"Todos los
presos políticos, los perseguidos, los torturados y los familiares de los
desaparecidos estábamos esperando que Menotti dijera algo, que tuviera un gesto
solidario, pero no dijo nada. Fue doloroso y muy jodido de su parte. Él también
estaba haciendo política con su silencio." Quien formula el cargo es Adolfo
Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz en 1980, que logró salir de la Unidad 9
de La Plata gracias a la presión internacional, el 23 de junio de 1978, dos días
antes de la final. De su cautiverio recuerda el nudo de una contradicción para
muchos incomprensible: "En la cárcel, como los guardias también querían escuchar
los partidos, el relato radial nos llegaba por altoparlantes. Era extraño, pero
en un grito de gol nos uníamos los guardias y los prisioneros. Me da la
sensación de que en ese momento, por encima de la situación que vivíamos, estaba
el sentimiento por Argentina."
En Alemania moría el popular
escarabajo de la Volkswagen, el Inglaterra nacía el primer bebé de probeta, en
Italia se legalizaba el aborto. Sucumbían las primeras víctimas del sida, una
maldición que todavía no se llamaba así. Las Brigadas Rojas asesinaban a Aldo
Moro, los Estados Unidos se comprometían a devolver a Panamá el canal usurpado a
principios de siglo. Fuentes bien informadas de Miami anunciaban la inminente
caída de Fidel Castro, que iba a desplomarse en cuestión de horas. En Nicaragua
tambaleaba la dinastía de Somoza, en Irán tambaleaba la dinastía del Sha, los
militares de Guatemala ametrallaban una multitud de campesinos en el pueblo de
Panzós. Domitila Barrios y otras cuatro mujeres de las minas de estaño iniciaban
una huelga de hambre contra la dictadura militar de Bolivia, al rato toda
Bolivia estaba en huelga de hambre, la dictadura caía. La dictadura militar
argentina, en cambio, gozaba de buena salud, y para probarlo organizaba el
undécimo Campeonato Mundial de Fútbol.
Participaron diez países europeos,
cuatro americanos, Irán y Túnez. EL Papa de Roma envió su bendición. Al son de
una marcha militar, el general Videla condecoró a Havelange en la ceremonia de
la inauguración, en el estadio Monumental de Buenos Aires. A unos pasos de allí,
estaba en pleno funcionamiento el Auschwitz argentino, el centro de tormento y
exterminio de la Escuela de Mecánica de la Armada. Y algunos kilómetros más
allá, los aviones arrojaban a los prisioneros vivos al fondo de la mar.
"Por fin el mundo puede ver la
verdadera imagen de la Argentina", celebró el presidente de la FIFA ante las
cámaras de la televisión. Henry Kissinger, invitado especial, anunció:
-Este país tiene un gran futuro a
todo nivel.
Y el capitán del equipo alemán,
Berti Vogts, que dio la patada inicial, declaró unos días después:
-Argentina es un país donde reina el orden. Yo no he visto a ningún preso
político.
Los dueños de casa vencieron algunos
partidos, pero perdieron ante Italia y empataron con Brasil. Para llegar a la
final contra Holanda, debían ahogar a Perú bajo una lluvia de goles. Argentina
obtuvo con creces el resultado que necesitaba, pero la goleada, 6 a 0, llenó de
dudas a lo malpensados, y a los bienpensados también. Los peruanos fueron
apedreados al regresar a Lima.
La final entre Argentina y Holanda
se definió por alargue. Ganaron los argentinos 3 a 1, y en cierta medida la
victoria fue posible gracias al patriotismo del palo que salvó al arco argentino
en el último minuto del tiempo reglamentario. Ese palo, que detuvo un pelotazo
de Rensenbrink, nunca fue objeto de honores militares, por esas cosas de la
ingratitud humana. De todos modos, más decisivos que el palo resultaron los
goles de Mario Kempes, un potro imparable que se lució galopando, con la
pelambre al viento, sobre el césped nevado de papelitos.
A la hora de recibir los trofeos, los jugadores holandeses se negaron a saludar
a los jefes de la dictadura argentina. El tercer puesto fue para Brasil. El
cuarto, para Italia.
Kempes fue el mejor jugador de la Copa y también el goleador, con seis tantos.
Detrás figuraron el peruano Cubillas y el holandés Rensenbrink, con cinco goles
cada uno.
Quien tenga la memoria flaca seguramente no engordará la historia. De honrar
memorias se habla en estos días previos al 30º aniversario del golpe de 1976, y
de otras memorias –que por fortuna aún quedan en los estantes de ciertas
bibliotecas– se obtienen los datos indispensables para mejorar la percepción del
presente sin perder de vista lo que quedó en el pasado. Mientras desde el ámbito
deportivo se preparan homenajes a los atletas desaparecidos o se acuerdan
expresiones de repudio a la última dictadura, un repaso a aquellos años, con el
Mundial ’78 incluido, puede llegar a sorprendernos. Esta es la crónica de
ciertos hechos que comenzaron el mismo 24 de marzo, con el partido que el
seleccionado nacional le ganó ese día 2-1 a Polonia, en Chorzow, a 10.000
kilómetros de donde el terrorismo de Estado se volvía una práctica tan cotidiana
como el fútbol.
El 31 de marzo del ’76, la AFA se quedó sin dirigentes. Durante casi un mes, la
condujo su gerente, Ernesto Alfredo Wiedrich. No hizo falta intervenirla, porque
el 3 de mayo se designó a Alfredo Cantilo, un abogado, hincha de Vélez, y
asimismo socio de Universitario de Buenos Aires y el Jockey Club. También
parecían vaciarse las canchas de público, porque el 13 de abril, a pocas horas
de disputarse el clásico Boca-River en la Bombonera, todavía seguían sin
venderse 20.000 entradas. Un hecho que resultaría increíble hoy.
Ringo Bonavena moría asesinado en Reno, Nevada, el 22 de mayo, por lo que el
diario Crónica definió en un título "La mafia del boxeo". Una semana antes,
durante el entretiempo de Estudiantes y Huracán, en La Plata, un hincha de este
club que se encontraba en las plateas falleció de un balazo por la espalda que
provino desde afuera del estadio. Esas noticias policiales abarrotaban las
páginas de los diarios, pero en otras páginas, las que iban completando la
memoria de una AFA a tono con aquellos tiempos, se leía la resolución 309, del
1º de septiembre, que prohibía las transferencias internacionales de 66
futbolistas. César Luis Menotti, el técnico de la Selección, los había elegido:
Maradona, Bochini, Houseman, Gallego, Ardiles, Villa y Valencia estaban en ella.
En uno de los últimos pases, Norberto Alonso había sido vendido por River al
fútbol de Francia.
El balance arrojaba ese año un
superávit de 48.967.972 pesos y a la tesorería de la AFA ingresaba por derechos
de televisión la módica suma de 3.903.800. El Prode recaudaba casi siete veces
más (21.277.352). Hoy esa relación se invirtió a favor de la TV por una
diferencia escandalosa. En el juego, mientras tanto, la Argentina se presentaba
al Preolímpico de Brasil –entre el 21 de enero y el 1º de febrero de 1977– con
una buena tercera de Newell’s, donde se alistaban, entre otros, Ricardo Giusti,
Roque Alfaro y... Marcelo Bielsa, quien 21 años después se haría cargo del
seleccionado.
Los militares habían decidido
organizar el Mundial. Sin embargo, su realización peligraba, porque en algunos
países europeos se extendía la idea de que la Argentina se había convertido en
un gran campo de concentración. Por eso, el brasileño Joao Havelange era
presionado para llevarlo a su país. El libro sobre el Mundial La vergüenza de
todos, del periodista Pablo Llonto, contiene un hallazgo notable. Se trata de la
tesis por la cual el régimen canjeó con el presidente de la FIFA la organización
del torneo por la liberación de Paulo Antonio Paranaguá, hijo de un diplomático
brasileño detenido por el Ejército en 1977 junto a su novia. "General, usted
tiene mi palabra. La FIFA no pondrá en duda a la Argentina como organizadora y
tendrán todo nuestro respaldo", le dijo el número uno del fútbol mundial al
número uno de la dictadura, según el autor.
Guillermo Vilas se imponía en las
finales de Roland Garros y Estados Unidos del ’77, Carlos Alberto Reutemann se
destacaba en la Fórmula Uno y Juan María Traverso ya ganaba en Turismo
Carretera. Independiente, con ocho jugadores, se consagraría campeón del
Nacional ante Talleres y en Córdoba. Así transcurrieron los meses previos al
Mundial, que comenzó el 1º de junio del ’78. A su término y con el equipo de
Menotti consagrado campeón, Videla habló en la cena de clausura efectuada en el
Plaza Hotel: "El pueblo argentino no reniega de su presente y vive con alegría,
diría yo, con heroica alegría, la posibilidad de un futuro promisorio".
Ese es apenas un tramo de los tres
discursos del militar que la AFA transcribió en su memoria de 1978. El dictador,
repudiado y decrépito, nunca se interesó demasiado por el fútbol, salvo en
aquellos años. Sí, en cambio, uno de sus invitados especiales al palco oficial
durante el Mundial: Henry Kissinger. Elogiado por la asociación como "una
destacada figura de la historia mundial durante los últimos diez años", el ex
secretario de Estado norteamericano sólo se perdió un campeonato desde 1970. Y
se descuenta que estará presente en el de este año, porque nació en Alemania y
será invitado de honor de Joseph Blatter y Franz Beckenbauer.
Una postal de estos tiempos. Cambian o se repiten algunos nombres, lo que
perdura es la misma capacidad de mimetizarse que tienen el fútbol y la política.
Bajo dictaduras o en democracia. Siempre ocurrió así.
Aquí, en Alemania y Austria, los entendidos en fútbol están leyendo un
sorprendente libro. Se llama: César Luis Menotti, dejar correr la pelota y al
contrario. El autor es el periodista austríaco Harald Irnberger y lo ha editado
Eichbauer Verlag, de Viena. Un libro para entendidos, estrategas, sabios y
teóricos del fútbol y la política. Porque en sí, el meollo está en la
problemática: ¿fútbol de izquierda o de derecha? Para este sabio cronista de
tribuna, que es el autor del libro, Menotti es el creador del fútbol de
izquierda. Y en esto el entrenador argentino tiene un aliado: el crack holandés
Johann Cruyff.
Los dos dignificaron al fútbol.
Dejaron su huella. ¿Qué es el fútbol de izquierda?: aquel que trae placer, que
no se hace por dinero, por deporte en sí, que desaprueba los negocios, las
sociedades anónimas futboleras, la venta de jugadores, los presidentes de clubes
como presidentes de sociedades anónimas, el terrorismo de las hinchadas, la
violencia de las controversias. Todo lo último, por supuesto, es el fútbol de
derecha, que es el que vivimos en todo el mundo globalizado.
"El fútbol es como la vida, sólo algo más palpitante" –dice Menotti en el
libro–. Y agrega el autor: "César Luis Menotti sintió siempre el deber hacia
aquellos que concurren a los estadios de darles por lo menos algo de alegría.
Pero él no quiso nunca dar opio para los pueblos sino demostrar lo que son
capaces de entregar los hijos de la pequeña gente al poder hacer uso de su
fuerza individual y fantasía, uniéndolas a una fuerza colectiva. Su mensaje a la
multitud es: ¡miren de lo que somos capaces!".
Y continúa el autor definiendo el pensamiento de Menotti: "Pero la demostración
del valor del Ser en la actualidad es llevada a cabo de acuerdo a la divisa: ‘Yo
consumo, entonces valgo’. La gente se orienta en la superficialidad barata en un
mundo cada vez más necio en donde los mediocres sin escrúpulos han logrado
proclamarse los dictadores del deporte, medida de todas las cosas. Así es en la
política y el arte, en la economía y en la ciencia... y, por supuesto, en el
fútbol. Así como el proletariado de entonces, por lo menos en los países del
primer mundo, se ha convertido en una pequeña burguesía lumpen y con toda
consecuencia se ha transformado en el rebaño de los votos para los políticos más
tontos, pero al mismo tiempo despiadados (que por supuesto conforman el espectro
de la política), de la misma manera casi todos los grandes clubes de fútbol de
antigua prosapia proletaria han caído en manos de brutales nuevos ricos de la
peor sustancia, que pasaron a ser presidentes o hasta dueños de esos clubes. Y
esto no molesta a la mayor parte de las hinchadas. Se dejan comprar barato en
tanto los dueños del deporte de vez en cuando hacen una adquisición record de
jugadores".
Por supuesto que siempre quedará
flotando la pregunta de por qué Menotti aceptó ser el entrenador para el
campeonato de 1978 que fortaleció a la dictadura. Un buen capítulo del libro se
dedica a ello. El lector puede conformarse o no. Siempre quedará esa duda. Pero
el capítulo acerca de este tema termina con las palabras de Valdano, un
admirador sin tapujos del arte y del hombre Menotti. Dice Valdano: "Luego que
estuve en España me di cuenta de que Menotti era un hombre de izquierda. En todo
caso, en todos los problemas acerca del fútbol ponía en claro su pensar
progresista, sin pelos en la lengua. El comenzó a hacerse conocer como de
izquierda cuando la dictadura entró en problemas. En esa situación Menotti
comenzó a hablar y a exigir el regreso de los intelectuales exiliados así como
declaró que la dictadura había perseguido a la cultura. Pero, claro, en tiempos
de los militares, Menotti –en su calidad de entrenador de la Selección nacional–
se encontraba en una situación esquizofrénica, a la cual no se puede describir
en forma abstracta. Por ejemplo: con el tiempo, leímos el sufrimiento de los
torturados que en la cárcel oían los gritos de júbilo de los hinchas cuando
fuimos campeones del mundo. Esto es algo terrible. En defensa de Menotti debo
decir que yo oí las palabras que él dirigió a los jugadores antes de la final.
