hemisferio.

Mientras que la mayor parte de las capitales de la Europa continental llegaron a conocer una ocupación militar extranjera en la II guerra mundial de 1939-45, la última capital sudamericana en haber sido ocupada fue Lima hace 13 décadas, dentro de la guerra en la que Chile derrotó a Perú y Bolivia en 1879-84. Entonces Chile llegó hasta el norte peruano pero no entró a las principales ciudades de Bolivia, país al que se limitó a quitarle su litoral.

El espectro de la guerra de la Triple Alianza

La última guerra total internacional que conoció Sudamérica y que acabó aniquilando a la mayor parte de la población masculina de un determinado país, fue cuando en 1860-70 se unieron la Triple Alianza de Brasil, Argentina y Uruguay para aplastar al Paraguay, nación que entonces tenía una política independiente y cuyo presidente Solano López chocaba directamente con los británicos, quienes por entonces eran el principal imperio en Sudamérica y quienes luego decidieron también la victoria de Chile en la guerra del Pacífico.

Brasil, entonces, tenía el único imperio y monarquía oriundos de Latinoamérica y concentraba a la mayoría de los esclavos negros del mundo. El antiguo Brasil fue en esos tiempos una potencia que se anexionó territorios de casi todos sus 10 vecinos, un récord que no lo tiene ningún otro país en las Américas.

Paraguay perdió alrededor de la mitad de su territorio y de su población, aunque algunos hablan de que el 85% de sus habitantes y el 90% de sus varones murieron, incluyendo casi todos sus adultos masculinos. Dicha nación otrora muy rica e influyente en el cono sur sufrió un terrible genocidio y desmembración. Hasta hoy no recupera el sitial que hace un siglo y medio llegó a tener en la región, temor que debe estar llevando a muchos militares venezolanos a no querer que eso se repita con su república.

Lo que puede pasar si hay una guerra contra Venezuela

Una posible guerra, como la que Guaidó pudiese estar contemplando, implicaría algo mucho peor que la de la Triple Alianza contra Paraguay. Los mayores vecinos de Venezuela, que son Brasil y Colombia, quienes recientemente han electo gobiernos de derecha dura centrados en la propaganda de derrotar el peligro que Venezuela representa y que encarnaban sus rivales electorales, son las naciones más pobladas del continente. Una guerra en la que solamente participen Venezuela, Brasil y Colombia implicaría una en la cual estén involucrados unos 280 de los 400 millones de sudamericanos.

Pero, además, allí entraría a tallar EEUU, potencia que anteriormente ha invadido México (cuya mitad norte se anexionó) y varias partes de Centroamérica o el Caribe, pero nunca antes el continente sudamericano. Por si esto fuera poco, habría presión para que todos los países del “Grupo de Lima”, quienes son los que alentaron a los opositores venezolanos a desconocer el segundo mandato de Maduro y proclamar un presidente paralelo, serian tentados a mandar soldados, como hoy lo son de enviar víveres.

Una eventual guerra en Venezuela no podría hacerse en nombre de las Naciones Unidas, la cual sigue reconociendo a Maduro como el único presidente de Venezuela, y, en todo caso, Rusia y China, evitarían que el consejo de seguridad apuntalara esta incursión.

Si miembros del grupo de Lima, como pueden ser Chile, Perú, Ecuador, Paraguay, Costa Rica, Panamá, Honduras, Guatemala o Canadá, enviasen tropas a Venezuela, entonces Cuba, Bolivia o Nicaragua pudiesen entrar para socorrer a su aliado.

China, pese a sus grandes inversiones en la región (donde en muchas partes viene sobrepasando a EEUU como principal comprador), no tiene como costumbre enviar tropas de combate, por lo que su presión se daría en el plano diplomático o económico. No obstante, Rusia es diferente.

Ahora que la guerra siria viene concluyendo, los mismos actores que han combatido allí ahora toman posición en Venezuela. EEUU e Israel están con la oposición venezolana, mientras que Rusia, Irán y Turquía secundan a Maduro.

Guerras “democratizadoras” de EEUU no han llevado a la democracia

Todas las guerras que se han dado en nombre de la democracia en la post-guerra fría ha conducido a la masiva destrucción y fragmentación de lo que fue Yugoslavia, Afganistán, Irak, Somalia, Libia o Siria. En esos conflictos decenas de millones han sido desplazados y cientos de miles han sido torturados, violadas o muertos.

La crisis venezolana se viene dando a la par que EEUU viene firmando un pacto con los talibanes donde acepta que estos se vayan quedando con la mayor parte de Afganistán. Tras 18 años de súper-bombardear a uno de los países más pobres que hay, Washington acaba de realizar que, lejos de poder haber triunfado, ahora debe pactar con quienes pidió erradicar.

Por el momento el único campo que constantemente llama al diálogo es el del gobierno de Maduro, mientras que Trump y Guaidó se mantienen intransigentes en demandar su salida o nada. El anterior presidente uruguayo Pepe Mujica le pide a Maduro que en aras de la paz renuncie a su puesto y que llame a comicios donde ni él ni Guaidó participen, algo que no pudiese aceptar un gobierno que asegura haber ganado las presidenciales venezolanas de mayo pasado con el 68% de los votos y 31% del padrón electoral, lo que aducen es uno de los porcentajes más altos del mundo. México, por su parte, sostiene que se debe respetar el principio de no injerencia en los asuntos internos de ninguna otra nación, pues esa es la clave de la paz.

La opinión pública mundial debe movilizarse si es que se quiere evitar que Sudamérica conozca por primera vez en su historia los horrores que han sido las guerras que se han visto al este del Mediterráneo.

* Historiador y analista internacional

América Latina en Movimiento

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