Superar la lógica del péndulo y el empate hegemónico

Capítulo 1 de «Un horizonte deseable y posible», publicación de Argentina Futura, 2022.

Alejandro Grimson (coordinador)
María Mercedes Patrouilleau
Nahuel Sosa

Este libro es una exploración del futuro deseable y posible para la Argentina. Deseable porque partimos de fuertes convicciones democráticas, igualitarias, de justicia social. Posible porque este libro no es una expresión de deseos, sino el análisis de un camino que la Argentina puede recorrer en varios años, avanzando paso a paso. Nuestro país tiene hoy una enorme oportunidad.

Si se logra recorrer un camino de desarrollo integral la Argentina transformará su matriz productiva, su estructura distributiva, su matriz energética, la desigualdad territorial y la actual desigualdad de género. Lograr esto implica construir las condiciones para que las personas y los grupos puedan alcanzar una vida plena, un bienestar integral. Y también habrá condiciones para imaginar otras transformaciones con el horizonte de una igualdad de raíz.

Las utopías son necesarias para caminar. Necesitamos hacerlo desarmando esquemas predefinidos y ampliando los límites de la imaginación social. Es clave producir anhelos nacionales, múltiples y compatibles. Necesitamos, a su vez, democratizar el deseo, que las ciudadanas y los ciudadanos, que no sólo tengan derecho a defenderse, sino que también puedan desplegar sus propias visiones.

Alejandro Grimson estuvo a cargo de la idea y producción del proyecto. Mercedes Patrouilleau fue la responsable de la coordinación metodológica y Nahuel Sosa de la coordinación editorial. La publicación es producto de los aportes realizados en el Foro Universitario del Futuro y de los intercambios con investigadores, académicos e intelectuales.

Un horizonte deseable y posible

Capítulo 1

Superar la lógica del péndulo y el empate hegemónico

Argentina ha tenido y tiene serias dificultades para lograr períodos de crecimiento sostenido de su economía y para generar bienestar para el conjunto de su población.

Para comprender esta dificultad no alcanza con considerar que es lógico que le cueste desarrollarse a un país como la Argentina, del Sur global, de América Latina. Argentina ha tenido momentos destacados en su desarrollo productivo y social, y cuenta con recursos y capacidades considerables como para estar pasando por los problemas de pobreza, exclusión, inflación que afectan el presente de todos y todas y el futuro de nuevas generaciones.

Además de los problemas que afectan a todos los países sudamericanos, hay problemas específicamente argentinos. Un puntapié inicial para intentar superar este atolladero es comprender, sin demasiados tecnicismos, la complejidad de nuestras dificultades. Para ello, apelaremos a dos metáforas elaboradas por el pensamiento económico y social del país: las figuras del péndulo argentino y la del empate hegemónico.

Estas figuras conceptuales condensan una retrospectiva sobre los principales problemas que atraviesa la Argentina. A la vez, nos ofrecen algunas claves para construir caminos para superarlos.

En lugar de transitar una dinámica progresiva hacia un desarrollo productivo y social, o de atravesar diferentes estadios, o ciclos, la economía nacional se choca recurrentemente con crisis de crecimiento. Es decir, luego de varios años de crecimiento sostenido del Producto Bruto Interno (del conjunto de las actividades económicas en el país) atravesamos sucesivos años de decrecimiento o estancamiento. Este problema no es solamente de la Argentina.

Sin embargo, sí es característico de nuestro país lo pronunciado de esta dinámica llamada «stop & go» , por la recurrencia del «detenerse y seguir». Y también son específicos de la Argentina algunos de los procesos que se derivan de esta dinámica económica zigzagueante en el curso de sus actividades productivas.

La raíz del problema del crecimiento tiene que ver con la estructura productiva del país, con la forma y el funcionamiento de sus principales sectores productivos. El aparato productivo no funciona como un sistema integral, con canales de comunicación, factores que fluyen entre los mismos y códigos en común. Se compone de sectores yuxtapuestos, no integrados. A su vez, estos se encuentran representados en la dinámica política y social por actores con alto poder de veto, pero con escaso poder sostenible para terminar de conducir el proceso económico hacia un modelo de desarrollo. Estas características configuraron la dinámica nacional, son estructurales e históricas, económicas tanto como políticas. El país pendula a lo largo de las décadas entre estrategias distintas, más mercado-internistas, más liberales, más heterodoxas u ortodoxas, sin poder sostener una estrategia consensuada a lo largo del tiempo.

A eso se llama el «péndulo argentino» (Diamand, 1983), a ese vaivén que atraviesa la política económica y la política general del país desde mediados de los años ´50. Diamand explica que el problema radica en que la estructura productiva argentina se encuentra desequilibrada, ya que tenemos un sector agropecuario con una productividad relativa elevada respecto al resto del mundo, por lo cual este sector puede exportar y generar las divisas, pero que no genera empleo suficiente; mientras que la industria tiene esa capacidad, pero al tener una productividad baja en términos internacionales, no solo no puede exportar sino que requiere de muchos insumos importados para su funcionamiento. Así, cuando la economía empieza a crecer, eso tarde o temprano deriva en una crisis de la balanza de pagos. La capacidad exportadora del país no provee las divisas necesarias para responder a dicho incremento en la demanda de insumos importados que requiere la industria.