El dijo: ‘Nosotros somos el pueblo, pertenecemos a las clases perjudicadas,
nosotros somos las víctimas y nosotros representamos lo único legítimo en este
país: el fútbol. Nosotros no jugamos para las tribunas oficiales llenas de
militares sino que jugamos para la gente. Nosotros no defendemos la dictadura
sino la Libertad’".
Montoneros RLTV. Radio Liberación,
Mundial 78 (enero de 1978).
Menotti y el fútbol. El autor del
libro, Irnberger, define a Menotti y lo que piensa del balompié con la frase
pronunciada alguna vez por éste: "Jamás meter un gol con violencia". Y sostiene
que la forma de jugar al fútbol de los argentinos les viene de una visita que el
club húngaro Ferencvaros Budapest hizo a Buenos Aires en 1922, y que le vienen
muy bien las palabras de Menotti sobre lo que debe ser el fútbol: "Quiero ganar
porque mi equipo ha jugado mejor y no porque he impedido jugar al contrario. El
fútbol debe ser velocidad más precisión, con el agregado de la improvisación".
Y hay palabras precisas en las
respuestas de Menotti: "El fútbol es un juego que debe encontrar su origen. Es
una fiesta alegre en la cual los seres humanos deben participar porque expresa
sus sentimientos y les entrega alegría de vivir. Si no, ese deporte se convierte
en otro consumo más sin importancia, propulsado por negociantes". Y vuelve a la
política: "Una casta de funcionarios mediocres opina que el fútbol debe ser
apolítico. Eso es una completa idiotez. En cada sociedad hay algo que mejorar y
los jugadores deben aprovechar su popularidad justo para mejorar esa sociedad".
Y pasa a las definiciones: "Hay un fútbol de derecha y otro de izquierda: El
fútbol de derecha nos quiere sugerir: la vida es lucha, exige sacrificios,
debemos volvernos de acero y ganar con todos los métodos. El entrenador les dice
a los jugadores que para no disgustarse con el presidente del club se abstiene
de decir sus ideas políticas. Obedecer y funcionar, eso es lo que quieren los
del poder con respecto a los jugadores.
Así van creando cada vez más
tarados, los idiotas útiles que acompañan al sistema". Y lo dice bien claro,
para que no haya dudas: "Se puede idiotizar a la gente y producir mierda
permanentemente, como Julio Iglesias, o se puede llevar a cabo una
escenificación de Shakespeare como esa obra de arte que hizo Laurence Olivier".
Esta todo dicho, alguien diría: "Un exquisito, este Menotti", pero, sin ninguna
duda, gente así se hace necesaria para que no todo caiga en el tacho de la
basura. Y cerremos con la famosa frase de Albert Camus que, además de escribir
obras señeras, fue arquero, escribió esto para pensar: "Todo lo que hoy sé de
moral, lo aprendí del fútbol".
Podríamos seguir con las discusiones de Menotti y del holandés Cruyff con los
potentados del fútbol español, por ejemplo, pero lo dejamos para el lector del
libro, que ojalá se dé a conocer en la Argentina. Un libro que hace pensar. Y
por esto tenemos que darles las gracias a Menotti y al autor de este libro,
Harald Irnberger. (Una anécdota, antes de terminar: a Menotti lo vi jugar en
Rosario Central, en sus principios. No corría nunca, caminaba la cancha, pero
cuando agarraba la pelota era gol. Rattín –lástima de hombre, hoy, ayudante en
las urnas de torturadores– contaba que cuando Menotti jugaba en Boca, una vez
que estaban perdiendo, le dijo: "Corré, pibe, que estamos perdiendo" y Menotti,
tranquilo, le contestó: "Ahora, lo único que falta es que para jugar al fútbol
tenga que correr"). Original, el hombre.
Mario Kempes se largó a llorar apenas se enteró del golpe. Su llanto alertó a
varios de sus compañeros. El presidente de la Delegación, Pedro Orgambide,
recibió una comunicación telefónica desde Buenos Aires informándole que la
Selección debía cumplir ese día con su partido y seguir con el resto de la gira.
"Yo me enteré por el golpe a través de Muñoz y él nos tranquilizó diciendo que
por suerte no había desgracias personales ni derramamiento de sangre",
recordaría luego Orgambide. La particular apreciación del "Gordo" Muñoz, casi un
comunicado de la Junta, no satisfizo a todos. Algunos jugadores, como Héctor
Scotta y el propio Kempes, dijeron que querían volver a la Argentina. Se hizo
una reunión y la mayoría decidió que había que seguir adelante. En medio de esa
conmoción, revelada por algunos jugadores de aquel equipo, Argentina salió al
campo y venció 2-1 a Polonia, dando vuelta el marcador con goles de Héctor
Scotta y René Houseman. Aquel partido se jugó en Chorzow, una ciudad industrial
de 150 mil personas del sur de Polonia, y sirvió a la Junta Militar para decir
que ese día, 24 de marzo de 1976, todo seguía funcionando normalmente en la
Argentina.
Los primeros comunicados de la Junta de aquel miércoles 24 de marzo hablaban de
suspensión de derechos, intervenciones y prohibiciones. Pero el número 23
informaba que se interrumpía la transmisión de la cadena nacional para permitir
la difusión en directo del partido Argentina- Polonia. El fútbol volvió a ocupar
a la Junta en la primera reunión celebrada por sus integrantes el día 24. El
almirante Emilio Massera comunicó al general Jorge Rafael Videla que Argentina
debía confirmar su decisión de organizar la Copa Mundial ‘78. "Costará sólo 70
millones de dólares", le dijo Massera a Videla. Alguien intentó explicar luego
que las obras demandarían una inversión mayor, pero Videla no se preocupó.
"Aunque cueste cien millones no hay problemas", señaló.
"Veinticinco millones de argentinos", como decía el jingle militar, terminaron
pagando más de 700 millones de dólares.
Los represores y el periodismo
cómplice lo llamaban "campaña antiargentina".
El 25 de marzo la Junta recibió de
manos del deporte una de las primeras adhesiones. La dio el presidente de la
Confederación Brasileña de Deportes (CBD), almirante Heleno Nunes. "Tal vez sea
la mejor garantía de la Copa del Mundo en Argentina", dijo Nunes. Al día
siguiente arribó a Buenos Aires una comisión de la FIFA, para inspeccionar las
obras del Mundial, encabezada por el alemán Hermann Neuberg, SS en los tiempos
de Hitler. "El cambio de Gobierno no tiene nada que ver con el Mundial. Somos
gente de fútbol y no políticos", dijo Neuberger. Más claro aún fue el propio
mandamás de la FIFA, Joao Havelange. El 28 de marzo decía desde el exterior que
"la Argentina está ahora más apta que nunca para organizar el mundial".
Recibiendo a la FIFA en Ezeiza aquel 25 de marzo estaba ya el almirante Carlos
Lacoste, la bota que Massera puso dentro del deporte, para manejar el poder y
los negocios.
Lacoste convocó a sus oficinas en el Ministerio de Acción Social al presidente
de Boca Juniors, Alberto J. Armando, y le sugirió que pidiera la renuncia a toda
la cúpula de la AFA. Su presidente, el médico de la UOM David Bracutto, rechazó
el convite. Pero el 30 de marzo la dictadura bloqueó las cuentas de la AFA en el
Banco Central y Bracutto debió abandonar su cargo. La Marina y el Ejército
libraron una batalla para ver quién se quedaba con la pelota. Ganó Massera y el
1 de mayo de 1976 el voto obediente y mayoritario de los presidentes de los
clubes de fútbol permitió al abogado Alfredo Cantilo convertirse en el nuevo
presidente de la AFA.
Si la dictadura precisó a la AFA de una fachada democrática, distinta fue la
situación en la Confederación Argentina de Deportes (CAD). Allí fue designado
interventor Miguel Angel Bruno, allegado al general Reynaldo Bignone. En el
Comité Olímpico Argentino ( COA) el régimen urdió una trampa derrocando al
tirador Pablo Cagnasso. Rodríguez sigue aún hoy en el COA y Bruno es su
vicepresidente. La palabra "desaparecido" golpeó al fútbol al mes de producido
el golpe. El 23 de abril de 1976 las capuchas se llevaron a Norberto Julio
Morresi, de 17 años, hermano de Claudio, el jugador que luego actuó en Huracán y
River, una de las pocas voces del fútbol que jamás se escondió para repudiar
activamente la represión. Casi al mes siguiente, el 17 de mayo de 1976, la
dictadura tuvo su primera muerte en las canchas. Estudiantes y Huracán jugaban
en La Plata y en la tribuna visitante apareció un cartel de Montoneros. En medio
de la batahola cayó muerto de un balazo Gregorio Noya, que estaba en la platea
acompañado de su hijo pequeño. En 1976, según recuerda el periodista Amílcar
Romero, en su libro Deporte, Violencia y política la AFA hizo disputar una cifra
récord 752 periodistas y fue bajo la dictadura cuando las barra bravas, como
dijo Roberto Perfumo, "ganaron su lugar al sol". Aquel mes de mayo, el día 23,
el triunfo de Víctor Galíndez en Sudáfrica y ante Richie Kates y el asesinato de
Ringo Bonavena en un burdel de Nevada ocultaron otra pequeña noticia publicada
por los diarios: el hallazgo de los cuerpos acribillados de los legisladores
uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.
Piazzolla no quiso quedar afuera. Tapa de Piazzolla '78, suite compuesta
especialmente por Astor Piazzolla para el Mundial de fútbol. En mayo de 1982
Piazzolla le dedicó un tanto al comando "Los Lagartos" de las Georgias,
comandados por Alfredo Astiz.
Util para la dictadura, al deporte
también le llegó la censura. El interventor de las radios Splendid y Excelsior,
vicecomodoro Jorge Pedrerol, transmitió órdenes superiores y prohibió en esas
emisoras cualquier "comentario adverso" a la selección y a su técnico, César
Menotti. Videla, en tanto, elegía deportistas para almorzar con "jóvenes
sobresalientes", el 21 de setiembre de 1979: entre los elegidos estaba Alberto
Tarantini y Claudia Casabianca, años más tarde involucrados en causas por
drogas. El 26 de noviembre desaparecía Claudio Tamburrini, arquero del club de
Almagro. Fue torturado y privado de su libertad hasta el 24 de marzo de 1978.
Pasó 120 días en el centro de tormentos clandestino instalado en el oeste del
Gran Buenos Aires bajo el nombre de Mansión Seré.
Irónicamente uno de los hombres que tuvo bajo su cargo la Mansión Seré fue el
comodoro Julio César Santuccione, famoso profesor en Mendoza y uno de los tantos
militares dirigentes de la AFA, en aquellos años, como secretario del Tribunal
de Disciplina y de la Comisión Especial de Reformas al Reglamento.
Siguiendo los consejos de la agencia
Burson Masteller, contratada para mejorar su imagen en el extranjero, la Junta
siguió montada al deporte y el 9 de setiembre de 1977 Videla esquivó protestas
en su visita a Nueva York fotografiándose con Guillermo Vilas, que unos días
después ganaría por primera y única vez el Abierto de Estados Unidos.
Aquel mismo 9 de setiembre, más pequeño, se informaba sobre el secuestro del
profesor Alfredo Bravo. El ‘77, cuando ya Suárez Mason viajaba en los aviones de
YPF para seguir los partidos de Diego Maradona en su club, Argentino Juniors, se
cerró con el recordado secuestro de las monjas francesas. Al día siguiente, las
portadas en los diarios, sin embargo, se ocuparon en la fecha del fútbol, la
final del polo entre el coronel Suárez y Santa Ana y una exhibición de Carlos
Monzón en la Rural. Los archivos de la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos(APDH) cuentan a 56 desaparecidos en enero de 1978. Uno de ellos es el
único deportista federado argentino chupado por los militares. El atleta Miguel
Sánchez un tucumano de 25 años que había participado tres veces en la famosa
maratón brasileña de San Silvestre, fue arrancado de su casa de San Martín 176,
de Villa España, en Berazategui, a las 3.30 de la madrugada del 9 de enero de
1978. Su entrenador, Osvaldo Suárez, una de las máximas figuras del atletismo
argentino, siempre creyó que se trató de "uno de los tantos errores de
procedimiento".
Pero así como en el ‘82 se recordó
por la guerra de Malvinas y en el ‘83 la dictadura se despidió sembrando muerte
y violencia con un año negro en las canchas, 1978 quedó incorporado como el año
del Mundial. La historia sospechará eternamente del 6-0 ante Perú. Lo hará
también de los controles antidóping, como reflotó hace unos días en la TV el
periodista Aldo Proietto, director de la revista El Gráfico. Proietto era hombre
de Lacoste en aquel engendro llamado EAM ‘78. La imagen de Argentina era
custodiada desde los micrófonos por José María Muñoz y Raúl Portal atendía a
periodistas en la Cancillería.
