Panfleto
Por María Moreno
1) Seamos naturalmente artificiales.
La última vez que apelamos a la naturaleza fue para crear un artificio que permitiera evadir la ley: el tercer sexo. Desde entonces, seamos o no poetas, usamos la naturaleza como metáfora ¿de qué? De lo queer. ¡Y cómo nos supera! Las hembras de las abejas osmia son fecundadas cuando aún no han roto la envoltura natal. La bilharzia hembra es una suerte de hoja que vive enfundada en el vientre del macho. Unos transreino llamados amuros se aparean en colonias «homosexuales» en donde cada activo, de ser montado por otro, se vuelve pasivo, de lo que se deduce que el único que practica el apareamiento —estéril, obvio— es el último (cállense etólogos y naturalistas, la versión es del siglo XIX y de un poeta, Remy de Gourmont), como si en un darkroom, durante un abotone colectivo, el que eyaculara fuera solamente el del final. Al cangrejo maino le gusta mimetizarse con el ambiente, basta dejarle un costurero con variedad de mostacillas o cuentas de bijouterie y se hará rápidamente dragqueen. En el libro Machos demoníacos de Richard Wrangham y Dale Peterson se cuenta la historia de Kakama, un bonobo cuya madre está embarazada y adopta a un leño carcomido por las larvas: lo guarda en un nido, lo lleva de un lado a otro y lo hace bailar en la punta de los pies como las hembras de su especie hacen con sus hijos. ¿Es el leño una muñeca? ¿Una especie de objeto transaccional como el que, dicen los psicoanalistas, usan los humanos para resistir el abandono materno? Los autores no se animan a pronunciarlo, pero lo sugieren. Un antropólogo de las costumbres sexuales, el poeta Carlos Moreira, interpreta la anécdota de Kakama y su muñeca como el nacimiento de «la loca». Los machos de la Streptopelia risoria (una variante de paloma) realizan sus rituales amorosos ante una hembra de su especie, pero si se la quitan harán los mismos rituales ante, por ejemplo, una paloma, luego ante una paloma disecada y por último ante el barrote de la jaula en donde solían colocarle el objeto. ¿Será este el boludo hétero natural?
Alguna vez, en un texto que me plagio escribí «la naturaleza prefiere lo artificial». Es que las abejas adoran el azul y el amarillo, da lo mismo si es un manojo de flores, papel glacé o la camiseta de Boca. Durante las pruebas realizadas por los etólogos se comprobó que los pichones estiran el cuello para pedir alimento, menos fácilmente ante la presencia de su madre que ante un palo largo cuya sombra se parezca a ella y colocado en la posición «científicamente» correcta para desencadenar su instinto. Un pez llamado gasterósteo realiza el ritual de cortejo (ponerse con la nariz contra el piso) mucho más certeramente ante un disco colorado que ante un congénere hembra. Y un pajarraco que puede poner, como máximo, tres huevos de color moteado, en dos tonos de marrón, preferirá tener en su nido cuatro de plástico blanco y negro, solo porque el esquema es más nítido.
¿Acaso las vetas de la madera no son infinitamente más teatrales, más falsas que las de la fórmica? ¿Existe un objeto más de nuevo rico que el fósil de un pez, es decir un objeto que combina lo vivo con lo muerto, el barniz y la sequedad de la piedra, la huella de una piel, algunas incrustaciones y un azul ultramarino? ¿Hay algo más «mersa», más aparatoso, que una mariposa amazónica? Es decir, ¿qué tengo yo de natural que ya no recuerdo mi color de cabello de origen, camino mediante un tutor de titanio grado 4 de fino engarce en los extremos del peroné derecho, alojo diversas suturas Vicryl hoy invisibles y acciono con químicos varios entre la buena salud y la lujuria? De amar a una mujer, a una persona trans, a un miembro de otra especie, eso sería lo más natural en mí. Entonces, apelemos a la naturaleza o que sea como quiere Guy Hocquenghem, solo una equivalencia con la inmediatez del deseo.
2) Que nuestro nombre sea G.D.C. (Gente del Cuero).
¿Cómo traducir queer? ¿Como degenerado? Para hacer de la injuria orgullo, es preciso que la injuria siga siendo injuria, pero a la que se le cambia el sentido y de-generado literalmente tiene un sentido que siempre nos convino pero la psicopatalogía nos ganó de mano al asignar a esa palabra un baldón de estigma. ¿Como querencia? La querencia es el estado, el palenque emocional, un punto en el catastro en el que la servidumbre es huso horario a la espera de la muerte, cada uno, cada una separados con su correspondiente partenaire y la reproducción bendecida. ¿Como que(e)rencia? Demasiado largo, hasta la lengua bola, impronunciable.
«El miedo a que toda la piel fuera un órgano sexual sin género les hizo redibujarse el cuerpo, diseñando afueras y adentros, marcando zonas de privilegio y zonas de abyección», dice Preciado. Entonces provoquemos traduciendo queer como «piel», «pellejo», «cuero».
