«El revisionismo ha ganado la calle; la gente piensa históricamente como nosotros»

Entrevistado por Alejandro Tarruella, Mario «Pacho» O’Donnell, aseguró que, sin embargo, «las cátedras, las becas, están todas en manos de ellos», en referencia a los representantes de la historiografía oficial.

Por Alejandro C. Tarruella*

Es uno de los escritores más prolíficos de la Argentina. Pacho O’Donell ha escrito narrativa, cuento y novela, dramaturgia, ensayo e historia. En este capítulo, ha renovado la visión de los revisionistas generando una lectura de lo pasado en tiempo presente, que permite emplazar a personajes y episodios de la historia, sobre la mesa de los grandes temas de la actualidad. La editorial Sudamericana, ha comenzado a publicar en una Biblioteca Pacho O’Donell, en la que reúne los más importantes libros del autor en ese rubro.

“La Penguin Random House, en su sello Sudamericana, tuvo la buena idea de juntar siete u ocho libros, no sé aún si son siete u ocho, de mí autoría revisionista, libros que responden a la versión nacional, popular, federal iberoamericana, como a mí me gusta llamar al revisionismo, que es una palabra un tanto pasada aunque de todos modos la gente identifica, Acaban de salir “Juan Azurduy” y “Los héroes malditos”, mientras van a salir “Rosas” y “La gran epopeya”, la historia de La Vuelta de Obligado, después creo que salen “Artigas” y “Los caudillos federales”, y luego “Bernardo Monteagudo” y posiblemente un octavo que puede ser “1815”, año del bicentenario del Congreso de los Pueblos Libres”, resumió O’Donell.

-¿Qué significa para vos esta reunión de libros que hace la zona histórica de tu aporte cómo escritor?

-Es una biblioteca que me parece que está bien hacerla, a mi edad yo voy pensando ya en lo que dejo, y mucho de lo que no se hace hoy, es de pasado. Así que como he hecho un sitio en la web, que se llama “Pacho ‘O Donnell”, donde he juntado una gran cantidad de mis artículos, videos, programas de televisión, referencias de libros con la idea de que cuando se quiera ver algo de mi obra no esté desparramado. Por eso,me gusta que haya una colección con mis libros de historia escritos con mucho amor y pasión a lo largo de los años.

-¿Cómo surge esta pasión por la historia teniendo en cuenta incluso tu vinculación familiar con algunos personajes que forman parte de ella?

-Nunca sabés como surgen las cosas. Hay una figura que a mí me impactó desde la infancia porque me decían que era un pariente mío, Lucio V. Mansilla. Me acuerdo que mi madre me propuso leer “Una excursión a los Indios Ranqueles” para que después hiciera un resumen para que explicara que me había parecido. A pesar de que era muy chico, me pareció una obra de un gran humanitarismo porque en aquellos años, los indios ranqueles eran considerados poco menos que monstruos, que hacían los malones y entonces, ir a vivir con ellos me resultaba un hecho de enorme valor humano. Además, Lucio V. Mansilla fue un gran escritor, un hombre con una historia apasionante, un seductor. Se dice que pasó por las alcobas de las mujeres más bonitas y nobles de su época.

-Tiene sin embargo, el reconocimiento de importantes escritores.

-Sí, es un escritor reivindicado por David Viñas, Ricardo Piglia,y no hay ninguna calle en la Capital Federal que lleve su nombre. Está Lucio N. Mansilla, su padre, héroe de La Vuelta de Obligado, que está ahí. Yo creo que tiene que ver con un castigo, así no hay ningún caudillo, no están Ramírez (Pancho) ni López (Estanislao), y está Quiroga porque lo puso Menem, atrás de la Facultad de Derecho, una calle donde no vive nadie. Está Artigas porque es el héroe máximo uruguayo pero no están ni Alejandro Heredia y yo creo que a Lucio V. no le pusieron su nombre a una calle, porque después de la batalla de Caseros, aunque él no fue especialmente rosista-no fue un hombre activo en el rosismo-, hubo un gran ataque contra esa familia. Por ejemplo, “Amalia” fue escrita para injuriar a la familia. En una ocasión, en un teatro, Lucio le tira un guante en la cara a su autor, José Mármol, y lo reta a duelo y Mármol lo rechaza. Es decir que quedó muy castigado por ese acecho a su familia y no hay ninguna calle con su nombre.

– Leónidas Lamborghini lo rescata como uno de los humanistas del siglo XIX que planteó la integración del indio en términos muy firmes.

– Y hay muchas anécdotas que hablan de él. En una carta que reproduje en un libro, Dominguito Sarmiento la envía desde el frente en la guerra del Paraguay, a su madre. Le pide que le mande prendas de terciopelo, de muaré, sedas, al frente de guerra porque dice que así deben vestirse los tenientes que estaban a cargo de Mansilla, que era un dandy. Mansilla decía que los oficiales debían mostrarse al enemigo para que sepa quién era el jefe de la tropa. Dominguito, que muere en la guerra, no quiere quedarse atrás y hace ese pedido.

-¿De qué manera definirías al revisionismo de tus libros históricos?