En Rosario, a un periodista cuyas crónicas "deformaban la realidad", le mandaron
una señorita. Y cuando se quedó dormido la dama se llevó su credencial, sin la
cual no pudo seguir trabajando y debió volver a su país. El día que empezó el
Mundial, la dictadura cerró el Hospital Rawson. Y un día antes de la final ante
Holanda, Adolfo Peréz Esquivel salió de prisión. Argentina ganó el Mundial el 25
de junio de 1978 y los torturados de la ESMA no escucharon los gritos del
estadio de River pese a la cercanía. Ellos se enteraron, porque su represor, el
"Tigre" Acosta, irrumpió en el tercer piso al grito de "¡Ganamos, ganamos!".
Obtenida la Copa, El Gráfico, abrió su edición del 4 de junio con una entrevista
exclusiva a quien creyó figura de la Copa, el general Videla. Fueron años en que
la política abusó del fútbol. Años de Kempes, el Matador. Años de Videla, el
asesino.
(*) Titular de la Agencia italiana ANSA en la Argentina.
[Nota: esta pagína ha sido tratada digitalmente para su legibilidad. Para
acceder al documento original completo
clic aquí]
Fuente: Copia obtenida por John Dinges en las Cortes Federales de Argentina.
Documento citado en 2005 en el libro de John Dinges Los Años del Cóndor y
publicado aquí por primera vez.
El documento del cual presentamos un extracto aquí contiene el único informe que
se conoce de los cálculos hechos por la inteligencia militar argentina respecto
del número de personas que sus grupos de tareas habían matado durante la
represión. El documento fue enviado a la DINA chilena por el oficial de
inteligencia chileno Enrique Arancibia Clavel, que usaba el seudónimo "Luís
Felipe Alemparte Díaz", y está basado en documentación a la que él tuvo acceso
en los cuarteles centrales del Batallón de Inteligencia Militar 601. Arancibia
Clavel era el representante en Argentina de la red de "Operación Cóndor" creada
en noviembre de1975 por las fuerzas de seguridad de Chile, Argentina, Uruguay,
Brasil, Bolivia y Paraguay. El informe provee importante evidencia en cuanto a
que el número total de desaparecidos es significativamente mayor que las 9,089
personas listadas en el informe de la Comisión Nacional de los Desaparecidos (CONADEP)
en los años ochenta. Es también significativo que la inteligencia militar inicia
el registro en 1975, en momentos en que los militares han tomado las riendas de
las actividades represivas a nivel nacional, varios meses antes del golpe
militar de marzo de 1976. Ya que se sabe que las desapariciones continuaron por
varios años más, el total de desaparecidos por los militares puede ubicarse bien
por encima de los 22,000 que reporta este informe de Julio de 1978.
Mundial 78 - Producción:
HIJOS Capital
El informe se encontró entre
aproximadamente 1500 páginas de documentos confiscados por las Cortes Federales
Argentinas en noviembre de 1978 al agente chileno Arancibia Clavel, que fueron
conservados en cinco volúmenes en los archivos de las Cortes desde entonces.
John Dinges obtuvo una copia de estos volúmenes en enero de 2002 y ha puesto los
documentos a disposición del público en el National Security Archive. El
documento publicado aquí corresponde a la página 238 del Volumen V. El documento
fue citado por primera vez en el libro de John Dinges, The Cóndor Years:
How Pinochet and His Allies Brought Terrorism to Three Continents (The New
Press).
Los jefes de la inteligencia chilena habían pedido a Arancibia recabara nombres
y números de personas muertas y desaparecidas en Argentina. En varios
memorandums enviados a principios de julio de 1978 el agente envía a Santiago
miles de nombres y fechas de muertes y desapariciones. En este cable que parece
recapitular todo este trabajo de conteo, Arancibia da cuenta de todo el material
enviado y dice que,
"[E]n estas listas van tanto los muertos "oficialistas" como los "no
oficialistas". Este trabajo se logró conseguir en el Batallón 601 de
Inteligencia del Ejército sito en Callao y Viamonte de esta capital, que depende
de la Jefatura II Inteligencia Ejército del Comando General del Ejército y del
Estado mayor General del Ejército… Los que aparecen NN son aquellos cuerpos
imposibles de identificar, casi en un 100% corresponden a elementos extremistas
eliminados "por izquierdas" [ver nota], por las fuerzas de seguridad. Se tienen
computados 22,000 entre muertos y desaparecidos, desde 1975 a la fecha.
Luís Felipe Alemparte Díaz"
[Nota: Operaciones "por izquierda" en el argot de las fuerzas de seguridad
significaba cualquier actividad ilegal. Para una descripción de las operaciones
secretas de asesinato y desaparición de personas por las fuerzas de seguridad
durante la dictadura argentina, ver la descripción hecha por un oficial de
inteligencia en la sección que describe "El destino de los desaparecidos" página
5 del memorando fechado Agosto 9, 1979 y titulado "Tornillos y Tuercas de la
Represión Gubernamental del Terrorismo y la Subversión", (Gacetilla electrónica
del National Security Archive numero 73, Departamento de Estado de EEUU Abre
Archivos Sobre La Guerra Sucia Argentina )]
En el mundial 78, la euforia de un país futbolero y el logro de la selección
compartieron la escena con una dictadura despiadada. La legitimidad del título y
la pertinencia de la celebración siguen, a veinte años, en tela de juicio. Aquí,
los claroscuros de aquella historia, en la voz de sus protagonistas.
"Duele saber que fuimos un elemento de distracción para el pueblo mientras se
cometían atrocidades." Osvaldo Ardiles habla desde Japón, donde dirige al equipo
Shimizu S-Pulse. Su lejanía parece agrandar aún mas la distancia de aquel
Mundial 78, cuyo vigésimo aniversario se cumplió hace unos meses.
La conquista, histórica, jamás podrá ser evocada, sin embargo, en tono de fiesta
completa. Pocos lo saben, pero a la misma hora en que Alemania y Polonia habrían
la Copa en la cancha de River, Ronnie Hellstrom, arquero de la selección sueca,
se convertía en el único jugador del Mundial que prefería estar frente a la Casa
Rosada, acompañando la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, que ya entonces
reclamaban por sus hijos. "Decidí hacerlo –dice hoy Hellstrom- porque era una
obligación que tenía con mi conciencia".
La vuelta olímpica del Mundial 78 –la
Copa más polémica de la FIFA- marcó sin dudas un hito consagratorio en la
historia del fútbol argentino. Pero en pleno Mundial, a diez cuadras de la
cancha de River, epicentro de la fiesta, funcionaba la ESMA, el mayor centro de
torturas de la dictadura. Aquella siniestra combinación de goles y desaparecidos
llevó a que el Mundial 78 fuera siempre comparado con los Juegos Olímpicos de
1936. Estos últimos transcurrieron en la Alemania nazi de Hitler. El Mundial 78,
en cambio, se jugó en la Argentina de Videla. Y su marchita de tono militar no
admitía indiferentes. "Veinticinco millones de argentinos –decía la canción
oficial- jugaremos el Mundial"
"A distancia –señala hoy Ardiles- está claro que fuimos utilizados como
propaganda por parte de los militares. Pero también hay que aclarar que
nosotros, los jugadores y el cuerpo técnico que integremos aquella Selección,
fuimos víctimas de esa manipulación de nuestro trabajo, o de los frutos del
mismo. Hoy duele ver eso, pero también –sigue Ardiles- puede decirse que quizá
servimos como bálsamo para mucha gente oprimida que pudo volver a salir a la
calle envuelta en banderas argentinas. Sabíamos que lo nuestro no tenía nada que
ver con lo que estaban haciendo los militares, algo que prácticamente
desconocíamos. Pero de alguna manera, a los que medianamente teníamos cierta
conciencia de quiénes se trataba, nos hacía sentir mal."
César
Menotti sí sabía de qué se trataba. "Yo tengo una buena formación política. No
soy un boludo al que se lo puede engañar fácilmente. Conozco muy bien que
históricamente las Fuerzas Armadas argentinas son el grupo armado de la
oligarquía desde cuando mataban a los indios. Siempre fueron el grupo armado del
poder económico." El técnico de aquella selección, si embargo, señala hoy que no
tiene ninguna autocrítica que hacerse por su rol en el 78.
"¿Pero viejo, ahora resulta que el
Mundial lo jugaron sólo Menotti y los jugadores? ¿Y la gente que llenó las
canchas, que salió a las calles? ¿Y los medios?", dicen que, más en la
intimidad, se pregunta Menotti cuando alguien le reprocha un rol que, a la
medida de sus críticos más feroces, llegó a valerle un libro de título perverso
(El director técnico del Proceso), pero del que jamás le resultó fácil
despegarse. En la concentración de Jose C. Paz se comunicaba con sus
colaboradores con walkie talkie, una foto de El Gráfico lo mostraba con una
pistola en su mesita de luz, su trabajo recibía el apelativo de "proceso", sus
jugadores no podían ser transferidos al exterior y, cerca del Mundial, los
medios oficiales recibieron una prohibición de criticarlo, aunque hasta pocos
meses antes un sector de la prensa había hecho campaña para imponer a Juan
Carlos Toto Lorenzo. Mimetizado con los tiempos, Menotti, quien por entonces
tenía 39 años, se sintió tal vez el comandante de un momento histórico para el
fútbol argentino. "Yo le decía: ‘Cesar, los militares te están usando’. Pero él
me respondía que no había problemas, que los tenía controlados", contó antes de
morir João Saldanha, miembro histórico del Partido Comunista Brasileño y que se
alejó de la conducción técnica de la selección de su país poco antes de la
gloria del Mundial de México 70, cuando allí mandaba la dictadura del general
Emilio Garrastazu Médici.
LOS GOLES DE LA SOSPECHA
El mundial fue una bisagra en la
historia del fútbol argentino. "Gracias a Menotti se cambió la mentalidad en el
trabajo de la Selección. Por primera vez se trabajó con jugadores del interior
del país. Y a partir de Menotti los contratos de los entrenadores nacionales
nunca más duraron menos de cuatro años", dice Ardiles. Aquella selección,
adema’s, destrozó el mito de la superioridad física de los europeos. Y jugó
todos los últimos partidos de la Copa casi con cuatro delanteros netos (Kempes,
Bertoni, Luque y Ortiz o Houseman). A la preparación física y el sentido
colectivo (supuesto patrimonio de los europeos), el equipo de Menotti sumó
habilidad y audacia y, tras superar un inicio de nervios e irregularidad,
terminó siendo merecido campeón. Pero la conquista, inevitable, parece destinada
a convivir con las sospechas de las trampas de una dictadura militar que soñó
montar su proyecto político a partir de una pelota de fútbol, creyendo que la
fiesta de River podía ser eterna.
Videla
asesino
Antes del Mundial de Fútbol de
1978, los Montoneros propusieron a las FF.AA. una tregua; nunca recibieron
respuesta. Asimismo produjeron agitación política y algunos atentados no
sangrientos que, por lo tanto, no trascendieron a los medios. Propusieron a las
masas la consigna "Argentina campeón, Videla al paredón", la que, por
obvias razones, no fue entonada por nadie en público. Tendrían mejor presencia
un año después en Suiza, cuando Argentina concediera a Holanda una revancha de
la final de la Copa: detrás de un arco apareció un enorme cartelón que decía
"Videla asesino",
cartel que la TV argentina registró y demoró un rato en tapar. (Revista Todo es
Historia Nº 347, junio 1996)
Las dos primeras y ajustadas
victorias de 2-1 ante Hungría y Francia y la derrota 0-1 con Italia obligaron a
la inesperada mudanza a Rosario. Allí, la segunda rueda comenzó con un triunfo
2-0 ante Polonia, cuya legitimidad fue cuestionada muchos años después por el
propio DT rival, Jacek Gmoch, quien denunció un "arreglo", sin otras
precisiones. La sombra del arreglo, en realidad, se dirigió siempre a la célebre
goleada de 6-0 a Perú, que permitió eliminar a Brasil por diferencia de gol y
clasificar a la final contra Holanda. "Yo digo que ese partido no fue normal,
que fue raro", insiste hoy Juan Carlos Oblitas, integrante de aquella formación
y DT de la actual selección peruana. "Dominamos al comienzo y hasta el segundo
gol argentino el partido fue parejo, pero después nos quedamos
inexplicablemente. Creo que si ese mismo partido hubiera vuelto a jugarse diez
veces jamás habríamos perdido 6-0. Es más, podríamos haber ganado alguno",
agrega Oblitas. "Por respeto a la gente que integraba el equipo conmigo en
aqulla época -concluye el hoy DT- prefiero decir que salimos a jugar ese partido
bajo presión. No voy a hacer lo mismo que Manso, que en 1979 lanzó una acusación
artera."
El ex zaguero Radulfo Manso, hoy completamente distanciado del fútbol, dice a su
vez que aquella explosiva denuncia de soborno que formuló en 1979, cuando jugaba
en Vélez, fue "un desahogo a medias. Lo que pasó –cuenta manso- es que antes del
partido con Argentina atendí un llamado telefónico en mi pieza de la
concentración. La voz, que tenía acento argentino y me trataba de manera
peyorativa, discriminatoria y racista, me dijo de muy mala manera que les
comunicara a mis compañeros que nos pagarían 50 mil dólares a cada uno si
permitíamos la clasificación de Argentino. Me dio mucho miedo, porque yo en ese
momento era un muchachito y me sentí muy mal. Se lo conté a un compañero y estoy
seguro de que si se lo hubiera dicho al resto, todos me habrían dicho que no
aceptaban".
