Gatillan contra la democracia
Las consecuencias de los discursos del odio
Por Bárbara Orbuch*
El corolario de una secuencia política de infamias y odio perpetrado por una oposición furibunda, pata civil de la última dictadura amalgamada con un corpus de ofensiva jurídico- mediática; escaló en violencia explícita contra la figura más emblemática del peronismo actual y titular del mandato popular Cristina Fernández de Kirchner, en un intento de suprimir su vida, frente a su casa y en el marco del ritual del afectuoso acompañamiento militante que revitalizó su figura frente a la persecución judicial del lawfare de los jueces políticos macristas y en un clima de estigmatización política creciente contra el kirchnerismo por parte de la oposición autoritaria.
Gatillan contra la democracia
La violencia política no nace por generación espontánea, está historizada y condensada en el odio contra el pueblo y el peronismo y está plagado de fervientes adeptos, viejos y nuevos, es robusto y constante en nuestro país y no cesa de inscribirse en una sociedad dónde la hegemonía de los poderes fácticos son aliados naturales de la cultura antipopular y cipaya.
Pero esta violencia no puede ser escindida de la violencia simbólica que se presentifica en la sociedad en un convenio explícito permanente entre el imperio de la comunicación, los tribunales y la embajada. Esta violencia es una construcción sostenida en discursos de odio hacia la otredad que se traduce previsiblemente en violencia real y directa contra la democracia.
El fogoneo permanente de los discursos de odio desde los medios hegemónicos y la praxis determinada y determinante de una oposición autoritaria e impotente provoca efectos y consecuencias directas, Este acto que desequilibra las coordenadas democráticas que provoca impacto y estupor, se gesta como producto y objeto de haber puesto en cuestión al poder hegemónico durante los doce años de gobierno de Néstor y Cristina Kirchner, años donde los sectores populares tuvieron su destello de victoria distributiva. No por nada el simbolismo de los doce años pedidos por el fiscal Luciani para lograr la proscripción de la ex presidenta, el jugador del Liverpool que patea en Los Abrojos, la filial lúdico-judicial del armado de la matufia macrista, cuna del lawfare local para asegurar la impunidad del ex presidente que hipotecó al pueblo y que no paga sus deudas de contratista vividor del estado argentino.
El intento de magnicidio de la vicepresidenta y potencial candidata presidenta en el 2023,,se produce en un punto máximo de desesperación y de visibilización del aparato represivo de la fuerza opositora frente al estelar triunfo en la escena política de la vicepresidenta, que gana en centralidad, exponiendo en su alegato público,el lado que oculta el poder real, los turbios negocios de la fuerza macrista, representante feudal de la ceocracia endeudadora que intenta recobrar nuevamente el poder ejecutivo, esta vez con una agenda ya sin eufemismos, dispuesta a reactivar la avanzada declarada y encendida contra los intereses populares y los derechos sociales conquistados.
El hilo conductor es la violencia repetida insidiosa y sistemática ejercida desde la ideología dominante agitando la falacia y la ofensa continua contra el peronismo, en una secuencia y seguidilla de acciones públicas de una rancia oposición oscurantista que con sus manifestaciones de odio siembran y cosechan actos de violencia.
El doble discurso, todo él perverso de Larreta, que dice defender a los ciudadanos de la violencia que él mismo provoca pronunciándose por la » paz social» cuando es él mismo el que la desafía, el souvenir de Videla que nos obsequia Lopez Murphy» con el «ellos o nosotros»,» el «hay que meter bala»de Espert, la pasión represora ejercida y consumada de Patricia Bullrich, la pregnancia mediática de los enunciados fascistas de Milei, ponen a las claras que la violencia estaba ya presente y el espíritu antidemocrático precede sin lugar a dudas a este acto homicida que por fortuna y por virtud, fue infructuoso.
Todo un caldo de cultivo potencial de este hecho lamentable, repudiable y antidemocrático,que revitaliza las coordenadas del pensamiento de la dictadura por excelencia: hacer desaparecer al adversario político.
En definitiva la violencia política es el producto de la violencia simbólica. y aquí adviene el horror de admitir lo siniestro.Y lo siniestro es ver ostensiblemente que la amenaza se transforma en realidad. Que el intento por suprimir al otro se concreta en la práctica.
Parafraseando a Freud, cuando lo pensó en el contexto nazi de la Segunda Guerra Mundial, primero el odio está en las palabras; y después pasa a hacerse presente en los hechos, en los cuerpos, en la realidad.
Apuntan contra la cabeza de quien representa a las mayorías populares.Contra la institucionalidad y el republicanismo al que falsamente se alude pero al que se defenestra.
Los discursos de odio tienen consecuencias reales.
Este atentado magnicida es impactante, pero absolutamente lógico en el marco de actores institucionales violentos y antidemocráticos que avivan la proscripción política de la candidata natural del peronismo.
Gatillan contra la democracia.
Apuntan contra los derechos sociales y políticos, contra el estado de derecho y la libertad de los ciudadanos a elegir su destino.
*Psicoanalista. Lic.en Psicología (Universidad de Buenos Aires) y UNED (España). Docente y Asesora Pedagógica en el Nivel Medio. orbuchbarbara@gmail.com