Sí, seamos Gente del Cuero. El Cuero nos hace iguales y nos protege. El camino del Cuero es ese que antes del invento de la Nación, de los alambrados y de la ley llevaba a los indios por la rastrillada de sus malones. Hacia el Cuero iban los pasados al otro, los perseguidos por la partida, los dejados del lado de afuera del perímetro llamado Argentina. Y porque ningún autobautismo expulsa de su fundación sus viejas lunas de crímenes interespecie, que el Cuero sea también el de nuestros animales sacrificados por trampas artesanales hechas en nombre de nuestra supervivencia y una ética del riesgo compartido antes de la pólvora, las jaulas grandes o pequeñas y los mataderos concentracionarios. Por eso el Cuero nunca está demasiado limpio antes de su transformación en trofeo o mercancía. Y Cuero es también el que se estiraba, lo que antes fuera sacrificado como codo de caballo en las botas de estribar, que dejaban los dedos desnudos de los duelistas forajidos de la pampa, antes de ser el techo de Fierro y Cruz en su adelanto de matrimonio igualitario afecto al turno de chupar el porrón de ginebra y quizás…
3) Hagamos la revolución que no sublima nada.
Si la homosexualidad sublimada y la misoginia fueron las condiciones de la civilización, hagamos la revolución del alma carnal. «Si no hubiera ido a la cama con argelinos, quizás nunca hubiera podido aprobar el FLN (Frente de Liberación Nacional)», decía Guy Hocquenghem que decía Jean Genet. Coger en la asamblea, levantar en una marcha, meterse en la cama del obrero, piquetero, negro cabeza, villero, nunca debilitó resistencia ni movilización en acto. Ninguna revolución fracasó por mezclar la solidaridad militante con la comunión sudada de los cuerpos. Y que los celos, la envidia, el odio y la mala leche no sean domesticados por la ideología y las terapias del yo. «No hay ni puede haber pretensión de purificación del sujeto político, sino a riesgo de normalización, opresión y reproducción de nuevas exclusiones. Los activistas del FHAR [Frente Homosexual de Acción Revolucionaria, de Francia] afirman un mal sujeto político, un sujeto con fallas, que de ninguna manera es puramente revolucionario. Una revolución pura y limpia ha dejado de ser una revolución anal», se lee en «Trois Milliards de Pervers».
4) Que nuestra dieta sea el exceso.
Gocemos sin tener hambre en nombre de un feminismo especiero, graso, goloso y choripanero y homenaje al libidinal Comando Saucisson, porque entre iconografías políticas hechas de vísceras no hay colonialismo posible; o choripanero-vegano, si place (con tuneo de guindilla, arroz y pimentón), ya que el pop al que adherimos santifica la copia por sobre el original; y en activismo gordo, esa sociedad de gourmets subversivos cuyas sabias papilas trabajan radicalmente para el anticapitalismo anal; en restricción de la dietética populista de «vino y empanadas»: nada de Sangre de Cristo y poco de ese manjar repulgado y en serie (después de todo, se trata de carne oprimida bajo coacción de la masa).
5) Nuestro camino siempre está yendo.
No es el camino encerrona del complejo de Edipo y su ruedita para hamsters, por tanto no lleva a la casita de los viejos ni es de subida (nuestra figura no es la pirámide, sino la estrella) a éxito alguno, no hay en él Grial ni Oro, solo polvo enamorado, pero sin el grillete del casal duradero: abierto a una colectividad de amar viva y cambiante.
6) Militemos en ficciones.
Por el culo abierto de Valentín (El beso de la mujer araña), estrellado no como la estrella que la guerrilla coloca en sus insignias sino como la del que se abre a ser poseído, culo social como el de Chicholina que ella había ampliado con sus prácticas hasta lograr un perímetro de bienvenida para toda forma humana o animal, compañeras y carnales.
Por «Hilda la polígrafa», porque la lengua revela lo que el corazón ignora, lo que el culo esconde y puesto que Empedocles estaba en pedo.
Por Dominguito Sarmiento (Vida de Dominguito) y para que, libre del panóptico paterno, lea sin renunciar y, con el libro en una mano, pueda hurgarse con la otra por delante y por detrás.
Por la cautiva inglesa («Historia del guerrero y de la cautiva») que no quiere salir de las tolderías: ha dejado su lengua por el araucano y, mientras se alejan las tropas de quienes le han ofrecido infructuosamente la vuelta al fortín, bebe en el cuenco de sus manos la sangre caliente de una oveja recién carneada.
Por el Pajarito Tamai (Ladrilleros) ensartando en el baño del boliche el culo ensalivado de Ángel Miranda, mientras la música de la cumbia quiere que el sentido del oído se imponga sobre el del olfato, entonces se nos llena la nariz con ese olor a esperma que desmaya, sudor de sexo prohibido y meo de parado, como en una transfiguración levantada del libro en un forcejeo de calzoncillos difíciles y de cintos inútiles.
Por esa runfla que sube Paraná arriba (Las aventuras de la China Iron) entre sus cargas de animales y de hongos alucinógenos con gusto a lechuga o a membrillo, sus gauchos sobadores de caballos y nodriza de bichos guachos, sus libros y sus flores; fiesta que pasa y anexa y que, como en las ferias populares sudamericanas, tiene un arte de la geometría consistente en cargar lo máximo y poner en equilibrio sobre el suelo pasajero las vacas y su pasto, los secretaires y las naciones pintadas en sus rukas y sus guampos. «Hay que vernos, pero no nos van a ver», dice la China. Como si dijera «hay que vernos, pero no nos van a ver —ni Policía, ni Ejército, ni Iglesia ni Enemigo alguno—…ya van a ver.
7) Compañeras, compañeros, compañeres, subansé.
2018
(De: Panfleto, erótica y feminismo, 2018)