Gol de Kempes a Holanda
Brasil le había ganado 3-1 a Polonia
unas horas antes y Argentina (protecciones del local) jugó por la noche sabiendo
cuántos goles precisaba para ser finalista. Perú, que comenzó el juego con un
tiro del delantero Muñante en un poste, terminó siendo un desastre. "Yo no me
vendí", afirmó el arquero Ramón Quiroga, argentino nacionalizado peruano.
Quiroga, hoy DT del Cienciano, de Cuzco, admite que aquella fue su "noche más
negra"y que jamás le volvieron a marcas seis goles en otro partido. "Es probable
que alguno de mis compañeros haya aceptado semejante cosa", dijo uno de los
líderes de aquellas selección peruana, Héctor Chumpitaz. "Semejante cosa"
significa soborna. "A mi no me consta, pero no pongo las manos en el fuego por
nadie. Igual –sigue Chumpitaz- me permito ponerlo muy en duda. A ese partido
llegamos con el desgaste del esfuerzo que hicimos en la primera rueda, en el que
le ganamos a Escocia e Irán y empatamos con holanda. O fue casual que después
perdiéramos con Polonia, Brasil y Argentina. Estoy convencido de que perdimos de
manera limpia. Con mi experiencia, yo me habría dado cuenta si alguno de mis
compañeros no ponía todo para ganar". Chumpitaz y Manso si dijeron, en cambio,
que Perú recibió una incentivación de Brasil (5 mil dólares para cada jugador,
más vacaciones en Itaparica) a cambio de impedir la clasificación argentina.
"Todo el plantel estuvo al tanto de eso, pero nadie lo tomó en serio. No
estábamos seguros de que pudiéramos cobrar ese dinero."
"Yo no estoy en condiciones de
asegurar si el equipo peruano jugó dentro de sus posibilidades o no" explica
Ardiles. "Eso es algo que deberán explicar los peruanos y las autoridades de AFA
de aquel momento, o los miembros del EAM o los que formaban parte del gobierno
de Videla." Entre las numerosas versiones que sugieren algún "arreglo" hay una
que menciona un acuerdo entre las dictaduras militares de ambos países ( en Perú
gobernaba el general Francisco Morales Bermúdez). La sospecha recae sobre la
donación de "un crédito no reembolzable" de Argentina a Perú "para la
adquisición a la Junta Nacional de Granos de cuatro mil tonelada de trigo a
granel", en un marco del "convenio sobre ayuda alimentaria". El Sunday Times, de
Londres, provocó un escándalo cuando abonó a esta teoría en plena disputa del
Mundial 86. "Ese tipo de donaciones –reconoce hoy Juan Alemann, secretario de
Hacienda en quellos años- no eran espontáneas. Se hacían sólo en caso de un
terremoto, de alguna catástrofe." La única catástrofe que sufrió Perú en
aquellos días fue el 6-0 de Argentina.
La Vanguardia, España,
16/06/78
Aquel 21 de junio, a las 20.40, e el
preciso momento en el que Leopoldo Luque marcaba el cuarto gol a Perú, estallaba
una bomba en la casa de Alemann, que no sólo era funcionario, sino que, además,
vivía a media cuadra de una comisaría. Alemann siempre sugirió que aquella bomba
fue obra de sus críticas por los gastos del Mundial y apuntó al almirante Carlos
Lacoste, vicepresidente paro hombre fuerte del Ente Autárquico Mundial 78 (EAM
78). Lacoste fue mano derecha del almirante Eduardo Messera, que le ganó una
lucha interna al Ejercito y logró para la Marina el uso político y los negocios
Dudosos de un mundial que tuvo un costo récord de más de 700 millones de
dólares.
Además de esa bomba a Alemann, Lacoste fue sospechado por la muerte todavía
misteriosa del general Omar Actis, el primer presidente de la EAM 78, que quería
hacer un Mundial más austero y que fue asesinado el 21 de agosto de 1976, dos
días antes de una conferencia de prensa en la que iba a presentar su proyecto.
Tras el asesinato de Actis, Lacoste hizo el Mundial a gusto de la FIFA y de sus
socios comerciales.
Contó para ello el decreto 1.261 de abril del 77, que le facultó para realizar
toda clase de convenio amparado "en razones de urgencia, seguridad y reserva en
la difusión de sus actos".
EL OTRO PARTIDO
El mundial fue una cuestión de Estado. En silencio desde que cayó en desgracia,
Lacoste, amo y señor del deporte en los tiempos de la dictadura, apenas recibió
del juez Miguel Pons un reproche "ético" porque, siendo funcionario, incrementó
su patrimonio en más del 400 por ciento, manejando dineros de firmas extranjeras
en la City, en los tiempos de la bicicleta financiera de Jose Martínez de Hoz.
Ublado Fillol ya era un arquero formidable, Daniel Passarela "el gran capitán",
Ardiles el motor del mediocamo y Mario Kempes la potencia y el gol, aunque
jugaba más retrasado pues en los primeros partidos había fracasado como hombre
de punta. La final fue contra Holanda. Justamente el país que, junto a Franci,
encabezó la campaña para boicotear el Mundial, iniciada por organismos de
derechos humanos y agrupaciones de izquierda. El argumento era sencillo "No se
puede jugar un Mundial mientras a pocos metros del estadio se tortura y se mata
gente", decía el periodista Francois Geze, del Comité Organizador del Boicot a
la Argentina (COBA). "Pero fue gracias a los periodista que vinieron por el
Mundial que tuvimos nuestros primeros grupos de apoyo" recuerda Mercedes Meronio,
vicepresidenta de Madres de Plaza de Mayo. Una agrupación holandesa de
solidaridad con las Madres (SAM) donó las primeras casas. Y un hogar que hoy
permite vivir juntas a las Madres que van quedando sin familia lleva el nombre
de Lizbeth, esposa del que por entonces era el primer ministro de Holanda, Joop
den Uiyl.
"¿Pero ustedes no son argentinas?",
se les preguntaba a las Madres, conocidas internacionalmente como "Las Locas de
Plaza de Mayo", como las homenajeó el libro del periodista francés, Jean Pierre
Bousquet. Silencio, terror, ignorancia y, en más de un caso, complicidad, se
unieron para que una sociedad hipnotizada por un Mundial conviviera con el
horror. "Creo que el Mundial y las Malvinas son los dos grandes traumas que aún
no pudo resolver la sociedad argentina", dice hoy Anel Gilbert, periodista.
Las revistas de la Editorial
Atlántida lideraban la campaña. La revista Para Ti regalaba postales a sus
lectores para que las enviara a los políticos y organizaciones europeas que
protestaban por las violaciones a los derechos humanos. Somos alertaba, apenas
comenzado el Mundial, sobre un "subversivo" detenido que podía ganar el Premio
Nobel de la Paz (Adolfo Pérez Esquivel). Y Bernardo Neustadt, mientras el
periodista Julián Delgado desaparecía en pleno Mundial, alababa a Videla en
Gente.
La prensa en general se sonrojaría mirando hoy aquel 78. Hata el periodismo
deportivo abandonó su conservador slogan de que el deporte no debía "mezclarse"
con la política. "Muñoz jamás podrá mirarme a la cara", acusó ya en democracia
Hebe de Bonafini. "Va a entrar Videla a dar la Copa... el fútbol ha hecho el
milagro del país... nos siguen atacando aquellos que no nos conocen", decía los
relatos por Radio Rivadavia del "Gordo" José María Muñoz, un fenómeno de
comunicación popular que un año más tarde, en los festejo por el Mundial juvenil
del 79, promovió las celebraciones en Plaza de Mayo, donde a sólo metros se
denunciaban desapariciones ante una comisión de la OEA. "Los argentinos somos
derechos y humanos", se decía entonces. Tiempos en los que las crónicas
confundían a Kempes con Videla. El primero pasó a la historia del fútbol como el
Matador. Al segundo, la Justicia lo condenó por asesino.
Doce días antes de la final contra Holanda, la revista El Gráfico, también de la
Editorial Atlántida, publicó una supuesta carta que el capitán de esa selección,
Ruud Krol, envió a su hija. "...Mamá me contó que los otros días lloraste mucho
porque algunos amiguitos te dijeron cosas muy feas que pasaban en la Argentina.
Pero no es así. Es –decía la supuesta carta de Krol- una mentirita infantil...
Esta no es la Copa del Mundo, sino la Copa de la Paz... Papá está bien. Tiene tu
meñeca y un batallón de soldaditos que lo cuidan y que de sus fusiles disparan
flores. Diles a tus amiguitos la verdad, Argentina es tierra de amor...". El
periodista Enrique Romero, dice que la carta fue escrita por él, pero leída y
autorizada por Krol. "Pero las organizaciones que luchaban en el extranjero
contra la dictadura –se explica Romero- se volvieron contra Krol. El holandés,
ante la avalancha de críticas, no tuvo otra opción que dar un paso al costado y
negar con el codo lo que había firmado con la mano". Romero agrega que la carta
sólo intentó "mostrar a los lectores la fase íntima de los holandeses", pero que
fue "aprovechada para darle otra significado que el que verdaderamente tenía".
Desde Holanda, Krol hace escuchar su réplica: "No me entra en la cabeza que una
persona haya hecho algo así. Fue indigno, artero y cobarde. Jamás escribí eso."
¿Qué hubiera ocurrido si Robby
Rensenbrink hubiera convertido aquel tiro que, ya sobre el final del partido, se
estrelló en un poste y Holanda terminaba ganando 2-1 aquella fina? Ni la junta
militar de Videla, Massera y Agosti podría haberlo impedido. Y el fútbol, más
que nunca, habría sido "dinámica de lo impensado", como decía el periodeista
Dante Panzeri, que se oponía al Mundial y murió poco antes de la fiesta. En la
ESMA, los torturadores saludaron eufóricos a sus víctimas y a algunas de ellas
hasta la sacaron en auto para que vieran los festejos callejeros. Graciela Daleo
lloraba de impotencia diciéndose que no valía la pena, que nadie le prestaría
atención aunque gritaara que ella era una desaparecida. "¿ Cómo no voy a
comprender a la gente –se preguntó Hebe de Bonafini- si en mi propia casa,
mientras yo lloraba en la cocina, mi esposo gritaba los goles frente a la
televisión?".
El Informador, Guadalajara, México, 23 de noviembre de 1977
Hellstrom, el arquero sueco que el 1
de junio había visitado a las Madres en la Plaza, cree recordar hoy que, "La
gente tuvo un gran desahogo, se manifestó de manera inconsciente. Festejaban sin
saber bien qué. La mayoría –afirma- creía que a los que estaban reprimiendo era
a otros y no a ellos mismos". Un día después de la final, en el Hospital
Militar, nacía Guido. Su madre fue fusilada des meses después. Guido es hoy uno
de los 171 niños de los 230 secuestrados bajo la dictadura que sigue siendo
botín de guerra. Su abuela, Estela Barnes de Carlotto, presidenta de Abuelas de
Plaza de Mayo, lo busca desde aquel día. Todavía mantiene la esperanza.
DÍA DE VISITA
"La presencia de Videla en nuestro vestuario fue terrible", dice hoy Juan Carlos
Oblitas, uno de los líderes de la selección peruana, al recordar un episodio que
pocos conocen, en los minutos previos al polémico 6-0 que clasificó a Argentina
a la final. "Algunos más jóvenes, que pudieron haberse sentido intimidados,
dejaron de cambiarse para escucharlo. Pero yo, que tenía más experiencia, seguí
en lo mío. Seguí detrás de una pared y apenas lo oía hablar. No quería que nada
interrumpiera mi concentración."
El zaguero Héctor Chumpitaz, otro histórico de la selección peruana, admite que
"nos sorprendimos cuando nos dijeron que nos iba a hablar Videla. Se paró frente
a nosotros y nos dio un discurso en el que llamaba a la hermandad
latinoamericana y nos deseaba suerte. Yo me lo tomé como una presión, aunque
después de lo que nos habían dicho los organismos de derechos humanos, Videla
aparecía como un personaje que nos daba un poco de miedo".
Los militares argentinos –especialmente Massera y Galtieri, cuando la selección
estuvo en Rosario- fueron también más de una vez a la concentración y a los
vestuarios argentinos. Ardiles recuerda que "nos hablaban de nuestras virtudes y
de que representábamos a la patria" Para Kempes, según contó una vez, los
militares acercaban a los jugadores la toalla, el jabón y hasta alguna copita
extra de vino en las comidas. Como si fueran los cadetes.
LOS GOLES EN LA PRISIÓN
"Todos los presos políticos, los
perseguidos, los torturados y los familiares de los desaparecidos estábamos
esperando que Menotti dijera algo, que tuviera un gesto solidario, pero no dijo
nada. Fue doloroso y muy jodido de su parte. Él también estaba haciendo política
con su silencio." Quien formula el cargo es Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel
de la Paz en 1980, que logró salir de la Unidad 9 de La Plata gracias a la
presión internacional, el 23 de junio de 1978, dos días antes de la final. De su
cautiverio recuerda el nudo de una contradicción para muchos incomprensible. "En
la cárcel, como los guardias también querían escuchar los partidos, el relato
radial nos llegaba por altoparlantes. Era extraño, pero en un grito de gol nos
uníamos los guardias y los prisioneros. Me da la sensación de que en ese
momento, por encima de la situación que vivíamos, estaba el sentimiento por
Argentina.