Esta presión sobre la balanza de pagos se traduce en una devaluación del tipo de cambio, que funciona como una forma de «enfriar» la economía reduciendo el consumo interno y otorgando ventajas a los sectores que exportan. Así, la estrategia expansionista choca con la escasez de dólares, y la estrategia ortodoxa de ajuste genera pérdida de poder adquisitivo, interrupción del ciclo de crecimiento y destrucción de capacidades productivas. Los problemas de fondo no se solucionan, sino que, al contrario, se van agravando con la consecución de las estrategias y la lógica de generación de crisis cíclicas.

Las distintas estrategias de desarrollo de esta lógica pendular también se topan con la dificultad política de la impugnación por parte de los otros sectores económicos y sociales: con la pérdida de consenso por la acumulación de demandas, con la táctica de no inversión de los sectores económicos o las actitudes rentísticas y especulativas.

Por supuesto, en lugar de analizar esta dinámica como estrictamente económica puede y debe ser analizada desde un punto de vista político. En el último medio siglo los casos ortodoxos redujeron la actividad y el empleo, incrementando la exclusión social y la pobreza. Sin embargo, los momentos con mayor crecimiento industrial encontraron no sólo dificultades económicas, sino también políticas.

La sociología ha descripto el escenario argentino a partir de la figura del empate hegemónico porque ninguno de los bloques que se impugnan entre sí llega a dirigir al conjunto social por un largo período de tiempo. La situación política y social de la Argentina se da en términos de un «empate» entre «fuerzas alternativamente capaces de vetar los proyectos de las otras, pero sin recursos suficientes para imponer, de manera perdurable, los propios» (Portantiero, 1977: 531). El empate hace que la estrategia de desarrollo y de acumulación económica pendule, sin poder acumular energías en una dirección ni alcanzar a reestructurar los distintos elementos del aparato productivo como para sentar las bases de un sistema virtuoso, que permita expandir la economía generando empleos de calidad, innovación y bienestar.

De este modo, las figuras del péndulo y del empate nos permiten comprender el tipo particular de relación con el futuro que se establece en la configuración argentina. Ambas nos hablan de una dinámica temporal, incluso de una temporalidad en suspenso, de situaciones de crisis recurrentes que atraviesan la vida de los argentinos y las argentinas, y nuestra propia organización social e institucional. Como resultado, el país atraviesa periódicamente crisis de restricción externa (de divisas) y una alta volatilidad en el ritmo del crecimiento económico. Esas crisis endógenas provocan un aumento de la inflación y de la pobreza y debilitan la inversión productiva. En el plano cultural y de largo plazo, se arraigan modos de comportamiento corporativos, con fuertes rasgos cortoplacistas y una dificultad por construir visiones de futuro. Cada crisis debilita las capacidades de acción estatal.

El péndulo y la lógica del empate producen también complicaciones en la gestión pública.

Muchas políticas no cursan un ciclo virtuoso de implementación, evaluación, aprendizaje y generación de nuevos problemas públicos, ya sea porque se interrumpen, porque nacen débiles, o porque en vez de ser evaluadas son directamente impugnadas. Esto genera dificultades para poder resolver desde la gestión los problemas públicos que afectan a la sociedad y redunda en una acumulación de demandas e insatisfacción con el sistema político.

La incapacidad de sostener el rumbo en lineamientos claves de políticas públicas nos dificulta también una mirada de mediano y largo plazo, el desarrollo de políticas de Estado que den coherencia a las principales áreas de intervención, que se complementen y produzcan sinergia entre distintos ámbitos de intervención institucional. Las crisis favorecen debates sobre el presente, con distintas apelaciones al pasado, en detrimento de la confrontación de ideas sobre el futuro.

Una cuestión importante son los déficits de integración entre los sectores agroexportadores e industriales, formal e informal, nacional y trasnacional. Son sectores que se encuentran yuxtapuestos, no lo suficientemente integrados, y están orientados por metas y estrategias contrapuestas (Pucciarelli, 1999).

A nivel territorial hay un sistema productivo central, expandido a otras regiones de modo heterogéneo, con lógica de funcionamiento radial en su infraestructura y transporte. Esta dinámica territorial posibilita grandes oportunidades para la región Centro y grandes desventajas para el resto de las regiones. Los beneficios no alcanzan al conjunto del territorio nacional.

Los condicionantes para el desarrollo no terminan con la dimensión política y social del empate hegemónico ni con la dimensión económica y territorial de la estructura productiva. Estos aspectos impactan también en la dimensión institucional, en las propias capacidades del Estado. Conocemos las dificultades históricas y políticas de consolidación de una estabilidad institucional en buena parte del siglo pasado, de las recurrentes dictaduras y de las implicancias del terrorismo de Estado. Además, el Estado que se forja en este contexto de crecimiento inestable tiene una autonomía débil, ya que es objeto de puja de distintos intereses corporativos. Es un Estado que no tiene salda-das discusiones y decisiones referidas a su carácter inclusivo y federal.

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Publicación de Argentina Futura