La cólera de un particular
ZONA LITERARIA | EL TEXTO DE LA SEMANA
Anónimo chino
Foto: Rodolfo Walsh en Varadero, Cuba, en 1970, durante el Premio Literario Casa de las Américas, invitado como jurado de testimonio.
(En 1967, Ediciones de la Flor publicó bajo el título El libro de los autores una compilación realizada por Susana “Piri” Lugones con la premisa de reunir “los cuentos favoritos de los favoritos”. Borges, Castillo, Mujica Lainez, Sabato, Viñas y Walsh fueron las figuras escogidas para compartir sus historias predilectas y explicar brevemente las razones de su elección. El cuento anónimo “La cólera de un particular”, de origen chino, fue la propuesta de Rodolfo Walsh —por mucho tiempo sospechado de ser en realidad el autor de la historia—: quiso con esta elección relacionar este pequeño acto de resistencia individual con la guerra de Vietnam, pero visto retrospectivamente, a la luz del compromiso que tomaría su propia vida, este cuento puede leerse de otro modo.)
Seguramente hay cuentos más importantes que este. Lo elijo, primero, porque tengo un prejuicio a favor de la literatura breve. Hablo de rendimiento: la proporción entre lo expresado y el material requerido para expresarlo. Mi segundo motivo es un prejuicio a favor de la literatura útil. “La cólera de un particular” plantea de manera perfecta las relaciones entre el poder arbitrario y el individuo; entre ese poder y la suma de individuos que forman un pueblo. Da el comienzo y la solución del conlicto. En Vietnam especialmente, pero también en lugares del mundo cada vez más próximos, simples particulares se han visto “obligados a encolerizarse” como T’ang Tsu y a proponerse como cadáveres antes que hombres mediocres. La retórica del poder arbitrario no ha cambiado mucho en veinticuatro siglos. El rey de T’sin podía hablar de ríos de sangre y millones de muertos. En 1967 oleadas de B-29 y lluvias de napalm ejercitan diariamente ese tipo de pensamiento. Es terrible sin duda. Pero en el campo de las decisiones individuales, el epigrama de T’ang Tsu sigue brillando con un fulgor compulsivo: “Cadáveres aquí no hay más que dos”.
Rodolfo Walsh
El rey de T’sin mandó decir al príncipe de Ngan-ling:
—A cambio de tu tierra quiero darte otra diez veces más grande. Te ruego que accedas a mi demanda.
El príncipe contestó:
—El rey me hace un gran honor y una oferta ventajosa. Pero he recibido mi tierra de mis antepasados príncipes y desearía conservarla hasta el fin. No puedo consentir en ese cambio.
El rey se enojó mucho, y el príncipe le mandó a T’ang Tsu de embajador. El rey le dijo:
—El príncipe no ha querido cambiar su tierra por otra diez veces más grande. Si tu amo conserva su pequeño feudo cuando yo he destruido a grandes países, es porque hasta ahora lo he considerado un hombre venerable y no me he ocupado de él. Pero si ahora rechaza su propia conveniencia, realmente se burla de mí.
T’ang Tsu respondió:
—No es eso. El príncipe quiere conservar la heredad de sus abuelos. Así le ofrecieras un territorio veinte veces, y no diez veces más grande, igualmente se negaría.
El rey se enfureció y dijo a T’ang Tsu:
—¿Sabes lo que es la cólera de un rey?
—No —dijo T’ang Tsu.
—Son millones de cadáveres y la sangre que corre como un río en mil leguas a la redonda
—dijo el rey.
T’ang Tsu preguntó entonces:
—¿Sabe vuestra majestad lo que es la cólera de un simple particular?
Dijo el rey:
—¿La cólera de un particular? Es perder las insignias de su dignidad y marchar descalzo golpeando el suelo con la cabeza.
—No —dijo T’ang Tsu—, esa es la cólera de un hombre mediocre, no la de un hombre de valor. Cuando un hombre de valor se ve obligado a encolerizarse, como cadáveres aquí no hay más que dos, la sangre corre apenas a cinco pasos. Y, sin embargo, China entera se viste de luto. Hoy es ese día.
Y se levantó, desenvainando la espada.
El rey se demudó, saludó humildemente y dijo:
—Maestro, vuelve a sentarte. ¿Para qué llegar a esto? He comprendido.
“La cólera de un particular” procede de la Crónica de los reinos combatientes, recopilación de relatos históricos de autores varios que abarcan la época comprendida entre los años 481 y 221 a. C. Esta versión se ha tomado del francés: Anthologie Raisonnée de la Littérature Chinoise, de G. Margoulies.
(De: Revista La Biblioteca. Cuarta época | Nº 2 | Diciembre 2017)
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