Révista Mística de Olé
2 de Mayo de 1998
Radio y Dictadura: Memorias del
Mundial 78 con Victor Hugo Morales - Fuente:
Tramas
Para cambiar de bloque presione >>
EL PARTIDO DEL GOBIERNO
Más de 500 millones de dólares pone la Argentina al servicio del Mundial 78, en
un momento en que el país sufre carencia en materia de previsión, salud y
educación y es fuertemente criticado por violaciones de los derechos humanos.
La Argentina fue designada para organizar el Mundial de 1978 durante la
presidencia del general Lanusse. En setiembre de 1973, el gobierno peronista
designó la primera comisión organizadora. El entonces poderoso ministro José
López Rega interfirió activamente en todo lo relativo a esa organización y
llegaría el 12 de mayo de 1974 a firmar un decreto para designar una Comisión de
Apoyo al Mundial.
Ese decreto incluía una cláusula de sospechosa oportunidad, pues faltaban cuatro
años para el mundial. Decía: "Exceptúanse por un plazo de 90 días a partir de la
firma del presente, de las disposiciones establecidas por el decreto 5720/72,
Régimen de las Contrataciones del Estado, las compras que en función de los
considerandos del presente deban realizarse, autorizándose a la Comisión la
concentración de compras directas, cualquiera fuera su monto".
Documentos: Directivas del
Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires a los directores de
escuelas sobre como aprovechar el Mundial para educar a los alumnos a "afirmar
nuestra esencia como Nación"
En esa época, en medio de una lucha
de intereses, se designaron las cuatro subsedes: Mar del Plata, Córdoba, Rosario
y Mendoza.
Producido el golpe militar de 1976, el nuevo gobierno se mostró decidido a
llevar adelante la organización del certamen, para lo cual se creó el Ente
Autárquico Mundial 78 (EAM 78), para cuya presidencia se designó al general
Actis, asesinado, supuestamente por la guerrilla, el 23 de agosto de
1976 sin que pudiera entrar en funciones. Se nombró, entonces, al general Merlo
para reemplazarlo, pero quien habría de tener más activa participación en todo
el manejo de los fondos destinados a la organización de la competencia fue el
vicepresidente de la EAM, vicealmirante Carlos Lacoste, hombre del riñon del
almirante Massera.
El gasto total alcanzaría a la astronómica cifra de 250 millones de dólares. Esa
suma, en momento en que el país padecía graves carencias en materia de
previsión, sanidad y educación, representaba un irritante privilegio para el
deporte, una inclinación que generalmente han tenido los gobiernos
dictatoriales.
Las graves violaciones de los derechos humanos cometidas por el gobierno militar
durante la lucha contra la violencia subversiva habían trascendido al mundo
entero. Y, como contrapartida, había un ferviente deseo oficial de presentar a
quienes vinieran al país una imagen de orden y organización. El hecho de haberse
comunicado a los medios periodísticos la prohibición de criticar al director
técnico del equipo argentino, Menotti, revela el fervor que el gobierno tenía
puesto no sólo en la organización del certamen, sino también en el triunfo del
equipo, considerando de importancia política fundamental.
Se arreglaron, pintaron y limpiaron calles y trató de eliminarse todo lo que
pudiera constituir un menoscabo para el país. De todos modos, el acontecimiento
deportivo dio lugar a la renovación de fuertes críticas contra el gobierno
argentino, particularmente en Europa, donde insistentemente se comentó que una
de las estrellas del fútbol holandés, Johan Cruyff, anticipó su retiro del
seleccionado al decidir no viajar a un país que, como el nuestro, no respetaba
las libertades públicas.
Historia del fútbol Argentino
LA NACION
UN GRITO EN LA OSCURIDAD
Para la dictadura, el mundial resultó proritario. Era un tiempo tragico y la
fiesta no fue de todos.
En
chile el general Augusto Pinochet consolidaba su poder con un tramposo
plebiscito convocado para rechazar las presiones extranjeras. En Uruguay la
dictadura funcionaba con el disfraz de un civil, el insípido Aparicio Méndez. En
Brasil, Joao Figueiredo intentaba abrir a las política las puertas del régimen
militar. En Paraguay Alfredo Stroessner continuaba impertérrito. En Bolivia Hugo
Banzer empezaba a tambalear por una huelga de hambre de los mineros es estaño.
En la Argentina, en ese 1978, las Fuerzas Armadas encaraban una fase decisiva de
lo que denominaban la solución final: su eternización en el poder y la
definitiva domesticación de la sociedad.
El plan tuvo un andamiaje económico que la socióloga Susana Torrado describe
como una "alianza entre el estamento militar y el segmento más concentrado de la
burguesía nacional y de las empresas transnacionales". Y otro político asentado
a la brutal represión a cualquier conducta popular crítica.
La realización y conquista del Mundial de fútbol fue sólo uno –y el primero- de
los tres objetivos centrales que persiguieron los militares argentinos en su
afán por perpertuarse.
Otro quedó trunco. Los aprestos bélicos para una guerra con Chile por el Beagle,
en el cierre de ese mismo año, se redujeron a eso por la mediación del Vaticano.
El tercero fue su propia lápida. El choque con Gran Bretaña por las Islas
Malvinas significó la desintegración la desintegración del régimen y el
retroceso histórico más dramático de las Fuerzas Armadas.
Pero todo eso vino después. El mundial 78 colmó las aspiraciones de los
militares y, probablemente, sirvió también como detonador de las alocadas
aventuras posteriores.
Boicot al mundial. Clic para
agrandar
Influyó en aquel éxito político del
deporte la todavía capacidad intacta de los militares para manipular los lábiles
sentimientos colectivos. Hicieron creer, fugazmente, que la Argentina era
víctima de una campaña perversa sobre los derechos humanos y apagaron el eco, en
tal sentido, de la renuncia de Paul Breitner a las selección alemana que debía
jugar en la Argentina, o del renunciamiento público de Holanda para que sus
futbolistas se sumaran al boicot.
Eso también fue posible gracias a la complicidad que los factores de poder
tuvieron con el régimen. Fue entonces el tiempo en que Henry Kissinger,
secretario de Estado norteamericano, realizó su primera visita a la Argentina,
"país que tiene un gran futuro a todo nivel", según pregonó. Fue desde el mismo
riñon que alumbró la idea de que el gobierno militar invirtiera 500 mil dólares
para contratar a la empresa norteamericana Burson-Masteller, con el objeto de
contrarrestar la supuesta campaña antiargentina.
El régimen no supo de pudores para alcanzar sus propósitos. Agitó todo lo que
pudo el fantasma del asesinato de Aldo Moro ejecutado por las Brigadas Rojas,
cuyo cadáver apareció en mayo de ese año en un callejón romano, para tratar de
establecer simetrías imposibles con lo que ocurría aquí.
A la hora de la verdad, el trabajo de la Comisión Nacional de Desaparecidos (CONADEP),
que presidió Ernesto Sábato, resultó irrefutable: señaló que de las 9.000
desapariciones comprobadas durante la dictadura, la mayor parte ocurrió entre
1976 y 1979. También durante el Mundial.
El campeonato desnudó otro rostro trágico de la dictadura. No el que tuvo que
ver con los balances secretos de la organización del torneo, sino el de las
luchas sórdidas que signaron su existencia.
Especialmente entre el Ejército y la Marina, que arrojaron víctimas como el
embajador Héctor Hidalgo Solá o la funcionaria de Cancillería Elena Holmberg.
La Junta Militar de Videla, Massera y Agosti había designado al general Omar
Actis al frente del Ente Autárquico Mundial 78 (EAM), una tarea que debería
compartir con el almirante Carlos Alberto Lacoste.
Pero Actis no llegó a asumir: el 19 de agosto de 1976 fue asesinado cuando
abandonaba su casa de Wilde en un atentado adjudicado a los Montoneros pero que,
con los años, los servicios de Inteligencia del Ejército sospecharon que
correspondió a un comando de la ESMA.
Todas esas historias truculentas, todo el contraste entre dos realidades
irreconciliables –la muerte y la euforia- fue el espejo de la época que sirvió
para que monseñor Vicente Zaspe inmortalizara la existencia de una "Argentina
secreta".
Esa que convirtió al Mundial 78 en la entendible fiesta de mucho, pero jamas de
todo.
Eduardo van der Kooy - El libro de oro del Mundial
Diversas organizaciones de defensa de los derechos humanos alemanas, exigieron
el pasado 20 de febrero (de 2006) a la Federación Alemana de Fútbol, que
presente disculpas oficiales ante las víctimas de la última dictadura militar
argentina, por la participación de la selección en el Mundial de Argentina 1978.
El gesto lo motivó una petición presentada ante la DFB por la llamada Coalición
contra la Impunidad, que reúne a entidades de derechos humanos de toda Alemania.
La prensa alemana destaca en el presente, que "a pesar de que se sabía de la
existencia de centros clandestinos de
detención, de la desaparición de
personas por parte de las fuerzas de seguridad y de las torturas a los
perseguidos políticos, la selección alemana no dudó en participar en aquel
Mundial, ignorando toda advertencia emitida en aquella época por los grupos de
derechos humanos". Y el recuerdo se instala, cuando organizaciones alemanas,
miran hacia atrás y pretenden establecer un juicio moral a la distancia, para
sentar "jurisprudencia" sobre lo que se hizo y no debe repetirse.
"Aquella actitud fue escandalosa",
dice la Coalición contra la Impunidad, en una carta abierta presentada en la
sede central de la DFB. Para subrayar sus exigencias, la organización pide
además a la DFB, que se elabore un catálogo de directrices sobre la defensa de
los derechos humanos en acontecimientos deportivos internacionales, a fin de que
no se repita un Mundial como Argentina 1978, bajo una dictadura militar.
"Fútbol y derechos humanos van de la mano" señala la iniciativa, recordando en
la carta abierta a la federación las narraciones de víctimas de la dictadura
argentina que mientras eran torturados en el centro de detención ilegal de la
Escuela Superior de Mecánica de la Armada escuchaban los festejos de los
partidos mundialistas que se jugaban en el estadio de River.
El grupo realizará en marzo un
congreso especial en Berlín, con motivo de los 30 años que se cumplen del Golpe
de Estado que el 24 de marzo de 1976.
La Coalición contra la Impunidad está presentando además una exposición
itinerante por varias sedes mundialistas de Alemania 2006, en la que recuerda la
violación de los derechos humanos en Argentina y la relación con el Mundial de
1978.
La
dignidad de Johan Cruyff
Con 30 años de atraso los argentinos que padecimos
la dictadura te decimos ¡gracias Cruyff!
En 1978 el holandés Johan Cruyff decidió no participar del Campeonato Mundial de
Fútbol de Argentina debido a la violación masiva de derechos humanos que
realizaba la dictadura.
Considerado por la FIFA uno de los cuatro mejores jugadores de fútbol del siglo
XX, detrás de Pelé, Maradona y Alfredo Di Stéfano, y el mejor de Europa, la
figura de Johan Cruyff se convirtió en un referente del mundo del fútbol,
consiguiendo en tres ocasiones el Balón de Oro, otorgado por la revista francesa
France Football, en los años 1971, 1973 y 1974 (estos dos últimos vistiendo ya
la camiseta del Fútbol Club Barcelona).
Si Maradona es recordado por lucir el número 10 en su camiseta, Cruyff lo es por
el dorsal número 14, algo en principio extraño, pues en los años 1970, cuando no
existían las camisetas personalizadas, los números superiores al 11 estaba
reservados a los suplentes. La primera vez que Cruyff lució este número fue el
30 de octubre de 1970, en un partido frente al PSV Eindhoven. Cruyff reaparecía
tras una larga lesión en la ingle, que le impidió jugar el inicio del
campeonato, y por la que su antiguo número 9 había sido asignado a su compañero
Gerrie Mühren. Al día siguiente se pudo leer en la prensa holandesa que parecía
que ya todo estaba bien con Cruyff, excepto el número 14 en su espalda. La
superstición del jugador, y quizá su rebeldía ante la prensa, hicieron que desde
entonces fuese su número favorito, llevándolo en los partidos como internacional
y en sus futuros equipos.
La ruptura con el Ajax llegó en la temporada 1973-74, cuando el club de la
capital holandesa negoció el traspaso de Cruyff al Real Madrid. Al saberlo el
jugador, hizo muestra de una rebeldía que también le caracterizó durante toda su
carrera, y decidió no fichar por el Real Madrid, sino por su máximo rival, el FC
Barcelona, club por el que tenía mayor estima en su juventud. El traspaso de
Cruyff al Barcelona se convirtió en el más caro en la historia del fútbol hasta
ese momento (60 millones de pesetas) y firmó un contrato de 12.000 dólares
mensuales.