-Antes el revisionismo se definía más por su oposición a la historia liberal oficial. A mí me gusta llamarla historia popular, federal, iberoamericana porque da una perspectiva desde donde se lee la historia. Vos quizás ves este vaso. y te recuerda a un vaso que utilizó en tu familia. Yo lo veo como un vaso que me costó tantos pesos y no sé si vale la pena mantenerlo, o sea que cada uno tiene su versión. Existió así el Combate de San Lorenzo, existió el Centenario, la revolución del ’55. La diferencia entre la historia nacional que rescato y la otra, es que es la historia vista desde los sectores populares. La historia oficial es la vista desde los sectores dominantes. Un ejemplo es el Centenario. Para la historia oficial el Centenario es un hecho celebrable fue un momento en que no la Argentina, sino Buenos Aires, se mostró al mundo como una ciudad rica, pujante, con grandes palacios franceses, teatros líricos. Eso tenía sus méritos para un país alejado.

A la historia revisionista, lo que le interesa es como estaba la gente en el Centenario. Y la gente en el Centenario estaba muy mal. No era una celebración, no había leyes sociales, había estado de sitio o sea que tenés un Centenario que podés contar desde acá o desde allá. Esta visión de la historia nacional entonces, no existe en la historia liberal, que ha cambiado nombres pero siempre tiene ese nivel ideológico ligado a un aparato de Estado liberal.

Halperín Donghi, fue un hombre profundamente liberal que supo modernizar la historia de Mitre o la de Vicente Fidel López,pero no cambió el esquema de fondo.

¿Cómo nos introducen los pueblos originarios? Fijate: llega Solís, está buscando el paso entre el Atlántico y el Pacífico, y entra en este río tan ancho que parece ser el paso. Desembarca y según la historia oficial, se le tiran encima unas fieras con forma humana que los matan, los descuartizan y se los comen.

Así nos presentan a los pueblos originarios. Y se puede contarla de otra manera. Qué que lúcidos eran nuestros antepasados originarios que se dieron cuenta mucho mejor que los Incas y los Aztecas, de los objetivos de este señor porque los Incas estaban metidos en sus guerras civiles entre Atahualpa y Huascar. Los Aztecas consideraron a los llegados como dioses hasta que pasó lo que pasó.

Los nuestros hicieron un diagnóstico correcto: estos señores vienen a jodernos. A eso se le agrega el problema del canibalismo, acá nunca hubo canibalismo, o sea que lo describen así para horrorizar. Se trataba de una campaña sicológica porque ellos tenían que venir a civilizar. Así una historia se puede contar de dos maneras con dos consecuencias distintas. Por ejemplo, en la historia oficial liberal no existe la participación popular y desde ya, no existe la mujer. Por eso, mi libro “Juan Azurduy” resulta ser un libro muy importante, mucho más de lo que yo consideraba.

-¿Cómo lo escribiste?

-Lo escribí porque era embajador en Bolivia. Junté todo lo que tenía y seguí estudiando y hoy tiene el valor de haber introducido a la mujer en la historia. De lo que se ha escrito todo es saqueo de libros. Hasta ese libro no estaba la mujer en la historia o te contaban que las mujeres bordaban banderas o hacían tertulias. Así como no están las mujeres, no están los sectores populares. Si no entendés que estaba la patota de French y Berutti, los Infernales como se autodenominaban, haciendo lío en la calle, no comprendés porque el Virrey Cisneros convoca al Cabildo Abierto del 22 de Mayo. En caso contrario parece que fuera un pustch convocado por señores distinguidos, Saavedra, Belgrano, Moreno que se despertaron un día y dijeron, vamos a hacer la revolución. Hay episodios con el 6 y 7 de abril de 1811, cuando se llena la Plaza de Mayo de gente en apoyo a Saavedra, que era el jefe popular. Fue una especie de 17 de octubre y cuando la gente creyó que podían desplazarlo salió a la calle. Saavedra era el que la gente quería, había nacido en Potosí, no era un bacán. Así lo castigaron después a Saavedra.

-Ahora, contar la historia con tus premisa, ¿tiene costos?

-Podés contar la historia y luego pagás el costo. Yo he pagado el costo.No soy un tipo demasiado querido por la historiografía oficial. Nunca voy a ser académico. El revisionismo ha ganado la calle. La gente piensa históricamente como nosotros pero las cátedras, las becas, están todas en manos de ellos.

-¿Tenés una impresión acerca de cuál es el vínculo entre tu obra histórica y las nuevas generaciones?

-Lamentablemente en esto momento se está leyendo muy poco pero yo he avanzado sobre otras formas de difusión de la historia. He hecho teatro, algunas obras como “La Tentación”, que está en cartel, donde trato los diálogos entre Manuel Dorrego y Lord Ponsonby; de “El encuentro de Guayaquil” se ha hecho una película dirigida por Lito Cruz. Se hizo la puesta de “El sable” sobre los momentos finales de Rosas con un Rodolfo Bebán en el papel de Rosas, extraordinario. También he hecho programas de televisión y así, he ido más allá del libro. Tal vez lo hice pensando que el libro está en una decadencia muy grande y las ventas hoy están en un 25 por ciento menos que el año pasado. El libro ha dejado de ser el símbolo de la cultura. Creo que los lectores van a pasar a ser un sector de gente adepta a leer como hay gente que le gusta la ópera. La mayor creatividad de hoy se trasladó a lo audiovisual y a lo digital. La creatividad mayor no está en los libros. No sé si vos y yo no hubiésemos nacido ahora hubiéramos sido escritores, hubiéramos sido guionistas. Yo no puedo asegurar que hoy hubiese sido escritor.

* Alejandro C. Tarruella, periodista, escritor, es autor de los libros “Guardia de Hierro. De Perón a Bergoglio”, “Envar Cacho El Kadri. El guerrillero que dejó las armas”, entre otros.

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