Cruyff fue recibido en Barcelona como un auténtico ídolo, y es que la afición
blaugrana veía en él la única esperanza de que su equipo saliese a flote, pues
se encontraba penúltimo en la clasificación de una liga que hacía catorce años
que no ganaba. Y Johan no defraudó a nadie: en su debut en la liga, el 28 de
octubre de 1973 ante el Granada CF, ayudó con dos tantos, para conseguir un
resultado de 4-0. El equipo dio un giro desde entonces, consiguiendo no perder
ni un solo encuentro desde la llegada del apodado el Flaco, y logrando ganar por
fin el campeonato liguero. Además, el equipo consiguió un hito que todavía no ha
conseguido igualar, y es que venció por 0-5 en su visita al Santiago Bernabéu
del Real Madrid, el 16 de febrero de 1974, con un gol antológico del holandés.
Acabó la temporada con 24 goles en su haber.
En el verano de 1974 disputó como capitán de la selección holandesa el mundial
de Alemania. El conjunto holandés desplegó un juego que pasaría a la posteridad
como fútbol total, y que giraba en torno a la figura de Johan Cruyff. Esta
selección de Holanda sería recordada como la Naranja Mecánica, siendo
considerada uno de los grandes equipos de la historia del fútbol. La final la
disputaría contra Alemania, los anfitriones, que encabezados por Franz
Beckenbauer, se impondrían por 2-1. Johan Cruyff fue designado como el mejor
jugador del mundial.
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Johan_Cruyff
El recuerdo de Sepp Maier
En enero del 2005, en una entrevista con DW-WORLD, el ex arquero alemán, Sepp
Maier, recordó aspectos tristemente célebres del Mundial '78.
DW-WORLD: ¿Cómo era su posición en aquella época frente a un boicot del Mundial
de Fútbol?
Sepp Maier: Si a un jugador se le da la oportunidad de participar en un
Campeonato Mundial, seguramente no va a querer boicotear el evento, sin importar
qué régimen gobierne el país donde el mismo se celebre. De no ser así, en tales
países no podría practicarse ningún deporte. El Presidente de la Liga Alemana de
Fútbol, Neuberger, dijo en aquella oportunidad que teníamos que acostumbrarnos a
la idea, ya que no queríamos sentar el ejemplo negándonos a participar del
Mundial. También hubiese significado un paso en falso contra el pueblo
argentino, que, como es sabido, era apasionado del fútbol, a pesar de la
dictadura militar. No creo que le hubiéramos hecho un favor con nuestra
negativa, y pienso que la situación hubiera empeorado, de no haberse celebrado
el Campeonato. El fútbol era una de las pocas libertades que tenía la gente.
Además, el fútbol y la política son cosas diferentes.
DW-WORLD:¿Se interesaba Usted por la situación política argentina en ese
momento?
Sepp Maier: Los sucesos se emitían todo el tiempo por televisión. Se habla
continuamente sobre personas desaparecidas. Antes del Mundial, la cuestión de si
participaríamos o no era tema principal en los medios. También en Alemania era
un problema.
DW-WORLD: "Queremos viajar a Argentina a jugar al fútbol", dijo entonces el
Presidente de la Liga Alemana de Fútbol (DFB), Hermann Neuberger. ¿Justifica
Usted esta declaración?
Sepp Maier: Sí, comprendo el motivo de esta declaración. También para mí, en mi
fase activa, lo más importante era jugar al fútbol. Los intereses políticos de
otros países me importaban bastante poco.
DW-WORLD: ¿Y qué le pareció la actitud de Amnesty, al querer aprovechar la
popularidad de los jugadores para atraer la atención hacia los nefastos sucesos
en Argentina?
Sepp Maier: No nos pareció correcto cancelar nuestra participación en el
Mundial. Por supuesto que tales organizaciones siempre utilizan eventos como ese
para inflar la cuestión. Ciertamente, lo que pasó en Argentina durante la
dictadura es algo terrible, pero también se habrían podido denuncia los hechos
mucho antes. Videla era presidente del régimen hacía dos años. No siempre hay
que utilizar un campeonato internacional y al fútbol para sacar a luz estas
cosas y ponerlas en primer plano. No me parece bien. Los políticos, y no los
deportistas, son los responsables de concientizar acerca de tales problemas.
DW-WORLD: ¿Con qué sensación viajó a la Argentina?
Sepp Maier: Nos sentimos muy seguros. Al llegar al aeropuerto nos esperaban las
filas del ejército y había escorta policial. Claro que era bastante oprimente
ver a los militares haciendo guardia con ametralladoras en el aeropuerto, pero
en nuestro campo de entrenamiento en las afueras de Córdoba, todo estaba
tranquilo. El lugar era hermoso. Allí nadie notaba que hubiese una dictadura.
Jugamos dos veces en Buenos Aires, en la apertura, y luego contra Italia. Todo
eso fue también de lo más normal.
DW-WORLD: ¿Comentaban los jugadores sobre la situación política?
Sepp Maier: Antes de volar para Buenos Aires habíamos hablado de ello. Incluso
habíamos pensado negar el apretón de manos a Videla. Pero no lo hicimos porque
Neuberger dijo que no se podía hacer algo así en público. Lo que hicimos fue
apretarle muy fuerte la mano, para que le doliera al llegar al número once. Eso
era realmente todo lo que podíamos hacer.
Imagen que recorrió el mundo entero, "El abrazo del alma"
Osvaldo Ardiles, reconocería años más tarde: "... Duele saber que fuimos un
elemento de distracción para el pueblo mientras se cometían atrocidades, fuimos
utilizados como propaganda por parte de los militares, pero también servimos
como bálsamo para mucha gente oprimida que pudo volver a salir a la calle
envuelta en una bandera argentina ...".
"El Gran Capitán", Daniel Alberto Passarella, fue otro de los que realizó un
análisis de la situación que se vivía en el país en aquel entonces: "... El
Mundial del '78 sostuvo el régimen, tapó todo ...".
Otro jugador de aquel seleccionado
campeón del mundo, "el pato" Fillol, reconoció: "... Yo personalmente ignoraba
todo, como la mayoría de los muchachos. Nosotros nos empezamos a enterar de las
cosas que pasaban en el país después del Mundial. No había difusión, porque
manejaban todo los militares en ese entonces. Después se fueron destapando
algunas cosas hasta que cayó el gobierno, pero no sabíamos nada ...".
Por otro lado, Hugo Orlando Gatti,
quien a último momento quedó afuera del seleccionado nacional, declaró: "...
Todos los gobiernos usaron al fútbol para tapar la mierda. Los peronistas, los
militares y también los radicales. No está mal... Yo lo miro desde mi lado ...".
78
- En la noche del centro, la multitud. Banderas, bocinas, cánticos. En una
esquina, se encuentran dos hombres. Dos años sin verse. Los dos cambiados. Estás
igual, se mienten. Lo que compartieron, se acuerdan. No necesitan decírselo. Los
dos piensan que el otro había sido chupado. Tampoco lo dicen. Alrededor, la
fiesta popular. La emoción de los dos, la misma. Dura poco. Si los dos están
vivos, el otro puede ser un delator. Los dos, apurados, vuelven a perderse en la
multitud. Ninguno imagina que el otro se salvó de milagro. Los dos, ahora, cada
uno por su lado, se dan vuelta para ver si el otro lo sigue. (Guillermo
Saccomanno, 2008)
El que no desconocía lo acontecido
esos años era César Luis Menotti: "... Sabía de la represión, de la persecución
a compañeros... La desaparición de militantes siempre existió. Lo que desconocía
de la dictadura ejercida por la Junta Militar era la magnitud y la locura de la
represión. Esto lo supe después, cuando se terminó de descubrir todo el desastre
...".
Leopoldo Jacinto Luque, pone especial énfasis en la defensa del plantel: "... Me
da bronca que se le quite el mérito a Menotti, porque ni él ni nosotros tuvimos
la culpa de que el Mundial se desarrollara en pleno proceso militar...¿A quién
no le hubiera gustado jugar y salir campeón mundial con un gobierno
democrático?...El Mundial lo ganaron Menotti y los jugadores, no los militares.
Yo tiraba paredes con Kempes y Bertoni, no con la Junta...".
Otro de los integrantes del plantel dueño de casa que hizo un "mea culpa", fue
Ricardo Julio Villa: "... Asumo mi responsabilidad individual, era un boludo que
no veía nada más allá de la pelota. Lamentablemente, uno se acostumbra a todo.
En la concentración teníamos que dejar el auto a cien metros y después nos
encontrábamos con dos controles del Ejército que nos palpaban y revisaban los
bolsos. A la noche, veíamos a los centinelas y escuchábamos tiros. Nos usaron
para tapar las desapariciones de personas que pensaban distinto. Me siento
engañado... A nosotros nos daban la pelota, jugábamos y no pensábamos en nada
más... por eso es que no me siento partícipe ni cómplice de los militares...y
estoy convencido totalmente de que me hubiera gustado luchar para que la
Argentina se diera cuenta de lo que pasaba ".
Esta es la versión en español del artículo publicado en París por la revista
France Football, cuando se cumplieron 25 años de la primera Copa del Mundo
ganada por la selección Argentina, conducida por César Luis Menotti.
Afuera habían quedado Carlos Bianchi y Osvaldo Piazza. También nombres como
Rubén Ayala, Enrique Wolff, Carlos Babington o Ricardo Bochini, enormes talentos
del fútbol argentino. Y en el camino quedó el sueño de un chico de 17 años que
muy pronto iba a tener el mundo a sus pies: Diego Maradona. Es que cuando el
almanaque dejó caer la página de 1977, César Luis Menotti se encontró con un
extraño "problema": tenía talento de sobra.
Pero para llegar al montaje de aquel
equipo campeón necesitó cuatro años de trabajo artesanal, moldeando esa materia
prima de calidad que supone el jugador argentino.
Tras un nuevo fracaso en Alemania 74 y con el 78 en la mira, la Asociación del
Fútbol Argentino (AFA) le confirió a Menotti el mando de la selección nacional.
La consigna era clara: con el mundial en casa, no había espacio para un papelón.
Las desprolijidades del pasado no debían repetirse: equipos armados de apuro,
entrenadores sin respaldo de los dirigentes, clubes que negaban sus jugadores y
estrellas que escapaban de la selección. "La gente estaba aburrida de ver como
se juntaban jugadores a último momento y se iba a un mundial a perder, sin hacer
nada destacable", recuerda Menotti. "La selección no había mostrado en los
mundiales el nivel real del futbolista argentino. A partir del 78 marcamos un
camino que convenció a los dirigentes y los hinchas. Hoy a ningún club le
negaría un jugador a la selección", explica.
Los
datos
Brasil hizo 4.659 kilómetros; Argentina, 618: Curioso
dato, y más teniendo en cuenta que Brasil era el enemigo a batir por los
argentinos y las enormes distancias del país organizador.
Coca Cola, patrocinador: Desembolsó 8 millones de dólares para patrocinar el
Mundial.
Se marcaron 102 goles: La media del torneo fue de 2,68 goles por partido. Hubo
tres goles en propia puerta y 64 futbolistas festejaron al menos un gol durante
el torneo.
Más de millón y medio de espectadores: Las gradas de los seis estadios que
albergaron partidos acogieron a 1.610.200 personas, a una media de 42.374. La
final se jugó en el campo de River Plate en pleno invierno local ante 71.483
espectadores.
Brandts, a favor y en contra: El holandés fue, ante Italia, el primero en marcar
en su meta y la rival en un mismo choque. Su equipo ganó 2-1.
-La Argentina es una constante
cantera de exportación, ¿cómo compensó el talento que se marchaba a Europa?
-Se habían ido Bianchi, Ayala.... no tenía jugadores en el país. Entonces
empezamos a buscar nuevos nombres en el fútbol de las provincias y rescatar la
identificación con la gente; no solamente en Buenos Aires como fue
históricamente. Eso fortificó el vínculo.
El fútbol argentino se nutrió siempre de jugadores bonaerenses, de Córdoba,
Santa Fe y las provincias que las rodean. Otras están marginadas del mapa
futbolístico. No tienen ligas competitivas de buen nivel, pero su suelo también
es fértil, sólo hacía falta cosechar sus frutos. Menotti armó selecciones
provinciales de los que surgieron Ardiles, Villa, Galván y Oviedo, entre otros.
-¿Cómo definió la lista de 22 teniendo abundancia de buenos jugadores?
-Hubo partidos muy importantes ante Francia, Inglaterra, Brasil, Alemania,
Yugoslavia, Uruguay... Me dieron la posibilidad de medir los jugadores pensando
en el Mundial. Quería armar un equipo y trabajar toda la semana y no esperar a
que bajen de un avión directamente para competir. Esto lo podía hacer Holanda,
ya que los jugadores están a dos horas de vuelo para reunirlos y hacía 5 años
que se conocían. Yo tuve que dejar afuera a grandes jugadores que estaban en
Europa. Preferí tener a mis jugadores en el país porque, a excepción de Kempes
que era un fuera de serie, no había grandes diferencias.
-¿Cuál era la idea futbolística?
-Cada país tiene su identidad y ella marca un estilo. El fútbol es la búsqueda
de la eficacia y uno tiene que preguntarse ¿desde qué lugar voy a ser eficaz? Si
tengo que plantear un partido ante Holanda o Alemania, ¿podemos imponer nuestra
fuerza? No. ¿Nuestra velocidad? Tampoco. ¿De qué manera puedo armar un equipo
eficaz? Defendiendo nuestra identidad. El argentino es un fútbol que se exige
permanentemente tener la cabeza abierta para ser visitada por la inspiración. Si
no, no somos competitivos. Eso nos pasó el año pasado en Japón: impusimos
vértigo y velocidad pero no había espacio para la inspiración.
-Kempes, Ardiles, Luque, Houseman eran jugadores a los que la inspiración los
visitaba muy seguido. ¿Cómo se logró el equilibrio en un equipo en el que
prevalecía la habilidad a la fuerza?
-Un equipo es una idea; después el convencimiento del jugador, creer que con esa
idea se puede triunfar. Y luego el compromiso para defenderla. Y mi idea era
respetar la identidad del fútbol argentino: no jugamos igual que un uruguayo,
aunque estamos a 60 kilómetros. Ni como un brasileño o un paraguayo. Por lo
tanto, modificar la identidad y pretender hacer un jugador alemán de un
argentino, terminamos que nunca va a ser alemán, pero tampoco va a ser
argentino. Va a hacer cosas que no sabe. Es como pedirle a un alemán que juegue
como un brasileño. Pero hay futbolistas que a través de su identidad rompen las
fronteras, como Zidane, que podría haber nacido en cualquier barrio de Buenos
Aires. Lo mismo que Passarella podría haber nacido en Alemania.
DE ESPALDA AL PALCO OFICIAL
El 24 de marzo de 1976 los militares arrebataron el poder a la presidenta María
Estela Martínez, la viuda de Perón. Ese día la selección estaba de gira en
Polonia y la noticia del golpe causó impacto. "Al volver presenté mi renuncia
–cuenta Menotti– pero los militares no quisieron echarlo ni a Cantilo (NDLR:
presidente de la AFA) ni a mi, porque tenían miedo. Se jugaban mucho con el
mundial y no sabían cómo manejar el fútbol, porque eso no se arregla con armas.
Se lo dejaron a los clubes, que eran quienes sabían organizar la Copa. Ellos me
apoyaron".
El Mundial 78 se acercaba y 25 millones de argentinos esperaban mostrar al mundo
que ese fútbol proveedor de habilidad a los rincones más remotos del planeta,
podía confirmar su prestigio quedándose con el trofeo mayor.
Pero al mismo tiempo, un puñado de militares diseñaba su estrategia
propagandística. En Europa (principalmente en Holanda y Francia) denunciaban las
violaciones a los derechos humanos y hasta llegaban a proponer un "boicot a la
Copa del mundo entre campos de concentración".
Mientras
miles de argentinos sufrían torturas, desapariciones y muertes, la inmensa
mayoría esperaba con ansiedad la que la dictadura llamaba "la fiesta de todos".
¿Negaban la realidad? No, porque los medios de comunicación locales, mitad por
censura y mitad por complicidad con los genocidas, pintaban una realidad
ficticia. El discurso oficial hablaba de una "campaña anti-Argentina" organizada
por el comunismo. Y los militares conocían la ideología de izquierda que
defendía Menotti.
-¿Recibió presiones militares por su pensamiento?
-Cantilo contó que muchas veces me quisieron echar pero él no lo aceptó, porque
había asumido un compromiso. A mi me había designado el gobierno peronista, no
la dictadura.
-Veinticinco años después se sigue vinculando al Mundial con la dictadura, ¿le
molesta?
-No, lo que sí me molesta es que los medios de comunicación cómplices de la
dictadura la saquen de contexto para relacionarla con él fútbol. El Mundial no
lo hice yo ni los jugadores, remarcar eso es una actitud cobarde. Si queremos
hablar de política, primero tenemos que ver por qué aparecen los golpes de
estado, a quién representan: no lo hacen cuatro militares locos que toman un
fusil. Un golpe necesita muchas complicidades, las que primero usan al
neoliberalismo de derecha; cuando éste se agota recurre a los militares, y
después se infiltra en la democracia... Es muy bueno tener memoria, si queremos
debatir analicemos por qué Argentina tuvo a Aramburu (dictadura 1955/58), por
qué Onganía (dictadura 1966/70), por qué Videla y los que lo siguieron
(dictadura 1976/83) y por qué Menem (presidente democrático 1989/99, de signo
neoliberal). Relacionar el Mundial 78 con la dictadura es una postura cómoda,
porque si en el último minuto la pelota de Rensenbrink entraba, ¿qué iban a
decir? Es minimizar las luchas de los pueblos, como cuando se discute de Cuba:
vamos a tener puntos de coincidencia y otros no, pero sacar del contexto una
discusión de ideas porque fusilaron a tres, es como decir que el general San
Martín (héroe de la independencia argentina) era un tirano porque tuvo que matar
a muchos españoles. Los análisis cayeron en la facilidad de recordar a la
dictadura a través de la Copa del Mundo. A mi no me hace falta el mundial para
recordar la dictadura. La recuerdo porque a mis amigos los torturaban por pensar
distinto, los encarcelaban y combatían a la izquierda de una manera criminal...
El análisis de Menotti es compartido por la mayoría de los campeones del 78.
Ricardo Villa reflexiona: "Sí, la dictadura nos usó para su propaganda, pero los
jugadores no fuimos cómplices de ese juego político porque vivíamos engañados".
El arquero Ubaldo Fillol también desconocía la realidad: "Sólo sabíamos lo que
decían los diarios argentinos. Pero ninguno de los jugadores torturó ni mató; al
contrario, le dimos una alegría al pueblo".
Leopoldo Luque, autor del segundo gol ante Francia, confiesa que sufrió mucho
por la vinculación de esa selección a la dictadura: "Cuando hacía un gol, el
pase me lo daba Bertoni o Kempes, no Videla", destaca. Y Houseman es terminante:
"No sabía qué pasaba en el país. Hoy que lo sé, me da asco. Le di la mano a
Videla; ahora preferiría cortármela".
Otro
tema recurrente es el 6-0 ante Perú que llevó a la Argentina a la final. Se
habló de un arreglo entre dictaduras, pero todos lo desmintieron. Cuando Villa,
en el final de su carrera, jugó en el Fort Lauderdale de Estados Unidos y fue
compañero de Teófilo Cubillas. El astro peruano le juró que "en ese match no
hubo nada raro".
"Meses antes del Mundial le habíamos hecho tres goles en Lima", recuerda Menotti
y explica: "Argentina manejó la pelota a su antojo, al punto que el entrenador
casi pierde el puesto. Después le ganamos en Buenos Aires. Perú llegaba a ese
partido muy castigado físicamente, destrozado: había jugadores como Manso o
Velásquez que no podían moverse. Aguantaron 15 minutos, pero a los 20 había una
diferencia enorme. Y las 60.000 personas intimidaban. Nos propusimos hacer dos
goles en el primer tiempo: si se daban, el complemento sería favorable para
hacer otros dos más. No era imposible, para nada...".
-Menotti, ¿para quién jugaba esa selección? ¿Para los militares o para el
pueblo?
-Esa era la consigna: entremos a la cancha de espaldas al palco y miremos dónde
está nuestra gente: ahí, en la tribuna, está papá, los amigos, los vecinos y
todas aquellas personas que sienten el fútbol. Pensando en ellos teníamos que
mantener la dignidad de nuestro juego. No podíamos traicionarnos, tirar la
pelota afuera... El equipo que no abusó de su condición de local, partiendo de
un profundo respeto hacia el espectáculo.
"EL TÍTULO NO TIENE DEMASIADA IMPORTANCIA"
A veces las vivencias son tan fuertes que se fijan permanentemente en la
memoria. Pero otras, la intensidad de los momentos vividos nunca puede ser
igualada por el recuerdo.
-¿Cuáles son la imágenes del Mundial que le vuelven a la mente?
-No tengo un archivo emocional. Disfruto el fútbol partido a partido. Sí
recuerdo los momentos, pero dentro de la cancha no se disfruta como lo hace el
hincha. Uno se pierde la euforia de la gente, la alegría, de eso se da cuenta
con el tiempo.
-¿El Mundial marcó su vida?
-Para mí, el título no tiene demasiada importancia, es un partido que se gana.
Sí la tiene el match con Holanda.
-¿Era su equipo modelo?
-Sí, había revolucionado el fútbol. Por suerte le
faltaba Cruyff. Fue uno de los grandes equipos de la historia, con Rensenbrink,
Neeskens, Krol... Se lo recuerda más que a Alemania campeón.
Cuando el reloj marcaba el último minuto de la final, el alma de 25 millones de
argentinos se detuvo por un instante tan efímero como eterno: el cabezazo de
Rensenbrink pegaba en el poste derecho de Fillol. Era el 2-1 para Holanda, el
fin del sueño. Pero no.
-¿Qué les dijo a los jugadores antes del tiempo suplementario?
-Estaban muy nerviosos, se gritaban entre ellos porque el empate había llegado a
8 minutos del final por error nuestro. Les pedí silencio y que miraran a los
holandeses, que estaban en el suelo mientras les hacían masajes. Les dije:
"Vamos que ellos están muertos; hay que salir de atrás, apretar la marca arriba,
tengamos la pelota haciendo el off-side. Los vamos a pisar, no pueden levantar
las piernas". Corregimos un par de cosas, pero el equipo estaba muy bien
físicamente, con una gran entereza y su técnica depurada. Desde ese punto se
podía evitar la presión y la dinámica de recuperación que tenía Holanda. No
podía presionar contra nosotros, porque venían tres a encerrar a Galván y él
salía gambeteando.
-En el momento del silbato final, ¿no deseó sumarse al delirio de la gente?
-Una vez le había dicho a mi colaboradores: ¡Qué lindo sería vivir este mundial
como la gente, festejando en las calles!, no encerrado en la concentración. "Si
somos campeones del mundo, damos la vuelta en el Obelisco" (el principal
monumento de Buenos Aires) nos prometimos. Y al terminar el match recibimos la
Copa, le pedí al equipier una camiseta, una gorra, me puse un echarpe y salí en
una camioneta hacia allí. Dí la vuelta cantando entre la multitud y nadie
sospechaba nada, hasta que uno joven me mira y me grita: "¡Menotti!". "No,
pibe", le digo y el insistía. Cuando dio el segundo grito yo ya estaba corriendo
nuevamente hacia la camioneta. Y volví para la hora de la cena, a la ceremonia
de la entrega de medallas.
-Maradona contó cuando volvía de México con la copa en sus brazos, que una
extraña sensación de tristeza lo invadió. "Era más lindo soñarla que tenerla",
pensó en un instante, antes de sumarse nuevamente a la alegría colectiva. ¿Les
pasó algo parecido?
-Siiiiiii, cuando volvimos al vestuario, exhaustos después de 120 minutos de un
combate durísimo, nadie hablaba, estaban todos con la cabeza gacha como si
hubiésemos perdido. Les pregunto ¿qué pasa? Y Olguín me miró y me dijo "¿Y ahora
qué?". Y ahora volver a vivir, a hacer lo que hicimos siempre, con la
satisfacción del objetivo cumplido. A seguir jugando al fútbol, que es lo que
nos gusta.
Más allá de las polémicas y los recuerdos de los años manchados de sangre, los
argentinos hoy valoran el título de 1978 por un equipo que ganó respetando un
histórico estilo. En medio del horror, el fútbol fue, como suele definirlo
Menotti, "una excusa para ser felices".
El triste rol de la pasión más popular en la dictadura de 1976
Una serie de hechos futbolísticos
fue utilizada por el Estado para paliar el impacto del inicio del último proceso
militar. Un encuentro de River por la Copa Libertadores, un partido amistoso de
la Selección y la ratificación del país como organizador del Mundial sirvieron
como excusa para desviar la atención de la cruenta realidad argentina.
"En el estadio vacío el partido está por comenzar. Los jugadores empiezan a
sentir cómo baja de las tribunas desiertas el aliento de las hinchadas. Son 30
mil voces que no paran de alentar."
(Claudio Morresi, Secretario de Deporte de la Nación, en homenaje a su hermano
desaparecido el 23 de abril de 1976)
Estrella Federal. Organo oficial del
"Ejército Montonero". Número especial sobre el Mundial 78. Clic para descargar
Con Todo, abril 1978. Nota Mundial
78. Publicación del "Movimiento Peronista Montonero". Clic para descargar
Los gritos de gol ahogaron los
gritos de dolor de los torturados. Los cantos en las gradas silenciaron los
alaridos de los desaparecidos. El fútbol fue un instrumento del que se aferró la
dictadura que tomó el poder en marzo de 1976 para apartar a la población de la
angustiosa verdad. Fue una cortina inmóvil que por momentos empañó la visión del
país. En los mismos instantes en que River y la Selección ganaban sus partidos y
la Argentina era confirmada como organizadora del Mundial ‘78, el terrorismo de
Estado llevaba a cabo el golpe militar más sangriento de la historia argentina.
El desafío más importante de una Nación, el de asegurar la libertad de sus
habitantes, se despedazaba por completo ante el brutal accionar de las Fuerzas
Armadas.
La noche anterior Menos de mil metros separaban el Estadio Monumental del mayor
centro de torturas de la dictadura militar, la Escuela de Mecánica de la Armada
(ESMA). El martes 23 de marzo River enfrentó en su cancha a Deportivo Portuguesa
de Venezuela por la Copa Libertadores, con transmisión de Canal 7. La alegría de
la parcialidad millonaria por los goles de José Omar Reinaldi y el triunfo por
2-1 se mezcló con las sensaciones de un pueblo entero que intuía que algo estaba
a punto de suceder. Las maniobras de los jefes militares así lo indicaban. La
hediondez que se percibía en el ambiente así lo denotaba.
No fue necesario llegar a la medianoche para corroborar los presagios.
Cerca de las 23.30, Edgardo Mesa, periodista de Canal 13, comunicó que el
gobierno de María Estela Martínez de Perón sería derrocado de un momento a otro.
Una hora después, la Presidenta de la Nación abordó un helicóptero con supuesto
destino a Olivos, pero fue engañada y finalmente trasladada y detenida en la
estancia El Messidor, en Neuquén.
Era el principio del fin.
El Golpe lo dio River, fue el título con el que un medio gráfico encabezó al día
siguiente la crónica del partido. Una asociación que provoca rechazo, un juego
de palabras que causa repugnancia, mucho más cerca del cinismo que de la ironía.
Además de la manipulación del gobierno ejercida sobre los medios de comunicación
y la complicidad de éstos, había que soportar la burla y la humillación. A
continuación, el diario escribió en la bajada: "Anoche, en el estadio
Monumental, River Plate dio su propio ‘golpe’ en el grupo 1 de la Copa
Libertadores de América al vencer 2-1 a Deportivo Portuguesa".
El precepto
A
pesar de los tibios rayos de sol que acompañaron la mañana del miércoles 24 de
marzo, aquel día se erigía como el más negro de la historia argentina. La Junta
ya estaba en el poder y tenía el control de la situación. Minutos antes de las
11, los militares prestaron juramento en el edificio Libertador. Poco después,
al mismo tiempo que las Fuerzas Armadas se encargaban de esparcir el pánico y
recluir multitudes, las gacetillas iban llegando a las radios, diarios y
canales. Como primera medida, quedaban suprimidos todos los espectáculos,
transmisiones y programas de televisión. No obstante, el locutor oficial, Juan
Mentesena, daba a conocer el más llamativo de los comunicados, el número 23: "Se
ha exceptuado de la propagación programada para el día de la fecha el partido de
fútbol que sostendrán las selecciones de Argentina y Polonia". En la jornada que
cambió el rumbo del país, uno de los días más trascendentes del siglo veinte
para la Nación, se transmitiría en cadena un partido amistoso de la Selección en
Europa. La orden que recibió el periodista Enrique Macaya Márquez, comentarista
de aquel encuentro, fue terminante: "Sólo dedicate a decir los nombres de los
jugadores".
El pretexto
A 10 mil kilómetros de donde ocurrían los violentos sucesos, en la apacible
ciudad polaca de Chorzow, el equipo conducido por César Luis Menotti descansaba
para el encuentro. El conjunto argentino se hallaba en medio de una gira por el
viejo continente, preparatoria para el Mundial. El sábado 20 de marzo había
derrotado a la Unión Soviética en Kiev y, además del partido del día 24, aún le
restaban tres compromisos: ante Hungría, en Budapest el sábado 27; frente a
Hertha, en Berlín el lunes 29, y contra Sevilla en la ciudad homónima el
miércoles 10 de abril.
La noticia del golpe cruzó el Atlántico. La Selección recibió la información de
boca del relator José María Muñoz, quien se comunicó primeramente con el
presidente de la delegación, Pedro Orgambide. Sus palabras tuvieron toda la
intención de aplacar al dirigente: "Por suerte no hay derramamiento de sangre ni
desgracias personales". Las
certezas acerca de cómo sucedieron las cosas en Polonia llegan hasta ese
instante. Se sabe quién fue el portavoz, pero hay distintas versiones respecto
de cuándo los jugadores se enteraron de lo ocurrido, y de cómo reaccionó el
grupo ante la noticia. Marcelo Trobbiani, volante de aquel equipo, manifestó
hace unos años: "Recuerdo que estábamos en el hotel y faltaban tres o cuatro
horas para el partido amistoso contra Polonia. (Mario) Kempes nos contó que en
la Argentina había un golpe. Enseguida fue el desconcierto general. No podíamos
creer lo que estaba pasando. Analizamos la posibilidad de no jugar pero faltaba
muy poco para empezar el partido y ya había gente en la cancha. Después, el
Flaco (Menotti) nos reunió y nos pidió que nos tranquilizáramos.
Además de la preocupación por el golpe militar también temíamos que hubiera sido
violento y que corriera sangre (...) El sentimiento fue horrible durante el
trayecto en micro y en el vestuario. Después empezó el partido y hasta que
terminó nos olvidamos un poco. Recuerdo que ganamos y que jugamos bien, pero no
importaba nada. Ni bien el árbitro pitó el final les preguntamos a los
periodistas si tenían alguna novedad y yo pude comunicarme con mi familia".
Uno de los delanteros de aquella Selección, Leopoldo Jacinto Luque, reveló
tiempo atrás: "Nos enteramos del golpe recién a la noche, después del partido.
Me acuerdo que el Gordo Muñoz nos dio la noticia a la hora de los postres,
cuando estábamos todos festejando el triunfo a los gritos.
Ganar dos partidos seguidos en Europa para nosotros era algo totalmente inusual
(...) La mayoría no estábamos tan metidos en el tema. Yo no soy hipócrita y digo
lo que nos pasaba a casi todos ahí: cuando uno es exitoso y le va bien, no mira
mucho para los costados".
Hay una imagen que coincide tanto en el recuerdo de Trobbiani como en el de
Luque: el llanto desconsolado de Mario Alberto Kempes, quien sería la gran
figura del Mundial 1978.
Más allá de las diferencias, de si los jugadores ingresaron a la cancha con
conocimiento del golpe o no y de las sensaciones experimentadas por los
futbolistas, el partido se jugó y lo ganó Argentina por 21, con tantos de Héctor
Scotta y René Houseman. Al día siguiente, el triunfo de la Selección acompañó en
la portada de todos los diarios a laasunción de la Junta Militar.
La estrategia
Final Argentina-Holanda
Cuando la noche del deplorable día
asomaba, la Junta realizó su primera reunión. El almirante Emilio Eduardo
Massera les hizo ver al teniente general y jefe de Estado, Jorge Rafael Videla,
y al jefe de la Fuerza Aérea, Orlando Ramón Agosti, la necesidad de confirmar la
organización del Campeonato Mundial de Fútbol. La decisión de la cúpula mayor
terminó siendo unánime. El Mundial se hacía a toda costa. El papel que cumplió
Carlos Alberto Lacoste, ministro de Acción Social y hombre fuerte del deporte
durante la dictadura, fue clave para que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA)
recibiera la aprobación del brasileño Joao Havelange, presidente de la
Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), quien por esos días aconsejó
con fría inescrupulosidad: "No se preocupen por la política de Argentina,
preocúpense por su fútbol".
El domingo 28 arribó al país una comitiva de la FIFA comandada por el ex SS nazi
Hermann Neuberger. Las operaciones avanzaban y las maniobras militares se
multiplicaban. Entre los principales procedimientos, se decidió a las pocas
horas que las cuentas de la AFA en el Banco Central fueran bloqueadas. El
Mundial tuvo finalmente un presupuesto de 700 millones de dólares, cuando los
cálculos financieros realizados tiempo atrás preveían un costo de 100 millones.
El primero de los objetivos de la dictadura se había cumplido. La obra más
espantosa de la política argentina había conseguido la puesta en escena que
deseaba. Eligió los actores, montó la escenografía y escribió el guión. La trama
era conocida por pocos; el final, sólo por los creadores. Lo que se escondía
detrás del telón era difícil de ocultar, imposible de callar: 30 mil voces
reclamando libertad.
Un osado escribiría un año después: "El primer aniversario de esta Junta Militar
ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos
oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen
como errores son crímenes y los que omiten son calamidades (...) Quince mil
desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de
desterrados son la cifra desnuda de ese terror. Colmadas las cárceles
ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales
campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista,
observador internacional. El secreto militar de los procedimientos0’, invocado
como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en
secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio (...)
Éstas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno
he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser
escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí
hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles".
Ese audaz fue el periodista y escritor Rodolfo Walsh, asesinado el 25 de marzo
de 1977, un día después de la difusión de su carta dirigida a la Junta Militar.
Llegó demasiado lejos. Había traspasado el telón.
Dilemáticas, todas, son las decisiones de la víctima en el campo de
concentración. Enigmas prácticos y éticos, sin respuesta satisfactoria: “maldito
si lo haces y maldito si no lo haces”. Así lo cifra Mario Villani, quien lo supo
durante años y, tras una profunda elaboración, lo relata. Lo más saliente del
libro Desaparecido, Historia de un cautiverio es el logrado afán de comprender,
de evitar los juicios maniqueos, de transitar las “zonas grises”. Hay decenas de
ejemplos en Desaparecido... todos en situaciones límite, por decirlo de algún
modo. Tomemos una, acaso no la más terrible. Villani cuenta cómo vivió la final
del Mundial de Fútbol, junto a sus carceleros: “Estábamos gritando goles sin
saber si nuestro nombre ya estaba en una lista para morir (...) era la
culminación de lo que yo llamo el doble mensaje enloquecedor de los sitios
clandestinos de detención, un mensaje también instalado en la sociedad, afuera
de los campos”. Villani no se extasía, no endilga culpas, casi no repara en su
individualidad. “De ahí que me sea tan difícil hoy reflexionar sobre lo que
significó aquella situación en el Mundial y entender o condenar la actitud de
los secuestrados que celebraban un gol en el campo y la de las personas que lo
hacían afuera, estando en libertad. No recuerdo con certeza si yo mismo no grité
los goles en el campo y me puse contento, tal vez lo hice”. Más adelante añade:
“Tampoco las personas que estaban en los estadios eran libres. El país entero
era una extensión del campo de concentración”. Villani predica con el ejemplo:
lo importante es entender, no juzgar.
Lejos
del estigma, del simplismo, de las divisiones binarias, Villani se obstinó
primero por sobrevivir, después por contar y testimoniar, tanto como por darle
un sentido a su experiencia. Cualquier adjetivo es banal referido a las
circunstancias que atravesó, también suenan huecos para describir a su libro.
Recomendarlo a los lectores de este diario es lo más directo, lo más cercano a
un mensaje que uno encuentra.
La saga de los sobrevivientes fue tremenda, en muchos casos prolongando el
calvario mediante castigos de prójimos cercanos o lejanos y hasta con alguno
autoinflingido. La culpa por haber quedado vivo, la sospecha, aun entre sus
compañeros, cuando “reaparecieron”, los miedos perdurables, la defraudación de
los gobiernos democráticos. Tomó tiempo que sus voces fueran escuchadas, que su
relato fuera atendido. Muchas defecciones políticas tiraron al tiesto sus
testimonios ante la Justicia, durante demasiados años. Progresivamente, sin
embargo, su palabra sirvió para que se conocieran y comprendieran los campos de
detención, la dictadura, la sociedad toda, como en el ejemplo del Mundial.
También, en la determinante esfera judicial, para identificar a los represores.
La sentencia en la megacausa de la ESMA consagra un gran momento de esas
trayectorias. Lilia Ferreyra, la noble y profunda compañera de Rodolfo Walsh, lo
destacó ese mismo día. Y, con todo, si no se hubiera llegado a ese punto, de
cualquier forma el aporte a la democracia de los sobrevivientes sería fenomenal.
Villani es un tipo flaco, preciso en el hablar, dotado de un humor lacónico. Un
observador notable. Ha leído a Primo Levi, también el indispensable libro de
otra sobreviviente, Pilar Calveiro: Poder y desaparición. Los campos de
concentración en la Argentina. Pretencioso (tal vez ocioso) y superior a las
competencias de este cronista es hacer un ranking, el libro de Villani y
Fernando Reati honra a esos precedentes, los continúa, los enriquece.
Calveiro escribió: “(...) toda defensa de la propia memoria contra el reformateo
del campo, toda burla, todo engaño fueron formas de resistencia a su poder.
Tratar de sobrevivir sin ‘entregarse’, sin dejarse arrasar era ya un primer acto
de resistencia que se oponía al mecanismo arrasador y succionador”. Y agrega que
una obsesión de los sobrevivientes era que “alguien debía salir con vida,
alguien debía sobrevivir para contar y testimoniar”. Villani se consagró a esa
misión: fatigó tribunales en nuestro país y en Europa, concibió un mensaje que
debe ser escuchado y divulgado.
Azares de la vida hicieron que Villani conociera a Reati, preso de la dictadura
él, en Estados Unidos. Redactaron este libro a cuatro manos, puliendo
entrevistas de Reati a Villani, pasándolas a un relato en primera persona. Reati
define el valor del testimonio, se vale de un aparente oxímoron: “deberíamos
hablar de ‘verdad subjetiva’ porque se trata de la subjetividad de un individuo
de carne y hueso que alude a una verdad histórica de la que fue testigo
directo”. Y redondea, inmejorable: “El hecho de haber estado en los campos no le
concede necesariamente mayor validez a la interpretación de Villani (...) es su
elaboración posterior, a lo largo de años, lo que le presta valor”.
Conocí personalmente a los dos autores en una entrevista radial que les hicimos,
junto a la colega Nora Veiras. Les agradecí su libro, su humanismo y
comprensión, la grandeza de su verdad subjetiva. Vuelvo a hacerlo acá.